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Nacida en Camagüey, ciudad surgida entre ríos e historiada en leyendas, era yo una niña, cuando las conocidas voces radiales mostraron sus imágenes en movimiento. Muchas de aquellas personas se harían cotidianas en mi vida, y con ellas alimentaría los conocimientos sobre la historia de esta magia que me cautivó en la infancia. Ese es el embrión de esta colección de testimonios fotográficos: el afán de recuperar la memoria de la televisión cubana. Una obra que, a partir de diversos ángulos y perspectivas, rescata recuerdos, sucesos, personajes insustituibles en el ámbito de uno de los medios de difusión de mayor presencia y permanencia en la isla. Pero con el punto definitivo a mi obra, Iconografía TV. Programas, rostros, recuerdos, sentí esa sensación de vacío, por algo inconcluso… Que prometo concluir.
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Seitenzahl: 188
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Edición y corrección:
Georgina Pérez Palmés
Diseño interior, cubierta y composición:
Seidel González Vázquez (6del)
Epub:
Valentín Frómeta de la Rosa y Ana Irma Gómez Ferral
© Sobre la presente edición:
© Josefa Bracero Torres, 2020
© Editorial enVivo, 2023
ISBN:9789597276005
Instituto Cubano de Radio y Televisión
Ediciones enVivo
Edificio N, piso 6, Calle N, no. 266, entre 21 y 23
Vedado. Plaza de la Revolución, La Habana, Cuba
CP 10400
Teléfono: +53 7 838 4070
www.envivo.icrt.cu
www.tvcubana.icrt.cu
¡Ay del que no tiene un recuerdo de desinterés
con que calentarse en el invierno. La dichosa
memoria de una hora pura de servicio humano,
de amistad o de libertad, de cariño o de justicia,
de compasión o de limosna! ¡Ay del que
no tiene un poco de luz en su alma!
José Martí
EN EL SETENTA ANIVERSARIO DE LA TELEVISIÓN CUBANA
Eternamente para ti
Nada en la escena le fue ajeno, en la radio, el cine y la televisión. Cuba y México la saben de memoria; con su presencia, talento y donaire conquistó multitudes. Tanta gloria, aquí y allá, pero siempre regresaba a casa…Y aquí está entera, esparciendo su fragancia en la tierra que la vio nacer y consagrarse como artista inigualable. Su grandeza más elevada estuvo en hacer suyo el precepto martiano. Porque para ella la patria fue el ara y con su arte y el orgullo manifiesto de ser cubana elevó más su pedestal.
Gloria a tu nombre, Rosita Fornés
Rosita Fornés de Cuba y para el mundo
Rosita, la que en La Corte Suprema José Antonio descubrió
Y con La casta Susana el pueblo la visionó
La del Manojo de rosas en La corte del faraón
La que paseó en La verbena
Y Los molinos de viento en Tres picos convirtió
La princesa de las zhardas, duquesa del Bal Tabarín
Zapatera prodigiosa, también Violeta imperial
María la O y Cecilia, Pichi, si quiere jugar
Morena clara otras veces y Malva loca otras más
Con amores y amoríos, ha sabido conquistar
Al Conde de Luxemburgo y hasta a don Gil de Alcalá
Don Juan Tenorio en un duelo a los dos los desafió
Pero Rosita con eso ni siquiera se inmutó
De duquesa Carolina se vistió en el Campoamor
Fue al Tívole de México y por la puerta mayor
tomó la pantalla grande como su casa menor
Europa le dio su aplauso. América la aclamó
Cuba la colmó de honores
Su pueblo la consagró porque en el jardín del arte
Nunca nadie cultivó, una rosa más hermosa, ni con perfume mejor.
Crónica poética con dolor de Olga Navarro
El siglo xx significó un vuelco en la vida de la humanidad, se acortaron las distancias, las historias se interconectaron y las dinámicas de la vida de las naciones dejaron de ser patrimonio de un recuerdo personal o nacional; los adelantos científicos y técnicos transformaron el quehacer del orbe, propiciando nuevos medios de comunicación; surgieron el cine, la radio y la televisión, testigos de los grandes momentos de la historia y la evolución de la sociedad, con particularidades y generalizaciones. Estudiar el desarrollo y la trascendencia de estos importantes medios de comunicación es una de las más trabajosas y dedicadas acciones.
