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I Ching, o Libro de los Cambios, es uno de los textos más antiguos y enigmáticos de la tradición china, una obra que durante más de tres mil años ha guiado a filósofos, gobernantes, artistas y buscadores espirituales. Nacido de antiguas prácticas adivinatorias y enriquecido a lo largo de distintos periodos históricos, el I Ching combina sabiduría simbólica, observación natural y reflexión moral en un sistema basado en 64 hexagramas: figuras compuestas de líneas continuas y quebradas que representan estados del mundo, procesos vitales y dinámicas de transformación. Lejos de ofrecer respuestas rígidas, el I Ching propone una visión del universo en constante cambio, donde cada situación contiene semillas de evolución. Sus comentarios clásicos —atribuídos a pensadores como el Rey Wen, el Duque de Zhou y Confucio— invitan a cultivar claridad interior, humildad en la acción y sensibilidad ante los ciclos del destino. Esta edición presenta el I Ching como una herramienta filosófica contemporánea: un puente entre la antigüedad y el presente, capaz de acompañar decisiones, inspirar creatividad y abrir una mirada profunda hacia la relación entre causa, efecto y transformación personal.
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Veröffentlichungsjahr: 2025
El Libro de los Cambios
Introducción ………………………………………………………………………. 3
Cómo utilizar el I Ching ………………………………………………………… 4
Método de las varillas de aquilea (milenrama) ……………………………. 6
Método de las monedas a cara y cruz ……………………………………… 8 Tirar el I Ching on-line
I-Ching: ¿qué texto usar? Por Enzo Fernando Costa ………………………….. 10
Los textos del I Ching (libro 1) versión de Richard WilhelmTraducción del alemán por MB ……………………………………………………… 14
Tabla de trigramas para ubicar los hexagramas …………………………. 14
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Introducción
El I CHING o Libro de los Cambios, constituye el más antiguo de los textos clásicos del pensamiento chino. Se discute la paternidad de la obra pues en ocasiones se le atribuye a Weng Wang, fundador de la dinastía Chou; otras v eces al mítico emperador celeste Fu Hi, y en algunas oportunidades a Confucio.
En todo caso su antigüedad puede situarse por lo menos entre los años 1.000 y 2.000 A. C.
Por una serie de manipulaciones -que detallamos más adelante- se llega a establecer dos trigramas resultantes de la combinación de líneas rectas y cortadas. Cada uno de ellos tiene su explicación en el Libro, hasta completar un total de 64 posibilidades diferentes.
Posteriormente diversas escuelas de comentaristas agregaron más y más glosas al texto original del I Ching. En esta oportunidad sólo se presentan los 64 hexagramas básicos con las explicaciones que de ellos hizo el alemán Richard Wilhelm en su presentación del I Ching a Occidente (Libro 1).
Para los chinos, el I Ching significa la fuente de consulta ante cualquier decisión de importancia. El libro -como reverentemente se le califica- puede indicar en cada momento la dirección correcta para el actuar. Quien le consulta premunido de respeto y atención a lo que el I Ching pueda indicarle encuentra en su texto una apreciación ponderada de su actual situación y recomendaciones para su conducta futura.
No se trata de un libro de adivinación, de una bola mágica que muestre el futuro, ni nada parecido. Simplemente que de acuerdo a la concepción china, adoptada por muchos occidentales, en los 64 hexagramas se resumen todas las posibilidades vitales. La manipulación de varillas o monedas -según el sistema, que se adopte- pone en contacto al individuo, un microcosmos específico, con el todo, el macrocosmos: el resultado, la palabra del I Ching se encuentra a través del hexagrama que se construye mediante las varillas o monedas.
El I Ching usa fundamentalmente las imágenes, algunas asociadas con la antigua mitología china, otras con la poesía, las instituciones sociales y religiosas, incluso con arquetipos o momentos históricos específicos.
El psicólogo C. Gustav Jung -quien prologó la traducción de Wilhem- se declaró uno de sus adeptos. Concretamente Jung calificó el I Ching tanto como una técnica de oráculos -auxilios para el futuro- como un método de exploración del inconsciente. Se recalca en el libro la preocupación por el cambio constante en el aspecto de los acontecimientos. En el mundo occidental considerable parte del esfuerzo humano se encamina a combatir
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o restringir la posibilidad de peligro que implica todo cambio. Para la mentalidad china, en cambio, cualquier momento que se tome como punto, de observación es en sí mismo resultante de toda una cadena causal que abarca hasta los detalles más mínimos del devenir anterior.
Al tirar las monedas o manejar las varillas se hacen presentes todas las posibilidades. Una parte, que para la mente occidental puede parecer insignificante, entra en contacto con el todo y adquiere por ese contacto las cualidades del momento. El hexagrama que se obtiene indica las cualidades dominantes al momento de su origen.
