Fidel la estrategia política de la victoria - Marta Harnecker - E-Book

Fidel la estrategia política de la victoria E-Book

Marta Harnecker

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Beschreibung

"Fidel, la estrategia política de la victoria" es un breve ensayo que sistematiza y da a conocer la estrategia política seguida por Fidel Castro desde el comienzo de los años 50, hasta el triunfo revolucionario de 1959. Sobre la base de cartas y discursos del Comandante en Jefe, Marta Harnecker pone de manifiesto la hábil y flexible conducción del líder cubano y el destacado papel que le confiere a la unidad de las fuerzas revolucionarias. Al final del libro, la autora reflexiona acerca de uno de los asuntos más incomprendidos de esta Revolución en el exterior: ¿por qué existe un partido único en Cuba? Sin dudas, nos encontramos ante una obra militante, de modestia revolucionaria, en la que se evidencia cómo un grupo de jóvenes movidos por grandes ideales se convirtieron en protagonistas de la historia y abrieron el camino del socialismo en esta parte del hemisferio occidental.

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Seitenzahl: 133

Veröffentlichungsjahr: 2017

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Edición: María Amalia de la Torre Vidal Edición digital: Suntyan Irigoyen Sánchez Diseño interior: Oneida L. Hernández Guerra Diseño de cubierta: Deguis Fernández Tejeda Emplane digital: Oneida L. Hernández Guerra

©Marta Harnecker, 2001

© Sobre la presente edición: Editorial de Ciencias Sociales, 2016

ISBN 978-959-06-1803-1

Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos hace llegar su opinión, por escrito, acerca de este libro y de nuestras ediciones.

Instituto Cubano del Libro Editorial de Ciencias Sociales Calle 14, no. 4104, e/ 41 y 43, Playa, Ciudad de La Habana, [email protected]

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Índice de contenido
Presentación
Introducción
El Movimiento 26 de Julio y el Partido Ortodoxo
Condiciones objetivas para la revolución y el papel de la vanguardia
Carácter de la revolución y correlación de clases
La vía armada solo después de agotarse los recursos institucionales
La propaganda: eslabón decisivo durante la prisión y el exilio
Etapas en la constitución del bloque antibatistiano
Diferentes pactos con fuerzas burguesas
Conclusiones
El enemigo inmediato y la amplitud del frente político
Criterios acerca de la unidad de las fuerzas revolucionarias
Anexo. El Partido único en Cuba y la cuestión de la soberanía nacional
Bibliografía
Datos de la autora

Al pueblo heroico de Cuba y a su indiscutido líder, Fidel Castro, cuyo ejemplo de dignidad, unidad, resistencia y solidaridad ha servido de aliento y de inspiración a todos los que en América y en el mundo luchan por un mundo mejor.

Presentación

Sobre Fidel como estratega militar y estadista hay centenas de libros publicados en muchos idiomas. Son escasas, al contrario —incluso en Cuba—, las obras que se ocupan de la estrategia política de Fidel, sobre todo en la fase decisiva que precede al Moncada y termina con la derrota de la tiranía y la conquista del poder por el Ejército Rebelde.

Marta Harnecker abordó ese tema difícil en un libro publicado en varios países de América Latina en 1985-1986. Se trata de una obra didáctica, de gran riqueza conceptual pese a su reducido número de páginas.1

1Ver Marta Harnecker:Del Moncada a la victoria. La estrategia política de Fidel, Editorial Nuestro Tiempo, México, 1986.

En la realidad, la estrategia política de Fidel en la época citada puede deducirse de su discurso político. Sin embargo, no es tarea fácil identificar entre las miles de páginas del hombre de Estado, del militar, del pensador político, lo que específicamente esclarece sus concepciones estratégicas en el campo político.

Los grandes biógrafos de Fidel probablemente aún no han nacido. Su conciencia revolucionaria fue adquirida en la Universidad de La Habana, pero su formación teórica se estructuró más tarde en un proceso molecular, complejo, en el cual el tiempo pasado en el Presidio Modelo fue determinante, como lo confirman las cartas enviadas desde la prisión, reunidas en este libro.

