La idea de la filosofía y el problema de la concepción del mundo - Martin Heidegger - E-Book

La idea de la filosofía y el problema de la concepción del mundo E-Book

Martin Heidegger

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Beschreibung

¿Cuál es la tarea de la filosofía?, se pregunta el joven Heidegger cuando todavía retumba el eco de los morteros de la I Guerra Mundial. ¿Qué novedades aporta en su diálogo con filósofos de la talla de Dilthey, Rickert, Natorp o Husserl? En otras palabras, ¿qué actitud adopta frente a la hermeneútica, al psicologismo, al neokantismo o a la fenomenología? He ahí algunas de las cuestiones fundamentales que se plantean en estas primeras lecciones de Heidegger, mientras éste inicia su prometedora carrera académica en la Universidad de Friburgo (1919- 923) como asistente de Husserl.

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MARTIN HEIDEGGER

LA IDEA DE LA FILOSOFÍA Y EL PROBLEMA DE LA CONCEPCIÓN DEL MUNDO

Traducción y notas aclaratorias de JESÚS ADRIÁN ESCUDERO

Herder

www.herdereditorial.com

La traducción de esta obra ha sido subvencionada por el Goethe-Institut Internationes.

Traducción: Jesús Adrián Escudero

Diseño de cubierta: Claudio Bado y Mónica Bazán

Título original: Gesamtausgabe, II. Abteilung: Vorlesungen, Band 56/57, Zur Bestimmung der Philosophie

Maquetación electrónica: José Toribio Barba

© 1987, Vittorio Klostermann GmbH, Frankfurt del Meno

© 2005, Herder Editorial, S. L., Barcelona

© 2012, de la presente edición, Herder Editorial, S. L., Barcelona

ISBN DIGITAL: 978-84-254-2988-0

La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.

Herder

www.herdereditorial.com

ÍNDICE

Nota sobre la presente edición

LA IDEA DE LA FILOSOFÍA Y EL PROBLEMA DE LA CONCEPCIÓN DEL MUNDO. (Semestre de posguerra de 1919)

CONSIDERACIONES PRELIMINARES. Ciencia y reforma universitaria

INTRODUCCIÓN

§ 1. Filosofía y concepción del mundo

a) La concepción del mundo como tarea inmanente de la filosofía

b) La concepción del mundo como límite de la ciencia crítica de los valores

c) La paradoja del problema de la concepción del mundo. Incompatibilidad entre filosofía y concepción del mundo

PRIMERA PARTE. La idea de la filosofía como cienciaoriginaria

CAPÍTULO PRIMERO. La búsqueda de un procedimiento metodológico

§ 2. La idea de la ciencia originaria

a) Idea como determinación determinada

b) La circularidad de la idea de la ciencia originaria

§ 3. La solución propuesta por la historia de la filosofía

§ 4. La solución propuesta por la actitud científica del filósofo

§ 5. La solución propuesta por la metafísica inductiva

CAPÍTULO SEGUNDO. Crítica del método crítico-teleológico

§ 6. Conocimiento y psicología

§ 7. El problema axiomático fundamental

§ 8. El método crítico-teleológico para establecer las normas

§ 9. La función metodológica de la predonación material

§ 10. La donación ideal como elemento central del método. Desconocimiento de la problemática de la ciencia originaria

§ 11. Análisis de la pretensión científica y originaria del método crítico-teleológico

a) Verdad y valor

b) El problema de la validez

c) La relación de predonación material y donación ideal. Ser y deber-ser

§ 12. Inclusión de la esfera preteorética. La esfera de los objetos de la psicología

SEGUNDA PARTE. Fenomenología como ciencia preteorética originaria

CAPÍTULO PRIMERO. Análisis de la estructura de la vivencia

§ 13. La vivencia de la pregunta: «¿hay algo?»

