Madre Millonaria - Karina Lirio - E-Book

Madre Millonaria E-Book

Karina Lirio

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Beschreibung

Una historia real, el camino de Anna, una mujer que había decidido que la maternidad sería el eje principal de su vida, en torno del cual girarían sus proyectos, sus decisiones, su planificación de familia, su futuro. Un diagnóstico de infertilidad vino a golpear su historia y a partir de allí el recorrido de Anna, buscando un nuevo destino, pero sin cambiar el sueño. En la misma vida, Anna pudo experimentar la angustia de no poder quedar embarazada, el camino de la adopción, la convivencia con los hijos de su pareja, la gestación de hijos biológicos, hijos que llegaron, de a uno, de a dos y de a tres, hijos que la hicieron mamá joven y otros que la convirtieron en mamá madura. Su evolución como madre, como persona y como ser. Conoceremos en detalle el encuentro con cada uno de sus hijos, cómo fue el camino y qué sentimientos despertaron en ella. "Madre Millonaria" viene a compartir la historia de Anna, una mujer real, con miedos, dolor, incertidumbres, con errores y aciertos, pero por sobre todas las cosas, con el amor más genuino que dos almas pueden experimentar y ese es indiscutiblemente el amor de madre e hijos.

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Karina Lirio

Madre Millonaria

Lirio, KarinaMadre Millonaria / Karina Lirio. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-3896-3

1. Narrativa. I. Título.CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Índice de contenido

PRÓLOGO

CAPÍTULO 1

MI PRIMER HIJO, EL QUE NUNCA LLEGÓ A MI VIDA

CAPÍTULO 2

ADOPCIÓN – LA MAGIADEL ENCUENTRO

CAPÍTULO 3

ADOPCIÓN – MI HIJA, MILAGROSO REGALODEL UNIVERSO

CAPÍTULO 4

VIVIENDO MI SUEÑO – PRIMEROS AÑOSCON ELLOS

CAPÍTULO 5

HIJOS ENSAMBLADOS AMOR INCONDICIONAL– TODOS MAESTROSY TODOS APRENDICES

CAPÍTULO 6

HIJOS BIOLÓGICOS – MAGIA PURA EN MI VIDA POR TRES

CAPÍTULO 7

LOS NUMEROSOS –UNA MESA CON 9 COMENSALES

CAPÍTULO 8

BÚSQUEDA DE LA IDENTIDAD – LA VERDAD COMO ÚNICA OPCIÓN

CAPÍTULO 9

AÑOS DESPUÉS – HACIENDO UN BALANCEA LOS 50

CAPÍTULO FINAL

PARA QUÉ TAN MADRE

Dedico este libro a mi marido que fue y es mi compañero y sostén en este camino, a mis hijos que son el motor de mi vida, a mi familia, mi familia política, en especial a mi suegra, a los amigos y amigas que son mi familia elegida.

También se lo dedico a todas aquellas personas que se cruzaron en mi camino y que con su presencia o decisión modificaron mi vida para siempre, y que con solosu existencia marcaron mi destino.

Se lo dedico a mis ángeles de la guarda.

PRÓLOGO

Mi nombre es Anna y esta es mi historia, tan real como toda mi existencia. Crecí en una familia difícil, disfuncional casi en extremo, sin embargo, logré sobrevivir y salir fortalecida.

Por qué decidí contar mi historia, será porque la vida me dio la oportunidad de cumplir mi sueño de ser Madre, y aunque no me lo hizo fácil, me enseño que nosotros somos los autores de nuestro destino, y que todo aquello que deseemos con la fuerza de un huracán en nuestro corazón, se hará realidad indefectiblemente. Primero me enfrento con la INFERTILIDAD, pude ver y sentir como mi mundo se derrumbaba en un instante. Luego me premio con la ADOPCIÓN, un camino lleno de incertidumbre y de milagros. Para después probarme con HIJOS ENSAMBLADOS, donde por momentos cumplís con las tareas de una madre, sin tener el derecho a sentirte madre, un gran aprendizaje. En la madurez de mi vida fértil, el universo me dio la oportunidad CREAR vida en mi vientre y experimente la magia en todo su esplendor, de ser MADRE BIOLÓGICA. Y con el correr de los años también me regalo NIETOS, un capítulo aparte, donde estoy aprendiendo a ser ABUELA ABUELA con unos y ABUELA MADRE con otros, desafíos que se te presentan sin buscarlos y que te llevan a vivir una relación diferente, con el mismo amor.

Aprendí que no todo está dicho en la vida, el camino se construye al andar y todo puede cambiar. Solo debemos seguir adelante, sortear los obstáculos, elegir nuevas metas, no perder la fe ni en Dios, ni en la vida, ni en el universo, ni en nosotros.

