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Este segundo volumen de la trilogía "En marcha con Fidel", el autorrememora el avance victorioso de la Revolución Cubana durante 1960, concentrada intensamente en el cumplimiento del programa del Moncada,bajo el cada vez más agresivo asedio de los Estados Unidos, que fomentan la contrarrevolución interna. Definitorios y también tristes acontecimientos van perfilando el proceso: la explosión del vapor "La Coubre"; la fundación de organizaciones como la FMC y la ANAP, que agrupan respectivamente a las mujeres y a los campesinos beneficiados por la Reforma Agraria; la masiva incorporación popular a las milicias revolucionarias; la desaparición de los remanentes de la prensa reaccionaria, simbolizada por el Diario de la Marina; la Primera Declaración de La Habana; los iniciales diálogos entre Cuba y la Unión Soviética; los avatares de Fidel en Nueva York y su histórico discurso en la ONU.
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Seitenzahl: 499
Veröffentlichungsjahr: 2017
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Tomado de la edición de 1998, Fundación Antonio Núñez Jiménez-Letras Cubanas.
Edición para e-book: Antonio Enrique González Rojas
Edición base: Rosario Esteva
Imagen de cubierta:Fidel en la entrega de la Ciudad Escolar 26 de Julio, antiguo Cuartel Moncada. (Foto: José Agraz)
Diseño y composición: Madeline Martí Sol
ISBN 978-959-06-1705-8
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A Jorge Enrique Mendoza y Lupe Velis, por la revisión de esta obra. A Eugenio Pérez Ferrer por su labor de computación.
Los derechos se toman,
No se pide; se arrancan,
No se mendigan.
José Martí
Primero de enero de 1960. La Revolución cumple un año. Como en un largo filme, quedan en la memoria las secuencias de la huelga general que derrumbó las pretensiones imperialistas de preservar en Cuba un gobierno sometido a sus designios; la entrada del Ejército Rebelde en La Habana, la jefatura del nuevo Ejército Revolucionario por el Comandante Camilo Cienfuegos, la comandancia de La Cabaña por el Che; la toma de posesión de Fidel del cargo de Primer Ministro del Gobierno; la reafirmación de la soberanía nacional; la Ley de Reforma Agraria y entrega de tierra a los campesinos; la formación de cooperativas y granjas estatales; la lucha entablada dentro del nuevo gobierno entre la Revolución y la reacción; la formación de las nuevas Fuerzas Armadas Revolucionarias y el abnegado trabajo de Raúl Castro en su cargo de ministro de este ramo; los primeros levantamientos armados de la contrarrevolución; las agresiones desde el exterior, entre estas, los criminales bombardeos aéreos; el surgimiento de las Milicias Nacionales Revolucionarias; los iniciales contactos con la Unión Soviética y otros tantos episodios que caracterizaron el Año de la Liberación. Los discursos y charlas de Fidel, cargados de docencia revolucionaria, preparan al pueblo para enfrentar combates aún más arduos.
Con motivo del primer aniversario, el Gobierno ofrece una recepción en el Palacio Presidencial. Fidel atiende a embajadores, agregados militares y otros invitados nacionales y extranjeros.
Fidel, seguido de Celia Sánchez y otros compañeros, asciende el Pico Turquino. (Foto: Raúl Corrales)
Me acerco para recordarle que se aproxima la hora de la partida del tren que ha de llevarnos, junto a las milicias estudiantiles de la Brigada Universitaria José A. Echeverría, hacia la Sierra Maestra, con el objetivo de ascender el Pico Turquino, como parte del entrenamiento de los jóvenes milicianos.
Ante la mirada sorprendida de algunos invitados, el Primer Ministro del Gobierno Revolucionario se excusa y, acompañado por Celia Sánchez, el periodista y diputado venezolano Fabricio Ojeda,11 los comandantes Pedro Miret y Luis Crespo, el capitán José Ramón Fernández y el autor, abandona el Palacio con mochila y fusil al hombro.
1 Nació el 6 de febrero de 1929. En 1957 organizó el movimiento civil de resistencia contra la dictadura de Pérez Jiménez. En 1963 se incorpora a las guerrillas venezolanas con el grado de comandante. Es posteriormente apresado y asesinado el 21 de junio de 1966 por los sicarios del régimen de Raúl Leoni.
El automóvil del Comandante en Jefe avanza por la Avenida del Puerto. La noche se hace más quieta hacia el mar, mientras que en la ciudad todo es animación. El tránsito, normal al principio, se va congestionando con los ómnibus de los universitarios que vienen desde la invicta colina del Alma Mater hasta la estación ferroviaria. A medida que nos acercamos, el canto de los jóvenes se hace más perceptible.
Al recordar su época de dirigente estudiantil, el Primer Ministro comenta:
- ¡Cómo han cambiado los tiempos! Antes los estudiantes recibían golpes y culatazos de la Policía y del Ejército y hoy son ellos los que tienen los fusiles.
En la vieja estación ferroviaria de La Habana, las milicias juveniles de ambos sexos, listas para la partida, han montado en siete vagones.
A lo largo del andén, los familiares forman una barrera humana. A duras penas logramos avanzar. Un periodista solicita de Fidel una nota para el diario Revolución, en saludo al Año de la Reforma Agraria. El Comandante en Jefe ajusta su Fal al hombro derecho y en un papel colocado sobre la mochila de un compañero, escribe: “Vamos a renovar nuestras energías en el Pico Turquino para iniciar el segundo año de la Revolución”.
Fidel recorre el tren coche por coche. Comparte su alegría con los 300 estudiantes masculinos y con las 90 alumnas que integran el grupo, todos uniformados: camisa marrón y pantalón gris, fusil Springfield y 50 balas en las cananas.
Fidel saluda con una salva de ametralladora la llegada de la Brigada Universitaria a la cumbre del Turquino. A la derecha, el comandante Piti Fajardo. (Foto: Raúl Corrales)
“A la Sierra nos vamos..”., cantan mientras el tren inicia su marcha de casi 1 000 kilómetros. Muy pocos duermen. Fidel, insomne, narra historias y anécdotas de la Guerra de Liberación.
Hacia el mediodía del 2 de enero llegamos al pueblo de Yara, escenario del primer combate de las tropas insurrectas al mando del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, en octubre de 1868. En la estación esperan los comandantes Piti Fajardo, René Vallejo y Crescencio Pérez. Dejamos el tren y continuamos en camiones hacia la Sierra Maestra.
Atrás queda el central Estrada Palma. En Cerro Pelado, lugar de heroicas y recientes luchas por la liberación, Fidel detiene la caravana. El comandante Pedro Miret, a su lado, y frente a varios edificios destruidos por la metralla rebelde, recuerda a los compañeros caídos en esa batalla y con prolija precisión nos dice cuántos morterazos y cañonazos fueron disparados.
Llegamos al Caney. Vadeado el río, vemos a cientos de soldados rebeldes dedicados a la construcción de espaciosos edificios, ¿fortalezas militares? No: la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, que albergará a miles de niños de la Sierra Maestra. Junto a las aulas y viviendas para maestros y alumnos, se levanta un estadio gigante, un planetarium, salas de cine, un hospital, campos deportivos, piscinas, fábricas, lecherías y se roturan campos para los cultivos.
