La televisión: ¿Ángel o Demonio? - Josefa Bracero Torres - E-Book

La televisión: ¿Ángel o Demonio? E-Book

Josefa Bracero Torres

0,0

Beschreibung

Televisión: ¿ángel o demonio?, el más reciente libro de Josefa Bracero, viene, como soplo de aire fresco, a contar una apasionada y apasionante historia que, afortunadamente, ya ha sido salvada para la memoria. La historia de quienes, con tesón, entrega, oficio, maestría, han escrito, y escriben, desde la pequeña pantalla, un fértil capítulo de la cultura de la isla.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 579

Veröffentlichungsjahr: 2024

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Edición:

Fermín Romero Alfau

Diseño de cubierta:

Arnaldo Morán López

Diagramación:

Gladys Armas Sánchez

Conversión a ePub:

Valentín Frómeta de la Rosa y Ana Irma Gómez Ferral

© Sobre la presente edición:

© Josefa Bracero Torres, 2015

© Editorial enVivo, 2024

ISBN: 9789597276173

Instituto Cubano de Radio y Televisión

Ediciones enVivo

Calle 23 No. 258, entre L y M,

Vedado. Plaza de la Revolución, La Habana, Cuba

CP 10400

Teléfono: +53 7 838 4070

[email protected]

www.envivo.icrt.cu

www.tvcubana.icrt.cu

Índice de contenido
Portada
Portadilla
Créditos
Pensamiento
Dedicatoria
Agradecimientos
Prólogo
Introducción
Capítulo I: Un fenómeno llamado televisión
Antecedentes históricos
Cuando la televisión nos asaltó
La carrera contra el tiempo. Unión Radio TV, Canal 4
El nacimiento de CMQ Televisión, Canal 6
El tercer canal también llevaba la firma Mestre
Salió al aire CMAB Telemundo, Canal 2. Ruta de una señal
Amadeo Barletta amplía su empresa de televisión
De nuevo Pumarejo empresario de televisión
El séptimo canal de televisión en Cuba fue camagüeyano
La significación de la televisión en Cuba
La programación en la televisión en su primera década
Los patrocinadores
En la televisión también se hacía revolución
Capítulo II: Tiempos de transición
El 1 de enero de 1959
Distribución de los canales de televisión. Enero de 1959
Capítulo III: La institucionalización
El Instituto Cubano de Radiodifusión
Las locutoras cubanas: un nuevo rostro
La televisión avanza en todo el país
Proyección de la programación de la televisión durante el primer año del ICR
Vestida de verde olivo surgía Tele Rebelde
Los controles remotos en la televisión
Capítulo IV: Programas que vencieron el tiempo
Programas con veinte años o más
Capítulo V: La programación dramatizada y el cine en televisión
Las novelas de la literatura universal en la televisión
El teatro en la televisión
El cuento en la pequeña pantalla
La Comedia del Domingo
Aventuras en televisión
Las series en la televisión
Las novelas cubanas para siempre
Más allá de la imagen y el sonido. El cine en televisión
Capítulo VI: Personas, programas,personajes, recuerdos
La Única se quedó también en la televisión
Marcos, un innovador virtuoso
Óperas, zarzuelas y operetas en la televisión
El Noticiero nacional de televisión cincuenta años después
La participación y el espectáculo
Por vez primera en la televisión
La televisión les cambió el nombre
Cómo debutaron en la televisión
Los protagonistas de la novela de la vida
Algunas leyendas de los grandes espectáculos musicales
Personajes populares que quedaron en la memoria
Algunos personajes que marcaron la infancia
El imprescindible Centro de Filmaciones de la Televisión
Capítulo VII: Premios y premiados
Los premios nacionales de televisión Por la Obra de la Vida
Reconocimientos internacionales a artistas de la televisión Por la Obra de la Vida
Capítulo VIII: La televisión en el nuevo milenio
La televisión en Cuba en 2015
Capítulo IX: Nuevos ángeles en la televisión
Con dos que tengan el alma como de cien
Duaba y Dos Ríos: forma fascinante de contar la historia
Dos Ríos, el enigma
Palabras finales
Anexos
Revelaciones de un survey (30 de marzo de 1952)
Los 25 primeros de la televisión (marzo de 1955)
Survey de televisión (marzo de 1957)
Survey de televisión (1957)
Survey de televisión (1958)
Selección de CARTV (marzo de 1959)
Survey de televisión (marzo de 1959)
Una elección distinta (febrero de 1960)
Survey de televisión (enero de 1961)
Los 30 primeros programas de televisión en 1967
Uso de la televisión en Cuba (período 1977-1987)
Bibliografía
Sobre la autora

Nuestra memoria es un mundo más perfecto que el universo.

Le devuelve la vida a los que ya no la tienen.

Guy de Maupassant

A mi compañero inolvidable, que me impulsó, y cuando parecía que la vida se acababa, me hizo mirar hacia delante, encontrar este itinerario que me ha hecho crecer y continuar. Él, que siempre me aconsejaba que nunca me rindiera, porque, como dijo el poeta español Antonio Machado: «Se hace camino al andar».

A mis hijos y nieta, que son mi orgullo.

Mis agradecimientos a Mirta Muñiz Egea, fundadora de la televisión en Cuba, por su paciente y profesional ayuda en la lectura de los manuscritos primarios, sus sugerencias y acertados consejos. Por su exquisito prólogo, que considero uno de los mejores capítulos de esta obra.

Al profesor e ingeniero José Raúl Estol, fundador de CMQ Televisión, por su gran colaboración en la precisión de datos históricos y técnicos.

Al fundador del Instituto Cubano de Radiodifusión, Renaldo Infante, por ofrecerme testimonios meritorios sobre la fundación del ICR y el Noticiero nacional de televisión.

A la licenciada Georgina Pérez Palmés, por sus útiles consejos editoriales.

A los licenciados Fabio Fernández Keesel, Romina Noriega y Daysi Cordero, por brindarme las valiosas investigaciones sobre hábitos y las novelas de mayor teleaudiencia.

A María Eulalia Douglas, Mayuya, especialista principal de cine cubano de la Cinemateca de Cuba, del Icaic, por revisar y expresar criterios indispensables al subtítulo «Más allá de la imagen y el sonido. El cine en televisión».

Al cineasta y fundador de la televisión, Enrique Pineda Barnet, por sus loables aportes a la investigación y sus palabras de elogio.

Al investigador y crítico de cine Luciano Castillo, por ofrecerme estimables criterios sobre el cine en la televisión.

Al narrador, periodista y dramaturgo José Manuel Villabella, por sus valiosos aportes, en especial sobre la presencia del negrito y el gallego en la televisión.

Al escritor Joaquín Cuartas, por el aliento brindado.

A los artistas Mirta Muñiz, Xiomara Fernández, Marta del Río, Salvador Wood, Héctor Echemendía, Fela Jar, Iván Pérez, Aurora Pita, Eva Rodríguez, Hilda Saavedra, Verónica Lynn, Teresita Rúa, José Antonio Rodríguez, Enrique Molina, Rogelio Blaín, Norberto Blanco, Mario Limonta, entre otros, y a Ana María Muñoz Bachs, Premio Nacional de Edición, por brindarme valiosa información.

Al periodista, escritor e investigador Reinaldo Cedeño, por ofrecerme datos imprescindibles sobre el surgimiento de Tele Rebelde en Santiago de Cuba.

Al periodista y director de televisión Michel Wilcox, por esclarecer todos los antecedentes y el desarrollo del Canal 11 Televisión Camagüey, primero del interior del país.

