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Esta obra está centrada en el estudio de la Protesta de los Trece, suceso ocurrido el 18 de marzo de 1923, con gran importancia en la historia de Cuba. En ella, el autor recorre las circunstancias que acompañaron este acontecimiento, las razones que la originaron, los protestantes y sus destinos —no todos se mantuvieron fieles a la Revolución—, así como su vigencia para los desafíos actuales y venideros.
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Seitenzahl: 79
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Edición: Ana Molina González
Diseño de colección: Claudia Alejandra Damiani
Ilustraciones interiores: Stephanie Rivero
Composición: Irina Borrero Kindelán
© Mario Antonio Padilla Torres, 2023
© Sobre la presente edición:
Editorial de Ciencias Sociales, 2023
ISBN 9789590625138
Estimado lector le estaremos agradecidos si nos hace llegar su opinión, por escrito, acerca de este libro y de nuestras publicaciones.
Instituto Cubano del Libro
Editorial de Ciencias Sociales
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[…] la Protesta ha de enjuiciarse no sólo en su condición anunciadora sino en su proyección inmediata,en su encarnación ascendente. El impulso surgido de la Protesta sirvió —por encima de las esperadas y numerosas deserciones— para afirmar en las gentes de pensamiento y sensibilidad un sentido de responsabilidad social que pronto crecióen conciencia, orientación y militancia.
Juan Marinello Vidaurreta, 1973
A mi familia, en especial a mi esposa, musa de mis libros y artículos, crítica de mi obra intelectual.
A mi querido hijo, censor indirecto de lo que escribo y de mi comportamiento, pero con respeto y cariño.
A todos mis colegas que creen en mí.
A Michel, inspirador de esta obra, joven inteligente e intelectual competente.
A mi estimada amiga y colega María Caridad Pacheco González por su bello prólogo y el entusiasmo mostrado por el libro.
Al director de la Biblioteca Nacional “José Martí”, Omar Valiño, por su entusiasta y responsable coordinación para que esta obra fuera un éxito.
A Lourdes de la Fuente Rosales, subdirectora de Servicios al Público-BNCJM.
A José Antonio Doll Pérez, historiador y especialista del Área de Manuscritos de la Colección Cubana “Antonio Bachiller y Morales”.
A Eliani de la Torre Gómez, especialista principal de la Sala de Servicios Generales “Domingo Figarola Caneda”.
A mi estimada amiga la Dra. Sunamis, por su valioso apoyo a mi obra como intelectual y revisora profesional de mi creación.
Cuando acepté la invitación del querido amigo y colega Mario Antonio Padilla Torres para escribir el prólogo de un libro en cuyas páginas abordaba un acontecimiento centenario, no solo pensé sumarme al homenaje del evento ocurrido en marzo de 1923 y a su protagonista, Rubén Martínez Villena, sino en volver la mirada hacia aquel episodio de nuestra historia, sobre todo, por las lecciones que aporta a nuestro presente.
Esta obra, en la que confluyen investigaciones muy acuciosas, nos depara un recorrido por las circunstancias que acompañaron el histórico suceso, las razones que lo originaron, los trece firmantes y sus destinos —no todos se mantuvieron fieles a la Revolución—, así como su vigencia para los desafíos actuales y venideros.
Ante la frustración e inconformidad que la república neocolonial generó, la preocupación fundamental de la intelectualidad cubana, deseosa de cambios sociales, se centró en completar la obra inconclusa de los libertadores. Por ello, irrumpió en la vida pública durante los primeros años del siglo xx, dirigiendo los más recios ataques contra las deformaciones y la corrupción de la política gubernamental y enfrentándose, resueltamente, a la penetración económica imperialista y al pesimismo e indiferencia que habían contribuido a mantenerla.
El sector más joven de la intelectualidad que arribó a la pasada centuria con ansias de transformación asentó su quehacer artístico-cultural y científico al servicio de los ideales del antimperialismo, el civismo y una auténtica democracia; en consecuencia, requerían definirse, más allá de diferencias en lo estético y en lo filosófico, ante dos de los problemas claves del momento: la soberanía nacional y la identidad cultural.
Amén de numerosas manifestaciones políticas y sociales que sacudieron al país durante el período de 1902 a 1923, en este útlimo año tuvo lugar la Protesta de los Trece, considerada como la expresión política fundacional de los intelectuales cubanos contra la situación que atravesaba la nación. Esa acción caló hondo en la ciudadanía al poner en tela de juicio el proceder deshonesto del gobierno del presidente Alfredo Zayas y no solo el hecho corrupto que representó la compra del Convento de Santa Clara.
