María contra el mal - Gabriele Amorth - E-Book

María contra el mal E-Book

Gabriele Amorth

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Beschreibung

Esta es la última entrevista que concedió el P. Amorth, el exorcista más famoso del mundo. Se realizó entre el 11 y el 13 de mayo de 2016, poco tiempo antes de su muerte, en septiembre de ese mismo año. En ella, el Padre Amorth descubre su faceta más desconocida: su labor como mariólogo, presentando la figura de la Virgen en una síntesis muy madura y muy completa y arrojando lucidez sobre cuestiones relacionadas con el papel de María como defensora nuestra frente a los ataques del demonio. Gracias al trabajo del P. Sławomir Sznurkowski, el lector puede acceder al testamento vital de un hombre consagrado a la devoción de la Virgen, que seguía viéndola con los ojos de un niño, ayudando a los demás a vencer el mal que nos acecha.

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La Virgen nos ama, a cada uno personalmente,

con el mismo cariño con el que amó a Jesús.

Y obedece, efectivamente, a las palabras de Jesús:

«Amaos, como yo os he amado», es decir, dando la vida

por vosotros. Y la Virgen está dispuesta a dar la vida

por cada uno de nosotros. Nos ama hasta el extremo. Individualmente, personalmente. Nosotros, a veces pensamos en la maternidad de toda la humanidad, de todo un pueblo. Nos sentimos perdidos entre la muchedumbre.

El Señor no nos ve nunca como multitud.

Nos ve como personas, creadas a su imagen y semejanza.

Y así lo hace la Virgen. Mira a cada uno

de nosotros como a otro Jesús.

Es así como nos ama y asiste, a cada uno,

como si en el mundo solo estuviéramos nosotros.

P. Amorth

Prólogo

El P. Gabriel Amorth (1925-2016) ha sido el exorcista más famoso del mundo. Su notoriedad internacional viene sobre todo de sus libros, publicados en muchos idiomas, y de muchas entrevistas grabadas y luego difundidas por Internet. Como él mismo declaró, con todo esto no pretendía ser famoso, sino divulgar el conocimiento acerca de los exorcismos, o sea, de las oraciones que el sacerdote, autorizado por el obispo, pronuncia sobre todo frente a las personas poseídas o vejadas, para liberarlas de la influencia del diablo.

La entrevista se realizó entre el 11 y el 13 de mayo de 2016; fue, lamentablemente, la última escrita. Después de un tiempo ingresado en el hospital Gemelli de Roma, moría el 16 de septiembre de 2016, dejando un vacío y mucha tristeza en los corazones de hombres y mujeres de todo el mundo. Gracias a los medios de comunicación, la noticia de su muerte se difundió rápidamente. Puedo dar testimonio de parte de los polacos, a los cuales nos hicieron llegar la noticia de su muerte los medios de difusión nacionales y católicos. Yo estaba profundamente sorprendido por la espontánea reacción de las numerosas personas que, tras haberse enterado del fallecimiento, han lamentado su muerte y han rezado por el eterno descanso del P. Gabriel Amorth.

Luego me he preguntado: ¿por qué, tras la noticia de su muerte, el P. Amorth ha sido recordado con tanto afecto y sentimiento de tristeza por tantas personas que él no conocía? Es más, la mayoría de las personas que rezaron por él no lo han visto nunca, ni lo han conocido directamente. Alguien podría objetar que muchas de ellas leyeron sus libros.

Sin duda. Aun así, en la historia humana ha habido muchos famosos escritores y teólogos que, no obstante haber leído sus libros, incluso bonitos e interesantes, no han sido recordados después de su muerte con tanto sentimiento y pesar.

Pienso, pues, que el secreto de su notoriedad internacional y del afecto de la gente no reside en que haya escrito libros, sino en lo que era en realidad el P. Amorth para la gente en todo el mundo.

Por ejemplo, yo le conocí en persona y puedo decir que era ante todo un Sacerdote, con «ese mayúscula». Sacerdote de Cristo, consciente de su dignidad y responsabilidad frente a Dios y a las almas que confiaban en él. Creo que el amor a Dios y a las almas constituía el secreto de su actividad. Por esto las personas que necesitaban de un exorcismo llegaban a Roma procedentes de todo el mundo con la gran convicción de que les ayudaría o por lo menos les consolaría.

