Los esplendores de Tipheret - Omraam Mikhaël Aïvanhov - E-Book

Los esplendores de Tipheret E-Book

Omraam Mikhaël Aïvanhov

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Beschreibung

«Cuando nos concentramos en el Sol, que es el centro del universo, nos acercamos a nuestro propio centro, a nuestro Yo superior que es nuestro Sol, nos fusionamos con él y poco a poco llegamos a ser como él. Pero concentrarse en el Sol es también aprender a movilizar todos nuestros pensamientos, todos nuestros deseos y todas nuestras energías para la realización del más alto ideal. El que trabaja para unificar la multitud de fuerzas caóticas que tiran de él en todos los sentidos con el fin de lanzarlas en una única dirección, una dirección luminosa y saludable, se convierte en un foco tan poderoso que es capaz de irradiar a través del espacio. Sí, el hombre que llega a controlar las tendencias de su naturaleza inferior puede beneficiar a toda la humanidad, y se vuelve como el Sol. Vive en una tal libertad que ensancha el campo de su consciencia a todo el género humano, al que envía toda la sobreabundancia de luz y de amor que brotan de él... Es necesario que haya cada vez más en la Tierra seres capaces de consagrarse a este trabajo con el Sol, porque únicamente el amor y la luz transformarán a la humanidad». Omraam Mikhaël Aïvanhov

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Veröffentlichungsjahr: 2024

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Omraam Mikhaël Aïvanhov

LOS ESPLENDORES DE TIPHERET El sol en la práctica espiritual

Traducción del francés

ISBN 978-84-10379-14-5

Título original:

Les splendeurs de Tipheret

Le soleil dans la pratique spirituelle

© Copyright reservado a Editions Prosveta, S.A. para todos los países. Prohibida cualquier reproducción, adaptación, representación o edición sin la autorización del autor y del editor. Tampoco está permitida la reproducción de copias individuales, audiovisuales o de cualquier otro tipo sin la debida autorización del autor y del editor (Ley del 11 de marzo 1957, revisada). - www.prosveta.es

I Surya-yoga El sol, centro del universo Todo lo que existe en la tierra está contenido en estado etérico en el sol

I

Sin duda, mis queridos hermanos y hermanas, habéis observado, que cuando el sol aparece, la naturaleza está silenciosa, atenta; se recoge como si quisiera recibir algo del sol. Durante unos minutos la tierra, los animales, los insectos, los árboles, todo se serena y se calla, incluso los pájaros... Los pájaros se despiertan antes de la salida del sol, están alegres, vuelan, cantan, pero cuando el sol empieza a salir, se detienen un momento... Sólo los hombres siguen haciendo ruido; son los únicos que no han comprendido nada. Toda la naturaleza se calla, pero ellos siguen atropellándose, hablando, gritando, como si este acontecimiento que afecta al universo entero no tuviese ninguna importancia. Ahí es donde se ve cuán irrespetuosos e ignorantes son, porque no saben aprovechar todos los beneficios que aporta la presencia del sol...

Y vosotros, que venís cada mañana a la salida del sol a la Roca*, ¿por qué venís?

* En el Bonfín, desde el primer día de la primavera hasta el final del verano, los miembros de la Fraternidad Blanca Universal, se reúnen sobre una prominente roca para meditar mirando la salida del sol (Nota de los editores).

Algunos, para hacer como los demás; otros, para admirar un bello espectáculo... ¿Pero cuántos vienen para hacer un trabajo grandioso y comprender, por fin, lo que es el sol? Muy pocos. Por eso, me gustaría hablaros del significado y de la importancia del sol, de las posibilidades y de las riquezas que nos da, para que tengáis nociones claras que os ayudarán a hacer un gran trabajo espiritual.

Actualmente se habla mucho del yoga. Ya os dije algo al respecto cuando os presenté las diferentes clases de yoga que existen y que proceden, sobre todo, de la India y del Tibet, pero también de China, Japón, Egipto, Persia... Porque todas las religiones tienen su yoga, incluso el cristianismo. Sí, los cristianos han practicado siempre la adoración, la oración, la contemplación, la abnegación, el amor hacia el Creador, éste es el aspecto predominante de la religión cristiana y, en la India, se llama Bhakti-yoga, el yoga de la devoción, de la adoración, del amor espiritual. Este yoga conviene sólo a algunos temperamentos. Pero otros temperamentos, tienen cualidades y dones diferentes y hay que darles, por lo tanto, otras posibilidades. Numerosos son los caminos que llevan hacia el Creador. Los cristianos se han limitado a una sola vía que es además maravillosa, no hay que criticarla, pero los hindúes, en cambio, son más ricos, han dado muchos otros métodos.

Para los que están hechos más bien para el estudio, la reflexión filosófica, el trabajo del pensamiento, los hindúes han dado el Jnani-yoga, el yoga del conocimiento para que puedan unirse al Señor por la vía de la inteligencia.

Hay otros que no tienen esta inclinación por la ciencia y la filosofía, como tampoco ganas de arrodillarse, de contemplar y de adorar: tienen una voluntad poderosa, energías para gastar, una gran abnegación. Quieren servir a los demás, quieren trabajar. El Karma-yoga está hecho para ellos, es el yoga de las obras, de las realizaciones, de los deberes que hay que cumplir sin esperar pago ni recompensa. El Karma-yoga es el yoga de la acción gratuita y desinteresada.

Para aquéllos que quieren dominarse, controlar sus instintos, sus impulsos y sus tendencias inferiores, existe el Radja-yoga: gracias a la concentración y al autodominio, también ellos consiguen alcanzar al Eterno, fundirse con Él, y se convierten en “reyes” (radja significa rey) de su propio reino. El Kriya-yoga es el yoga de la luz: pensar en la luz, conocerla, comprenderla, rodearse de colores, introducirlos dentro de uno mismo y proyectarlos a su alrededor. Éste es un trabajo magnífico, es el yoga de Babadji.

