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En la nomenclatura de porfiristas (Federico Gamboa), revolucionarios (Francisco 1. Madero) disidentes revolucionarios (Emiliano Zapata), contrarrevolucionarios (Félix Díaz), Nemesio García Naranjo (1833-1962), se adscribe, sin tapujos, a la primera y a la última. Porfirista, contrarrevolucionario. Sólo que la historia de la Revolución Mexicana exige la perspectiva de conjunto, total. El de la contrarrevolución sigue siendo una asignatura pendiente. Abogado, poeta, periodista militante, conferencista incendiario, García Naranjo vive tres exilios políticos. El que lleva a la familia, él niño, al pueblo de Encinal, Texas. El que, ya adulto, vive entre 1914 y 1920, principalmente en San Antonio, Texas, como consecuencia de su colaboración en el gabinete de Victoriano Huerta. El que, ya maduro, vive en diversos países, entre 1926 y 1934, expulsado por el todopoderoso Plutarco Elías Calles. Nutrida es su labor periodística pero, no menor la bibliográfica. En la que sobresale la publicación, entre 1952 y 1962, en diez tomos, de sus memorias. Fuente de primer rango para el conocimiento, desde dentro, del Viejo Régimen y del Nuevo Estado Revolucionario. De la vida y memorias de Nemesio García Naranjo trata el libro que el lector tiene en sus manos.
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Seitenzahl: 252
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Catalogación en la publicación UNAM. Dirección General de Bibliotecas y Servicios Digitales de InformaciónNombres: Curiel, Fernando, 1942- , autor.Título: Hijo de Lampazos: Nemesio García Naranjo en sus memorias / Fernando Curiel Defossé. Descripción: Primera edición digital. | México : Universidad Nacional Autónoma de México, Secretaría de Desarrollo Institucional, 2023. | Serie: Seminario de Investigación sobre Historia y Memoria Nacionales.Identificadores: LIBRUNAM 2225967 (libro electrónico) | ISBN 9786073084949 (libro electrónico) (epub).Temas: García Naranjo, Nemesio, 1883-1962. | Políticos -- México -- Biografía. | Exiliados -- México -- Biografía. | México -- Historia -- Siglo XX.Clasificación: LCC F1234.G37 (libro electrónico) | DDC 972.083—dc23
Este libro fue sometido a un proceso de dictaminación doble ciego por pares académicos externos a la Secretaría de Desarrollo Institucional. La edición y publicación de este libro fue financiada con recursos del Seminario de Investigación sobre Historia y Memoria Nacionales. AVISO LEGAL El libro Hijo de Lampazos: Nemesio García Naranjo en sus Memorias, fue publicado en su versión impresa en 2016, por la Secretaría de Desarrollo Institutional, el arreglo de portada estuvo a cargo de Enrique Sánchez Parra / S y G editores, el cuidado de la edición estuvo a cargo del doctor Fernando Curiel Defosse y de Arturo Sánchez y Gándara. Esta edición de un ejemplar (682 Kb) fue preparada por la Secretaría de Desarrollo Institucional de la UNAM, el diseño del epub estuvo a cargo de Hipertexto – Netizen Digital Solutions, el cuidado de la edición estuvo a cargo de Patricia Muñetón Pérez y Adriana Núñez Macías. Primera edición digital: 29 de diciembre de 2023. D.R. © 2023, Universidad Nacional Autónoma de México Ciudad Universitaria, Alcaldía de Coyoacán, C.P. 04510, Ciudad de México, México Secretaría de Desarrollo Institucional Ciudad Universitaria, 8o. Piso de la Torre de Rectoría, Alcaldía de Coyoacán, C.P. 04510, Ciudad de México, México ISBN versión electrónica (EPUB) de la obra: 978-607-30- 8494-9 Portada: Fotografía de Nemesio García Naranjo. Tomada de la página oficial de la Academia Mexicana de la Lengua: www.academia.org.mx Esta edición y sus características son propiedad de la Universidad Nacional Autónoma de México. Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales. Hecho en México / Made in Mexico
Contenido
Lampazos de Naranjo
Soltando amarras
Vida recordada a todo trapo
Llamaradas de ayer
Ficha
Causas de la repatriación
Primera parte Años de formación
El desierto
Encinal
Lampazos a finales del siglo XIX
Monterrey
Segunda parte La capital
Fausto arribo
Estudiante de Derecho
Las letras
La realidad
Campanazo
Interludio europeo
Tercera parte El otro yo
Breve comentario
El regreso
El César omnipotente
Antecedentes
Cuarta parte El político
Reeleccionista
El vate diputado
Fin de una época
Contra Madero
Con Huerta
Quinta parte El desterrado
¿Dónde empezar?