De hecho, en cuanto a su actividad sacerdotal, la actividad a la que se había dedicado con todas sus fuerzas era peculiar porque se refería a la acción extraordinaria del diablo. Esta acción extraordinaria del diablo afectaba a la vejación, la obsesión, la infestación y la posesión demoníacas.

El P. Amorth, en cuanto exorcista, trataba de ayudar sobre todo a las personas vejadas o poseídas. Hay que destacar también que muchas veces, para lograr la plena liberación de una persona vejada o poseída, el P. Amorth tenía que alargar los exorcismos durante meses o años.

Por esto solo Dios sabe a cuántas personas haya podido ayudar el P. Amorth durante sus treinta años de servicio como exorcista. Efectivamente todas esas victorias sobre el diablo las tuvo que pagar el P. Amorth en persona con el sufrimiento y con la humilde oración, especialmente rezando cotidianamente el Rosario. De hecho, el P. Amorth consideraba que rezar el Rosario era la oración más eficaz, después de la Santa Misa, en la lucha contra el diablo. Por esto, cuando oímos hablar de la devoción del P. Amorth a la Virgen, no nos debería extrañar. Él, desde niño, rezó a la Virgen, sobre todo desgranando junto a su familia la corona del santo Rosario. Él mismo contó en esta entrevista un episodio que le sucedió personalmente cuando, durante la guerra, mientras huía, le dispararon ciento veinte veces y él salió ileso porque, mientras escapaba, rogaba a la Virgen: «¡Madre querida, ahora sí veré tu fuerza, si me salvas!». Y cuando, en el día de su agonía, el superior general, P. Valdir de Castro SSP, que fue al hospital Gemelli de Roma para darle el último saludo, al final, mientras rezaba un Avemaría, los aparatos que le mantenían con vida al P. Amorth registraron una fuerte sacudida.

Por este motivo, en esta tercera entrevista, el P. Amorth aparece como mariólogo, mariólogo y exorcista. No todo el mundo sabe que antes de ser exorcista, el P. Amorth escribió varios libros sobre la Virgen María, en total seis. Y que durante muchos años fue director de una revista mariana editada por los paulinos de Roma, titulada Madre di Dio.

Las preguntas y respuestas constituyen una síntesis de su mariología. Son también su testamento espiritual ya que esta entrevista se realizó cuatro meses antes de su muerte. Mientras realizaba esta entrevista al P. Amorth no imaginaba que el día 13 de mayo de 2016 sería nuestro último encuentro. Casi un adiós. Entonces, cuando nos estábamos despidiendo, yo tenía ya en la mente algún proyecto más. Por eso escribo estas palabras muy conmovido, porque sé que el Señor me ha concedido una gracia especial, la de poder dar a conocer al P. Amorth, casi a final de su existencia terrenal, no solo como famoso exorcista sino también como mariólogo de primer orden.

Los temas tratados en esta entrevista están pensados para celebrar el centenario de la aparición de la Virgen en Fátima y están relacionados con el papel de María en defensa de los hombres frente a los ataques del demonio. Por esto, el P. Amorth presenta la figura de la Virgen en una síntesis mariológica muy madura y muy completa. Creo que muchos lectores, como yo mismo, se quedarán gratamente sorprendidos leyendo sus respuestas, tan profundas y actuales, sobre todo viniendo de un hombre de casi 92 años. Pensándolo bien, podría decirse que la sabiduría del P. Amorth no era solo fruto de su inteligencia y conocimiento teológico, sobre todo de la mariología, sino que le llegaba del verdadero manantial de la sabiduría, del Espíritu Santo.

Su sabiduría era también el resultado de su filiar devoción a la Virgen, a la que él dedicó todo lo que ha escrito y publicado. Creo que esta vez también la Virgen lo ha inspirado a la hora de responder en esta última entrevista.

Aprovecho la ocasión para expresar mi vivo agradecimiento al P. Ulysses Navarro SSP, que grabó esta entrevista.