a) El sujeto psíquico

b) La actitud interrogativa. Múltiples sentidos del «hay»

c) El papel del que pregunta

§ 14. La vivencia del mundo circundante

§ 15. Comparación de las estructuras de la vivencia. Proceso y apropiación

CAPÍTULO SEGUNDO. El problema de las presuposiciones

§ 16. La pregunta epistemológica acerca de la realidad del mundo exterior. Posiciones del realismo crítico y del idealismo

§ 17. El primado de lo teorético: la experiencia de la cosa (objetivación) como un proceso de privación de vida

CAPÍTULO TERCERO. La ciencia originaria como ciencia pre-teorética

§ 18. El carácter circular de la teoría del conocimiento

§ 19. El modo de considerar la vivencia del mundo circundante

a) El método de la descripción reflexiva (Natorp)

b) La reconstrucción como un momento característico del método. Subjetivación y objetivación

c) La crítica del método de Natorp

§ 20. La apertura fenomenológica de la esfera de la vivencia

a) Objeciones a la investigación fenomenológica

b) Caracterización de los niveles de privación de vida. El algo premundano y el algo de la cognoscibilidad

c) La intuición hermenéutica

Notas aclaratorias

Glosario terminológico

NOTA SOBRE LA PRESENTE EDICIÓN

La idea de la filosofía y el problema de la concepción del mundo es el título de las primeras lecciones que el joven Heidegger, a la sazón profesor no numerario de la Universidad de Friburgo, dictó entre el 25 de enero y el 16 de abril de 1919, en pleno período de posguerra, a estudiantes que en su mayoría habían combatido en la recién concluida guerra mundial. De ahí que entre los estudiosos de la obra temprana de Heidegger también se las conozca bajo el nombre de Kriegsnotsemester, que en un sentido literal significa Semestre de emergencia por motivos de guerra o Semestre por necesidades de guerra. Sin embargo, hemos optado por la expresión más castellana y gráfica de Semestre de posguerra. No en vano toda posguerra se caracteriza por la emergencia con la que se acomete la reconstrucción de los edificios derruidos, se impulsa la producción industrial, se reinicia la actividad comercial y empresarial o se reactivan las diferentes instituciones sociales y políticas. Evidentemente, esta necesidad de recuperar la normalidad de la vida cotidiana también se extiende a los centros de enseñanza universitaria.

En un principio la copia mecanografiada de este primer curso universitario no se hallaba entre los manuscritos de los restantes cursos que integraban el fondo documental del archivo personal de Heidegger que, junto a los documentos procedentes de otros archivos públicos y privados, sirve de base para la gradual publicación de los diferentes volúmenes de las Obras completas. Según nos ha relatado en persona el co-editor de las mismas, el profesor Friedrich-Wilhelm von Herrmann, corría el año 1974 ó 1975 cuando Heidegger le pidió que buscara un libro en la biblioteca de su casa situada en la calle Fillibach de Friburgo. Después de remover unos cuantos libros topó, de una manera totalmente inesperada, con un manuscrito amarillento, cubierto de polvo en la parte trasera de un anaquel, y que había quedado tapado por una hilera de libros. Quizás Heidegger lo sacó en algún momento del cajón donde guardaba las copias mecanografiadas de todas sus lecciones para enseñárselo a algún visitante (algo que, por cierto, Heidegger hacía con bastante frecuencia) y luego se olvidó de colocarlo en su sitio. Sea como fuera, las 67 cuartillas numeradas del manuscrito en cuestión volvieron por fortuna al archivo que contenía el grueso de los cursos impartidos durante su primer paso por la Universidad de Friburgo en calidad de profesor no numerario (1919-1923), su posterior etapa docente en Marburgo como profesor titular (1924-1928) y su último período en Friburgo ya como catedrático consagrado (1928-1944).

La traducción castellana sigue el texto de la segunda edición revisada y ampliada por Bernd Heimbüchel del volumen 56/57 de las Obras completas (Vittorio Klostermann, Fráncfort del Meno, 1999, pp. 1-117). En la actualidad existe una traducción italiana a cargo de Gennaro Auletta, L’idea della filosofia e il problema de la visione del mondo (en: Per la determinazione della filosofia, Guida, Nápoles, 1993, pp. 11-119) y otra inglesa de Ted Sadler, The Idea of Philosophy and the Problem of Worldview (en: Towards the Definition of Philosophy, Athlone Press, Londres, 2000, pp. 1-99).

