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Esta obra de teatro, junto con «La señorita malcriada», son las más perfeccionadas de Tomás de Iriarte y las más fieles a la moral y al estilo neoclásicos. Mariano es un joven al que su madre ha mimado toda su vida, despilfarra el dinero y se deja engañar por personajes sin escrúpulos. La obra, descrita por su autor como «comedia moral», es una advertencia contra los vicios y la mala educación.
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Seitenzahl: 98
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Tomás de Iriarte
Comedia moral en tres actos
Saga
El señorito mimado
Copyright © 2002, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726685947
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
Así del vicio, con la ajena afrenta,
El ánimo del joven escarmienta.
La escena es en Madrid, en una sala de la casa de D.ª DOMINGA. Esta sala tendrá tres puertas: la de la derecha conduce a los cuartos de D.ª DOMINGA y D.ª FLORA; la de en medio a los de D. CRISTÓBAL, D. ALFONSO y D. MARIANO; y la de la izquierda a la antesala y otras piezas de la casa.
La acción empieza a la hora de la siesta y concluye al anochecer.
D. CRISTÓBAL, examinando con atención unos papeles, sentado junto a una mesa en que hay recado de escribir. D.ª DOMINGA, sentada en una silla algo distante de la mesa.
D. CRISTÓBAL (Con la pluma en la mano.)
Nueve y seis, quince... dieciocho...
veintisiete... treinta y cuatro...
llevo tres... y nueve, doce...
D.ª DOMINGA Ahora con el bocado
en la boca, ¿tienes gana 5
de ajustar cuentas, hermano?
D. CRISTÓBAL Y cuanto más las ajusto,
menos las entiendo. Un año
de examen se necesita,
según encuentro enredados 10
estos papeles.
D.ª DOMINGA Descansa
de tu viaje; y más despacio
podrás ir viendo...
D. CRISTÓBAL Señora,
(Dejando la pluma, y apartando de sí con enfadoalgunos de los papeles que tiene delante.)
perdido está el mayorazgo.
Aquí me faltan recibos. 15
Las cuentas, los inventarios,
todo está como Dios quiere.
No hay formalidad. El gasto
excede en mucho a la renta.
En bien diferente estado 20
dejó mi hermano su casa.
D.ª DOMINGA ¡Ah! ¡Dios le tenga en descanso!
D. CRISTÓBAL Si él viera algunas partidas
de estas cuentas... Vamos claros;
su hijo de usted, mi dichoso 25
sobrinito, don Mariano,
se porta. En toda su vida
sabrá ganar un ochavo;
pero arruinar una casa,
eso lo sabe de pasmo. 30
Él tiene mala conducta;
yo riño; no me hacen caso;
usted le contempla en todo.
Pues bien: darle barro a mano;
que se pierda, que nos pierda, 35
si usted quiere. Ya estoy harto
de predicar.
D.ª DOMINGA Don Cristóbal,
seis días ha que has llegado
de vuelta de tu gobierno
de las Indias, y ha otros tantos 40
que no cesas de clamar
contra el infeliz muchacho.
D. CRISTÓBAL No, amiga; contra su madre,
sí, contra usted sola clamo.
¡Qué crianza! Ahora todos 45
hemos de pagar el daño,
cuando de nadie es la culpa
sino de usted... Lo bonazo
de ese genio, ese amor ciego
al hijo, el mimo, el regalo... 50
D.ª DOMINGA (Arrastrando lánguidamente las palabras.)
Yo, como naturalmente
soy benigna...
D. CRISTÓBAL (Con viveza.)
Demasiado.
D.ª DOMINGA Pero, hermano mío...
D. CRISTÓBAL Pero,
cuñada mía, ¿es mal chasco
el que me he llevado yo? 55
Vaya usted considerando.
Cuando partí a mi gobierno,
aún no tenía cuatro años
ese chico. Su buen padre
le encomendó a mi cuidado; 60
me nombré por su tutor;
soy su tío; en estos brazos
le he sacado yo de pila.
Vea usted con cuántos cargos
quedé respecto a un sobrino, 65
un pupilo y un ahijado.