P. Sławomir Sznurkowski SSP

Introducción

P. Amorth, usted es conocido en todo el mundo como exorcista; sin embargo, pocos saben que, antes de ser exorcista, también ha sido mariólogo. Basta recordar que durante muchos años fue el director de una revista mariana, publicada por los paulinos, titulada Madre di Dio, o que ha escrito seis libros sobre la Virgen. Podemos nombrar algunos como, por ejemplo, María, un sí a Dios, El Evangelio de María, traducidos también a otros idiomas. También ha publicado varios artículos sobre la Virgen, en los que ha escrito sobre las apariciones de la Virgen en Fátima y en Međugorje. Pero seguro que hay muchos más hechos que nosotros no conocemos acerca de su dedicación para dar a conocer, amar, imitar y rezar a la Virgen. ¿Nos podría revelar algo acerca de su compromiso mariológico?

Sí, sin duda. Yo también estoy muy vinculado, especialmente después de los últimos estudios marianos que he hecho, a algo que sucedió y que voy a contar enseguida porque lo considero fundamental: María a los pies de la cruz. Cuando Jesús dice aquella frase: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Y luego dice a Juan: «Ahí tienes a tu madre». Es importante este episodio porque ahora también se discute sobre la traducción y yo lo traduje de la manera que me parece más significativa. Por ejemplo, la traducción del obispado italiano, la traducción oficial de la Biblia italiana es: «Desde aquel momento el discípulo la acogió de su casa». Nosotros, estudiantes de universidad, la única universidad que hay en el mundo de mariología, el Marianum, nos reíamos de esta traducción. Algunos preguntaban: ¿decidnos cuál es la dirección de la casa de san Juan y también su código postal? Claro, Juan era apóstol. Iba como los demás a predicar. No tuvo nunca una casa propia después de dejar la casa donde nació. Vivía del mar de Galilea. Pero nunca tuvo una casa. En griego dice εἰς τὰ ἴδια,esto es, «la acogió». Incluso Juan Pablo II se fijó en esta frase. Y él también nos ofreció una buena traducción. Yo creo haber dado una traducción más completa: «La acogió en su vida», o sea, en su vida de creyente, en su vida del cristiano, de seguidor de Cristo. A mi parecer es la traducción más completa, porque nos dice que para ser cristianos es necesario el Bautismo, es necesaria la Eucaristía, aquí se dice también que para ser cristianos es necesaria María. Por eso considero que es una traducción más completa: María es necesaria. ¿De qué modo? Tocaremos este argumento en otro momento, pero creo que es fundamental la consagración a María. El cristiano tiene que ser un consagrado a María. Todos tenemos presente aquel santo Papa que tuvo el valor de presentarse al mundo totus tuus, Juan Pablo II. Totus tuus, ejemplo de gran santo y gran Papa que todos recordamos.

Totus tuus. Un cristiano debe ser totus tuus, y en mis libros, en mis seis libros sobre la Virgen, he insistido mucho en la consagración a María. Se trata de dejarnos llevar por ella, de dejarnos guiar por ella, por sus ejemplos. María vivió completamente para Jesús y el cristiano debe vivir para Jesús. Jesús es la razón de mi vida, sí, la razón de mi vida. Vivo para él. Vivió en esta tierra con la esperanza de vivir junto a él, con él por toda la eternidad. Este es el itinerario del cristiano, de todo cristiano.

Cristiano es el que cree que Jesús, hijo de Dios, y Dios él mismo, vino a salvarnos, pues con su Pasión, muerte y Resurrección consiguió la resurrección de la carne, ha logrado el acuerdo, la reconciliación con el Padre. San Pablo insiste mucho en la reconciliación porque se había dado una ruptura por el pecado original. Se había producido el cierre del paraíso; entonces se trataba del paraíso terrestre. No se nos olvide que el hombre había sido creado inmortal, pero con el pecado entró la muerte y se cerró el paraíso. Se produjo, por así decirlo, un corte con Dios. Dios nos reconcilió con el Padre; luego con su sangre nos lavó y nos lava de los pecados. Nos mantiene en su gracia con aquel amor misericordioso por el cual, aunque nosotros pequemos, él nos acompaña hasta nuestro último aliento esperando nuestra conversión, y nos otorga la gracia.

