Historia de la Palestina moderna (3ª ed.) - Ilan Pappe - E-Book

Historia de la Palestina moderna (3ª ed.) E-Book

Ilan Pappe

0,0

Beschreibung

Este magistral estudio, que ahora presentamos en una nueva edición revisada y actualizada, aborda la compleja historia de Palestina, una tierra habitada hoy por dos pueblos con identidades nacionales distintas. Partiendo del dominio otomano en el siglo XIX, y siguiendo con el Mandato británico tras la Primera Guerra Mundial, la fundación del Estado de Israel en 1948, y las subsiguientes guerras y conflictos, el profesor Pappé ofrece un panorama equilibrado y lúcido de la historia de este atribulado territorio y de sus gentes. «Ilan Pappé es un "nuevo historiador" y este libro lo corrobora: adopta un enfoque revisionista y desafía las viejas formas de abordar la historia de Palestina, lo que lo convierte en una lectura apasionante». Ahron Bregman, International Affairs «Junto con el fallecido Edward Said, Ilan Pappé es el narrador más elocuente de la historia palestina. Y también de los más eruditos... He aquí, por vez primera, un manual sobre Palestina que narra la historia real tal como sucedió». New Statesman

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 861

Veröffentlichungsjahr: 2024

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Akal / Historias

Ilan Pappé

Historia de la Palestina moderna

3.a edición

Traducción: Beatriz Mariño

Actualización de la 3.a edición: Ana Useros

Este magistral estudio, que ahora presentamos en una nueva edición revisada y actualizada, aborda la compleja historia de Palestina, una tierra habitada hoy por dos pueblos con identidades nacionales distintas. Partiendo del dominio otomano en el siglo XIX, y siguiendo con el Mandato británico tras la Primera Guerra Mundial, la fundación del Estado de Israel en 1948, y las subsiguientes guerras y conflictos, el profesor Pappé ofrece un panorama equilibrado y lúcido de la historia de este atribulado territorio y de sus gentes.

«Ilan Pappé es un “nuevo historiador” y este libro lo corrobora: adopta un enfoque revisionista y desafía las viejas formas de abordar la historia de Palestina, lo que lo convierte en una lectura apasionante». Ahron Bregman, International Affairs

«Junto con el fallecido Edward Said, Ilan Pappé es el narrador más elocuente de la historia palestina. Y también de los más eruditos... He aquí, por vez primera, un manual sobre Palestina que narra la historia real tal como sucedió». New Statesman

Ilan Pappé (Haifa, 1954) es profesor de historia en la Universidad de Exeter (Reino Unido), cuyo Centro Europeo de Estudios Palestinos dirige. Reputado analista político del conflicto palestino-israelí, en Ediciones Akal ha publicado La idea de Israel (2015), Los palestinos olvidados. Historia de los palestinos de Israel (2017) y Los diez mitos de Israel (2019).

Diseño de portada

RAG

Ilustración de cubierta

Daniel Speck

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota editorial:

Para la correcta visualización de este ebook se recomienda no cambiar la tipografía original.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

La presente traducción de Historia de la Palestina moderna (3.ª edición) se publica por acuerdo con Cambridge University Press.

Título original

A History of Modern Palestine (Third Edition)

© Ilan Pappé 2004, 2006, 2022

© Ediciones Akal, S. A., 2024

para lengua española

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

ISBN: 978-84-460-5499-3

A Ido y Yonatan, mis dos queridos hijos, para que vivan no solo en una Palestina moderna, sino en una Palestina en paz

Cronología

1699

Fin de la guerra austro-otomana; Paz de Carlowitz.

1703-1730

Sultanato de Ahmed III.

1710-1711

Guerra ruso-otomana.

1725-1730

Ismail Pashá, gobernador de Damasco.

1730-1754

Sultanato de Mahmud I.

1745

Primer Estado wahabita en la península Arábiga.

1746-1775

Dahir al-Umar gobierna Galilea.

1754-1757

Sultanato de Osmán III.

1757-1774

Sultanato de Mustafá III.

1767-1774

Nueva guerra ruso-otomana.

1770-1773

Alí Bey al-Kabir gobierna Egipto.

1771

Dahir al-Umar y Alí Bey ocupan Damasco.

1774-1789

Sultanato de Abdul Hamid I.

1774

Tratado de Kuchuk Kainarji entre Rusia y el Imperio otomano.

1775-1804

Ahmad al-Jazzar gobierna el vilayet de Sidón desde Acre.

1783

Rusia ocupa la península de Crimea.

1787-1792

Nueva guerra ruso-otomana.

1789-1807

Sultanato de Selim III.

1789

El ejército austriaco invade Bosnia y Serbia; el ruso, Moldavia y Valaquia.

1789-1840

Bashir II, emir de Monte Líbano.

1798

Napoleón invade Egipto.

1799

Napoleón llega a Palestina y Siria.

1800

El ejército francés abandona Egipto.

1801

Los wahabitas ocupan Kerbala.

1802

Los wahabitas toman La Meca y Medina.

1805-1848

Mohamed Alí gobierna Egipto.

1806-1812

Nueva guerra ruso-otomana.

1807-1808

Sultanato de Mustafá IV.

1808-1839

Sultanato de Mahmud II.

1818-1832

Abdullah Pashá gobierna los vilayet de Sidón y Acre.

1820

La «Sociedad londinense para la promoción de la cristiandad entre los judíos» comienza sus actividades en Palestina.

1820-1830

Guerra de independencia griega.

1824

Se inaugura en Palestina el primer hospital moderno.

1826

Masacre de Yeneceris en Estambul.

1828-1829

Nueva guerra ruso-otomana.

1830

Francia invade Argelia. Se inaugura el consulado británico de Jerusalén.

1831-1840

Siria y Palestina bajo el gobierno de Ibrahim Alí.

1834

Sublevación palestina contra el dominio egipcio. Se abre la primera imprenta árabe en Beirut.

1838-1858

Mustafá Rashid, gran visir.

1839

Gran Bretaña ocupa Adén. El hatiserif de Gulhana pone fin a la discriminación contra los no musulmanes en el Imperio otomano; comienza el periodo del Tanzimat.

1839-1861

Sultanato de Abdul Mecid I.

1840

El Tratado de Londres pone fin al dominio egipcio en Siria y Palestina.

1843

El Líbano es dividido en dos subdistritos: maronita y druso.

1850

Disturbios en Alepo contra el Tanzimat.

1853

Se inaugura en Jerusalén el Sahayun Anglican School.

1853-1856

Guerra de Crimea.

1856

El Tratado de París pone fin a la Guerra de Crimea.

1857

Ley agraria del Imperio otomano.

1858-1861

Guerra civil libanesa.

1858-1871

Alí Pashá, gran visir.

1860

Masacre de los cristianos en Siria y Líbano; desembarco de tropas francesas.

1861-1869

Fuad Pashá, gran visir.

1861

Ley orgánica del Líbano.

1861-1876

Sultanato de Abdul Aziz II.

1864

Nueva ley otomanana relativa a los vilayet.

1868

Se crea el Joven Movimiento Otomano; se funda en Haifa la primera colonia templaria alemana.

1869

Apertura del canal de Suez; muere Fuad Pashá.

1870

Fundación de la primera escuela agrícola judía en Palestina, la Mikveh Israel.

1871

El sanjak del Jerusalén se hace autónomo; los templarios fundan una colonia en Sharona, junto a Jafa.

1875

Bancarrota parcial del Imperio otomano; en Egipto se crea el periódico Al-Ahram; primeros barrios musulmanes y judíos en las afueras de la ciudad vieja de Jerusalén; en el mundo árabe aparecen las primeras asociaciones nacionales.

1876-1908

Sultanato de Abdul Hamid II.

1876

El Imperio otomano se dota de nueva Constitución y del primer parlamento.