La investigación laboriosa y detallada que nos ofrece la escritora Josefa Bracero Torres es un esfuerzo, con más de una década de paciente búsqueda, fundamentada en entrevistas, revistas, escrutinio de obras, recopilación de documentos, periódicos, revistas, para presentar qué ha sido y qué es la televisión cubana desde su fundación hasta el presente.
Muchas veces, al acercarnos a la televisión, se piensa que es lo efímero, el reflejo del instante, un simple entretenimiento, pero qué lejos queda valorar lo que ella significa como guardiana y memoria de la cultura de una nación, desde presentar los acontecimientos más significativos en la vida social, económica, política y cultural hasta poder, en la distancia del tiempo, valorar la importancia de hechos trascendentales, conmemoraciones históricas o simples eventos de la vida cotidiana: qué nos hacía y hace reír, cuáles han sido los pasatiempos preferidos, cómo se baila en Cuba, cuáles son nuestros hábitos de alimentación y mucho más que haría interminable la lista, pero todo ello recogido en imágenes de setenta años con una investigación que ha cotejado fotos, personajes, programas, dando el lugar y papel que cada uno ha tenido en la historia de la televisión.
La forma de presentación de esta investigación podría ser, para muchos, un álbum de fotos, pero, ¿solo un álbum de fotos? Indaguemos más, ¿qué es un álbum de fotos? Cuando revisamos quiénes somos, de dónde venimos, cómo era nuestra vida, la de nuestros padres, abuelos, cómo se vestían, cómo se reflejan las costumbres, cómo nos recordamos y cómo nos recuerdan, se producen momentos de nostalgia, de amor, de reconciliación o ruptura que el tiempo ha dejado plasmados en imágenes. Es como adentrarse en la historia de una vida, de sus añoranzas, con las críticas y el beneplácito de lo vivido.
Así será disfrutar de esta pesquisa, digo disfrutar, porque nos hará vivir etapas gloriosas, alegres, tristes, enfrentarnos con la memoria, valorar el presente, recordar cómo eran esos personajes, que son de nuestro álbum familiar de fotos, rostros amados y odiados, dulces, tiernos y feroces, que entraban a nuestras casas sin pedirnos permiso, nos informaban, nos hacían reír, llorar, de alguna manera incidían en la forma de pensar, de conocer, de valorar, o compartían nuestros valores y nos reflejaban cómo éramos, donde están nuestras raíces, qué fuimos capaces de hacer con menos o mayores recursos tecnológicos, por qué vibraba una nación ante los diferentes programas, qué fue lo más importante y condicionó nuestros valores y gustos estéticos, para desarrollar valoraciones de lo que rechazábamos y por qué. Este primer libro es una parte importante de la historia, y la completa un segundo libro en proceso de culminación por su autora.
En ese caminar por el recuerdo que la acuciosa investigadora nos presenta, rompemos mitos, desarrollamos otros y nos reconciliamos o rechazamos algunos. Cómo trascendió Elpidio Valdés y por qué, cómo hoy lo integramos a nuestro arsenal de evocaciones y nos guardan de banalidades aquellos filminutos que hacían reír y pensar. Volvemos a repasar las grandes novelas, la historia de esos excelsos directores que con dedicación y creatividad hicieron obras maestras que hoy disfrutamos con admiración y respeto, qué programas serían capaces de paralizar un pueblo y cuáles fueron los recursos utilizados. Cómo no recordar los grandes, y pequeños también, seriales policíacos, los programas musicales, que nos hacían conocer a nuestros artistas y valorarlos desde su impronta exquisita. Esto caracterizó y caracteriza la televisión cubana y la autora lo recoge como quien muestra los mejores frutos de un relato que se hace y se ha hecho con el corazón y el esfuerzo de los rostros que volveremos a recordar gracias a este libro.