Recordemos el ejemplo del buen ladrón del que solemos decir que siempre fue un ladrón y robó también el paraíso. El buen ladrón hizo un acto de fe muy fuerte porque, no lo olvidemos, creer en Jesús Dios cuando obraba milagros era muy fácil; sin embargo, creer en Jesús Dios cuando es un pobre desamparado, crucificado junto a ti, que contigo espera una terrible muerte, justo en aquel momento creer lo que él es y decirle: «Acuérdate de mí cuando estés en tu Reino», ¡vaya!, es un acto de fe muy intenso. Y claro, es el acto que le ha conseguido enseguida la misericordia total de Dios: «Hoy estarás conmigo en el paraíso».

Jesús no ha esperado a reconocer este acto de fe, para luego premiarlo. Así es, el cristiano vive con Jesús, en Jesús. Antes que él, con Jesús y en Jesús, vivió María santísima. Y es ella la que nos enseña a vivir con Jesús; nos enseña a vivir como consagrados a Jesús. Y nosotros nos consagramos a María para consagrarnos más fielmente a Jesús.

El gran apóstol y teólogo de la consagración sin duda, san Luis Griñón de Montfort, enseña la fórmula breve: «Yo soy todo tuyo y todo lo que poseo te lo ofrezco, amable Jesús mío, por medio de María tu santísima Madre».

Es una consagración hecha a María para ser enteramente consagrados a Jesús; por medio de María se llega a Jesús, así como Jesús nos vino por medio de María. No hay duda.

Yo diría que como primer planteamiento tal vez puedan bastar estas palabras, luego, si acaso, volveremos sobre el tema si se presenta la ocasión.

Como usted sabe por propia experiencia, los cristianos aprendemos a amar a María en nuestra casa, de nuestros familiares. Usted, como todos nosotros, ¿escuchó hablar de María a su madre y su padre?

En efecto, estará bien recorrer mi itinerario de devoción mariana, pues considero que no será un trabajo en vano porque hay aspectos que pueden ser de utilidad para todos; comencé desde niño, cuando empecé a hablar empecé también a rezar a la Virgen: «¡Oh María madre mía!, ¡oh María madre mía!».

Una gran influencia en mi niñez, cuando todavía no sabía leer, ya tenían en mí las imágenes, las estampitas. Oh, todavía me acuerdo: ¡cómo me encariñé con María mediante las estampitas marianas!, y les daba besos. Fíjese, los niños son muy sensibles a las imágenes, a las estampitas y a las primeras devociones. ¡Y está claro que los niños son sensibles! A esto hay que añadir también el hecho de haber nacido en una familia en la que éramos cinco hermanos varones, yo era el más pequeño, un poco el preferido de mamá, si así lo podemos calificar, pero con dos padres cristianos muy sólidos. Desde que tengo uso de razón y recuerdo, a mi madre, cuando era muy pequeño, la acompañaba a hacer la compra por la mañana y la primera visita siempre era a la iglesia: misa y comunión. Mi padre murió pronto, cuando yo tenía 14 años; era abogado. Era el que dirigía siempre el Rosario. Fue un directivo de la Acción Católica muy entregado a su familia, un ferviente cristiano. También influyó el ejemplo de mis padres: recuerdo también el comentario que hacíamos los hermanos cuando veíamos a papá y a mamá rezar juntos. Esto es importante que lo sepan los padres. Nosotros aprendimos a rezar desde niños, a asistir a la misa apenas podíamos caminar, enseguida nos llevaban también a la misa del domingo, aunque no la entendiéramos bien, pero íbamos. Y viendo a mi padre y a mi madre orando, recuerdo que aprendimos que la oración no era cosa solo de niños, también para los adultos era importante.

Muchas veces en Italia, lamentablemente, y creo que ocurre lo mismo en otros lugares, se encuentran familias en las que la mamá enseña a rezar y el marido le deja hacer, pero el marido vive prácticamente como si fuera ateo, y a veces el niño, al llegar a cierta edad... me he encontrado muchas veces ejemplos como este. La mamá se da cuenta de que el niño, el domingo ya no va a misa:

—¿Por qué no vas a misa?

—Porque ahora soy mayor: papá no va, yo tampoco voy.