Las cursivas, los entrecomillados, las citas textuales y los paréntesis que aparecen a lo largo del escrito son del propio autor. A pie de página aparecen en números romanos las referencias de los textos que Heidegger va citando en el transcurso de este curso. Por otra parte, los textos que figuran entre corchetes han sido introducidos por el traductor: bien para explicitar la referencia exacta de algunos pronombres personales, bien como fruto de la reordenación sintáctica de algunas frases especialmente intrincadas o bien para facilitar la traducción castellana de expresiones griegas. Asimismo los números entre corchetes remiten a la paginación de la edición alemana.

Nos hallamos ante un texto que responde a los cánones académicos del momento, es decir, profusamente documentado y con múltiples alusiones a las obras de los diferentes autores en torno a los cuales gira la problemática que plantea este curso universitario. En este sentido, nos encontramos con tres tipos básicos de lenguaje filosófico: el neokantiano de Rickert, Windelband y Natorp, el fenomenológico de Husserl y unas primeras formulaciones prototípicamente heideggerianas, como la sorprendente expresión de «mundear» (welten), el significado técnico de términos como «apropiación» (Ereignis), «privación de vida» (Entlebnis), «proceso» (Vorgang), «hay» o «se da» (es gibt) o la sustantivación de partículas como «la manera», «el modo» o «el cómo» (das Wie) o «el contenido» o «el qué» (das Was). En todos estos casos remitimos al lector, interesado en ahondar en el significado de estas expresiones, al apartado de notas aclaratorias del traductor; por otra parte, creemos que la jerga neokantiana y fenomenológica ha quedado suficientemente clarificada en el glosario terminológico.

Y, por último, quisiera mostrar mi agradecimiento al Dr. Hermann Heidegger por facilitar a la editorial los derechos de traducción, así como al profesor FriedrichWilhelm von Herrmann por la amabilidad y el rigor con los que ha atendido todas mis consultas y dudas. Tampoco puedo olvidarme de las correcciones y sugerencias realizadas por mi querido amigo y colega de departamento, el profesor Josep Manuel Udina.

LA IDEA DE LA FILOSOFÍA Y EL PROBLEMA DE LA CONCEPCIÓN DEL MUNDO

Semestre de posguerra de 1919

[3] CONSIDERACIONES PRELIMINARES1

Ciencia y reforma universitaria

El problema que el presente curso pretende delimitar, desarrollar y solucionar parcialmente irá mostrando, de una manera radical y decisiva, lo incongruentes e incluso extrañas que resultan en sí mismas las siguientes observaciones introductorias.

La idea científica que se persigue es de tal naturaleza que, una vez alcanzamos una posición metodológica realmente genuina,2 nos vemos obligados a salir y dar un paso más allá de nosotros mismos para volver metodológicamente sobre aquella esfera que siempre permanece extraña a la problemática más propia de la ciencia que se pretende fundar.

Esta modificación violenta, esta transformación, incluso esta desconexión de la simple conciencia de la vida inmediata no es algo accidental, que dependa de una organización o distribución arbitrarias del material seleccionado para este curso o que se sustente en un llamado «punto de vista» filosófico; más bien, se evidenciará como una necesidad que se funda en la naturaleza objetiva del problema como tal y que responde a la específica constitución de los problemas de la ciencia en general.

De este modo, la idea de la ciencia y cada elemento de su genuina realización irrumpen en la conciencia inmediata de la vida, provocando en la misma algún tipo de transformación; traen consigo una nueva actitud de la conciencia y, con ello, dan pie a una forma específica de actividad de la vida del espíritu.3

Sin embargo, esta irrupción de la idea de ciencia en el contexto de la conciencia natural de la vida sólo se da en un sentido primordial y radical, en el marco de una filosofía entendida en términos de ciencia originaria.4 [4] Pero también se da hasta cierto punto y en un sentido derivado, en cada ciencia genuina en función de su particular finalidad cognitiva y de su constitución metodológica.

