Ensayos y perfiles - Marcel Schowb - E-Book

Ensayos y perfiles E-Book

Marcel Schowb

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Beschreibung

En este volumen Schowb aborda, con su agudeza y sapiencia proverbiales, un ensayo sobre François Villon, además de trabajos similares sobre R. L. Stevenson, George Meredith, san Julián el Hospitalario, y algunas disertaciones acerca del amor, la perversidad, la risa, el arte, la biografía, el terror y la piedad, entre otros temas.

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Ensayos y perfiles

Marcel Schwob

Traducción Juan Damonte

Edición conmemorativa 70 Aniversario, 2006

Primera edición electrónica, 2012

Primera edición en francés, 1896

Primera edición en español, 1987

Título original:Spicilège

D. R. © 2006, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008

Comentarios:[email protected] Tel. (55) 5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc. son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-0910-6

Hecho en México - Made in Mexico

 

Marcel Schwob nació en Chaville, Francia, el 23 de agosto de 1867. Descendiente de rabinos y médicos, fue educado en un medio de alta cultura. Estableció contacto con la tradición judía y el culto de las letras. Su primera infancia transcurrió en Nantes. Habló casi como propias la lengua alemana y la inglesa. Con su tío Léon Cahun, bibliotecario, humanista y orientalista de prestigio, hará traducciones latinas y más tarde también griegas: Catulo, Apuleyo, Petronio, Longo, Anacreonte. Pasó al Colegio de Sainte-Barbe, en París. Vivió con su tío en la Biblioteca Mazarino, en el palacio del mismo nombre.

En el Liceo Louis-le-Grand sus compañeros de estudios serán Léon Daudet, Paul Claudel, Paul Gsell y Georges Guieysse —este último muerto trágicamente a la edad de veinte años—. Rodeado de libros y de objetos de arte, en habitaciones espaciosas y tranquilas, lee las narraciones de Edgar A. Poe, adquiere el gusto por la aventura, los relatos orales, la música. Escribe a Julio Verne, seguramente impulsado por una especie de adoración. Además de corregirle sus versiones latinas, su tío Léon le revela muchos secretos de la Antigüedad y de Asia, de los viajeros marinos y de las batallas históricas. El jovencito no sólo adquiere conocimientos: sin duda aprende el valor del estilo y el impulso de la imaginación. Su primer trabajo se titula Ilusiones y desilusiones, sueños y realidades. El romanticismo también lo seduce, y Victor Hugo es motivo de su culto. Escribe poemas, entre ellos un Fausto y un Prometeo, temas que lo incitan a aprender el griego y el sánscrito, y que, más tarde, al lado de su malogrado amigo Guieysse, continuará estudiando. Marcel, niño encantador y conversador como pocos, se hace triste y pesimista. Es para entonces un gran lector: los griegos y los latinos, literatura medieval, filosofía y buena parte de la literatura inglesa y alemana, además de la francesa. Ha leído también el Quijote. Es el inicio de su juventud. El dandismo imperante lo subyuga durante algún tiempo. Conoce todos los lugares, los hombres del mar, las muchachas. Es desde entonces una autoridad en jerga y admirador de Villon, de quien llega a transcribir prácticamente toda su obra. Termina su licenciatura en letras y abandona el Palacio Mazarino. Estudia alemán superior, paleografía griega con Jacob y Bréal y sánscrito con Ferdinand de Saussure. Tiene un especial respeto por Boutroux. Al mismo tiempo, imparte clases. Pero él se siente conducido por sus propias ideas en torno a la creación literaria. Ha dejado atrás sus años de bachillerato y con ellos su inspiración flaubertiana, sus cuentos de hadas y sus narraciones realistas y sentimentales. Escribe alguna prosa de tono humorístico y ensaya —cada vez más— nuevas formas de escritura. Sostiene correspondencia con Robert Louis Stevenson. Lee a Whitman, Meredith, Keats, Defoe, autores a quienes volverá como preciadas ínsulas. Diserta sobre Esquilo, Shakespeare, Pascal y más que nadie sobre Villon. Su conversación está siempre animada por historias de aventureros, arte, geografía, música, historia, literatura. Inicia sus frecuentes visitas a las salas de los Archivos Nacionales de Francia. Es bien recibido por el investigador Longnon, con quien descubre los informes criminales en relación con Villon. Escribe críticas para L’Evénément y cuentos para L’Echo de Paris. La literatura lo sumerge de lleno en la vida, y su retraimiento no es más que una forma de estar ligado a ambas. El círculo de amigos se amplia: Anatole France, Jules Renard, Edmond de Goncourt, Gabrielle S. Colette. En 1892 publica su volumen de cuentos Corazón doble y al año siguiente el de El rey de la máscara de oro. Es un escritor maduro desde la aparición de ambos libros. Al entroncar con las imágenes del simbolismo, las enriquece con el diestro ejercicio de su estilo. En 1894 publica El libro de Monelle, inmediatamente después un volumen de poesía, que es una pequeña obra maestra: Mimes. Aparecen artículos suyos en el Mercure de France. Conoce a la actriz Marguerite Moreno, con quien se casa más tarde.