Los jóvenes milicianos cambian sus camisas rojas por la verde olivo y nos disponemos a reiniciar la marcha. Nuestra partida coincide con la llegada de escolares procedentes de la Sierra y que pronto comenzarán a recibir enseñanza en El Caney.
Continuamos viaje hacia Las Mercedes, a orillas del Río Jibacoa. Allí dejamos los camiones y seguimos a pie. Tras cinco largas jornadas, con campamentos nocturnos en Las Vegas de Jibacoa, Minas del Frío, La Plata y La Aguada de Lima, alcanzaríamos la cima del Pico Real del Turquino.
Cada cual marcha con su rifle al hombro y sus macutos a las espaldas. Con la primera subida al lomerío comienzan las fatigas, y todos nos hacemos la misma pregunta: ¿llegaremos al Turquino?
El primer accidente ocurre al cruzar un arroyo: con la culata del rifle, un compañero rompe los cristales de los espejuelos del estudiante Arbelio Pentón, quien marchaba detrás, y le daña un ojo. Los médicos recomiendan su regreso, pero el joven Pentón se niega y, con el ojo vendado, continúa hacia la cumbre de Cuba.
Acampamos de noche en Las Vegas de Jibacoa. Hasta este valle, rodeado de montañas, penetró la infantería de la dictadura el 19 de junio de 1958, durante su ofensiva y obligó al Ejército Rebelde a combatir, simultáneamente, en Santo Domingo, Naranjal y La Plata, contra fuerzas procedentes de Palma Mocha.
Diez días después -narra Fidel, ante la ávida atención de los estudiantes- se inició el contraataque, que en treinta y seis días arrojó de la Sierra Maestra a todas las fuerzas de la tiranía, después de ocasionarles más de 400 prisioneros y de haberles capturado un botín de guerra que incluía 507 armas entre ametralladoras, fusiles, morteros y tanques.
A las siete y media de la mañana del 3 de enero, reiniciamos la marcha hacia Minas del Frío, a 730 metros de altitud. En ese lugar estaba establecida la Escuela de Reclutas del Ejército Rebelde durante la guerra, que ahora cumple igual cometido. Desde allí parten, casi a diario, cientos de cubanos deseosos de ingresar en el Ejército para lo cual deben de escalar diez veces el Turquino y así graduarse como soldados de la Revolución.
Ascendemos montaña tras montaña. Más arriba observamos la Loma de La Vela, donde se encuentra Minas del Frío.
A nuestro paso por Gran Tierra, un campesino de apellido Medina, comenta asombrado:
- Un ejército de hombres y mujeres... ¡el diablo colorao!
En solo tres horas de camino alcanzamos la cumbre de Minas del Frío. Recibimos el saludo de los soldados allí estacionados y, bajo las órdenes de sus oficiales, nos demuestran la eficiencia de su marcha, a lo que responden las milicias con ejercicios similares. En medio de la confraternidad de soldados y estudiantes, Fidel muestra su puntería con una ametralladora calibre 30.
A las once y media de la noche reposamos en nuestras hamacas. La temperatura es agradable: 25oC. Los brigadistas que le temían al nombre del lugar, comentan al día siguiente:
- Parece que el frío de las Minas se agotó.
Al amanecer del 4, iniciamos la tercera jornada. La meta del día es subir la montaña de La Plata, adonde llegaríamos después de diez horas de andar por la serranía, a una altitud que casi siempre sobrepasa los 800 metros. Desde algunos puntos, como El Pino, distinguimos paisajes hermosísimos: hacia el Norte, encajonado entre montañas de crestas agudas, reconocemos, a orillas del Río Jibacoa, el caserío de Las Vegas y, sobre las cumbres verdes de la Sierra, El Caney. Más lejos aún, perdido en el llano, el central Sofía y, limitando con el horizonte, se dibuja, muy tenue, el Golfo de Guacanayabo.
El camino abierto sobre el filo de la divisoria de las aguas está cubierto de fango, dificulta la marcha.
La larga hilera de estudiantes, con la respiración cortada por el agotamiento asciende la cordillera. Unos pocos no pueden resistir el rigor de la jornada y regresan al llano; otros, aligeran sus mochilas y dejan por el camino algunos objetos.
Ante el busto de José Martí, en la cima del Turquino, aparecen: el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz; a la derecha, el revolucionario venezolano Fabricio Ojeda; a la izquierda, el comandante Piti Fajardo; y arriba, el autor. (Foto: Raúl Corrales)
A las doce y cincuenta de la tarde llegamos al Alto de Mompié, picacho de 805 metros de altitud. Se divisa un majestuoso y amplísimo panorama: la Sierra Maestra, con sus montañas y espolones, semeja un encrespado mar de pétreas olas; al Norte, el Valle del Río Yara, fluyendo por los llanos del central Estrada Palma y su solitario Cerro Pelado; al Norte-noroeste, el caserío de Las Mercedes; al Noreste, el agudo pico del Gallón del Perú y la afilada cima del Pan de Azúcar; al Este-sudeste, las nubes ocultan la cresta del Turquino; por el rumbo del Este, la montaña de Palma Mocha y al Este-nordeste, el Pico de La Plata.
Al reanudar el empinado camino, ocurre el segundo accidente de la expedición: la miliciana Carmen Luisa Mayans, de quince años, resbala por la pendiente y se fractura un brazo. Rápidamente se le entablilla y al aconsejársele que regrese, pide por favor que la dejen continuar.
- Aun con el brazo lastimado sé que puedo llegar al Turquino - dice al sanitario de su grupo. Y prosigue el camino.
¿Qué cambio se ha experimentado en nuestra Patria para que una jovencita de solo 15 años de edad y 100 libras de peso, mimada en el hogar, a quien hasta ayer apenas dejaban salir a dar una vuelta por el parque, ahora escale las montañas de la Maestra con un brazo entablillado y el cansancio de varias jornadas?
Muy entrada la tarde, atravesamos un pequeño río y comenzamos la ascensión de La Plata hasta el bohío sede de la Comandancia General del Ejército Rebelde. Poco más arriba, a 735 metros de altitud, nos encontramos de nuevo con Fidel. Una antigua casita, local de Radio Rebelde, corona la montaña.
En el bosque, ya a oscuras, cada cual cocina su propia comida: carne de res, sacrificada para la ocasión.
El día 5, a las diez de la mañana, Fidel imparte las órdenes para reiniciar la marcha, que tiene como objetivo acampar en la falda Norte del Turquino. Dispone que el primer grupo, de uno en fondo, avance así: vanguardia, comandante Crespo; después el propio Fidel, seguido del comandante Piti Fajardo y de Celia; más atrás el autor y el portador de la radio; el comandante Pedro Miret; Fabricio Ojeda; el médico Heriberto Valcárcel, y después el gran grupo de la Brigada.
Desfilamos frente a la imponente muralla orográfica de Palma Mocha. Hacia el mar, visible a ratos, distinguimos la hondonada grandiosa de Puerto Malanga. El paisaje despierta en Fidel recuerdos de la lucha rebelde, que nos demuestran cómo conoce, palmo a palmo, la topografía:
- Dentro de diez minutos veremos los huecos de las bombas aéreas... al final de esta loma viene una pelúa de monte y antes de llegar a Palma Mocha, a la derecha del camino, el bohío donde vivía el Che.