El ejemplo de los dos progenitores es fundamental, el de ambos. Ambos deben contribuir a la formación de los hijos, tanto en la humana como en la cristiana, que son inescindibles. Por lo tanto, yo tuve unos padres así, unos hermanos que vivieron ellos también esa fe, mucho mejores que yo, y además el don de la parroquia. El primer párroco que recuerdo me quería mucho y yo le quería a él. ¡Era muy devoto de la Virgen!, y nos inculcaba la devoción a la Virgen de muchos modos.

—¿Quieres complacer a la Virgen? Tienes que obedecer a Jesús porque ella siempre obedeció a Jesús y nos enseña a obedecer a Jesús. Ella nos da ejemplo.

Usaba palabras sencillas, y nos recomendaba que nos acercáramos con frecuencia a los sacramentos. Consideraba importante la confesión semanal y yo lo aprendí desde niño; y ahora que soy un sacerdote y tengo 91 años todavía la hago semanalmente. Y mirad, las enseñanzas que recibimos de pequeños, si luego las seguimos con el curso de los años, las maduramos y las profundizamos, tienen una gran influencia. Indudablemente no hacíamos grandes cosas. Destacábamos mucho las fiestas marianas. También existía una característica especial, pues en la Acción Católica donde viví de niño hasta que me licencié en derecho, el 8 de diciembre, el día de la Inmaculada, los jóvenes de la Acción Católica estábamos acostumbrados por nuestro párroco a hacer voto de castidad durante un año. Se renovaba cada año y se repetía hasta el matrimonio o hasta entrar en el seminario o en la vida religiosa. Es importantísimo. Reparemos en la pequeña Jacinta de Fátima, una niña de siete años a la que, sobre todo mientras estaba en el hospital de Lisboa, la Virgen seguía apareciéndosele y dando sugerencias, que ella repetía, aunque no las entendiera. Por ejemplo, cuando le preguntaron: «¿Cuál es el pecado que lleva más almas al infierno?», ella no dudó en contestar: «Es el pecado impuro». Creo que no sabía de qué hablaba con exactitud, pero contestó así.

Y un gran moralista, san Alfonso María de Ligorio, no dudó en declarar que se va al infierno o por aquella culpa, por los pecados sexuales, o no sin aquella culpa.

Es importante, ya desde niños, acostumbrarse a la pureza y a ser educados también en ese aspecto. Y así nos educaba mamá. Y lo mismo hacía el párroco, que nos acostumbró a confiarnos con él, y completaba las enseñanzas recibidas de nuestras madres. Esto fue también para mí una gran ayuda: el voto de castidad en el día de la Inmaculada.

El título más grande de María, no hay duda, es Madre de Dios, esa es su principal grandeza. Luego, entre los cuatro dogmas marianos, el que más me ha fascinado desde siempre es el de la Inmaculada Concepción. Luego os contaré también algo que hasta los diablos me han enseñado acerca de la Inmaculada Concepción, y es que, a veces los diablos están obligados a decir la verdad.

¿Se acuerda de alguna oración mariana, de aquellas que aprendió de niño, que también rece ahora?

Las jaculatorias como: «María te amo. Te quiero. Eres mi madre».

Aunque enseguida aprendíamos el Avemaría, que es la oración principal. Una vez también en Međugorje le preguntaron a la Virgen cuál era la oración que le gustaba escuchar más y ella contestó que el Avemaría. ¡Estupenda, estupenda!

Destaco solo una idea que a veces pasa desapercibida: «Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte». Le pedimos a la Virgen que rece por nosotros en los dos momentos principales de la vida. En el momento presente –«Mamá, te necesito ahora en este momento»–, pues el pasado ya no existe, y el futuro no sé si llegará. Sé que existe el presente, el ahora. Y en la hora de la muerte, un momento importantísimo que no sé cuándo será ni cuándo llegará. Y el Evangelio nos recomienda que estemos siempre preparados porque no sabemos el día y la hora. Ahora soy mayor, tengo 91 años, imaginaos cuántas personas he visto morir más jóvenes que yo; incluso desde niño. Cuando estaba en segundo de primaria murió un compañero de colegio. Empecé pronto a ver jóvenes que morían. Puesto que no conocemos cuándo, pedimos a la Virgen que nos ayude: «Ruega por nosotros pecadores ahora, en este momento, y en la hora de la muerte». En este momento, porque solo sé que vivo el presente, el pasado ya no está y no sé si llegará el futuro. Pero sé que llegará el momento de la muerte, aunque no sé cuándo llegará, en aquel momento que es tan importante, el Avemaría.