Vuelven del pasado a la vida cotidiana presentadores, locutores, que con el respeto al público y su preparación serían los maestros de la actualidad. Muchas veces he escuchado: es que los jóvenes no tienen referencias. Cuando comenzamos en la televisión, me dicen algunos insignes artistas: teníamos este o aquel referente, y ahora…, pues ahí está la respuesta en este libro hecho por Josefa Bracero, los referentes cambian, crecen y está en nuestras manos dejarlos para la posteridad como ese querido álbum familiar que pasa de generación en generación como una herencia que nos legan nuestros antecesores. Todos aquellos que han ofrecido la belleza de su trabajo son los referentes, y ojalá este libro sirva para que se indague y busque cómo se resolvían algunas situaciones artísticas importantes.
La televisión cubana es heredera de una historia que debemos preservar, desarrollar y mantener viva, no para hacer lo que ya se hizo, sino para conocer que lo que hicimos fue valioso, que lo que hacemos es también apreciable y dejamos huellas que nos sobrepasan. Visitar y revisitar revistas musicales, noticieros, novelas, aventuras, programas de deporte, de participación, cómicos, y todos desde el respeto al televidente y cuidando siempre la diferencia que existe entre el patrón que aportó y la realidad. Así se rinde homenaje a quienes hicieron de su trabajo un modelo a seguir o a rechazar. Vendrán muchos nombres a nuestra memoria y quizás hasta queramos que, alguna que otra imagen que nos llegó del recuerdo, aparezca, válido, pero de lo que sí nos enorgullecemos es que los principales protagonistas y espacios trascendentes estarán en este libro, escrito desde la investigación rigurosa, sin prejuicios y con justa valoración.
Para muchos será ver en las páginas el recuento de tantas vidas dedicadas a ofrecer, a otros, satisfacción, entretenimiento e información. Para otros, los más jóvenes, será ir descubriendo qué llevamos en nuestro quehacer, y para quienes se acercan a la televisión será cómo comprender la responsabilidad en la continuidad de hacer historia. Solo se trasciende cuando se dejan huellas y estas son las que Josefa Bracero Torres ha devuelto para sembrar el camino de la memoria imborrable, que es cubana, salió desde nuestros presupuestos y se desarrolla en nuestro contexto. En las páginas de este libro está condensada una parte importante de la historia cultural, política, económica y social de nuestro país.
Trabajo consagrado y constante que hoy, en las manos del lector, será poseer el pasado, el presente y las cimientes del futuro de un medio que, lejos de perder relevancia, adquiere cada vez mayor espacio y proyección en la vida de los ciudadanos. Una gran contribución al conocimiento de nuestra identidad, de las singularidades y también del cosmopolitismo que nos caracteriza. Somos una parte del mundo y, desde hace setenta años, la televisión lo ha demostrado. Ocupamos un espacio, que no se vanagloria de banalidades, aunque a veces las hay, damos una imagen de nosotros y este libro es un ejemplo de cómo valdría también la pena no desechar lo vivido, sino tomar de ello lo más importante y devolverlo con la savia de las nuevas tecnologías, de los nuevos tiempos, de los intereses y cosmovisiones de las nuevas generaciones, por ello es una historia abierta hasta 2020, pero se seguirá escribiendo y ya nada pasará al olvido. Gracias, Josefa, por tu dedicación y empeño.
Norma Gálvez Periut
Alamar, 2020
Cuando las palabras se aúnan con el sentimiento, están de más las primeras, y ceden el espacio al corazón. Por eso, en este ahorro voluntario, hago una confesión de fe: por vez primera, ante cada idea o fotografía que tengo delante, mi pensamiento se mueve de la infancia a la vejez o de esta a la juventud… Ahora comprendo en toda su magnitud el significado de esa frase de Guy de Maupassant: «Nuestra memoria es un mundo más perfecto que el universo. Les devuelve la vida a los que ya no la tienen».
Durante su primera década, la televisión, a partir del 24 de octubre de 1950, hace surgir rostros, cuyas voces son familiares y se aprenden a amar a través de la radio. Después, se entrelazan con otros que llegan en las décadas posteriores, y que al entrar en nuestros hogares, sin pedir permiso, se convierten en los amigos a distancia. Y, además de animar las noches de frío o calor del Caribe, constituyen íconos a imitar en la forma de vestir, peinarse, etcétera.