A medida que ascendemos, la vegetación cambia y los helechos arborescentes son más tupidos y hermosos. Al firme de Palma Mocha, a 1 037 metros sobre el nivel del mar, llegamos cuatro horas después de la salida de La Plata. Allí se une el espolón de Palma Mocha con el principal de la Maestra, por donde luego ascenderemos al Turquino.
Hacemos el primer alto del día. Nos tiramos en el suelo, extremadamente cansados, sobre las hojas secas y húmedas del bosque, al pie de pinos gigantes, cuyos troncos miden más de 1 metro de diámetro. La vegetación se completa con el afilado y cortante tibisí y el grueso árbol llamado barril.
Nuevamente hacia delante; pasamos por varios lugares donde el camino ha sido interrumpido por grandes derrumbes, llamados por los guajiros degorrumbes, deslizamientos de tierras a consecuencia de las talas. Nos queda enfrente la Loma de La Jeringa.
- Si desembarcara ahora una expedición invasora por la costa, la barreríamos- comenta Fidel, al contemplar la columna juvenil que, mochila al hombro y fusil en mano, avanza por aquellos derriscaderos. Y continúa hablando y gesticulando de cómo actuaría: enviaría un destacamento por el valle, otro por el firme.
- ¿No se parece Fidel a Don Quijote, luchando contra los molinos de viento?- pregunta un estudiante en broma.
El Comandante en Jefe, que lo escucha; no puede aguantar la risa y sigue hacia adelante.
Al dejar atrás la Loma de La Jeringa, Fidel ordena hacer un alto. Uno de los estudiantes entona una canción seguido por otros, mientras alguien pide a Fidel que cante también.
El Comandante en Jefe ensaya la melodía y una jovencita, sofocada por la subida, comenta:
- Sinceramente, las cualidades de Fidel como cantante no pueden compararse con sus condiciones quijotescas -y todos reímos de buena gana.
Oscurece entre en tupido follaje de helechos y pinos. Agotada el agua de las cantimploras, la sed hace presa en las resecas gargantas de los expedicionarios. El práctico que nos guía, teniente Orlando Lima, informa que los arroyos están secos; para beber agua es necesario llegar a casa de sus padres, al pie de los picos Joaquín y Regino, no lejos del Turquino, en el lugar llamado La Aguada de Lima. Arribamos penosamente a las siete de la noche, todavía con buen ánimo. El rumor de la cascada, que fluye por las faldas rocosas del Pico Joaquín para seguir su curso y confluir con el Río Palma Mocha, nos colma de esa alegría que solo siente quien ve el agua después de tantas horas sin ella.
Hace cinco años se estableció en estas montañas Emiliano Lima, negro como el azabache, con su mujer y sus cuatro hijos; el menor tenía solo 2 años de edad cuando atravesó el macizo montañoso en brazos de su padre, obrero agrícola del central América, cerca de Contramaestre, empujado hacia la cordillera por el hambre, la miseria y la Guardia Rural.
Emiliano y su familia hicieron la “limpia” de 2,5 caballerías donde siembran café, y recogen ahora aproximadamente 25 quintales, así como frijoles, malanga, yuca, calabaza y plátanos, para su consumo.
El comandante Raúl Castro durante la expedición al Pico Turquino. (Foto del autor)
Su hijo mayor, Orlando Lima, es teniente del Ejército Rebelde, grado que ganó combatiendo al lado de Fidel.
Anotamos la altitud de La Aguada de Lima: 922 metros sobre el nivel del mar.
Al llegar la noche, una neblina espesa lo cubre todo, hasta que la luna se impone sobre las crestas. El majestuoso Turquino nos queda hacia el Sur-Sureste, bañados sus picos por la suave luz lunar.
La esposa de Lima nos ofrece un delicioso cocimiento de cañasanta, que propicia un buen sueño.
A las siete de la mañana del día 6, a la vista del Turquino, comenzamos la última jornada. Nos disponemos a ganar el firme o la línea divisoria de los picos Joaquín y Regino, para ascender hacia Loma Redonda y, desde allí, subir directamente al Pico Real.
Entre La Aguada de Lima y la cumbre del Turquino, menudean las caídas por lo resbaloso de la cuesta. Fabricio Ojeda cae y rueda por el barranco. Nos mantiene en suspenso mientras no le vemos ponerse de pie. A los pocos segundos, escuchamos su voz:
- Señores, la caída fue suave, la hice sobre mis propios muelles.
Cinco horas y media de continuo ascender nos llevan a la cumbre del Joaquín. La falda de esta montaña, a grandes trechos, es prácticamente vertical. Descendemos agarrándonos de las ramas y raíces de los árboles.
Entre el Regino y Loma Redonda tenemos otra prueba del coraje de la Brigada. La miliciana Carmen Julia Fajardo sufre un súbito dolor abdominal. Le improvisan una camilla con su hamaca y continúa la subida del Turquino. Al poco tiempo, Carmen Julia se baja de la camilla. Quiere subir como sus compañeros, a pie, por sí misma, y lo hace.
A la una y media, sin un solo minuto de descanso, subimos a Loma Redonda, vencedores de la fatiga y de la sed, para continuar hasta la cumbre del Turquino, a donde llegamos a las dos y cuarenta y cinco de la tarde.
En la cima, Fidel espera a Fabricio Ojeda sentado junto al busto de Martí, casi a 2 000 metros de altitud.
- Yo sabía que llegarías, te has portado ejemplarmente - le expresa. Abraza a Fabricio y lo invita a sentarse sobre unas redondeadas piedras. Recobrada la respiración normal, Fabricio narra sus experiencias en la subida de las montañas de Chuspa y Peñas Blancas, en Venezuela, más altas que el Turquino, pero de ascensión menos agotadora.
Fidel forma a la tropa estudiantil y ordena disparar una descarga de fusilería para celebrar la conquista.
Al hacer el recuento de los que llegamos a poner los pies en la cumbre, comprobamos que son 230 milicianos y 50 milicianas, es decir, que de un total de 390 estudiantes, cumplieron su misión, 280.
Los cansados rostros se tornan alegres. Se oyen cantos y chiars revolucionarios. Las nubes pasan envolviéndonos.
El busto de José Martí, colocado en la fecha de su Centenario por un grupo de cubanos, entre los que se destacaban Celia Sánchez y su padre, se yergue mirando el Mar Caribe; a su alrededor se agrupan los estudiantes junto a Fidel, para fotografiarse.
El frío no tarda en hacerse sentir. A las tres y cincuenta de la tarde la temperatura es de 13,5oC. Con nuestro termómetro nos mantuvimos en vela anotando los cambios térmicos. A las seis de la mañana del siguiente día la temperatura baja a una mínima de 7oC.
De noche, azotados por el frío, que a nadie deja dormir, se destaca la voz de Fabricio Ojeda entre chistes y bromas. Cada media hora, envuelto en su frazada, el inquieto dirigente venezolano exclama:
- Damas y caballeros, ¡qué frío!; las once de la noche, y ¡Sereno!
Desde nuestra altísima atalaya podemos distinguir, en medio de la oscuridad, las luces de las ciudades de Manzanillo y Bayamo y, todavía más claramente, enormes fuegos de los distantes campos arroceros.
Hacia arriba divisamos el enjambre de estrellas en un clarísimo cielo, limitado por la línea regular del lejano horizonte. No recordamos una noche tan bella en nuestras largas marchas por los campos de Cuba.