Desde los inicios de la Iglesia existe una fuerte convicción de que María nos defiende de los ataques del demonio. Pienso que esta convicción debería acompañar también a los hombres de hoy, que deberían refugiarse en la Virgen para que les defienda de los ataques del diablo. Sin embargo, hay personas que ignoran esta posibilidad de buscar refugio en la Virgen. Según usted, ¿por qué es así?

Porque los hombres de hoy, y no solo los de hoy, están bastante ciegos. Buscar amparo en la Virgen es fundamental: «Ahí tienes a tu madre». Desde aquel momento nos enseñó Jesús la necesidad de sentirnos y de vivir como hijos de María y de seguir sus enseñanzas y su ejemplo. María nos mantiene cerca de Jesús y lejos del pecado. Jesús nos dijo claramente: «El que me ama, observará mis mandamientos». No hay otro camino para amar a Jesús, lo demás son tonterías, no tienen sentido. Y, en primer lugar, la forma fundamental para amar a Jesús es observar sus mandamientos y la Virgen nos muestra cómo seguir el ejemplo de Jesús y sus mandamientos. Prestad atención, distingo bien entre mandamientos y ejemplos. Porque cuando leemos los evangelios son fundamentales...

Y aquí, perdonadme, abro un paréntesis: con mi párroco empecé enseguida la lectura de los evangelios. Cuando tenía 11 años, en Italia había una editorial llamada Salani que había publicado unos libros no muy buenos, y para remediar el agravio, público unos evangelios a precio barato. Todavía me acuerdo, costaba 0,50 €. Entonces, con 11 años, yo no tenía 0,50 €, pero mi papá y mi mamá me los dieron. Compré un evangelio y nuestro párroco nos decía que lo tuviéramos en la mesita de noche al lado de la cama y antes de dormiros leyéramos una página: «Y recordad, es más importante leer 10 veces una página del evangelio que leer 10 páginas del evangelio». Nos lo decía para que entendiéramos que el evangelio no hay que leerlo como si fuera una novela, sin meditarlo y profundizarlo. ¿Por qué? En el evangelio hay dos grandes características: es Jesús quien habla, es Jesús quien actúa. Y nosotros necesitamos oír sus palabras para seguirlas, y necesitamos ver sus ejemplos para seguirlos. San Juan nos dice en su primera carta que, si somos cristianos, hemos de comportarnos como lo hizo Jesús. Punto. Nos lo dice así de tajante, como si fuera la cosa más fácil del mundo. El cristiano tiene que ser otro Cristo. María fue, digamos, la madre, la educadora de Jesús en sus primeros años, de modo que es capaz de educarnos a nosotros también, como a Jesús, a imitación de Jesús.

Allí está, María que nos ayuda. Pero cuidado, hablé de la lectura del evangelio porque empecé con 11 años; y todavía ahora, que soy anciano, todos los días no me basta la página del evangelio que leo cada día en la celebración de la misa, porque me gusta leerlo todo, leer todos los evangelios. Y empiezo siempre: Mateo, Marcos, Lucas, Juan. Y de nuevo Mateo, Marcos, Lucas, Juan.

Lo tengo encima de la mesa y cada mañana leo una página del evangelio. Y siempre encuentro algo sobre lo que profundizar. Incluso diría que cada vez me parece nuevo. Eso porque la vida de Jesús es algo en lo que, si uno lo profundiza, ve en ella el amor con el que vivió y con el que nos dio ejemplo: cómo actúa con los enfermos, con los pecadores, con las mujeres y con los apóstoles; también con los escribas y los fariseos; cuando los azota, pero es para su conversión y para su salvación.