A la especificidad de los problemas de una ciencia le corresponde en cada caso una forma típica de organizar la conciencia. Los caracteres esenciales de tal organización pueden llegar a gobernar una conciencia. Y de una forma cada vez más pura, esta conciencia se traduce en un complejo específico de motivaciones. La ciencia se convierte así en un hábito de la existencia personal.

Dentro del particular mundo vital dominante en cada uno, la existencia de toda persona establece en cada uno de sus momentos una relación con el mundo, con los valores motivacionales del entorno inmediato, de las cosas de su horizonte vital, de las otras personas y de la sociedad. Estas relaciones vitales pueden estar impregnadas –de muy diversas maneras– por una forma genuina de actividad y de vida: por ejemplo, la forma científica, religiosa, artística o política.

El hombre científico, por tanto, no se encuentra aislado. Pertenece a una comunidad de esforzados investigadores que, a su vez, establecen una amplia red de relaciones con sus estudiantes. El contexto vital de la conciencia científica se plasma objetivamente en la formación y organización de las academias científicas y de las universidades.

La reforma universitaria de la que tanto se habla anda totalmente errada y desconoce por completo toda auténtica revolución del espíritu, cuando ahora se enzarza en proclamas, asambleas de protesta, programas, órdenes y alianzas: medios contrarios al espíritu, y al servicio de fines efímeros.

Todavía no hemos alcanzado la madurez suficiente para poner en marcha reformas genuinas en el ámbito de la universidad. Alcanzar la madurez para llevar a cabo esas reformas es tarea de toda una generación. La renovación de la universidad implica un renacimiento de la auténtica conciencia científica y de sus lazos con la vida. [5] Ahora bien, las relaciones con la vida sólo se renuevan volviendo a los auténticos orígenes del espíritu. En calidad de fenómenos históricos, estas relaciones precisan de la paz y de la seguridad de una consolidación genética; dicho en otras palabras, precisan de la interna veracidad de una vida cargada de valor y en proceso de construcción. Sólo la vida hace «época» y no el ruido de frenéticos programas culturales. La tentación cultivada por doquier en las ciencias particulares –desde la biología hasta la historia de la literatura y del arte– de armarse de una «concepción del mundo» científica a través de la gramática fraseológica de una filosofía contaminada ejerce una fuerza paralizante, al igual que el «espíritu activo» de los jóvenes que se dedican a la literatura.

Pero de la misma manera que el temor reverencial del hombre religioso deja a éste en silencio ante su misterio último, de la misma manera que el verdadero artista sólo vive para su obra y detesta toda la palabrería artística, el hombre científico sólo resulta productivo cuando se deja llevar por la fuerza de una investigación genuina.

El despertar y la intensificación del contexto vital de la conciencia científica no es objeto de un examen de carácter teorético, sino vida que se da de manera previa y ejemplar [respecto a la actitud teorética] –no es objeto de una reglamentación práctica, sino el efecto originariamente motivado por el ser personal e impersonal. Sólo así se construyen el tipo de vida y el mundo de la vida propios de la ciencia. En este contexto, la ciencia se desarrolla de dos formas: [por un lado,] es una forma de vida genuina y fundamental (es decir, responde al tipo de investigador que vive absolutamente entregado al tema y a la búsqueda de explicaciones de su problemática); [por otro lado,] se convierte en un elemento habitual que, junto a otros, domina los mundos de la vida no científicos (el tipo de profesional con una formación científica de carácter práctico, para quien la ciencia conserva un significado propio e indeleble). He ahí dos formas de conciencia científica que sólo se realizan verdadera y plenamente cuando surgen de una llamada interior. «¡Hombre, sé esencial!» (Angelus Silesius).«Quien pueda entender, que entienda» (Mt 19, 12).