Una aclaración obligada
Revista Mexicana
Repatriación (pero con los días contados)
Contra Calles
1929-1934
La repatriación definitiva
México hasta morir
Damas, caballeros
Bibliografía consultada
Apéndice Antes del Titanic
Notas al pie
A Fernando Tola de Habichpor su hercúlea bibliografíarevolucionaria
Para Nonoy y Agustí
A Nemesio, el nieto
Fernando Curiel Defossé
La libertad de pensamiento, exento ya de toda traba de previa censura; el aumento de vitalidad y de energía propios de las épocas de transformaciones políticas, de discusión y de lucha; el vigor y el entusiasmo de una juventud ardiente y apasionada, que entraba a figurar en un mundo agitado por las nuevas ideas; el brillo y esplendor con que éstas se engalanaban, brindando a los cultivadores un risueño porvenir –todas estas causas reunidas produjeron en nuestra juventud una excitación febril hacia la gloria política, literaria, artística; hacia toda gloria, en fin, o más bien hacia toda fama y popularidad.
Ramón de Mesoneros Romanos
Pero los dinosaurios eran seguramente delicados cosechadores para su gran tamaño, de ahí sus dientes comparativamente delicados. Parece probable que sus estómagos estuvieran adaptados a ser “toneles” microbianos que ayudaran a la digestión / De esta forma la verdad cambia una y otra vez / la representación de la vida pasada es sólo tan veraz como la ciencia que está detrás de ella. En último término, todo se reduce a huesos.
Richard Fortey
La vida no es lo que uno vivió, sino lo que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla.
Gabriel García Márquez
Municipio de Nuevo León, ubicado en la parte costera del Golfo. Coordenadas: 27° 01’, de latitud Norte; 100° 31’ de longitud Oeste. Tierras bajas que se alzan, apenas, a 335 metros del nivel del mar. Su territorio actual alcanza los 4,020 kilómetros cuadrados.
En 1935, Nemesio García Naranjo todavía en su segundo destierro, se crea a costa de Lampazos, el Municipio de Anáhuac. De encontrarse en México, nuestro autor se hubiera puesto a la cabeza de una enardecida oposición.
¿Para dónde moverse? ¿Qué colindancias?
Al Norte, el ya mencionado Municipio de Anáhuac y el Estado de Coahuila; al Sur, Bustamante, Villaldama y Sabinas Hidalgo; al Oriente, otra vez Anáhuac, afrenta la verdad sea dicha, y Vallecillo; y, al Poniente, Juárez y, otra vez el Estado de Coahuila.
El niño y joven Nemesio, camino de la “gloria política, literaria”, y el hombre don Nemesio padre de prole numerosa, ya de regreso a México; llevan tatuado el paisaje natal. Los dominantes llanos, ondulados por algún lomerío; los cerros, Cabeza de Víbora y del Carrizal; las sierras de Lampazos y De la Iguana; la Mesa de Cartujanos, de difícil acceso salvo por un costado, y en cuya superficie los pueblos nativos imaginaban una especie de Shangri-La.
El Ojo de Agua, agua bautismal. En sus orillas crece el lampazo.
Lampazo: planta de brácteas –hojas– largas y espinosas y flores purpúreas.
Calorana la mayor parte del tiempo; frío extremo en invierno; del Norte, la dirección de los vientos.
Centro del dilatado Universo, para quien naciera, en circunstancias históricas –la Historia lo perseguirá cual perro de caza– el 8 de marzo de 1883.
An author ought to write for the youth of his own generation, the critics of the next, and the school masters of ever afterwards F. Scott Fitzgerald
F. Scott Fitzgerald
Como Historia de Larga Duración, la de la Victoria Liberal Mexicana y sus secuelas, discurriría de la Revolución de Ayutla a la primera elección de Porfirio Díaz: 1855-1877.
Comprendería, por ende: la derrota conservadora; la Constitución de 1857; la guerra intestina; la Intervención Francesa; la Guerra de Liberación Nacional; la Restauración de la República; las fallidas intentonas porfiristas; el Plan de Tuxtepec; la Elevación de Porfirio Díaz. Incluyendo, desde luego, las venturas y desventuras de Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y Ramón Iglesias.
¿Suele estudiarse, entre nosotros, de esta guisa, perspectiva omnicomprensiva y dialéctica? La respuesta es no; no de manera sistemática. Hasta donde alcanzó.