Para comprender el I Ching resulta fundamental el concepto que Jung llamó de "sincronicidad". Atañe a que la coincidencia de acontecimientos en el tiempo y en el espacio es más que una casualidad. Existiría una interdependencia de los acontecimientos objetivos entre sí y en relación con los estados subjetivos con la psiquis de él o los observadores.
Los 64 hexagramas (seis líneas) son otros tantos instrumentos para comprender el significado de otras tantas situaciones básicas. La verdad del hexagrama emana de las condiciones físicas del momento en que se obtuvo, en que se construyó línea por línea. De acuerdo a la tradición china se trata de "agentes espirituales" que de una manera misteriosa dan un sentido de respuesta a las manipulaciones, una verdadera alma del Libro. Aunque el occidental no entiende la esencia de tales conceptos, se encuentra con que la situación que describe “su” hexagrama corresponde a “su” momento vital. El “por qué” permanece sin respuesta.
El I Ching, no requiere interpretaciones particulares, ni artificios, ni conocimientos particulares para su consulta. Cualquiera que aplique su sentido común puede entender el sentido de las respuestas. Ello tiene especial aplicación en cuanto al sector oculto, al inconsciente del hombre.
El I Ching no encara fundamentalmente el problema de realizar o no determinadas acciones, sino el cómo, la manera correcta apropiada de realizarlas. Por otro lado, no ofrece pruebas ni resultados: simplemente se abre a quien desea consultarlo, sin poner más exigencias.
En China, el I Ching constituyó -y sigue vigente como antaño- parte esencial de la vida diaria. Con frecuencia se veía en las esquinas a un anciano que, libro y varillas en mano, estaba presto a leer el antiguo Libro para dar consejo e información al pasante. Sus símbolos sirven de adorno en las casas, lo mismo que sus sentencias.
EL USO DEL I CHING
Los símbolos del I Ching se obtienen por la combinación de trigramas -grupos de tres líneas- rectas y quebradas. De su mezcla se obtienen ocho trigramas te simbolizan otras tantas etapas de cambio, de movimiento.
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Cada una de ellas tiene una característica definida y un nombre particular, que los individualizan,
La clasificación siguiente los define básicamente:
RELACION
NOMBRE ATRIBUTO IMAGEN
FAMILIAR
Ch'ien Lo Creativo fuerza cielo padre
devoción,
K’ un Lo Receptivo tierra madre
docilidad
incita al
Chen Lo que despierta trueno primer hijo
movimiento
K'an el Abismo peligro agua segundo hijo
Ken Manteniéndose quieto reposo montaña tercer hijo
Sun viento, Lo suave, lo dócil penetraciónprimera hija madera
Li Lo Oscilante dar luz fuego segunda hija
Tui Lo Gozoso alegría lago tercera hija
Los hijos representan el movimiento en sus variados estados: comienzo del movimiento, peligro en movimiento, descanso y completación del movimiento. Las hijas representan a la devoción en sus varias etapas: penetración apacible, claridad y adaptabilidad, alegría tranquila.
De la combinación de dos de estas imágenes aparecen los hexagramas -seis líneas cada uno- hasta completar un total de 64. Las líneas positivas (rectas) se obtienen cuando resulta una suma impar (7 o 9) y las negativas (quebradas) cuando el resultado es par (6, 8) como a continuación se explica.
Cuando se trata de interpretar el oráculo, al momento de leer las líneas sólo interesan las que corresponden a los números 6 o 9; las demás no tienen significado independiente. En los demás casos no entrañan movimiento, y por lo tanto no deben ser tomadas en consideración.
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Las manipulaciones con varillas o monedas permiten que lo inconsciente del hombre se active a fin de traer a luz todos los factores, conocidos y ocultos de una situación. Siempre para consultar el oráculo hay que enfrentarlo con es-píritu tranquilo y claridad de mente, abiertos a recibir los influjos ocultos, sin prejuicios.
Subyace en todo el I Ching la idea del cambio, que a su vez implica permanencia. Originalmente existen todas las cosas, que se transmutan y modifican constantemente para retornar a sí mismas. Es el equilibrio fundamental del ying y el yang, la luz y la oscuridad, representadas por el círculo dividido.
PRIMER METODO: con varillas vegétales
Se usaban cincuenta varitas de madera especial (achilea). En Occidente, los más devotos consultores del I Ching las importan y guardan en cajas especiales. Informalmente se emplea en cualquier tipo de vara, especialmente 50 fósforos.