Tiene veinticinco años de edad. Ha cultivado lo mejor: la amistad y la creación. Sin embargo, una grave enfermedad pulmonar lo abate físicamente. El hombre lleno de vida y de ideas, complaciente, saludable, inquieto, conversador, adelgaza y padece fiebres constantes, interminables. Su imaginación lo desborda. Con la ayuda de la escritura y con la de su cuerpo en lucha contra la enfermedad, su carácter sufre una cadena de finas y entremezcladas transformaciones. Se inicia un nuevo periodo de reclusión en los archivos, en la Biblioteca Nacional, en sus libros. Traduce MollFlanders de Defoe. Escribe La cruzada de los niños, “un librito milagroso”, según la bella expresión de Remy de Goncourt, en donde prefirió, dice Borges, “saturarse de viejas páginas de Jacques de Vitry o de Ernoul y entregarse después a los ejercicios de imaginar y de elegir”.

Publica sus Vidas imaginarias, de sus libros de relatos el más logrado y perfecto. Los personajes viven con una certidumbre maravillosa, dice Gormount, y cada vida, con ser imaginada, se construye desde expresiones y palabras que conservan siempre la impresión de una biografía auténtica. Su paciente y constante trabajo hizo reunir sus virtudes más características: erudición, imaginación visual, estilo flexible y puro, una extremada finura de tacto e ironía. Con Schwob, la ironía adquiere distintas expresiones o calidad de registro de las mismas, puede impregnar todo el conjunto de lo vívido o disminuir su presencia hasta ser imperceptible. Constituye aquí un tono siempre preciso y, utilizado como medio de comprensión, justo para conectar con sus elementos cercanos: su imaginación y la rica presencia de seres y objetos concretos y activos.

Cultiva la amistad generosa, con Henry F. Bataille y Jean Lorrain. Mantiene correspondencia: Meredith, Valéry, Byvanck. Inquieto y ansioso, aunque enfermo, entra en un nuevo periodo de trabajo y lucidez. Viaja a Londres para casarse con la Moreno. Es el año 1900. Sueña escribir un gran libro sobre Villon; mientras tanto, prosigue sus notas sobre el poeta y ha escrito su “François Villon” de Spicilège, publicado en 1896.

A fines de octubre de 1901 se embarca con dirección al archipiélago de Samoa. Noviembre: está en Ceilán y visita Kandy, Nalanda, Dambulla. El 19 se embarca en el Polynésien. El 28 llega a Fremantle. El 3 de diciembre está en Melbourne. El 8 de diciembre, en Sidney, decide embarcarse rumbo a Samoa en el buque Manapouri, que zarpa hasta el 16. A fines de diciembre está entre Fidji y Samoa. Avista Mango, el macizo de montañas verdes y amarillas, los islotes, el agua de turquesa, los arrecifes de coral. Durante todo el trayecto, bandadas de albatros siguen al buque. El 31 de diciembre, al alba, el Manapouri entra en la rada de Apia, puerto de la isla Upala, en Samoa. Su sirviente chino, Ting, lo acompaña siempre. Schwob convive con los aborígenes. “Soy un talk-man, un tulafale, un tusitala, y me piden que les cuente historias hasta la medianoche.” Quizá no se sintiera tan allegado a ellos como lo estuvo realmente su amigo Stevenson, pero éstos serán sin duda sus más significativos recuerdos del viaje. A principios de enero se sintió muy grave, padece fiebres por más de diez días; Ting lo ayuda a caminar hasta la playa. El doctor Brancht, quien le diagnosticó neumonía, lo mantuvo algunos días bajo su cuidado. Pálido, delgado, bajo los efectos de la fenacetina, “a cada hora, de día y de noche”, sentía que moría: “Mis hombros ceden bajo el fardo del dolor; y me ha llegado de él más de lo que correspondía”. Un tanto repuesto, llega a Levuka el 27 de enero, pero pasa noches horribles y se siente muy débil. Conserva la fuerza suficiente para regresar al Manapouri; gracias al capitán Crawshaw, sube a bordo sin tener dinero para el pasaje. Emprende el regreso por la misma ruta. El viaje fructificará en un libro: Viaje aSamoa.