El Hatha-yoga es, para aquéllos a los que les gusta hacer ejercicios físicos, realizar toda clase de posturas, de âsanas como se las denomina: doblarse, retorcerse, hacerse un ovillo, estirarse, ponerse boca abajo, levantarse, hacer pasar las piernas por detrás de la cabeza, etc... Estos ejercicios, basados en el conocimiento preciso de los centros que se ponen en funcionamiento al tomar tal o cual postura, exigen mucha voluntad y perseverancia. El Hatha-yoga es el más propagado en Occidente, pero los pobres Occidentales no tienen el temperamento ni la constitución de los Orientales, ni las condiciones de calma y de silencio para practicarlo, y muchos acaban desequilibrándose física y psíquicamente. ¡Cuántos me han confesado que habían abandonado el Hatha-yoga porque sentían que se estaban desequilibrando! Hay que ser muy prudente. Yo nunca he aconsejado a los Occidentales la práctica de este yoga.

El Agni-yoga es el yoga del fuego: pensar en el fuego, trabajar con el fuego, despertar el fuego en uno mismo. Puesto que el fuego es el origen de toda la creación, el Agni-yoga es también un camino que conduce hacia el Creador.

El Chabda-yoga, el yoga del Verbo, consiste en pronunciar ciertas fórmulas – o mantras – en un momento determinado, un número determinado de veces, con tal o cual intensidad... El Verbo es un poder, y aquél que sabe cómo actuar con este poder obtiene grandes resultados.

Me gustaría hablaros ahora de un yoga que supera a todos los demás: es el yoga del sol. Ya era conocido en el pasado: los Griegos, los Egipcios lo practicaban, así como los Persas, los Aztecas, los Mayas, los Tibetanos... Ahora ha sido abandonado, sobre todo en Occidente. Como en sánscrito al sol se le llama surya, le damos a este yoga el nombre de “Surya-yoga”. Éste es mi yoga preferido porque reúne y resume por sí solo todos los demás yogas. Sí, ¿por qué no reunir todos los yogas en uno sólo?

El discípulo de la Fraternidad Blanca Universal no puede seguir siendo un ser estrecho, limitado, porque representa al hombre de la nueva vida que debe desarrollarse en todos los dominios. Debe actuar con un desinterés absoluto: y esto es el Karma-yoga. Debe buscar a Dios, amarle, adorarle: esto es el Bhakti-yoga. Debe meditar, concentrarse para llegar a dominarse, a gobernar todo el pueblo de sus células: esto es el Radja-yoga. Cuando está sentado en meditación en la Roca, o cuando ejecuta los movimientos de nuestra gimnasia por la mañana, o los de la Paneuritmia, hace, si queréis, ¡Hatha-yoga!... Proyecta luz y colores, se rodea de un aura luminosa: es el Kriya-yoga. Se concentra en el fuego, y éste le da la posibilidad de quemar todas sus impurezas: es el Agni-yoga. Procura, sin cesar, ser dueño de su palabra, no pronunciar palabras que separen a los seres, que introduzcan en ellos la duda o el desánimo, y se esfuerza, al contrario, en ser un creador de la nueva vida: es el Chabda-yoga. Finalmente, se concentra en el sol, lo ama y lo busca, lo considera como una puerta que se abre al cielo, como la manifestación de Cristo, el representante de Dios: es el Surya-yoga. El discípulo que lo practica no rechaza ninguno de los otros yogas, al contrario, se convierte en un ser completo, vive en la plenitud.

Os muestro el nuevo ideal, el nuevo modelo de la humanidad que se crea en la Fraternidad Blanca Universal: seres cuyo ideal es desarrollar todas las cualidades y virtudes. Porque en el Surya-yoga, la adoración está comprendida, la sabiduría está comprendida, el poder está comprendido... y asimismo la pureza, la actividad, la abnegación, la luz, como también el fuego sagrado del amor divino. Por eso, los próximos días, voy a ocuparme de presentaros el yoga del sol, para que sepáis lo que es y qué beneficios recibís viniendo cada mañana a ver la salida del sol.

Con los otros yogas, sólo desarrolláis una parte de vosotros mismos, mientras que con el Surya-yoga ponéis en actividad todos los centros que hay en vosotros, porque os vinculáis con el poder que dirige y anima a todos los planetas de nuestro universo: el sol, y así obtenéis obligatoriamente resultados. Por eso puedo deciros que todos los yogas, que eran considerados en el pasado como magníficos, y que siguen siéndolo, cederán el lugar al Surya-yoga el cual los supera a todos, porque, a través del sol, trabajamos con Dios mismo. Algunos, que lo han experimentado, han tenido éxito, y no podéis imaginaros todo lo que han ganado, ¡en qué luz, en qué claridad, en qué éxtasis viven! Hasta os diré que lo que nadie ha podido enseñarme me lo ha revelado el sol, porque ningún libro puede daros lo que el sol os dará si aprendéis a entrar en relación con él.

Esto es muy fácil de comprender, os daré un ejemplo muy sencillo. Imaginaos que leéis un libro, el mejor: la Biblia, los Vedas, o el Zend-Avesta, pero es invierno, no tenéis calefacción, sentís frío y tenéis que acostaros. Sí, ¡el mejor libro no puede calentaros! Imaginad también que es de noche: la luz disminuye y pronto ya no podéis leer más; aquí también, ¡el mejor libro no puede instruiros! Y si os habéis vuelto anémicos porque habéis leído o trabajado demasiado, tampoco el libro puede volver a daros vitalidad. Mientras que el sol, en cambio, os da calor, luz y vida: es, pues, el mejor de los libros. Nadie se da cuenta aún de la importancia del sol. La ciencia se ocupa de él, por supuesto, pero para utilizarlo, para embotellarlo, para venderlo. Sólo ven el aspecto material, financiero. Del aspecto espiritual están lejos, ¡tan lejos!... Incluso los religiosos, sobre todo los religiosos... Y es justamente este aspecto espiritual el que quiero mostraros: lo que representa el sol, sus rayos... cómo desarrollarse espiritualmente gracias al conocimiento del sol, a la práctica del sol, sabiendo cómo mirarlo, cómo contemplarlo, incluso cómo penetrar en él...