Se comienza por apartar una vara, que no entra en el movimiento. Quedan 49 que, quien consulte el I Ching debe dividir en dos lotes, al azar, dejando uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Se saca una vara del haz que se encuentra a mano derecha y se coloca entre el dedo meñique y el anular de la mano izquierda. Luego, del haz que está a la izquierda se van eliminando varas en grupos de a cuatro, hasta que queden en un haz cuatro o menos. Este sobrante se coloca entre el dedo anular y el medio de la mano izquierda.
Luego se realiza la misma operación con el haz de: la derecha, y cuando quedan cuatro o menos, estas varas se colocan entre el dedo medio y el índice de la misma mano izquierda.
La suma de varitas sujetas entre los dedos de la mano izquierda dará necesariamente 9 o 5. Enseguida debe desecharse la vara colocada entre el meñique y el anular; se obtiene así un número 8 o 4. El cuatro se considera como una unidad numérica completa y se le asigna y anota valor de 3. El ocho se considera como una doble unidad y se anotan 2. Por ende, si en la primera vez la suma de varillas dio 9, se anotará un dos; si 5, un 3. Las varillas colocadas en la mano se apartan.
Las restantes -que habían sido separadas en lotes de a cuatro- se juntan para nuevamente dividirlas en dos haces y repetir la operación completa. Vale decir: se saca una vara del haz de la derecha y se coloca entre el
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meñique y el anular; luego las varas de izquierda se eliminan en grupos de a cuatro, hasta que queden cuatro o menos que se colocan entre el anular y el medio y luego se hace lo mismo con las varas de la derecha. Al sumar las varillas que sujeta la mano el resultado debe ser 8 o 4. El 8 se anota como 2 y el 4 como 3. Esta vez se incluye la primera varilla que se sujeta entre el meñique y el anular.La operación se repite una vez más, y nuevamente el resultado será de 8 o 4, anotándose 2 o 3 para la persona que consulta.
Al sumar los tres valores obtiene la primera línea.
Si ella suma 9 (3 + 3 + 3) el resultado se denomina viejo yang; se transforma en una línea positiva y se le asigna el símbolo de 0 o 0. Para dibujar el hexagrama se van trazando líneas rectas o cortadas; en este caso, como la línea es positiva debe dibujarse una línea recta .
Si la suma da 6 (2 + 2 + 2) se denomina viejo yin, que se transforma en una línea negativa y se representa por el signo de X o X. Para formar el hexagrama se dibuja en este caso una línea quebrada.
Si la suma es 7 (2 + 3 + 2, o 3 + 2 + 2, o 2 + 2 + 3) se llama joven yang; se trata de una línea positiva que no se considera para su interpretación individual. Se le da como símbolo y en él hexagrama se dibuja
como línea recta.
Si la suma es 8 (3 + 3 + 2, o 3 + 2 + 3, o 2 + 3 + 3) se denomina joven yin; es una línea negativa que tampoco se considera para su lectura individual y que se designa por el símbolo . En el hexagrama toma la forma de
una línea quebrada.
Todo el procedimiento recién descrito se repite cinco veces más, hasta construir el hexagrama (seis líneas). La primera vez se dibuja la línea que va en base del hexagrama, y después las que van más arriba: Por ejemplo :
N°17/1,3,5 N° 62
Si en la sexta manipulación la suma de
varillas da ocho-, el hexagrama final será este Si la quinta vez resulta nueve
Si al tirar por cuarta vez las varillas se
obtiene digamos 7, se dibuja o línea recta
Al sumar por tercera vez las varillas, si se
vuelve a obtener por ejemplo 6 se completa el trigrama inferior:
Al completar el procedimiento por segunda
vez se obtuvo ocho, y es una línea cortada:
La primera vez que se sumaron las varillas se obtuvo 9 y se dibujó una línea recta con un
círculo
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Quien consultó el I Ching deberá luego ubicar el hexagrama en el cuadro correspondiente. El hexagrama aquí formado lleva el número 17 y se llama Sui, seguimiento. Representa la situación actual sobre la que evoluciona la cuestión del consultante. Este debe leer la explicación que viene inmediatamente después del signo, así como el juicio general y la imagen. En la parte en que se habla de las líneas, sólo deben interesarle aquellas que el número 6 o el 9, ya que las restantes no se adaptan a su situación. Eso es todo. Los antiguos yins y yangs, representados por las líneas 1, 3 y 5 se transforman en yins y yangs jóvenes, que asociados con los yins y yangs jóvenes originales formarán un nuevo hexagrama (que en el ejemplo es el número 62). Este nuevo hexagrama que representa la situación hacia la cual tiende la situación actual, por los cambios aportados por las líneas 1,3 y 5. El consultante deberá leer entonces la explicación del hexagrama 62, el juicio general y la imagen (sin tener en cuenta las líneas cambiantes que no conciernen a la situación futura).
SEGUNDO METODO: con monedas.
