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Creador en el ámbito de la novela de obras tan conocidas como "Yo, Claudio" o "Claudio el dios y su esposa Mesalina", Robert Graves (1895-1985) fue también autor de obras ensayísticas en las que concurren una prodigiosa erudición y una admirable intuición poética. "Los mitos griegos" sistematiza el amplísimo material de la mitología clásica de acuerdo con un método consistente «en reunir en una narración armoniosa todos los elementos diseminados en cada mito, apoyados por variantes poco conocidas que pueden ayudar a determinar su significado, y en responder a todas las preguntas que van surgiendo en términos antropológicos o históricos».
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Seitenzahl: 859
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Robert Graves
Los mitos griegos, 2
Traducción de Esther Gómez Parro
105. Edipo
106. Los siete contra Tebas
107. Los Epígonos
108. Tántalo
109. Pélope y Enómao
110. Los hijos de Pélope
111. Atreo y Tiestes
112. Agamenón y Clitemnestra
113. La venganza de Orestes
114. El juicio de Orestes
115. La pacificación de las Erinias
116. Ifigenia en Táuride
117. El reinado de Orestes
118. El nacimiento de Heracles
119. La juventud de Heracles
120. Las hijas de Tespio
121. Ergino
122. La locura de Heracles
123. Primer trabajo: El león de Nemea
124. Segundo trabajo: La hidra de Lerna
125. Tercer trabajo: La cierva de Cerinia
126. Cuarto trabajo: El jabalí de Erimanto
127. Quinto trabajo: Los establos de Augías
128. Sexto trabajo: Las aves estinfálidas
129. Séptimo trabajo: El toro de Creta
130. Octavo trabajo: Las yeguas de Diomedes
131. Noveno trabajo: El cinturón de Hipólita
132. Décimo trabajo: Los bueyes de Geríones
133. Undécimo trabajo: Las manzanas de las Hespérides
134. Duodécimo trabajo: La captura de Cerbero
135. El asesinato de Ífito
136. Ónfale
137. Hesíone
138. La conquista de Élide
139. La toma de Pilos
140. Los hijos de Hipocoonte
141. Auge
142. Deyanira
143. Heracles en Traquis
144. Yole
145. La apoteosis de Heracles
146. Los hijos de Heracles
147. Lino
148. La asamblea de los argonautas
149. Las mujeres lemnias y el rey Cícico
150. Hilas, Ámico y Fineo
151. Desde las Simplégadas hasta Cólquide
152. La toma del vellocino
153. El asesinato de Apsirto
154. El Argo vuelve a Grecia
155. La muerte de Pelias
156. Medea en Éfira
157. Medea en el destierro
158. La fundación de Troya
159. Paris y Helena
160. La primera reunión en Áulide
161. La segunda reunión en Áulide
162. Nueve años de guerra
163. La ira de Aquiles
164. La muerte de Aquiles
165. La locura de Áyax
166. Los oráculos de Troya
167. El caballo de madera
168. El saqueo de Troya
169. Los regresos
170. Los viajes de Odiseo
171. El regreso de Odiseo a su hogar
Mapa de Grecia
Créditos
a. Layo, hijo de Lábdaco, se casó con Yocasta y gobernó en Tebas. Afligido por no haber tenido descendencia durante mucho tiempo, consultó en secreto con el Oráculo de Delfos, el cual le informó de que esa aparente desgracia era en realidad una bendición, porque cualquier hijo que naciera de Yocasta sería con el tiempo su asesino. En consecuencia repudió a Yocasta, aunque sin darle explicación alguna por su decisión, lo que la ofendió de tal modo que, después de emborracharlo, consiguió que volviera a sus brazos en cuanto cayó la noche. Cuando nueve meses después Yocasta dio a luz un hijo, Layo lo arrancó de los brazos de la nodriza, le taladró los pies con un clavo, se los ató el uno al otro y lo dejó abandonado en el monte Citerón.
b. Pero las Parcas habían decidido que ese niño llegara a una vejez lozana. Un pastor corintio lo encontró, le llamó Edipo porque sus pies estaban deformados por las heridas hechas con el clavo, y lo llevó a Corinto, donde el rey Pólibo reinaba en aquel momento1.
c. Según otra versión de la historia, Layo no abandonó a Edipo en el monte, sino que lo encerró en un arcón que fue arrojado al mar desde un barco. El arcón flotó a la deriva y llegó a la costa de Sición, en cuya playa casualmente estaba Peribea, reina y esposa de Pólibo, supervisando el trabajo de las lavanderas de la casa real. Recogió a Edipo, se retiró a unos matorrales y fingió sentirse asaltada de repente por los dolores del parto. Como las lavanderas estaban demasiado ocupadas para observar lo que estaba pasando, las engañó a todas haciéndoles creer que acababa de dar a luz a aquel niño. Pero le dijo la verdad a Pólibo, quien, como tampoco tenía descendencia, tuvo la satisfacción de criar a Edipo como si fuera su propio hijo.
Un día, habiéndose burlado de él un joven corintio diciéndole que no se parecía lo más mínimo a sus supuestos padres, Edipo fue a preguntar al Oráculo de Delfos qué le tenía reservado el futuro. «¡Aléjate del altar, desdichado!» –le gritó la pitonisa con desprecio–. «¡Matarás a tu padre y te casarás con tu madre!»
d. Como Edipo amaba a Pólibo y Peribea y no deseaba traerles ninguna desgracia, decidió inmediatamente no volver a Corinto nunca más. Pero dio la casualidad de que en el estrecho desfiladero que corre entre Delfos y Dáulide se encontró con Layo, quien le ordenó bruscamente que se apartase del camino y dejara pasar a sus superiores. Hay que aclarar que Layo iba en carro y Edipo a pie. Edipo replicó que no reconocía más superiores que los dioses y sus propios padres.
–¡Tanto peor para ti! –gritó Layo, y ordenó a su cochero Polifontes que prosiguiera.
Una de las ruedas magulló el pie de Edipo, quien, impulsado por la ira, mató a Polifontes con la lanza. Luego derribó a Layo de tal forma que quedó enredado entre las riendas, y, fustigando a los caballos, hizo que éstos lo arrastraran hasta morir. El rey de Plateas tuvo que enterrar ambos cadáveres2.
e. Layo se estaba dirigiendo al Oráculo para preguntarle cómo podía librar a Tebas de la Esfinge. Este monstruo era hija de Tifón y Equidna, o, según algunos, del perro Ortro y la Quimera, y había volado hasta Tebas desde la parte más distante de Etiopía. Se la podía reconocer fácilmente porque tenía cabeza de mujer, cuerpo de león, cola de serpiente y alas de águila3. Hera había enviado hacía poco tiempo a la Esfinge para castigar a la ciudad de Tebas porque Layo había raptado en Pisa a un muchacho llamado Crisipo. La Esfinge se había instalado en el monte Ficio, cerca de la ciudad, y a cada viajero tebano que pasaba por allí le planteaba un enigma que le habían enseñado las Tres Musas: «¿Qué ser, con sólo una voz, tiene a veces dos pies, a veces tres, otras veces cuatro y es más débil cuantos más pies tiene?». A los que no eran capaces de resolver el enigma los estrangulaba y devoraba en el acto, y entre esos infortunados estuvo Hemón, el sobrino de Yocasta, a quien la Esfinge verdaderamente convirtió en haimon, o «sangriento».