1877-1878

Nueva guerra ruso-otomana.

1878

Se funda la colonia sionista de Petach Tikva. Disolución del parlamento otomano.

1879

Gran Bretaña ocupa Chipre; bancarrota total del Imperio otomano.

1880

Revuelta de Urabi Pashá en Egipto.

1881

Se funda una colonia americana en Jerusalén.

1882

Gran Bretaña ocupa Egipto; fundación de Rishon le Ziyon, Zichron Yaacov y Rosh Pina; Pinsker publica Autoemancipación.

1882-1903

Primera oleada de inmigración sionista (primera aliyá).

1885

Se fundan en Europa los primeros periódicos en hebreo (Ha-Shahar y Ha-Megid).

1892

Inauguración de la línea de ferrocarril entre Jafa y Jerusalén.

1893

Fundación de la convención de Hibat Ziyon en Katowice.

1896-1904

Herzl, precursor y líder del movimiento sionista.

1897

Primer Congreso Sionista en Basilea.

1898

Se inaugura en Jerusalén el St. George’s School; el emperador alemán Guillermo II visita Palestina.

1902

Herzl propone su plan sobre El-Arish.

1903

Plan de Herzl sobre Uganda; la primera asociación de mujeres palestinas se reúne en Palestina.

1903-1904

Segunda aliyá.

1905

Decisión final respecto a la línea divisoria entre Egipto y Palestina.

1908

Se designa a Sharif Hussein guardián de La Meca y Medina; se encuentra petróleo en Persia; los Jóvenes Turcos alcanzan el poder.

1909

Construcción de Tel Aviv.

1909-1920

Movimiento hashomer en Palestina.

1911

Se crea al-Fatah.

1911-1913

Guerras balcánicas.

1913

Enver Pashá, Talat Pashá y Jamal Pashá («el Trío») se hacen con el Imperio otomano.

1915-1916

Correspondencia entre Hussein y McMahon.

1916

Acuerdo Sykes-Picot entre Gran Bretaña y Francia; sublevación de Sharif Hussein en el Hedjaz contra los otomanos.

1917

Declaración Balfour; las tropas de Allenby ocupan la mayor parte de Palestina y entran en Jerusalén y Damasco.

1918-1920

Palestina bajo control militar británico.

1918

Se crea la Asociación Musulmano-Cristiana; primera Conferencia Nacional Palestina.

1919

La Comisión King-Crane visita Palestina; Siria cede a Palestina la Alta Galilea; se crea el movimiento Ahdut Ha-Avoda.

1920

Palestina se convierte en entidad mandataria; enfrentamientos entre judíos y palestinos en Jerusalén; Feisal, rey de la Gran Siria; Conferencia de San Remo; se crea la Universidad Hebrea de Jerusalén; se funda la Agencia Judía; Comisión Palin; fundación del Histadrut.

1921

Transjordania se separa de Palestina; enfrentamientos entre judíos y palestinos en Jafa.

1922

Gran Bretaña reconoce Transjordania como entidad política independiente y al emir Abdullah como gobernante; Amin al-Husseini es nombrado gran muftí; se crea el Supremo Consejo Musulmán; Egipto logra la independencia.

1923

El Tratado de Lausana establece las fronteras de Palestina. Se crea el movimiento sionista juvenil Beitar.

1926

Gran terremoto en Palestina.

1927

Se introduce la moneda palestina (la libra).

1928

Nombramiento del residente británico en Transjordania, que deberá asesorar al emir Abdullah en política exterior y defensa.

1929

Violentos enfrentamientos entre judíos y palestinos.

1930

Comisión Shaw y Libro Blanco de lord Passfield; se crea Ha-Poel; se funda el sindicato de los trabajadores árabes.

1931

Conferencia panislámica en Jerusalén.

1932

Informe de Louis French.

1933

Judíos de la derecha asesinan a Chaim Arlosaroff; Izz al-Din al-Qassam opera en Palestina hasta su muerte, en 1935.

1936

Se crea el Alto Comité Árabe; se funda el partido al-Difa’.

1936-1939

Sublevación árabe.

1937

Comisión Real de investigación encabezada por lord Peel; el gran muftí huye de Palestina.

1939

El Libro Blanco restringe la inmigración judía y la adquisición de tierras.

1946

Proclamación del emir Abdullah como rey de Jordania; se nombra un nuevo Alto Comité Árabe; atentado terrorista judío contra el hotel Rey David de Jerusalén.

1947

El gobierno británico decide someter la cuestión palestina al arbitrio de Naciones Unidas; la resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas propone la partición del territorio en un Estado judío y otro palestino.

1948

Proclamación del Estado de Israel; tropas árabes entran en Palestina y comienza el levantamiento de la población palestina; en Jericó, notables, partidarios de los hachemitas, se manifiestan a favor de la unión de Palestina y Transjordania bajo el gobierno hachemita; la resolución 194 impone a Israel la repatriación de los refugiados expulsados de Palestina y la internacionalización de Jerusalén; David Ben-Gurion se convierte en el primer ministro de Israel; se crea el Herat.

1949

Israel y los Estados árabes, con la excepción de Irak, firman el armisticio.

1950

Jordania se anexiona oficialmente Cisjordania; declaración tripartita de los EEUU, Gran Bretaña y Francia por la que reconocen como definitivas las fronteras de Oriente Próximo.

1954-1955

Moshe Sharett sustituye a David Ben-Gurion como primer ministro.

1954

Asunto Lavon (Ha-Parasha); un grupo de judíos destapan en Egipto el plan de espionaje y sabotaje gestado a las órdenes del ministro de Defensa israelí, Pinchas Lavon.

1956

Campaña de Suez; se funda el Partido Religioso Nacional, Mafdal.

1957

La doctrina Eisenhower desencadena una guerra fría entre Nasser y Occidente.

1958

Fuerzas británicas desembarcan en Jordania, marines americanos en el Líbano; fin del gobierno hachemita en Irak.

1959

Disturbios de Wadi Salib.

1963

Fin de la era Ben-Gurion; Levi Eshkol es elegido primer ministro.

1964

Primera cumbre árabe; creación de la OLP; Israel proscribe el movimiento al-Ard.

1965

Se crean al-Fatah y Gahal.

1967

Guerra de los Seis Días; Israel ocupa Cisjordania, la Franja de Gaza, la península del Sinaí y los Altos del Golán; 200.000 nuevos refugiados palestinos; el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adopta la resolución 242.

1968

Al-Fatah se hace con la OLP; campaña de Karameh; secuestro de un avión de El-Al, al que se obliga a aterrizar en Argelia; se fundan el Frente Popular para la Liberación de Palestina y el Frente Democrático Popular para la Liberación de Palestina.

1969

Golda Meir, primera ministra de Israel.

1969-1970

Intentos estadounidenses por resolver el conflicto.

1970

Guerra civil entre las fuerzas armadas jordanas y la OLP; masacre de las guerrillas palestinas en Jordania y, como resultado del acuerdo entre Arafat y el rey Hussein, subsiguiente expulsión al Líbano de numerosos palestinos; muere Nasser.

1972

Los asesores soviéticos abandonan Egipto; Hussein propone la creación de una federación jordano-palestina.

1973

Guerra de octubre entre fuerzas egipcias, sirias e israelíes; la intervención de las superpotencias pone fin al conflicto; durante la guerra, los países árabes productores de petróleo imponen el embargo a Occidente, a excepción de Gran Bretaña y Francia; resolución 338 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas confirmando la resolución 242, con una referencia adicional respecto a la necesidad de resolver el problema de los refugiados.