El sol es el origen y el padre de todas las cosas, es la Causa primera; la tierra y los demás planetas han salido de él, él es quién los ha engendrado. Por eso la tierra contiene los mismos elementos que el sol, pero en estado sólido, condensado. Los minerales, los metales, las piedras preciosas, las plantas, los gases, los cuerpos sutiles o densos que se encuentran en el suelo, en el agua, en el aire y en el plano etérico, han salido del sol. Así pues, los productos farmacéuticos, los cuales han sido fabricados a partir de sustancias minerales o vegetales, vienen del sol... Sí, todos los medicamentos, todas las quintaesencias que los químicos han logrado extraer y preparar, vienen del sol. Dentro de un momento veréis que camino se abre ahora para el discípulo, cómo, concentrándose en el sol, puede apropiarse, puede captar en su pureza original los elementos necesarios para su equilibrio y su salud.

Actualmente, las personas se atiborran de medicamentos, se tragan farmacias enteras con la esperanza de curarse. Nunca piensan en ir a buscar más arriba, en las regiones sutiles, otros elementos mejores; se contentan con tomar en el plano físico las sustancias que necesitan. ¿Y de dónde vienen estas sustancias? Del sol. ¿No es preferible, entonces, ir a buscarlas directamente arriba, a la fuente?

Para comprender esta idea, debemos saber que el universo en el que vivimos se formó por condensaciones sucesivas.1 Al principio era el fuego. El fuego, poco a poco, emanó de sí mismo una sustancia más densa: el aire, del cual emanó, a su vez, el agua. Y el aire quiere volver hacia su padre, el fuego, pero su padre le dice: “No, no, estoy harto de ti, vete, ¡eres muy feliz allí abajo!” Y el aire se pone a llorar, a llorar, ¡y ahí está la lluvia! Diréis: “¡Vaya! ¡qué explicaciones!” Sí, son explicaciones... ¡“caseras”!... El agua, a su vez, se desembarazó de los elementos más densos y se formó la tierra. Además, ahora se tienen pruebas científicas de que la vida en la tierra salió del agua. Cada elemento es una condensación de otro elemento más sutil: el aire del fuego, el agua del aire, la tierra del agua. Pero, más allá del fuego que nosotros conocemos, existe otro fuego, la luz del sol, que es el origen de todas las cosas y en la que se puede encontrar en estado sutil, etérico, todo lo que existe en la tierra.

Diréis: “Pero, ¿qué sucedió para que todos estos elementos se condensasen?” Bastó con que saliesen del centro. El centro, es el sol. Cuando los elementos contenidos en el sol se alejaron hacia la periferia, se condensaron, se volvieron opacos, pesados... Y lo mismo sucede con nosotros, mis queridos hermanos y hermanas: al alejarnos del centro, del seno de Dios, nos volvimos apagados y pesados. Para volver a encontrar nuestra pureza y nuestra luz, debemos volver hacia el centro.

Vais a ver cómo las prescripciones de todas las religiones coinciden en la búsqueda del centro o, si lo preferís simbólicamente, del sol. Cuando el hombre decide volver hacia el centro, se producen cambios en todo su ser... A menudo os he hablado del artefacto que vi, hace años, en Luna-Park. Era una plataforma redonda, giratoria, donde se subían los jóvenes... La máquina se ponía en marcha, el movimiento se aceleraba cada vez más y, pronto, los que se encontraban en la periferia eran atrapados por el torbellino de las fuerzas centrífugas que los desequilibraban y los proyectaban hacia todos los lados, mientras que los que permanecían en el centro se quedaban en su sitio, de pie, inmóviles, sonrientes. Gracias a esta imagen os mostré que, cuanto más os alejáis del centro, tanto más os veis sometidos a una fuerza desordenada, caótica y, poco a poco, perdéis vuestro equilibrio y vuestra paz. Por el contrario, cuando os acercáis al centro, el movimiento cambia, y os sentís en calma, en el gozo y la dilatación.2

A partir de tales observaciones, los Iniciados han descubierto unos estados de conciencia extraordinarios que les permiten establecer una ciencia, una filosofía, unos métodos. Sus investigaciones, sus descubrimientos han llegado hasta nosotros, y ahora os los transmito para que os sean útiles y para vuestro perfeccionamiento. Pero hay que comprenderme: yo tengo el privilegio de disponer de un lenguaje muy claro, muy sencillo, casi infantil, mientras que todo lo que encontréis en las obras de los religiosos y de los filósofos, ¡es tan abstracto y oscuro! ¿Por qué no simplificar la expresión de las grandes verdades? ¿Por qué no aclararlas y volverlas accesibles incluso para los niños? Esta es una cualidad que Dios me dio: saber presentar las cosas clara y sencillamente.

Viniendo cada mañana con el deseo de contemplar el sol, de extraer fuerzas de él, de penetrar en él, y también de encontrarlo dentro de nosotros mismos, abandonamos la periferia para volver hacia la fuente, en la paz, la luz, la libertad, en unión con Dios. El sol es el centro del sistema solar y todos los planetas gravitan a su alrededor con un movimiento armonioso. Este movimiento armonioso de los planetas alrededor del sol, es el que debemos imprimir en nuestras células. Pero para ello, tenemos que encontrar el centro en nosotros, el sol, el espíritu, Dios. Entonces, todas las partículas de nuestro ser entran en el ritmo de la vida universal y las sensaciones y estados de conciencia que experimentamos, son tan maravillosos, que no hay palabras para expresarlos. Hoy os presento el aspecto filosófico de esta cuestión del centro; después veremos el aspecto práctico, mágico. Todavía no lo conocéis, y no hay nada más importante.

Diréis, “¿Pero es absolutamente necesario ir a ver la salida del sol? ¿No es lo mismo rezar en casa?” Desde luego, en vuestra habitación podéis rezar, uniros a Dios, encontrar el centro; podéis tener los mismos resultados, los mismos éxtasis, por supuesto. Pero si al mismo tiempo que rezáis, respiráis el aire puro, si os exponéis a los rayos del sol, realizáis la unión con Dios, no sólo intelectualmente, con el pensamiento, sino también físicamente, con el aire, con la luz, entonces vuestra oración es más completa. Aquí, a la salida del sol, sois ayudados por unos factores muy poderosos: el aire puro, la paz, todo este espacio, el calor, la luz... ¡Es la plenitud! Como veis queridos hermanos y hermanas, si sabemos situar correctamente las cosas y apreciar su valor, nos acercamos más rápidamente, más eficazmente, más maravillosamente a la fuente de la vida que todos necesitamos.