Para mí, que la MATERNIDAD siempre fue el eje principal de mi vida, alrededor del cual girarían el resto de mis sueños y proyectos. Ser MADRE, era, es y será mi motor, lo que me impulsa a crecer como individuo y sobre todo a buscar ser mejor persona cada día de mi existencia.

Fue a partir de un diagnóstico de infertilidad, que pude construir una familia con 7 mundos, que llegaron de a uno, de a par y hasta como trillizos, donde algunos son hijos por adopción, otros ensamblados y otros biológicos, donde las capacidades, los sueños y las metas de cada uno son diferentes. Los nietos son un amor especial, distinto, pero en mi caso no menos complejo e importante en mi núcleo familiar.

En esta historia real, van a poder conocer que sintió mi corazón y mi alma con cada uno de ellos, independientemente de las circunstancias en las que llegaron a mi vida, reviviremos juntos a partir de mi relato, experiencias, emociones, vínculos que pudimos crear. Como siempre aclaro, contado desde mi perspectiva, con mis filtros, con mis sentimientos, y sobre todo con mi sinceridad.

La palabra MILLONARIA la asocio con ABUNDANCIA.

MADRE MILLONARIA, es mi historia, donde abundan muchas cosas, abunda el amor, el dolor, el miedo, la incertidumbre, los problemas, los logros, los fracasos, la fuerza interior, la felicidad, las risas, las lágrimas, la magia, los milagros, pero sobre todo abunda el deseo más genuino de ser MADRE.

Muchas veces la vida te pone a prueba.Para que puedas magnificar el valor de tus sueños. Solo quien lucha por ellos es capaz de conseguirlos. Mientras que quien renuncia a sus sueños, está tomando la decisión de dejar morir parte de su alma.

CAPÍTULO 1

MI PRIMER HIJO, EL QUE NUNCA LLEGÓ A MI VIDA

Rebelde, soñadora, con el desparpajo de una jovencita que estrenaba su segunda década, desafiaba a la vida en cada paso que daba. Una flaca de 1, 70 metros, incansable, obstinada, extrovertida, ojos marrones grandes y brillantes, con rasgos interesantes no delicados, una cabellera color chocolate, ondulada, muy larga, y como decía mi peluquera, “el estado del pelo refleja el alma”, el mío era libre, siempre estaba suelto y volando al viento, brilloso, sedoso y natural, pero con un aspecto casi salvaje. Pantalones anchos, zapatillas, piel bronceada de agosto a abril, no necesitaba más para que cuando entrara a algún lugar la gente percibiera mi presencia. No es falta de humildad, pero algo de mi energía, impronta, acelere, forma de hablar, hacía que llamara la atención a donde fuera, nunca pasaba desapercibida. Nunca busqué ser popular, pero me encantaba el juego de no ser invisible.

Había crecido soñando con ser madre, a mi corta edad ya había logrado emanciparme, no vivir en la casa materna, tener el título Maestro Mayor de Obras que para los nacidos en los años 70 era todo un logro, inmiscuirme en la escuela técnica donde el 99 % de los estudiantes eran hombres, esto les puede dar una pequeña idea de mi personalidad. Con 20 años ya trabajaba y cursaba la carrera de Ingeniería en la UTN, Universidad Tecnológica Nacional que permitía a personas que tenían una vida laboral activa, acceder a estudios y soñar con un futuro próspero y lleno de oportunidades.

La vida me había hecho madurar de golpe, a mi edad, sabía hacia donde iba, cuáles eran mis sueños. Era consciente que mi punto de partida no era el más óptimo y beneficioso, pero tampoco me quejaba de eso, solo intuía que debía poner un esfuerzo extra, pero que nada era imposible para mí. Y en ese pensamiento de “yo todo lo puedo”, la idea de la maternidad crecía en mí con la fuerza del huracán y revolucionaba todo mi ser.

Trabajar, estudiar y ser madre eran posibles en mi mundo imaginario, ni siquiera me detenía a evaluar si era conveniente, sabía que podría, y eso era suficiente, tal vez debería cambiar algunas cosas, dejar el empleo que me insumía 8 horas más dos de viaje y fortalecer mi trabajo particular como dibujante de planos, que lo podía realizar desde mi casa. Eso me daría aún más tiempo para estudiar mi carrera universitaria, estaría prácticamente tiempo completo con mi hijo.

