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Tomás de Iriarte fue el gran renovador del género de las fábulas en España, un género que los neoclásicos convirtieron en una parte esencial de su poesía. Algunas de las fábulas incluidas en esta recopilación son «El elefante y otros animales», «El gusano de seda y la araña», «El oso, la mona y el cerdo», «Los dos loros y la cotorra», «El mono y el titiritero», «La campana y el esquilón» o «El burro flautista».
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Seitenzahl: 74
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Tomás de Iriarte
Saga
Fábulas literarias
Copyright © 1999, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726685923
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
Ningún particular debe ofenderse de lo que se dice en común
Allá, en tiempo de entonces
y en tierras muy remotas,
cuando hablaban los brutos
su cierta jerigonza,
notó el sabio elefante 5
que entre ellos era moda
incurrir en abusos
dignos de gran reforma.
Afeárselos quiere
y a este fin los convoca. 10
Hace una reverencia
a todos con la trompa
y empieza a persuadirlos
en una arenga docta
que para aquel intento 15
estudió de memoria.
Abominando estuvo,
por más de un cuarto de hora,
mil ridículas faltas,
mil costumbres viciosas: 20
la nociva pereza,
la afectada bambolla,
la arrogante ignorancia,
la envidia maliciosa.
Gustosos en extremo 25
y abriendo tanta boca,
sus consejos oían
muchos de aquella tropa:
el cordero inocente,
la siempre fiel paloma, 30
el leal perdiguero,
la abeja artificiosa,
el caballo obediente,
la hormiga afanadora,
el hábil jilguerillo, 35
la simple mariposa.
Pero del auditorio
otra porción no corta,
ofendida, no pudo
sufrir tanta parola. 40
El tigre, el rapaz lobo
contra el censor se enojan.
¡Qué de injurias vomita
la sierpe venenosa!
Murmuran por lo bajo, 45
zumbando en voces roncas,
el zángano, la avispa,
el tábano y la mosca.
Sálense del concurso,
por no escuchar sus glorias, 50
el cigarrón dañino,
la oruga y la langosta.
La garduña se encoge,
disimula la zorra,
y el insolente mono 55
hace de todo mofa.
Estaba el elefante
viéndolo con pachorra,
y su razonamiento
concluyó en esta forma: 60
«A todos y a ninguno
mis advertencias tocan:
quien las siente, se culpa;
el que no, que las oiga».
Quien mis fábulas lea, 65
sepa también que todas
hablan a mil naciones,
no sólo a la española.
Ni de estos tiempos hablan,
porque defectos notan 70
que hubo en el mundo siempre,
como los hay ahora.
Y, pues no vituperan
señaladas personas,
quien haga aplicaciones, 75
con su pan se lo coma.
Se ha de considerar la calidad de la obra, y no el tiempo que se ha tardado en hacerla
Trabajando un gusano su capullo,
la araña, que tejía a toda prisa,
de esta suerte le habló con falsa risa,
muy propia de su orgullo:
«¿Qué dice de mi tela el seor gusano? 5
Esta mañana la empecé temprano,
y ya estará acabada a mediodía.
¡Mire qué sutil es, mire qué bella!...»
El gusano, con sorna, respondía:
«¡Usted tiene razón; así sale ella!» 10
Nunca una obra se acredita tanto de mala como cuando la aplauden los necios
Un oso, con que la vida
ganaba un piamontés,
la no muy bien aprendida
danza ensayaba en dos pies.
Queriendo hacer de persona, 5
dijo a una mona: «¿Qué tal?»
Era perita la mona,
y respondióle: «Muy mal».
«Yo creo -replicó el oso-
que me haces poco favor. 10
Pues ¿qué?, ¿mi aire no es garboso?
¿No hago el paso con primor?»
Estaba el cerdo presente,
y dijo: «¡Bravo! ¡Bien va!
Bailarín más excelente 15
no se ha visto ni verá».
Echó el oso, al oír esto,
sus cuentas allá entre sí,
y con ademán modesto,
hubo de exclamar así: 20
«Cuando me desaprobaba
la mona, llegué a dudar;
mas ya que el cerdo me alaba,
muy mal debo de bailar».
Guarde para su regalo 25
esta sentencia un autor:
si el sabio no aprueba, ¡malo!
si el necio aplaude, ¡peor!
Fácilmente se luce con citar y elogiar a los hombres grandes de la Antigüedad; el mérito está en imitarlos
A tratar de un gravísimo negocio
se juntaron los zánganos un día.