1974

Las Naciones Unidas incluyen a Palestina en su agenda e invitan a la OLP a participar en calidad de observador; la cumbre árabe de Rabat reconoce a la OLP como único representante legítimo del pueblo palestino; Jordania revoca el parlamento que representa ambas orillas del río Jordán; el informe de la Comisión Agranat conduce a la caída del gobierno de Golda Meir y a la elección de Rabin como nuevo primer ministro; la «diplomacia de ping-pong» de Kissinger en Oriente Próximo busca la firma de acuerdos bilaterales entre Israel y los Estados vecinos; se crea el Gush Emunim, el movimiento de asentamientos judíos en los territorios ocupados.

1975

Arafat se dirige a la Asamblea General de Naciones Unidas; en Líbano estalla la guerra civil; primer acuerdo entre Israel y Egipto relativo a la retirada; retirada parcial israelí en Palestina.

1976

El ejército sirio entra en el Líbano.

1977

El presidente de Egipto, Anuar el-Sadat, visita Jerusalén e inicia conversaciones bilaterales de paz con Israel; el Likud y Menachem Begin alcanzan el poder; en Israel se crea el movimiento Peace Now.

1978

Tratado de paz en la Casa Blanca entre Israel y Egipto; Israel responde con la operación Litani, por la que ocupa parte del sur del Líbano, al ataque de la OLP en la entrada norte de Tel Aviv.

1981-1984

Israel apuesta por el libre mercado y otras medidas de liberalización.

1981

Nuevo liderazgo en Cisjordania, aplastado por la Fuerza de Defensa Israelí.

1982

Devolución del resto del Sinaí a Egipto; Israel invade el Líbano durante la operación «Paz para Galilea».

1983

Fin de la era Begin; Yitzhak Shamir es elegido primer ministro.

1984

Rabbi Kahane elegido diputado de la Knesset; se crea el movimiento Shas.

1985

Israel se retira del Líbano, a excepción del sur; el acuerdo entre la OLP y Jordania autoriza a esta en caso de negociaciones a representar al pueblo palestino.

1987

Primera Intifada en los territorios ocupados.

1988

El rey Hussein declara que Jordania renuncia a la soberanía de Cisjordania; se funda Hamás; el Consejo Nacional Palestino publica en Túnez la Declaración de Independencia.

1989

La URSS comienza a desmoronarse; emigración masiva de judíos y no judíos procedentes de los países del bloque del Este a Israel.

1991

Guerra del Golfo; misiles Scud iraquíes alcanzan Haifa y Tel Aviv; los Estados Unidos convocan una conferencia internacional sobre Palestina que se celebra en España; Abu Iyad es asesinado por la Organización Abu Nidal.

1992

Conversaciones de paz tripartitas en Washington entre Israel, los representantes palestinos y Jordania; Rabin es designado primer ministro por segunda vez; expulsión de 400 activistas de Hamás de los territorios ocupados al Sur del Líbano.

1993

Se firma en la Casa Blanca la Declaración de Principios de Oslo.

1994

Israel y Jordania firman oficialmente un tratado de paz; Arafat llega a los territorios ocupados y se convierte en presidente de la Autoridad Palestina; un colono judío asesina a 29 palestinos en la mezquita Ibrahimiyya de Hebrón, lo que provoca el primer ataque palestino suicida con bomba; el ejército israelí se retira de Jericó y Gaza, y Arafat regresa a Palestina.

1995

Israel y la OLP firman el Acuerdo II de Oslo, acuerdo provisional relativo al control palestino de parte de Cisjordania y la Franja de Gaza; asesinato del primer ministro Rabin.

1996-1998

Benjamin Netanyahu es elegido primer ministro; asesinato de Yihya Ben Ayash, el líder de las brigadas Izz al-Din al-Qassam en Gaza; la operación «Uvas de la ira» termina con la masacre de Kafr Qana; elecciones al Consejo Legislativo palestino; el protocolo de Hebrón; fallido intento israelí de asesinato del líder de Hamás, Khalid al-Mashal; se firma el Memorandum del Wye River.

1999

Elecciones israelíes, Ehud Barak primer ministro.

2000

Israel se retira del sur del Líbano; Cumbre de Camp David; Ariel Sharon entra en Haram al-Sharif; estalla la Segunda Intifada.

2001

Ariel Sharon, primer ministro; ataque suicida de al-Qaeda el 11 de septiembre e invasión de Afganistán.

2003

Reelección de Sharon; Guerra de Irak; comienza la construcción del muro de separación entre Israel y Cisjordania.

2004

Muerte de Yasir Arafat.

2005

Mahmud Abas (Abu Mazen), presidente de la Autoridad Palestina; retirada unilateral israelí de la Franja de Gaza; Sharon abandona el Likud y funda Kadima («Adelante»); Netanyahu, líder del Likud; «Primeras lluvias», operación militar en la Franja.

2006

Sharon cae gravemente enfermo; Ehud Olmert, nuevo primer ministro; Hamás vence en las elecciones legislativas palestinas; el brazo militar de Hamás captura al cabo israelí Gilad Shalit.

2007

Fitna («guerra civil», en árabe) entre al-Fatah y Hamás, que se reparten, respectivamente, Cisjordania y la Franja de Gaza; Israel aplica un bloqueo duradero a esta última; Conferencia de Annapolis.

2008

Se recrudece el enfrentamiento entre Hamás e Israel; la Franja de Gaza padece recurrentes operaciones militares israelíes, una constante en los años sucesivos, en respuesta al lanzamiento de cohetes sobre Israel desde el territorio gazatí.

2009-2021

Segunda etapa de Netanyahu como primer ministro, quien formará sucesivos gobiernos de coalición liderados por el Likud tras las elecciones legislativas de 2009, 2013, 2015, 2019 (abril y septiembre) y 2020.

2011

Primavera Árabe; guerra civil siria; protestas sociales en Israel («Ha-mehaha Ha-hevratit»); retirada de las tropas extranjeras de Irak.

2012

Palestina, «Estado observador no miembro» de las Naciones Unidas; intentos de reconciliación entre las facciones palestinas.

2020-2021

Pandemia mundial de covid-19; los talibanes toman Kabul.

2022

Netanyahu, nuevamente primer ministro a la cabeza de un gobierno de coalición muy escorado a la derecha.

2023

El 7 de octubre el brazo armado de Hamás lanza la operación «Inundación de Al-Aqsa» en el sur de Israel, que arroja más de un millar de israelíes muertos y en torno a 240 secuestrados, y cifras similares entre los milicianos palestinos; la brutal respuesta militar israelí, la operación «Espadas de Hierro» en curso, se cobra la vida de decenas de miles de gazatíes; la amenaza de una nueva Nakba se cierne sobre los territorios palestinos.

Prólogo

La idea de escribir este libro surgió durante el curso que impartí en la Universidad de Haifa titulado «Historia del conflicto palestino». Muy atentos e interesados, los estudiantes palestinos y judíos venían reclamando reiteradamente una exposición de la historia de su país que no repitiese las conocidas versiones de las dos partes en conflicto, sino que respetase el punto de vista de la otra, incluyendo el de aquellos que no forman parte de la historia; y, sobre todo, una visión que aportase una perspectiva de futuro más esperanzadora. Empecé a escribir este libro en el ocaso de los Acuerdos de Oslo y me resultó difícil satisfacer esta última petición. Pero entonces me di cuenta de que algunos investigadores muy concienzudos ya nos habían ofrecido nuevas perspectivas sobre Palestina y que nunca habían sido expuestas conjuntamente. Lo que estos nuevos planteamientos compartían era el intento de presentar la historia de un pueblo y una tierra, y no meramente la de la alta política, las ideologías dogmáticas o los manidos relatos nacionales.