Con semejante óptica, la subsecuente Larga Duración Revolucionaria, primera parte, iría, a su vez, de la Convención Liberal de 1901, en la emblemática ciudad de San Luis Potosí, a la caída del presidente Francisco I. Madero; pasando por: la creación de la Vicepresidencia; el Plan y Programa del Partido Liberal; las grandes huelgas; el Reyismo que se exhibía incontenible; la calculada trampa Díaz-Creelman; el Antirreeleccionismo; el 20 de Noviembre; la presidencia provisional del doble cara Francisco León de la Barra; el maderismo hecho gobierno; el antimaderismo; las rebeliones de Pascual Orozco, Emiliano Zapata, Félix Díaz y Bernardo Reyes; la Decena Trágica; el intervencionismo de Henry Lane Wilson; y la contrarrevolución huertista.
El Constitucionalismo, a partir de 1914, inaugura otro ciclo. Segunda oleada revolucionaria que, enumero, comprendería: el Plan de Guadalupe y sus añadidos; los Pactos de Torreón; la Soberana Convención; la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos;1 el Carrancismo presidencial; el Plan de Agua Prieta; la presidencia de Obregón; la rebelión de los generales encabezada por Adolfo de la Huerta; los sacrificios de Zapata (1919) y Carranza (1920) y Villa (1923); la presidencia de Calles; el regreso cancelado a sangre y fuego de don Álvaro; la Guerra Cristera; la fundación del Partido Nacional Revolucionario (PNR); la fundación de Partido Acción Nacional (PAN); el Maximato o, según se le vea, Minimato; el cardenismo genuino. Mientras que la construcción del Nuevo Estado Revolucionario, el social por oposición al liberal porfiriano, trazaría una línea de continuidad que incluiría como personeros, a Carranza, a Obregón, a Calles y a Cárdenas. A partir de Manuel Ávila Camacho: pos-revolución. Otra etapa, otra época –a la que seguirá, a partir de 1968, la Des-instauración de la Revolución Mexicana.
Pues bien, esta perspectiva de conjunto, que en vez de fragmentar sumariza, del todo integradora, confiere su excepcional significado –rescate, valoración– a los diez tomos de las Memorias publicadas, en vida –salvo el último tomo–, por Nemesio García Naranjo. Con el añadido de la mirada transfronteriza, desterrada.
No justiciera, empobrecedora, resulta la negación de una ejecutoria como la suya. Ateneísta hasta que la reelección última de Porfirio Díaz lo llama a sus filas, leal al vice-presidente Ramón Corral, rabioso periodista reeleccionista, anti-maderista, miembro del famoso “Cuadrilátero”, sub-secretario y secretario de Instrucción Pública en el último gabinete de Victoriano Huerta, exilado, opuesto a Carranza en las páginas de Revista Mexicana –publicada en San Antonio, Texas–, opositor a Alvaro Obregón y su sucesor Plutarco Elías Calles, repatriado que conservó sin concesiones –en el periódico y en la tertulia– su línea contraria a la Revolución hecha Gobierno.
Sin el examen de la “reacción” –Francisco Bulnes, Toribio Esquivel Obregón, José Juan Tablada, Federico Gamboa, Salvador Díaz Mirón, entre otros–, la de la Revolución Mexicana es una historia parcial, a medias, falaz.
No obstante lo anterior, imperdonable omisión, aún está pendiente la reedición de las Memorias de García Naranjo. Al igual que la edición, si no facsimilar, sí temática, de Revista Mexicana (1915-1919), flor del periodismo político escrito tras la “raya” Norte. Pienso, a modo de ejemplo, en la crónica de sociales –nacimientos, fiestas familiares, banquetes, fallecimientos–, historia social cruda, de las familias a las que, primero las oleadas revolucionarias, después la lucha de facciones, arrojó a los Estados Unidos.
Sentenció, Samuel Johnson que no le interesaba conversar con un hombre que había escrito más libros de los que había leído. García Naranjo, sentencio yo, escribió, leyó y vivió al parejo. La suya es una de las conversaciones más inteligentes, chispeantes y maliciosas de la escena pública mexicana. Tierra, al presente, yerma, sin nutrientes.
Casa Jacaranda, Taxco Guerrero Mártir
25 de diciembre de 2015
Estratigrafía. Parte de la geología que se ocupa de la disposición de los estratos y de los fósiles que contienen, así como de las rocas depositadas.
Estrato. Masa mineral en forma de capa, de espesor aproximadamente uniforme, que constituye los terrenos sedimentarios.
Estratos anuales. Son los que reflejan la sedimentación ocurrida a lo largo de un año.