Edipo, que se acercaba a Tebas al poco de haber matado a Layo, adivinó la respuesta: «El hombre», contestó, «porque se arrastra a gatas cuando es niño, se mantiene firmemente en sus dos pies en la juventud, y se apoya en un bastón en la vejez». La Esfinge, mortificada, saltó desde el monte Ficio y quedó destrozada en el valle de abajo. En vista de esto los agradecidos tebanos aclamaron a Edipo como rey, y él se casó con Yocasta ignorando que era su madre.
f. Entonces una peste invadió Tebas y, cuando una vez más fue a consultar al Oráculo de Delfos, le contestó: «¡Expulsad al asesino de Layo!». Edipo, que no sabía con quién se había encontrado en el desfiladero, maldijo al asesino de Layo y lo condenó al destierro.
g. El ciego Tiresias, el adivino más famoso de Grecia en esa época, solicitó una audiencia con Edipo. Algunos dicen que Atenea, que lo había cegado porque inadvertidamente la había visto bañándose, se conmovió por la súplica de su madre y, tomando a la serpiente Erictonio de su égida, le ordenó: «Limpia los oídos de Tiresias con tu lengua para que pueda entender el lenguaje de las aves proféticas».
h. Otros dicen que una vez, en el monte Cilene, Tiresias había visto dos serpientes mientras copulaban. Cuando ambas lo atacaron, las golpeó con su bastón y mató a la hembra. Inmediatamente Tiresias fue transformado en una mujer y llegó a ser una célebre ramera; pero siete años después acertó a ver el mismo espectáculo y en el mismo lugar, y esta vez recuperó su virilidad matando a la serpiente macho. Otros dicen incluso que cuando Afrodita y las tres Cárites, Pasítea, Calé y Eufrósine, discutían sobre cuál de ellas era la más bella, Tiresias otorgó el premio a Calé, por lo que Afrodita la convirtió al instante en una anciana. Pero Calé lo llevó consigo a Creta y le regaló una hermosa cabellera. Unos días después Hera empezó a hacer reproches a Zeus por sus numerosas infidelidades. Él se defendió alegando que, de todos modos, cuando compartía su lecho, era ella quien más disfrutaba, y con mucha diferencia. «Las mujeres, por supuesto, gozan con el acto sexual infinitamente más que los hombres», le dijo él fanfarroneando.
–¡Qué tontería! –replicó Hera–. Es justamente al revés, y de sobra lo sabes.
Tiresias, llamado para hacer de árbitro en la disputa por su experiencia personal, contestó:
–Si en diez partes divides del amor el placer, / una parte va a los hombres, y nueve a la mujer.
La sonrisa triunfante de Zeus exasperó de tal modo a Hera que dejó ciego a Tiresias, pero Zeus le compensó con la visión interior y una vida que habría de durar siete generaciones4.
i. Entonces Tiresias se presentó en la corte de Edipo apoyándose en el bastón de madera de cornejo que le había dado Atenea, y reveló a Edipo la voluntad de los dioses: que la peste cesaría solamente si un Hombre Sembrado moría en beneficio de la ciudad. El padre de Yocasta, Meneceo, uno de los que habían brotado de la tierra cuando Cadmo sembró los dientes de la serpiente, se arrojó inmediatamente de las murallas, y toda Tebas elogió su abnegación cívica.
Tiresias anunció luego:
–Meneceo ha obrado bien y la peste cesará, pero los dioses tienen en consideración a otro de los Hombres Sembrados, uno de la tercera generación, pues ha matado a su padre y se ha casado con su madre. ¡Sabed, reina Yocasta, que ese hombre es tu marido Edipo!
j. Al principio nadie quiso creer a Tiresias, pero pronto sus palabras quedaron confirmadas por una carta de Peribea desde Corinto. En ella decía que la súbita muerte del rey Pólibo le permitía ahora revelar las circunstancias de la adopción de Edipo, y lo hacía con detalles irrefutables. Yocasta se ahorcó de vergüenza y de pena y Edipo se cegó con un alfiler que tomó de los vestidos de ella5.
k. Algunos dicen que, aunque atormentado por las Erinias, que le acusaban de haber causado la muerte de su madre, Edipo siguió reinando en Tebas durante un tiempo, hasta que murió en una batalla6. Sin embargo, según otros, Creonte, el hermano de Yocasta, le expulsó, pero no sin antes maldecir a Eteocles y Polinices –que eran al mismo tiempo hijos y hermanos suyos– por haberse permitido la insolencia de enviarle la parte trasera de un animal sacrificado en vez del cuarto delantero, como correspondía al rey. Así pues, sin derramar una sola lágrima, todos vieron cómo abandonaba la ciudad que él mismo había librado del poder de la Esfinge. Después de vagar durante muchos años de un país a otro guiado por su fiel hija Antígona, Edipo llegó por fin a Colono, en el Ática, donde las Erinias, que tienen allí un bosquecillo, le persiguieron hasta matarlo, y Teseo enterró su cuerpo en el recinto de los Solemnes de Atenas, llorando al lado de Antígona7.
1. La fábula de Layo, Yocasta y Edipo ha sido deducida de una serie de iconos sagrados cuyo significado se ha trastocado deliberadamente. Se ha perdido un mito que explicaría el nombre de Lábdaco («ayuda con antorchas»), pero puede referirse a la llegada a la luz de las antorchas de un Niño Divino, llevado por vaqueros o pastores en la ceremonia del Año Nuevo, y aclamado como hijo de la diosa Brimo («rabiosa»). Este eleusis, o advenimiento, era el acontecimiento más importante de los Misterios Eleusinos, y quizá también de los Ístmicos (véase 70.5), lo que explicaría el mito de la llegada de Edipo a la corte de Corinto. Los pastores adoptaban o rendían homenaje a otros muchos príncipes, infantes legendarios o semilegendarios, tales como Hipótoo (véase 49.a), Pelias (véase 68.d), Anfión (véase 76.a), Egisto (véase 111.i), Moisés, Rómulo y Ciro, todos los cuales fueron abandonados en una montaña o al arbitrio de las olas en un arca, o a veces ambas cosas. A Moisés lo encontró la hija del Faraón cuando bajó al río con sus damas. Es posible que Oedipus, «pie hinchado», fuera originalmente Oedipais, «hijo del mar agitado», que es el significado del nombre dado al héroe galés correspondiente, Dylan; y también es posible que la perforación de los pies de Edipo con un clavo pertenezca al final y no al comienzo de su historia, como en el mito de Talos (véanse 92.m y 154.h).
2. El asesinato de Layo representa la muerte ritual del rey solar a manos de su sucesor: derribado de un carro y arrastrado por los caballos (véase 71.1) al concluir su primer año de reinado.
3. La anécdota de la Esfinge se ha deducido, evidentemente, de un icono en el que aparecía la diosa Luna alada de Tebas, cuyo cuerpo compuesto representa las dos partes del año tebano –el león en la parte creciente y la serpiente en la parte menguante– y a quien el nuevo rey ofrece sus oraciones antes de casarse con su sacerdotisa, la Reina. Parece también que el enigma que la Esfinge aprendió de las Musas ha sido inventado para explicar una ilustración de un infante, un guerrero y un anciano, los tres adorando a la triple diosa, si bien cada uno de ellos rinde homenaje a una persona diferente de la tríada. Pero la Esfinge, vencida por Edipo, se mató, y lo mismo hizo su sacerdotisa Yocasta. ¿Acaso fue Edipo un invasor de Tebas en el siglo xiii que suprimió el antiguo culto minoico de la diosa y reformó el calendario? Bajo el viejo sistema el nuevo rey, aunque extranjero, había sido, al menos teóricamente, un hijo del rey viejo al que mató y con cuya viuda se casó, costumbre que los invasores patriarcales interpretaron como parricidio e incesto. La teoría freudiana de que el «complejo de Edipo» es un instinto común a todos los varones fue originada por esta anécdota corrompida, y aunque Plutarco dice (Sobre Isis y Osiris 32) que el hipopótamo «asesinaba a su padre y violaba a su madre», nunca se le habría ocurrido sugerir que todos los hombres tienen complejo de hipopótamo.
4. Aunque los patriotas tebanos, poco dispuestos a admitir que Edipo era un extranjero que tomó su ciudad por asalto, prefirieron hacer de él el heredero que perdió el reino, la verdad es puesta de manifiesto por la muerte de Meneceo, miembro de la raza prehelena que celebraba el festival de las Pelorias en memoria del demiurgo Ofión, de cuyos dientes proclamaban haber nacido. Se lanzó a la muerte con la esperanza desesperada de aplacar a la diosa, como hizo Meto Curcio cuando se abrió una sima en el Foro romano (Livio: vii.6), y el mismo sacrificio se ofreció durante la guerra de los «Siete contra Tebas» (véase 106.j). Sin embargo, murió en vano; de otro modo la Esfinge y su suma sacerdotisa no se habrían visto obligadas a suicidarse. La fábula de la muerte de Yocasta por ahorcamiento es probablemente un error; se dice que la Helena del culto del olivo, lo mismo que la Erígone y la Ariadna del culto del vino, murieron del mismo modo, quizá para dar una explicación a las figurillas de la diosa Luna que colgaban de las ramas de los árboles en los huertos como talismán de la fertilidad (véanse 79.2; 88.10 y 98.5). En Tebas se utilizaban figurillas parecidas, y cuando Yocasta se suicidó sin duda se tiró desde una roca, tal como hizo la Esfinge.