El hecho de que los estudiantes, palestinos y judíos, quisieran escuchar la historia de boca de un humanista, y no desde una perspectiva nacionalista, étnica o religiosa, constituye ya una señal esperanzadora de futuro. Esta es la perspectiva que dicta el tono del libro; se trata de un relato sobre aquellos que, en Palestina, sufrieron la brutalidad y fueron víctimas de la locura humana de sobra conocida en otras partes del mundo. Siendo como es fuente de muchos males y escasos remedios, el libro condena el poder abusivo de un pueblo contra otro pueblo en nombre de cualquier ideología. Estas ambiciones humanas han llevado las invasiones, ocupaciones, expulsiones, la discriminación y el racismo a Palestina. Los héroes de este libro son, pues, las víctimas de estas calamidades: mujeres, niños, campesinos, obreros, los habitantes de a pie de las ciudades, pacifistas y activistas en pro de los derechos humanos. Los «villanos» son, hasta cierto punto, los soberbios generales, los políticos codiciosos, los cínicos estadistas y los misóginos. Buena parte de las víctimas formaban, y forman, parte de la población indígena de Palestina, los palestinos; otros muchos pertenecen a la comunidad de los judíos recién llegados, que ahora alcanza ya la segunda generación de nativos.

Se nos advierte constantemente del peligro de acabar siendo esclavos de nuestra historia y nuestra memoria. Este libro se ha escrito bajo la perspectiva de que, para llevar a cabo este acto de liberación, en Israel y Palestina se precisa primero volver a escribir, y desde luego rescatar, una historia borrada y olvidada. La violenta exclusión simbólica y real de un pueblo de la narración hegemónica del pasado conduce a la violencia del presente. Los originales y pioneros trabajos de varios historiadores procedentes de las comunidades olvidadas y marginadas de Palestina constituyen el fundamento sobre el que he podido construir el presente proyecto y rediseñar el cuadro histórico de Palestina. El intento no se justifica por la mera curiosidad intelectual, sino que surge del deseo de difundir una historia más amplia de lo que ha ocurrido en un país que, para consternación de sus habitantes, y pese a no contar con una población superior a la de Londres o Nueva York y tener un territorio más pequeño que cualquiera de los Grandes Lagos norteamericanos, nunca deja de ocupar la primera página de la prensa internacional. El libro es, simultáneamente, una introducción dirigida a aquellos que se interesan por primera vez por este país –si es que todavía existe gente tan afortunada– y una sugerencia a modo de relato alternativo para los que creen, comprensiblemente, que han leído todo lo que había que leer respecto a la desgarrada y torturada tierra de Palestina.

Agradecimientos

Es mucha la gente que ha hecho este libro posible, y todos han necesitado sobre todo paciencia para tratar con alguien que creía, acertada o erróneamente, escribir desde las trincheras. Vivir en Palestina durante uno de sus momentos más dramáticos y escribir sobre su pasado ha sido beneficioso para el libro, pero no para aquellos que necesitaban el manuscrito a tiempo, precisaban contestaciones rápidas sobre cuestiones cruciales o los detalles habituales que convierten un manuscrito en un libro. Deseo expresar mi gratitud para con todos ellos: Marigold Acland, Karen Hildebrandt y Amanda Pinches.

La ayuda de correctores de idioma y de estilo es igualmente importante en el caso de alguien cuya lengua materna no es el inglés, sino que en realidad tiene un alemán latente, pero su lengua nativa es el hebreo, aunque sus conversaciones se desarrollan cada vez más en árabe. Mi especial agradecimiento para Mary Starkey, que hizo el grueso del trabajo, para Dick Bruggman, que, como siempre, le prestó su mirada atenta y constructiva, y para Donna Williams, que se encargó de la corrección del texto. Les agradezco a todos el excelente trabajo que han realizado.

Finalmente, como siempre, quiero dar las gracias a Revital y a los chicos por pagar el precio de mi amor por el país, mi antipatía por el Estado y mi devoción por mi trabajo.

Me gustaría agradecer a Rahel Hazanov Alexander que me mostrara su colección de cartas familiares, que incluía cartas de Yacov Hazanov desde junio de 1905 sobre estos temas y otros.

Introducción

Una nueva perspectiva de la Palestina y el Israel modernos

Desde el aula en la que imparto clases en la Universidad de Haifa, arriba, sobre el monte Carmelo, rara vez se puede disfrutar de una buena vista de la ciudad a los pies. En uno de esos raros días, cuando milagrosamente no hay ni contaminación ni polución, puedo ver los barrios judío y palestino de Haifa. La ciudad se extiende desde la costa hasta el monte Carmelo. Los palestinos viven más abajo, en las áreas adyacentes al puerto, aunque en los últimos años han ido ascendiendo hacia la ladera del monte, a partes de la ciudad en las que vivían antes de 1948. En Haifa, el nivel de vida aumenta a medida que se asciende la ladera; la pobreza disminuye con la altitud.

El bienestar socioeconómico está estrechamente ligado a la filiación y a la topografía nacional y étnica. Así se forma una pirámide que encapsula la estratificación de la sociedad israelí y, lo que es más importante, la historia del país. Dada la organización geográfica del Estado, no es de sorprender que la Universidad se encuentre en el vértice de la montaña, singularizada por una torre de treinta pisos y dominando a los palestinos, a los judíos mizrajíes y a las clases menos afortunadas de la ciudad desde el punto de vista socioeconómico. Al igual que las demás instituciones de Israel, la comunidad de la Universidad de Haifa es predominantemente judía, europea y de clase media.

No obstante, la Universidad de Haifa tiene un amplio porcentaje de palestinos, el 20 por 100 para ser exactos, lo que supera con creces su cuota de población. En mi clase hay estudiantes palestinos y judíos y el curso trata de la historia del país. En este país mío, tan abrumado por la política, ambos grupos conciben la historia como un prisma más bajo el que contemplar la realidad presente y no tanto la pasada. En esos inesperados días claros suelo pedir a los estudiantes que relacionen la vista que hay desde la ventana con la historia. Los estudiantes palestinos describirán una ciudad palestina floreciente hasta que los judíos la vaciaron y destruyeron en 1948; los estudiantes judíos verán una ciudad floreciente donde antes reinaba el vacío y la destrucción. En cualquier otro lugar del país se repiten estos dos puntos de vista antagónicos; representan narraciones históricas, dos poderosas versiones de la historia aceptadas como verdaderas, ya viniesen del responsable de un grupo de niños en un jardín de infancia o del profesor universitario en una clase de historia. La extensión de la narración varía, pero no su secuencia ni sus héroes o sus villanos.

Una historia sucinta de Israel y Palestina ha de tener en cuenta estos relatos, pero no puede aceptarlos como la «verdad histórica», aunque solo sea porque cada uno de ellos es la imagen reflejada en el espejo del otro. Si una de las versiones es la verdad histórica, la otra habrá de ser falsa. Si ambas son ciertas, entonces es que no existe la verdad histórica sino versiones ficticias del pasado. Se necesita algo más: una narración alternativa que reconozca las similitudes, critique las falsificaciones flagrantes y difunda la historia de la región en aquellas áreas a las que no han llegado las dos versiones nacionales.

Tender un puente entre dos narraciones contradictorias es de por sí bastante difícil, pero este libro incluye además un capítulo de historia «moderna»; por cierto, las dos narraciones se ajustan en líneas generales a una misma definición respecto a lo que consideran «moderno». Abordar el concepto de modernidad con sentido crítico es, por lo tanto, una vía posible para deconstruir ambas narraciones sin discriminar a ninguna de ellas. Hay así, pues, dos obstáculos que salvar antes de emprender nuestro viaje al pasado. El primero consiste en hacer frente, e incluso combatir, a dos versiones muy distintas del pasado del país firmemente asentadas en la mente de la mayor parte de sus habitantes. Son dos historiografías nacionales opuestas de Israel y Palestina, que lógicamente se expondrían mejor en dos libros de texto independientes. Aquí aparecen conjuntamente, y unas veces se las rechaza por sus pretensiones y se las critica por su etnocentrismo y elitismo, mientras en otras ocasiones se respeta su lado épico al tiempo que se ridiculiza su falta de sentido.