Todos los seres sin excepción tienen necesidad de volver hacia la fuente. Esto lo comprenden de diferentes maneras, pero en realidad, todos buscan al Señor: los que no hacen más que comer y beber, los que buscan a las mujeres sin saciarse nunca, los que desean la riqueza, el poder o la ciencia... todos buscan a Dios. Mi interpretación ofuscará quizás a los religiosos, porque a menudo son estrechos de miras y están llenos de prejuicios, y dirán. “¡Es imposible que los hombres busquen a Dios por caminos tortuosos!” Sí, no existe ninguna criatura que no busque a Dios. Sólo que cada una de ellas comprende y busca a Dios a su manera. Por supuesto, sería preferible que supiesen dónde está y cómo encontrarlo en la perfección, pero Dios está un poco en los alimentos, un poco en el dinero y también en el amor de los hombres y de las mujeres... Sí, las sensaciones de plenitud, de dilatación, de éxtasis, El es el que las procura. Y desear la autoridad, el poder, es también querer poseer un atributo de Dios. Querer ser bellos, e incluso arruinarse en los institutos de belleza con operaciones de cirugía estética o de no sé qué, también es tratar de tener una cualidad de Dios: su belleza. Y hasta los glotones, que se pasan todo el día en comilonas, si no fuese porque así saborean un poco al Señor, no sentirían el gusto del paladar, el placer en las entrañas. No existe nada bueno, hermoso o deleitable que no encierre por lo menos algunas partículas de la Divinidad. Pero para encontrar verdaderamente al Señor, nosotros no preconizamos todos esos caminos tan costosos, groseros y deplorables. Mostramos el mejor camino, el que lleva directamente a El.

Lo primero que hay que hacer, es ser conscientes de la importancia del centro y comprender cómo la búsqueda del centro provoca grandes cambios en nosotros, incluso sin que nos demos cuenta. Cuanto más nos acercamos al sol con todo nuestro espíritu, con toda nuestra alma, con todo nuestro pensamiento, con todo nuestro corazón, con toda nuestra voluntad, más nos acercamos al centro que es Dios, porque en el plano físico, el sol es el símbolo de la Divinidad, su representación tangible, visible. Y todos esos nombres abstractos y alejados de nosotros que se le dan al Señor: Fuente de vida, Creador del cielo y de la tierra, Causa primera, Dios Todopoderoso, Alma universal, Inteligencia cósmica... pueden resumirse en la imagen del sol tan concreta y próxima a nosotros. Sí, podéis considerar al sol como el resumen, la síntesis de todas estas ideas sublimes y abstractas que nos sobrepasan. En el plano físico, en la materia, el sol es la puerta, la conexión, el médium gracias al cual podemos unirnos al Señor.

Retened lo que acabo de deciros hoy, consideradlo, meditadlo... Y sobre todo, no digáis: “¡Ya lo sé, ya lo he oído, ya lo he leído!” Aunque sea verdad, haced como si no lo fuese, porque, si no, no evolucionaréis jamás. Ésta es la actitud de todo el mundo: para mostrarse superiores, todos se amparan y refugian detrás de esta reacción. Cualquier cosa que se les diga, ya lo saben siempre, ya lo han oído, ya lo han leído. ¿Por qué, entonces, no han realizado nada? ¿Por qué siguen siendo débiles, enfermizos, limitados? Si tuviesen el verdadero saber, saldrían de sus dificultades, vencerían los obstáculos. ¡El verdadero conocimiento hace triunfar en todo! Pero no han hecho nada, ni siquiera han vencido ciertas pequeñas debilidades, siempre chapotean, ¿cómo queréis entonces que crea en su superioridad?... Debéis cambiar de actitud y dejar de interpretar estos papeles. Vuestro orgullo oscurece tanto vuestra inteligencia que os impide evolucionar. Así que expulsad el orgullo, sed más humildes, haced como si acabaseis de oír lo que os digo por primera vez y decid: “¡Qué interesante!, ¡qué descubrimiento!, ¡qué revelación!”, y veréis entonces qué progresos haréis. Sí, yo sé lo que os impide evolucionar.

Considerad lo que os he dicho hoy a propósito del sol como una verdad muy importante; anotadla, meditadla y no la olvidéis jamás, porque cuanto más avancéis en este nuevo yoga, desconocido o despreciado, más descubriréis su eficacia: os dará las posibilidades de aclarar numerosas cuestiones y de actuar después en consecuencia. Empezad, pues, por comprender que al mirar el centro del sistema solar, restablecéis dentro de vosotros mismos un sistema idéntico con su propio sol en el centro: vuestro espíritu, el cual vuelve, se instala y toma el mando. De momento, dentro de vosotros hay desorden y caos, no hay centro, no hay gobierno, no hay cabeza: todos vuestros inquilinos comen, beben, gritan, saquean; los pensamientos, los sentimientos, todos los deseos, se pasean en desorden. ¿Cómo queréis resolver vuestros problemas con esta anarquía? ¡No lo conseguiréis! Lo primero que se necesita es ser interiormente como un sistema solar, poseer interiormente el sol, para que todo gravite alrededor de un centro, pero de un centro luminoso, caluroso, y no aceptar más un centro que sea apagado, débil, sucio, estúpido... ¡Vamos! ¡Limpieza! A todos aquéllos que habíais tomado como guías, ignorantes o sabios, personas de vuestro entorno o personajes históricos, debéis verificarlos uno tras otro y decir: “¿Acaso eres tan luminoso como el sol? ¿No? Entonces, ¡fuera de aquí, vete!... ¿Y tú, eres tan caluroso como el sol? ¿No? ¡Vamos, fuera!” Después de este barrido, de esta purificación, instaláis al sol. Y cuando el sol se manifieste, cuando vuelva a tomar su lugar central, cuando esté presente en vosotros, real, vivo, veréis de lo que es capaz. A su llegada, todos los habitantes que hay en vosotros sentirán a su jefe, a su amo, a su señor.