El frío, la humedad y el viento apenas nos dejan dormir.
A las seis de la mañana, todos miramos hacia el Este para contemplar el nacimiento del Sol sobre las cumbres de la Sierra Maestra. Al ver a cientos de jóvenes, de espaldas a mí, frente al astro emergente, no puedo menos con la imaginación, que pensar en aquellas ceremonias religiosas, de los adoradores del Sol, en la Prehistoria.
Dispuestos a bajar, Fidel bromea con un grupo de estudiantes que, aún agotados, apenas pueden dar un paso.
- Lástima que no haya otro pico más alto.
- ¿Cómo Fidel? -solo atina a decir, sorprendido, un muchacho.
La sonrisa de quienes presencian la escena marca el inicio del descenso.
A las nueve de la mañana del 7 de enero, salimos del Pico Real del Turquino hacia la costa del Ocujal, utilizando la ruta del Este: bajar el Real para luego subir el Pico Suecia, continuar por el firme del gran Monte Cangá y descender por su falda meridional hasta el litoral del Caribe.
Antes de media hora, coronamos la cima del Suecia. Ahora recordamos cuando el 16 de enero de 1954 lo escalamos por primera vez. Por aquel entonces anotamos en nuestro diario de viaje:
- Pisamos una zona totalmente virgen, donde jamás ha estado ser humano alguno. Estamos admirando un paraje en toda su primitiva y original belleza, como era la Tierra hace miles de años. Toda está cubierta por los profusos helechos arborescentes, mecidos al compás del viento, como un saludo generoso de la pródiga y feraz Naturaleza”.
Desde el paso entre el Suecia y el Cangá se ve el lado oriental del Turquino, Loma Redonda, Joaquín y Regino.
Al final de ese paso de montañas penetramos en el Monte Cangá, a través de un casi desaparecido camino, construido hace años por las empresas explotadoras de maderas, que desmontaron gran parte de la zona. Volvemos a observar grandes derrumbes a ambos lados de la divisoria de las aguas, por donde avanzamos. Son enormes las cicatrices en la montaña donde la roca, fracturada en miles de pedazos, ha quedado al descubierto, sin la protección del manto vegetal. Atravesar tales derrumbes no está exento de peligros, tanto por su verticalidad como por los desprendimientos que ocasiona a nuestro paso.
La falta de agua hace que algunos compañeros acudan a los charcos y a los curujeyes, que como copas reciben las lluvias y las almacenan.
Seis horas después de abandonar el Turquino, topamos el primer arroyo en las cabezadas del Ocujal. Hemos dejado atrás los campos áridos para llegar a un verdadero oasis: vegetación de un verde claro, luminoso; lianas y enredaderas cubren árboles gigantes.
En las faldas inferiores del Cangá, aparecen los primeros bohíos y campos cultivados. Algunos campesinos, sabedores de la presencia de Fidel y de la Brigada, han adelantado camino hacia nosotros, trayéndonos limonada, que muchos agradecemos.
A las cinco y veinte de la tarde llegamos al caserío de La Playa de Ocujal. Finaliza así una marcha de seis días en los que atravesamos toda la Sierra Maestra, de Norte a Sur.
En Ocujal se produce el encuentro fraternal de los comandantes Fidel y Raúl Castro. En esos días Raúl se había cortado su larga melena, crecida en los años de la guerrilla.
Debajo del follaje de las uvas caletas, unos arman sus hamacas y otros duermen sobre los trechos arenosos de la costa. El incesante oleaje produce rumores musicales.
El día 8, en la fragata “José Martí” de la Marina de Guerra Revolucionaria, ponemos proa hacia Punta de Las Cuevas, para recoger a la columna estudiantil que ha bajado por las cuestas del Pico Cuba. Reunidos, proseguimos viaje hacia Santiago de Cuba.
A bordo de la fragata de guerra José Martí entramos en la Bahía de Santiago de Cuba, para desembarcar en los muelles de la centenaria ciudad.
Despedimos a los estudiantes que habían ascendido el Turquino y en un jeep nos trasladamos hacia el antiguo Cuartel Moncada.
Fidel, previamente, ha dado órdenes de tener listo un bulldozer y, ante el público allí congregado, sube a la poderosa máquina, se sienta frente a los controles, y la echa a andar.
- Vamos a derribar los muros de la fortaleza. Comenzaremos así la conversión del Cuartel Moncada en la Ciudad Escolar 26 de Julio. El 28 de enero, en homenaje a José Martí, inauguraremos el nuevo centro - dice.
Ruge el motor del bulldozer y su cuchilla choca contra la muralla,2 que cede ante el impacto. El pueblo aplaude.
2 La dialéctica de nuestro Comandante en Jefe hace que veinte años después, ya desaparecido el recuerdo tétrico de la fortaleza, se reconstruyeran aquellos muros, para ofrecer a las nuevas generaciones la más cabal imagen de donde se inició la lucha por la liberación definitiva de Cuba.
Poco después, en el avión “Sierra Maestra”, partimos desde Santiago de Cuba hacia Manzanillo para asistir a la botadura de la nave pesquera Sigma, de 33 pies de eslora, una de las primeras construidas por el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), y que sería entregada a la cooperativa de pescadores.
Los comandantes Camilo Cienfuegos y Raúl Castro intercambian opiniones sobre el avance de la Revolución.
En medio de la muchedumbre, una anciana le entrega al Primer Ministro una vieja y raída bandera cubana:
- Fidel, esta bandera la confeccionaron los mambises en ocasión del Grito de Baire. Nadie mejor que usted para tenerla en sus manos.
El Héroe del Moncada abraza a la patriota y ordena que la enseña nacional se coloque en la proa del Sigma.
Después de la botadura, Fidel se interesa por algunos detalles de la nave, su servicio de radiotelefonía, su cocina, entre otros. Elogia el compromiso de los obreros del astillero: construir un barco cada diez días hasta el número de 300, para dotar de embarcaciones a las cooperativas de Manzanillo, Pilón, Media Luna y Ceiba Hueca.
El 9 de enero visitamos la finca San Francisco, de 400 caballerías. El Instituto Nacional de Reforma Agraria ha orientado allí la construcción de un centro lechero de mil vacas, con una planta pasteurizadora, fábrica de quesos y mantequilla, que transformará la economía de la región; de 27 hombres que trabajaban antes de la intervención de estas tierras por el INRA, ahora laboran 300.
En la carretera, un camión se cruza con nosotros, y Fidel lee satisfecho su rótulo: “Cooperativa Carbonera Belic. INRA. Zona de Desarrollo Agrario 0-22, camión Num. 4”.
Pide al chofer del camión que detenga la marcha.
-¿Cómo te llamas? -le pregunta Fidel.
-Eufrasio Jerez -contesta el joven.
Después de hacerle otras preguntas acerca de las tareas revolucionarias en la zona, el Comandante en Jefe le dice:
-Antes, la Revolución se ganaba haciendo emboscadas; ahora, trabajando.
-Si tenemos que trabajar hasta de noche lo haremos, porque hay que echar esto pa’lante -replica orgulloso Eufrasio.
Ahora el jeep se dirige al Estero del Mégano, una aldea de 56 viviendas a orillas del Cauto. Es imposible distinguir dónde comienzan las casas y termina el fango. Las condiciones de vida en el pantano son inimaginables, y Fidel propone a los pescadores trasladarse a la futura Ciudad Pesquera de Manzanillo.