A todos los artistas, especialistas y técnicos que aportaron sus apreciables testimonios.

A David Gregorich, por su disciplina y dedicación en el trabajo de copias.

Prólogo

Introducir a los lectores en un recorrido por las páginas de este libro, La televisión: ¿ángel o demonio?, como lo ha llamado Josefa, no me resulta sencillo por varias razones.

Los prologuistas, por tradición, hacen importantes elogios de la obra o del autor y sacan valiosas conclusiones de lo leído. Yo no creo ser una buena prologuista, pero acepto el reto de, modestamente, transmitirle mis impresiones.

He sido actuante o testigo de muchos de los hechos o historias que se narran. Me cuesta distanciarme.

Por momentos, durante la lectura, hubiera querido profundizar más en determinados aspectos de lo narrado. En uno u otro párrafo he discrepado secretamente de la autora, mas acepto que se trata de su punto de vista.

Sentí algo de añoranza al releer algún nombre, ya sea de un programa o de una persona entrañable; sin embargo, espero ello sirva a otros para crear nuevas obras con ese mismo espíritu de amor.

Hechas estas salvedades, y si usted no quiere saltarse el prólogo y entrar en materia, deseo, en primer lugar, agradecer a Josefa por esta obra, una más en el camino que lleva andando para rescatar pasajes de la memoria histórica de la radio y la televisión, así como de sus protagonistas.

Ha basado su libro en acuciosas investigaciones de la prensa, escuchado interesantes relatos y compilado informaciones, en un encomiable empeño de documentarlo todo. Aporta fechas, datos y nombres de muchos de los principales eventos del medio.

Podríamos decir que cada una de sus páginas tiene el valor de lo real, por supuesto, con la pátina que sobre la vida incorpora el paso del tiempo, y me permito hacer algunas consideraciones, de modo que pueda aportar algo a este noble empeño editorial, cuando estamos inmersos en la celebración de los sesenta años de la salida al aire de la televisión en Cuba. Una buena oportunidad para recordar y poner nuevas metas para los próximos sesenta.

En 1950, con el inicio de las transmisiones de televisión, surgió una etapa que duró unos diez años, y en 1959-1960, con el inicio de una televisión revolucionaria, se abrió otra de transición, convulsa y compleja, de unos cincuenta años, que considero aún no ha terminado. Esos, que pudiéramos llamar escasos primeros diez años, marcaron la personalidad de nuestra televisión, pionera entre las pioneras. Fuimos la tercera en América y la sexta en el mundo. Países como Argentina solo tuvieron televisión mucho después del triunfo de la Revolución, instalada por uno de los pioneros de Cuba: Goar Mestre.

¿Qué significó ser de los primeros en el mundo? Sin preparación, sin embargo, se aplicaron los logros internacionales de manera creativa, adaptada a nuestras características... y más, pues partíamos de una radio ya desarrollada, con personalidad propia. El gran espectáculo lo inaugura el Canal 4, y CMQ el policial. Se desarrollan todos los géneros y estilos: las novelas, con su antecedente de la novela radial, nacida en Cuba; los humorísticos, los musicales, las aventuras...

El nacimiento está signado por dos nombres: Goar Mestre y Gaspar Pumarejo; por dos monopolios: RCA Victor y Dumont..., y por un grupo numeroso de escritores, directores, técnicos y artistas que, como ya dije, proveníamos de la radio o el teatro, cubanos por definición y por vocación... Quisiera enfatizar esto, pues nuestra televisión nació, las dos veces, con esa clara dilucidación.

El primer día del triunfo de la Revolución, el 1 de enero de 1959, se produce la toma de CMQ. Se inaugura un estilo de transmisiones tipo maratón, por las cuales desfilan artistas, locutores, trabajadores, expresando su apoyo a las fuerzas revolucionarias.

Se redactan menciones y consignas. El 2 de enero viene Camilo y abrimos el hotel Havana Hilton (hoy Habana Libre) para atender a la tropa y dar servicio a los revolucionarios.

El 3 llega a La Habana el Che, ya con sentido de permanencia, y se ponen a su disposición las emisoras. Él pregunta si existía planta para comunicarse con Fidel. Al responderle afirmativamente, se traslada a CMQ, pero no es posible establecer contacto, pues Fidel está en movimiento. Se nos orienta mantener las transmisiones. Poco a poco se van sumando otras emisoras, así como los radioaficionados, para configurar lo que dio en llamarse la Cadena de la Libertad. Se transmite a Fidel desde el Parque Céspedes, con su llamado a mantener las acciones y repudiar el golpe de Estado. Personalmente considero de gran valor el rol que desempeñaron los medios nacionales, desde sus matrices en La Habana, en la consolidación de la victoria.

El 8 de enero las cámaras salen a la calle y transmiten el recorrido de la caravana a su llegada a la capital y el primer control remoto desde el cuartel de Columbia (hoy Ciudad Escolar Libertad). Los «barbudos» llenan las pantallas de todos los televisores. Se imprime el primer cartel, que se reparte el 8 de enero, y otros carteles masivos, con la frase Gracias, Fidel, para colocar en las puertas de las casas, y se orienta poner banderas cubanas. Banderitas impresas en papel o en tela se prenden en los pechos de hombres, mujeres y niños. Es el triunfo de la cubanía. El 12 de enero es intervenido el Circuito Nacional Cubano, emisora de radio en la que el dictador Fulgencio Batista tenía el 98 % de las acciones y, de inmediato, el Canal 12, primera emisora de televisión nacionalizada, donde Batista también tenía intereses. Es nombrado Cecilio Martínez como interventor, y yo al frente del área comercial. Este era un canal local, por lo que desde allí se inicia una lucha por los espacios en las emisoras nacionales. Se retoma el estilo de enero de 1959, se organizan actos, maratones (como el de armas y aviones) que esas emisoras no tienen otra alternativa que difundir. Se transforman no solo los mensajes, sino los programas, y se comienzan a transmitir algunos como la Universidad popular, en cuya primera emisión apareció Ernesto Che Guevara. Ya en 1960 para todo el mundo resulta evidente que lo que ocurre en Cuba no es un simple cambio de poder, sino una revolución verdadera. El 20 de marzo de 1960 se forma el Frente Independiente de Emisoras Libres (FIEL).

En ese propio mes de marzo abandona el país la familia Cubas, dueña de la fábrica Gravi y de la publicitaria Siboney, y me correspondió la intervención de ambas entidades. Es necesario apuntar que el financiamiento de los principales programas en la radio y la televisión se hacía a través de los presupuestos de las agencias, ya que no solo hacían los comerciales, sino también los programas, contando en sus nóminas con los más destacados creadores, de ahí la importancia de incluir este tema al hablar de la televisión.

Comienzan a ser intervenidas las agencias por abandono de los dueños y por sabotaje a las comunicaciones, a través del Departamento e Industrialización del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), dirigido por el Che, y del Ministerio del Trabajo y su titular Augusto Martínez Sánchez. Se decide unificarlas en el edificio de Radiocentro y se crea la Sección de Publicidad del Departamento de Industrialización del INRA, que igualmente me tocó asumir. A finales de 1960 toda la radio y la televisión han pasado a manos de la Revolución, y las agencias de publicidad están prácticamente todas integradas en el llamado Consolidado. Se asume así el grueso de los programas de radio y televisión, así como la propaganda revolucionaria.