A menudo os he dado el ejemplo de los niños en una clase: riñen, se pelean... pero en cuanto llega el maestro, todos los niños vuelven a su sitio con un aire inocente y cándido y le escuchan en un silencio formidable. Tomemos también el ejemplo de los cantantes de una coral o de los soldados de un cuartel: mientras falta la cabeza, el director de la coral o el capitán, cada uno hace lo que quiere, pero cuando la cabeza llega, todos se ponen en su sitio y empieza el trabajo... De momento, en el hombre, el corazón bajó al lugar del vientre y el vientre se puso en el sitio de la cabeza... y el cerebro cayó a los pies. Esto es lo que yo veo: las piernas arriba, la cabeza abajo, ¡todo al revés!

Tomemos otro ejemplo: una familia que está discutiendo... De repente, un amigo al que todos estiman y respetan viene a hacerles una visita; entonces, cómo se esfuerzan los pobres por olvidar sus rencillas y adoptar unas formas y unas actitudes decorosas: “Pero siéntese. ¡Qué felices estamos de verle! ¿Qué tal está?”... y hasta se miran amablemente para que el amigo no se dé cuenta de que se encontraban en plena tragedia. Pues bien, ¿por qué no utilizar la misma ley e introducir dentro de uno mismo la “cabeza” más luminosa, la más calurosa, la más vivificante: el sol? Entonces, instintivamente, mágicamente, todos encontrarán su sitio, porque tendrán vergüenza de mostrarse groseros ante este amigo o este superior... Cuando estallan dentro de vosotros discusiones, tumultos, revoluciones, si os ponéis a rezar con mucho ardor, de pronto todo se serena y volvéis a encontrar la calma y la alegría: es porque un amigo vino a vuestro interior, y gracias a él, todos los habitantes se han callado. ¿Cuántas veces lo habéis verificado, verdad? Y si a este amigo le rezáis todavía con más asiduidad y fervor para que no se vaya, para que se quede y habite en vosotros para siempre, para que se instale en el centro de vuestro ser y ya no se mueva más, entonces la paz y la luz reinarán eternamente en vosotros.

Los hombres viven como si se encontrasen en una caverna iluminada solamente por una velita: ven justo lo suficiente para salir del paso, y ni siquiera saben dónde están. Y cuando el sol llega con su luz, de repente se dan cuenta de que estaban rodeados de tesoros, de riquezas, de esplendores, pero, como no los veían, nunca habían tratado de acercarse a ellos. Es como aquél que está sumergido en el agua hasta el cuello y grita: “¡Tengo sed! ¡Tengo sed!”... Toda su vida grita “tengo sed”; tiene agua y no es consciente de ello. Cuando el sol penetre en vuestra alma, en vuestro espíritu, podréis ver todas las riquezas que poseéis.

La presencia del sol os aporta la luz y también el calor. Durante toda la vida, las personas tiritan, tiritan: “Tengo frío, nadie me ama, necesito amistad, afecto”, y todos buscan un poco de calor en las mujeres o en los hombres. Qué queréis, ¡para calentarse se arriman unos a otros! Pero el verdadero calor no se encuentra en esta clase de acercamientos, porque en cuanto cesan un poquito, de nuevo vuelve el frío y tiritan como antes.

No, mis queridos hermanos y hermanas, las cosas no son así. Para poseer el verdadero calor debemos introducir el sol dentro de nosotros. Hará tanto calor que sudaréis y hasta os veréis obligados a desnudaros completamente. Evidentemente, esto es algo simbólico, significa que conoceréis la verdad. Sabéis bien que se dice: “Ver la verdad desnuda...” Actualmente las personas son como los esquimales, están tan congelados que se arropan con tupidos abrigos de pieles de donde les sale apenas la nariz. ¿Cómo queréis que se conozcan, que vean su belleza y manifiesten su amor? Hace demasiado frío, no hay sol, es decir, no hay amor. Cuando venga el sol calentará y vivificará tanto a los seres ¡que se verán obligados a desnudarse, simbólicamente hablando! Verán su rostro, su belleza, su esplendor. Estarán liberados. Porque la liberación es eso: ser vivificado.

Alegraos de tener semejantes condiciones y de poder venir cada mañana a la salida del sol para saciar vuestra sed, para calentaros, aligeraros, liberaros. Sí, en mi opinión el Surya-yoga supera a todos los demás yogas, porque os permite practicarlos todos juntos aquí, a la salida del sol, y sentís el efecto favorable del calor, de la luz, de la pureza del aire. Y si no habéis obtenido resultados con los demás yogas que son difíciles, os queda al menos una cosa: el sol os ha calentado, os ha acariciado e incluso os ha dado unas pepitas de oro. Aunque no hayáis obtenido resultados, el sol os ha magnetizado, os ha curado, os ha colmado con todos los bienes. Rezáis, meditáis, respiráis y, al mismo tiempo, ¡sois ayudados por el sol!

Bonfin, 31 de julio de 1967 (por la mañana)

1“Y me mostró un rio de agua de la vida”, Parte XI, cap. 2: “Las raíces de la materia: los cuatro Animales santos”.

2El lenguaje simbólico, lenguaje de la naturaleza, Obras completas, t. 8, cap. III: “El círculo (centro y periferia)”.

II Cómo captar los elementos etéricos contenidos en el sol Al mirar el sol, nuestra alma toma la forma del sol

El sol es el origen de todos los planetas, todos han salido de él, por eso podemos decir que todo lo que existe aquí, en la tierra, como elementos químicos, como sustancias minerales o vegetales, ya existe en estado sutil, etérico, en el sol. Ahora, la cuestión es saber cómo captar esos elementos, en particular cuando queremos remediar las enfermedades, las deficiencias. Sí, porque es necesario que el hombre se habitúe a tomar en las regiones sutiles lo que necesita. Cuando siempre buscamos remedios abajo, en el plano físico, sin hacer ningún esfuerzo para elevarnos, no ganamos nada en el plano espiritual: nos volvemos perezosos, nos apoltronamos, porque lo tenemos todo al alcance de la mano; ni siquiera nos desplazamos, llamamos por teléfono o mandamos a alguien a la farmacia... Es mucho más provechoso hacer el esfuerzo de remover todo nuestro ser para ir a buscar estos elementos, estas quintaesencias, arriba, en el plano etérico.