El joven que la encabezó, Rubén Martínez Villena, perteneció a la generación surgida entre la intervención norteamericana y los primeros años de la república frustrada, la que hizo el primer rescate de la obra de José Martí. Hay dos factores esenciales que evidencian esto último: la edición de las obras de Martí realizada por Gonzalo de Quesada y Aróstegui, cercano colaborador del Apóstol y, en segundo lugar, los esfuerzos de muchos intelectuales y patriotas de utilizar su ideario en el combate político de entonces.
De este modo, en aquella primera visión republicana de Martí, aún fragmentada y plena de hallazgos de corte anecdótico, se encuentra el libro Contra el yanqui, de Julio César Gandarilla, obra de protesta contra la acción injerencista del imperialismo norteamericano y de defensa de lo más raigal del pensamiento del Apóstol de Cuba. En esta época, la labor de propaganda política de las primeras organizaciones socialistas —integradas en su mayoría por patriotas de la emigración— y los discursos de Manuel Sanguily Garrite y Enrique José Varona Pera, hombres de inmensa sensibilidad y pasión por la patria, constituyeron esencial vehículo de trasmisión de la imagen viva de Martí a las nuevas generaciones que buscaban transformar la realidad política y económica del país.
Rubén Martínez Villena llegó a la Revolución por las vías más difíciles de la conciencia, acercándose paso a paso, venciendo la impronta que el medio familiar y la clase social de la cual provenía dejaron en su espíritu, y profundizando en las raíces de los problemas sociales que aquejaban a la neocolonia cubana.
La Protesta de los Trece, liderada por Villena en favor del adecentamiento de la gestión gubernamental, no solo puede medirse por su repercusión inmediata como acción de condena a los síntomas de corrupción presentes en la política cubana y como acto de rectitud moral de sus jóvenes protagonistas, sino por lo que significó en la revelación posterior de las profundas causas políticas, económicas y sociales que engendraron tal estado de latrocinio y desvergüenza en los gobiernos de la república neocolonial.
Resulta revelador lo que alguien como el historiador Ramiro Guerra Sánchez, de tan diferente proyección política a la del autor de “La pupila insomne”, escribió sobre el trascendente suceso:
En aquel gesto puede decirse que cuajó el ideal más alto de la revolución: libertad para pensar, para ser, para afirmar la personalidad. Hasta entonces habíamos dispuesto en nuestros juicios, de una escala de valores seudocoloniales a base de convencionalismo, de respeto, de cobardía frente a lo insincero y falso; a partir de aquel momento tuvimos otra medida llena de audacia y de juvenil insolencia y, al mismo tiempo, de elevada rectitud moral. Después de aquella tarde nadie se sintió seguro en la posesión de una reputación legítima. Cada hombre debía ser capaz de resistir los recios martillazos de la verdad.1
Estas palabras expresan una verdad esencial y es que la Protesta de los Trece supuso una actitud nueva de los intelectuales; fue la primera expresión política de ese sector poblacional como grupo definido y, desde aquella época hasta nuestros días, los artistas y escritores han debido asumir la responsabilidad de la posición política que sustentan y, como afirmó Juan Marinello Vidaurreta, la han honrado o traicionado, pero no han podido ignorarla o eludirla.
En Rubén Martínez Villena descuella siempre el artista creador junto al consecuente revolucionario y, en ello, como en otros aspectos de la creación literaria, existe una marcada influencia martiana que le abría los caminos, desde la más temprana edad, hacia el empeño militante. Resulta difícil, a partir de esta realidad, condenar su renuncia lírica, pues su labor plena y abnegada nunca fue sinónimo de menosprecio o repudio hacia la cultura, porque para todo marxista verdadero la cultura, la ciencia y el arte han sido y seguirán siendo valores esenciales.
El joven que en 1923 fundó la Falange de Acción Cubana —una de las consecuencias inmediatas de la Protesta—, que tenía como tarea única el combate contra la corrupción administrativa, era el mismo que un lustro después definiría al imperialismo como causante de nuestra deformación estructural, abrazaría el marxismo-leninismo y ocuparía tareas de dirección en el primer Partido Comunista de Cuba. Solo una honestidad proverbial, de profunda estirpe martiana, pudo determinar en tan breve tiempo cambios tan trascendentes y radicales.
La Protesta de los Trece, la juventud intelectual se rebela
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