Cada cual varios medios discurría
para disimular su inútil ocio;
y, por librarse de tan fea nota 5
a vista de los otros animales,
aun el más perezoso y más idiota
quería, bien o mal, hacer panales.
Mas como el trabajar les era duro,
y el enjambre inexperto 10
no estaba muy seguro
de rematar la empresa con acierto,
intentaron salir de aquel apuro
con acudir a una colmena vieja,
y sacar el cadáver de una abeja 15
muy hábil en su tiempo y laboriosa;
hacerla, con la pompa más honrosa,
unas grandes exequias funerales,
y susurrar elogios inmortales
de lo ingeniosa que era 20
en labrar dulce miel y blanda cera.
Con esto se alababan tan ufanos,
que una abeja les dijo por despique:
«¿No trabajáis más que eso? Pues, hermanos,
jamás equivaldrá vuestro zumbido 25
a una gota de miel que yo fabrique».
¡Cuántos pasar por sabios han querido
con citar a los muertos que lo han sido!
¡Y qué pomposamente que los citan!
Mas pregunto yo ahora: ¿los imitan? 30
Los que corrompen su idioma no tienen otro desquite que llamar puristas a los que le hablan con propiedad, como si el serlo fuera tacha
De Santo Domingo trajo
dos loros una señora.
La isla en parte es francesa,
y en otra parte española.
Así, cada animalito 5
hablaba distinto idioma.
Pusiéronlos al balcón,
y aquello era Babilonia.
De francés y castellano
hicieron tal pepitoria, 10
que al cabo ya no sabían
hablar ni una lengua ni otra.
El francés, del español
tomó voces, aunque pocas;
el español al francés, 15
casi se las toma todas.
Manda el ama separarlos,
y el francés luego reforma
las palabras que aprendió
de lengua que no es de moda. 20
El español, al contrario,
no olvida la jerigonza,
y aun discurre que con ella
ilustra su lengua propia.
Llegó a pedir en francés 25
los garbanzos de la olla;
y desde el balcón de enfrente
una erudita cotorra
la carcajada soltó,
haciendo del loro mofa. 30
Él respondió solamente,
como por tacha afrentosa:
«Vos no sois que una PURISTA».
Y ella dijo: «A mucha honra».
¡Vaya, que los loros son 35
lo mismo que las personas!
Sin claridad no hay obra buena
El fidedigno padre Valdecebro,
que en discurrir historias de animales
se calentó el celebro,
pintándolos con pelos y señales;
que, en estilo encumbrado y elocuente, 5
del unicornio cuenta maravillas,
y el ave fénix cree a pie juntillas,
(no tengo bien presente
si es en el libro octavo u en el nono),
refiere el caso de un famoso mono. 10
Éste, pues, que era diestro
en mil habilidades, y servía
a un gran titiritero, quiso un día,
mientras estaba ausente su maestro,
convidar diferentes animales, 15
de aquellos más amigos,
a que fuesen testigos
de todas sus monadas principales.
Empezó por hacer la mortecina;
después, bailó en la cuerda a la arlequina, 20
con el salto mortal y la campana;
luego, el despeñadero,
la espatarrada, vueltas de carnero,
y al fin el ejercicio a la prusiana.
De estas y de otras gracias hizo alarde. 25
Mas lo mejor faltaba todavía,
pues, imitando lo que su amo hacía,
ofrecerles pensó, porque la tarde
completa fuese y la función amena,
de la linterna mágica una escena. 30
Luego que la atención del auditorio
con un preparatorio
exordio concilió, según es uso,
detrás de aquella máquina se puso;
y durante el manejo 35
de los vidrios pintados,
fáciles de mover a todos lados,
las diversas figuras
iba explicando con locuaz despejo.
Estaba el cuarto a oscuras, 40
cual se requiere en casos semejantes;
y aunque los circunstantes
observaban atentos,
ninguno ver podía los portentos
que con tanta parola y grave tono 45
les anunciaba el ingenioso mono.
Todos se confundían, sospechando
que aquello era burlarse de la gente.
Estaba el mono ya corrido, cuando
entró maese Pedro de repente, 50
e informado del lance, entre severo
y risueño, le dijo: «¡Majadero!,
¿de qué sirve tu charla sempiterna,
si tienes apagada la linterna?»
Perdonadme, sutiles y altas Musas, 55
las que hacéis vanidad de ser confusas:
¿os puedo yo decir con mejor modo
que sin la claridad os falta todo?
Con hablar poco y gravemente, logran muchos opinión de hombres grandes
En cierta catedral una campana había
que sólo se tocaba algún solemne día.