La medicina oficial no conoce aún los elementos etéricos que son a la vez más sutiles y más eficaces que todos los que ha descubierto hasta ahora. La medicina piensa actualmente que las glándulas endocrinas, con sus secreciones, son las que gobiernan todo el organismo. No, no son las glándulas endocrinas las que juegan el papel esencial: son otros factores, en el plano astral y en el plano mental, los que gobiernan, desencadenan y dirigen el funcionamiento de las glándulas endocrinas. Porque, para que una glándula endocrina segregue demasiado, o muy poco, y produzca anomalías en el organismo, sin duda debe haber una causa. ¿Y dónde se encuentra esta causa? La Ciencia iniciática responde: en el ámbito de los pensamientos y de los sentimientos.

No estoy de acuerdo con la medicina materialista que cree que la salud del ser humano depende exclusivamente de la cantidad de vitaminas o de hormonas que absorbe. En realidad, existen en los planos astral y mental otros factores más poderosos que excitan o perturban el organismo, y es ahí donde hay que armonizarlo todo y ponerlo todo a punto, en vez de ocuparse únicamente del cuerpo y de buscar siempre las causas de las enfermedades en el plano físico. Estas dos regiones, astral y mental, en donde se forman los pensamientos y los sentimientos, todavía no han sido exploradas ni dominadas, y desde ellas se proyectan los elementos nocivos que van a perturbar después los otros aparatos: las glándulas endocrinas, el sistema nervioso, el gran simpático, los ganglios... Hay que ir a buscar, pues, mucho más arriba las causas de las enfermedades y sus remedios. Poco a poco la ciencia los descubrirá.

Hace unas décadas los médicos decían: “Si tomáis todos los días tanto de prótidos, tanto de lípidos, tanto de glúcidos y tanto de sales minerales, tendréis tantas calorías y estos os proporcionarán tantas energías...” Y todo el mundo creía que eso bastaba para tener buena salud, hasta el día en que la medicina se puso a hablar de unos elementos más sutiles e imponderables: las vitaminas. Entonces ¡todo el mundo se atiborró de vitaminas! Pero un Iniciado, en cambio, no tiene necesidad de ocuparse de calorías ni de vitaminas: en sus trabajos espirituales logra elevarse hasta muy arriba para captar otros elementos todavía más sutiles y necesarios que se encargan de ordenar y de ponerlo todo a punto en su organismo, incluso la asimilación de las mismas vitaminas. Además, el descubrimiento de las glándulas endocrinas y el misterio de su funcionamiento, prueba que a la medicina le quedan aún otros campos más sutiles que explorar.

Por eso nosotros insistimos tanto en la calidad de los pensamientos y de los sentimientos: porque los pensamientos y los sentimientos son unas fuerzas que ponen en marcha ciertos centros sutiles, los cuales actúan, a su vez, sobre las glándulas endocrinas, sobre el sistema nervioso y, después, sobre todos los demás sistemas, y de ello se deriva un estado de equilibrio o de desequilibrio, de orden o de desorden. Actualmente, algunos investigadores trabajan en esta dirección, pero no son escuchados. Sin embargo, pronto la medicina se verá obligada a admitir oficialmente sus conclusiones, y sólo se estudiarán estos factores sutiles que son el pensamiento y el sentimiento: se crearán nuevas ramas de estudios con laboratorios y técnicas especiales, y todos reconocerán que la Ciencia esotérica tenía bases sólidas y verídicas. Mientras tanto, se burlan de ella.

Ahora os diré cómo podéis tomar las partículas etéricas que el sol envía a profusión cada mañana. En realidad es muy sencillo: ni siquiera hay que saber qué elementos restablecerán vuestra salud, eso no tiene ninguna importancia. Os esforzáis solamente en subir... en subir con el pensamiento hasta las regiones más sutiles: allí os exponéis, esperáis... y entonces vuestra alma y vuestro espíritu, que son unos químicos y unos médicos muy competentes, que conocen exactamente la naturaleza de todas las sustancias etéricas, captan lo que os es necesario y dejan a un lado todo lo demás. Os concentráis, esperáis con amor, con sumisión, con alegría, con confianza, y, un tiempo después, cuando volvéis, sentís que algo se ha restablecido, serenado, reforzado.

Poco importa, pues, si de momento no conocéis la naturaleza de estos elementos. Puedo deciros, en pocas palabras, que esos elementos se encuentran en el prana. El prana es una fuerza viva, es la vitalidad que viene del sol y que el hombre respira con el aire y absorbe con todas sus células. Si queréis, podemos comparar el prana con el agua, un agua que fluye de las altas montañas, como un río que contiene muchos elementos nutritivos para los peces, así como para los animales y los hombres que viven en sus orillas. El prana es un río que viene del sol hasta nosotros, y debemos extraer de él, mediante la respiración y la meditación, los elementos que necesitamos.

Aquellos que prefieran no hacer otra cosa que abrir la boca para ingerir una píldora, son libres de hacerlo, pero deben saber que esta solución es nociva y perjudicial para ellos porque les impide desarrollar su voluntad; y además, esto sólo les procurará un alivio pasajero y superficial en lugar de una mejora profunda y duradera. Comprendedme bien, no digo que no haya que tomar medicamentos, solamente digo: no lo hagáis nunca sin haber captado primero estos elementos vivos, espirituales, que se encuentran en el prana. Porque el esfuerzo que ello os exige, psíquica y espiritualmente, refuerza vuestra voluntad, os pone en comunicación con unas regiones superiores, vivifica, estimula y pone en marcha ciertos centros que preparan el terreno, y después, cuando tomáis el remedio físico, el efecto es mucho más poderoso y duradero.3 Preconizo, pues, los dos: el remedio del farmacéutico y el remedio espiritual, pero doy la preponderancia al lado espiritual. Evidentemente, ya os lo he dicho, los medicamentos contienen sustancias vegetales y minerales que vienen del sol y si Dios ha depositado estos elementos en la naturaleza es para que los utilizamos, sin ninguna duda. Pero creer que todo está en eso y que únicamente el remedio físico puede restableceros, es ir en contra de la Ciencia esotérica. ¿De qué sirven entonces el pensamiento, el sentimiento, la voluntad?