Me era forzoso partir
a mi destino. Los llantos,
las plegarias de su madre
entonces me precisaron 70
a sustituir en ella
la tutoría, esperando
que no me tocase estar
en Indias sino cinco años;
pero de un gobierno en otro 75
he pasado quince largos.
Desde allá, cada correo,
¿no escribía un cartapacio,
dando mis disposiciones
para educar a Mariano 80
al lado de unos maestros
hábiles, y de un buen ayo?
Usted los buscó a su modo,
según veo: descuidados,
o necios, o aduladores, 85
que la estaban engañando,
y me engañaban a mí,
con enviarme unos retazos
de latín y de francés,
como verdaderos partos 90
del ingenio de su alumno;
dibujos bien acabados;
muestras de gallarda letra;
y nada era de su mano...
Usted siempre aseguraba 95
que el tal niño era un milagro
de aplicación, una alhaja;
tan vivo y adelantado,
tan obediente a su madre,
tan cortés... Yo mentecato 100
lo creí muy santamente;
y con gozo extraordinario
le prometí que sería
dueño de cuanto he ganado
en Indias con mi sudor. 105
D.ª DOMINGA Ni él ni yo desconfiamos
de promesa tan segura...
D. CRISTÓBAL Conforme. No hay que fiarnos.
En fin, vuelvo de mi viaje
muy satisfecho; y lo que hallo 110
es que ese caballerito
cumplirá presto veinte años
sin saber ni persignarse;
que está lleno de resabios,
de mil preocupaciones; 115
que es temoso, afeminado,
superficial, insolente,
enemigo del trabajo;
incapaz de sujetarse
a seguir por ningún ramo 120
una carrera decente.
¿Por las letras? Es un fatuo.
¿Por las armas? Es un mandria.
Tirará... por mayorazgo.
D.ª DOMINGA ¡Qué terrible eres! El chico 125
todavía no ha logrado
ver sereno ese semblante.
Se asusta, se pone malo
sólo con que alces la voz.
Siempre ha sido delicado. 130
El estudio no le prueba.
Ni tampoco es necesario
que un hijo de caballero
lo tome tan a destajo
como si con ello hubiera 135
de comer.
D. CRISTÓBAL Quedo enterado.
¡Viva mi doña Dominga!
Piensa bien. ¿Conque sacamos
en limpio que un caballero
no ha de ser hombre? En contando 140
con una renta segura
de cinco a seis mil ducados,
¿a qué fin ha de afanarse
para ser buen ciudadano,
ni buen padre de familia, 145
ni sabio, ni buen soldado?
¿Para qué? Dejemos eso
a los hombres ordinarios.
(Levantándose.)
¡Vaya; que merece usted
dirigir un seminario! 150
D.ª DOMINGA Digo: ¿y te parecerá
que no sé yo quién te ha dado
contra tu mismo sobrino
unos informes tan falsos?
(Exclamando.)
¡Hijo de mi alma! Pantoja, 155
ese traidor de criado
es quien le ha vendido. ¡Infame!
Pues ¿qué? ¿Tú y él encerrados
no estabais de conferencia
antes de ayer muy temprano? 160
Ya mi doncella Felipa
oyó, no todo, pero algo,
por el hueco de la llave.
D. CRISTÓBAL
Cierto; y porque sentí pasos,
dejé la conversación 165
para otra vez. Llega el caso
de que en presencia de usted,
no a espaldas, la prosigamos.
(Toca una campanilla, que está sobre la mesa.)
¿Para qué andar con misterios
en un asunto tan claro? 170
Él vendrá...
D.ª DOMINGA Déjale ahora.
(Levantándose.)
¿A tal extremo llegamos
que se nombra por fiscal
de la conducta del amo
a un criado, a un chocarrero? 175
Yo no sé cómo lo aguanto.
D. CRISTÓBAL Le cito, no por fiscal,
por testigo y abonado...
(Vuelve a tocar la campanilla.)
Pantoja es algo chancero,
pero no miente; es honrado; 180
nos tiene gran ley; conoce
desde la cuna a Mariano,
y sabe todas sus mañas.
Se explica con desparpajo...
D.ª DOMINGA Más de lo que es menester; 185
porque es tan atravesado,
tan socarrón, tan ladino...
