PERSONAJES
D. MARIANO,
señorito mimado; joven imprudente,
superficial, indócil y de estragada conducta.
D.ª DOMINGA,
su madre; señora de mediana edad, bonaza y
contemplativa.
D. CRISTÓBAL,
tío, tutor y padrino de D. MARIANO
; hombre recto, franco y activo.
D. ALFONSO,
caballero de Granada, hospedado en casa
de
D.ª DOMINGA
; anciano pundonoroso y de buen corazón.
D.ª FLORA,
su hija; señorita bien criada, bastante
viva y muy sensible.
D. FAUSTO,
amante de D.ª FLORA
y competidor de D. MARIANO
; mozo de generosas prendas.
D.ª MÓNICA,
mujer sagaz, que se finge señora de distinción.
PANTOJA,
criado antiguo de la casa; fiel y honrado,
nada lerdo y de humor festivo.
FELIPA,
doncella
de D.ª DOMINGA
; simple y algo
interesada.
D.
TADEO,
trapalón, que pasa por cuñado de
D.ª MÓNICA.
La escena es en Madrid, en una sala de la casa de D.ª DOMINGA. Esta sala tendrá tres puertas:
la de la derecha
conduce a los cuartos
de
D.ª DOMINGA
y D.ª FLORA;
la de en medio
a los de D. CRISTÓBAL,
D. ALFONSO
y D. MARIANO;
y la de la izquierda a la antesala y otras piezas de la
casa.
La acción empieza a la hora de la siesta y concluye al
anochecer
.
Acto
I
Escena I
D. CRISTÓBAL,
examinando con atención unos papeles,
sentado junto a una mesa en que hay
recado de escribir. D.ª DOMINGA,
sentada
en una silla algo
distante
de la mesa
.
D. CRISTÓBAL
(Con
la pluma en la mano
Nueve y seis,
quince... dieciocho...
veintisiete...
treinta y cuatro...
llevo tres... y
nueve, doce...
D.ª DOMINGA
Ahora con el
bocado
en la boca,
¿tienes gana
5
de ajustar
cuentas, hermano?
D. CRISTÓBAL
Y cuanto más
las ajusto,
menos las
entiendo. Un año
de examen se
necesita,
según encuentro
enredados
10
estos papeles.
D.ª DOMINGA
Descansa
de tu viaje; y
más despacio
podrás ir
viendo...
D. CRISTÓBAL
Señora,
(Dejando la
pluma
,
y apartando de sí con enfado algunos de los papeles que
tiene delante.
)
perdido está el
mayorazgo.
Aquí me faltan
recibos.
15
Las cuentas,
los inventarios,
todo está como
Dios quiere.
No hay
formalidad. El gasto
excede en mucho
a la renta.
En bien
diferente estado
20
dejó mi hermano
su casa.
D.ª DOMINGA
¡Ah! ¡Dios le
tenga en descanso!
D. CRISTÓBAL
Si él viera
algunas partidas
de estas
cuentas... Vamos claros;
su
hijo de usted, mi dichoso
25
sobrinito,
don Mariano,
se porta. En
toda su vida
sabrá ganar un
ochavo;
pero arruinar
una casa,
eso lo sabe de
pasmo.
30
Él tiene mala
conducta;
yo riño; no me
hacen caso;
usted le
contempla en todo.
Pues bien:
darle barro a mano;
que se pierda,
que nos pierda,
35
si usted
quiere. Ya estoy harto
de predicar.
D.ª DOMINGA
Don Cristóbal,
seis días ha
que has llegado
de vuelta de tu
gobierno
de las Indias,
y ha otros tantos
40
que no cesas de
clamar
contra el
infeliz muchacho.
D. CRISTÓBAL
No, amiga;
contra su madre,
sí, contra
usted sola clamo.
¡Qué crianza!
Ahora todos
45
hemos de pagar
el daño,
cuando de nadie
es la culpa
sino de
usted... Lo bonazo
de ese genio,
ese amor ciego
al hijo, el
mimo, el regalo...
