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Si Estados Unidos tuviera familia real, esa sería la de los Marshall Después de huir de su antigua vida, Lily necesitaba un nuevo comienzo y, por suerte, parecía haberlo encontrado. Después de todo, ¿para qué iban sus nuevos jefes, miembros de la influyente familia de los Marshall, a indagar más allá de su aspecto? Hasta que llamó la atención del famoso rompecorazones Ethan Marshall… Tener una aventura con un Marshall no era una buena idea, en especial para una mujer con un pasado escandaloso. Pero Lily no iba a poder resistirse al lujo y encanto que rodeaba a Ethan…
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Seitenzahl: 173
Veröffentlichungsjahr: 2012
Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2011 Kimberly Kerr. Todos los derechos reservados.
EL PRIVILEGIO DE AMARTE, Nº 1953 - septiembre 2012
Título original: The Privileged and the Damned
Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.
Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.
® Harlequin, logotipo Harlequin y Julia son marcas registradas por Harlequin Books S.A.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
I.S.B.N.: 978-84-687-0817-1
Editor responsable: Luis Pugni
ePub: Publidisa
GOOSE cabeceó hacia un lado, sacando a Lily de sus ensoñaciones a tiempo de ver que se dirigía hacia una rama baja. En el último momento se agachó y lo condujo de nuevo a la senda.
—Pórtate bien, caballo.
En respuesta, Goose resopló.
Sería culpa suya si Goose la tiraba. Sabía que no debía despistarse, sobre todo teniendo en cuenta que a Goose le gustaba retar al jinete y demostrar quién estaba al mando. Pero la tranquilidad y la belleza de la finca de los Marshall resultaban hipnotizadoras, lo que unido a la cadencia del paso de Goose tras la carrera, hacían que fuera difícil evitar que se le fuera la cabeza.
La gente que pagaba dinero por clases de yoga o por pasar un rato en un diván, deberían dedicar media hora a hacer aquello. Era una terapia gratis para encontrar la paz.
No, para ella no era gratis puesto que los Marshall la pagaban. Cada día daba las gracias al cielo por haber acabado allí. Era perfecto.
Casi habían llegado al río cuando Goose empezó a trotar entre los árboles. Podía ver el sol de la mañana reflejarse en el agua y miró al cielo para sentir el calor sobre su piel. Goose se dirigió directamente al agua y un fuerte tirón impidió que se adentrara hasta una profundidad que con seguridad hubiera mojado su único par de botas.
—Esta vez no, Goose. Ya me sé tus bromas. No voy a volver a pasarme el día con los pies mojados.
Como si entendiera, el caballo resopló y luego bajó la cabeza para beber. Lily sacó una botella de agua y se tomó un momento para disfrutar de la vista del sol asomándose por las montañas mientras bebía.
La finca de los Marshall, Hill Chase, era un paraíso en la tierra. A pesar de estar lo suficientemente cerca de Washington para servir de retiro a los varios miembros de la familia que se dedicaban a la política, parecía estar a años luz.
También era un negocio en sí, además del hogar familiar, y Lily se esforzaba por no desentonar con el resto de los empleados. Respiró hondo y exhaló, con la tranquilidad de que había sido muy cauta.
Su asistente social le había dicho que ese día llegaría. Por entonces, Lily no había creído a Jerry, pero ahora…
Era cierto que podía volver a empezar. De hecho, se corrigió, ya lo había hecho. La antigua Lily iba desapareciendo día a día y la Lily que era ahora, empezaba a sentirse más ella misma.
Era como si hubiera estado atrapada en una caja y ahora fuera capaz de moverse y respirar libremente.
Sacudió la cabeza para apartar aquellos pensamientos.
Aunque habría sido feliz pasando el día allí, todavía tenía dos caballos más a los que ejercitar y una larga lista de tareas por hacer en los establos.
—Venga, Goose, vamos.
—¿Tan pronto? Acaban de llegar.