Se trata de un procedimiento más corto, para el que se emplean tres monedas idénticas. Las monedas se lanzan seis veces al aire. Cada vez se obtiene una línea.
La "cara" de la moneda se considera como ying y se le asigna valor 2. El "cruz" de la moneda se considera yang, con valor 3. Si las tres monedas aparecen en yang (cruz) el valor es 9. Si las tres monedas aparecen en ying, (cara), el valor es 6. Dos ying y un yang dan 7, y Dos yang y un ying, 8.
Cara Cara Cara 3 + 3 + 3 → 9 Viejo Yang (mutante).
Cara Cara Cruz 3 + 3 + 2 → 8 Joven Yin (estable).
Cara Cruz Cruz 3 + 2 + 2 → 7 Joven Yang (estable).
Cruz Cruz Cruz 2 + 2 + 2 → 6 Viejo Yin (mutante).
Si se quiere simplificar más todavía :
La "cara" de la moneda se considera como yang y se le asigna valor 1. El "cruz" de la moneda se considera yin, con valor 0. En una tirada del I Ching, las monedas se contarán con el método simple de la siguiente manera:
Si las tres monedas aparecen en yang (cara) el valor es (1 + 1 + 1= 3) →
(trazo yang cambiante).
Si las tres monedas aparecen en yin, (cruz), el valor es (0 + 0 + 0= 0) →
(trazo yin cambiante).
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Los dos métodos son evidentemente equivalentes
El resto del procedimiento es igual al anterior. La primera vez que se
lanzan las monedas al aire constituye la línea de la .base; la segunda a la si-guiente, y así hasta llegar a la cima.
Las líneas siempre se cuentan de abajo hacia arriba. El trazo
inicial es entonces el más inferior. Si el consultante obtiene 7 (1) el resultado es una línea Yang fuerte (joven) que entra en la edificación del hexagrama, pero no es mutante (vieja), sino que es estable y no posee ninguna significación particular. Si por el contrario obtiene 9 (3) la línea es fuerte mutante (vieja) e inestable : su significación particular es así puesta en valor y debe ser considerada a parte. Esto vale por todas las otras líneas del hexagrama. El significado de la mutación particular de un hexagrama así constituido se obtiene en la sección “las líneas” de cada hexagrama.
Esto es válido para todas las otras líneas luminosas y fuertes del libro entero [e igualmente para todas las líneas oscuras y débiles determinadas por 8 (2) o 6 (0)]
En cada hexagrama los dos primeros trazos corresponden a la
tierra, los dos siguientes al mundo de los hombres y los dos últimos y superiores corresponden al cielo.
Como ya se ha dicho, todo hexagrama corresponde a una situación
y a un conjunto de acciones presentes. Un trazo viejo y mutante engendra un trazo joven y estable. Si el hexagrama contiene líneas o trazos mutantes o viejos, engendra un nuevo hexagrama que constituye el resultado de la situación y de las acciones presentes.
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I-Ching: ¿qué texto usar?
Por Enzo Fernando Costa(Sinaruspica)
La primera inquietud de quienes quieren iniciarse en el estudio del I-Ching es, naturalmente, qué texto usar. O, mejor dicho, qué versión utilizar. Esta es una cuestión primordial, por cuanto, aunque parezca una revelación de Perogrullo, el I-Ching es un libro perteneciente a la literatura china clásica, originalmente escrito en ideografía arcaica. Esto supone que primero debió ser compilado a través de generaciones por eruditos letrados, y vertido en caracteres clásicos, adquiriendo su forma más aceptada y confiable en la llamada “versión de Palacio” realizada bajo el reinado de Qing Xi (1662-1722 d.C) con la finalidad de dotar al Emperador de un texto lo más confiable posible para la consulta de los oráculos.
Es generalmente sobre esta versión y sus posteriores copias, que trabajaron los pioneros de la sinología, aquellos occidentales que emprendieron la ardua tarea de aprender desde la nada un idioma tan atípico como el chino, para el que no existían gramáticas al uso occidental, y , lo que era peor, para el cual las categorías gramaticales de las lenguas clásicas (latín y griego especialmente) no cuadraban.
De aquí la importancia de que quienes quieran acercarse con seriedad de estudiosos al texto del I-Ching, partan de la base más fidedigna posible, es decir, que lo hagan desde una buena traducción. Aquí nos encontramos con la primera dificultad: quienes mejor tradujeron el Libro de los Cambios lo hicieron en inglés, alemán, o francés. De modo que quienes pertenecemos al mundo de habla hispánica debemos leer las páginas del Libro a través de una doble degradación: primero del chino al alemán o inglés, por ejemplo, y luego de éste al castellano o español. Siempre, claro está, de que no estemos en condiciones de leer corrientemente el idioma del traductor, en cuyo caso habremos abreviado el camino, y obtenido una información de segunda mano, en lugar de tercera. Y, como dice el refrán italiano, “traduttore, traditore” (traductor, traidor), es inevitable que la subjetividad del traductor influya al momento de escoger el equivalente más preciso de un término; y si a esto le añadimos que ya el primer traductor debió lidiar con la habitual multivocidad del ideograma chino, podemos hacernos una idea de lo complejo que puede llegar a resultar el extraer toda la esencia filosófica del I-Ching, sin caer en la trampa de las traducciones simplistas o los “falsos conocidos”.