50
D.ª DOMINGA
(Arrastrando
lánguidamente las palabras
Yo, como
naturalmente
soy benigna...
D. CRISTÓBAL
(Con
viveza
Demasiado.
D.ª DOMINGA
Pero, hermano
mío...
D. CRISTÓBAL
Pero,
cuñada mía, ¿es
mal chasco
el que me he
llevado yo?
55
Vaya usted
considerando.
Cuando partí a
mi gobierno,
aún no tenía
cuatro años
ese chico. Su
buen padre
le encomendó a
mi cuidado;
60
me
nombré por su tutor;
soy su tío;
en estos brazos
le he sacado yo
de pila.
Vea usted con
cuántos cargos
quedé respecto
a un sobrino,
65
un pupilo y un
ahijado.
Me era forzoso
partir
a mi destino.
Los llantos,
las plegarias
de su madre
entonces me
precisaron
70
a sustituir en
ella
la tutoría,
esperando
que no me
tocase estar
en Indias sino
cinco años;
pero de un
gobierno en otro
75
he pasado
quince largos.
Desde allá,
cada correo,
¿no escribía un
cartapacio,
dando mis
disposiciones
para educar a
Mariano
80
al lado de unos
maestros
hábiles, y de
un buen ayo?
Usted los buscó
a su modo,
según veo:
descuidados,
o necios, o
aduladores,
85
que la estaban
engañando,
y me engañaban
a mí,
con enviarme
unos retazos
de latín y de
francés,
como verdaderos
partos
90
del ingenio de
su alumno;
dibujos bien
acabados;
muestras de
gallarda letra;
y nada era de
su mano...
Usted siempre
aseguraba
95
que el tal niño
era un milagro
de aplicación,
una alhaja;
tan vivo y
adelantado,
tan obediente a
su madre,
tan cortés...
Yo mentecato
100
lo creí muy
santamente;
y
con gozo extraordinario
le prometí
que sería
dueño de cuanto
he ganado
en Indias con
mi sudor.
105
D.ª DOMINGA
Ni él ni yo
desconfiamos
de promesa tan
segura...
D. CRISTÓBAL
Conforme. No
hay que fiarnos.
En fin, vuelvo
de mi viaje
muy satisfecho;
y lo que hallo
110
es que ese
caballerito
cumplirá presto
veinte años
sin saber ni
persignarse;
que está lleno
de resabios,
de mil
preocupaciones;
115
que es temoso,
afeminado,
superficial,
insolente,
enemigo del
trabajo;
incapaz de
sujetarse
a seguir por
ningún ramo
120
una carrera
decente.
¿Por las
letras? Es un fatuo.
¿Por las armas?
Es un mandria.
Tirará... por
mayorazgo.
D.ª DOMINGA
¡Qué terrible
eres! El chico
125
todavía no ha
logrado
ver sereno ese
semblante.
Se asusta, se
pone malo
sólo con que
alces la voz.
Siempre ha sido
delicado.
130
El estudio no
le prueba.
Ni tampoco es
necesario
que un hijo de
caballero
lo tome tan a
destajo
como si con
ello hubiera
135
de comer.
D. CRISTÓBAL
Quedo enterado.
¡Viva mi doña
Dominga!
Piensa bien.
¿Conque sacamos
en limpio que
un caballero
no ha de ser
hombre? En contando
140
con una renta
segura
de
cinco a seis mil ducados,
¿a qué fin ha
de afanarse
para ser buen
ciudadano,
ni buen padre
de familia,
145
ni sabio, ni
buen soldado?
¿Para qué?
Dejemos eso
a los hombres
ordinarios.
(Levantándose
¡Vaya; que
merece usted
dirigir un
seminario!
150
D.ª DOMINGA
Digo: ¿y te
parecerá
que no sé yo
quién te ha dado
contra tu mismo
sobrino
unos informes
tan falsos?