Al oír aquella voz, Lily se asustó y la botella de agua se le cayó y fue a parar a las pezuñas de Goose, junto al agua. Se giró en la silla de montar para ver al dueño de aquella voz y distinguió a un hombre nadando a unos metros al que solo se le veía la cabeza y los hombros sobresaliendo del agua.
—Lo siento, no pretendía asustarla —dijo el hombre sonriendo a modo de disculpa.
—No me lo esperaba.
La finca era privada y nadie sabía que estaba allí, así que no tenía motivos para asustarse. Además, Goose parecía haber reconocido la voz puesto que había relinchado al oírla. Un segundo más tarde, el caballo había empezado a acercarse al hombre, ignorando sus intentos por detenerlo.
Necesitaba aquel momento. El hombre se había acercado lo suficiente como para reconocerlo. Se trataba de Ethan Marshall, uno de los muchos nietos del senador Marshall. Había oído que había vuelto tras un largo viaje al extranjero y, aunque había visto muchas fotografías suyas, ninguna se acercaba a la realidad.
Todos los Marshall eran genéticamente afortunados: pelo rubio color miel, intensos ojos verdes, marcados mentones y prominentes pómulos. Pero Ethan parecía llevarse el premio, combinando aquellos rasgos con algo más. Las gotas de agua que le caían del pelo resbalaban por sus anchos y bronceados hombros, formando surcos entre sus pectorales y abdominales que volvían al agua a la altura de su cintura.
Volvió a alzar la vista. Aquel hombre era lo suficientemente atractivo como para provocar palpitaciones. Apartó la mirada de Goose para encontrarse con los ojos de ella y sonreír, consciente de que había estado observándolo.
—Soy Ethan Marshall.
—Lo sé. Es un placer conocerlo por fin. Bienvenido a casa —dijo haciendo que Goose retrocediese para evitar mojarse los pies.
—Gracias…
—Lily, soy Lily Black —dijo sonrojándose.
—Encantado de conocerla, Lily. ¿Cuántas veces le ha mojado Goose las botas?
—Tres —respondió, encogiéndose de hombros mientras él sonreía—. Supongo que aprendo despacio.
—Bueno, por si acaso no lo sabe, Tinker intentará hacer lo mismo.
Tinker era el caballo de Ethan, un gran semental blanco con una vena más traviesa que Goose.
—Tinker me tiró al río el segundo día —dijo y, al ver la sonrisa de Ethan, continuó su confesión—. Luego se fue y tuve que volver a los establos caminando.
Ethan sonrió, emitiendo un sonido masculino que la hizo estremecer.
—Algo de eso oí, pero no sabía de quién se trataba. Quizá debería disculparme.
—¿Por qué? ¿Le enseñó a hacer eso?
—Era la manera de mantener alejados a mis hermanos y a mis primos cuando yo no estaba.
Su sonrisa resultaba contagiosa y hacía que la conversación fluyera. ¿Cuánto tiempo hacía que no mantenía una charla sobre ningún tema en particular? Era una sensación agradable, aunque extraña.
—Su caballo está mal acostumbrado. Menos mal que es bonito.
Él le guiñó el ojo, pillándola desprevenida.
—Creo que dicen lo mismo de mí.
Aunque podía parecer engreído, su tono resultó autocrítico. Por desgracia, sus ojos volvieron a clavarse en su piel bronceada. «Bonito» no era la mejor palabra para describir los encantos de aquel hombre.
Goose estaba tirando de las riendas, tratando de acercarse al agua y a Ethan. Lily se sintió aliviada por tener algo en lo que concentrarse puesto que había perdido el hilo de la conversación. Goose resopló y sacudió la cabeza, pero Lily no estaba dispuesta a darse por vencida delante de Ethan Marshall. No quería que pensara que no podía hacerse con el caballo.
—Creo que se alegra de verlo, señor Marshall. Normalmente se porta mejor.
—Ethan, llámame Ethan. Ya hay demasiados señores Marshall por aquí.