Veis, pues, mis queridos hermanos y hermanas, que no carece de importancia mirar al sol con amor, comprensión y agradecimiento. Diréis: “Sí, pero las partículas que captamos son imponderables...” Es cierto, son imponderables, pero es la quintaesencia más viva que el sol envía al universo. Y el hecho de que la medicina homeopática haya descubierto que las dosis muy diluidas son, a menudo, mucho más eficaces que las dosis muy concentradas, prueba la veracidad de lo que os digo. ¿Por qué no absorber estas partículas muy diluidas, imponderables, esa especie de vitaminas de una naturaleza muy sutil que los rayos del sol nos aportan?

En el futuro, el sol será la primera fuente de energía. Hace ya muchos años os dije que, un día, todas las fuentes de energía como el petróleo, el carbón, se agotarán, y entonces los hombres utilizarán el agua, el aire y, sobre todo, el sol, que es una fuente inagotable de la que podemos extraerlo todo, absolutamente todo. Ya se han hecho algunos intentos en el campo de la técnica. Y nosotros, que vamos a extraer del sol la vitalidad, la salud, pero también el amor, la sabiduría, la paz, vamos varios siglos por delante de la humanidad. Algunos ya me lo han dicho: “Con sus ideas, usted lleva varios siglos de adelanto...” Es verdad, lo que nosotros pensamos hoy, el mundo entero lo pensará en el futuro.

Me gustaría ahora presentaros otro aspecto del sol. Esta mañana, al mostraros la importancia del sol como centro de nuestro universo, os decía que, al ir a verlo por la mañana, nos acercamos a nuestro centro interior de forma natural y, por así decirlo, automática. Porque, ¿sabéis lo que sucede cuando miramos un cuadro, un rostro, un pájaro, una montaña o el sol? Sí, ¿qué sucede cuando nuestros ojos se posan sobre un objeto? La mirada... Nada hay más vasto, más profundo, más significativo que el acto de mirar. Parece que sea algo sencillo, sin secretos, pero estudiad lo que es la mirada, descifradla: todo el universo está ahí, desvelado. Es la magia más elevada.4

Cuando miráis un objeto, no tenéis conciencia de que éste ya representa un peligro o algo bueno que os acecha. Sí, eso depende de la naturaleza del objeto, de su forma, de sus radiaciones, y también de vuestro estado interior, porque todo vuestro ser toma entonces la forma, las dimensiones y las cualidades del objeto. Diréis: “Pero el hombre no cambia de forma...” Exteriormente, claro, sigue siendo el mismo, pero interiormente, en el plano psíquico, se identifica con lo que mira. Se trata de una ley natural, biológica.

Observad a ciertos animales, el camaleón, por ejemplo, la mantis religiosa, las mariposas, las ranas, las serpientes, los osos, etc...

A fuerza de habitar en un determinado medio natural, se parecen a él, toman los colores y las formas de su entorno y, a veces, se confunden con él. Observad al oso polar: es blanco como la nieve en la que vive. Es la naturaleza la que a través de él logró parecerse a esta blancura del entorno... Y la mantis religiosa, está ahí, en la hierba, en donde podemos apenas distinguirla porque se parece a una ramita o a un tallo. Un día, también vi un pulpo que cambiaba de color según el color de la arena: si la arena era rosada, verde, azul o gris, cambiaba de color; ¡era formidable! Me diréis: “Es por razones estratégicas, económicas, políticas...” Es cierto, la naturaleza quiere salvaguardar las especies animales y les da la posibilidad de esconderse, de pasar desapercibidos y estar a salvo.

Sea lo que sea, el mimetismo es una ley natural que no podemos negar, y el mismo hombre no escapa a esa ley. Si habita en unos lugares sucios, apagados, oscuros, también él se volverá, poco a poco, en sus pensamientos y en sus sentimientos, triste, sombrío, pesimista. Por supuesto no es su cuerpo el que se deja influenciar, sino su alma, su psiquismo: se produce una especie de ósmosis, de penetración del medio ambiente. Pero en otro lugar lleno de flores, de verdor, de riachuelos, ahí aparecen poetas, pintores y músicos, porque son influenciados por el encanto, por la luz y los colores.

Y ahora, cuando miramos al sol, incluso sin que nosotros lo sepamos, nuestra alma toma la forma del sol: se vuelve una esfera incandescente y luminosa. Es la misma ley mágica la que entra en acción: al mirar al sol todo nuestro ser empieza a ser semejante a él. A través de la mirada el hombre se asocia con el objeto o con el ser que mira, se pone a su nivel de vibración, incluso inconscientemente le imita. Cuando vemos a alguien que se ríe, que hace muecas o gesticula, ¿no tenemos acaso tendencia a imitarle? Observad a los niños: ¡imitan todo lo que se hace delante de ellos ! Y cuando veis a una persona que sufre, ¿acaso no empezáis a sentir también los mismos dolores o penas que ella? Es algo contagioso. Esto sucede más aún con los médiums: cuando entran en estado de trance, sienten exactamente los mismos dolores que las personas enfermas o desgraciadas que se encuentran ante ellos; incluso hay que despertarles porque sufren demasiado.

Así pues, más o menos, claro está, según la sensibilidad, la mediumnidad o el desarrollo de las facultades psíquicas, al mirar a alguien tomamos sus enfermedades, sus debilidades, sus dolores, o bien sus cualidades y sus virtudes. La ley es absolutamente verídica. Y cuando miramos el sol, esta ley mágica entra también en acción y empezamos a parecernos al sol. Todos vosotros, que vais a ver la salida del sol, seréis un día como el sol... sí, ¡pero siempre que sepáis cómo mirarlo! Para parecerse al sol hay que mirarlo con mucho amor, con mucha confianza. Entonces, os volvéis más luminosos, más cálidos, más vivificantes, y cuando pasáis entre los humanos, igual que un sol, irradiáis sobre ellos luz, calor y vida. Sí, si durante años seguís yendo conscientemente hacia el sol, la ley se manifestará con un poder real y os volveréis verdaderamente un sol.