5. La aparición de «Tiresias» –un título común entre los adivinos– en toda la historia legendaria de Grecia indicaba que Zeus le había concedido una vida notablemente larga. En el sur de la India aún se considera signo de mala suerte ver serpientes copulando, según la teoría de que el testigo será castigado con la «enfermedad femenina» (como la llama Herodoto), a saber, la homosexualidad; aquí el fabulista griego ha llevado la fábula un paso más allá para provocar la burla contra las mujeres. El cornejo, árbol adivinatorio consagrado a Crono (véanse 52.3 y 170.5), simbolizaba el cuarto mes, el del equinoccio de primavera. Roma fue fundada en esa estación, en el punto exacto donde fue a caer en tierra la jabalina de madera de cornejo lanzada por Rómulo. Hesíodo convirtió a las dos Cárites tradicionales en tres (véase 13.3), llamándolas Eufrósine, Aglaye y Talía (Teogonía 945). El relato de Sosóstrato sobre la disputa por la belleza tiene poco sentido, porque Pasithea Cale Euphrosyne, «la Diosa de la Alegría que es bella a los ojos de todos», parece haber sido el título de la propia Afrodita. Puede que el autor lo tomara prestado del Juicio de Paris (véanse 159.i y 3).
6. Se han conservado dos relatos incompatibles sobre la muerte de Edipo. Según Homero, murió gloriosamente en el campo de batalla. Según Apolodoro e Higino, fue desterrado por el hermano de Yocasta, un miembro de la casa real cadmea, y quedó vagando como un mendigo ciego por las ciudades de Grecia hasta que llegó a Colono, en el Ática, donde las Furias lo persiguieron hasta matarlo. El que Edipo se cegara a sí mismo por remordimiento ha sido interpretado por los psicólogos como castración, y aunque los gramáticos griegos dijeron que la ceguera de Fénix, el preceptor de Aquiles (véase 160.l), era un eufemismo para la impotencia, lo cierto es que el mito primitivo es siempre directo y categórico, y la castración de Urano y Atis siguió siendo mencionada sin ninguna vergüenza en los libros de texto de la época clásica. Así pues, la ceguera de Edipo parece más una invención teatral que un mito original. Las Furias eran personificaciones de la conciencia, pero de la conciencia en un sentido muy limitado: la que es despertada tan sólo por la violación de un tabú materno.
7. Según la fábula no homérica, Edipo desafió a la diosa de la ciudad y fue castigado con el destierro, muriendo finalmente víctima de sus propios temores supersticiosos. Es probable que sus innovaciones fuesen repudiadas por un grupo de tebanos conservadores, y ciertamente la renuencia de sus hijos y hermanos a concederle el cuarto delantero de la víctima sacrificada equivalía a negarle su autoridad divina. La espaldilla era el emolumento sacerdotal en Jerusalén (Levítico vii.32 y xi.21, etc.) y Tántalo ofreció una a la diosa Deméter en un famoso banquete de los dioses (véase 108.c). Entre los akan la paletilla derecha se sigue reservando para el gobernante.
¿Intentó Edipo, como Sísifo, sustituir las leyes de sucesión matrilineales por las patrilineales, siendo por ello desterrado por sus súbditos? Parece probable. Teseo de Atenas, otro revolucionario patriarcal del Istmo, que destruyó el antiguo clan ateniense de los Palántidas (véase 99.a), es asociado por los dramaturgos atenienses con el entierro de Edipo, y también fue desterrado al final de su reinado (véase 104.f).
8. Tiresias figura aquí dramáticamente como el profeta de la deshonra final de Edipo, pero, tal como se ha conservado la fábula, parece que ésta ha sido invertida. Puede que en un tiempo dijera algo así:
Edipo de Corinto conquistó Tebas y se convirtió en rey casándose con Yocasta, una sacerdotisa de Hera. Luego anunció que en adelante el reinado pasaría de padres a hijos varones siguiendo la línea masculina, que es una costumbre corintia, en vez de seguir siendo el don de Hera la Estranguladora. Edipo confesó que él mismo se sentía desgraciado por haber dejado que los caballos del carro arrastraran y dieran muerte a Layo, considerado su padre, y por haberse casado con Yocasta, quien le había hecho rey mediante una ceremonia de renacimiento. Pero cuando trató de cambiar estas costumbres, Yocasta se suicidó en señal de protesta y Tebas fue víctima de una plaga. Por consejo de un oráculo, los tebanos entonces negaron a Edipo la paletilla sagrada y le desterraron. Murió en un intento fallido de reconquistar su trono mediante la guerra.
a. Tantos príncipes visitaron Argos con la esperanza de casarse con Egialea o Deípile, las hijas del rey Adrasto, que, temiendo crearse enemigos poderosos si escogía a dos de ellos como yernos, el rey consultó con el Oráculo de Delfos. La respuesta de Apolo fue: «Unce a un carro de dos ruedas el jabalí y el león que luchan en tu palacio».
b. Entre los menos afortunados de estos pretendientes se hallaban Polinices y Tideo. Polinices y su mellizo Eteocles habían sido elegidos co-reyes de Tebas tras el destierro de Edipo, su padre. Convinieron en reinar en años alternos, pero Eteocles, a quien le tocó el primer plazo, no quiso ceder el trono al final del año, alegando la mala disposición demostrada por Polinices, y lo desterró de la ciudad. Tideo, hijo de Eneo de Calidón, había matado a su hermano Melanipo en una cacería, y aunque él decía que fue un accidente, se había profetizado que Melanipo le mataría; por eso los calidonios sospechaban que había intentado evitar su destino y lo desterraron a él también.
c. Ahora bien, el emblema de Tebas es un león, y el de Calidón un jabalí, y los dos pretendientes fugitivos mostraban esas figuras en sus escudos. Esa noche, en el palacio de Adrasto, comenzaron a discutir sobre las riquezas y las glorias de sus respectivas ciudades, y habría corrido la sangre si Adrasto no los hubiera separado y reconciliado. Luego, teniendo en cuenta la profecía, casó a Egialea con Polinices y a Deípile con Tideo, con la promesa de devolver sus reinos a ambos príncipes. Pero también dijo que primeramente marcharía contra Tebas, que estaba más cerca8.
d. Adrasto reunió a sus jefes argivos: Capaneo, Hipomedonte, su cuñado Anfiarao el vidente, y su aliado arcadio Partenopeo, hijo de Meleagro y Atalanta, y les pidió que se armaran y partieran hacia el este. De estos grandes guerreros sólo uno era reticente a obedecer: Anfiarao, quien, previendo que todos ellos, excepto Adrasto, morirían en la lucha contra Tebas, al principio se negó a ir.
e. Sucedió que Adrasto había discutido anteriormente con Anfiarao por los asuntos de estado argivos y los dos hombres, enfurecidos, habían podido matarse mutuamente de no ser por Erifile, la hermana de Adrasto, que estaba casada con Anfiarao. Tomando su rueca, se interpuso entre ellos, les quitó las espadas a golpes y les hizo jurar que siempre acatarían su veredicto en cualquier disputa futura. Informado de este juramento, Tideo llamó a Polinices y le dijo: «Erifile teme estar perdiendo su belleza; ahora bien, si tú le ofreces el collar mágico que fue el regalo de boda de Afrodita a tu antepasada Harmonía, la esposa de Cadmo, pronto zanjaría la disputa entre Anfiarao y Adrasto obligándole a venir con nosotros».