En consecuencia, es de la mayor importancia saber elegir una buena versión del I-Ching, que se ajuste al objetivo propuesto por el estudiante, el que podrá variar según sus motivaciones y preferencias. En efecto, habrá quienes se acercan al Libro de los Cambios con el propósito de encontrar en él respuesta a sus interrogantes e inspiración para la acción pragmática (sin duda los más); pero los habrá que se acercan en busca de un complemento a sus aficiones filosóficas, o los que buscan inspiración para su creatividad artística, o los que lo escudriñan en busca de aportes históricos, o los que se interesan en él desde un punto de vista puramente literario, por dar sólo
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algunos ejemplos. Para todos ellos es de capital importancia trabajar sobre la base de una versión sólida, basada en un conocimiento de primera mano del idioma chino clásico escrito.
Aquí va entonces mi primera recomendación: si quieren trabajar en serio, provéanse de una versión directa del chino. A continuación les enumero los autores cuyas versiones resultan más confiables, más allá de las grandes divergencias que puedan encontrarse entre ellas, y cuya explicación daremos más adelante. Quienes cursen en Sinaruspica pueden utilizar el texto que prefieran de entre estos, ya que en las clases nos remitiremos al original chino, aclarando todas las dudas que surjan, y señalando el por qué de las diferencias y matices de cada traducción. Pero, insisto, debemos partir de una versión confiable desde el inicio. Por eso, les aconsejo que dejen de lado los numerosos “refritos” hechos con retazos parafraseados de diferentes autores originales, y lanzados al mercado editorial con un sentido puramente oportunista; aquí, una vez más, lo barato sale caro.
Las siguientes son las versiones que considero más confiables, de entre las que se encuentran volcadas a la lengua hispánica:
Richard Wilhelm (1873-1930): “I-Ching, el Libro de las Mutaciones”, traducción al español por D.J.Vogelmann, Edit. Sudamericana, Buenos Aires, 1976. Idem, con traducción al español de Helena Jacoby de Hoffmann, Edit. Cuatro Vientos, Stgo. de Chile, 1976. Ambas son confiables, pero la primera es decididamente más completa y recomendable.
La versión de Wilhelm es un clásico en el tema, y sin lugar a dudas la mejor traducción existente hasta el presente, y que quizá no tenga competidores por largo tiempo. Ello se debe a que este autor, que vivió más de veinte años en China, la mitad de ellos bajo el régimen imperial, y la otra mitad bajo el régimen postrevolucionario surgido en 1911, tuvo la inapreciable ayuda de uno de los últimos exponentes de la clase de los letrados confucianos, Lao Nai Xuan. Gracias a este aporte, Wilhelm pudo encontrar para cada ideograma el sentido más verosímil de acuerdo a la tradición literaria china.
Wilhe lm cumplía funciones de pastor protestante, y habla muy en favor de su amplitud de criterio el que haya reconocido, a pesar de la previsible desaprobación de sus colegas, las curiosas propiedades parapsicológicas del Libro que había traducido. Por esta razón, además de su excelente versión literaria, y de haber contado con el espaldarazo académico de Carl Jung, el I-Ching de Wilhe lm es de primera elección para quien quiera iniciarse y explorar las posibilidades mánticas del Libro de las Mutaciones (o Libro de los Cambios).
James Legge (1815-1897): “I-Ching, el Libro de los Cambios”, Edit. Obelisco, Barcelona, 1997. A semejanza del anterior, este autor vivió una treintena de años en China, y en plena época imperial, en el corazón del siglo XIX. También él fue en carácter de misionero evangélico. Su traducción es tan confiable como la de Wilhem, y su prosa por momentos aún más fluida y
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precisa que la de aquél. La versión es literaria, un tanto equidistante, y los comentarios lúcidos, atinentes, y precisos. Sin embargo, presenta un inconveniente para quienes buscan aspectos esotéricos en el Libro: Legge era un misionero escocés hecho y derecho, y tomaba con burlona ironía esos posibles contenidos. Esto se aprecia en la versión inglesa original, ya que suele ser expurgado de las copias traducidas. De modo que su versión, por otra parte excelente y sin duda muy plagiada por sus sucesores, es particularmente recomendable para quienes encaran el estudio del I-Ching desde sus ángulos puramente culturales, filosóficos, y sociológicos.