El segundo obstáculo consiste en desafiar el principal paradigma de la historia que ratifican los historiógrafos nacionalistas. Se fundamenta en la teoría de la modernización, que conforma una historia con un comienzo claro, un presente inequívoco y un futuro razonablemente predecible. Los partidarios de la modernización, ya aboguen por el punto de vista palestino o el israelí, pueden indicar con precisión el punto de partida de la historia del Israel y la Palestina modernos: siempre es el primer contacto con Europa. Cuestionar este paradigma puede contribuir a crear puntos de partida alternativos para nuestra historia.

Ni el término «moderno» implica ya una «realidad» ni el concepto de «modernización» se interpreta universalmente del mismo modo. Así pues, el debate sobre la cuestión de los inicios, sobre dónde y cuándo deberá comenzarse el viaje al pasado «moderno» de Palestina e Israel, no es una mera discusión de periodización. Todo intento de establecerlos suscita problemas complejos e interrelacionados que van desde la definición de modernidad hasta el papel de la ideología nacional en la historia. Esta introducción no es el lugar adecuado para un análisis minucioso de estos problemas, pero son demasiado importantes para ignorarlos. En las reconstrucciones historiográficas, juega un papel determinante la definición que manejan los historiadores de los términos «modernidad», «progreso» y «nacionalismo», especialmente cuando se trata de la historia de Asia y África.

Mientras los recientes debates teóricos sobre un tema tan intrincado como el de la historia de Palestina e Israel deberán tener en cuenta en la introducción los conceptos de modernidad y nacionalismo, aquí he optado por darles un tratamiento indirecto. Se trata de presentar un resumen sobre la manera en que suelen comenzar las historias modernas de Israel y Palestina. Mi propósito no consiste en demostrar si el estudio teórico es «erróneo» o «correcto», sino indicar que muestra tan solo una parte de la realidad histórica, aunque una parte significativa. Pese a que, debido al lugar destacado que ocupa en los medios de comunicación internacionales, abundan los libros sobre la región, el predominio de la teoría de la modernización en los estudios sobre Oriente Próximo hace que las narraciones sean similares. Esta introducción intenta explicar cómo, pese a los esfuerzos realizados desde el mundo académico y desde la calle, todavía hay espacio para una interpretación de la historia moderna de la región que difiera de la versión habitual.

LA APARICIÓN DE LA PALESTINA MODERNA. LA VERSIÓN HABITUAL

Según la narración habitual, la historia moderna de Palestina comienza con la incursión de las tropas napoleónicas en Palestina y Siria a finales del siglo XVIII, si bien su estancia fue en exceso corta como para poder considerarla una «influencia». El papel modernizador le correspondió al gobernante egipcio Mohamed Alí, que ejerció su control sobre Palestina entre 1831 y 1840. Mohamed Alí, general al servicio del sultán otomano, fue escalando posiciones gracias a intrigas y coaliciones hasta llegar a gobernar Egipto, a comienzos del siglo XIX. Su ambición iba más allá del Nilo, albergando quizás incluso la intención de derrocar al sultán. Dentro de esta estrategia por ampliar su poder, se anexionó Palestina y Siria.

Ibrahim Pashá, hijo de Mohamed Alí, se convirtió en el gran modernizador de Palestina. Gobernando los territorios en nombre de su padre, introdujo reformas agrícolas, centralizó el sistema tributario, construyó carreteras más seguras y dotó al país de un sistema constitucional que otorgaba una representación equitativa a la elite local; por primera vez en la historia del Imperio otomano, los nuevos órganos representativos incluían a cristianos y judíos[1].

Se restauró el viejo sistema cuando los reformadores otomanos de Palestina derrotaron y sustituyeron a Ibrahim con ayuda de los Estados europeos. Los europeos devolvieron a Palestina el statu quo ante, pero permitieron que la modernización continuase a toda marcha. La modernización empezó, conforme a la mayor parte de los modelos que defienden los partidarios de la teoría de la modernización, de la mano de la tecnología y la economía. También se llevaron a cabo otras reformas estructurales, primero en la capital, Estambul, después en las principales provincias y, finalmente, en las áreas marginales. Los reformadores otomanos, activos desde la década de 1830 hasta por lo menos 1876, crearon nuevas realidades sociales y políticas en Palestina. Las reformas, conocidas como el Tanzimat, fueron fundamentalmente un esfuerzo de centralización y reorganización destinado a mantener unido un imperio que amenazaba con desintegrarse bajo la presión de los ambiciosos gobernantes locales, los movimientos nacionales en estado embrionario y la codicia del imperialismo europeo. En Palestina, las reformas empezaron a aplicarse en la década de 1840. Los agentes del cambio fueron los gobernantes reformistas de Beirut y Damasco, las dos capitales regionales, que se repartían el poder. Otros agentes de la modernización fueron los cónsules europeos, que se habían establecido allí desde la década de 1830, y los mercaderes y banqueros del Viejo Continente que habían comenzado a llegar tras la Guerra de Crimea (1853-1856). Desde el punto de vista de la modernización, la Guerra de Crimea hizo las veces de un catalizador, facilitando y acelerando el proceso de cambio. Con el Tanzimat empezó el declive del poderío otomano en Palestina y creció el interés europeo por la región. El resultado fue la integración económica con Europa y una mayor injerencia de los cónsules europeos en los asuntos locales y en la política central.

Desde el punto de vista de los teóricos de la modernización, la consecuencia más importante de la integración con Europa fue el surgimiento de una sociedad nacional y secular en Palestina. Solo fue posible tras producirse un cambio fundamental en la relación entre la mayoría musulmana y la minoría cristiana. Los sultanes prometieron mejorar el estatus de sus súbditos cristianos como resultado de la presión europea, exacerbada por la dependencia otomana de la ayuda británica y francesa durante la Guerra de Crimea y, posteriormente, debido a la continua amenaza rusa. Cumplieron su promesa hasta cierto punto al crear el fundamento para la secularización de la sociedad y, casualmente, una base común para el futuro nacionalismo árabe.

En el punto en el que surge el nacionalismo, la versión habitual está muy en línea con las teorías de la modernización, según las cuales el nacionalismo es el penúltimo estadio en el proceso de «modernización», y viene a continuación de la importación de tecnología occidental, del know-how militar y de la emulación de las estructuras administrativas y de las instituciones occidentales. Al parecer, este estadio únicamente se alcanza cuando una sociedad está lo bastante «madura» como para ser transformada con ayuda de la ideología y la filosofía político-moral occidental[2]. Un grupo muy particular de personas facilitaron la entrada de Palestina en esta fase de transformación: los misioneros norteamericanos que enseñaban en los colegios fundados en la segunda mitad del siglo XIX. Los futuros líderes del nacionalismo palestino entraron en contacto con el nacionalismo, la democracia y el liberalismo a través de estos colegios. Al principio, esta educación secular solo interesaba a los cristianos, pero, con la admisión de musulmanes, los colegios se convirtieron por excelencia en las escuelas privadas de la elite. Mientras los gobernantes egipcios, los reformadores otomanos y los cónsules, asesores y banqueros europeos transmitían el mensaje europeo a la elite local de Palestina y Siria, los guardianes del viejo orden decidieron reaccionar. Estas fuerzas «reaccionarias» impidieron la culminación del proceso. Al igual que en el resto de Oriente Próximo, Palestina se paralizó en lo que los especialistas de la modernización denominan el periodo «de transición», esto es: entre la tradición y la modernidad. De este modo, solo se modernizaron partes de la elite, mientras que la mayor parte del país siguió en su estadio «primitivo». Y así se habría quedado si no fuese por la llegada, en 1882, de nuevos agentes de la modernización, los primeros sionistas. El sionismo era un fenómeno europeo y, por lo tanto, desde el punto de vista de la teoría de la modernización, su influencia en Palestina fue parte de la occidentalización del país. El sionismo adquirió el poder y la motivación necesaria que previamente tenía el colonialismo. El Mandato británico que se estableció en Palestina tras la Primera Guerra Mundial consolidó la influencia europea y fue el último factor de la modernización, en esta narración de la Palestina anterior a 1948. La presencia y la política británicas, por un lado, y los planes y ambiciones sionistas, por el otro, hicieron que la comunidad palestina árabe se reagrupase bajo sus líderes tradicionales, encabezados por Amin al-Husseini, de modo que surgió un movimiento nacional palestino de nuevo cuño. De hecho, al llegar al momento crítico de 1918, la mayor parte de los libros de historia divergen y dividen la historia de la región en dos partes diferenciadas, la palestina y la sionista. Por lo que se refiere al periodo posterior a 1948, dudo que haya un puñado de libros que traten las dos historias nacionales conjuntamente, salvo en el contexto específico del conflicto árabe-israelí.