Ya desde hacía bastante tiempo que mis fines de semana eran en mi residencia, trabajando y estudiando, un hijo haría que todo este esfuerzo tenga sentido. Un hijo haría que aquella casa se convierta en un hogar y tendría alguien por quien crecer y desarrollarme. En algún lugar de mi alma sentía que los hijos eran la gasolina que impulsarían y alimentarían el motor de mi vida, aunque mi motor interno se había puesto en funcionamiento y era casi de carrera para ese entonces.

A esa edad ya vivía una vida de adulta, mientras la mayoría de mis pares aun solventadas por sus padres, pensaban en fiestas, ropa de moda y conseguir algún muchacho que las hicieran vibrar en la plenitud de su juventud. El mío era un mundo paralelo. Ellas, compartían salidas en grupo, tardecitas de bares, noches de club universitario, grupos de estudios, que les ayudaba a sociabilizar, conocer gente de la misma edad, y no voy a negar que se percibía mucho más divertido y tentador. Pero yo sentía que esa vida no estaba a mi alcance, debía trabajar para mantenerme y costear mis estudios, mi tiempo libre era entre apuntes, maquetas, carpetas y trabajo. Una realidad con exigencias autoimpuestas, pero que en definitiva hacían que la idea de un bebé encajara perfectamente en mi mundo, que se resumía en tres espacios, la casa, la oficina y la Universidad.

Así fue como ese sueño, con la decisión ya tomada de ser madre, empezaba a tener forma. Mi mente extremadamente visual ya era capaz de verme lucir una panza gigante pero hermosa, la imagen de un bebé entre mis apuntes era cada vez más real, los vestidos que me cosería para sentirme bella, el modelo de moisés que decoraría de un color neutro hasta que se hubiera definido el sexo, el color con el cual pintaría la pared, los diseños infantiles. Por momentos sentía en mi alma la felicidad de estar cumpliendo ese sueño que solo quien tiene desarrollado el instinto maternal puede entender.

Por entonces mis recreos, pasaban de apuntes fríos y estructurados de ingeniería a artículos de maternidad, como amamantar, como saber si tu bebé tiene frío, cómo hay que acostarlo y cómo poder adivinar que le duele cuando llora, yo ya me sentía plena, con la sola idea que estaba buscando a mi hijo y que era solo cuestión de tiempo para que recibiera la confirmación de mi embarazo y que estuviera entre mis brazos.

El primer mes que me indispuse después de haber tomado la decisión, sentí un sabor amargo, el segundo mes que ocurrió lo mismo, la angustia se apoderó de mí y al tercer mes, empecé a cuestionarme, mi teoría de mujer invencible que todo lo puede, no estaba logrando lo que la mayoría de las mujeres del planeta pueden, algunas hasta aun sin desearlo, y yo no quedaba embarazada.

Parecía a propósito, pero a medida que más lo deseaba y no se concretaba, varias mujeres de mi entorno comenzaron a quedar embarazadas. Incluso algunas se daban el gusto de protestar porque sentían que no era el momento, que había sido un descuido, que no lo buscaban. Yo ya a esa instancia no hablaba del tema con nadie, el miedo empezaba a apoderarse de mí, y la lucha se tornó cada vez más silenciosa.

Al cuarto, al quinto y al sexto mes, no había cambiado nada, cada día del mes como era habitual desde hacía muchos años, el dolor de cabeza y de ovarios se apoderaba de mi ser, y buscando sentir alguna sensación diferente y extraña para mí, me enfrentaba a la triste realidad que una mancha de sangre en mi ropa interior mataba todos mis sueños en un instante y un mes más perdía la batalla.

Medio año, era el punto de inflexión que marcaba que el tiempo de creer que concebir un hijo era un acto de amor, para pasar a convertirse en una obsesión. Todo empezaba a perder sentido en mi vida, mi alma comenzaba a perder su brillo, la energía ya no era la misma, mi aura empezaba a sentirse oscura. Cada vez más metida hacia adentro, los momentos de trabajo y de estudio me abstraían del dolor en el alma, pero cuando la concentración se esfumaba, la angustia y la incertidumbre volvían sin piedad a apoderarse de mi ser.

Los viajes en colectivo eran una tortura, las mujeres embarazadas parecían salir a las calles a mostrarme su panza. Para ese momento la lectura de cómo ser una buena madre habían cambiado a artículos sobre infertilidad, días y horarios propicios, poses, comidas, consultas a especialistas, análisis y aunque todos coincidían en que debía relajarme, yo me sentía cada vez más culpable, alterada, ansiosa, colmada de estrés, ya a esta altura veía pocas cosas con claridad.

Dentro de mí sabía que algo andaba mal, ya no necesitaba un diagnóstico para confirmarlo, cada célula de mi cuerpo lo presentía.