Carmelo Elorduy: “Libro de los Cambios”, Editora Nacional, Madrid, 1983. Sacerdote jesuíta, Elorduy se desenvolvió como misionero y docente en la China republicana del siglo pasado, primeramente en la China continental, y luego en el refugio nacionalista de Taiwan. Su versión del I-Ching se caracteriza por un fuerte sesgo interpretativo personal, de una racionalidad un tanto desapegada. Habiendo practicado el chino oral y escrito “in situ”, su versión resulta académicamente muy estimable, significando un valorable esfuerzo por repensar la trascendencia del texto original. Nacido español, su versión tiene la ventaja de llegar primigenia al público hispanoparlante, pero, al igual que la de Legge, su enfoque es descriptivamente cultural, fríamente interpretativo. Recomendable, por tanto, para quienes buscan ese encuadre.
John Blofeld (1913-1987): “I-Ching, el Libro de los Cambios”. trad. al español de Rafael Lassaletta, EDAF, Madrid, 1981. Este autor, de vida trashumante, volcado esencialmente a las filosofías y religiones orientales, estuvo algunos años en China, aprendió el mandarín, y cuenta entre sus trabajos más estimados esta versión del I-Ching. Convencido de las virtudes mánticas del libro, su traducción es muy asequible al neófito, y cuenta con una jugosa introducción. No obstante, se aparta con cierta frecuencia del sentido tomado por los autores más clásicos, sin aclarar, por lo general, sobre qué originales basa su discordancia. En consecuencia, es una obra recomendable, en segunda línea.
Rudolf Ritsema (1918-2006): “I-Ching”, traducción al español de Edith Zilli, Javier Vergara Editor, Madrid/Buenos Aires, 1995. Holandés de nacimiento, fuertemente influído por la cultura germanoparlante de Suiza, país donde buscó refugio ante el avance totalitario nazi, quedó estrechamente vinculado a la Fundación Eranos, creada por Olga Froebe Kapteyn, y de la que fuera colaborador destacado Carl Jung. Ritsema, estudioso del chino, en colaboración con otros lingüistas más expertos, produjo una versión sumamente literal, pero ricamente explicada en sus aspectos idiomáticos. Esta versión, muy cuidada graficamente y precedida por un interesante estudio teórico, adolece sin embargo de una literalidad tan rígida que llega a menudo a la ininteligibilidad, la cual se agrava por la múltiple traducción. Pero, por otro lado lleva anexas aclaraciones que lo convierten en una suerte de diccionario de términos usados en el I-Ching, por lo que resulta muy valioso para estudiantes avanzados. De cualquier modo, no resulta de fácil acceso, y requiere de detalladas
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explicaciones para su adecuado uso, por lo que en nuestros cursos lo reservamos preferentemente para el ciclo profundizado.
Xi Wen y Li Yan: “Libro de los Cambios con ilustraciones”, Ediciones de Lenguas Extranjeras, Beijing, 1998. Se trata de una obra interesante, que rescata cierto valor originario del I-Ching, y que cuenta con las ingeniosas ilustraciones de Li Yan. Se limita a la traducción del texto primigenio del Libro, sin mezclarlo con comentarios posteriores, tanto confucianos como postconfucianos, lo cual no deja de ser una ventaja para el principiante. Como interés suplementario, al pie de cada ilustración figura el texto original chino, en caracteres manuscritos, y en capítulo aparte una serie de comentarios hallados en un ejemplar del I-Ching escrito en seda, que data de la dinastía Han del Oeste (206 aC-8 dC). Esta versión tiene la particularidad de atribuír a ciertos ideogramas su valor y significado más arcaicos, contraviniendo así la interpretación sancionada por la tradición erudita en la que abrevaron Legge, Wilhelm, y sus continuadores. Esto puede ser de gran interés para el enfoque histórico del Libro, pero constituye un escollo para quienes buscan un contenido esotérico o filosófico del mismo. Comparar una versión tradicional del I-Ching con esta de Xi Wen y Li Yan puede confundir mucho al lector no iniciado, ya que no atinará a entender cómo un mismo texto puede llegar a tener traducciones tan disímiles e incongruentes. Además, hay que señalar que la versión al español deja bastante que desear, conteniendo errores groseros de sintaxis que deberían ser corregidos en otras ediciones. Por todo esto, y sin dejar de considerar esta obrita como interesante, la dejamos en una tercera línea de elección, y sólo como ilustrativa de las innumerables posibilidades exegéticas que ofrece el Libro de los Cambios.