A fines de marzo de 1902 está en París. Su salud no ha mejorado. No obstante, su entusiasmo por el teatro lo hace asiduo visitante de los escenarios. Su actividad de periodista le depara motivos de diversión: sus “Lettres parisiennes” del Phare de la Loire, páginas inspiradas por Rabelais, que más tarde se convierten en sus Moeurs des Diurnales, ferozmente irónicas, las firma con el seudónimo de Loyson-Bridet y, en L’Echo de Paris, publica sus “Lettres à Valmont”, con otro seudónimo: Marquise de Merteuil. Son frecuentes en su casa las reuniones y los amigos: Paul Léautaud, quien lo menciona en su diario, Maurice Donnay, Pierre Louys, en cierto modo su discípulo, Henri de Régnier, Paul Clemenceau, Paul Fort, Emile Pespax, Sacha Guitry, Anatole France.

En 1904 se embarca en el Havre y visita Oporto, Lisboa, Barcelona, Marsella. Desembarca en San Agnello de Sorrente, en casa de su amigo Marion Crawfort. Pese a terribles crisis, Schwob continúa su trabajo en los archivos y en la Biblioteca Nacional con una actividad febril. Es el epílogo de su existencia. Explica y comenta el Gran testamento de Villon, corrige pruebas de su Parnase satyrique, prepara una introducción al facsímil de la edición príncipe de Villon y completa un ciclo de conferencias que despierta el más vivo interés pues, dueño de una conversación admirable, descubre en ésta el medio más adecuado para la expresión final. El 26 de febrero de 1905, a los treinta y siete años y seis meses de edad, tras varios días de agonía, muere en París.

Spicilège, volumen de ensayos publicado por Schwob en 1896, es un hermoso libro que se ofrece aquí con el título de Ensayos y perfiles. Se abre con el trabajo titulado “François Villon”, uno de los más importantes que Schwob escribiera sobre el gran poeta francés del siglo XV. La admiración genuina es lo que lleva a Schwob a escribir este conjunto de ensayos. Es su excepcional comprensión, su singular inteligencia de lector, lo que a nosotros nos provoca a compartir dicha admiración: Stevenson, Meredith, los relatos antiguos que rescata de obras olvidadas y desconocidas, de El libro de las ofrendas de Menetor, de los Chries de Macón, de la Leyenda dorada de Santiago de la Vorágine. Disertaciones como “El terror y la piedad”, “La perversidad”, “La diferencia y el parecido”, “La risa”, “El arte de la biografía”, “El amor” y otras aquí contenidas son una sola y múltiple reflexión sobre literatura y vida, unidas en estas páginas sin ninguna intención artificiosa, como trama indiscernible pues forman una unidad: desde la comprensión de que cada una existe en sí misma pero participando en su interior de la otra. La búsqueda de fuentes oscuras y remotas, lejos de ser un simple ejercicio erudito, implica en Schwob la existencia de una constante vital entre el arte y la imaginación. Apreciar las expresiones vitales como formas estéticas es aceptar que, después de haber sido vividas en cuanto tales expresiones, su mejor y más alto destino es adquirir una vida propia, bella, inspiradora en cuanto formas ya elaboradas.

Jules Renard escribió en su diario, el 20 de mayo de 1891:

Ayer Schwob se quedó hasta las dos de la mañana. Era como si tomara mi cerebro entre sus finos dedos y lo volviera del revés para exponerlo a la luz. Hablaba de Esquilo y lo comparaba con Rodin. Analizaba Lossiete de Tebas y la rivalidad de Eteocles y Polinice, y el estilo geométrico, arquitectónico, de la pieza: tantos enemigos contra tantos enemigos, tantos versos, por ejemplo diez, para cada jefe…

En cierto momento, la lámpara se apagó. Encendí las velas del piano y el rostro de Marcel Schwob quedó en la sombra.

Presiento que este joven ejercerá una enorme influencia sobre mí.

Así fue como Marcel Schwob vivió y comprendió todo arte. Por fortuna para nosotros, tal sensibilidad fue apreciada y considerada por selectos lectores de habla castellana recién concluido el periodo del modernismo hispanoamericano. Debemos a Rafael Cabrera, erudito poblano, poeta, miembro del Ateneo de la Juventud, las excelentes traducciones al español de La cruzada de los niños (Cvltvra, México, 1917) y Vidas imaginarias (Cvltvra, México, 1922).