Las jóvenes quedan hechizadas ante la gallarda presencia de Pedro Álvarez, Eduardo Egea, Enrique Almirante, Raúl Selis, Armando Bianchi, Jorge Félix… casi siempre protagonistas de las novelas y grandes teatros porque, también, hacen gala de su excelencia actoral.
A ello hay que agregar, no obstante el objetivo capitalista de obtener ganancias, lo que considero fundamental, la televisión, como antes la radio, nos condujo a través de la literatura universal o cubana y programas musicales de exquisita factura, que nutrieron nuestro mundo cognoscitivo, gracias al talento de escritores y directores como Marcos Behmaras, Caridad Bravo Adams, Félix B. Caignet, Dora Alonso, Iris Dávila, Enrique Núñez Rodríguez, José Manuel Carballido Rey, Mercedes Antón, Delia Fiallo, Aleyda Amaya, José Ángel Buesa, Félix Pita Rodríguez, Roberto Garriga, Antonio Vázquez Gallo, Ernesto Casas Rodríguez, Carlos Piñeiro, Humberto Bravo, José Antonio Caiñas Sierra, Amaury Pérez García, Joaquín M. Condall, José Antonio Alonso, Silvano Suárez... Ellos señalan el rumbo a los que llegan a descubrir el olimpo de las imágenes en movimiento.
Imposible para mí, nacida en Camagüey, imaginar entonces que dos décadas después, muchas de aquellas personalidades, a las que aprendo a querer y admirar, se harían cotidianas en el círculo radial al que llego, en 1969. Allí, me incorporo a las clases de actuación que el gran Alejandro Lugo ofrece en Radio Cadena Agramonte… Así, comienza una amistad que se hace extensiva a otros artistas, que se presentan como profesores o para actuar en espectáculos, donde soy la animadora.
Profesión que me lleva a debutar en televisión en la Gala por el Centenario del Mayor, en 1973. Y después compartir la escena en vivo en la Gala por el 26 de Julio de 1977, del brazo de José Antonio Cepero Brito… Momentos que se repiten en el Concurso Guzmán de 1979 en el Teatro Carlos Marx.
Si algo atesoro con infinita nostalgia y amor son los momentos compartidos con la mayoría de estas glorias de Cuba, a las que agradezco su amistad y su cariño demostrado, con esa humildad de los grandes.
Ese recuerdo lo siento vívido en mi memoria, como mañana los artistas que hoy brillan en la pantalla serán la evocación de la generación presente. Por eso, de la motivación que me quema el alma, surge esta obra para irradiar un soplo de luz en lo que perdura y no dejar en el destierro del olvido tantas glorias de ayer y de hoy. No podemos vivir del recuerdo, pero desdeñar el pasado esquematiza conocer el presente y, mucho más, fraguar el futuro. Es un deber insoslayable evitar se desconozca, aunque sea en menor medida, la grandeza de esta obra, que nos acompaña día a día durante setenta años, la que, con escasos recursos, fue capaz de proyectar para enriquecer el alma, y lo fundamental reconocer y distinguir a un grupo representativo de sus principales hacedores.
Ellos son los animadores legítimos de nuestra pantalla chica, los que llegan primero y afloran después, para afrontar el acontecer cotidiano de alegrías y tristezas, de frustraciones y victorias, de nostalgias y tenacidad. Los que nunca preguntan el precio y sí ganan todas las batallas con una sola carta de presentación: una apasionada vocación y la gran perseverancia para lograrla.
La autora
Esta obra, que ponemos a disposición de los lectores, no refleja todas las imágenes de los protagonistas que, bien ante las cámaras o detrás de ellas, han hecho grande esta obra tan colectiva que es la televisión cubana.
Como homenaje a los setenta años de la prístina señal de televisión en Cuba, para orgullo nuestro, una de las tres primeras junto a México y Brasil en América Latina, ofrecemos al pueblo amante de la imagen en movimiento este compendio. Siento pesar por la imposibilidad de mostrar a tantos personajes anónimos, y también a otros, cuyas imágenes se hacen presente en la pantalla y no es posible encontrar, lo que, por supuesto, no disminuye, en modo alguno, el cariño y reconocimiento de los cubanos.