El breve ensayo de Marta abarca el período comprendido entre el inicio de los años 50 y la victoria de la Revolución, el 1º de enero de 1959, con la peculiaridad de que la autora recurre con frecuencia a cartas y a discursos posteriores de Fidel cuya exégesis es importante para la comprensión de lo que se demuestra.

Es arriesgado destacar capítulos o temas en un libro como este donde todo se integra con armonía, pero me parece útil llamar la atención acerca de lo que Marta Harnecker escribe sobre la prioridad que Fidel otorgó, desde su juventud, a la problemática de la construcción de la vanguardia revolucionaria.

En Europa, por ejemplo, el Moncada, según los teóricos de la ortodoxia marxista, nunca pasó de ser un acto de aventurerismo político. En realidad, como la autora nos recuerda, fue una pieza fundamental en la estrategia política que Fidel empezaba a elaborar. El Moncada definió de cierta manera el rumbo posterior de la historia.

El libro, muy original desde el punto de vista metodológico, hace de la acumulación de evidencias olvidadas —o casi olvidadas— el material básico del análisis.

Marta nos recuerda que Fidel tenía desde la Universidad una perspectiva marxista de la historia, pero evitó durante muchos años la utilización de un discurso marxista. Sabía que solo con el apoyo del pueblo, con la movilización de las masas, se podría conquistar el poder. El tipo de discurso utilizado fue inseparable de su estrategia política.

La autora, como cientista política, al trabajar sobre discursos de épocas muy diferentes demuestra cómo, partiendo de la existencia de condiciones objetivas favorables a la Revolución, el líder del 26 de Julio actúa de manera que se crea un cuadro propicio a la aceleración del proceso de toma de conciencia de las masas. La certeza de que sin la adhesión y la participación del pueblo no hay Revolución posible fue una constante del pensamiento político de Fidel.

Marta nos ayuda a comprender acontecimientos y situaciones que confunden con frecuencia los historiadores europeos y norteamericanos, como la respuesta masiva del pueblo a la huelga general convocada por Fidel para el 1º de enero de 1959, después de la fuga de Batista.

“Las masas populares, que para un ojo poco avisado eran espectadoras pasivas de la lucha de la Sierra —escribe—, se transformaron en los actores decisivos del triunfo revolucionario”.

La Revolución Cubana será siempre —tal como la francesa de 1789 y la rusa de octubre de 1917— tema de una investigación fascinante e inacabable. Marta Harnecker no pretende hacer historia. Nos ofrece, sin alejarse de la temática de la estrategia política de Fidel, una reflexión inteligente sobre cuestiones, como la vía armada después del agotamiento de la lucha en el terreno institucional y la unidad posible contra la tiranía.

El capítulo dedicado al diálogo con fuerzas de la burguesía constituye por sí solo una lección sobre el arte de Fidel como arquitecto de unir fuerzas, mantenida sin quiebra de principios. Son páginas en que por la mano de la autora el lector sale de los habituales laberintos analíticos para acompañar el pensamiento de Fidel en la larga marcha que va del Pacto de México al Pacto de Caracas, pasando por el Manifiesto de la Sierra. Se hace transparente que los frentes políticos posibles traducían, de un lado, la correlación de fuerzas siempre inestable y, de otro, los objetivos de una vanguardia que —más allá del régimen de Batista— soñaba, sin expresarlo, con la transformación de la Revolución en marcha en una futura Revolución Socialista.

Al finalizar su libro, Marta Harnecker —intelectual para quien la Revolución es una causa suprema— extrae algunas lecciones de combate permanente de Fidel para lograr la unidad de las fuerzas revolucionarias en varios períodos de la gesta cubana.

Nadie como él luchó por esa unidad, transformándola en el pilar de su estrategia política. Fidel sabía que lo más difícil vendría después de la victoria.

No es accidental la insistencia con que Marta llama la atención acerca del papel que desempeña el pueblo como sujeto de la historia, de acuerdo con la concepción de Fidel sobre el desarrollo de esta.

El mismo Fidel nos recuerda —sus palabras figuran en la última página— que el héroe colectivo de la Revolución era el pueblo sin uniforme y agrega “realmente habíamos hecho algo superior a nosotros mismos”.