I. François Villon

Los poemas de Villon eran ya célebres a fines del siglo XV. El Pequeño y el Grantestamento eran conocidos de memoria. Rabelais llamaba a Villon “el buen poeta parisino”, aunque la mayoría de las alusiones satíricas de sus testamentos ya eran ininteligibles en el siglo XVI. Marot lo admiraba tanto que corrigió su obra y la editó. Boileau lo consideraba uno de los precursores de la literatura moderna. Ya en nuestra época, Théophile Gautier, Théodore de Banville, Dante Gabriel Rossetti, Robert Louis Stevenson y Algernon Charles Swinburne se apasionaron por él. Escribieron ensayos sobre su vida, y Rossetti tradujo varios de sus poemas. Pero hasta la publicación de los trabajos de Auguste Longnon y de Byvanck, editados entre 1873 y 1892, no se sabía a ciencia cierta casi nada sobre el texto de sus obras o sobre su verdadera biografía. Hoy podemos estudiar al hombre y su medio.

Aunque François Villon haya tomado de Alain Chartier la mayoría de sus ideas sobre la moral, y de Eustache Deschamps el marco de sus poemas y su forma poética; aunque, comparado con él, Carlos de Orleáns haya sido un poeta de gracia infinita, y Coquillart haya expresado lo que hay de satírico y de bufón en el carácter popular, fue el autor de los Testamentos quien se llevó la mayor parte de la gloria poética de su siglo. Esto se debe a que supo dar a sus poemas un tono tan personal que el estilo y la expresión literarias cedían terreno ante el estremecimiento nuevo de un alma “descaradamente falsa y cruelmente triste”. Byvanck dijo de él que hacía hablar y gritar a las cosas, hasta ese momento incrustadas en grandes maquinarias retóricas que bamboleaban su cabeza somnolienta constantemente. Transformó todo el legado de la Edad Media animándolo con la propia desesperación y los remordimientos de su vida desperdiciada. Adaptaba todo lo que los demás habían inventado como ejercicios del pensamiento o del lenguaje a unos sentimientos tan intensos que ya no se reconocía la poesía tradicional. Tenía la misma melancolía filosófica de Alain Chartier ante la vejez y la muerte; la tierna gracia y los suaves pensamientos de exilio del pobre Carlos de Orleáns, que vio tantas veces abrirse las flores de las praderas de Inglaterra en el día de San Valentín; el realismo cínico de Eustache Deschamps; la bufonería y la sátira disimulada de Guillaume Coquillart; pero las expresiones que en los otros eran modas literarias parecen convertirse en Villon en matices del espíritu; cuando pensamos que fue pobre, fugitivo, criminal, enamorado y digno de lástima, condenado a una muerte vergonzosa, prisionero durante largos meses, no podemos dejar de reconocer el acento doloroso de su obra. Para comprenderla bien y evaluar la sinceridad del poeta, debemos conocer, con la mayor veracidad posible, la historia de esta vida tan misteriosamente complicada.

I

Es imposible saber con seguridad dónde nació François Villon, o de qué condición eran sus padres. En cuanto a su nombre, lo más probable es que haya que aceptar definitivamente el de François de Montcorbier. Es así como figura en los registros de la Universidad de París. Una carta de indulto le da el nombre de François des Loges, y él se hizo conocido con el de François Villon.

Hoy se sabe que el nombre de Villon le fue dado al poeta por su padre adoptivo, maese Guillaume de Villon, capellán de la iglesia de Saint-Benoît-le-Bétourné. Este capellán, de acuerdo con una costumbre de la época, llevaba el nombre de la pequeña ciudad de la que provenía, Villon, situada a unos veintiocho kilómetros de Tonnerre. Su sobrina, Étiennette Flastrier, seguía viviendo allí después de su muerte, en 1481.

Villon nos dice que era pobre, de humilde cuna; a juzgar por la balada que compuso para su madre, ésta era una buena mujer, piadosa e iletrada. El poeta nació en 1431, cuando París estaba aún bajo la dominación inglesa. No se sabe cuándo maese Guillaume de Villon lo tomó bajo su protección y lo hizo estudiar en la universidad; en marzo de 1449 se recibió de bachiller en arte y hacia agosto de 1452 pasó el examen de grado y fue admitido a la maestría. Podemos hacernos una idea bastante clara de la forma de vida y las relaciones del joven entre 1438 y 1452. Tenía una pieza en la casa de maese Guillaume de Villon, en Porte Rouge, en el claustro de Saint-Benoît-le-Bétourné. Probablemente, a pesar de lo accidentado de su existencia, la conservó hasta el final de su vida, ya que el último documento que nos transmite un detalle de su vida íntima demuestra que en 1463 aún podía recibir amigos en esta pieza de Porte Rouge, bajo el reloj de Saint-Benoît.