[6] La idea de ciencia exige implícitamente un desarrollo metodológico de los problemas y nos plantea la tarea de una explicación preliminar del verdadero problema [que nos ocupa].

Esta tarea incluye un análisis que borre todas aquellas preconcepciones ingenuas y todos aquellos toscos malentendidos que constantemente distorsionan el tema [de la investigación]. De esta manera, el pensamiento conquista la dirección que determina esencialmente nuestro tratamiento del problema en cuestión; los diferentes pasos del pensamiento y las fases del análisis del problema se hacen visibles en su teleología metodológica.

[7] INTRODUCCIÓN

§ 1. Filosofía y concepción del mundo

a) La concepción del mundo como tarea inmanente de la filosofía5

A primera vista, el intento de comprender el sentido del tema [que estamos tratando] puede sorprender a más de uno por su trivialidad, excusándolo como un material adecuado para uno de aquellos cursos de formación general impartidos de tiempo en tiempo y que tanto agradan a los asistentes. Todos tenemos una idea más o menos clara de la filosofía, especialmente en la actualidad, en la que el hablar y el escribir sobre filosofía casi forma parte de las buenas maneras. Hoy en día, la concepción del mundo es un asunto espiritual que incumbe a cualquiera: el labriego en la Selva Negra tiene su concepción del mundo, que coincide con el contenido doctrinal de su confesión; el obrero de la fábrica tiene su concepción del mundo, cuya esencia consiste probablemente en considerar y valorar toda religión como algo pasado de moda; evidentemente, el llamado hombre culto también tiene su concepción del mundo; los partidos políticos tienen su concepción del mundo. Actualmente se habla del antagonismo existente entre la concepción del mundo anglo-americana y la alemana.

Ahora bien, cuando uno se esfuerza por desarrollar una concepción del mundo más elevada, autónoma y propia, cuando uno cultiva un pensamiento libre de dogmas religiosos o de cualquier otro tipo de dogmas, entonces se puede decir que filosofa. Los filósofos ostentan el título honorífico de «grandes pensadores» en un sentido eminente. Se les considera «grandes» no sólo por la agudeza y coherencia de su pensamiento, sino todavía más por su amplitud de miras y por su profundidad. Los filósofos experimentan y escrutan el mundo con una acrecentada vitalidad interior, penetrando en su sentido último o, incluso, llegando hasta su origen; asimismo, contemplan la naturaleza como un cosmos gobernado por las leyes últimas del movimiento y [8] de la energía. De acuerdo con su vasto conocimiento de las ciencias particulares, del arte y de la literatura, de la política y de la sociedad alcanzan una comprensión última de estos mundos espirituales. Algunos [filósofos] resuelven los problemas últimos permaneciendo anclados en el dualismo de naturaleza y espíritu, otros reconducen estos dos mundos a un origen común –Dios– que, a su vez, es concebido extra mundum o bien es identificado con la totalidad del ser. Algunos interpretan todo aquello que es espiritual como algo natural, mecánico o energético; y, a la inversa, hay otros que interpretan toda la naturaleza en términos de espíritu.

En el marco de estas concepciones fundamentales del mundo y con ayuda de las mismas, el hombre da con las «explicaciones» e interpretaciones de su vida individual y social; se descubren el sentido y la finalidad de la existencia humana y de la actividad cultural del hombre.

Dicho de otro modo, los esfuerzos de los grandes filósofos se dirigen a algo que en cualquier sentido es último, general y universalmente válido. La lucha interna con los enigmas de la vida y del mundo busca llegar a la calma estableciendo la naturaleza última de ambas realidades. Expresado en términos objetivos: toda gran filosofía se consuma en una concepción del mundo, toda filosofía –en la que se expresan sin restricciones sus tendencias más íntimas– es metafísica.

