Fiebre en la cabaña, parte 6: La guarida de Freyja - Ane-Marie Kjeldberg - E-Book

Fiebre en la cabaña, parte 6: La guarida de Freyja E-Book

Ane-Marie Kjeldberg

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  • Herausgeber: LUST
  • Kategorie: Erotik
  • Serie: LUST
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2020
Beschreibung

Es 1969, y Bella es una mujer viuda que disfruta de un gran éxito en su vida profesional. Hace un tiempo conoció a Ian, un hombre amable y con intereses profesionales en común, el cual le ha propuesto matrimonio y ella ha aceptado. Aunque quiere a Ian, Bella se siente bastante insegura sobre la boda, ya que poco a poco se está dando cuenta que Ian no es quién creía que es. Bella decide pasar un tiempo a solas en el mar del Norte para reflexionar sobre su futuro matrimonio, pero en un giro inesperado de los acontecimientos, conoce a Bill Raven, un misterioso y callado carpintero que le hará replantearse su vida y sus deseos. -

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Seitenzahl: 42

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Ane-Marie Kjeldberg

Fiebre en la cabaña, parte 6: La guarida de Freyja

LUST

Fiebre en la cabaña, parte 6: La guarida de Freyja

 

Translated by Raquel Luque Benítez

Copyright © 2017 Ane-Marie Kjeldberg, 2020 LUST, Copenhagen.

All rights reserved ISBN 9788726693546

 

1st ebook edition, 2020. Format: Epub 2.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

Fiebre en la cabaña, parte 6: La guarida de Freyja

 

Finales de verano de 1969.

 

Bella repiqueteó el volante con los dedos. ¿Qué sentido tenía tener un Mercedes si de todos modos tenías que esperar a que se dispersara el tráfico, como con los Volkswagen?

Aborrecía esa ciudad. Siempre había muchísimo tráfico en la calle principal y ese día no era una excepción. El tráfico avanzaba a trompicones. A veces, el tráfico ni siquiera avanzaba un poco y ella no tenía tiempo para esto. Había acudido a una de sus últimas citas por trabajo, una reunión en Odense, y debía llegar a la cabaña lo antes posible. Necesitaba tiempo para pensar.

—¿Para qué vas a ir allí sola? —Le había preguntado su tía anciana cuando Bella le contó sus planes la última vez que hablaron. —¿No deberías estar con Ian y disfrutar de tu felicidad?

“Felicidad”, pensó Bella mientras el tráfico avanzaba unos pocos metros ante ella. Todo el mundo decía que era por la gracia de Dios que ella, una joven viuda, hubiese encontrado al fin otro hombre.

Había recibido una oleada de felicitaciones cuando le contaron a la gente que se habían prometido. ¡Todo el mundo se alegraba tanto! Ian estaba deseando casarse para que ella pudiese quedarse en casa y hacerla acogedora para los dos, tal y como dijo. Ella se mudaría a la finca de Ian y él le había dado rienda suelta para que la decorase como quisiera, junto con los establos. Eso formaba parte de las cosas en las que debía pensar: en quedarse en casa. Soltó un suspiro y bajó la ventana un poco más. El calor de agosto entre las cuestas de la ciudad era pesado y sofocante.

 

Se había casado con Joe poco después de terminar su formación como corresponsal y, tras la boda, se había convertido en ama de casa, que era lo que hacía la mayoría de las mujeres con un marido que tuviese el dinero suficiente para hacerse cargo de ellas. Mientras esperaba para tener hijos, empezó a interesarse por la cría de caballos. Al cabo de tres años, Joe murió en un accidente de esquí, lo que puso patas arriba la vida de Bella. No se convirtió en madre, pero, de repente, pasó a ser la única propietaria de una próspera fábrica de alfombras que todo el mundo le recomendó que vendiese. En lugar de eso, vendió la casa y los caballos, fue a la oficina de Joe cinco días después de su funeral y lo retomó donde él lo había dejado.

En los doce años en los que había sido directora, el negocio había pasado de próspero a boyante y a ella le había gustado estar ocupada. Se le daba bien su trabajo. Más adelante, tras la expansión de la compañía hacía unos años, conoció a Ian, que fabricaba caravanas para acampadas. Ambos querían comprar el mismo terreno industrial y, cuando se conocieron por casualidad en un restaurante, empezaron a discutir a gritos tan fuertes que el camarero tuvo que echarlos. Terminaron sentándose juntos en un puesto de perritos calientes mientras hablaban del crecimiento en la prosperidad, nuevos segmentos de clientes y estrategias comerciales. Habían continuado la conversación con un whisky en la habitación de hotel de Bella hasta que terminaron en la cama, donde hicieron de todo menos hablar.

Bella sonrío al pensar en cuando Ian le había propuesto matrimonio en primavera. Lo había hecho de forma inesperada mientras hablaban del efecto de la publicidad en una revista y ella empezó a reír y aceptó porque un matrimonio que había empezado así iba a ser más una continuación que un cambio. Aun así, empezaron a acumularse cambios a medida que la fecha de la boda se acercaba. Bella pensó que los matrimonios entre dos adultos independientes debían de ser así, mientras cambiaba de marcha y aceleraba, hasta que finalmente pudo salir del tráfico intenso tráfico. Tenía la mandíbula tensa e intentó imaginarse la paz y la tranquilidad de la cabaña, lo cual no ayudaba a su mandíbula. Sin embargo, cuando estuviese en el mar del Norte, este sí que le sería de ayuda, o eso era lo que intentaba decirse a sí misma.