La primera edición de este libro apareció en 2003 –Ediciones a la Carta, Scripta–, bajo el título Hijo de Lampazos que reconocía, y celebraba el localismo de Nemesio García Naranjo. Aunque no tanto como para llevarse el Premio Alfonso Reyes –quedó en mención–, convocado por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Al enterarme, lamenté que no existiera una presea, quizá la José Alvarado, bajo el patrocinio de Lampazos de Naranjo, a hora y pico de Monterrey.
Además de mi predilección, a contracorriente, por los compatriotas villanos, apestados, “raros” y, a partir de los sesenta del pasado siglo, víctimas –desaparecidos, levantados, encobijados, recordados a medias– de una Guerra Sucia Cultural; y, por ende, urgida de su correspondiente Fiscalía Especial. Que, anticipo, desde luego esperamos de mayor consistencia que la de Gritos y Sombrerazos urdida, para la galería, por el Co-presidente Vicente Fox. Presidentes, recuérdese, él y su señora esposa.
Decía que además de mi interés por las figuras oficial u oficiosamente incómodas –vetadas a la Derecha y a la Izquierda–, el ensayo en cuestión pretendía sumarse en su modestia a las Nuevas Lecturas que, de la Revolución Mexicana –facciones derrotadas y contrarrevolución incluidas–, supuse, alimentarían el horno de su Centenario en 2010.
Vana aspiración.
Vana suposición.
Candoroso de mí.
Del lado académico y periodístico –la combativa prensa disidente posterior a la toma de Excélsior–, la pesquisa y la reflexión no inauguraron, en esencia, nuevas visiones y revisiones. Sobre todo en lo que se refiere a nombres olvidados; episodios sin hurgar a fondo; ideas; metodología; periodizaciones infrecuentes; estética revolucionaria: literatura, pintura, música, cinematografía, artes gráficas, vestimenta. Y, claro, las nupcias Viejo Régimen/Nuevo Estado Revolucionario; más allá, digamos, de lo anticipado por Daniel Cosío Villegas, Arnaldo Córdova y Charles H. Hale, principalmente.
Y, por supuesto, tampoco se hurgó a fondo la densa urdimbre Cultura/Sociedad: Positivismo, Modernismo, Sub y Secretaría de Instrucción Pública, Ateneo de la Juventud, Partido Científico, Universidad Nacional y su corona la Escuela Nacional de Altos Estudios –inaugurada previamente–, el Programa Cultural de las Fiestas del Centenario, la Antología del Centenario, la frustrada exaltación del poeta nicaragüense –pero Grande de Hispanoamérica–, Rubén Darío2; el pensamiento y retórica constitucionales, la cruzada educativa de José Vasconcelos rector y secretario, los Cursos de Verano, la Escuela para Extranjeros, Siete Sabios que resultaron cientos, Estridentismo, Contemporáneos.
Denso follaje con connotación cultural a secas y sociocultural en general.
Las excepciones, en Prensa y Academia, contáronse con los dedos de ambas manos, las ambidiestras incluidas.
Semejante fue el magro avance del lado documental –nada especialmente inédito sobre magonismo y orozquismo, por ejemplo–, hemerográfico –sepultados siguen folletos y octavillas–, archivístico –invisibles siguen los papeles de Díaz y su víctima propiciatoria, mi general Bernardo Reyes.
Por su parte, la malhadada conmemoración oficial del 20 de noviembre de 1910, a cien años de distancia –cincuenta con López Mateos, setenta y cinco con De la Madrid–, pecó, por igual, de hipócrita y manirrota ineptitud conceptual y ejecutiva. Historia lamentable la de los bandazos en punto a organización. La Estela de Luz, que se quiso marca urbana equivalente a la porfiriana Columna de la Independencia, mal levantada asimismo en Paseo de la Reforma, a la entrada del Bosque de Chapultepec para colmo, marcó, tanto una muestra de miseria estética como una cota de impune corrupción gubernamental. Pero no colmó el vaso. Asimismo se nos asestó un descomunal monigote –¿fabricado con papel maché?–, el Coloso, figura entre Stalin y “El Potrillo”, en un desfile “histórico” maquinado por la chabacanería y, término muy nuestro, el “chilazo”. Desfile más de Super Bowl o de una firma refresquera. Calderon’s Parade.