Las transformaciones sociales incorporan al consumo a las grandes capas del pueblo, al aumentar su capacidad adquisitiva, y se anuncia ya el bloqueo norteamericano. Prácticamente desaparece la oferta de productos, quedando espacio solo para la demanda. El país se enfrenta a una etapa de lucha por la supervivencia. En esas circunstancias no era posible continuar transmitiendo comerciales. Por indicaciones del Che se decidió hacer una prueba de veinticuatro horas sin comerciales, el 22 de febrero de 1961, y a partir del 27 de marzo fueron eliminados los comerciales de todos los medios. Ello condujo a una especie de espejismo, a la idea de que la publicidad es un instrumento del capitalismo y no es necesaria en el proceso socialista.

Por ser la principal fuente de recreación e información masiva, siempre la televisión está en el centro de la crítica popular, de ahí su importancia. Si bien podemos reseñar grandes logros comunicativos en sus sesenta años de vida, es necesario admitir que no todo lo bueno se hizo antes, ni todo lo malo se hace ahora, pero hay que limpiar de malezas el camino.

Antes del triunfo de la Revolución la televisión era una fuente principal de trabajo para los creativos de todas las especialidades, y a ella concurrían escritores, directores, músicos, cantantes y actores de lo mejor del país. Hoy hay otras muchas fuentes de trabajo, y en determinados círculos intelectuales existe un cierto desprecio por el medio, pues algunos lo consideran como un arte menor. El éxito de entonces fue la posibilidad de incorporar a todo el talento del país –sin exclusiones–, y la dirección fue asumida por los creativos más capacitados y de militancia probada. La experiencia nos dice que los dirigentes tienen que ser cultos y sensibles, ser capaces de entender el medio, la sociedad y la creación. Deben saber trabajar en colectivo. La televisión es eminentemente obra colectiva.

Partir de conocer el pasado es solo un basamento de inicio para construir un presente y futuro aún más ricos y comprometidos con la vida de la nación. No se trata de copiar, pero sí de aprender de lo mejor del ayer. Elementos como la integralidad y complementación de la programación de los canales reseñados aquí nos invita a diseñar la personalidad de cada uno, con programación diferenciada, con personal diferenciado.

El humor, tan abundante en nuestro pueblo, tiene una linda historia en la televisión y también ha perdurado lo legítimo, pero hay que volver a cribar.

Los programas dedicados a la música, tan importante en nuestra nacionalidad, tienen ejemplos de ayer y de hoy dignos de promover, como aquel Jueves de Partagás y el actual De la gran escena.

Los infantiles me tocan muy de cerca y por tanto, para mí, muy difíciles de prologar. Invitaría a hurgar en su historia, apuntada aquí, y crear programas cubanos, aplicando toda la técnica e imaginación que merecen nuestros niños.

Las novelas –sobre las cuales con tanto acierto nos recuerda Josefa lo alcanzado en otras etapas, y que son plato fuerte de toda televisión– necesitan volver a sus raíces: reflejar toda la literatura mundial junto con la nacional, y algo fundamental: ser hechas por cubanos. Seguramente podríamos convertirlas muy fácil en obras para enriquecer otras televisoras extranjeras, al igual que nosotros «consumimos» las brasileñas.

Invitaría a recordar que las noticias no son solo los noticieros, ni la cultura los programas culturales. Incluyo la cultura del consumo y recuerdo a Nitza Villapol, que siempre me decía: «No soy cocinera, sino dietista, y eso debían ser todos los que cocinan para la familia».

Hermosa recordación se hace en este libro de los premios nacionales e internacionales, y de muchas facetas del papel de la televisión en nuestras vidas, lo que es de agradecer.

Poco se habla aquí de los programas educativos, y casi merecerían un nuevo volumen. Quizás invitar a pensar en su comercialización (no le temo a esta palabra). Hay programas educativos que me gustaría poder adquirir para verlos de nuevo o para que los vean mis nietas. Igualmente los cambios o comerciales merecerían un volumen aparte, pero como me dijo Josefa, «este libro no es toda la historia de la televisión», y ya nos está aportando bastante.

Y para dejarle avanzar hacia la almendra del libro, quisiera dar algunos consejos –como nos gusta hacer a casi todos los jóvenes de ochenta años como yo–, dirigidos, principalmente, a los que hoy conducen los destinos de la televisión, pero válidos en cualquier profesión: potenciar la creatividad –palabra difícil de convertir en realidad–; tener oído receptivo a las opiniones de los receptores –tienen el poder de hacer clic y apagar–, desterrar lo malo y lo feo. Invito a promover a la gente linda y las cosas lindas.

Como una de los sobrevivientes de dos veces fundadores de la televisión cubana –en 1950 y en 1959–, debo finalmente agradecer a Josefa por esta obra y hacer una profesión de fe: me duelo con los errores y me regocijo con los éxitos, porque yo amo a la televisión.

Mirta Muñiz Egea

Fundadora y Premio Nacional de Televisión

Introducción

Tal vez fueron los días y también las noches de un invierno inusual los que, al abrigar mi soledad, me hicieron desviar la mirada hacia las paredes cubiertas de libros, en su mayoría con las páginas ya mustias por el tiempo.

De nuevo sentí la necesidad de releer algunos títulos. Recordaba ahora la motivación que hizo alojarse esas obras en mi entonces pequeño librero: fue la radio, primero, y después, la pantalla que ahora tenía a mis espaldas. Habían pasado muchos años, más de seis décadas.

Los iniciales volúmenes adquiridos fueron estimulados por la radio, la que, entre tantas novelas signadas por el interés comercial, a veces por medio de Cadena Azul, Unión Radio, otras por CMQ, sorprendía, de vez en vez, con alguna de los grandes maestros de la literatura cubana y universal que alimentaban mi espiritualidad en los años de adolescencia y juventud; luego llegaría la magia que nos mostraría los rostros de todos aquellos artistas que habían brindado sus voces a las grandes novelas transmitidas por la radio, rostros, hasta entonces, solo imaginados.

Sesenta años es una cifra que motiva e impulsa; por eso, ahora me decidí a plasmar y publicar las notas que durante años he atesorado. Era el momento oportuno de buscarle una identificación a este retoño que fuera capaz de ser reconocido por las personas y que, al tenerlo en sus manos, supieran que se trataba de ese maravilloso descubrimiento de la creación humana que tomó posesión de un lugar preferencial en nuestras casas y nuestras vidas, para, con su embrujo, hacernos más placentera la existencia.

No sé por qué, pero para mí lo más difícil de elegir son los nombres. Siempre me ha ocurrido lo mismo con todos mis hijos, los que se formaron dentro de mí y también los otros que han nacido de lo mejor de mi pensamiento; sin embargo, en esta ocasión nunca había tenido las intenciones de concebir dicha criatura, por temor a no estar en condiciones de hacerla brotar en toda su rica dimensión. Como trataba de develar un muestrario de lo mejor que nos ha brindado ese prodigio llamado televisión, que un día unió el sonido con la imagen en movimiento, entre todos los títulos opté porLa televisión: ¿ángel o demonio?,porque, precisamente, es esa dualidad la que pretendo definir.

Los invito a que continúen la lectura de este libro, el que está lejos de intentar mostrar toda la riqueza que encierra la historia de la televisión cubana. Solo he tratado de presentar las notas de periódicos y revistas, ya amarillentas, las entrevistas con algunos de sus protagonistas y mis memorias, para compartir con los amables lectores mis vivencias sobre un medio tan querido que me hizo sucumbir ante su hechizo.

No todos los productos audiovisuales me agradaron, por algo es válida la diversidad en los gustos. No aspiro a mencionar a todos los creadores y géneros, puesto que sería demasiada pretensión. Me detendré en algunos programas que vi, sentí, recuerdo, los cuales se verán representados por nombres inolvidables, simplemente porque me marcaron y dejaron una huella.