Fue una época triste para los parisinos, luego de la llegada del rey Carlos VII, en 1437. Acababan de sufrir la ocupación inglesa, y el invierno siguiente, en 1438, fue terrible. Se declaró la peste en la ciudad, y la hambruna fue tan dura que los lobos erraban por las calles y atacaban a los hombres. Se han conservado curiosos documentos que nos dan información sobre un pequeño círculo social de esta época. Es el registro de gastos de alimentos del prior de Saint-Martin-des-Champs, Jacques Seguin, del 16 de agosto de 1438 al 21 de junio de 1439. Jacques Seguin era un hombre piadoso, simple y frugal, que a veces hacía él mismo sus compras, ya que le gustaba el pescado y quería elegirlo personalmente. Su administrador llevaba cuenta exacta de sus gastos. Por otra parte, el prior de Saint-Martin-des-Champs era un gran señor eclesiástico y, durante esta hambruna del invierno de 1438-1439, invitó con frecuencia a comer a sus amigos. Conocemos los nombres de los convidados gracias a las notas cuidadosas del administrador Gilles de Damery. Era gente importante: prelados, capitanes, vinateros del rey, procuradores y abogados. Entre otros, maese Guillaume de Villon aparece como convidado habitual del prior de Saint-Martin-des-Champs. Podemos suponer sin mucha malicia que estaba en buenas relaciones con el prelado, y que la mayoría de los convidados de Jacques Seguin formaba parte de su círculo de amigos. Las cenas no eran demasiado formales, puesto que asistían dos mujeres, que el administrador llama la Davie y Regnaulde. Pero lo que llama la atención es la cantidad de procuradores y abogados de Châtelet.[a] Figuran los abogados Jacques Charmolue, Germain Rapine, Guillaume de Bosco, Jean Tillart, examinador en el tribunal criminal, Raoul Crochetel, Jean Chouart, Jean Douxsire y otros más, hasta Jean Truquan, teniente de la brigada de lo criminal del preboste de París. Ésta era la compañía habitual del capellán de Saint-Benoît-le-Bétourné. Se comprende entonces que François Villon conociera a tanta gente de Châtelet, además de aquellos a quienes se vio forzado a tratar, y que tuviera una relación de amistad con el preboste Robert d’Estouteville. No sorprende tampoco que el capellán de Saint-Benoît pudiera sacar a su hijo adoptivo “de más de un lío”; se sabe así cuáles fueron las influencias de que se valió François Villon para obtener dos cartas de indulto por el mismo delito, solicitadas con nombres diferentes, y cómo logró ganar una causa después de apelar al Parlamento, en una época en que la apelación era de institución reciente, y cuando los que apelaban muy pocas veces tenían éxito. Es posible que Juan de Borbón, Ambroise de Loré, y aun Carlos de Orleáns intercedieran por él; pero lo más probable es que habitualmente recurriera a los amigos de Guillaume de Villon, entre quienes se había educado.

Fue así como escuchó desde muy pronto las conversaciones de la gente de toga. Cuando se decidió que fuera clérigo, tal vez de acuerdo con sus inclinaciones, fue enviado a la universidad, donde su pensión, que dejaba todas las semanas en manos del cura ecónomo, era de diez sous. Estudió con el maestro Jean de Conflans. Aristóteles y la lógica no parecen haberlo atraído mucho, ya que se burla de ellos sin piedad en su primera obra. Pero las leyendas del Antiguo y del Nuevo Testamento, la historia de Ammón, la de Sansón, el cuento griego de Orfeo, la vida de Tais, las conmovedoras aventuras de Helena y de Dido le dejaron vivos recuerdos. Desde una edad temprana adquirió el gusto por las viejas narraciones francesas y por los héroes de nuestra tradición. De hecho, su primer poema, el primer boceto que traza, siendo aún estudiante y que se ha perdido, era una composición heroico-cómica. La historia de esta obra está tan íntimamente ligada a la vida que llevaba François Villon durante este periodo, que es necesario que hagamos del mismo una exposición sucinta.