Uno de ellos pregunta cómo resolverán entonces los problemas de la pesca en el Estero del Mégano.
- Para que ustedes puedan continuar pescando aquí, la Revolución les construirá grandes naves donde puedan guardar sus avíos en mejores condiciones.
Otro viejo pescador comenta:
- Aquí antes no se podía vivir. Figúrese que vendíamos la lata con 300 ostiones en solo 1 peso, y ahora nos pagan 3. En el Estero del Mégano no teníamos agua para tomar y el INRA nos ha puesto un tanque de 1 000 galones y, además, Comandante, ¡qué bien se come ahora con la Tienda del Pueblo!
Horas más tarde volamos por la zona de Jiguaní. Fidel desea inspeccionar el desarrollo agrario en la cooperativa de Dos Ríos. No puede ocultar su satisfacción al ver los campos roturados y en parte sembrados de maíz, frijoles y algodón.
Después ordena al piloto sobrevolar la cooperativa Ignacio Pérez, con 500 caballerías sembradas de arroz. El “Sierra Maestra” vuela sobre la cooperativa Pozo Cuadrado, días antes un marabuzal, ahora preparado también para la siembra de arroz.
Aterrizamos de nuevo en la ciudad de Manzanillo, y el pueblo se vuelca en las calles.
Las Patrullas Juveniles cuidan del orden. Sus integrantes, prácticamente niños, visten camisa amarilla y pantalón verde. Dirigen el tránsito como la más experta policía, ya casi desaparecida después del triunfo del Primero de Enero de 1959.
Fidel se encamina hacia la naciente Ciudad Deportiva y después, al barrio donde se construyen las nuevas viviendas de Manzanillo. Continuamos en jeep por la carretera de Manzanillo-Jibacoa-Cayo Espinos, en construcción, hasta la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos.
El mes anterior, más exactamente el 20 de diciembre de 1959, en una de las visitas realizadas a la Sierra Maestra, Fidel había sostenido una entrevista con la capitana Isabel Rielo Rodríguez, del pelotón Mariana Grajales, tan destacado en la Guerra de Liberación Nacional en las montañas.
- Isabel, tenemos que traer los primeros muchachos de la Sierra para que comiencen a estudiar en la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos. Tráelos tú personalmente -le dijo.
Y hacia allá salió Isabel con varias de sus compañeras para conversar con los padres de los futuros alumnos. En general, los campesinos siempre quisieron que sus hijos estudiaran, pero a algunos hubo que convencerlos. Días después, Isabel regresó con los 50 primeros muchachos a la Ciudad Escolar, que entonces se construía al pie de la cordillera. La excelencia de la prosa de Onelio Jorge Cardoso describe el viaje de la compañera con sus muchachos “como caballitos del diablo zumbando en el aire y corriendo delante”. Antes del amanecer, los niños serranos vieron las luces de la Ciudad Escolar. Uno de los muchachos al contemplar aquel espectáculo, jamás observado por él, preguntó:
- ¿Por qué las estrellas están tan bajitas esta noche?
Durante la visita a la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, a Fidel le llama poderosamente la atención cómo los mismos niños escriben sus textos, editados con sus propias imprentas de mano. Un niño le explica:
- Los alumnos nos reunimos con nuestro maestro. El nos lleva a la granja y, cuando regresamos, discutimos entre todos lo que hemos visto y entonces el maestro nos dice que escribamos eso, con letras de imprenta. Así aprendemos a escribir.
Fidel le pide a un niño de las cercanías de las Minas del Frío, que lea lo que ha escrito y el escolar, de rostro aindiado, le complace:
- El domingo fui con unos compañeritos al ingenio. Cuando llegamos nos dieron a tomar guarapo y nos enseñaron todas las maquinarias. ¡Qué linda se veía el azúcar!
Otro niño le muestra a Fidel su composición:
- Yo vivo en Moa; el río grande pasa cerca de mi casa. Todos los domingos yo iba a pescar camarones. Cuando hace frío, los camarones salen de sus cuevas y se pueden pescar sin dificultad.
Un tercer alumno, Miguel Leyva:
- En Yara estaba el circo Montalvo. Anoche me llevaron al circo. ¡Qué contento estaba! Yo le decía al maestro que nos lleve. ¡Qué lindo es el circo! Vi los artistas pasando por la cuerda floja, en bicicleta, y muchas cosas más.
Y otro niño:
- Cuando yo vivía en la Sierra Maestra sufría mucho; mi casa era un bohío muy pobre. Yo tenía que ayudar a mi papá a hacer carbón y a sembrar maíz. Pero cuando más sufrí fue cuando la guerra, porque los soldados de la tiranía perseguían a los campesinos. Un día estábamos trabajando en el campo. Mi papá araba y yo sembraba. De pronto llegaron unos soldados y llamaron a mi papá y se lo llevaron. Yo me quedé solo en el campo, llorando. Como diez días faltó mi papá de casa. Volvió golpeado y maltratado que daba lástima. Pero mi papá vive aún. A otros se los llevaron y no volvieron más.
El Comandante en Jefe se conmueve al escuchar las primeras composiciones de aquellos escolares de la Sierra Maestra.
Por último, escucha a un niño que muestra un fino sentido del humor:
- Mi abuelo tiene una vaca. La vaca se llama Patricia y es muy mansa. Un día tuvo un ternerito. Mi abuelo fue a ordeñarla y ¡zas! le tiró una patada. Mi abuelo salió corriendo y el pobre, se metió en un avispero. Aún no se puede hablar de la vaca delante de mi abuelo.
Desde Manzanillo volamos hacia Bayamo y de ahí, a la capital de la República.
Atrás quedaban casi quince días de incesantes jornadas y un pueblo con más fe que nunca en su destino histórico.
En La Habana continuaría su quehacer revolucionario. El 16 de enero, junto al Comandante en Jefe, Alfredo Guevara y Tomás Gutiérrez Alea, asistimos a los inicios del primer largometraje Historias de la Revolución. Se filma la escena en que siete tanques del ejército batistiano regresan, después de aplastar a los atacantes del Palacio Presidencial. Estamos presenciando el nacimiento del primer cine revolucionario de América Latina.
Por estos días, la campaña anticomunista se intensifica. Los latifundistas y explotadores de toda laya, e inclusive algunos elementos “retrancas” del Gobierno, organizan un plan. Como les era difícil acusar directamente a Fidel, enfilan sus armas contra el Che, Raúl, Hart y, entre otros, el autor.
La Revolución no cede ante aquellas presiones iniciadas desde enero de 1959. Muestra de ello es la proposición de Fidel de elevar al Che, jefe de La Cabaña, a los cargos sucesivos de director del Departamento de Industrialización del INRA y presidente del Banco Nacional, además de habérsele otorgado el 7 de febrero de 1959, la ciudadanía cubana por nacimiento. A Raúl se le eleva a la jerarquía de ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, mientras que Armando Hart se mantiene en su cargo de ministro de Educación.
Cuando aquella campaña anticomunista se hace más fuerte, hablo con Fidel para expresarle que, de ser necesario, yo podía ocupar cualquier otro cargo y no el de director del INRA, tan en la mirilla de los enemigos. Sin hacerse esperar, me dijo:
- Me has invitado al acto del XX Aniversario de la fundación de la Sociedad Espeleológica de Cuba. Allí daré respuesta a tu preocupación.