En esta segunda edición se ha mantenido en lo esencial el texto publicado en 2012, con solo algunas correcciones y actualizaciones.

CAPÍTULO I

Un fenómeno llamado televisión

Antecedentes históricos

AL igual que aconteció con la radiodifusión, desde finales del siglo XIX y principios del XX se hacían intentos en el mundo para lograr la transmisión del sonido unido a la imagen en movimiento. También como la radio, este maravilloso prodigio, que fue bautizado con el nombre de televisión (visión a distancia), tuvo muchos progenitores; entre esos hombres que se aplicaron con fervor a la idea se destacaron el ingeniero alemán, nacido en Polonia, Paul Nipkow, que inventó, en 1884, el disco explorador de la imagen, conocido como disco Nipkow; el físico alemán Karl Braun quien,en 1897 presentó el oscilógrafo catódico llamado tubo de Braun, lo que propició que en Alemania se fabricara el primer receptor de televisión. Por el gran aporte científico, en 1909 Karl Braun compartió el Premio Nobel de Física con Guillermo Marconi, uno de los padres de la radio.

Los científicos alemanes M. Dieckmann y G. Glage aplicaron en 1906 la lámpara de Braun a un sistema telegráfico para producir imágenes. En ese mismo año resultó decisivo el gran invento de las válvulas de electrodos del ingeniero norteamericano Alexander Lee De Forest que transformaron las modulaciones del sonido en señales eléctricas (tríodo o audión).

Entre 1907 y 1911 el ruso Boris Rosling puso en marcha, en San Petersburgo, el primer tubo de rayos catódicos. Correspondió al norteamericano Herbert Ives y al inglés-escocés Jhon Baird, a partir de 1925, mejorar los sistemas de televisión sobre la base del disco mecánico Nipkow y de la válvula electrónica al vacío aportada por De Forest.Ives inventó la transmisión telegráfica de fotografías en 1924, construyó en 1927 la primera emisora de televisión, en 1929 creó la televisión en colores y cuatro años después un procedimiento de cine en relieve. Por su parte, Baird consiguió en 1928 la transmisión y recepción a distancia en colores. Su sistema fue el primero que se empleó en el Reino Unido y Alemania para la transmisión pública.

En 1927 Wladimir Zworykim, norteamericano nacido en Rusia, desarrolló la válvula llamada iconoscopio (tubo captor para la cámara) y el kinescopio (tubo pantalla para los receptores), entre otros aportes determinantes para el progreso de la televisión, que desplazó definitivamente, en 1929, a los sistemas mecánicos del disco. Por todo ello se le llamó El Padre de la Televisión.

Desde 1927 y 1928 comenzaron las pruebas experimentales, primero por la BBC del Reino Unido y las NBC y CBS de Estados Unidos. A ellas se unieron otras naciones europeas desarrolladas. En 1936 la BBC de Londres logró abrir un canal público regular. «En ١٩٣٦ –según explica la publicista Mirta Muñiz, en su artículo “Así nació la televisión en Cuba”, aparecido en la revista Bohemia el 20 de diciembre de 1985–, durante las Olimpiadas de Berlín, se utilizaron por primera vez tres cámaras de televisión electrónicas para transmitir imágenes en directo. Son estas las mismas Olimpiadas en que Hitler se negó a darle la mano al famoso atleta negro Jesse Owens».Para 1936 Francia y la antigua Unión Soviética, entre las más adelantadas, ya realizaban transmisiones de forma regular y experimental.

En la primavera de 1939, en ocasión de la Feria Mundial de Nueva York, Estados Unidos puso en funcionamiento su primera emisora de televisión comercial con un servicio regular. Indudablemente que la Segunda Guerra Mundial paralizó el veloz desarrollo que venía produciéndose entre los países líderes para dotar al mundo de la televisión. En 1948 mantenían la supremacía en la transmisión de programas de televisión regulares Estados Unidos, Reino Unido, Francia y la Unión Soviética. En 1957 ya lo hacían cerca de cincuenta naciones, entre ellas Cuba, que había salido al aire solamente dos años después que las más desarrolladas, y con dos canales de televisión en el último trimestre de 1950.

«El inventor norteamericano Lee De Forest hace la primera demostración de cine sonoro en Cuba en 1926, según su sistema Phono Films. En la función, ofrecida en el Teatro Nacional, que cuenta con la presencia de Gerardo Machado, presidente de la República, se exhibe un corto con números musicales interpretados por Eva Leoni, escenas de la ópera La Traviata, el violinista Max Rosen y la cupletista Conchita Piquer. Con el respaldo financiero del presidente Machado, que le otorgó un crédito de 50 000 pesos, instaló sus laboratorios en el Castillo de la Fuerza y realizó un corto musical con artistas cubanos. Aparecieron vistas del Malecón, un sorteo de la Lotería Nacional, la Guardia Presidencial, la soprano Luisa María Morales cantando Noche azul, la banda del Estado Mayor, dirigida por Medina Torres y un solo de flauta por Luis Casas Romero interpretando el Himno Nacional. El cubano Enrique Crucet, ayudante de De Forest en Estados Unidos, asistía a De Forest en estos trabajos».[1]

Cuando la televisión nos asaltó

Aquel gran acontecimiento cultural ubicó a Cuba, junto a México y Brasil, entre los tres primeros países de América Latina en acceder al moderno invento de la creación humana, el cual cambió el rumbo de nuestras vidas, pues las personas que en un inicio tuvieron la suerte de situarse delante de la pantalla quedaron hechizadas ante tal magia. Igualmente sucedió algo novedoso para quienes, detrás de ella, reproducían casi con exactitud lo que hacían en la radio, hasta tanto lograran el lenguaje propio del medio.

Al igual que antes ocurrió con la radio, la isla antillana, de apenas seis millones de habitantes, se convertía en una escuela de televisión para todo el continente. Para ser fiel a la historia y ofrecer el debido crédito a quienes lo merecen, puedo referir que en múltiples conversaciones sostenidas con la gran actriz cubana María de los Ángeles Santana, y su esposo el también actor Julio Vega, ellos me contaban con orgullo que el rostro de María de los Ángeles fue el primero registrado por la pantalla de un televisor, antes de inaugurarse la primera planta oficial en Cuba.

En viaje a Estados Unidos, a mediados de la década de los cuarenta, habían visitado un estudio donde se hacía pruebas. Julio decía que se quedó fascinado cuando vio el rostro de María a través de la pantalla, y que se enamoró de la idea de poder mostrar en La Habana el maravilloso invento. De esta forma buscaron el apoyo que les permitió hacer la prueba en circuito cerrado, solo para quienes acudieran a la sala de unas cincuenta butacas, porque en esa época Cuba todavía no había importado los receptores de televisión.

Entre las entidades que cooperaron a tal empeño estaba Ricardo Planas, presidente de la firma Magestic, distribuidora exclusiva para Cuba de la norteamericana National Machinery Corporation. Planas, en compañía de Carlos Estrada Castro, ingeniero jefe de Radio Progreso, se trasladó a Estados Unidos para coordinar la realización de una exposición en Cuba.

Fue así que en diciembre de 1946, con la ayuda de la empresa Dumont, se lanzó al aire señales de video desde un estudio instalado en el edificio que ocupaba en 23 y P la Dodge-DeSoto. Por lo que hemos investigado, en el breve tiempo que duró esa Televisión show, como le llamaron, tomaron parte, además de María de los Ángeles Santana y la orquesta de los Hermanos Palau, otros invitados nacionales y extranjeros; pero fue el bellísimo rostro de María de los Ángeles el primero de una actriz cubana que registraba una pantalla de televisión, aunque fuera en un circuito cerrado, solo para los asistentes al espectáculo.