La autora
primera década
Reunión de Gaspar Pumarejo Such, dueño de la cadena nacional Unión Radio, con empresarios de la RCA Victor de los Estados Unidos y funcionarios de la firma cubana Humara y Lastra, sus representantes en Cuba. Se tomaron los acuerdos para la adquisición de los primeros equipos de uso para la instalación de la televisión en Cuba.
Al centro, Pumarejo. Primera a la izquierda, Mirta Muñiz Egea, la traductora. En el restaurante El Patio de La Habana Vieja, a mediados de la década del cincuenta.
Gaspar Pumarejo con un grupo de fundadores del primer canal de televisión.
El cuarto, de izquierda a derecha, de pie, es Juan Ramón González Ramos, Tatica, locutor. Al centro, agachado, Gaspar Pumarejo. A su derecha, Cuqui Ponce de León, directora. Sentado, primero a la derecha, Felo Ramírez, narrador deportivo. A su lado, sentada sobre el brazo de la butaca, Maruja García, locutora. Estos integraron el grupo enviado por Pumarejo a los Estados Unidos a obtener experiencia sobre su trabajo en un canal de televisión.
Erich Kaupp, técnico montador, por Cuba, del Canal 4 Unión Radio Televisión, a partir del 24 de octubre de 1950.
Durante cuarenta años fue un brillante director de televisión. Por sus relevantes méritos recibió, en 2003, en su primera edición, el Premio Nacional de Televisión
El primer control remoto de televisión se efectuó por un error operacional en el máster de la televisora, días antes de salir oficialmente al aire. En esta oportunidad, en los televisores instalados en el Estudio de Mazón y San Miguel, pudieron verse las imágenes del juego de pelota desde el estadio del Cerro. A partir de ese momento, continuaron transmitiendo, utilizando la narración que Felo Ramírez hacía para Unión Radio.
El 17 de octubre de 1950, Pumarejo convocó a los artistas que estaban en la radioemisora Unión Radio, para hacer una prueba al aire. Unos declamaron y Margarita Balboa cantó el bolero Noche, de Gabriel Ruiz, muy de moda entonces. De esa forma, debutó en la televisión y se convirtió en la primera mujer que prestaba su rostro a la pantalla.
Margarita a los veinte años.
Su primer protagónico lo hizo dirigida por Roberto Garriga en Unión Radio Televisión Canal 4, Estrellas de ultramar. En julio de 1953 pasó totalmente como locutora y actriz a la CMQ Televisión Canal 6.
El 24 de octubre de 1950, a las doce y media del día, en Mazón y San Miguel, La Habana, comenzó la televisión en Cuba.
La televisión cubana fue una de las tres primeras de América Latina, junto a México y Brasil. En la foto, en el control maestro de la televisora, el ingeniero Williams C. Cothron, supervisor de la norteamericana RCA Victor, dio la señal para el comienzo de las transmisiones de Unión Radio Televisión, Canal 4 de Gaspar Pumarejo. En la fotografía, además, los ingenieros cubanos Lorenzo Barquín y Orlando Arias y el técnico Arturo Arango.
Antena de la primera televisora en Cuba, en Mazón y San Miguel, el Canal 4 Unión Radio Televisión. Vedado habanero..
Hoy este edificio, remodelado y con mayores y mejores facilidades técnicas, es la sede del Canal Habana de la capital.
Primera imagen transmitida por el Canal 4 Unión Radio Televisión, el 24 de octubre de 1950.
Anuncio comercial del cigarro Competidora Gaditana, el patrocinador, realizado por el propio Pumarejo en rol de locutor.
18 de diciembre de 1950. En M y 23 en El Vedado, cuando aún la ampliación del edificio no se había terminado, los hermanos Luis Augusto, Abel y el más importante, Goar Mestre Espinosa, pusieron en el aire la señal del segundo canal de televisión en Cuba. El primer programa que se transmitió fue un cuento inglés. Con el espacio Tensión debutaron en televisión Marcos Behmaras, el adaptador, los protagonistas Ana Sainz y Alejandro Lugo, y como narrador Manolo Ortega, entre otros. Con esta decisión los hermanos Mestre lograron también el título de fundadores, al salir en 1950.
Marcos Behmaras, uno de los más capaces escritores dramáticos y de programas humorísticos de la televisión..
Tenía, además sus dotes como organizador y para proyectar la programación del canal.