El 15 de enero, en la antigua tribuna de la Academia de Ciencias Físicas, Médicas y Naturales de La Habana, en el acto de los espeleólogos, el Comandante en Jefe y Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, para sorpresa mía, manifiesta Públicamente “la gran identificación ideológica que existe entre ambos...”, con lo cual deja bien claro que no sacrifica en su Gobierno a un compañero, por mucho que la reacción lo acusara de comunista.
“El futuro de Cuba tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia”, dice Fidel el 15 de enero de 1959 a los espeleólogos cubanos.
Vendida o censurada, salvo muy contadas excepciones, la prensa cubana, dominada por los principales magnates del régimen capitalista, giraba en la órbita de la corrupción predominante, cohonestaba el pillaje y los crímenes políticos y era cómplice de toda desvergüenza y represión. Habituada al soborno, apenas instaurado el poder revolucionario, su reacción fue negativa. Primero el elogio interesado, después la insidia, para pasar a la discrepancia y, finalmente, a la contrarrevolución. Los dueños de periódicos abrían sus páginas para dar cabida a las mentiras fabricadas en los cubiles noticiosos del imperialismo. La AP y la UPI señoreaban ese ambiente de calumnias, con el deliberado propósito de desestabilizar la Revolución.
Periodistas de alquiler, criollos y yanquis, oficiaban en la pérfida campaña. No tuvo el Gobierno Revolucionario que tomar medidas contra esa prensa. Los propios trabajadores -obreros gráficos, locutores y periodistas- responderían a las siniestras y entreguistas maniobras de los empresarios.
Se entabla la lucha. Tres organizaciones: el Colegio Provincial de Periodistas de La Habana, el de Locutores y la Unión Sindical de Artes Gráficas adoptan una resolución revolucionaria. Consiste en poner al pie de toda información falsa o tendenciosa, la siguiente nota, a la que el pueblo llamó “la coletilla”:
“Este cable se publica por exclusiva voluntad de esta empresa periodística, en uso legítimo de la amplia libertad de prensa que existe en Cuba; pero los periodistas y obreros gráficos de este diario (o locutores de este noticiero radial o televisado) expresan, en uso de este mismo derecho, que lo contenido en este mensaje no se ajusta a la verdad, ni a la más elemental ética periodística.
El conflicto se inicia en el matutino Información, al entrar en vigor la coletilla. La polémica se agudiza el sábado 16 de enero con motivo de dos cables, salidos simultáneamente de la UPI y la AP, en que se recogen sendas declaraciones de los congresistas norteamericanos Allen Smith y Prescott Blush. Un anticomunismo rabioso contra Cuba prima en sus afirmaciones.
La sección “En Cuba” de la revista Bohemia informa sobre este sonado incidente. Cuando dichos cables, plagados de mala intención hacia la Revolución Cubana, llegan a los talleres para ser vertidos al linotipo, los obreros de Información protestan indignados. Reacción similar se produce entre el personal de redacción. Según el compañero Enrique de la Osa, jefe de la citada sección, un periodista expresó:
- Esto no debe publicarse sin hacer una aclaración.
- ¡Una aclaración no, una protesta! -sostuvo otro.
Se recuerda la decisión adoptada en tal sentido por los colegios de locutores y periodistas y el sindicato de artes gráficas. Solo depende de la empresa publicar o no tal aclaración. Redactores y obreros acuden al despacho del subdirector del periódico, pero tropiezan con una negativa terminante:
- La responsabilidad de lo que se publica en este periódico corresponde solo a la empresa.
A la Cuarta Unidad de la Policía Nacional Revolucionaria acuden los dos grupos contrapuestos: el de los trabajadores de Información y el de los voceros de la empresa. Mientras los periodistas y obreros critican enérgicamente la resistencia a la inserción del párrafo esclarecedor, los personeros de los propietarios de Información invocan, para no aceptarlo, “los derechos de la prensa” y se consideran agredidos en el ejercicio de los mismos. Las horas pasan y no se llega a solución alguna. Quejosos, pero firmes, los trabajadores sugieren la posibilidad de declararse en huelga; pero triunfa la tesis contraria:
- La CTC y el Gobierno Revolucionario han pedido a todos los sectores obreros evitar cualquier movimiento huelguístico. No debemos ser nosotros los que rompamos la línea trazada.
Se decide continuar laborando y editar el periódico, pero intercalando, al pie de cada uno de los cables anticubanos, la referida aclaratoria. En la edición del domingo 17, Información publica un editorial, donde protesta de lo que califica como “una verdadera censura ilegal, ejercida por entidades privadas y sin ajustarse siquiera a normas específicas, sino dependiente de voluntades individuales”. Mas, al final de dicho pronunciamiento se lee la coletilla de los trabajadores.
Igualmente sucede con las informaciones y editoriales aparecidos en primera plana del más reaccionario y anticubano de todos los periódicos, el Diario de la Marina, bajo los respectivos títulos: “Pluralidad de partidos sí, partido único no”; “Protesta la prensa por el incidente de Información”; “Opinión del Vicepresidente de Estados Unidos sobre Cuba”; “Un documento para la historia” y “Ampliado el nuevo estilo de censura de prensa”.
Como un desafío a los empresarios, se inserta la coletilla definidora, calzando cada uno de los editoriales.
No cabe duda: se declara una guerra de letras en el seno de la prensa nacional.
El lunes 18, comparece Fidel a una entrevista en la Cadena Oriental de Radio. El Primer Ministro recibe un cuarto de millón de pesos donado por el pueblo para la compra de armas y aviones. Concluido el trámite de la entrega, Fidel discurre por los caminos de la anécdota. Luego, inevitablemente, brotan las derivaciones políticas y polémicas, y aflora el problema de Información.
- Me he enterado de ese conflicto como se ha enterado todo el mundo. Mi disposición de ánimo no puede consistir en pedirles una vez más a los trabajadores que hagan dejación de esa actitud. Ese es un problema que deben discutir y solucionar armónicamente entre ellos. Que no me vengan a pedir que vaya una vez más a rogarles a los obreros que depongan su postura, porque, en definitiva, creo que todo es consecuencia, sencillamente, de la posición contrarrevolucionaria de una serie de señores [...].
Todos escriben sus editoriales, desde luego, pero no hacen ninguno en contra de las amenazas que se profieren contra el país o cuando se perpetúan contra la Patria las peores agresiones, cuando se divulgan descaradamente los manifiestos de los elementos contrarrevolucionarios que llaman al derramamiento de sangre, como han estado haciendo algunos periódicos. Y esto no se condena [...] Bueno es que se sepa que para exigirle a uno hay que poner también de su parte [...] Si ellos provocaron el conflicto, que le busquen solución, y que no vengan al Gobierno para que lo resuelva.