Y también cuando los elogia, como aquel fariseo que le preguntó cuál era el principal mandamiento; Jesús le contestó: «Ama el Señor, Dios tuyo, y ama a tu prójimo como a ti mismo». Y el otro le contesta: «Muy bien, tienes razón, es verdad, es así. Vale más amar a Dios con todas nuestras fuerzas y amar al prójimo como a nosotros mismos, que los sacrificios y los holocaustos y las demás cosas». Y Jesús le elogia: «Muy bien, estás cerca del reino de Dios» (cf Mc ١٣,٢٨-٣٤). Era un fariseo. También san Pablo era fariseo, sin duda, y de los más feroces, y se convirtió en un apóstol estupendo. Así son los comportamientos de Jesús con las personas. Imitadme a mí que soy manso y humilde de corazón.

El lavatorio de los pies. Yo os he dado ejemplo, para que vosotros también hagáis, como yo he hecho.

Con su comportamiento, nos enseña cómo comportarnos en la vida. Y con sus enseñanzas, nos enseña la verdad en la que vivir y fundar nuestra existencia. Este es el Evangelio.

El tema principal de esta entrevista es María, la que nos defiende de Satanás. Me parece que los cristianos de hoy han olvidado esta profunda convicción de la Iglesia, transmitida durante los siglos. Entonces, ¿cómo nos protege María de Satanás?

Aquí también me inspiro en la frase de Jesús en la que afirma que o se está con él o con Satanás. No hay caminos intermedios.

Esto lo sabe muy bien la Virgen, por eso nos defiende de Satanás, sabe que Satanás es el anticristo, porque sabe que, si nosotros no seguimos a Jesús, fatalmente seguiremos a Satanás.

Verá, una vez hablando con un profesor de la universidad me decía:

—Mire, P. Amorth, yo debo todo mi respeto a Jesucristo. Yo detesto a Satanás, no quiero saber nada de él, pero hago lo que me parece bien. Lo que es bueno, lo hago. Lo que veo que es malo, no lo hago.

—Muy bien –le contesté–. ¿Pero usted sabe, quién le sugiere lo que es bueno y lo que es malo? ¿Cree que es fruto de su cabeza?

—¡No!

—Si usted defiende unas ideas que son contrarias a las ideas de Jesucristo, usted está defendiendo a Satanás. No se da cuenta, porque Satanás es listo, está escondido, nos sugiere las cosas como si fueran pensamientos nuestros, pensamientos que se nos ocurren, con su táctica de siempre, quiere hacer parecer el mal como bien, como una ganancia, como la adquisición de nuestras experiencias.

Todo esto la Virgen lo sabe muy bien; y sabe también por qué seguimos a Jesús y que tenemos que tener cuidado con el enemigo de Jesús que es Satanás. Por eso nos defiende de Satanás. Y nos hace entender sus engaños, nos ilumina. Es como una madre que, si ve que su hijo se equivoca, se lo dice; le dice lo que tiene que hacer, le enseña lo que sirve, lo que es bueno. Le explica que, si hace las cosas bien, estará mejor, va a ser feliz. La Virgen estas cosas nos las enseña, sin duda. Es una óptima sugeridora, nos sugiere el bien y nos enseña a estar lejos del mal.

Mire, yo conozco de primera mano, viendo todas las veces que voy, la eficacia de las apariciones marianas y la eficacia de los que frecuentan los santuarios marianos. Tan solo pensemos en la Virgen de Fátima, en los que van a Fátima, o los que van a Lourdes... La Virgen se ha aparecido en todo el mundo, incluso en pueblecitos. Claro que se apareció en todo el mundo, a pesar de que muchas apariciones no hayan recibido un reconocimiento oficial. Y la gente que va a rezar en aquellos santuarios recibe un beneficio inmenso. ¿Por qué? Porque encuentran a la Virgen. Son santuarios marianos y la Virgen los ilumina. ¿Y cuál es el centro de los santuarios marianos? Es la Eucaristía. ¿Y que hay previo y fundamental, antes de poder acceder a la Eucaristía? Está la confesión. Y es por eso por lo que en los santuarios marianos no hay muchas homilías, pero hay confesionarios y hay santas misas. La Virgen al unirnos aquí nos enseña a combatir a Satanás, acercándose al hombre.