La presente edición, que respeta y exalta el sentimiento de Lampazos como centro del Universo de nuestro personaje, corrige y amplía la de 2003. Además incluye, a modo de apéndice, mi texto, “Antes de Titanic” –el insumergible porfiriato se va a pique en 1911, el trasatlántico un año después–; prólogo a la publicación, asimismo infecunda en términos de propiciar novísimas imágenes –fin de un régimen férreo, Reyismo, pasillos y sótanos del poder dictatorial–, de El crepúsculo pofirista, episodio estelar de la saga memoriosa de don Nemesio.3
Gran contribución hubiera sido la publicación de los diez tomos de las Memorias de García Naranjo en el marco de 2010, Bicentenario de la Independencia, Centenario de la revolución Mexicana. Más las páginas autobiográficas de Querido Moheno. Más las memorias de, ni más ni menos, Rodolfo Reyes, para sazonar, enriquecer y contrapuntear las abundantes del hermano Alfonso.4
Tomo, el V, apunto, que no sólo numéricamente divide en dos los caudales de un corpus que, en vano, lanza señales al lector compatriota del siglo XXI; sino que expresa un antes y un después en la vida –vivida y evocada a toda vela– del lampacense hijo pródigo. Su transfiguración súbita.5
Transfiguración súbita, de un vehemente pero en el fondo pacífico intelectual norteño, pez en el agua del campo cultural de 1909; mudado de la noche a la mañana, fervoroso reeleccionista, porfirista.6
Tan marca, El crepúsculo porfirista, un giro, que la lectura del cuerpo memorial de García Naranjo puede empezar –y no es publicidad–, con solvencia y firmeza, por el tomo que las promedia. Y, a partir de ahí, viajar hacia atrás y hacia adelante
Abundo.
Así como en la (casi) Fiesta Patria del Centenario del Nacimiento de Octavio Paz, lamenté la ausencia de un Programa en la vena de Poesía en Voz Alta –el formidable laboratorio escénico de los años cincuenta–, a modo de diáfano homenaje a la Generación de 1914; programa integrado por un recital con una selección de los Poemínimos de Efraín Huerta, la escenificación de Sinfonía pastoral de José Revueltas y un espectáculo psicodélico con pasajes de El mono gramático de don Octavio; deploré, cuatro años antes, en 2010, una oportunidad perdida.
Hablo de un “docudrama” sobre los últimos días de “Don Perfidio”; mundo que se viene encima, derrota seriada del Ejército Federal, constantes traiciones del “negociador” José Ives Limantour, dolor de muelas que enloquecía a Díaz, redacción de la renuncia, motín en la Calle de Cadena, maniobras para que el cambio de poder apareciera apegado a la ley, viaje amenazado a Veracruz, “iparangueo” Documento histórico dramatizado, basado justamente en El crepúsculo pofirista de Nemesio García Naranjo. En la línea de El hundimiento de Joachim Fest. Libro y película exitosísimos sobre los alucinantes días finales de Hitler, confinado en el “bunker” de Berlín.
Torno a los diez tomos en su conjunto. Como “estratígrafo” natural, don Nemesio, dotado de una memoria tan fijada como brillante, acompañada de un Motor de Búsqueda y una perspectiva apasionada, sí, pero razonablemente objetiva; da cuenta y razón, en lenguaje vívido, de una larga vida entremezclada con episodios literarios, culturales, políticos y transfronterizos, con el rango de Historia Nacional. Sólo que, en su caso, los estratos y sus sedimentaciones y vestigios se miden, no anualmente, sino por edades, épocas, circunstancias. La niñez tejana, el arribo a la capital, los estudios jurídicos, la campaña electoral de 1910 y el fin del Ancient Régime, etcétera, etcétera.
Nada más tónico que el agradecimiento. Lo patentizo a Bertha Alavés, de antiguo amiga y editora; al Comité Académico del Seminario de Investigación sobre Historia y Memoria Nacionales: Virginia Guedea, Guillermo Hurtado, Alicia Azuela, Lourdes Alvarado; y, espero que a la altura de su doctrina, a mis guías, llueve o truene, en los campos revolucionarios: Henrique González Casanova y Gastón García Cantú, ambos finados y olvidados, Eugenia Meyer, Álvaro Matute, Javier Garciadiego, Gloria Villegas y Josefina MacGregor.
Ciudad Universitaria 15/II/16
Explicar la historia por medio de los móviles humanos y explicar los móviles humanos mediante la historia, en esto consiste la psicohistoria.
Rudolph Binion
No; no tuve la fortuna de frecuentar su casa en una Avenida Coyoacán de la Ciudad de México, a la sazón apenas transitada, pero resonante de tranvías; especie urbana ya entonces en vías de extinción.