“Que no me vengan a pedir que vaya una vez más a rogarles a los obreros que depongan su postura, porque, en definitiva, creo que todo es consecuencia, sencillamente, de la posición contrarrevolucionaria de una serie de señores”, declara Fidel sobre la ocupación de los periódicos reaccionarios por parte de los trabajadores como protesta a los ataques a la Revolución. (Foto: Raúl Corrales)
Fidel abre un paréntesis para recordar cintillos, titulares y portadas:
- Y en cuanto a censura, no vamos a hablar de eso porque es un descaro. Por aquí está circulando la revista Selecciones con un artículo infamante, y debemos recordar que la revista se imprime aquí, en Cuba [...]. Ahí está ese señor de Avance, que ha publicado la carta de los buitres esos que se fueron para los Estados Unidos, y la de Artime y la de Mitchell, y la carta de cuanto contrarrevolucionario traidor se va para el Norte [...]. Publican incluso documentos que fueron lanzados hace tres o cuatro meses. ¡Y van a decir ahora que aquí hay censura! [...].
Eso forma parte del plan de difamación contra Cuba. Se quiere cercar nuestro país con una cortina de infamias y calumnias, desacreditarlo en el extranjero, restarle apoyo para preparar las condiciones de la agresión. Lo triste es que uno tenga que ver fríamente cómo se preparan las condiciones de ese criminal ataque, en aras del interés y la preocupación que tenemos de que reine en nuestro país el mayor clima de libertad y respeto a todos los derechos, y que todo el mundo pueda hablar y escribir sin cortapisas. Pero están ya, en verdad, aprovechándose de esa preocupación nuestra para llegar a extremos que son realmente inauditos, como el de organizar descaradamente la conjura y la agresión contra la Patria, que no se sabe cuánta sangre nos pueda costar.
El conflicto se extiende a Prensa Libre y Avance. En el primero, los periodistas y obreros, de un lado, y la empresa, del otro, dejan constancia de sus criterios discrepantes. Un editorial, impugnando la coletilla, exhibe al final la correspondiente nota aclaratoria.
Su director-propietario, Sergio Carbó, disfruta a la sazón de un viaje de recreo por playas extranjeras. Ha dejado el mando del periódico en manos de su hijo Ulises y su yerno Humberto Medrano, quienes abandonarían el país a fines de mayo, no sin antes extraer cientos de miles de dólares de su cuenta del National City Bank of New York, producto de inconfesables negocios y prebendas recibidas, incluyendo las de la tiranía.
En Avance surgen incidentes. Tan pronto como empieza a circular ese vespertino se advierten cambios en la fisonomía de la primera plana. Uno debajo del otro, dos cuadros informativos ofrecen las explicaciones antagónicas del propietario y del centro de trabajo. La dirección declina su responsabilidad. A la vez se denuncia un plan para suspender la publicación del diario.
Paradójicamente, en Información, punto de partida de la pugna, la crisis adopta una tónica más serena. El martes 19 de enero se publica en primera página el texto de un escrito, dirigido a la Junta de Gobierno del Colegio Provincial de Periodistas de La Habana, que anuncia el propósito de establecer, en tiempo y forma, un recurso de inconstitucionalidad.
La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) no desaprovecha la oportunidad para interferir nuevamente en un problema que solo a los cubanos concierne. Un cable fechado en Nueva York informa de medidas encaminadas a “concertar una reunión con el Primer Ministro cubano, Fidel Castro, sobre cuestiones de la prensa en Cuba”. El Jefe de la Revolución rechaza la tentativa injerencista.
La pugna, estabilizada por el momento en la mayor parte de los periódicos, cobra perfiles beligerantes enAvance.
Un acta, suscrita por todos los trabajadores, explica los motivos:
- En vista del abandono por parte del señor director y propietario del periódicoAvance, y también de los demás integrantes de la empresa, Compañía Cubana de Publicaciones, S.A., así como la ausencia unísona del jefe de información, René Armando Leyva, y la del administrador, Alfredo Arias Prieto, lo que ha provocado obstáculos al desenvolvimiento normal de esta publicación, con grave detrimento de la seguridad del centro de trabajo, este comité ha tomado responsablemente las riendas del mismo para mantenerlo vigente en defensa de los principios democráticos y humanos, arteramente conculcados por los propietarios de la empresa.
Jorge Zayas, director deAvance, embarca hacia Miami. Inmediatamente inicia la publicación enThe Miami Heraldde una serie de artículos, en los cuales asume el papel de perseguido político. Calumnia y difama a Cuba, e injuria al máximo líder de la Revolución y a otras autoridades.
Antes que el diario floridano agote el material de Zayas, ya se encuentra en Miami un funcionario de la cancillería cubana, presto a demandar el derecho de réplica. Es interés del Departamento de Relaciones Públicas del Ministerio de Relaciones Exteriores demostrar cómo Jorge Zayas y el periódicoAvancehabían estado al servicio de la tiranía y, a cambio de ocultar la verdad, el primero recibió cantidades de dinero que se aproximaban al medio millón de dólares. El funcionario cubano lleva documentos, fotos, cheques, copias fotostáticas.
La dirección deThe Miami Heraldrehúsa publicar la réplica cubana. Invoca pretextos y consideraciones legalistas. Una prueba de la libertad de prensamade in USA.
La llegada de Zayas a territorio yanqui coincide con la reunión de la Asamblea Nacional de Periodistas de Cuba. El domingo 24 de enero el presidente de la República, Osvaldo Dorticós Torrado, enjuicia certeramente el problema:
- Esta que llevamos a cabo en nuestra tierra, no es una lucha entre grupos parciales, entre partidos políticos, frente a la cual el periodista tendría que adoptar una postura de absoluta imparcialidad [...]. Esta lucha es continuación de la de antes, una pelea entre la Patria de Martí y la de Weyler, entre la Patria renacida de Fidel Castro y la Patria interferida y frustrada de las intervenciones extranjeras. Y si este es el dilema, y si esta es la pugna, ¿qué otra cosa pueden hacer los verdaderos periodistas cubanos que ubicarse al lado de la Patria, junto a los altos intereses de la nación en esta nueva guerra de independencia que se está librando en nuestra tierra?
Los dueños de periódicos y sus servidores se solidarizan con los argumentos esgrimidos por el decano de la prensa, elDiario de la Marina. Salen en defensa de José I. Rivero,Pepinillo, director delDiario.Prensa Libreconsidera la decisión de periodistas y obreros como “un acto de coacción y de violencia”.
La coletilla es elocuente. Pulveriza la argumentación de los patrones. Un párrafo por vía de ejemplo:
“Prensa Librehabla que lo democrático consiste en recoger todas las opiniones y hasta ofrece sus páginas, pero nosotros nunca olvidaremos cuando a un columnista (solamente digamos un caso) se le impidió la publicación del testamento político de José Antonio Echeverría, cuando aún su sangre casi estaba caliente en las calles de La Habana y no había censura de prensa..”.
El problema hace crisis nuevamente en el mes de mayo. La explosión surge en elDiario de la Marina. Su director, sumergido en una falsa clandestinidad, decide abandonar el periódico.
Como los obreros y periodistas conocen sus actividades, toman en sus manos el centenario rotativo y se disponen a situarlo bajo la égida revolucionaria. El miércoles 11 de mayo, escriben “A la opinión pública” en cuadro editorial de primera plana:
“El plan del señor Rivero consiste en provocar al pueblo y de ese modo buscar un falso argumento que haga aparecer que este periódico ha sido agredido por la Revolución. Este plan ha sido urdido en el extranjero. Prueba de ello es la condecoración de la SIP, acreditándolo como héroe de la libertad de prensa; la coincidencia de los personeros de la Rosa Blanca (organización contrarrevolucionaria fundada por los primeros apátridas) con los pronunciamientos del señor Rivero; y la campaña de los periódicos norteamericanos que señalan al director de este periódico en plan de hacer vida clandestina.