En 1452 la universidad estaba en un gran desorden, y François Villon ingresó en el momento en que los estudiantes eran más rebeldes y tumultuosos. La agitación se prolongaba desde 1444. El rector, con el pretexto de que había sido insultado por negarse a pagar una contribución, hizo cesar las clases desde el 4 de septiembre de 1444 al 4 de marzo de 1445, Domingo de Pasión. Existían precedentes, y la universidad ya había ganado la causa en un episodio de este tipo en 1408. Sin embargo, la justicia laica fue severa; algunos estudiantes fueron llevados a prisión y, a pesar de las protestas de la universidad, el rey Carlos VII hizo que se juzgara el caso en el Parlamento y amenazó con perseguir a los responsables del cese de las lecciones y los sermones. El cardenal Guillaume d’Estouteville fue delegado por el papa Nicolás V para que redactara un acta de reforma (1° de junio de 1452). Pero los estudiantes no aceptaron el nuevo reglamento. Se habían habituado al libertinaje. El procurador del rey, Popaincourt, protestando ante el Parlamento en junio de 1453, dijo

que desde hace cuatro años a esta parte ha venido a notarse que algunos de la universidad cometían diversos excesos de los que se murmuraba en París, como haber arrancado mojones[b] y haber ido al Hostal del Rey[1] portando armas y no hacía mucho se habían trasladado con escaleras a la Puerta Baudet y habían arrancado de las casas las enseñas sostenidas con ganchos de hierro y se estaban jactando de tener otras enseñas.

Entre los mojones así arrancados, había una piedra muy notable, situada delante del palacio de la señorita de Bruyères, en la calle de Martelet-Saint-Jean, frente a Saint-Jean de Grève.[2] Desde 1322, el palacio mencionado lleva el nombre de Hôtel du Pet-au-Diable.[c] El mojón plantado frente a su fachada era una de las curiosidades de París. Sin duda estaría cincelado y cubierto de adornos. Fue robado en 1451 y el Parlamento comisionó en noviembre del mismo año a Jean Bezon, teniente de lo criminal, para que se informara sobre el lugar al cual había sido transportado, con orden de apresar a todos los que encontrara culpables. Jean Bezon lo recuperó y, esperando el proceso, lo hizo llevar al Hôtel du Roi, o Palacio de Justicia. Pero desapareció nuevamente y no se lo volvió a hallar hasta el 9 de mayo de 1453. Por otra parte, la señorita de Bruyères, persona vieja y caprichosa que gustaba de quejarse, orgullosa de su palacio y de la torre, que le daba una apariencia feudal —por lo que desde hacía años rehusaba pagar impuestos a la Comandancia de Temple—, se cansó de esperar e hizo remplazar el mojón. En cuanto la nueva piedra fue plantada ante el palacio de la calle de Martelet-Saint-Jean fue robada al igual que la primera.

Nadie ignoraba que los culpables eran los estudiantes de la universidad. Habían puesto una de las piedras sobre la montaña de Sainte-Geneviève, y la otra sobre el monte Saint-Hilaire, un poco más abajo, en el lugar del Colegio de Francia. Allí, entre ceremonias burlescas, habían casado a los dos mojones y consagrado sus privilegios. Todos los que pasaban por allí, y sobre todo los oficiales del rey, estaban obligados a cubrirse ante las piedras y a respetar sus prerrogativas. Los domingos y días de fiesta coronaban los mojones con “sombreros” de romero, y por la noche los estudiantes bailaban a su alrededor “al son de flautas y tambores”. Los estudiantes de la curia se habían unido a los otros en estas diversiones. Por la noche rompían las enseñas con gran tumulto, gritando: “¡Muera! ¡Muera!” para hacer que los burgueses se asomaran a las ventanas. Habían ido al mercado a descolgar la enseña de La Marrana que Hila, y uno de ellos, al caer de la escalera, que era demasiado corta, se mató en el acto. En la Puerta Baudet habían tomado la Enseña del Oso, más allá tomaron la del Ciervo y la del Papagayo. Se proponían celebrar el matrimonio de la Marrana y el Oso, con el Ciervo por testigo, y darle el ave a la recién casada como regalo de bodas. En Vanves habían raptado a una joven a quien mantenían desde entonces en su fortaleza. En Saint-Germain-des-Prés habían robado treinta gallinas y pollos. Los carniceros de la montaña de Sainte-Geneviève se quejaron al prebostazgo: los estudiantes se habían llevado los ganchos de hierro donde colgaban sus pedazos de carne. Finalmente se retiraron sobre la montaña, en el Palacio Saint-Etienne, donde tenían las enseñas, dos palancas cubiertas de sangre, los ganchos de hierro, un pequeño cañón y grandes espadas.