Únicamente, contrario a mi época, lo leía, devoto, lloviera o tronara; los jueves, en la revista Siempre!; a media mañana; de regreso de Ciudad Universitaria al estrecho Río Atoyac de la Colonia Cuauhtémoc. Calle donde compartía un departamento con un amigo bajacaliforniano, luego afamado actor.
Me cautivaba la manera personalísima, la constante fluidez, el gracejo, el bogar a contracorriente; fondo y forma de un editorialista adscrito –se decía– a otros tiempos. Los de la Reacción. Esto en un México In, Pop, Camp, Nouvelle Vague, Zonarosero, en demolición la Cortina de Nopal del Muralismo, cosmopolita, asombrado con la plástica de La Ruptura y el desparpajo juvenil de La Onda.
Recuerdo la fotografía que, cual segunda firma, acompañaba al texto: rostro redondo, perilla, gruesa armazón de los lentes. Y la boina gachupina.7
Corría, damas, caballeros, el año de 1962; el mismo de su fallecimiento, maduro ya el mes de diciembre.
Frisaba los ochenta años. Pero siempre alegre, vivaracho, ágil. Bizbirindo en suma.
Era, aquel, un México ideológicamente bien atado. Una izquierda facciosa, dogmática, mínima, perseguida por las fuerza del orden y por sí misma. Una derecha mística del voto.
En el centro, inamovibles, fraguados, unos cuantos artículos de fe.
Por ejemplo: no había más Ruta que la Nuestra.
Por ejemplo: un abismo, cortado a tajo, separaba el Porfiriato de la Revolución: Viejo –putrefacto– y Nuevo –límpido– Régimen.
Por ejemplo: la Revolución Mexicana fue una y armoniosa su genealogía: Madero, Carranza, Obregón, Calles, Cárdenas –y, claro, Ávila Camacho, Alemán, Ruiz Cortines, López Mateos.
Contexto
En 1960, se cumplió el medio centenario del 20 de noviembre de 1910. También cumpliánse dos años del régimen de Adolfo López Mateos. Movimientos en el suelo del sistema habían obligado a un compromiso retórico que, sin embargo, levantó ámpula entre los empresarios del país: régimen, el del toluqueño, “A la izquierda de la Constitución”. La sospecha de una radicalización oficial se alimentó con la creación, en 1959, de la Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuitos. Para redondear, ese mismo año, la guerrilla castrista había bajado de Sierra Maestra al mar habanero para consumar la revolución cubana.
La década anterior, Nemesio García Naranjo, había dado a las prensas, dos tipos de obras recibidas tan marginalmente como si aún viviera en el destierro.8 Dos tipos de obras, preciso, que se correspondían y se excluían con idéntica fuerza. Una inspirada exclusiva, excluyentemente, en su tribu. Otra, en su vida y en décadas decisivas de la historia moderna y contemporánea de México.
Hablo de En los nidos de antaño.9
Hablo de Memorias de García Naranjo.10
La correspondencia estriba en que la primera obra, asunto de familia, detona a todas luces la segunda: asunto público –local, regional, nacional, internacional. La exclusión, por su parte, en que mientras que la lectura de las memorias ilumina, exaspera, invita a la polémica, obliga a la apertura del enfoque histórico, la de los “nidos” incomoda, inhibe, deja un sabor a intromisión. Sensación de ese aparecer, sin invitación y, lo más grave, sin formar parte ni siquiera lejana de la comunidad García Naranjo-Elizondo, en bautizos, bodas, aniversarios, celebraciones mortuorias.
Esto postrero, independientemente de los datos, indicios y claves que el álbum doméstico arroja sobre las raíces, los entramados sentimentales, las motivaciones y el ser de nuestro –todo un– personaje.
De otro lado, la comparación entre las dos obras citadas no deja de causar asombro. En los nidos el hijo, el esposo, el hermano, el cuñado, el abuelo de verba y afectos tiernísimos, un punto menos que almibarados. En las memorias: el político apasionado, el orador incendiario, el contrarrevolucionario, el desterrado que escribe a matar.
Y lo cierto es que, de haberse constreñido el norteño al recuento del calendario privado –aunque hecho público– difícilmente, con todo y su labor de escritor sin tregua, podría aspirar al sitio que, a mi juicio, le corresponde, acéptelo o no el juicio histórico al uso, en el acontecer del pasado siglo XX mexicano.