Ayer el señor Rivero se negó a sacar elDiario, motivo por el cual los obreros hemos decidido imprimirlo bajo nuestra responsabilidad, aunque sin cambiarle al periódico su status habitual.
El pronunciamiento es respaldado por la Unión Sindical de Artes Gráficas y el Colegio Provincial de Periodistas de La Habana. Un breve documento de ambas instituciones aparece también en la primera página delDiario. “Nuestra consigna es Patria o Muerte”, concluyen.
El 17 de mayo, Medrano se refugia en su domicilio so pretexto de “que lo iban a arrestar si volvía al periódico”, que se le iba a fusilar, que de ninguna forma regresaría al edificio en tales condiciones..”.. Al día siguiente, marcha por el camino de Rolando Masferrer, el gánster del diarioTiempo en Cuba; el corrompido Alberto Salas Amaro, deAtaja; el mafioso Amadeo Barletta, deEl Mundo; el de Pepinillo, Carbó, Zayas... además de la pandilla expulsada del Colegio Provincial de Periodistas. En Miami se abrazarían, soñando con el retorno a Cuba. La coletilla realiza el milagro de higienizar el ambiente periodístico. El epílogo de la lucha por el traspaso de la propiedad de los diarios a manos del pueblo culminaría en diciembre de 1960. Para mantener la coherencia del tema, el capítulo siguiente abarca la cronología de aquellos sucesos históricos.
A las nueve y media de la noche del sábado 14 de mayo, Fidel comparece ante las cámaras del Canal 2 de Televisión y aborda los temas más apasionantes del momento. Uno, principalmente, nos interesa evocar: la desaparición del Diario de la Marina. Una pregunta de Gregorio Ortega abre la andanada de Fidel. Vale la pena reproducir algunas de las ilustradoras palabras del Jefe de la Revolución sobre el periódico que fue el enemigo más sistemático de la Independencia de Cuba:
- ...hay quienes no quieren consolarse, y lo que es peor todavía, quieren llevar al pueblo a llorar junto a las exequias fúnebres del que fuera “Diario de los Marines” y de la infantería de marinos españoles, y todas las malas causas en este país. Quieren llevar al pueblo a llorar y, naturalmente, el pueblo no siente ese duelo, y es lógico que el pueblo no sienta ese duelo. Primero, porque nadie lo mató, sino que se mató él solo, es decir, se autoclausuró [...]. El pueblo sabe lo que fue siempre elDiario de la Marina. [...]. Los que andan lloriqueando son precisamente los que no lloran ante las verdaderas tragedias de la Patria. Son los que no se alarman, ni se preocupan, ni se indignan ante las amenazas de agresión a nuestro país, los sumisos. Los que tratan de desorientar a nuestro pueblo, para que en la confusión sea víctima fácil de las agresiones; los que tratan de dividir a nuestro pueblo, para que en la desunión sea víctima fácil de la agresión; los que tratan de frenar la Revolución; los que tratan de alentar el desaliento, la confusión; los que tratan de matar la fe, esa fe que tanto trabajo ha costado despertar, después de tantos golpes; los que se duelen de las pérdidas de los privilegios, los que se duelende la desaparición de los abusos y las prerrogativas, los que se duelen que hayan desaparecido esos grandes privilegios y esos grandes intereses, que algún día en nuestro país hayan tenido freno todas esas desorbitacionesquese perpetraban contra el pueblo; los que se duelen de todas esas cosas y no se duelen de las verdaderas tragedias, ni se duelen del peligro de la Patria; los que no son capaces de ir a aprender a manejar un arma para defender su tierra; los que no son capaces de dar un centavo para comprar una bala; los que no son capaces de gastar una hora de su vida cómoda y muelle, de su vida privilegiada, para irse a marchar o hacer ejercicio, sacrificar un sábado o un domingo; sacrificar las horas de descanso, marchar de noche, bajo la lluvia; esforzarse, sacrificarse, precisamente ese sacrificio de los que nunca tuvieron nada, de los que no han sido lo que puede llamarse disfrutadores de las cosas de nuestro país, porque en nuestro país los que han disfrutado de las bellezas, de las maravillas, en fin, de todas las cosas buenas, los que han disfrutado de ellas, ¿quiénes son?: unos cuantos. ¿Son esos los que la van a defender? No. ¡Y qué paradoja!, los que van a defenderla son los que han llevado la peor parte siempre. [...] van a defenderla los que nunca han tenido nada; la van a defender, porque saben que hoy tienen algo; y la van a defender contra los que, incluso, se ponen al lado del extranjero y del lado del invasor y que, sin embargo, fueron los que tuvieron todo. Esos son los que lloran en este duelo, en el suicidio de ese periódico, y quieren sin embargo, que el pueblo, al que tanto han maltratado, al que tanto han explotado, al que tanto han saqueado, se emocione también [...].
¿Cuál era la libertad que había aquí? La de explotar al pueblo, la de engañarlo miserablemente, la de defender y mantener a toda costa privilegios para unos cuantos y a costa del trabajo de muchos. Esa era la libertad que había aquí: la libertad de asesinar, la libertad de mentir, la libertad de venderse al mejor postor, el privilegio de vivir jugando su papel; porque aquí cada cual producía algo, y había los que producían la mentira, fabricaban la mentira, y se encargaban de mantenerla divulgada; y se encargaban de mantener al pueblo dividido, y se encargaban de mantener al pueblo engañado, dos cosas esenciales para que los grandes privilegiados se puedan mantener: el pueblo dividido y el pueblo engañado [...]. Y esa imagen de lo que era nuestra Patria ayer, lo era con la connivencia y con el apoyo y la ayuda de todos esos que hoy lloran, que hoy lloran a ese mal, que dicenque es uno de los pocos que han durado más de cien años... Y, ¿Cómo ocurrió eso?, ¿quién no sabe que eso es lo que queríaLa Marina?, ¿quién no sabe que esa provocación es la que estaba fraguando desde el triunfo de la Revolución? ¿Es que el Gobierno Revolucionario no tuvo paciencia para soportar todo lo que soportó alDiario de la Marina? [...].
Ahora lloran alDiario de la Marina, como si hubiese sido víctima del Gobierno Revolucionario. No. ElDiario de la Marinafue víctima de su propia política, elDiario de la Marinafue víctima de su propia traición. Era imposible que un periódico contrarrevolucionario como ese, y como cualquier periódico contrarrevolucionario, pudiera subsistir en una etapa revolucionaria. ¿Porque el Gobierno lo clausurara? No; pero era lógico que en una Revolución verdadera la situación y la política delDiario de la Marinadesenlazara como desenlazó [...]. Y ese plan es el que venía siguiendo, y todo el mundo lo sabía. Cualquiera del pueblo lo decía. Lo que quieren es que lo clausuren, y todo el mundo decía lo mismo, lo que quieren es que lo clausuren, y nosotros sabíamos que lo que querían era eso. No tocamos alDiario de la Marina, no clausuramos alDiario de la Marina, pero el director delDiario de la Marinaestaba haciendo todo lo posible para buscar un pretexto de hacer lo que hizo: asilarse y marcharse, ¿cómo lo logró? Provocando a los trabajadores, creando allí una situación de conflicto en el seno del periódico [...].