Los empresarios, fundamentalmente los radiales de aquellos años, hablaban de traer la televisión. Incluso hasta Amado Trinidad afirmó que él sería el primero. Trinidad era el dueño de lo que fue en sus inicios una de las emisoras radiales más importantes del país, la RHC Cadena Azul, la mayor contrincante en el éter de CMQ durante la década de los cuarenta; sin embargo, el alumbramiento de las primeras imágenes televisivas en La Habana unió en la historia a dos familias: a los hermanos Enrique y Gaspar Pumarejo Such, y a los hermanos Luis Augusto, Abel y Goar Mestre Espinosa, y a dos monopolios transnacionales de la industria electrónica: la RCA Victor y la Dumont, apellidos que tuvieron los primeros equipos de estudio, controles remotos, transmisores y los televisores que inundaron la isla.

La carrera contra el tiempo. Unión Radio TV, Canal 4

El primero en llegar a la meta fue Gaspar Pumarejo, el afamado y carismático locutor, dueño de la cadena nacional Unión Radio y accionista fundamental de la nueva empresa. Y el sortilegio que fue la televisión llegó el 24 de octubre de 1950, primero de forma casi artesanal, Unión Radio Televisión, Canal 4, desde los improvisados estudios en la casa del propio Gaspar Pumarejo, en Mazón y San Miguel.

La inauguración fue a las doce y media del día de un martes, y con ella se produjo el primer control remoto oficial de la televisión, desde el Palacio Presidencial, para transmitir las palabras de Carlos Prío Socarrás, entonces presidente de la República.

En horas de la noche se hizo la fiesta en el propio patio de la casa que servía como estudio, en la que participaron, junto a personalidades del país, algunas figuras artísticas del ámbito internacional, como la cubana residente en México, Carmen Montejo y el actor mexicano Pedro Armendáriz.

Como dato curioso, aquel día y los que siguieron todavía los televisores estaban en las vidrieras habaneras en espera de los compradores. Precisamente fue Mirta Muñiz quien le sugirió a Pumarejo que se sintonizaran los televisores en las vidrieras para que las personas pudieran verla. Ella, una de las fundadoras, participó como intérprete en las negociaciones de Pumarejo con los directivos de la RCA Victor para la adquisición de los equipos de uso, desactivados de una emisora de Estados Unidos. Al rememorar aquellos momentos, expresó en una entrevista que le hice en 2002 para mi libro Rostros que se escuchan:

«Transcurría ١٩٥٠. Hacía dos meses que no cobrábamos en Unión Radio y un día Pumarejo me dijo: “Voy a traer la televisión a Cuba”. Asombrada, le contesté: “¿Pero cómo, si Unión Radio no tiene dinero?”. Lo que pasaba era que los hermanos Mestre estaban construyendo un edificio, apoyados por la firma Dumont. Entonces Pumarejo, con la ayuda de RCA Victor, se lanzó y sacó al Canal 4 antes que CMQ. ¿Cómo y con qué? Eso no importaba. Esa era la meta. No obstante, la llegada de la televisión fue una gran noticia y un magnífico acontecimiento».

Según manifestara Erich Kaupp para el programa Hasta el último aliento, «él tuvo la responsabilidad de actuar como técnico montador, asesorado por un ingeniero norteamericano, y era tanta la premura por concluir, que trabajaban hasta veinte horas diarias. La señal se podía captar en pocas zonas de La Habana, y contaba en los momentos iniciales con una sola antena».

Mirta Muñiz recordaba que tenían un pequeño estudio en la cocina de la casa, que se utilizaría después para el programa Cocina al minuto, de Nitza Villapol. Otros programas se hacían en el patio, a cielo abierto, y un tercer estudio se habilitó en el comedor de la casa. Después Pumarejo se dio a la tarea de resolver otras salas y teatros para los programas dramáticos, y otros de complejidad, pues muchas veces tenían que interrumpir el programa por lluvia, y además, al aire salían las voces de los pregoneros que pasaban por la calle para vender sus productos.

Decía Erich Kaupp que transmitían de diez y media de la mañana hasta las once de la noche. Y el mayor interés de los patrocinadores –el cigarro Competidora Gaditana y la cerveza Cristal– era la transmisión de la pelota, y lo hicieron. Comenzaban con dos cámaras, y cuando concluía el noticiero a las ocho y media de la noche salían para el estadio con la tercera cámara. El maestro Ernesto Lecuona ocupó un programa durante los primeros meses, yCocina al minuto con Nitza Villapol. Antonio Vázquez Gallo, quien comenzó como director y actor, fue el primero que dirigió un programa regular en el naciente canal con La escuelitay Gaby, Fofó y Miliki. Se hacía por control remoto, cuando ya Pumarejo utilizaba el escenario del Teatro Alcázar. Fue Cuqui Ponce de León la primera que dirigió para la televisión un Teleteatro, la obra Scherzo, de Eduardo Manet.

En esta incipiente televisión debutaron, además de los mencionados, Roberto Garriga, Margarita Balboa, Alfredo Perojo, Raquel Revuelta, Rita Montaner, Eduardo Casado, Manolo Coego, Felo Ramírez, Rubén Rodríguez, Oscar Luis López, Cuca Rivero, Jesús Cabrera, Fela Jar, Silvano Suárez, Carmen Pujols, María Julia Casanova, Mario Blanco López, Enrique Almirante, Odalys Fuentes, Justo Vega, Adolfo Alfonso, Adolfo Otero, Sirio Soto, Manolo Rifat… y tantos otros que se pierden en la memoria; sin embargo, el caso de Manolo Rifat es muy singular, pues vivía en Cienfuegos, y un día se enteró que se instalaba la televisión en Mazón y San Miguel. Con solo trece años tomó un ómnibus, y cuando vio la antena que ya se levantaba, preguntó, y cuando le dijeron que era para la televisión, se quedó. Dormía en un camión; se sumó al trabajo para concluir la obra, donde se esforzaba por ayudar en todo. Solo salió de la televisión después de haber derrochado maestría como uno de los mejores y más creativos directores musicales del país, cuando se acogió a la jubilación en la década de los noventa.

Realmente, la televisión nació en Cuba con gran espíritu de trabajo. Según me confesó Mirta Muñiz, «todos hacíamos de todo, sin importarnos cuánto se iba a pagar. En esos tiempos había una cosa muy linda, y era que todo el mundo se esforzaba para que las cosas salieran bien, y estábamos en el lugar donde fuera necesario, sin protagonismo. Muchas veces no cobrábamos por hacer algo».

A mediados de 1951 Pumarejo decidió vender Unión Radio Televisión, y lo hizo al empresario Manolo Alonso. Ya en ese momento Alonso había cedido su frecuencia para operar el Canal 2 a Amadeo Barletta, dueño del periódico El Mundo. Después del golpe de Estado de Fulgencio Batista en marzo de 1952, Barletta compró también a Unión Radio Televisión, Canal 4, el cual sería conocido como Televisión Nacional S. A.

Me dijo el ingeniero José Raúl Estol que después de la inauguración del Canal 2 Telemundo, en 1953, Barletta entregó la propiedad de Televisión Nacional S. A., que pasó a ser regentada por sus socios Ángel Cambó, José Ignacio Montaner, Miguel Humara y Julián Lastra. Con esta maniobra Barletta se quedó como único dueño de Telemundo.