D. CRISTÓBAL, D.ª DOMINGA, FELIPA, que sale por la puerta de la derecha; y PANTOJA, que viene luego por la de la izquierda.
FELIPA ¿Qué mandan ustedes?
D. CRISTÓBAL Llamo
a Pantoja.
PANTOJA Ya está aquí.
D. CRISTÓBAL (A D.ª DOMINGA.)
Usted perdone el mal rato. 190
Nuestra disputa será
muy breve; vamos al grano.
Pantoja.
PANTOJA Señor.
D. CRISTÓBAL Parece
que esta señora, intentando
convencerme y disculparse 195
de la crianza que ha dado
a mi sobrino, desea
que me venga el desengaño
por tu boca. Di sobre esto
cuanto sabes, sin empacho 200
y con toda realidad.
PANTOJA Pero, señor...
D. CRISTÓBAL Habla claro.
PANTOJA No sé cómo he de atreverme...
D. CRISTÓBAL Contemplaciones a un lado.
A quien tenga la razón, 205
dársela.
D.ª DOMINGA Me haces agravio...
D. CRISTÓBAL La averiguación importa;
y yo seré el agraviado
si usted se resiste a ella.
D.ª DOMINGA Eso es darle mucha mano... 210
D. CRISTÓBAL Y si usted no está culpada,
¿qué teme?
PANTOJA ¿Con que mi encargo
es predicar un sermón
panegírico en aplauso
de la vida y las hazañas 215
de aquel joven...?
D.ª DOMINGA Sí, de tu amo;
y mira cómo hablas de él.
Su madre te está escuchando.
D. CRISTÓBAL Y su tío te prohíbe
disimular.
PANTOJA Apretado 220
es el lance en que me ponen.
Para quedar bien con ambos,
¿no hay medio?... Pues si no le hay,
aquí del valor. Hagamos
justicia seca; y perdonen 225
ustedes, que soy mandado...
Mi sermón tendrá dos puntos;
que, al fin, me ha de servir de algo
haber estudiado un poco
de latín cuando muchacho. 230
Primer punto: las flaquezas
de mi señor don Mariano
en cuanto al entendimiento.
Segundo punto: las que hallo
por lo que hace al corazón. 235
Y digo así...
(Tose y escupe.)
D. CRISTÓBAL Di.
D.ª DOMINGA ¡Qué enfado!
PANTOJA Dejó el amo don Cristóbal
a mi señorito un ayo,
hombre severo y formal,
que, por no ser del agrado 240
de mi ama y señora, pronto
hizo dejación del cargo.
Enseñó al niño a leer,
y en esto hubo sus trabajos;
pues si el niño no quería 245
deletrear un vocablo,
ya le entraba la rabieta.
Su mamá con agasajo
acudía a libertarle
del poder de aquel tirano; 250
le daba un dulce, un juguete;
se le llevaba a su cuarto;
y en quince días después
no había fuerza en lo humano
para que viese un renglón. 255
Con la razón y el halago
nunca se sacaba fruto.
¡Azotes! ¡Oh, ni nombrarlos!
¡Sujeción! No se hable de eso.
¡Reprehender! Contrabando. 260
«Señora -esto no lo digo
yo, que lo decía el ayo-,
¿qué sirve lo que en un mes
con mi paciencia adelanto,
si usted en medio minuto 265
consigue desbaratarlo?»
Tras de aquel ayo vino otro
de manga ancha, dócil, manso...
D.ª DOMINGA ¡Charlatán! Y con todo eso,
¿acaso el chico ha dejado 270
de aprender lo que le basta?
PANTOJA ¡Cómo! Pues ¿no fue un milagro
saber ya firmar su nombre
antes de los catorce años?
Por lo que mira a contar, 275
se quedó un poco atrasado;
mas para eso que llegó
a la puente de los asnos,
y ya empezaba a saber
aquello de quorum, quarum. 280
D.ª DOMINGA ¡Buena gana de llenarse
los sesos de latinajos!
Si él tirara por la Iglesia...
FELIPA ¡Toma! Conozco yo tantos
hombres de mucho provecho 285
que jamás han estudiado.
PANTOJA Pues ya se ve. Comen, beben,
se pasean con descaro;
y si hay quien les dé un empleo,
le toman sin hacer ascos. 290