Lily sintió que la cara le ardía, aunque esta vez no era por vergüenza.
—De acuerdo, Ethan —dijo y al verlo sonreír, sintió un escalofrío—. Creo que debería volver a los establos. Ha sido un placer conocerte.
—Lo mismo digo, Lily.
Hizo girar a Goose hacia la orilla, en donde estaba flotando la botella de agua.
—Señor Marshall, quiero decir Ethan, ¿podrías recogerme la botella?
—No.
Ella se giró en la silla para mirarlo. La sonrisa de su rostro le hizo preguntarse si se habría equivocado al juzgarlo. Le había pedido algo sencillo. ¿Acaso tenía un ego muy grande? ¿Era demasiado pedirle a un Marshall que recogiera la botella que se le había caído a una de sus empleadas?
—No te lo pediría si no fuera porque no llevo botas altas y me las llenaría de agua.
Ethan se encogió de hombros.
—Lo siento, no puedo ayudarte.
Quizá después de todo fuera un engreído.
Ethan cruzó los brazos y su sonrisa se amplió.
—Estoy seguro de que no te has dado cuenta, pero lo único que me cubre es el agua.
Lily sintió de nuevo el calor de su rostro al escuchar aquellas palabras. Había mantenido aquella conversación a escasos dos metros de ella estando desnudo. No pudo evitar que sus ojos volvieran a pasear desde su pecho a su estómago hasta llegar al agua.
La risa de Ethan la hizo levantar la cabeza y se giró tan rápido en la silla de montar que Goose protestó.
—Si voy a buscarla, uno de los dos se sentirá violento —dijo sin dejar duda de a quién se estaba refiriendo.
Ya se sentía bastante azorada. Se fijó en la orilla y vio un montón de ropa apilado sobre una piedra. ¿Por qué no lo había visto antes? Se había estado comiendo con los ojos el pecho de aquel hombre y solo unos centímetros debajo del agua estaba… le ardían las mejillas.
—¿Todavía quieres que vaya a buscar la botella?
Sus palabras sonaron desafiantes a la vez que jocosas, antes de oír el chapoteo del agua, como si Ethan estuviera saliendo. —¡No! —exclamó y a continuación carraspeó—. Quiero decir que no te preocupes, yo la recogeré.
Sin mirarlo desmontó, tomó la botella y volvió a montar en un tiempo récord. Espoleó a Goose sintiendo la humedad en sus pies, y lo hizo trotar. No le importaba que pareciera la huida cobarde que estaba siendo; tenía que salir de allí antes de morirse de la vergüenza.
El sonido de las carcajadas de Ethan la persiguió y Lily evitó obligar a Goose a galopar.
¡Desnudo! ¡Había estado todo el tiempo desnudo!
El poner distancia de la escena del crimen le ayudó a que su corazón se calmara, pero aquella tranquilidad se volvió incómoda. A Ethan le resultaba divertido en aquel momento, pero ¿seguiría pareciéndoselo más tarde? ¿Y si se lo contaba a alguien, como por ejemplo a su abuela? La señora Marshall seguramente no lo encontrara divertido.
¿Podrían echarla por aquello? La sola idea la hizo sentir un escalofrío. Más que el trabajo, adoraba y necesitaba la seguridad de Hill Chase. La posibilidad de perderlo todo por dejarse llevar por el encanto y el pecho de aquel hombre…
«Estaba desnudo todo el tiempo. ¿Cómo voy a poder volver a mirarlo a los ojos? Pero ¿cómo saberlo? Ha sido un accidente».
Lily alzó la barbilla. Sí, había sido un accidente y no había causado ningún daño, por lo que las probabilidades de perder su trabajo eran muy escasas. Tenía que dejar de ponerse siempre en el peor de los casos. La próxima vez que viera a Ethan, lo cual ocurriría más pronto que tarde, simularía que nada había pasado.