Aquí no puedo callar la importancia fundamental de la confesión. Muchos todavía no han entendido que la confesión no es solo un medio para ser perdonados por nuestros pecados. Es también un gran medio de santificación. Basta con mirar el ejemplo de los santos, todos los santos se confesaban a menudo. Todos.

Como exorcista, he fundado la asociación internacional de exorcistas. ¿Quién sabe? Es la Virgen la que me la ha inspirado. Y está consagrada a la Virgen. Antes no existía la Asociación internacional de exorcistas. Se ha creado para que los exorcistas se reúnan, intercambien sus experiencias y se enriquezcan con las experiencias que se comunican entre ellos. Y está consagrada a la Virgen.

Un amigo mío, exorcista, me decía (durante 40 años fue exorcista en Venecia, P. Pelegrino Ernetti, un benedictino, que ya ha fallecido): «¿Sabes?, yo me confieso un día sí y otro no, y muchas veces me confieso un día sí y otro también, o sea, todos los días».

Tengo, a un santo fundador, el beato Santiago Alberione, fundador de la Sociedad de San Pablo, a la que pertenezco. Él, en los últimos 13 años de su vida, se confesaba todas las noches; yo siempre cenaba con él y veía que después de cenar subía y se confesaba. Le costaba abrir el ascensor, porque era de esos antiguos, con las puertas mecánicas de muelles. Le acompañaba hasta arriba, y allí le esperaba su confesor, un cohermano mío, y si no, llegaba enseguida. Me habría gustado escuchar su confesión para escuchar, en fin, a uno que se confiesa todos los días, para saber lo que dice. Evidentemente no podía.

Pero el ejemplo es patente. ¡Y mucho! Y seguramente se haya hecho santo justo por ello, porque la confesión hace que nos conozcamos a nosotros mismos, cada vez más profundamente. El objetivo es parecernos a Jesús. Por ello, en los santuarios marianos es fundamental la presencia de los confesionarios, así como es fundamental la frecuencia de las misas.

Es la Virgen la que atrae a la gente, y es la Virgen la que impulsa a esto. ¿Uno que va al santuario mariano  qué hace? Se arrodilla delante de la imagen de la Virgen, reza y se encomienda a ella, tal vez tenga alguna necesidad, todos las tenemos. Se le encomienda: salud, trabajo, familia. Esas son nuestras preocupaciones cotidianas. ¿Y luego qué hace? Se confiesa y comulga.

Mira, yo soy devoto de Međugorje. Lo de Međugorje empezó en 1981, y en ese mismo año publiqué en el periódico del cual era director, Madre di Dio, mi primer artículo sobre el tema. Empecé pronto. Luego siempre me ha interesado. Hay un grupo de Međugorje aquí en Roma que reúno una vez al mes, el último sábado del mes, para explicar y profundizar el mensaje de la Virgen. Y la gente acude con gusto. La iglesia está llenísima siempre. Es muy bonito. Siempre terminamos dando las gracias por haber venido. Es ella la que nos atrae. Es ella. Y yo digo siempre lo mismo: ¿sabéis por qué estáis aquí? Porque la Virgen os ha impulsado a venir aquí. Está claro.

Antes de que yo explique el mensaje de la Virgen, hacemos una hora de adoración eucarística. Después, rezamos el Rosario y luego se celebra la santa misa. Y finalmente decimos algo que es característico de Međugorje, los siete Padrenuestros, Avemarías y Glorias, como nos ha enseñado la Virgen. Es algo que ella nos ha enseñado en un momento especial, en el que los niños preguntaban cuál eran las oraciones que hay que decir por la mañana y por la noche.

Tened presente que en Croacia ya era usual rezar siete Padrenuestros, Avemarías y Glorias. A nosotros nos parece mucho. Pero la Virgen insiste.

A la pregunta de si rezamos no se puede contestar que antes de acostarnos hacemos la señal de la cruz. Bueno, vale, es mejor que nada. ¡Pero no es suficiente, no es suficiente! ¡Vamos, que así la oración no la tomamos en serio!

Cuando la Virgen de Međugorje en los primeros años guio un grupo de oración de jóvenes, de chicos de la parroquia de Međugorje, un buen día les dijo, a partir de hoy tenéis que rezar tres horas al día. ¿Cómo