La formulación de nuestro tema adquiere un sentido libre de equívocos; comprendemos el significado de la conjunción «y»: ésta indica algo más que una vacía yuxtaposición de filosofía y problema de la concepción del mundo. A tenor del análisis que venimos realizando, el «y» lleva la concepción del mundo al terreno de la filosofía, poniéndola en relación con su tarea más propia –con su naturaleza. Filosofía y concepción del mundo significan en el fondo la misma cosa, sólo que la concepción del mundo expresa con mayor claridad la naturaleza y la tarea de la filosofía. Concepción del mundo como tarea de la filosofía: es decir, una consideración histórica de la manera en que la filosofía ha resuelto en cada caso esta tarea.

[9] b) La concepción del mundo como límite de la ciencia crítica de los valores

¿Acaso es todavía posible formular una concepción totalmente distinta, crítica y científica de nuestro tema? Si se tiene en cuenta el hecho de que la actual teoría del conocimiento (en la medida en que no se adhiere, en sintonía con Aristóteles, a un tipo de ingenuo realismo crítico) se halla bajo la decisiva influencia de Kant o de la renovación de su pensamiento, se desvanece por completo la esperanza de volver a una metafísica entendida en el sentido antiguo del término: ya no es posible hablar de un conocimiento de realidades, fuerzas y causas suprasensibles que trasciende la experiencia.

La filosofía obtiene un fundamento científico en la teoría crítica del conocimiento, sobre cuyas intuiciones básicas se construyen las restantes disciplinas filosóficas: ética, estética y filosofía de la religión. En todas estas disciplinas –y en la lógica misma– la reflexión «crítica» conduce a valores últimos y a resultados de validez absoluta que, en su conjunto, pueden ordenarse de una forma coherente y sistemática.

El sistema de valores proporciona en primera instancia los medios científicos para construir una concepción del mundo crítica y científica. Esta manera de concebir la filosofía se opone radicalmente a cualquier tipo de especulación acrítica y de monismo constructivo. Procura el fundamento científicamente elaborado desde el que puede emerger una posible concepción científica del mundo congruente con ese fundamento, una concepción del mundo que no pretende ser otra cosa que una interpretación del sentido de la existencia humana y de la cultura humana; [a su vez,] esa interpretación se realiza teniendo en cuenta el sistema de aquellas normas absolutamente válidas que en el transcurso del desarrollo de la humanidad han ido constituyendo los valores de lo verdadero, de lo bueno, de lo bello y de lo sagrado.

La filosofía permanece en el ámbito de la conciencia en la medida en que se mantiene fiel a esta epistemología crítica; a los tres tipos fundamentales de actividad [de la conciencia] –pensar, querer y sentir– les corresponden los valores lógicos, éticos y estéticos [10], que en su armonía se fusionan con el valor de lo sagrado, con el valor religioso. También aquí la filosofía culmina en una concepción del mundo, si bien en una concepción de corte crítico y científico. La formación de una concepción del mundo de esta índole depende evidentemente de la postura personal que el filósofo adopta ante la vida, el mundo y la historia. Sin embargo, esta postura obedece a los resultados de la filosofía científica, en el marco de la cual –como en cualquier ciencia– no tiene cabida la postura personal del filósofo.

La concepción del mundo no se identifica aquí con la tarea propia de la filosofía científica, como si ésta pudiera entenderse en los términos de aquélla. En tanto que ciencia de los valores, la tarea de la filosofía científica es el sistema de valores; y justamente en el límite de la filosofía se halla la concepción del mundo. Sin embargo, ambas llegan a formar una cierta unidad en la personalidad del filósofo.

De esta manera hemos alcanzado una interpretación de nuestro tema significativamente más valiosa y superior a la primera. Esta interpretación señala que la concepción del mundo es el límite de la filosofía científica, o que la filosofía científica –es decir, la ciencia crítica de los valores– es el fundamento necesario de una concepción del mundo crítica y científica.

La comparación de ambas concepciones de nuestro tema y el examen de sus expresiones históricas nos permiten ver que el problema de la concepción del mundo está de alguna manera conectado con la filosofía: en el primer caso, la concepción del mundo se ha definido como la tarea inmanente de la filosofía, es decir, la filosofía se identifica en última instancia con las enseñanzas de una concepción del mundo; en el otro caso, la concepción del mundo es el límite de la filosofía. La filosofía como ciencia crítica no se identifica con una teoría de la concepción del mundo.