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TEXTOS del I CHING
El Libro de los Cambios
Ch'ien Chen K'an Ken K'un Sun Li Tui
Superior ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
Inferior ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
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Ch'ien ▬▬▬1345261191443
▬▬▬
▬▬▬
Chen ▬▬▬255132724422117
▬▬▬
▬▬▬
K'an ▬▬▬6402947596447
▬▬▬
▬▬▬
Ken ▬▬▬3362395215535631
▬▬▬
▬▬▬
K'un ▬▬▬12168232203545
▬▬▬
▬▬▬
Sun ▬▬▬4432481846575028
▬▬▬
▬▬▬
Li ▬▬▬1355632236373049
▬▬▬
▬▬▬
Tui ▬▬▬1054604119613858
▬▬▬
Tabla que permite encontrar el hexagrama con respecto a los trigramas.
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1.- CH'IEN / EL CREADOR
Superior : ch’ien, lo creador, el cielo
Inferior : ch’ien, lo creador, el cielo
El hexagrama se compone de seis líneas llenas. Las líneas llenas corresponden a la potencia original yang que es luminosa, fuerte, espiritual, activa. El hexagrama es uniformemente fuerte de naturaleza y corresponde a una síntesis del poder y la energía. En cuanto que ninguna debilidad está presente en él, tiene como propiedad la fuerza. Su imagen es el cielo. La fuerza está representada como desligada a las condiciones espaciales determinadas: ella es por consiguiente concebida como movimiento. Lo que se considera como fundamento de ese movimiento es el tiempo. El hexagrama incluye entonces igualmente la noción del poder del tiempo y la potencia de la perseverancia o persistencia en el tiempo: la duración.
En la interpretación del hexagrama siempre hay que considerar un doble sentido: el sentido macrocósmico y el microcósmico, es decir, el sentido de la acción en el mundo de los hombres. Aplicado a los acontecimientos del universo, este signo explica la potente acción creadora de la divinidad. Y con relación a los hombres, designa la acción creadora de los santos sabios, del soberano o guía de los hombres que por su poder despierta y desarrolla su naturaleza superior.
Este hexagrama corresponde al 4° mes (mayo-junio) en el curso del cual la potente luz alcanza su punto culminante antes que el solsticio marque el punto de comienzo de la decadencia del año.
EL JUICIO:
“Lo creativo, favorecido por la perseverancia, produce un éxito sublime”
Aquí están presentes los cuatro aspectos fundamentales del creador: “el éxito sublime favorecido por la perseverancia”. 1) Éxito, poder de realizar; 2) Sublimidad, excelencia. 3) Poder favorecer, aventajar y 4) perseverancia. Estos cuatro atributos del poder en su aspecto activo se presentan de dos en dos: “lo creativo que produce un éxito sublime” y la “ventaja de la perseverancia”. Para aquél que obtiene esta respuesta en el oráculo, significa que recibirá en participación un éxito proveniente de las profundidades subyacentes en los eventos del universo, y que todo depende del hecho que él busque su felicidad y la de los otros con perseverancia en el camino correcto.
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Desde épocas muy ancianas, los significados específicos de los cuatro
atributos se convirtieron en objetos de especulación. La palabra china que nosotros traducimos por “sublime” significa “cabeza, origen, grande”. Es por eso que Confucio dice “Verdaderamente grande es el poder original del creador; todos los seres le deben su comienzo. Y este poder penetra completamente el cielo”. Este primer atributo penetra también los otros tres.
El comienzo de todas las cosas se encuentra todavía, por decirlo de
alguna manera, en el “más allá” bajo la forma de ideas que deben de alguna manera pasar al estado de realidades. Pero en el creador se encuentra también el poder de darle forma a esos arquetipos de ideas. Esta noción se expresa en el modo “éxito” (*). Este proceso está representado por una imagen de la naturaleza: “Las nubes pasan y la lluvia actúa, todos los seres individuales toman forma”. (**)
Estos conceptos aplicados en el dominio humano muestran al
“hombre noble” el camino del “éxito sublime”: “Porque él ve con una gran claridad las causas primeras y sus efectos, él realiza en tiempo oportuno los seis grados y se eleva sobre ellos hacia el cielo en tiempo oportuno, como sobre seis dragones”. Los seis grados son las seis posiciones diferentes en el interior del hexagrama, que están representadas más lejos como la imagen de dragones. Lo que está designado aquí como el camino del éxito es el conocimiento y la realización del “camino” (Tao) del universo que, en tanto que ley que se recorre desde el principio hasta el fin, produciendo los fenómenos condicionados por el tiempo. De manera tal que cada grado alcanzado es al mismo tiempo la preparación del grado siguiente, y el tiempo no es más un obstáculo; sino el medio que permite la realización de lo posible.