Esta extraña turbulencia duró hasta el mes de mayo de 1453. Los estudiantes “pululaban”, según los testigos, sobre la montaña de Sainte-Geneviéve. Los burgueses se lamentaban y los comerciantes se quejaban. Es probable que François Villon, que estaba aún en la universidad durante el verano de 1452, tomara parte en estas diversiones. Una tradición constante le atribuye picardías famosas durante esos años felices. Algunos de sus compañeros compusieron sobre esos temas unos cuentos en verso llamados Repues franches,[d] y que se publicaron bajo el nombre de François Villon, por lo que Longnon las clasificó resueltamente como pruebas en su contra. Por estos cuentos nos enteramos que Villon y sus amigos hurtaban, para comer, pescado en la pescadería, tripas de una tripería del Petit-Pont, pan en la panadería, piezas de carne en la rosticería y vino de Beaune en la taberna de la Pomme de Pin. Este famoso “agujero” de la Pomme de Pin era un cabaret de la cité, en la calle de la Juiverie, con una segunda entrada por la calle de Feves, de no muy buena reputación, ya que en 1389 un ladrón común llamado Jeannin la Grève efectuó allí, con uno de sus camaradas, la repartición de una docena de escudillas robadas. El sitio se mantuvo célebre hasta los tiempos de Rabelais y aun después, conservando todas sus tradiciones de vida bohemia. En los tiempos en que François Villon la frecuentaba, esta taberna pertenecía a Robin Turgis. Villon menciona varias veces a Robin Turgis en el Grantestamento, y confiesa el hurto, luego tan conocido por las Repues franches. Por otra parte, sabemos que Villon abandonó París en 1456 y que no volvió hasta después de la publicación del Gran testamento, en 1461. Tenemos entonces que ubicar el robo del jarro de vino de Beaune en los años que preceden a su partida, es decir 1452 o 1453, cuando los estudiantes robaban las gallinas de Saint-Germain-des-Prés y los ganchos de hierro de los carniceros de la montaña de Sainte-Geneviève. Ésa es la época que Villon echa de menos:

Je plaings le temps de ma jeunesse,

Ouquel j’ay plus qu’autre gallé…

…………………………………

Hé Dieu! se j’eusse estudié

Au temps de ma jeunesse folle,

Et á bonnes meurs dedié,

J’eusse maison et couche molle

Mais quoy? je fuyoie l’escolle,

Comme fait le mauvais enfant…

En escripvant ceste parolle,

A peu que le cueur ne me fent.[e]

Cuando llevaba esa vida fácil, alojado en la casa del capellán, mantenido por éste, sin preocupaciones, François Villon pudo mirar a su alrededor y tomarle el gusto a las descripciones realistas del verdadero París. En la esquina de una calle, entre Isabeau y Jehanneton, se encontró con “la belle qui fut heaulmière”,[f] vieja y canosa, cuyo astuto galán había muerto hacía más de treinta años. Ella alcanzó una edad extraordinaria, pues ya en 1410 había protagonizado un escándalo con el famoso Nicolas d’Orgemont, quien tuvo piedad de ella. Por otro lado, como la señorita de Bruyères, que debió de haber tenido un carácter bastante difícil, seguramente —y con la ayuda de sus camareras, que “tienen el pico tan afilado”— injuriaba a los estudiantes cuando iban en tumulto a arrancar los mojones de la calle de Martelet-Saint-Jean, Villon hizo sobre ella la balada “Il n’est bon bec que de Paris”.[g]

Finalmente, durante aquellos años Villon se relacionó mucho con dos estudiantes de mala vida, Regnier de Montigny y Colin de Cayeux. En agosto de 1452, Regnier de Montigny, que pertenecía a una familia de la nobleza de Bourges, fue condenado al destierro por haberles dado una buena tunda a dos sargentos, una noche, a la puerta del “Ostel de la Grosse Margot”.[h] Regnier de Montigny estaba con dos compañeros, Jehan Rosay, y un tal Taillelamine. Rosay fue aprehendido con él, y los volveremos a encontrar más tarde, acusados ambos en un terrible proceso. Hay que reconocer que en esa ocasión se trataba de una calaverada pesada de estudiantes. Uno de los sargentos, que estaba en servicio, desenvainó su daga, Montigny se la arrancó de las manos y golpeó con el mango la chichonera de su caperuza. No parece que François Villon ayudara a sus amigos esa noche. Pero conocía muy bien la casa con la enseña de la Grosse Margot, que sin duda frecuentaba con Montigny. La frase pintada en la plancha de madera colgada sobre el pórtico, “très douce face et pourtraicture” (“de cara y porte muy dulces”), le inspiró una balada cínica. No queremos decir con esto que el poema no relate un episodio real de la vida irregular del poeta: el proceso de aquellos que serían sus compañeros algunos años más tarde no deja ninguna duda al respecto; pero hay un equívoco literario. Si nos fijamos en que el primer verso del envío, que trasmite tanto desengaño:

Vente, gresle, gelle, j’ai mon pain cuit!,[i]

fue elegido para formar la primera letra del acróstico del nombre de Villon, resulta claro que esta balada es sobre todo un logro poético excepcional. Nada parece forzado ni ajustado en ella y en esto consiste la superioridad del arte del poeta.