[11] c) La paradoja del problema de la concepción del mundo. Incompatibilidad entre filosofía y concepción del mundo

La decisión crítica entre las dos concepciones de nuestro tema se impone prácticamente por sí misma. Sin entrar ahora en mayores detalles, resulta evidente que la moderna conciencia crítica optará por el segundo planteamiento científico del problema y, como muestran las más influyentes escuelas filosóficas contemporáneas, ya ha optado por ese planteamiento.

Esta explicación preliminar de las posibles formas de concebir nuestro tema nos deja a las puertas del problema que en realidad deseamos analizar. Ahora bien, la precisión y la integridad del método exigen que primero consideremos una cuestión formal, a saber, si con las dos formulaciones del problema que hemos comentado se agotan efectivamente todas las posibles interpretaciones de nuestro tema.

La historia de la filosofía muestra en sus múltiples formas de manifestación que la filosofía siempre guarda algún tipo de relación con la cuestión de la concepción del mundo. Las diferencias y, por tanto, las posibles interpretaciones del tema se producen sólo en función de cómo están conectadas entre sí. Esto significa que, más allá de las diferencias concretas, la filosofía y la concepción del mundo pueden ser o bien idénticas o bien no idénticas, pero [en cualquier caso] existe una conexión.

Por último, todavía queda la simple posibilidad de que entre ambas no exista ninguna conexión. De ser así, la concepción del mundo sería frente a la filosofía una estructura completamente heterogénea. Esta separación radical contradiría todas las concepciones de la filosofía existentes hasta la fecha; de hecho, esta separación exigiría descubrir un concepto de filosofía totalmente nuevo, un concepto que desvincularía a la filosofía de todas las preguntas últimas de la humanidad. La filosofía renunciaría así a sus privilegios más arraigados, renunciaría a su real y suprema misión. ¿Qué valor tendría la filosofía si se viera privada de esta misión?

[12] Si tenemos presente las interpretaciones de las que hemos hablado previamente, la filosofía ya no podría ser considerada en rigor como una ciencia, ya que también la filosofía científica –en cuanto ciencia crítica de los valores basada en los actos fundamentales de la conciencia y de sus normas– muestra en su sistema una tendencia última y necesaria hacia una concepción del mundo.

Estamos, pues, hablando de una paradoja que en apariencia posee una justificación formal y metodológica, pero que también goza del discutible privilegio de conducir a la catástrofe toda la filosofía (realizada hasta el momento). Sin embargo, la paradoja es nuestro verdadero problema. De esta forma, las dos concepciones del tema mencionadas al principio se ponen radicalmente en duda. Nos hallamos ante un tema que realmente encierra un problema.

La expresión «problema de la concepción del mundo» adquiere ahora un sentido nuevo. Si se ha de demostrar que la formación de una concepción del mundo no pertenece de ningún modo –ni siquiera como tarea límite– a la filosofía, que ella misma constituye un fenómeno extraño a la filosofía, esta demostración debe evidenciar la radical alteridad de la «concepción del mundo» (es decir, de la concepción del mundo en general y en cuanto tal –y no esta o aquella constitución determinada). La esencia de la concepción del mundo deviene un problema, en el sentido de que su interpretación se realiza a partir de un horizonte de sentido más amplio.

El carácter genuinamente no-filosófico de la concepción del mundo puede emerger sólo si se contrapone a la filosofía, y no únicamente eso, sino sólo a través de las herramientas metodológicas de la filosofía misma. La concepción del mundo se convierte en el problema de la filosofía en un sentido completamente nuevo. Pero el núcleo del problema reside en la filosofía misma; de hecho, ella misma es el problema. La pregunta cardinal concierne a la naturaleza y al concepto de la filosofía. No obstante, el tema ya se ha formulado en los siguientes términos: «la idea