Aunque había tenido una infancia y una adolescencia durísima, el hecho de haber salido de esa realidad y aun estar de pie, me había convencido de poder con cualquier circunstancia o situación adversa que me deparase el destino, nada sería capaz de vencerme.

Los tres meses siguientes me demostraron lo contrario, todo seguía mal, no se encontraba ningún diagnóstico desfavorable en mí, pero yo sentía que mi cuerpo se secaba por dentro, en esa época parecía que la única razón de infertilidad era ocasionada por la mujer, solo cuando nosotras agotábamos todas las instancias, después de sufrir, de atormentarnos, de culparnos, es que se planteaba la posibilidad de infertilidad masculina. Justo al año y con un solo estudio este fue el hallazgo, mi cuerpo estaba sano, pero las circunstancias de la vida me estaban impidiendo engendrar un hijo, solo podía quedar embarazada en ese momento con fecundación in–vitro, con esperma comprado y con tratamientos experimentales, altamente costosos, que daban un 25 % de porcentaje de posibilidades de que funcione y prospere. El doctor me explicaba las ventajas y desventajas del método ICSI, como si estuviera en una cátedra universitaria, despojado de toda empatía, con la frialdad de un témpano de hielo, hablaba de estadísticas y costos, no percibiendo que mi alma se derrumbaba con cada palabra que el emitía.

Ese día subí a mi auto sola, porque solo yo sabía lo que mi alma estaba sintiendo, manejé hasta las afueras de la ciudad, entré en un campo tan inmenso que desde el lugar donde estacioné no podía visualizar nada, ni una casa, ni un auto, ni siquiera un animal, y en esa soledad, en aquel recóndito lugar del universo, me permití llorar a gritos, tan fuertes y sentidos que parecían desgarrarse mis entrañas, pateé las cubiertas del auto hasta que dolieron mis pies y pregunté a Dios por qué a mí, no merecía ese dolor, yo solo quería tener un hijo y él me lo estaba negando, por los motivos que fueran, en ese momento estaba viviendo el duelo de mi primer hijo, aquel que había imaginado, que había soñado, al que llevaría en mi vientre, al que en mi mente le había construido su cuna, pintado su cuarto, elegido su nombre y hasta sabía a qué colegio iría, ese hijo ya no estaba, ni estaría y yo lo estaba enterrando en ese momento. En ese lugar deje a ese sueño.

Volví a mi cuarto dormí por horas, dejé que mi cuerpo se relajara, calmara el dolor inmenso y al día siguiente con las ideas más claras, la realidad en mis manos, las emociones acomodadas, el alma más liviana, y la sensación de angustia más disipada, me aseguré que este traspié no me iba a dejar sin la posibilidad de ser madre, quizás debería cambiar algunas cosas, buscar otro camino, pero jamás renunciaría a la MATERNIDAD.

La adopción mutua ocurre cuando la explosión de amor de dos seres detona en el instante del encuentro, ... ese momento es sublime, se experimenta en el alma la magia del milagro y todo en la vida recobra sentido.

CAPÍTULO 2

ADOPCIÓN – LA MAGIA DEL ENCUENTRO

PARTE 1 – MI PRIMOGÉNITO

El sueño de ser madre no había cambiado, solo se había transformado, y estaba en la búsqueda de una respuesta que aclare cómo sería el camino para llegar al encuentro con mi hijo.

Una semana después, solo mirando hacia el futuro, había decidido que mi nueva realidad sería lo mejor que me pasaría en la vida, que disfrutaría cada día de esta búsqueda y que la ADOPCIÓN era la opción más realista y posible en mi realidad.

Desde niña sabía, intuía, presentía, que iba a tener hijos por adopción, aun si pudiera parir. Es como si la vida me hubiera preparado para este momento, sabía que llegaría el día, que debía buscar a ese niño con la misma necesidad de una madre, como yo de un hijo. Creía fuertemente en el destino y sabía que en el mío había uno o varios niños que complementarían mi existencia, con quienes crearía lazos de amor, tan o más fuertes que los lazos sanguíneos.

Tener varios hijos siempre había sido mi prioridad, tomar la decisión de buscarlos y tener la certeza de encontrarlos en algún lugar del universo se había convertido rápidamente en emoción, alegría, proyecto y luz en mi existencia. A siete días de aquella tarde gris, llena de lágrimas, gritos y desazón, había nacido una nueva ilusión, ya el sueño del embarazo había perdido importancia, ya no había angustia, ni nostalgia, ni tristeza, solo existía un proyecto, un camino por recorrer, quizás el más importante de mi vida, una nueva aventura que había encendido mi alma. La había colmado de entusiasmo y que inquieta ya deseaba salir a buscar el encuentro con ese pequeño que sería mi hijo.