Veis, queridos hermanos y hermanas, ¿cuán importante es ir cada mañana a la salida del sol con una conciencia iluminada, sabiendo el significado y el valor de lo que hacéis? Y, sobre todo, puesto que el sol es el centro de su sistema, sabed que al mirarlo os acercáis a vuestro propio centro del que habéis perdido conciencia, pero que sigue estando ahí dentro, en vosotros. El sol va a restablecer este centro, a despertarlo mágicamente en vosotros, porque él mismo es un centro. Y cuando hayáis encontrado vuestro centro, todas las corrientes que pasan a través vuestro, aún de manera desordenada, empezarán a armonizarse a su alrededor...5

He ahí pues, mis queridos hermanos y hermanas, la utilidad de las salidas de sol. Y si seguís yendo cada mañana con mucho amor, con mucha devoción, comprenderéis que el sol es verdaderamente... ¡una magnífica persona! Sí, sí, os lo aseguro, es alguien muy distinguido, muy bien vestido, muy rico, muy desinteresado. Verdaderamente, ¡hasta os diría que es alguien perfecto!... ¿Encontráis que ésta es una curiosa forma de hablar del sol? Quizás, pero emplearé todos los medios para que me comprendáis.

¿Y sabéis que el sol también hace yoga? sí, todos los yogas. Por ejemplo, el Karma-yoga, el yoga de la acción desinteresada, lo practica: da, da sin esperar recompensa, no quiere ni pago ni agradecimiento, da gratuitamente. Es más, los Iniciados descubrieron el Karma-yoga mirando el sol: vieron que lo da todo gratuitamente, haciendo que todo germine y crezca, alimentando al mundo entero, y que es justamente en su generosidad donde encuentra su felicidad. ¡Ahora nos toca a nosotros practicar, como él, este gran y excelente yoga, el Karma-yoga!

¡Y el sol también practica el Jnani-yoga, el yoga del conocimiento! Mira, observa, lo conoce todo; nada está oculto para él porque envía sus rayos como la luz de un proyector, de un proyector extraordinario que ilumina hasta 150 millones de kilómetros, y nos ve.

Y el Bhakti-yoga, el yoga del amor y de la devoción, también lo practica porque adorando a su Creador, hace bien su trabajo. Vive sin cesar en una tal efervescencia y en una tal adoración que su luz, su amor y toda su gratitud para con el Eterno se manifiestan con ardor a través del espacio llegando hasta nosotros.

Y el Kriya-yoga, ¿dónde lo encontraréis mejor que en el sol, puesto que es el yoga de la luz? Ser luminoso y radiante, proyectar luz a su alrededor, ¡el sol no hace más que eso! Y puesto que lo logra perfectamente, puesto que es un maestro de este yoga, tenemos que ir a instruirnos con él.

¿Y el Agni-yoga, el yoga del fuego? ¡Pero si el fuego es él! Es el que distribuye el fuego con el que todo el mundo puede encender su corazón, su hogar, su vela. El es la perfecta encarnación del Agni-yoga.

En cuanto al Chabda-yoga, todavía mejor, ¡puesto que el sol es el Verbo! Todavía no se ha comprendido que el sol canta; sí, canta, habla, explica, pero todavía no se ha conseguido oírle. Desde hace poco tiempo, apenas algunos sabios tratan de descifrar las ondas sonoras que salen del sol; con sus aparatos ya han captado ciertos sonidos pero todavía no han llegado a comprenderlos... Existe una música que sale del sol, la más bella de todas las músicas. El sol habla, canta, crea... Un día los astrónomos podrán grabar la música del sol y de los planetas...

Me diréis: “¿Y el Hatha-yoga? ¿No lo practica?” ¡Ah! Me parece que, en efecto, ha ignorado este yoga y ha dejado para los humanos el trabajo de doblarse, contorsionarse, replegarse... sin embargo, dicen que sale y se pone... No lo hace muy rápidamente, no tiene prisa, ¡pero son, de todas formas, pequeños ejercicios de Hatha-yoga!

Esto es lo que os quería decir hoy, mis queridos hermanos y hermanas; es algo muy breve, pero importante. Cuando miráis el sol, vuestra alma toma la forma del sol. Pronto os explicaré cómo mirarlo y os diré en detalle lo que es el sol. Porque el sol es todo un mundo, un mundo con seres, con viviendas, con palacios, con árboles, con ciudades, con océanos... ¡un mundo con una cultura que supera todo lo que os podáis imaginar! Es la tierra más bella, es la Tierra de los Vivos de la que hablan los Salmos cuando dicen: “Caminaré ante el Eterno en la Tierra de los Vivos...” 6 Los Vivos son los seres inmortales, eternos, los que ya viven en la luz... Viven en el sol, y son ellos los que nos envían la luz. El sol es un mundo extraordinario, poblado de ángeles, de arcángeles, de divinidades. Desde el sol van a visitar los otros planetas para trabajar, para ayudar a las criaturas, y después regresan... Es toda una organización increíble... E incluso, a menudo, seres muy inteligentes y muy bellos, muy poderosos, vienen hasta aquí para visitarnos.

¿Creéis que el universo es una máquina absurda, sin alma ni inteligencia...? No, ¡todo es inteligente en el universo, todo está vivo, todo es sensato, todo es bello! ¿Cómo lo sé?... Yo no tengo el don de los videntes o de los cartománticos para deciros lo que hay en vuestros bolsillos, cuántos hijos ilegítimos tenéis, o cuántas deudas: esto no me lo pidáis, no lo sé, ni me interesa. Pero lo que sí veo es esto: un universo poblado por criaturas muy inteligentes, muy bellas, muy poderosas; vienen, se van, transmiten mensajes, aportan ayuda... Por todas partes, por todas partes, en las piedras, en las plantas, en los animales, en las aguas, en las estrellas, hay seres que trabajan sin cesar...