En 1956 Televisión Nacional sufrió la quiebra y finalmente pasó a fortalecer el sistema audiovisual de los hermanos Mestre. A partir de 1957 esta televisora adoptó el nombre de CMBF Televisión en la propia frecuencia del Canal 4.

El nacimiento de CMQ Televisión, Canal 6

Germán Pinelli siempre me decía que «él fue testigo de los primeros intentos de Goar Mestre por traer la televisión a Cuba, porque un día, en Estados Unidos, se encontró con el empresario cubano y este le pidió que lo acompañara, pues iba a escoger unos libros sobre el funcionamiento de la televisión».

Pero, ¿quién era Goar Mestre? Había nacido en Santiago de Cuba, de padres con posibilidades económicas que le permitieron, con solo trece años, marchar a estudiar a Estados Unidos. En 1932 se graduó en la Chesnut Hill Academy, y en 1936 de Business Administation en la Universidad de Yale. En 1942, cuando llegó a La Habana, ya era representante exclusivo de la Bestov Productus Inc., fabricante del chocolate Kresto. Enseguida fundó la agencia publicitaria Mestre y Cía, conocida más tarde como Mestre, Conill y Compañía.

Se vinculó a la radiodifusión porque el producto Kresto que representaba fue el patrocinador de algunos programas, como Gane con Kresto, Teatro Kresto y La bolsa del saber, en la emisora radial más importante en ese momento, la RHC Cadena Azul, única cadena nacional telefónica. A la vez alquilaba espacios en CMQ para pasar menciones comerciales.

Hombre con varios negocios y como buen alumno de Yale, decidió introducirse también en la próspera profesión radial, y en 1943 se asoció a Ángel Cambó y Miguel Gabriel, dueños de CMQ de Monte y Prado. Casi enseguida, al regresar de un viaje a Estados Unidos, traía la noticia de las inversiones que harían de CMQ una cadena nacional.

Fue así, con audacia, mejor organización, control contable y capacidad administrativa, que Goar Mestre comenzaría a destronar a la RHC Cadena Azul. Como mayor accionista de CMQ, y con la ayuda de empresarios nacionales y norteamericanos, compró los terrenos de la esquina de L y 23, donde el 3 de marzo de 1946 se puso la primera piedra del futuro Radiocentro, y el 12 de marzo de 1948 se inaugurara, con un costo total de tres millones de pesos, que incluía aire acondicionado de 280 toneladas, el primer edificio que en Cuba tuvo ese servicio proporcionado por una planta central.

En 1950 le compró el total de sus acciones a Ángel Cambó, por casi un millón de pesos. Así comenzó, con el nombre de Circuito CMQ S. A. –porque además había creado Radio Reloj en 1947, y a CMBF, la onda musical del Circuito CMQ, en 1948, y tenía prevista la inauguración de la televisión–, la era del monopolio radiotelevisivo de los hermanos Luis Augusto, Abel y Goar Mestre, esteúltimo el más importante.

Goar siempre había pensado crear la televisión en 1950,y como buen hombre de negocios quería tomar mayor experiencia sobre el medio, para lo cual visitó, en México, a su amigo Emilio Azcárate, precursor de una de las exitosas empresas del continente: Televisa, y por supuesto, la NBC de Estados Unidos. Tenía el criterio de que una empresa de ese tipo debía hacerse con todas las condiciones, y el edificio que se levantaba para la televisión, contiguo a Radiocentro, por la calle M, no estaría listo hasta 1951.

Pero la salida de Gaspar Pumarejo con el Canal 4 de Unión Radio Televisión, el 24 de octubre de 1950, aceleró tal propósito, y el 18 de diciembre del propio año Mestre se lanzó a la maravillosa y arriesgada aventura; mas lo hizo silenciosamente, de forma experimental, con programas que después quedarían como regulares, de acuerdo con la respuesta del público, y por supuesto de los patrocinadores que se interesaran.

La empresa proyectada asumió, desde el principio, una organización americana. El primer programa que registró la pantalla de CMQ solo para La Habana fue un cuento inglés, adaptado para el medio por Marcos Behmaras, que fue protagonizado por Alejandro Lugo y Ana Saínz. Allí actuó como narrador Manolo Ortega. Con el tiempo este programa continuó como regular, con el nombre de Tensión en el Canal 6.

Como todo lo experimental, todavía el canal no disponía de suficientes patrocinadores. Eso explica por qué el primer comercial fuera de la firma Mestre, Conill, S. A. Germán Pinelli, que estaba allí desde antes como integrante de CMQ Radio, me dijo: «El único estudio que tenían en aquellos meses iniciales era el 14 B, en los bajos del edificio –uno de los utilizados hoy para doblaje–; una unidad de control remoto, con tres cámaras, que comenzó a transmitir la pelota; el laboratorio fílmico, entre otras facilidades iniciales. Los equipos para la etapa experimental fueron comprados de uso de la marca RCA Victor.

El 12 de marzo de 1951 la prensa destacaba a grandes titulares: «CMQ Televisión en Radiocentro». Y es que en la mañana del domingo 11 de marzo de 1951 el cardenal Manuel Arteaga había bendecido el nuevo edificio de CMQ Televisión y hecho un recorrido por algunas de sus instalaciones. En horas de la noche del propio día, con los discursos de Carlos Prío Socarrás, presidente de la República, y de Goar Mestre, presidente del complejo radio-televisivo CMQ, se inauguró oficialmente el Canal 6,CMQ Televisión, con un acto donde además asistieron John W. Royal, vicepresidente de la NBC, los embajadores de Estados Unidos en Cuba y de nuestro país en Washington, el primer vice presidente del país, varios ministros del gobierno, altos empresarios de la industria, la banca y el comercio, personalidades de la radio y la televisión extranjeras y directivos de la prensa radial, televisiva y escrita del país.

Como CMQ Radio había quedado en primer lugar nacional de audiencia, en el propio Estudio 2 Mestre aprovechó la oportunidad para homenajear a los programas que habían obtenido los mayores ratings de audiencia, precisamente el día en que se cumplían dieciocho años de la creación de CMQ Radio, en calle 25, entre 6 y 8, en el Vedado, el 12 de marzo.

Me explicó Germán Pinelli que la televisión no fue posible inaugurarla de acuerdo con la tradición de la primitiva CMQ porque el presidente Prío le dijo a Mestre que lo sentía, pero ese día no podría asistir. Por eso el acto oficial se adelantó. En él, que contó con la animación de Germán Pinelli, primer rostro que registró la cámara, los invitados fueron conducidos por su anfitrión Goar Mestre para observar las áreas de estudios, camerinos y todas las facilidades creadas en Radiocentro para hacer televisión.

La ampliación de Radiocentro, por la calle M, costó cerca del millón de pesos, incluido el equipamiento. Los estudios fueron construidos especialmente con todos los requerimientos técnicos para hacer televisión del primer mundo en aquellos momentos. Los equipos, esta vez, fueron adquiridos de uso a la empresa Dumont. Como uno de los principales dueños del emblemático edificio Focsa era el propio Goar Mestre, adecuaron un área para los Estudios 17 y 19, los más grandes y mejor dotados entonces de América, los cuales estaban enlazados con el edificio de Radiocentro, en 23 y M.

Según especifica el historiador Oscar Luis López, en su obra La radio en Cuba, el 23 de diciembre de 1947 había sido inaugurado el aledaño Teatro Warner, con capacidad de 1650 lunetas, que debió su nombre a la compañía de películas Warner Brothers, que lo tenía arrendado. Y el 2 de enero de 1953 este teatro pasó totalmente a la administración de los hermanos Mestre, ocasión en que se le cambió el nombre por el de Radiocentro, hoy cine Yara.