f. Esto se hizo discretamente y partió la expedición encabezada por los siete paladines: Polinices, Tideo y los cinco argivos9. Pero algunos dicen que Polinices no se encontraba entre los siete, y agregan el nombre del argivo Eteoclo, hijo de Ifis10.
g. En el camino llegaron a Nemea, donde reinaba Licurgo. Cuando pidieron permiso para que sus tropas pudieran beber en su región, Licurgo se lo dio y su sierva Hipsípile los condujo al manantial más próximo. En realidad Hipsípile era una princesa lemnea, pero cuando las mujeres de Lemnos juraron matar a todos sus hombres en venganza por el daño que les habían infligido, ella salvó la vida de su padre Toante, por lo que la vendieron inmediatamente como esclava, y allí estaba, sirviendo como niñera de Ofeltes, el hijo de Licurgo. Dejó al niño un momento mientras guiaba al ejército argivo al manantial, y en ese momento una serpiente se enroscó alrededor de los miembros de la criatura y lo mordió de muerte. Adrasto y sus soldados volvieron del manantial demasiado tarde, y lo único que pudieron hacer fue matar a la serpiente y enterrar al niño.
h. Cuando Anfiarao les advirtió que ésa era una señal de mal agüero, ellos instituyeron los Juegos Nemeos en honor del niño, llamándole Arquemoro, que significa «el iniciador de la fatalidad»; y cada uno de los paladines tuvo la satisfacción de ganar una de las siete pruebas. Los jueces de los Juegos Nemeos, que se celebran cada cuatro años, llevan desde entonces túnicas negras en señal de luto por Ofeltes, y la corona del vencedor está tejida con perejil de la mala fortuna11.
i. Cuando llegaron a Citerón, Adrasto envió a Tideo como heraldo para que exigiese a los tebanos que Eteocles abdicase en favor de Polinices. Como se negaron, Tideo desafió a sus jefes a combatir uno a uno, y salió ganador de todos los encuentros; pronto no hubo ya más tebanos que se atreviesen a presentarse. Entonces los argivos se acercaron a las murallas y cada uno de los paladines se apostó delante de una de las siete puertas de la ciudad.
j. El adivino Tiresias, a quien consultó Eteocles, profetizó que los tebanos obtendrían la victoria sólo si un príncipe de la casa real se ofrecía voluntariamente para ser sacrificado a Ares; pronto Meneceo, el hijo de Creonte, se dio muerte delante de las puertas, tal como su homónimo y su abuelo se habían arrojado de cabeza desde las murallas en una ocasión anterior. La profecía de Tiresias se cumplió: los tebanos fueron realmente derrotados en una escaramuza y se retiraron a la ciudad, pero tan pronto como Capaneo apoyó una escala en la muralla y comenzó a subir por ella, Zeus lo mató con su rayo. Al ver eso los tebanos se envalentonaron, hicieron una salida furiosa y mataron a otros tres de los siete paladines; y uno de ellos, que por casualidad se llamaba también Melanipo, hirió a Tideo en el vientre. Atenea sentía afecto por Tideo y, compadeciéndose de él cuando yacía medio muerto, se apresuró a pedir a su padre Zeus un elixir infalible que muy pronto le haría ponerse de nuevo en pie. Pero Anfiarao odiaba a Tideo porque había obligado a los argivos a marchar y, como era perspicaz, corrió adonde estaba Melanipo y le cortó la cabeza. «¡Aquí está tu venganza!», exclamó. «¡Abre el cráneo y trágate sus sesos!». Así lo hizo Tideo, y Atenea, que llegaba en aquel momento con el elixir, lo vertió en el suelo y se alejó asqueada.
k. Sólo Polinices, Anfiarao y Adrasto quedaban de los siete paladines; y Polinices, para evitar más muertes, propuso que se decidiera la sucesión al trono mediante un combate a muerte con Eteocles. Éste aceptó el desafío y en el transcurso de una enconada lucha cada uno de ellos hirió mortalmente al otro. Su tío Creonte tomó entonces el mando del ejército tebano y venció a los desalentados argivos. Anfiarao huyó en su carro por la ribera del río Ismeno, y estaba a punto de ser atravesado por la espalda por un tebano que le perseguía cuando Zeus abrió la tierra con un rayo y Anfiarao desapareció de la vista sin dejar rastro, con carro y todo, y ahora reina vivo entre los muertos. Batón, su auriga, se fue con él12.
l. Al ver que todo estaba perdido, Adrasto montó en su caballo alado Arión y escapó. Pero cuando más tarde se enteró de que Creonte no permitía que se enterrara a los enemigos muertos, fue a Atenas como suplicante y convenció a Teseo para que marchara sobre Tebas y castigara la impiedad de Creonte. Teseo tomó la ciudad en un ataque sorpresa, encarceló a Creonte y entregó los cadáveres de los paladines muertos a sus parientes, quienes hicieron una gran pira para quemarlos. Pero Evadne, la esposa de Capaneo, viendo que su marido había sido convertido en héroe por obra del rayo de Zeus, no quiso separarse de él. Como la costumbre exigía que el hombre herido por un rayo fuese enterrado separado del resto, y que su tumba fuese vallada, se arrojó a la pira general y se quemó viva13.
m. Ahora bien, antes de la llegada de Teseo a Tebas, Antígona, hermana de Eteocles y Polinices, había desobedecido las órdenes de Creonte encendiendo en secreto una pira y colocando sobre ella el cadáver de Polinices. Mientras miraba por la ventana de su palacio, Creonte divisó un resplandor distante que parecía provenir de una pira ardiente, y cuando fue a investigar sorprendió a Antígona cometiendo un acto de desobediencia. Llamó a su hijo Hemón, con quien Antígona estaba comprometida en matrimonio, y le ordenó que la enterrara viva en la misma tumba de Polinices. Hemón fingió estar dispuesto a hacer lo que se le ordenaba, pero en lugar de eso se casó con Antígona en secreto y la envió a vivir entre sus pastores. Ella le dio un hijo, que muchos años después fue a Tebas y participó en ciertos juegos fúnebres. Pero Creonte, que seguía siendo rey de Tebas, adivinó su identidad por la marca de una serpiente que tenía en el cuerpo y que llevaban todos los descendientes de Cadmo, y le condenó a muerte. Heracles intercedió por su vida, pero Creonte se mostró inflexible, por lo que Hemón mató a Antígona y luego se suicidó14.
1. Probablemente el oráculo del león y el jabalí de Apolo expresaba originalmente la sabia idea de constituir reinos dobles para evitar la lucha política entre el rey sagrado y su heredero, como la que provocó la caída de Tebas (véase 69.1). Pero el emblema de Tebas era un león debido a su diosa anterior, la Esfinge con cuerpo de león; y el emblema de Calidón era un jabalí, probablemente porque a Ares, que tenía un santuario allí, le gustaba adoptar ese disfraz (véase 18.j). Así pues, el oráculo se ha aplicado a una situación diferente. Los escudos con dibujos de animales eran de uso frecuente en los comienzos de la época clásica (véanse 98.3 y 160.n).
2. Los mitógrafos jugaban con frecuencia con la sílaba eri de un nombre alegando que significa eris, «lucha», en lugar de «abundante». De aquí el mito de Erictonio (véase 25.1) y Erígone (véase 79.3). Erifile, más que «lucha tribal» significaba originalmente «muchas hojas». Hesíodo (Los trabajos y los días 161 y ss.) dice que Zeus exterminó a dos generaciones de héroes, la primera en Tebas en la guerra por los rebaños de Edipo, y la segunda en Troya en la guerra causada por la rubia Helena. No aparece ninguna explicación para lo de los «rebaños de Edipo», pero Hesíodo se refería seguramente a esta guerra entre Eteocles y Polinices en la que los argivos apoyaron a un desafortunado candidato al trono de Tebas. La causa de una disputa similar entre hermanos fue el vellocino de oro, que disputaron Atreo y Tiestes (véanse 111.c-d); poseerlo significaba sentarse en el trono de Micenas. Zeus también tenía carneros con vellón de oro en el monte Lafistio, los cuales parecen haber sido la insignia regia de la vecina ciudad de Orcómeno y causantes de muchos derramamientos de sangre (véase 70.6).