Claro que cada vez que cerraba los ojos, lo que veía era…
No, ella no lo olvidaría.
Ethan Marshall cubierto tan solamente por el agua del río sería una imagen que se llevaría a su tumba.
Y lo cierto era que estaba encantada con la idea.
—¿Vas a contarme de qué demonios iba todo eso? —preguntó Brady al subirse a Spider aquella misma tarde.
Ethan contuvo la risa antes de comprobar los estribos y montar a Tinker.
—¿De qué iba el qué? —preguntó, poniendo su voz más inocente.
—Lily estaba muy torpe en los establos y se ha ruborizado —dijo Brady, dirigiéndole una mirada de hermano mayor—. ¿Qué le has hecho?
—Llevo aquí menos de doce horas. ¿Qué te hace pensar que le he podido hacer algo?
—Vamos, Ethan, estamos hablando de ti —dijo Brady.
La reacción de Lily al verlos llegar a los establos había sido casi cómica. Al verlo, se había puesto como un tomate y a punto habían estado de caérsele los arreos que llevaba.
—Quizá es su forma de ser.
—Me temo que no porque de lo contrario asustaría a los caballos.
—¿No estás seguro? Pensé que habías dejado claro que lo sabías todo.
—Apenas he cruzado tres palabras con ella desde que empezó a trabajar aquí.
Tinker y Spider salieron lentamente por la puerta de los establos y Ethan se puso las gafas de sol.
—Eres demasiado bueno como para hablar con los empleados, ¿verdad?
—No sigas por ahí. Yo tampoco estoy aquí todo el tiempo. También tengo un trabajo, ¿sabes?
Ethan reconoció el cansancio y la frustración en la voz de Brady. Él también formaba parte de la maquinaria política a la que su familia llevaba dedicada más de cuarenta años.
—Tampoco a mí me ha hablado demasiado. No parece charlatana, más bien tímida.
Por lo que había pasado antes, Ethan habría pensado que Lily era reservada, pero no tímida. Spider y Tinker estaban impacientes por correr y tuvieron que contenerlos mientras le contaba a Brady su encuentro junto al río.
—¿Y no se dio cuenta?
—No hasta que se lo dije.
—Eso no está bien —dijo Brady—. Deberías habérselo dicho antes. Con razón está ahora tan apurada.
—Lo superará —dijo Ethan y al ver que Brady no decía nada, detuvo a Tinker—. ¿Qué?
—Tal vez deberías disculparte con ella.
—¿Por qué? ¿Qué he hecho?
—¿Además de avisarla de que estabas desnudo?
—Somos adultos…
—No importa. Vas a quedarte aquí las próximas dos semanas. Esto… —dijo señalando hacia los establos— no puede continuar. Dale un respiro a la chica. Si no lo haces, se lo harás pasar mal cada vez que vayas al establo.
Brady tenía razón. Aunque la reforma de su piso debía haber acabado hacía una semana, seguía patas arriba. Hill Chase sería su casa hasta que los obreros terminasen. Y aunque dudaba de que el trabajo que se le había acumulado en su ausencia le dejara tiempo libre, pretendía aprovecharlo al máximo. Estaría en los establos con bastante frecuencia en el futuro inmediato. Si Lily se había quedado tan alterada después de su encuentro, sería cruel dejar que la situación continuase.
El teléfono de Brady sonó y lo sacó del bolsillo. Al ver el número, puso los ojos en blanco.
—Tengo que contestar.
Ethan asintió. La campaña estaba a punto de comenzar y su padre tenía que librar una gran batalla para mantener su escaño en el senado. Personalmente, a Ethan no le importaba si el actual senador Marshall mantenía su escaño, pero a su abuelo, cuyo legado político era una carga para su hijo y probablemente la única razón por la que Douglas Marshall había ganado, le importaba mucho. Y mientras el sentido del deber de Brady le había hecho entregarse a su padre, Ethan no. Era incapaz de ayudar a su padre, pero por respeto a su abuelo se las arreglaba para no molestar.