Por lo tanto, la versión tradicional presenta una historia lineal de la modernización de Palestina desde una era primitiva hasta la moderna. En la versión sionista, el sionismo forma parte del progreso, mientras en la versión palestina el nacionalismo palestino es el mensaje y fruto de la modernidad. Ambas ven el conflicto casi como inevitable, aunque temporal e innecesario, producto de estas dos consecuencias contradictorias de la modernización, y entienden que solo finalizará cuando el proceso de modernización se complete.

DECONSTRUIR LA APARICIÓN DE LA PALESTINA MODERNA

La teoría de la modernización presupone que en la historia se puede detectar un momento, en este caso 1799, en que las sociedades cesan de ser tradicionales y de vivir en el pasado. Bajo este punto de vista, Palestina dejó atrás el pasado gracias a la ayuda de Occidente. Gracias la varita mágica europea, descubrió la luz y el progreso. Al igual que en otros casos de occidentalización, lo que todavía está por determinar es si debemos interpretarlo como la historia de un éxito o de un fracaso.

Desde la perspectiva de la teoría de la modernización, los palestinos nativos, la sociedad subalterna, no son un sujeto válido de estudio si no fueron, o hasta que sean, modernizados. En cambio, las elites palestinas sí lograron occidentalizarse, por lo que esta versión de la historia de la modernización del país es más la historia de las elites que la de un «pueblo». La elite dejó testimonio escrito de su mundo, lo que contribuyó a que los historiadores reconstruyesen la historia de las elites como si fuese la historia de Palestina. Dicho en otras palabras, la historia convencional de Palestina e Israel se extrapola a partir del archivo político.

Sin embargo, las elites locales no son los héroes del drama de la modernización, su papel es secundario. El papel principal corresponde a los extranjeros que facilitaron la fusión entre Occidente y Palestina. A estos intermediarios externos se refiere la bibliografía de la modernización como «agentes». Como hemos visto, tras la breve invasión napoleónica de 1799, en Palestina intervinieron varios agentes de la modernización. A ojos de los historiadores convencionales, tenían algo en común: lograron transformar Palestina hasta hacerla irreconocible. Por lo tanto, en su opinión, la historia de la Palestina moderna es simultáneamente eurocéntrica y muy espectacular.

En el presente estadio, lo natural sería asumir que la historiografía israelí suscribirá la versión de los teóricos de la modernización mientras la historiografía palestina la cuestionará. La versión israelí del pasado –y antes la sionista– adopta y se hace eco de lo que denomino la «versión habitual». La imagen que Israel tiene de sí mismo como una entidad occidental en medio de una jungla árabe y su percepción de los palestinos como «los otros» alimentan esta visión. Sin embargo, la presente situación no es tan simple.

A primera vista, la versión nacionalista palestina podría interpretarse como una alternativa a la perspectiva eurocéntrica o colonialista. Sin embargo, bien al contrario, la aparición del nacionalismo en Palestina es parte integral de la historia de la occidentalización. Un efecto colateral de la modernización es el despertar al nacionalismo de las sociedades locales tradicionales. En la historia de la modernización se da por sentado que una sociedad se nacionalizará bajo la influencia modernizadora de Occidente, solo para rebelarse contra la fuerza modernizadora en nombre de ideales occidentales como el derecho a la independencia y a la libertad.

Por lo tanto, podemos decir que la mano oculta de la versión nacional ha escrito la historia de Palestina/Israel o, para ser más precisos, ha creado dos versiones contradictorias que, de forma bastante conveniente, caen en el paradigma de la teoría de la modernización. Afortunadamente para los israelíes, debido a su estrecha identificación con Occidente, hasta hace poco se respetaba más su historiografía nacional considerándola fruto de la investigación académica y más fiel a la «verdad» que a la ideología. Los investigadores palestinos fueron menos afortunados. Sin un Estado propio, carecían de la infraestructura académica adecuada y, pese a que sus trabajos se adherían a las mismas normas de la investigación que los de Occidente, por lo general se los tildó de meros propagandistas. Esta evaluación académica se ha invertido recientemente; una oscilación del péndulo que se debe tanto a la política como a la transformación que se está produciendo en el ámbito de las humanidades. Con todo, los estudios históricos sobre la región han optado hasta hace muy poco por una perspectiva pro israelí o pro palestina. Los historiadores seguramente han querido ser neutrales y objetivos, pero pertenecen, o se identifican mucho, con una de las partes del conflicto.

La historiografía nacional de ambos lados ha asumido que la historia del país es sinónimo de la historia del nacionalismo. El nacionalismo, como concepto, se concibe como consustancial a la vida de cada individuo de un determinado país; en realidad, es la historia de unos pocos hombres ricos, no la de la mayoría de la población, ni la de las mujeres, ni la de los pobres. En este sentido, ha supuesto mucho más que meramente tomar partido. La historia del movimiento nacional palestino o del sionismo ha sido equivalente a la historia del territorio de Palestina e Israel. Los historiógrafos nacionalistas no diferencian entre país y nación; son una misma cosa y constituyen una misma esencia a partir del mismo momento histórico. La nación, como la patria, se representa como una entidad esencialista. A los historiadores nacionalistas no les interesan las fechas de nacimiento sino de los descubrimientos. La cuestión no es cuándo nace una nación sino más bien cuándo renace. Como señaló certeramente Homi Bhabha: «Los orígenes de las naciones, como su historia, se pierden en el mito del tiempo y su horizonte solamente se alcanza con los ojos de la mente»[3]. De este modo, los orígenes de las naciones y sus territorios solo pueden localizarse en un pasado distante o antiguo: una conveniencia nacionalista que apunta y ridiculiza Benedict Anderson[4].

ESCRIBIR LA HISTORIA DE UN TERRITORIO, DOS PUEBLOS

En el caso de Palestina e Israel, la historia del conflicto intranacional, que se ha convertido en la esencia de la historia de la región, en la historia de ambos, está aún más imbricada ¿Sería posible reconstruir esta historia de modo diferente? En este libro intento plantear un nuevo enfoque. Espero hacerlo sin infravalorar la importancia de Occidente, de las elites políticas, el nacionalismo y el conflicto intranacional, o sin ignorar la importancia de algunos de los principales cambios que reseñan los teóricos de la modernización. Estos procesos de desarrollo incluyen la industrialización, la urbanización, el progreso en materia de higiene, la secularización, la centralización y la politización de lo que denomino las sociedades «no occidentales» que establecieron contacto con Occidente[5].