3. Hipsípile («puerta alta») era probablemente un título de la diosa Luna, cuyo curso describe un alto arco en el firmamento. Los Juegos Nemeos, como los Olímpicos, debían de celebrarse al final del mandato del rey sagrado, cuando había reinado durante sus cincuenta meses lunares como marido de la suma sacerdotisa. El mito conserva la tradición de que anualmente se sacrificaban niños a la diosa como sustitutos del rey. A la palabra Opheltes, que significa simplemente «benefactor», se le ha dado aquí un sentido forzado: «enrollado por una serpiente», como si se derivara de ophis, «serpiente», y de eilein, «apretar». Tampoco Archemorus significa «el iniciador de la fatalidad», sino más bien «tronco de olivo original», que se refiere a plantones del olivo sagrado de Atenea (véase 16.c), probablemente los que se utilizaban en los juegos como coronas para los vencedores en las diversas pruebas. Después de los desastres de la guerra persa se dejó de usar el olivo en los Juegos Nemeos en favor del perejil, una señal de luto (escoliasta sobre Argumento de los Juegos Nemeos de Píndaro). El perejil era aciago, quizás por la fama que tenía como abortivo. El proverbio inglés dice: «parsley grows rank in cuckolds’ gardens» (el perejil crece exuberante en los jardines de los cornudos); lo cierto es que crecía exuberante en la isla de la muerte de Ogigia (véase 170.w).
4. El que Tideo se tragara los sesos de Melanipo se relata como una anécdota moral. Este antiguo procedimiento de mejorar la capacidad para la lucha, introducido por los helenos y practicado aún por los escitas en la época clásica (Herodoto: iv.64), había llegado a ser considerado como signo de barbarie. Pero el icono del que los mitógrafos dedujeron su historia probablemente mostraba a Atenea haciendo una libación al espíritu de Melanipo, para demostrar que aprobaba la acción de Tideo. La epopeya perdida de Los siete contra Tebas debió de parecerse mucho al Mahabharata indio, que glorifica a la casta militar de los Maryannu; en esta epopeya se trata el mismo tema de la lucha entre parientes, la conducta de los combatientes es más noble y más trágica que en la Ilíada, los dioses no desempeñan un papel malévolo, se honra la costumbre de inmolar a la viuda en la hoguera funeraria delmarido, y Bhishma, al igual que Tideo, bebe la sangre de su enemigo (véase 81.8).
5. El fin de Anfiarao es otro ejemplo más de la muerte del rey sagrado al estrellarse su carro (véanse 71.a; 101.g; 105.d; 109.j, etc.). El descenso de Batón («zarzamora») al Tártaro acompañándole parece tener como fin explicar el difundido tabú europeo de comer moras, por estar asociadas con la muerte.
6. La autoinmolación de Evadne recuerda el mito de Alcestis (véase 69.d). Las reliquias de una cremación real encontradas en una tumba-colmena de Dendra, cerca de Micenas, indican que, en este caso particular, el rey y la reina fueron enterrados al mismo tiempo; y A. W. Persson cree que la reina murió voluntariamente. Pero es posible que ambos fueran asesinados, o que murieran de la misma enfermedad, y no hay noticias de ningún entierro micénico análogo en ninguna otra parte. En realidad, la inmolación de la viuda en la hoguera del marido, que parece haber sido una práctica helénica, pasó pronto de moda (véase 74.8). El rayo era una prueba de la presencia de Zeus, y ya que «sagrado» e «impuro» significan casi lo mismo en la religión primitiva –los animales prohibidos en el Levítico eran impuros precisamente porque eran sagrados–, la tumba de un hombre muerto por un rayo era aislada por una cerca, como la de un ternero que muere de ántrax en una granja moderna, y en su honor se realizaban ritos heroicos. El profesor Mylonas ya ha encontrado y desenterrado el cementerio situado cerca de Eleusis en el que, según Pausanias, fueron enterrados finalmente los paladines. Allí se encontró una tumba doble rodeada por un círculo de piedra y cinco tumbas individuales; los esqueletos, como era la costumbre en el siglo xiii a.C., al que se pueden atribuir los fragmentos de jarrones, no mostraban señales de cremación. Evidentemente los ladrones de tumbas primitivos se habían llevado las armas de bronce y otros objetos metálicos enterrados originalmente con los cadáveres; y es posible que el hallazgo de dos esqueletos dentro del círculo de piedra, y lo anómalo del círculo en sí, fuera lo que sugirió a los habitantes de Eleusis que aquélla era la tumba de Capaneo, herido por el rayo, y de su fiel esposa Evadne.
7. El mito de Antíope, Hemón y los pastores parece haberse deducido del mismo icono que los mitos de Arne (véase 43.d) y Álope (véase 49.a). Se nos ha privado del esperado final de la historia: que mató a su abuelo Creonte con un disco (véase 73.p).
a. Los hijos de los siete paladines caídos en Tebas, conocidos con el nombre de Epígonos, juraron vengar a sus padres. El Oráculo de Delfos les prometió la victoria si Alcmeón, hijo de Anfiarao, tomaba el mando. Pero él no sentía deseos de atacar Tebas y discutió acaloradamente la conveniencia de la campaña con su hermano Anfíloco. En vista de que no lograban ponerse de acuerdo sobre si debían o no hacer la guerra, dejaron la decisión en manos de su madre Erifile. Viendo que se trataba de una situación ya conocida, Tersandro, el hijo de Polinices, siguió el ejemplo de su padre: sobornó a Erifile con la túnica mágica que Atenea había regalado a su antepasada Harmonía cuando Afrodita le regaló también el collar mágico. Erifile se decidió por la guerra y Alcmeón asumió el mando de mala gana.
b. En una batalla librada ante las murallas de Tebas los Epígonos perdieron a Egialeo, hijo de Adrasto, y entonces Tiresias, el vidente, advirtió a los tebanos que su ciudad sería saqueada. Anunció que las murallas estaban destinadas a resistir sólo mientras permaneciera con vida uno de los siete paladines originales, y que Adrasto, que era entonces el único superviviente, moriría de pena cuando se enterara de la muerte de Egialeo. Por tanto, lo mejor para los tebanos era huir esa misma noche. Tiresias añadió que le daba igual que siguieran o no su consejo, pues él estaba destinado a morir tan pronto como Tebas cayera en poder de los argivos. Así pues, aprovechando la oscuridad, los tebanos escaparon hacia el norte con sus esposas, hijos, armas y unas cuantas pertenencias, y cuando se hallaron lo bastante lejos se detuvieron y fundaron la ciudad de Hestiea. Al amanecer, Tiresias, que iba con ellos, se detuvo para beber en el manantial de Tilfusa y falleció repentinamente.
c. Ese día, que fue el mismo en que Adrasto se enteró de la muerte de Egialeo y murió de pena, los argivos, al ver que Tebas había sido evacuada, entraron en ella, derribaron las murallas y se llevaron el botín. Lo mejor de éste se lo enviaron a Apolo en Delfos, incluida Dafne, o Manto, la hija de Tiresias, la cual había permanecido en la ciudad y se convirtió después en pitonisa del dios15.
d. Pero la cosa no acabó aquí. Dio la casualidad de que Alcmeón acertó a oír a Tersandro mientras se jactaba de que casi todo el mérito de la victoria argiva se le debía a él y contaba cómo había sobornado a Erifile, tal como su padre Polinices había hecho antes que él, para que diera la orden de atacar. Alcmeón se enteró así de que la vanidad de Erifile había sido la causa de la muerte de su padre, y bien podía haberlo sido de la suya también. Consultó con el Oráculo de Delfos y Apolo le contestó que Erifile merecía la muerte. Alcmeón malinterpretó esto como una exhortación al matricidio y a su regreso mató a Erifile, algunos dicen que con la ayuda de su hermano Anfíloco. Pero Erifile, moribunda, maldijo a Alcmeón y gritó: «¡Tierras de Grecia y Asia, y del mundo entero: no deis cobijo a mis asesinos!». Al poco las vengativas Erinias salieron en su persecución y lo enloquecieron.