Brady iba a estar más ocupado de lo habitual con las elecciones. Ethan estaba sorprendido de que incluso se hubiera tomado el día para hacer una breve visita. Las campañas políticas no se tomaban los domingos libres.
Brady aflojó las riendas mientras seguía ocupado con el problema y Spider se acercó al borde del camino para mordisquear la hierba. Tinker tiró de las riendas, impaciente por ponerse en marcha, pero Ethan lo contuvo esperando a Brady. Por fin estaba en casa y se alegraba de ello. No tenía prisa por llegar a ninguna parte.
En el prado contiguo vio a Lily tirando de Biscuit por el ronzal. No sabía que el caballo estaba herido a juzgar por la venda de una de sus patas y por el ritmo tranquilo que Lily le imponía.
Lily se veía pequeña al lado de Biscuit. No sabía bien cuál sería su altura puesto que por la mañana la había visto montada en Goose. La camiseta verde que llevaba con el logotipo de los establos Marshall le quedaba suelta, casi camuflando sus curvas, aunque se había subido las mangas dejando ver unos brazos tonificados. Llevaba la camiseta metida en unos vaqueros ajustados que acentuaban los músculos de sus piernas.
Lily parecía estar hablando con Biscuit. Sus movimientos hacían que su larga coleta morena se agitara y Biscuit parecía asentir con la cabeza a lo que Lily estuviera diciendo. Como si se hubiera dado cuenta de su mirada, Lily se giró de pronto y lo vio observándola.
Brady seguía hablando por teléfono y parecía que iba a continuar unos minutos más, así que Ethan dirigió a Tinker hacia Lily. Aprovecharía y se disculparía.
Para su sorpresa, Lily se encontró con él en la valla. Levantó la cabeza protegiéndose los ojos del sol con la mano y, a pesar de que sus mejillas estaban algo rosadas, el rojo intenso había desaparecido. Quizá aquel rubor se debiera al calor.
—¿Ocurre algo? —preguntó preocupada mirando a Brady—. Pensé que ibais a dar un paseo.
Él desmontó.
—Así es. Brady se está ocupando de algo del trabajo, así que he venido para disculparme.
—¿Disculparte? ¿Por qué?
Parecía no saberlo.
—Por lo de esta mañana.
Lily sacudió la cabeza.
—Creo que soy yo la que te debe una disculpa. Estoy muy avergonzada…
—Lo imagino.
—Estaba pensando cómo disculparme cuando apareciste y… Bueno, me pilló desprevenida.
Lily evitaba mirarlo a los ojos.
—Bueno… —dijo él, pero Tinker lo interrumpió empujándolo para olisquear el hombro de Lily—. ¡Quieto!
Lily sonrió y acarició a Tinker entre los ojos, su lugar favorito. Al parecer, conocía bien a su caballo.
—Está bien, travieso —murmuró Lily al caballo, apartándose la melena hacia el otro hombro.
Brady se había equivocado con Lily. No era tímida, tan solo callada, tal y como a él le había parecido. Dado que a Brady no le gustaba estar equivocado, Ethan estaba deseando restregárselo por las narices.
—Pensé que habías dicho que estaba mal acostumbrado.
—Oh, así es.
Tinker estaba deleitándose con la atención, e incluso empujó de un cabezazo a Biscuit cuando intentó conseguir los mimos de Lily.
—No hay duda de que le gustas. Y a Tinker no le gusta todo el mundo.
—Sabe que me muero por los chicos encantadores. Aquel día en el río no empezamos con buen pie, pero supo ganarme y desde entonces nos llevamos bien, ¿verdad, muchacho? —dijo acariciando al caballo.
—Entonces también hay esperanzas para mí, ¿no?
Lily se quedó inmóvil unos segundos antes de que sus ojos marrones se encontraran con los de él por primera vez aquella mañana.
—¿Te estás comparando con el caballo?