El de uno de sus avezados, pertinaces e independientes informantes –y, no pocas ocasiones, protagonista. Lo antedicho en sucedidos, no por malditos para la óptica bienaventurada de la historia oficial al momento de la aparición de las memorias –visión, versión, que permearía las fiestas del cincuentenario de las Revolución Mexicana–, menos decisivos y por ende de obligada reconstrucción: el porfiriato, el antimaderismo, el huertismo, la oposición a Carranza y al obregocallismo, el periodismo ejercido atrás de la “Raya” fronteriza. Caso de su devota, tenaz, Revista Mexicana, publicada en medio de enormes carencias entre 1915 y 1919.
Sin proponérselo, don Nemesio, al ir más allá de su parentela, anticipa la que debió ser la Nueva Historiografía de la Revolución Mexicana en pleno centenario de su estallido, consumada, rato ha, su Des/Instauración. ¿Qué historia, soslayada en 2010 pero todavía en veremos?
° La que replantea los roles trillados, revitaliza la rica trama, problematiza los supuestos, reconoce diversos principios y finales.
° La que encuentra vasos comunicantes entre el Viejo y el Nuevo Régimen.
° La que consiga, no una sino varias revoluciones mexicanas; vencedoras unas, perdedoras otras.
° La que plantea un análisis más suspicaz del periodo huertista.
° La que da lo suyo a lo regional.
° La que reconoce, parejas o entrelazadas, junto a las motivaciones políticas –Sufragio Efectivo, No Reelección– y militares –Guerrilla Suriana, División del Norte, Ejército del Noreste, Decena Trágica–, la dimensión cultural.11
° La que no repite, sin mayor examen, que la Revolución Mexicana carecía, sin excepción, de ideas y de escritura.
Pero no sólo lo supradicho. Al desatar los hilos de la memoria, Nemesio García Naranjo, poeta, periodista, estudiante de historia, tribuno, biógrafo, elabora un tapiz tan firme como fluido, tan dramático como inteligente. El lector contempla:
° El desierto norteño.
° El Monterrey pujante permeado por la gestión de Bernardo Reyes.
° El porfiriato porfirista y porfiriano.12
° La Ciudad de México Belle Époque –Plateros, la Escuela Nacional de Jurisprudencia, el Museo Nacional, la Cámara de Diputados, Avenida Juárez, los Tívolis, los teatros...
° El París de antes de la Primera Guerra Mundial, ya centenaria.
° España todavía herida por la amputación cubana.
° Otros.
Uno vive de la mano de García Naranjo:
° La Bohemia Modernista de Jesús E. Valenzuela y pandilla.
° El Reyismo, el Antirreeelccionismo.
° Las Fiestas del Centenario de la Proclamación de Independencia.
° La predominancia –para usar un término actual– del Partido Científico, grupo tecnócrata empollado por el dictador.
° La ferocidad verbal del Cuadrilátero famoso integrado por García Naranjo, Querido Moheno, el modernista Francisco M. de Olaguíbel y el ateneísta José María Lozano.
° La conjura de todos –antimaderistas y maderistas, él mismo– contra la presidencia de Francisco I. Madero.
° Los entresijos de la presidencia de Victoriano Huerta.
° La invasión norteamericana de Veracruz.
° El transtierro mexicano –el de Federico Gamboa, Luis G. Urbina, Emilio Rabasa, Ricardo Gómez Robelo, Rubén Valenti, Alfonso Reyes, Jesús T. Acevedo, Martín Luis Guzmán, Toribio Esquivel, José Vasconcelos; contra-revolucionarios y revolucionarios es pena.
° Etcétera, etcétera.
Digo, y procedo a comprobarlo, que las memorias de García Naranjo, en diez descuidados tomos, son del todo comparable a las que Balbino Dávalos, Jesús E. Valenzuela, Genaro Fernández Mac-Gregor y Gonzalo N. Santos consuman en uno; José Juan Tablada y Enrique González Martínez en dos; Rodolfo Reyes en tres; José Vasconcelos en cuatro; Federico Gamboa –incluidos sus diarios en lo que tienen de memorial– y Jaime Torres Bodet en siete; y Alfonso Reyes en un titipuchal. Por citar casos señeros. Piezas todas de un rompecabezas que, entrado ya otro siglo, no conseguimos armar con todas sus partes si no los transitamos transversal y horizontalmente. Memoria coral mexicana.
¿Bajo qué talante recuenta la vida vivida a fondo Nemesio García Naranjo? ¿La pura y simple, pero impetuosa, nostalgia? –Lampazos su Combray. ¿La venganza por agravios reales e imaginarios? ¿La animadversión inocultable a Bernardo Reyes, Venustiano Carranza, a Alvaro Obregón, a Plutarco Elías Calles? ¿La auto justificación? ¿La siembra de pistas prefabricadas?