El acto de la creación encuentra expresión en los términos “sublime”
y “éxito”. La obra de conservación es mostrada como una actualización y una diferenciación continuas de la forma. Ella se traduce con los dos términos: “favorecer” que debe interpretarse como “creando lo que corresponde a la naturaleza” y “perseverancia” que debe interpretarse como “lo justo y lo firme”. “La marcha del creador modifica los seres y les da forma, hasta que cada uno haya alcanzado su justa naturaleza, la que le está destinada; el “creador” entonces las conserva en conformidad con la gran armonía. El se revela así como “favorecido por la perseverancia”.
En el dominio humano, se ve así como el “gran hombre” confiere al
mundo la paz y la seguridad con su acción ordenadora; “Mientras que él se eleva, observando con la cabeza alta sobre la muchedumbre, todas las regiones se reúnen en paz”.
Otra especulación lleva todavía más lejos la distinción entre los
términos “sublime, éxito, favorecido y perseverando” metiéndolos en paralelo con las cuatro virtudes cardinales. A la “sublimidad” que, en tanto principio fundamental incluye todos los otros atributos, se la hace corresponder con el “amor”. Al atributo del “éxito” se le atribuyen los ritos que regulan y ordenan las expresiones del amor y en consecuencia aseguran su “éxito”. Al término “favoreciendo” se le hace corresponder la “justicia” que crea situaciones en las cuales cada uno recibe de la naturaleza lo que le corresponde, lo que le es debido y lo que lo hace feliz.
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Al atributo de la “perseverancia” se le hace corresponder el de la sabiduría que reconoce las leyes fijas de todos los eventos y puede por consecuencia crear situaciones durables.
Estas especulaciones, que aparecen ya en uno de los comentarios
formando la segunda parte del I Ching, le Wen Yen, han constituido el punto que a permitido realizar la unión de la filosofía de los cinco grados de transformación (elementos), sólidamente establecida en el Libro de los anales, con la del I Ching que, fundada solamente sobre la dualidad polar de los principios positivo y negativo, a abierto la puerta a un simbolismo de números que se ha desarrollado en el curso del tiempo (***).
(**) Cf. La Bibia, Génesis, 2.
(***) El creador causa el origen y la generación de todos los seres. Se puede en consecuencia llamarlo “el cielo”, poder luminoso, “padre”, “señor”, etc. La cuestión es de saber si el creador tal como es concebido por los chinos bajo una forma personal como Zeus por los griegos, concepto del cual nosotros heredamos el término “Dios”. En castellano, la palabra “Dios”, a diferencia de otras lenguas indoeuropeas, deriva directamente del griego Θεος -Theos- (Dios), forma genitiva de Zeus. Esta palabra por su parte tiene un radical que deriva de Dev(a) Pitar –“dios padre”- en sánscrito y Júpiter en latín. La raíz de estas palabras es la misma que la de la palabra “día”, palabra que en su etimología hace referencia al cielo despejado y luminoso. Para la mentalidad china, en ese concepto de Dios no está lo más importante, porque el principio divino creador no es algo “personal”. Lo creador se discierne y se hace perceptible a través de su actividad creadora todopoderosa. De todas maneras hay algo de alguna manera “exterior” que es el “cielo”. El “cielo”, comprendido como actividad creadora, es un ser viviente con una consciencia psíquica de sí mismo que se hace presente en toda la creación. Así se puede establecer un nexo conceptual entre “Dios” como soberano supremo, el “cielo” como principio luminoso y la creación objetiva (Schöpferisch).
LA IMAGEN:
“El movimiento del cielo es poderoso. Así el hombre noble se transforme en fuerte e incansable”.
Puesto que hay solamente un cielo, la repetición del signo Ch’ien que tiene el cielo como imagen significa el movimiento del cielo. Un día es un giro completo del cielo. La repetición del trigrama significa que un día es seguido por otro, y que ello engendra la idea de tiempo. Además, ello representa la fuerza inagotable con la que el cielo se mueve y de ello se desprende todavía otra idea: la de una duración potente en el tiempo y por encima de él, es decir de algo perdurable que está más allá y por encima del tiempo que es su manifestación. Este movimiento que no cesa ni retarda jamás, que se manifiesta con la regularidad incansable con la que
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un día sigue al otro, es una representación de la eternidad. Esta duración en el tiempo es la manifestación de la fuerza todopoderosa que es una propiedad esencial del creador.
El sabio toma de esta representación el modelo de la manera de como él deberá comportarse con el fin de ejercer una acción de efecto durable. Debe transformarse en alguien integralmente fuerte descartando conscientemente todos los elementos vulgares o degradantes. Así llegará a ser infatigable, que es una cualidad que se adquiere regulando el conjunto de sus acciones (actividades).
LAS LINEAS:
Nueve en la base significa: “Dragón escondido. No actuar”.