Colin de Cayeux era hijo de un cerrajero que parece haber vivido en el barrio de Saint-Benoît-le-Bétourné, cerca de la Sorbona. Probablemente allí conoció desde temprana edad a François Villon. Este Colin era estudiante, y en 1452 ya había tenido dos veces problemas con la justicia por fullero, y había sido entregado al obispo de París. Era, pues, ya desde entonces, un hombre de muy malos hábitos. También, más tarde, lo encontramos en compañía de François Villon y de Regnier de Montigny. Estos dos amigos dieron ocasión a Villon de pasar rápidamente de la vida universitaria y colegial a una existencia de crimen y vagancia. Al mismo tiempo, sus relaciones con ellos le plantearían una especie de segunda existencia, baja y oscura, que probablemente debió atraer a una naturaleza de por sí depravada. Durante sus correrías nocturnas, en las que frecuentaba toda clase de gente, debió conocer barqueros, alcantarilleros, como Jehan le Loup, o camorristas, como Casin Cholet, con los cuales se iba a robar patos que sacaban de los muros de la ciudad. Este Casin Cholet, que era un gran buscapleitos, se batió con otro compañero de Villon, Guy Tabarie, antes de 1456, y después el 8 de julio de 1465 se divirtió dando falsas alarmas a los parisinos, gritando durante la noche: “¡Meteos todos en vuestras casas y cerrad vuestras puertas, los de Borgoña han entrado en París!” Por esta fechoría lo encerraron en la cárcel en agosto, y lo azotaron en la vía pública. Era entonces sargento de Châtelet, y Villon tuvo varios compañeros entre los Unze-Vingts, como se les llamaba: Denis Richier, Jehan Valette, Michault du Four y Hutin du Moustier, todos gente de mala vida, alborotadores y borrachines; frecuentó a Hutin du Moustier por lo menos hasta 1463. En cuanto a Guy Tabarie, lo hallaremos más tarde mezclado en un asunto criminal.

Mientras tanto, los habitantes de las montañas de Sainte-Geneviève y de Saint-Hilaire, como la señorita de Bruyères, continuaban quejándose al preboste de París de la conducta licenciosa de los estudiantes. En la mañana de San Nicolás (el 9 de mayo de 1453), el preboste de París Robert d’Estouteville, el teniente de lo criminal, Jean Bezon, y algunos examinadores de Châtelet, junto con sargentos armados de garrotes, se presentaron en el barrio de las Écoles.

Los estudiantes habían anunciado que habría “cabezas golpeadas” si se les molestaba; pero esa mañana muchos de ellos estaban en la misa de sus “naciones”. Los sargentos forzaron las puertas de tres casas de la calle Saint-Jacques, donde estaban guardadas las enseñas descolgadas, arrancaron los mojones y los metieron en una carreta. Luego desfondaron un tonel de vino en una de las casas y bebieron y comieron de las provisiones de los estudiantes, ya que estaban en servicio extraordinario. Luego de beber, encontraron a la joven raptada en Vanves, que estaba cortando unos puerros, y la metieron también a la carreta, cubierta con la capa de un estudiante. Uno de los sargentos se disfrazó, en son de broma, con la toga de un estudiante y una caperuza, y los otros lo llevaban, para reírse, cogido por los brazos, como representante de los estudiantes de la universidad, golpeándolo por todos lados y gritándole: “¿Dónde están tus compañeros?” Sin duda, después de haberse apoderado de los mojones y las enseñas, el teniente de lo criminal había dejado la ejecución de las órdenes en manos de sus sargentos. Finalmente, en el palacio del preboste de Amiens, en donde se alojaban muchos estudiantes que estaban bajo la dirección de un pedagogo, arrestaron a unos cuarenta y los llevaron a Châtelet. A los estudiantes la aventura les parecía divertida, y la celebraban, pero el teniente de lo criminal se indignó y, cuando un estudiante llegó a ver a su camarada prisionero, lo retuvo también en Châtelet. Mientras los interrogaba, seguían riéndose a carcajadas, al grado que el teniente le dio dos bofetadas a uno de ellos y gritó: “¡Vive Dios! ¡Si yo hubiera estado en ese lugar, habría habido muertos!”