e. Alcmeón huyó primero a Tesprocia, donde le negaron la entrada, y luego a Psófide, donde el rey Fegeo le purificó por respeto a Apolo. Fegeo le casó con su hija Arsínoe, a quien Alcmeón regaló el collar y la túnica que llevaba en su equipaje. Pero las Erinias, sin tener en cuenta su purificación, siguieron acosándole, y la tierra de Psófide se volvió estéril por su culpa. Entonces el Oráculo de Delfos aconsejó a Alcmeón que se acercara al dios fluvial Aqueloo, el cual le purificó una vez más. Se casó con la hija de Aqueloo, Calírroe, y se estableció en un terreno que se había formado recientemente por el aluvión del río y que no estaba incluido en la maldición de Erifila. Allí vivió en paz durante un tiempo.
f. Un año después Calírroe, temiendo perder su belleza, se negó a admitir a Alcmeón en su lecho a menos que le diese el famoso collar y la túnica. Por amor a Calírroe se atrevió a volver a Psófide, donde engañó a Fegeo: sin mencionar que se había casado con Calírroe, inventó una predicción del Oráculo de Delfos según la cual nunca se libraría de las Erinias hasta que hubiera dedicado la túnica y el collar al santuario de Apolo. En consecuencia, Fegeo ordenó a Arsínoe que las entregara, lo que ella hizo de buen grado, convencida de que Alcmeón volvería a ella tan pronto como le dejaran de acosar las Erinias, quienes estaban otra vez pisándole los talones. Pero uno de los sirvientes de Alcmeón reveló indiscretamente la verdad acerca de Calírroe, y Fegeo se enfureció tanto que ordenó a sus hijos que tendieran una emboscada y mataran a Alcmeón cuando saliera del palacio. Arsínoe presenció el asesinato desde una ventana, pero como ignoraba el doble juego de Alcmeón, empezó a insultar a gritos a su padre y hermanos por haber violado el derecho de hospitalidad y haberla convertido en viuda. Fegeo le suplicó que guardara silencio y escuchase mientras él intentaba explicarle, pero Arsínoe se tapó los oídos y deseó con todas sus fuerzas una muerte violenta a su padre y hermanos antes de la siguiente luna nueva. En represalia, Fegeo la encerró en un arca y la regaló como esclava al rey de Nemea, al tiempo que decía a sus hijos: «Llevad esta túnica y este collar a Apolo Délfico. Él se ocupará de que no causen más desgracias».
g. Los hijos de Fegeo le obedecieron. Pero entretanto Calírroe, informada de lo que había sucedido en Psófide, rogó que sus hijos pequeños habidos con Alcmeón se convirtieran en hombres maduros en un solo día y vengaran su asesinato. Zeus oyó su súplica y al pronto los infantes se convirtieron en hombres maduros, tomaron las armas ypartieron hacia Nemea, donde sabían que los hijos de Fegeo habían interrumpido su viaje de regreso de Delfos con la esperanza de convencer a Arsínoe para que retirara su maldición. Trataron de decirle la verdad sobre Alcmeón, pero ella tampoco quiso escucharles esta vez; y los hijos de Calírroe no sólo los sorprendieron y mataron, sino que además se apresuraron a ir a Psófide y mataron también a Fegeo antes de que la siguiente luna nueva apareciera en el cielo. Como ningún rey o dios fluvial de Grecia accedió a purificarlos de sus crímenes, viajaron en dirección al oeste, hasta el Epiro, y colonizaron Acarnania, llamada así por el mayor de los dos, Acarnán.
h. La túnica y el collar fueron exhibidos en Delfos hasta la Guerra Santa [siglo iv a.C.], cuando los robó el bandido focio Failos. No se sabe si el collar de ámbar engastado en oro que los habitantes de Amatos atribuyen a Erifile es auténtico o falso16.
i. Y algunos dicen que Tiresias tuvo dos hijas, Dafne y Manto. Dafne permaneció virgen y llegó a ser una Sibila, pero Alcmeón engendró a Anfíloco y Tisífone con Manto antes de enviarla a Apolo en Delfos, y confió ambos niños al cuidado del rey Creonte de Corinto. Años después la esposa de Creonte, celosa de la extraordinaria belleza de Tisífone, la vendió como esclava, y Alcmeón, sin saber quién era, la compró para que le sirviera como criada, pero afortunadamente se abstuvo del incesto. En cuanto a Manto, Apolo la envió a Colofón, en Jonia, donde se casó con Racio, rey de Caria; su hijo fue Mopso, el famoso adivino17.
1. Éste es un típico cuento popular que contiene pocos elementos míticos y que podía ser contado en Tebas o Argos sin ofender a nadie; que podía tener algún interés para los habitantes de Psófide, Nemea y el valle del Aqueloo. Su propósito era explicar la fundación de Hestiea y la colonización de Acarnania, y poseía una fuerte connotación moral. Enseñaba la inestabilidad del juicio femenino, la insensatez de los hombres que complacen su vanidad o su codicia, la sabiduría de escuchar a los adivinos que están fuera de toda sospecha, el peligro de no interpretar correctamente los oráculos y la inevitable maldición que recae sobre cualquier hijo que mata a su madre, incluso si es para aplacar al espíritu de su padre asesinado (véase 114.a).
2. El rasgo más interesante de la historia es la continua facultad de Erifile de decidir entre la guerra y la paz. El verdadero significado de su nombre, «muy frondosa», indica que era una sacerdotisa argiva de Hera a cargo de un oráculo de árbol, como el de Dodona (véase 51.1). Si es así, es probable que ese árbol fuera un peral consagrado a Hera (véase 74.6). Tanto la «Guerra de los Siete contra Tebas», a la que Hesíodo llama «Guerra del rebaño de Edipo», como su continuación aquí relatada parecen haber sido anteriores a la expedición de los argonautas y la Guerra de Troya, y de manera experimental se pueden referir al siglo xiv a.C.
a. La ascendencia y el origen de Tántalo son motivode discusión. Su madre era Pluto, hija de Crono y Rea, o, según otros, de Océano y Tetis18; y su padre, Zeus o Tmolo, el dios con corona de roble del monte Tmolo que, junto con su esposa Onfale, gobernaba en el reino de Lidia y había sido juez del enfrentamiento entre Pan y Apolo19. Sin embargo, algunos llaman a Tántalo rey de Argos, o de Corinto; y otros dicen que fue al norte desde el monte Sípilo, en Lidia, para reinar en Paflagonia, y que por haber incurrido en la ira de los dioses fue expulsado de allí por el frigio Ilo, a cuyo hermano menor, Ganimedes, había raptado y seducido20.
b. Con su esposa Eurianasa, hija del dios fluvial Pactolo; o con Euritemiste, hija del dios fluvial Janto; o con Clitia, hija de Anfidamante; o con la pléyade Dione, Tántalo fue padre de Pélope, Níobe y Bróteas21. Sin embargo, algunos dicen que Pélope era bastardo, o hijo de Atlante y la ninfa Linos22.
c. Tántalo era amigo íntimo de Zeus, quien lo admitía en los banquetes de néctar y ambrosía del Olimpo hasta que la buena suerte le trastornó la cabeza y traicionó a Zeus revelando los secretos y robando los manjares divinos para compartirlos con sus amigos mortales. Pero antes de que se descubriera este delito ya había cometido otro peor. Habiendo invitado a los olímpicos a un banquete en el monte Sípilo, o puede que fuera en Corinto, Tántalo descubrió que las reservas de comida que tenía en la despensa no eran suficientes para los invitados, y entonces, no se sabe si para poner a prueba la omnisciencia de Zeus, o simplemente para demostrar su buena voluntad, descuartizó a su hijo Pélope y agregó los pedazos al guisado preparado para los dioses, tal como habían hecho los hijos de Licaón con su hermano Níctimo cuando agasajaron a Zeus en Arcadia23. Todos los dioses reconocieron lo que tenían en el plato y lo apartaron horrorizados, excepto Deméter, quien, trastornada por haber perdido a Perséfone, se comió la carne de la paletilla izquierda24.