Estamos ante una obra militante, de modestia revolucionaria. Esta reflexión didáctica sobre la estrategia política de Fidel tiene, sin embargo, entre otros, el mérito de imprimir fuerza de evidencia a lo obvio, como decía Albert Camus. Los pequeños detalles olvidados iluminan muchas veces la historia profunda y el caminar del hombre. El libro es muy útil para la juventud cubana.

Miguel Urbano Rodríguez212 de mayo de 1999

2Escritor y periodista. Fue jefe de la redacción del periódicoAvante, órgano del Comité Central del Partido Comunista Portugués, así como diputado en las Asambleas Parlamentarias del Consejo de Europa y de la Unión de Europa Occidental.

Introducción

Hace cuarenta años, cuando en los hogares latinoamericanos se celebraba la noche buena, una buena nueva ocurría en Cuba: un ejército guerrillero de base social campesina triunfaba en la isla caribeña liberando al país de la tiranía batistiana. Se inauguraba así un proceso político que no pretendía solo derrocar a un dictador, sino que buscaba seguir una línea consecuentemente revolucionaria: transformar de manera profunda la sociedad en beneficio de las grandes mayorías.

Este triunfo de las fuerzas populares, encabezadas por el Movimiento 26 de Julio y dirigidas por el joven abogado Fidel Castro Ruz, despertó la simpatía de la mayor parte de la izquierda occidental, pero muy especialmente de la izquierda de América Latina. Era una luz que asomaba en el oscuro ambiente conservador que entonces se vivía en el subcontinente.

Había roto con dos tipos de fatalismo muy difundidos en la izquierda latinoamericana: uno geográfico y otro militar.El primeroplanteaba que los Estados Unidos no tolerarían una revolución socialista en su área estratégica y Cuba triunfa aproximadamente a 180 kilómetros de sus costas.El segundosostenía que —dada la sofisticación que habían alcanzado los ejércitos— ya no era posible vencer a un ejército regular y Cuba demuestra en ese momento que la táctica guerrillera es capaz de ir debilitando al ejército enemigo hasta llegar a liquidarlo.

Era lógico que el tema de la lucha armada pasase a ser la cuestión central de discusión, luego del triunfo cubano. Pero, detrás de las armas y la táctica guerrillera en la que fueron empleadas había mucho más; había toda unaestrategia políticaconstruida y aplicada hábilmente por Fidel y sin la cual no puede explicarse el triunfo revolucionario.

El dirigente cubano entendió muy bien que la política no podía ser el arte de lo posible —como gran parte de la izquierda lo entiende hoy—, sino el arte de construir una correlación de fuerzas social, política y militar que permitiera transformar lo que aparecía como imposible en ese momento en algo posible en el futuro.

Sobre cómo cambiar la fuerza militar y el papel del método guerrillero en esto hay bastante literatura, empezando por lo escrito por el propio Che Guevara; acerca de las cuestiones políticas de esta estrategia se ha publicado muy poco y no he encontrado libro alguno que reflexione en forma sistemática sobre el tema. Esta es la razón por la que me decidí ha emprender esta investigación.

Este libro no pretende hacer historia; es un breve ensayo que busca sistematizar y dar a conocer las grandes líneas de la estrategia política seguida por Fidel Castro —desde comienzos de los años 50, hasta el triunfo revolucionario de enero de 1959— para construir el bloque de fuerzas sociales y políticas que le permitió derrocar a Batista y al régimen oligárquico proimperialista que lo sustentaba, abriendo así el camino hacia el socialismo en esta parte del hemisferio occidental.

Además de mostrar la hábil y flexible conducción política de Fidel, he querido detenerme en las páginas finales en el destacado papel que el líder cubano otorga a la unidad de las fuerzas revolucionarias.

Y dándole continuidad a este último tema, incluyo como apéndice una reflexión sobre el porqué del partido único en Cuba, uno de los asuntos más incomprendidos de esta Revolución en el exterior.

Para realizar este trabajo me he basado casi exclusivamente en cartas y discursos de Fidel, tanto del momento mismo en que ocurren los hechos, como de épocas posteriores que sirven para iluminar a través de una visión retrospectiva el período analizado.