Se incluyen todos estos factores, pero se los contempla con mayor escepticismo que en el pasado. De modo que este nuevo enfoque no cuestiona la verdadera existencia de los procesos antes mencionados, pero rechaza la lógica por la que los teóricos de la modernización establecen conexiones entre ellos. Una visión alternativa al modelo estructural y teleológico de cambio y desarrollo que supuso el contacto con Occidente encuentra un proceso de transformación fragmentado y con fracturas en el que las sociedades locales se mueven con el mismo fervor hacia «atrás» (hacia el pasado) que hacia «delante» (hacia Europa) a lo largo de la línea trazada por la teoría de la modernización. El contacto con un «otro» poderoso es un factor tanto positivo como negativo. Desestabiliza y polariza a la sociedad local antes de que el nacionalismo intente cimentarla. La sociedad se transforma y el impacto externo produce casos de continuidad y reforma modulares y caleidoscópicos que la teoría no prevé y que no encajan en ningún ejemplo histórico europeo.

El enfoque que propongo debe mucho a la lección aprendida tras el estudio de algunos casos asiáticos y africanos de las décadas de 1960 y 1970. Así, tanto inductiva como deductivamente, la visión a priori del pasado reciente de Palestina será necesariamente más postestructuralista que antes. Pero, antes de desalentar al lector con la perspectiva de una jerga posmoderna, desearía añadir que no es esta la razón por la que me he vuelto más crítico respecto a la modernización y al nacionalismo. Me interesaba más comprobar cómo un nuevo enfoque introduce en la escena histórica a actores que en la teoría de la modernización estaban ausentes o eran totalmente marginales. Bajo este prisma, el libro sostiene que la historia de estos actores no es menos relevante para la historia del lugar que la historia del nacionalismo, del conflicto, de las elites o de la occidentalización.

En esta historia «des-modernizada», uno de los actores principales es la sociedad subalterna, esto es, los grupos que viven como norma al margen de la esfera política y del poder, y que están dispuestos a confiar algunos aspectos de su vida, no todos, al Estado y a las elites. La narración es clara: comienza con una sociedad palestina tan lejos como quepa imaginar de la política del último periodo otomano y finaliza con su situación en los comienzos del siglo XXI. En el ínterin, Palestina es invadida, seducida y moldeada por las elites, la política, la ideología, el nacionalismo, el colonialismo y el sionismo. A su debido tiempo, aparecen nuevos factores, como los medios de comunicación y la educación a cargo del Estado, que complican la interacción aún más.

Los libros que suscriben la teoría de la modernización suelen referirse brevemente a esta sociedad tildándola «de masas»: peones, sujetos pasivos que hay que juzgar según su obediencia a alguna política o decisión elitista. En este libro se les otorga una identidad y un modelo de comportamiento muy diferente. No son una masa de gente. Se agrupan conforme a pequeñas unidades sociales; por lo general, hogares. Sin embargo, con el tiempo, prefieren definirse según etnias, géneros, ocupación, clase o cultura. Cambian a voluntad, aunque en algunos momentos se ven forzados al cambio y no siempre en beneficio suyo. Su mundo es una mezcla de necesidad material y consuelo espiritual. Muchos de ellos tienen un estrecho vínculo con la tierra en la que viven o en la que deciden establecerse. Se aferran a la tierra o a su propiedad no por un imperativo nacional de proteger a la madre patria, la entidad, sino por razones mucho más mundanas y al tiempo más humanas.

Entre los actores locales están los líderes al igual que los miembros ordinarios de la comunidad; son las mujeres y niños, agricultores, obreros, habitantes de las ciudades y agricultores de Palestina. Según sus orígenes religiosos y étnicos, se los define como armenios, drusos, circasianos o judíos mizrajíes y asquenazíes; y, según su concepción de la religión, como secularizados, ortodoxos o fundamentalistas. Al escribir sobre ellos, las definiciones requieren buscar un equilibrio entre lo que reivindican y lo que el autor entiende como su fuerza aglutinante. Alimentar a una familia, permanecer en la tierra de sus antepasados o emprender una nueva vida en tierra extraña puede presentarse como patriotismo o nacionalismo. Para la mayor parte de la gente es un acto existencialista y de supervivencia.

El segundo actor es el pasado revestido con el ropaje de la tradición y la religión. Desde el punto de vista de la historia moderna convencional, el pasado es un obstáculo para el progreso que Occidente llevó a Palestina. La pervivencia del pasado explica con claridad el motivo por el que parte de Palestina e Israel no han completado el proceso de modernización. La intrusión de este pasado negativo está muy presente en Palestina o entre los palestinos, menos en Israel. En Israel es un rasgo característico de la vida de los judíos procedentes de los países árabes, no de los occidentales. Es un factor con más peso entre las mujeres que entre los hombres, entre los campesinos que entre los propietarios de tierras, entre los obreros que entre los empresarios. Según el punto de vista convencional, la historia de la Palestina y el Israel modernos es la historia de la desaparición de este pasado entre los grupos desfavorecidos que esperan gozar de un futuro mejor. Pesimistas como el fallecido Elie Kedourie creían que para muchos este futuro sería inalcanzable; optimistas como el también fallecido Albert Hourani aseguraban que era solo una cuestión de tiempo. Pero toda una generación de historiadores de Palestina e Israel creyó que el pasado, representado por la tradición, la religión y las costumbres, tendría que desaparecer para dar paso a la emergencia de una Palestina y un Israel modernos y desarrollados.

En este trabajo me propongo reintroducir el pasado y mostrar que fue y sigue siendo un factor vital en las vidas de las gentes de Israel y Palestina. El pasado no es siempre regresivo, como el presente no es siempre progresivo. En Palestina, como en cualquier otro lugar de Oriente Próximo, el pasado contiene modelos de comportamiento igualitarios que se han perdido en el presente. De modo similar, el encuentro con Occidente no siempre mejoró el estatus de las mujeres o redujo invariablemente el poder del clan. El pasado ha demostrado capacidad de adaptación y flexibilidad manteniendo las relaciones básicas existentes en el seno de una sociedad tal como eran, pese a los grandes cambios políticos que llevaron aparejados el colonialismo, el sionismo y, después, el nacionalismo palestino.

Esta es la razón por la que en esta historia de Palestina e Israel no se describe la secularización como una consecuencia inevitable del encuentro con Occidente. La religión se presenta aquí como un factor elástico, se adapta bien a un mundo tecnológica e incluso políticamente cambiante. La tradición aparece no como el último obstáculo para la «modernización», sino como un mecanismo de defensa y adaptación para aquellos que se encontraron atrapados en el torbellino de una realidad cambiante. La religión y la tradición fueron –siguen siendo– fuerzas formidables cuya influencia alcanzó a la política, la sociedad y la cultura.

Cuando el pasado ocupa semejante lugar, también influye en lo que entendemos por cambio. En este libro, el cambio no se presenta como lineal y, desde luego, no es armonioso. A veces, el encuentro con Occidente reforzó los modelos tradicionales de comportamiento, en otros casos los quebró. Para algunos, el cambio fue rápido; para otros, moderado; para el resto, casi inexistente. Quizá deberíamos revisar términos como «cambio» y, sin duda, «continuidad». La crítica poscolonial y los estudios subalternos, que intentan encontrar vías alternativas para reconstruir el pasado de los colonizados y de los nativos, han sugerido ya la necesidad de una revisión. Detestan la descripción de «los peones del pasado» y no creen que la occidentalización sea inevitable o positiva. Buscan una nueva vía para describir a los actores locales de la historia de Asia o África como seres humanos que, cautelosa y dolorosamente, crearon un camino en un mundo que había sido suyo antes de que otros lo invadiesen.