d. Por estos dos delitos Tántalo fue castigado con la ruina de su reino y, después de morir a manos del propio Zeus, fue condenado al tormento eterno en compañía de Ixión, Sísifo, Ticio, las Danaides y otros. Ahora cuelga, consumido perennemente por la sed y el hambre, de la rama de un árbol frutal que se inclina sobre un lago pantanoso. Sus olas le llegan hasta la cintura, y a veces a la barbilla, pero cuando se inclina para beber retroceden y no dejan más huella que el negro cieno a sus pies; y si alguna vez logra recoger un puñado de agua, ésta se desliza entre sus dedos y lo único que alcanza a hacer es humedecer sus labios agrietados, quedándose más sediento que antes. El árbol está cargado de peras, lustrosas manzanas, higos dulces, olivas y granadas maduras que le rozan los hombros, pero cada vez que tiende la mano para tomar uno de estos suculentos frutos, una ráfaga de viento los pone fuera de su alcance25.
e. Además, una piedra enorme, un risco del monte Sípilo, sobresale por encima del árbol y amenaza constantemente con aplastarle el cráneo26. Éste es el castigo por un tercer delito cometido, a saber, robo con el agravante de perjurio. Un día, cuando Zeus era todavía un infante en Creta y le amamantaba la cabra Amaltea, Hefesto le hizo a Rea un mastín de oro para que velara por el niño, mastín que más tarde llegó a ser el guardián de su templo en Dicte. Pero Pandáreo, hijo de Mérope y nativo de la Mileto lidia, o quizá fuera cretense –si en verdad no era efesio–, se atrevió a robar el mastín y se lo llevó a Tántalo para que lo custodiara en elmonte Sípilo. Cuando cesaron los gritos y el vocerío por el robo, Pandáreo pidió a Tántalo que devolviera el mastín, pero Tántalo juró por Zeus que nunca había visto ni oído hablar de un perro de oro. Este juramento llegó a oídos de Zeus, quien ordenó a Hermes que investigara el asunto. Y aunque Tántalo siguió perjurando, Hermes recuperó el perro, no se sabe si por la fuerza o mediante una estratagema, y Zeus aplastó a Tántalo bajo un risco del monte Sípilo. Todavía se puede ver el lugar cerca del lago Tantálido, nidal de cisnes-águilas blancos. Después, Pandáreo y su esposa Harmótoe huyeron a Atenas, y de allí a Sicilia, donde murieron en la miseria27.
f. Sin embargo, según otros, fue Tántalo quien robó el mastín de oro y Pandáreo el que lo guardó y quien, al negar que lo había recibido, fue destruido, junto con su esposa, por los dioses airados, o convertido en piedra. Pero Merope y Cleotera, las hijas huérfanas de Pandáreo a las que algunos llaman Camiro y Clitia, fueron criadas por Afrodita con cuajadas, miel y vino dulce. Hera las dotó de una belleza y sabiduría más que humanas; Ártemis las hizo crecer altas y fuertes; Atenea las instruyó en todas las artes manuales conocidas. Resulta difícil entender por qué estas diosas demostraron tal solicitud, o eligieron a Afrodita para que ablandara el corazón de Zeus con respecto a esas huérfanas y arreglara buenos casamientos para ellas –a menos, claro, que hubieran sido ellas mismas las que habían animado a Pandáreo para que cometiese el robo–. Zeus debió de sospechar algo, pues mientras Afrodita estaba encerrada con él en el Olimpo, las Harpías se llevaron a las tres muchachas con su consentimiento y las entregaron a las Erinias, quienes les hicieron pagar por todos los pecados de su padre28.
g. Este Pandáreo fue también el padre de Aedón, esposa de Zeto, del cual engendró a Ítilo. Aedón vivía atormentada por la envidia que sentía por su hermana Níobe, quien gozaba del amor de seis hijos y seis hijas, y cuando trató de matar a Sípilo, el mayor de ellos, asesinó por error a Ítilo; por esto Zeus la transformó en un ruiseñor que, a comienzos del verano, llora todas las noches a su hijo asesinado29.
h. Después de castigar a Tántalo, Zeus estuvo encantado de poder resucitar a Pélope, así que ordenó a Hermes que recogiera todos sus miembros y los volviera a hervir en la misma caldera, sobre la cual pronunció un hechizo. Entonces la Parca Cloto volvió a articularlos; Deméter le dio una paletilla de marfil, para sustituir a la que se había comido, y Rea le insufló la vida mientras la Cabra Pan danzaba alegremente30.
i. Pélope salió de la caldera mágica revestido de tan radiante belleza que Posidón se enamoró de él al instante y lo llevó al Olimpo en un carro tirado por caballos de oro. Allí le nombró su copero y compañero de lecho, como hizo Zeus posteriormente con Ganimedes, y le alimentó con ambrosía. Pélope se dio cuenta por primera vez de que su hombro izquierdo era de marfil cuando se desnudó el pecho para llorar por su hermana Níobe. Todos los verdaderos descendientes de Pélope están marcados de ese modo. Al morir, su paletilla de marfil fue depositada en Pisa31.
j. Entretanto Eurianasa, la madre de Pélope, seguía buscándolo sin descanso, pues ignoraba que había ascendido al Olimpo. Por los marmitones se enteró de que lo habían hervido y servido a los dioses, que parecían haberse comido hasta el último trozo de su carne. Esta versión de la historia se hizo corriente en toda Lidia. Muchos siguen creyéndola y niegan que el Pélope que Tántalo hirvió en la caldera fuera el mismo Pélope que le sucedió32.
k. Bróteas, el hijo feo de Tántalo, talló la imagen más antigua de la Madre de los Dioses, que todavía se levanta en la Peña Codina, al norte del monte Sípilo. Fue un cazador famoso, pero se negaba a honrar a Ártemis, y ésta le volvió loco. Un día, gritando que ninguna llama podía quemarlo, se arrojó sobre una pira encendida y dejó que las llamas lo consumieran. Pero algunos dicen que se suicidó porque todos aborrecían su fealdad. El hijo y heredero de Bróteas fue llamado Tántalo en honor de su abuelo33.
1. Según Estrabón (xii.8.21), Tántalo, Pélope y Níobe eran frigios; y cita a Demetrio de Scepsis, y también a Calístenes (xiv.5.28), según los cuales la familia derivaba su riqueza de las minas de Frigia y el monte Sípilo. Además, en Níobe de Esquilo (citado por Estrabón: xii.8.21) se dice que los Tantálidas tenían «un altar de Zeus, su dios paternal, en el monte Ida»; y que Sípilo está situado en «la tierra de Ida». Democles, a quien Estrabón citaba de segunda mano, racionaliza el mito de Tántalo diciendo que su reinado estuvo marcado por violentos terremotos en Lidia y Jonia, incluso hasta Tróade; que aldeas enteras desaparecieron, el monte Sípilo se derrumbó, los pantanos se convirtieron en lagos y Troya quedó sumergida bajo las aguas (Estrabón: i.3.17). Según Pausanias, también una ciudad situada en el monte Sípilo desapareció en una sima, que posteriormente se llenó de agua y se convirtió en el lago Saloé, o Tántalis. Se podían ver las ruinas de la ciudad en el fondo del lago, hasta que éste quedó anegado por una corriente de agua de montaña (Pausanias: vii.24.7). Plinio conviene en que Tántalis fue destruida por un terremoto (Historia Natural ii.93), pero constata que se construyeron tres ciudades sucesivas en su sitio antes de que quedara sumergida definitivamente (Historia Natural v.31).