«Y todo esto, señores, cuesta un millón de pesos», le dijo Goar Mestre a los invitados que habían viajado con él hasta Santa Clara, Camagüey y Santiago de Cuba a mediados de marzo de 1952. Entre ellos estaban Lilia Lazo y Rolando Ochoa, Miss y Mister Televisión, los primeros con el galardón en 1952. «Se trataba de las plantas instaladas en estos territorios para llevar la señal de CMQ Televisión. Los datos suministrados a la prensa las describían así: Santa Clara, Canal 3, equipo General Electric de 500 W, con una altura de la antena de 1020 pies sobre el nivel del mar. Camagüey, Canal 6, equipo Dumont de 500 W y una altura de 650 pies, y Santiago de Cuba, Canal 2, equipo General Electric de 5000 W, con una altura de 1750 pies sobre el nivel del mar. Y el día 25 de mayo del propio año, la revista Bohemia anunciaba en un extenso artículo y a grandes titulares: “CMQ lleva la televisión a toda la isla”».

Lo cierto es que los programas copiados en kinescopio llegaban a las provincias del este –con excepción de Matanzas, que los recibía directamente– de forma escalonada, con una semana de diferencia, pero se respetaba el esquema de la programación diaria. Cuando se producía un hecho importante, la noticia viajaba el propio día en ómnibus.

Lo que carece de veracidad es que la televisión inundara toda la isla, pues en la propia provincia oriental, es decir, la mayor parte de Guantánamo y otros extensos territorios de ella y también de las provincias de Camagüey y de Las Villas, quedaban fuera del beneficio que significó disfrutar desde las viviendas de la imagen unida al sonido; pero la zona más afectada fue el occidente del país, condenado en pocos lugares, de la capital provincial de Pinar del Río y municipios más cercanos a La Habana, a una imagen televisiva degradada, en la mayoría de los casos a la oscuridad de la pantalla, porque simplemente esos territorios no eran de interés comercial para los patrocinadores.

CMQ, cuyos propietarios contaron con mayores recursos y experiencia administrativa, tenían todo lo necesario para hacer una televisión del primer mundo. Y los artistas, que desde la época de la radio se disputaban un contrato en la isla, ahora, además de la radio y la televisión, eran contratados para actuar en el teatro. Lo que sí es verdad es que los Mestre tomaron el mando del éter y crearon el monopolio audiovisual de Cuba, lo que acrecentó su prestigio internacional.

Me contaba el ingeniero José Raúl Estol que Goar Mestre, ya desde 1948, había sido designado presidente de la Asociación Interamericana de Radiodifusores (AIR), organización que en aquel momento controlaba cerca de tres mil emisoras en toda el área americana. Y al igual que había hecho con los programas de radio, que inundaron el continente, también las emisoras de televisión de América Latina comenzaron a tomar experiencia de los productos televisivos cubanos, fundamentalmente novelas y programas humorísticos.

Según he podido conocer, la proliferación de las radionovelas, así como la experiencia de los técnicos, artistas y directivos para producirlas, en América Latina comenzó en Cuba a finales de 1930. La producción de radionovelas, patrocinadas en lo fundamental por jabones y detergentes, ayudó a crear un mercado seguro para el resto de América a partir de la llegada de Goar Mestre a CMQ Radio. Esta experiencia también se probó con CMQ Televisión. Por eso, en las etapas iniciales de la televisión en América Latina, en la década de los cincuenta Cuba era un importante exportador de ideas y mostraba efectividad de la novela en la región.

De ahí que quepa a nuestro pequeño país, en especial a sus guionistas, directores, artistas y técnicos, con independencia de los patrocinadores y los grandes dividendos que también iban a manos de los propietarios de la televisión, el haber ayudado al desarrollo de este importante medio en la región. Aún hoy las más prominentes productoras de novelas en América adaptan obras de escritores cubanos a las condiciones de su país.

El tercer canal también llevaba la firma Mestre

Se trataba del Canal 7, CMBF Televisión, inaugurado el 2 de febrero de 1953. Aunque aparecía como propiedad de la empresa Radio Universal S. A. –que también regentaba a la CMBF, emisora musical del Circuito CMQ–, todo ello pertenecía a la sociedad de los hermanos Mestre. Incluso, al igual que CMBF Radio, estaba ubicado en el propio edificio de Radiocentro, y sus trabajadores, que incluía a Alberto Hernández Catá, su director general, provenían del Circuito CMQ Televisión.

La programación solo visible en la Gran Habana, y a diferencia de otros canales, favoreció una selecta variedad de espacios, aunque muchos solo lo recuerdan como el canal de las películas. Entre esos programas estaba una amplia temática que incluía noticias, documentales y reportajes, y animados para los niños.

Vale destacar que la transmisión de la pelota, cuando se efectuaba entre semana con las series de los Sugars King y la liga amateur, se hacía por el Canal 7 con los propios narradores y comentaristas que tenía el Canal 6:Gabino Delgado, Jess Losada, Fernando Menéndez y Buck Canel.

Cuando en 1957 Televisión Nacional S. A. pasó a la propiedad de los hermanos Mestre, bajo el amparo de la firma Radio Universal S. A. y comenzó a ser identificado como CMBF Televisión, Canal 4, en este momento se produjo su unión al Canal 7. Así este último, que ya tenía popularidad y más patrocinadores, había ampliado su programación también a horas nocturnas, la que compartió, por breve tiempo, con el Canal 4. Finalmente el Canal 7 sería destinado en lo fundamental solo a la transmisión de películas para los televidentes de la capital.

Mientras, a CMBF Televisión se le configuraba una programación que asumía algunos espacios del Canal 7, y como aspecto principal la transmisión de programas foráneos doblados al español, principalmente series de aventuras. O sea, el Canal 4, nacional, que desde su fundación había desarrollado una fuerte programación dramática, musical y variada, con artistas nacionales, recibía ahora la visita del Sheriff de Cochise, Ramar de la selva, El capitán Meteoro, Los patrulleros del oeste, Sheena, Las aventuras de Campeón, hasta llegar a más de veinte seriales… En una encuesta realizada en noviembre de 1957 el Canal 4 CMBF TV aparecía, en la Gran Habana, en segundo lugar, después de CMQ Televisión y antes del Canal 2, Telemundo, con el 9,32 % de televidentes.

Para que se tenga una idea, en febrero de 1959, en una encuesta solo de la Gran Habana, de los 94 programas con mayores teleaudiencias que transmitían CMQ y CMBF, 45 pertenecían a este último canal,y 24 de ellos eran series de aventuras y policíacas filmadas y dobladas al español. El resto de sus programas eran tandas de películas para mayores y niños, boxeo, y en menor medida musicales y variados sin mayor trascendencia. Como dato curioso, de la programación inicial del Canal 4 sobrevivió, milagrosamente, Cocina al minuto.

De un survey realizado en todo el país en el primer trimestre de 1959, al que solo comparecieron los canales 4 CMBF y 6 CMQ, correspondieron 20 programas a CMQ Televisión y 5 a CMBF Televisión. Entre estos últimos Las aventuras de Rin-Tin-Tin, Patrulla de caminos, La ley del revólver y El llanero solitario, con más del 22 y el 23 %, cifras muy apreciables.

La empresa CMQ, con su filial nacional de CMBF, Canal 4 y el capitalino Canal 7, había ampliado su conquista del éter al fortalecer a su canal principal, el 6,con mayores recursos materiales y humanos, tanto técnicos como artísticos. Esto le permitió mantener una programación variada y de calidad, mientras ampliaba otras opciones por el Canal 4, con énfasis en las series de aventuras y otros tipos de materiales fílmicos extranjeros doblados al español, que favoreció una preferencia, fundamentalmente, en el televidente más joven. Estos dos canales, el 4 y el 7, fueron intervenidos el 25 de marzo de 1960 por el Gobierno Revolucionario.