Es un libro pensado especialmente para la juventud cubana y latinoamericana, que no tiene tiempo ni interés, en muchos casos, de leer obras demasiado extensas y que aquí puede descubrir cómo un grupo de jóvenes movidos por grandes ideales y decididos a luchar por su pueblo pueden ser protagonistas de la historia.

Agradezco la asesoría que me brindó el historiador Mario Mencía acerca de algunas cuestiones aquí abordadas; el acceso a las cartas de Fidel que me proporcionó la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado de la República de Cuba; el estímulo que recibí del compañero Jesús Montané Oropesa; y las sugerencias y opiniones críticas de varios compañeros.

La Habana, 14 de mayo de 1999

El Movimiento 26 de Julio y el Partido Ortodoxo3

3 Algunos de los documentos aquí citados, en particular las cartas, pertenecen al archivo personal de Fidel Castro que se encuentra en la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado de la República de Cuba, al referirnos a ellos utilizaremos la abreviatura O. A. H

Es en la Universidad deLa Habana donde Fidel Castro, hijo de un terrateniente y futuro líder de la Revolución Cubana, llega a adquirir una conciencia revolucionaria. En ese momento está ubicado dentro de un partido que no es marxista, el Partido del Pueblo Cubano más conocido por Partido Ortodoxo.

El programa de la ortodoxia era un programa que —respondiendo principalmente a los intereses de la pequeña burguesía radical antimperialista— se caracterizaba por proponer medidas de tipo nacionalistas contra los monopolios norteamericanos poniendo, al mismo tiempo, especial énfasis en medidas contra la corrupción administrativa que entonces predominaba entre los funcionarios del Estado. Se trataba de un partido populista de origen pluriclasista compuesto en lo fundamental por obreros, campesinos y pequeña burguesía, cuya dirección era burguesa.4

4Ver Fidel Castro: “La estrategia del Moncada” (entrevista otorgada a un grupo de periodistas suecos en 1973), en revistaCasa de las Américas,no. 109, La Habana, julio-agosto de 1974, pp. 8-10 (versión utilizada por nosotros) y enCuba Internacional,no. 100, La Habana, enero de 1978.

Su popularidad se debía principalmente al carisma extraordinario de su líder indiscutido: Eduardo Chibás5quien se había empezado a destacar ya enlas luchas universitarias de los años 20 y en los enfrentamientos contra las dictaduras de los años siguientes. Fogoso polemista, encabezaba el movimiento de recuperación cívica y moral de gran arraigo entre las masas.

5“Eduardo Renato Chibás y Rivas fue miembro del Directorio Estudiantil Universitario (DEU) de 1927, junto a Antonio Guiteras y otros. Inició la lucha contra la prórroga anticonstitucional de Machado en la presidencia. Luchador contra la tiranía machadista y contra la dictadura Mendieta-Caffery-Batista en la década del treinta. Delegado a la Convención Constituyente de 1940. Representante y senador por el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) en la década del cuarenta. Se separó del PRC(A) y fundó en 1947, el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) que pocos meses antes de las elecciones de 1948 se había convertido en una poderosa fuerza política”. (Mario Mencía:La prisión fecunda, Editora Política, La Habana, 1980, p. 112, nota 8).

Dentro de ese partido de composición tan heterogénea existía “una izquierda” formada especialmente por universitarios, entre los que se encontraban Fidel y la mayor parte de la dirección del grupo de jóvenes que en 1953 asaltarían el Cuartel Moncada. Se trataba de individuos de ideas muy avanzadas, inspiradas en el marxismo,6pero que también estaban muy enraizadas en las tradiciones nacionales, en particular en el pensamiento de Martí.

6 “... el pequeño grupo que trabajó en la organización del Movimiento, era gente de ideas muy avanzadas. Nosotros teníamos cursos de marxismo —afirma Fidel—. Y el grupo de dirección, durante todo aquel período estudiamos marxismo. Y pudiéramos decir que los principales dirigentes de la organización eran marxistas ya”. Y más adelante agrega: “En el tiempo de la Universidad, mis contactos con las ideas marxistas fueron las que me hicieron adquirir a mí una conciencia revolucionaria. Ya a partir de ese momento toda la estrategia que yo elaboré políticamente estaba dentro de una concepción marxista”. (Fidel Castro: “La estrategia del Moncada”, en ob. cit., p. 8).