No, Lily no era tímida y aquel pensamiento despertó algo en él.
—En muchos aspectos —replicó arqueando una ceja.
Lily se quedó boquiabierta unos instantes, pero enseguida se recuperó.
—Así que los rumores son ciertos…
Él carraspeó algo preocupado.
—¿Rumores de qué?
—De que eres un tipo encantador, pero perverso.
Aquello lo hizo sonreír.
—Me declaro culpable.
—Al menos eres sincero.
—La sinceridad es importante, ¿no te parece?
—A veces sí —respondió ella después de unos segundos.
—¿Solo a veces, no siempre?
Una sombra asomó en su expresión. Si no la hubiera estado observando, no se habría dado cuenta.
—La vida es demasiado complicada para ser tan tajante. A veces es mejor una mentira inocente que la verdad.
—No estoy de acuerdo contigo, Lily.
—¿De veras? —preguntó ella ladeando la cabeza—. ¿Piensas que hay que ser siempre honesto?
—Sí.
—Eso no me lo esperaba de ti.
Él se irguió instintivamente, pero intentó mantener un tono de voz de curiosidad.
—¿Y eso por qué?
—¿Sabes que tu familia se dedica a la política, verdad?
Su estallido en carcajadas hizo que los dos caballos lo miraran tan sorprendidos como Lily.
—De ahí mi exagerado interés por ser sincero sobre todas las cosas.
—Entonces, no lo olvidaré —dijo ella sonriendo.
Brady y Spider se unieron a ellos en aquel momento.
—Bueno, esto está mejor que antes.
Ethan adivinó el tono burlón en la voz de Brady, pero Lily se ruborizó.
—Lo siento.
Con razón Brady pensaba que era tímida.
—No te preocupes, Lily —le dijo Brady guiñándole un ojo—. Estoy seguro de que todo es culpa de Ethan.
—Vaya, gracias.
—Mira, en ocasiones la verdad duele —añadió Brady.
Ambos rieron, dejando a Brady confuso. Finalmente, sacudió la cabeza y se dio por vencido.
—¿Estás listo, Ethan?
—Sí —contestó montando en Tinker y ajustando las riendas—. Hasta luego, Lily.
—Pasadlo bien —dijo despidiéndose con la mano.
Brady parecía distraído al espolear a Spider. Enseguida, Tinker aceleró para alcanzarlo.
—¿Va todo bien?
Brady suspiró.
—El problema de siempre. Voy a tener que volver esta noche.
—Nana se sentirá decepcionada.
—Pero no tanto como lo estará si no vuelvo a resolver este asunto y perdemos las elecciones —dijo sacudiendo la cabeza.
—Quizá necesite perder.
Brady suspiró.
—Es un padre lamentable y un desastre como persona, pero es un legislador increíble. Eso lo aprendió del abuelo.
—Aun así, no sé cómo lo haces.
—Intento verlo todo con perspectiva, Ethan.
—¿Hay perspectiva?
—Sí. A papá no le da miedo afrontar los problemas difíciles o dar la cara por cualquiera. Está haciendo grandes cosas y tengo que apoyar eso.
—Tendré que creerte.
—¿Quiere eso decir que contamos con tu voto?
—¿Quieres que te diga la verdad?
—Realmente no —respondió Brady sin mirarlo.
—Entonces mantendré mi boca cerrada.
—Hay una primera vez para todo.
—Vaya —dijo Ethan llevándose la mano al pecho—. Hoy no estás demasiado contento.
—Ya te he dicho que siempre hay una primera vez para todo. Y tampoco será por no haberlo intentado antes.
—¿Qué se supone que significa eso?
Brady clavó la mirada en su hermano.
—Lily.
—Querías que me disculpara y lo he hecho. Fin de la historia.
—Si tú lo dices. ¿Sabes? No había reparado antes en ella. Es bastante guapa. Tiene unas piernas muy bonitas. Lástima que tenga que volver a la ciudad esta noche.