(Exclamando
¡Hijo de mi
alma! Pantoja,
ese traidor de
criado
es quien le ha
vendido. ¡Infame!
Pues ¿qué? ¿Tú
y él encerrados
no estabais de
conferencia
antes de ayer
muy temprano?
160
Ya mi doncella
Felipa
oyó, no todo,
pero algo,
por el hueco de
la llave.
D. CRISTÓBAL
Cierto; y
porque sentí pasos,
dejé la
conversación
165
para otra vez.
Llega el caso
de que en
presencia de usted,
no a espaldas,
la prosigamos.
(Toca
una campanilla
,
que está sobre la mesa.
)
¿Para qué andar
con misterios
en un asunto
tan claro?
170
Él vendrá...
D.ª DOMINGA
Déjale ahora.
(Levantándose
¿A tal extremo
llegamos
que se nombra
por fiscal
de la conducta
del amo
a un criado, a
un chocarrero?
175
Yo no sé cómo
lo aguanto.
D. CRISTÓBAL
Le cito, no por
fiscal,
por
testigo y abonado...
(Vuelve a tocar la
campanilla
Pantoja es algo
chancero,
pero no miente;
es honrado;
180
nos tiene gran
ley; conoce
desde la cuna a
Mariano,
y sabe todas
sus mañas.
Se explica con
desparpajo...
D.ª DOMINGA
Más de lo que
es menester;
185
porque es tan
atravesado,
tan socarrón,
tan ladino...
Escena II
D. CRISTÓBAL,
D.ª
DOMINGA, FELIPA,
que sale por la
puerta de la derecha;
y PANTOJA,
que viene luego por la de la izquierda.
FELIPA
¿Qué mandan
ustedes?
D. CRISTÓBAL
Llamo
a Pantoja.
PANTOJA
Ya está aquí.
D. CRISTÓBAL
(
A D.ª
DOMINGA.)
Usted perdone
el mal rato.
190
Nuestra disputa
será
muy breve;
vamos al grano.
Pantoja.
PANTOJA
Señor.
D. CRISTÓBAL
Parece
que esta
señora, intentando
convencerme y
disculparse
195
de la crianza
que ha dado
a mi sobrino,
desea
que me venga el
desengaño
por tu boca. Di
sobre esto
cuanto sabes,
sin empacho
200
y con toda
realidad.
PANTOJA
Pero, señor...
D. CRISTÓBAL
Habla claro.
PANTOJA
No sé cómo he
de atreverme...
D. CRISTÓBAL
Contemplaciones
a un lado.
A
quien tenga la razón,
205
dársela.
D.ª DOMINGA
Me haces
agravio...
D. CRISTÓBAL
La averiguación
importa;
y yo seré el
agraviado
si usted se
resiste a ella.
D.ª DOMINGA
Eso es darle
mucha mano...
210
D. CRISTÓBAL
Y si usted no
está culpada,
¿qué teme?
PANTOJA
¿Con que mi
encargo
es predicar un
sermón
panegírico en
aplauso
de la vida y
las hazañas
215
de aquel
joven...?
D.ª DOMINGA
Sí, de tu amo;
y mira cómo
hablas de él.
Su madre te
está escuchando.
D. CRISTÓBAL
Y su tío te
prohíbe
disimular.
PANTOJA
Apretado
220
es el lance en
que me ponen.
Para quedar
bien con ambos,
¿no hay
medio?... Pues si no le hay,
aquí del valor.
Hagamos
justicia seca;
y perdonen
225
ustedes, que
soy mandado...
Mi sermón
tendrá dos puntos;
que, al fin, me
ha de servir de algo
haber estudiado
un poco
de latín cuando
muchacho.
230
Primer punto:
las flaquezas
de mi señor don
Mariano
en cuanto al
entendimiento.
Segundo punto:
las que hallo
por lo que hace
al corazón.
235
Y digo así...
(Tose
y escupe