Salió al aire CMAB Telemundo, Canal 2. Ruta de una señal

Los preparativos anunciados varios meses atrás hablaban de la inminente salida de otro canal de televisión, auspiciado por una amplia junta directiva, en la cual se destacaban, por su importancia, Ángel Cambó, Miguel Humara, Julián Lastra, José Ignacio Montaner y Amadeo Barletta, el accionista principal; pero no es hasta el 18 de febrero de 1953 que vio la luz CMAB, Canal 2 Telemundo, con estudios en el edificio Ambar Motors, en la pujante Rampa habanera, en el Vedado. Contaba el periodista Néstor Santamarina que «Telemundo no tenía reporteros propios, y el noticiero se hacía desde el periódico El Mundo, propiedad también de Barletta, con los mismos trabajos del diario. Tenía un transmisor cuya potencia le permitía, en un principio, llegar hasta Santa Clara. Se caracterizó siempre por tener una fuerte programación informativa que se transmitía desde la propia emisora, y más tarde desde la redacción del periódicoEl Mundo.Además de los noticieros, se destacaban dos revistas informativas:El mundo al día yEl mundo en televisión».

El mundo en televisión, que dirigió el destacado periodista Carlos Lechuga Hevia, estaba considerado como el mejor noticiero de la época que dictó pautas de lo que debía ser un programa informativo en televisión. Según la programación publicada en diciembre de 1953 por la revista Radiomanía, se transmitía de lunes a sábado, a la una de la tarde, y los lunes, martes, jueves y viernes a las once de la noche. En la programación de televisión de 1955 aparecía con transmisión a las doce y cuarenta y cinco del día de lunes a sábado, pero parece que posteriormente cambió el horario. Veamos el testimonio de Eva Rodríguez, destacada locutora de Telemundo:

«El mundo en televisiónse transmitía de siete a nueve de la mañana, y los domingos de nueve a once de la mañana. Lo dirigía Carlos Lechuga, y sus locutores fijos eran Pablo Medina, Ibrahim Urbino, Nela del Rosario y yo, que fuimos las dos primeras mujeres locutoras en un noticiero en Cuba. Entre los locutores suplentes recuerdo a Mario Blanco. Al principio se lanzaba al aire desde el propio canal, en el edificio de Ambar Motors, y después pasó a transmitirse desde la sede del periódico El Mundo».

En la programación de agosto de 1959 este programa aparecía con el horario de las doce y media del día, de lunes a sábado, con Nela del Rosario, Eva Rodríguez, Frank Medina e Ibrahim Urbino. Indudablemente, este canal no fue una señal más: también contrataba artistas nacionales y foráneos de gran popularidad.

En Telemundo Gaspar Pumarejo inició el popular programaEscuela de televisión en el primer semestre de 1953, que se transmitía, en diciembre del propio año, durante una hora y media, a partir de las nueve y media de la noche, los lunes, martes, jueves, viernes y domingo. Pumarejo además alquilaba espacios para la transmisión de teleteatros y novelas, entre otros programas. En octubre de 1953, según la expresión del ingeniero José Raúl Estol, Barletta se quedó como único propietario de Telemundo debido a que previamente había comprado a Manolo Alonso el Canal 4, Unión Radio Televisión, que a partir de ese momento comenzó a llamarse Televisión Nacional S. A. «Este último canal quedó dentro de la propiedad de los socios Cambó, Montaner, Humara y Lastra. Amadeo Barletta se mantuvo solo al frente de Telemundo».

En julio de 1956 la revista Bohemia traía la noticia de que ya la señal de Telemundo se podía captar hacia el este, en localidades de las provincias centrales y en el oriente. La red de transmisores solo podía dar una cobertura limitada, lógicamente, a las áreas de mayor poder adquisitivo, interés crucial de los patrocinadores, que habían cooperado para lograr tal empeño.

Amadeo Barletta amplía su empresa de televisión

En 1953 la firma norteamericana Storer Broadcas-ting Co. se aventuró e instaló en Cuba un pequeño canal de televisión para operar el 11, bajo la denominación de Televisión del Caribe S. A., que contó con una instalación cerca del río Almendares; pero realmente el negocio no le fue productivo, y en 1954 lo vendió a Amadeo Barletta. quien lo ubicó más tarde en el propio edificio de Ambar Motors, donde radicaba el Canal 2, Telemundo, hasta que finalmente le cambió su frecuencia por la del Canal 10, la que tenía asignada. Según el ingeniero José Raúl Estol, «con ello le facilitó a Pumarejo la frecuencia del Canal 12 que pensaba instalar, sin necesidad de las lógicas interferencias».

Según testimonio de Eva Rodríguez, «alternaba mi trabajo entre el Canal 2 y el 11, cuya cabina se encontraba en el propio Canal 2. De aquellos momentos recuerdo el programa Telediario, al estilo de un reloj televisivo. Lo hacíamos Frank Medina, otros locutores y yo, de forma diaria. Este programa se siguió haciendo una vez que cambió la frecuencia por la del Canal 10. Como funcionario administrativo estaba Carlos D’Mant».Agregaba Eva que otro espacio de este canal en el que ella intervino fue Telebazar, donde se realizaban ventas a través de la televisión. Y otro que recordaba era de cocina, que lo hacía Amadita Cañizares. No tenía una programación estable, más bien se trataba de mantener ocupada la frecuencia para no perderla. Se conocía como Televisión Canal 10.

De nuevo Pumarejo empresario de televisión

Después de alquilar espacios en los Canales 2 y 4 para transmitir, entre otros, el programa Escuela de televisión, Pumarejo se aventuró a inaugurar el Canal 12, que estuvo ubicado en el hotel Havana Hilton (hoy Habana Libre), fundado el 1 de marzo de 1958. Salió al aire casi enseguida, y con ello Pumarejo hizo el primer intento en Cuba de transmitir imágenes en colores por la televisión; pero lo hacía con películas y con bastante deficiencia, ya que solamente tenía proyectores de cine, pues carecía de otros elementos técnicos y estudios adecuados, y por supuesto, el pueblo habanero no disponía de los receptores imprescindibles para capturar las imágenes en colores. En el Canal 12 se terminó de transmitir el popular programa Escuela de televisión.

De aquellos momentos recordaba el destacado locutor Antonio Pera, en una entrevista para Rostros que se escuchan:«En marzo de 1958 empecé a hacer los noticieros del Canal 12. Fue la primera planta de televisión en colores que hubo en Cuba. Tenía una característica muy propia, y era que transmitía en colores, pero no con cámaras directamente al aire. Se filmaban los comerciales, las noticias, etc., en películas en colores de 16 mm».

Aquí se dio prioridad a la noticia, que aunque se filmaba la mayoría de las veces en colores, sus transmisiones eran en blanco y negro. Eso sí, entre otros programas se le otorgaba gran importancia. Sus características, en algunos horarios, se asemejaban a canales existentes en otros países, de tipo informativo, que proliferaron más tarde. Por ejemplo, contaba con tres emisiones de continuidad noticiosa: de doce del día a dos de la tarde, de siete a ocho y media de la noche y de once de la noche a una de la madrugada.

El personal que estaba detrás de la información era de un gran nivel. Agustín Tamargo –en aquel entonces una personalidad reconocida– era el director de información. El joven Lisandro Otero fungía como