2. Sin embargo, la visión histórica de Estrabón, aunque arqueológicamente admisible, no explica la relación de Tántalo con Argos, Corinto y la Mileto cretense. La roca que pende sobre él en el Tártaro, siempre a punto de caer, lo identifica con Sísifo de Corinto, cuyo castigo igualmente perpetuo se dedujo de un icono que mostraba al titán Sol empujando laboriosamente el disco solar por la ladera del Cielo hasta el cenit (véase 67.2). El escoliasta sobre Píndaro apenas se percató de esta identificación, pero explicó racionalmente el castigo de Tántalo diciendo que «algunos entienden que la piedra representa el sol, y a Tántalo como un físico que cumple su castigo por haber demostrado que el sol es una masa de metal incandescente» (escoliasta sobre las Odas olímpicas de Píndaro i.97). No está claro por qué, pero este icono del titán Sol se ha combinado con otro: el de un hombre que, angustiado, y con el agua llegándole hasta la barbilla, se asoma vagamente entre una maraña de ramas cargadas de frutos: un castigo que los retóricos utilizaban como una alegoría del destino que esperaba a los ricos y avaros (Servio sobre la Eneida de Virgilio vi.603; Fulgencio: Compendio mitológico ii.18). Fulgencio llama a las manzanas, peras, higos y otros frutos que cuelgan sobre los hombros de Tántalo «fruta del Mar Muerto», de la que dice Tertuliano que «en cuanto la tocas con el dedo, la manzana se convierte en cenizas».
3. Para comprender el sentido de esta escena es necesario recordar que al padre de Tántalo, Tmolo, se le describe como enguirnaldado con roble, y que su hijo Pélope, uno de cuyos nietos se llamaba también Tántalo (véase 112.c), gozaba de los ritos de héroe en Olimpia, en los que intervenía el «guardabosques de Zeus». Actualmente existe consenso general en que los criminales del Tártaro eran dioses o héroes de la época preolímpica, por lo que Tántalo representaría al rey sagrado anual, vestido con ramas cargadas de frutos, como las que se llevaban en las Oscoforias (véase 98.w), y que era arrojado a un río como pharmacos, costumbre que se ha conservado en el ritual del Jorge Verde balcánico descrito por Frazer. El verbo tantalize («tentar», «provocar»), derivado de este mito, ha impedido que los eruditos se den cuenta de que la agonía de Tántalo no es causada por la sed, sino por el temor de ahogarse o de ser inmolado en una pira, que fue el destino de su feo hijo Bróteas.
4. Puede que Platón (Cratilo 28) estuviera en lo cierto cuando derivó Tantalus de talantatos, «muy desdichado», formado a partir de la misma raíz, tla, «sufriente» o «que soporta», la que originó también los nombres de Atlante y Telamón, ambos héroes del roble. Pero talanteuein significa «pesar moneda» y puede ser una referencia a sus riquezas; y talanteuesthai puede significar «tambalearse de un lado a otro», que es el modo de andar del rey sagrado con el muslo lisiado (véase 23.1). Así pues, parece que Tántalo es tanto un titán Sol como un rey de los bosques, cuyo culto fue llevado desde Grecia al Asia Menor a través de Creta –a Pandáreo se le describe como cretense– a mediados del segundo milenio a.C., y se volvió a importar a Grecia hacia su final, cuando el derrumbe del imperio hitita obligó a los ricos colonos grecoparlantes de Asia Menor a abandonar sus ciudades.
5. Cuando los mitógrafos alegaban que Tántalo era un huésped habitual del Olimpo, estaban admitiendo que su culto había dominado en otro tiempo en el Peloponeso y, aunque los banquetes a los que los dioses invitaban a Tántalo se distinguían especialmente del banquete al que los invitó él, en todos los casos el plato principal debió de ser la misma sopa de menudillos que los antropófagos pastores de Arcadia del culto del roble preparaban para Zeus Lobuno (véase 38.b). Quizá no sea coincidencia que en Normandía a la víctima del Jorge Verde se la llame «Lobo Verde», al cual antiguamente se le arrojaba vivo a la hoguera del solsticio de verano. Sin embargo, la deglución del cuerpo de Pélope no se relaciona directamente con el culto del lobo. La posición de Pélope como valido de Posidón, su nombre, «rostro lodoso», y la leyenda de su paletilla de marfil indican más bien un culto de la marsopa en el Istmo (véanse 8.3 y 70.5) –el término «delfín» en griego incluye a la marsopa– y sugiere que el Paladión, hecho según se decía con sus huesos (véanse 159.3 y 166.h), era un objeto de culto hecho de marfil de marsopa. Esto explicaría por qué, según el escoliasta sobre las Odas olímpicas de Píndaro i.37, fue Tetis, la diosa del Mar, y no Deméter, quien se comió la paletilla de Pélope. Pero la antigua estatua sedente de Deméter con cabeza de yegua en Figalia sujetaba una paloma en una mano y un delfín (o marsopa) en la otra. Y, como dice directamente Pausanias, «el motivo por el que la imagen fue hecha así es evidente para cualquiera que tenga una inteligencia normal y haya estudiado mitología» (viii.43.3). Pausanias quiere decir que ella presidía el culto del caballo, el culto del roble y el culto de la marsopa.
6. Este antiguo mito puso en aprietos a los mitógrafos posteriores. No contentos con exculpar a Deméter de la acusación de haber comido deliberadamente carne humana, y negando con indignación que todos los dioses comían lo que se les ponía delante, hasta el último bocado, inventaron una explicación hiperracionalista del mito y escribieron que Tántalo era un sacerdote que reveló los secretos de Zeus a los profanos, en vista de lo cual los dioses lo depusieron y afligieron a su hijo con una enfermedad repugnante; pero los cirujanos lo cortaron en pedazos y lo remendaron con injertos de hueso, dejándole tantas cicatrices que parecía que lo habían descuartizado y luego habían vuelto a unir sus pedazos (Tzetzes: Sobre Licofrón 152).
7. El robo del mastín de oro por Pandáreo debe interpretarse como una continuación del robo de Cerbero por Heracles, lo que indica que los aqueos desafiaban la maldición mortal, simbolizada por un perro, apoderándose de un objeto de culto consagrado a la diosa Tierra Rea (abuela de Tántalo) y confiriendo soberanía a su poseedor. Evidentemente las diosas olímpicas apoyaban el robo perpetrado por Pandáreo, y el perro, a pesar de ser propiedad de Rea, custodiaba el templo del Zeus cretense que moría anualmente; por tanto, el mito apunta no a una violación original del altar de Rea por parte de los aqueos, sino a una recuperación temporal del objeto del culto por los devotos de la diosa.
8. La naturaleza del objeto de culto robado es incierta. Puede haber sido un cordero de oro, el símbolo de la soberanía pelópida; o el cetro con empuñadura de cuclillo que, como se sabe, Zeus había robado a Hera; o el Paladión de marfil de marsopa; o la bolsa de la égida con su contenido secreto. Es poco probable que fuera un perro de oro, pues el perro no era el objeto del culto, sino su guardián; a menos que se trate de una versión del mito galés de Amathaon ap Don, que robó un perro a Arawn («elocuencia»), rey de Annwm («Tártaro»), lo que le permitió conocer el nombre secreto del dios Bran (La Diosa Blanca, págs. 30 y 48-53).
9. Las tres hijas de Pandáreo –una de las cuales, Camiro, lleva el mismo nombre que la más joven de las tres Parcas rodias (véase 60.2)– son la triple diosa, humillada aquí por Zeus a causa de la rebelión de sus devotos. La lealtad de Tántalo a la diosa se revela en las historias de su hijo Bróteas, quien talló su imagen en el monte Sípilo, y de su hija Níobe, sacerdotisa de la Diosa Blanca, que desafió a los olímpicos y cuya ave era el cisne-águila blanco del lago Tántalis. Onfale, el nombre de la madre de Tántalo, indica un santuario-ombligo profético como el de Delfos.
10. El pharmacos anual era elegido por su extrema fealdad, lo que sirve de explicación para Bróteas. Se sabe que en Asia Menor al pharmacos primeramente se le golpeaba en los órganos genitales con escilas (véase 26.3) al son de flautas lidias –en la leyenda Tántalo (Pausanias: ix.5.4) y su padre Tmolo (Ovidio: Metamorfosis ii.156) están asociados con las flautas lidias– y luego lo quemaban en una pira de leña, tras lo cual arrojaban sus cenizas al mar (Tzetzes: Historia xxiii.726-56, citando a Hipponax, siglo vi a.C.). En Europa parece haberse invertido el orden: al pharmacos del Jorge Verde primeramente lo sumergían en agua, luego lo golpeaban y finalmente lo quemaban.
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