En las historiografías nacionalistas el pasado suele tener visos románticos. El pasado que el nacionalismo intenta evocar es distante y magnífico, reinventado por los movimientos nacionales como la cuna o la aurora de su existencia para hacer valer su influencia en el presente. He intentado mantenerme al margen de esta clase de reconstrucción histórica, en primer lugar, utilizando para el área un nombre binacional; en segundo lugar, al no hacer referencia a un pasado incierto, espléndido. El pasado «antiguo», tan importante para los movimientos nacionales, me parece que es para la mayor parte de la gente irrelevante. Prefiero comenzar con el pasado reciente, relevante y «ordinariamente» humano, y no con la versión que han primado las historias palestinas e israelíes. La nación que se describe aquí tampoco es la que presentaría una crónica nacionalista, como algo eterno. Es una invención humana, relativamente reciente, cuyo objetivo era servir a intereses particulares y que benefició a algunos pero destruyó a otros. Por encima de todo, nunca fue, como pretendía y sigue pretendiendo ser, la esencia de la vida. La vida está determinada por factores físicos, como el clima, la langosta, la economía y la tradición, tanto como por el nacionalismo.

La mayor parte de las historias de Palestina e Israel son historias sobre el conflicto. Pero la vida en Palestina e Israel no está solo marcada por el conflicto. En este libro, al tratar a Israel y a Palestina como un único sujeto, he tenido que incluir un análisis del conflicto, pero al optar por una historia única, también rechazo la visión del conflicto como la esencia de la vida en el territorio de Palestina. Comprendo que hablar de «un territorio, dos pueblos» hará que más de uno se sorprenda, pero los lectores que estén familiarizados con la región estarán de acuerdo conmigo en que las gentes que viven aquí utilizan ambos nombres con la misma convicción y emoción. La historia que presento es la de una tierra que acabó dando lugar a Israel y a Palestina, y mi tarea es examinar las implicaciones que este territorio de dos nombres tiene sobre sus gentes.

Poner nombre al territorio era un acto político en la Palestina otomana de finales del siglo XIX. Antes, la denominación no suscitaba disputas y, como quiera que lo denominasen sus gobernantes, habitantes o visitantes, aparentemente dicha denominación se aceptaba como una opción entre las muchas utilizadas con fines religiosos o administrativos. El nombre del país no desempeñaba un papel importante en las vidas de sus habitantes[6]. Solo cobró importancia y significado con la llegada del sionismo y del colonialismo europeo, por un lado, y con la emergencia del nacionalismo palestino, por el otro. En vez de limitarse a describir un área, el nombre vino a traducir la reclamación que se tenía sobre ella. De este modo, desde finales del siglo XIX, diferentes grupos en distintas coyunturas históricas pusieron nombre al territorio cuando tenían el poder y la voluntad para hacerlo mediante un acto contundente destinado a crear una nueva realidad. Tal es el poder del nacionalismo. Al «binacionalizar» e incluso «desnacionalizar» la historia en este libro, espero librar a la historiografía de la firme garra del nacionalismo.

Por lo demás, los títulos y los nombres de lugares no son los únicos componentes de una historiografía nacionalista. Como autor arraigado en la región, soy plenamente consciente de la dificultad de reconstruir la historia al margen del propio sentido ético nacional y de los mitos nacionales. Al tiempo que uno desearía escribir una historia imparcial y neutral, perviven las propias simpatías y filias. El lector encontrará en este libro ejemplos y descripciones que coinciden con muchas de las aseveraciones de una de las versiones nacionales, la palestina, en menor medida con la israelí. Ello no se debe a que el autor sea palestino, no lo soy. Mi inclinación es evidente, pese al deseo de mis pares de que al reconstruir las realidades del pasado me ajuste a los hechos y a la «verdad». En mi opinión, tal intento sería vano y presuntuoso. El libro es obra de alguien que admite sentir compasión por el colonizado, no por el colonizador; que simpatiza con los que sufren bajo la ocupación, no con los ocupantes; y que se pone de parte de los obreros, no de sus patrones. Se solidariza con la angustia de las mujeres, y siente escasa admiración por los hombres que las dominan. No puede permanecer indiferente ante los malos tratos a los niños o renunciar a condenar a sus mayores. En una palabra, mi enfoque es subjetivo y a menudo, aunque no siempre, estoy de parte de los vencidos frente a los victoriosos. En la mayor parte de las coyunturas históricas, los palestinos estaban en la posición más débil, y el sionismo, y después los israelíes, en posición ventajosa. Este libro no es una historia nacional palestina, pero intenta mostrar cómo emplearon en la mayor parte de las situaciones los palestinos contra los palestinos, los israelíes contra los israelíes o, conjuntamente, los palestinos e israelíes contra otros palestinos e israelíes, la fuerza, la destrucción, la coerción, el abuso y otras herramientas del poder. Como ya se ha mencionado, se parte aquí de la idea de que la identidad nacional fue y es solo uno de los muchos factores que determinan la interrelación entre los pueblos y su territorio. Concibo la identidad nacional como reduccionista, ignorante ante factores como el estatus social, el género, la situación política y la distribución de los medios económicos y tecnológicos que han influido en la vida humana de Palestina e Israel. Así pues, el pasado aparece en esta historia también como un arma coercitiva empleada por los movimientos nacionales para manipular a la gente. Como tal, está en manos de unos pocos que quieren que sus acciones egoístas parezcan haber sido hechas en beneficio del reprimido[7].

Para resumir, sugiero que la historia de la Palestina/Israel modernos debería ser tanto una historia de la sociedad subalterna como de los grupos de la elite, de los que desean cambiar y de los que están satisfechos con su situación, y una historia de la dinámica externa e interna de cambio. Esta historia intenta conjugar el relato de los explotadores con el de los explotados, de los invasores con los invadidos, de los opresores con los oprimidos. El tema de estudio son las gentes de Palestina e Israel y su punto de partida desde modelos de vida conocidos; puntos de partida a los que se hace referencia colectivamente como el comienzo de la historia moderna de Palestina e Israel. Esto implica que no puedo elegir un punto de partida específico. De hecho, el segundo capítulo de este libro propone varios comienzos que representan cambios significativos en las vidas de la gente desencadenados por procesos formidables como la desintegración de los imperios, el nacionalismo, el colonialismo, el capitalismo. Más que eclipsarse entre sí, estos distintos comienzos iluminan las posibilidades que se abren a la investigación histórica, así como la arbitrariedad de la que puede hacer uso el historiador como intérprete de la historia de un país. Como cada uno de estos principios representa a un grupo de gente, el libro intenta ser fiel a sus crónicas manteniéndose al margen de una historia que se convierte en un caso para el estudio de la modernización o del nacionalismo.

No obstante, al acercarnos al periodo del Mandato británico y a la era posterior a 1948, encontramos que la política y el nacionalismo pueden convertirse en lo que no deberían ser, en la esencia de la vida. Esto es especialmente válido para el periodo 1948-1967. La política invadió la vida de todos los estratos sociales, persiguiendo a aquellos que deseaban ignorarla y atrayendo incluso a los poetas y novelistas, ahora reclutados por el nacionalismo, la ideología de moda.

A partir de 1948, el libro se centra en cómo reaccionaron los diferentes grupos que constituían la sociedad israelí y la palestina ante la alta política. Cada suceso iniciado o gestado por las elites, ya fuese una guerra o un acuerdo de paz, se describe y se analiza frente a la reivindicación que suele hacerse de él como un acontecimiento humano importante. Como veremos, las guerras no afectaban a todo el mundo ni su impacto era igual. Lo mismo cabría decir de los acuerdos de paz. Las políticas cruciales para las vidas de los habitantes del país eran a menudo las económicas y sociales. La marea ideológica solo fluye hacia el final, con la aparición por todo el país de «minisociedades» que desafían el nacionalismo en nombre de la etnicidad, el género y los derechos humanos, para ser cruelmente barridas de nuevo, a fines del año 2022, por la política y la ideología nacionalista.

[1] Antonious (1938), pp. 21-35.

[2] Patati (1957), pp. 173-200.

[3] Bhabha (ed.) (1990), p. 1.

[4] Anderson (1991), pp. 204-206.

[5] Levi (1966).

[6] Gerber (1998), pp. 563-572.

[7] Foucault (1972), en C. Gordon (ed.).