El 28 de junio de 1951, en el Teatro Florida, de Monterey, se me ocurrió pasar lista –aquella lista que se pasaba en 1897– a mis compañeros de clase en el Colegio Civil. Acuña Manuel, Amato José, Barocio Octavio, Berlanga Jesús, Buentello Francisco... Al llegar a la letra “D” no pude seguir, porque se me formó un nudo en la garganta al considerar que todos los enumerados habían muerto y de la misma manera se han ido de este mundo el 80 por ciento de mis compañeros de la “siempre erguida”, como llamó don Justo Sierra a la Escuela Nacional de Jurisprudencia. Igualmente han muerto el 99 por ciento de los diputados a la Legislatura XXV, que fue la última del régimen porfirista; y también se fueron para siempre –¡y desde hace 19 años!– mis camaradas del Cuadrilátero en la tumultuosa asamblea de 1912 y 1913.
Y concluye:
Giro la vista en mi derredor y sólo veo sombras; alguien me ha llamado “valor arqueológico”, y me ha divertido la calificación y hasta me ha llenado de orgullo, pues no cualesquiera puede tutear al Árbol de la Noche Triste o a las ruinas de Mitla. Dios ha querido que siga en pie, como uno de los vestigios del pasado, y no ha de faltar algún romántico que me mire como al último jirón de una bandera que se hizo pedazos, pero que sigue prendida al asta, esto es, pegado tercamente a la vida, porque en compensación de muchas fallas, ha sabido encontrar hasta en su vejez, muchos sortilegios y fascinaciones.13
Compendiemos.
Una vejez, la de García Naranjo, anidada en hogaño, hogareña, religiosa, patriarcal, sin transacciones políticas, llena, sí, de “sortilegios y fascinaciones.”
Precisamente aquí, en este paisaje personal y familiar, al sur de la Ciudad de México, brota –borbotea, estalla cual géiser– la memoria.
Regocijémonos de que, al abandonarse a ella, don Nemesio haya ido, en este terreno, más allá de sus, algún día, coateneístas: Pedro Henríquez Ureña, que empieza a todo trapo y pronto defecciona.
Alfonso Reyes, que se detiene en el recuento de su pandilla, su parentalia y sus enfermedades, las del cuerpo y las de la orfandad, machetazo de la política; y nos priva, en su formidable Historia documental de mis libros, del largo trecho 1924-1959.14
Martín Luis Guzmán, que se contenta –nos descontenta–, con un adelanto autobiográfico jamás retomado.
Julio Torri, que respeta hasta el final el voto de secrecía. Antonio Caso, que todo lo personal lo muda Información Confidencial.
Etcétera, etcétera.
Sólo Vasconcelos le hace compañía.
Regocijémonos, sí, de que García Naranjo abra del todo la compuerta, vacíe el rebosante depósito acumulado en días, meses, años, lustros patrios y extranjeros.
¿De qué manera? ¿Bajo qué procedimientos? Pido auxilio, entre otros posibles, a dos eminencias: Hyden White y Uberto Eco. Historiador uno, semiólogo y novelista best-seller el otro.
Hyden White ha sido merecedor de una fama que rebasa el ámbito tanto de la Historia: pesquisa del pasado; como de la Historiografía: reflexión sobre la escritura de la historia. Su libro central, Metahistoty, publicado en 1973 por la Johns Hopkins University Press, marcó un hito en la disciplina de la Historia en sus dos apuntadas vertientes. Equivalente, en cierto grado, a alguna de las “lecturas” que, modas al fin, imponía, temporada tras temporada, la entonces inagotable French Theory.15 El subtítulo del libro ya clásico, “La imaginación histórica de la Europa del siglo XIX”, acusa la elección de las cumbres de una centuria reputada la Centuria de la Historia. Historiadores y filósofos de la historia. Entre los primeros, ni más ni menos: Burkhardt, Ranke, Tocqueville; entre los segundos, ni menos ni más, Hegel y Marx. Aunque traducida veinte años después por Stella Mastrangelo, bajo el sello FCE, sus tesis corrieron de inmediato entre oteadores de la historiografía. Álvaro Matute a guisa de ejemplo.
El autor declara, su propósito: la “elaboración de una teoría formal de la obra histórica”. Entendida ésta como:
a) Una estructura verbal;
b) Una forma de discurso; y
c) Escrito en prosa narrativa.
Sólo que a esta estructura, visible, que combina datos y conceptos teóricos en una narrativa, corresponde otra estructura, ésta profunda, que es