Martín Lutero - Mario Miegge - E-Book

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Mario Miegge

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Beschreibung

Martín Lutero expone los efectos teológicos y sociales de las luchas reformadoras, tales como la teología del pacto, la guerra civil inglesa, las colonias americanas y otros movimientos, algunos de ellos vistos como francamente revolucionarios, para, finalmente, terminar con un tema inevitable: la ética protestante, en diálogo expreso con sus expositores y críticos, especialmente a partir de temas tan controversiales como la vocación (o llamamiento), el trabajo y, sobre todo, el surgimiento del capitalismo, aspecto al que dedica páginas iluminadoras. Se trata de una obra imprescindible para lectores atentos a los acontecimientos que renovaron el rostro de la presencia cristiana en el mundo.

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Martín Lutero

La Reforma Protestante

y el nacimiento de las

sociedades modernas

Mario Miegge

ÍNDICE

Portada

Portada interior

Palabras preliminares

Prólogo

Cuatro siglos y medio de controversia

CAPÍTULO 1. Religión y sociedad

1. El orden medieval: los vínculos de dependencia personal

2. La lealtad y la fe

3. El poder sacramental y la potencia mundana de la Iglesia

4. La revolución del libro

CAPÍTULO 2. Martín Lutero, teólogo y reformador

1. Dudas y certezas del monje Lutero

2. El asunto de las indulgencias

3. El papado romano

4. La demolición del poder sacerdotal

5. La libertad del cristiano

CAPÍTULO 3. El sentido de la historia. Entre la reconstrucción y el apocalipsis

1. La caída de Babilonia

2. La guerra de los campesinos en Alemania

3. Thomas Müntzer, profeta armado

4. La tragedia del anabautismo

5. Juan Calvino, el legislador de Ginebra

6. La predestinación y el pacto

7. La teología del pacto y la política “federal”

8. La guerra civil en Inglaterra

9. Los actos de Dios en la revolución

10. La religión de los vencedores

CAPÍTULO 4. La ética protestante

1. La vocación y el trabajo

2. Protestantismo y capitalismo

EPÍLOGO. El pasado en el presente

APÉNDICE

Herejías medievales

Las iglesias de la Reforma

Lecturas para profundizar

Créditos

Palabras preliminares

Martín Lutero. La Reforma protestante y el nacimiento de la sociedad moderna se publicó en 1983 (el año del quinto centenario del nacimiento del reformador) en la colección “Libros de base” de la Editorial Riuniti. La serie, dirigida por Tullio de Mauro, se dispuso cumplir con “las necesidades de conocer y de participar en las decisiones de la vida, para estudiar y trabajar en el mundo de hoy”, a través de una serie de textos cortos “escritos e ilustrados de un modo simple y claro para qué todo el mundo los pueda entender”.

La colección “Libros de base” se inauguró en 1980, al término de una década en la que fueron definitivamente extendidos los espacios de comunicación cultural en Italia. La fuerza de la iniciativa y el compromiso social del movimiento sindical (a partir del “otoño caliente” de 1969 y el establecimiento de los consejos de fábrica) tuvieron un gran desarrollo en el campo de la instrucción y de la cultura de base. Se trató de una experiencia social singular que unía clases sociales y modelos culturales.

Los contratos nacionales de trabajo (y en primer lugar los de las industrias metalúrgicas de 1973) adquirieron el derecho y el uso para que un individuo tomase un “número de horas” determinado y retribuido con el fin de que participara en cursos de formación contínua. En vista de las desigualdades de los niveles de instrucción, que sigue existiendo entre los trabajadores, la primera opción fue la recuperación de la educación obligatoria. Los cursos organizados con el fin de ayudar a los alumnos a terminar la escuela pública tenían programas de duración anual, no solo eran formaciones continuas de unos días. Además, fueron diseñados programas de estudio de manera innovadora, en cooperación entre los maestros y los delegados de los consejos de fábrica y de las organizaciones de la misma categoría. En 1974 se establecieron los cursos en la secundaria, que llegaron a ser hasta 900. En 1975, la cifra subió a 2 100. En 15 años, más de dos millones de trabajadores consiguieron con esta modalidad el certificado final de la escuela primaria obligatoria. La presencia en aumento de los lectores de cultura media orientó, en buena medida, el contenido de los “Libros de Base”. Los criterios de exposición y de escritura fueron definidos con rigor y se propuso a los autores que utilizaran un “vocabulario” con las palabras más accesibles.

Debo confesar que yo no hago uso de dichas recomendaciones en este libro, prefiriendo hacer una presentación estilísticamente más narrativa. En este libro recurro a discursos y a conceptos separados en el tiempo y uso muchas citas de los autores de los siglos XVI y XVII, que no fueron siempre fáciles de leer. Pero el trabajo que realicé fue aceptado sin reservas por la editorial. Y, en este sentido, quiero expresar una vez más mi gratitud a los amigos y colegas, como Nicolao Merker, quien era responsable de la sección de historia en la que se inserta este libro. Agredezco también a Stefano Gensini, quien, con gran competencia, comprobó el texto escrito y lo completó con una rica selección de ilustraciones. Por lo tanto, esta nueva edición reproduce el texto original, pero incluye algunos retoques en forma y en contenido.

En las tres décadas que han transcurrido desde entonces hasta ahora (1983-2013), no solo se han hecho cambios sustanciales con el fin de profundizar tanto conocimiento como la interpretación de las obras de los principales actores de la Reforma del siglo XVI. Las celebraciones del V centenario del nacimiento de Juan Calvino (2009), han proporcionado nuevas aportaciones la controvertida cuestión del “calvinismo político” (a que la Editorial Claudiana dedicó a una importante colección de ensayos en 2011). En el capítulo XX se ha puesto un mayor relieve en la “teología del pacto”, que fue propuesta en el siglo XVI en Europa en el seno de la corriente “reformada” del protestantismo y que inspiró los eventos religiosos y políticos de Escocia, del puritanismo inglés del siglo XVII de la Nueva Inglaterra norteamericana.

Cabe decir los estudios recientes también han aumentado el interés en el pensamiento político “proto-federalista” del calvinista alemán Johannes Althusius. Por primera vez en la historia bibbliográfica, su libro Política, fue reeditado con el texto en latino incluído (que data de 1614 acompañado de la traducción integral), en dos volúmenes editados por el especialista Corrado Malandrino y sus colaboradores (Claudiana, 2009). Respecto a estos temas he vuelto a trabajar el texto escrito en 1983 en un nuevo párrafo titulado “La teología del pacto y la política federal” (capítulo 3, párrafo 7).

Por último, dirijo mi agradecimiento al editor, quien propuso e implementó la publicación de este libro en la Editorial Claudiana; gracias a Giorgio Bouchard, quien ha vuelto a trabajar y completar la tarjeta de “Las iglesias de la Reforma”. Gracias también a Andrea Won, quien supervisó la edición y actualización bibliográfica; y gracias finalmente a Vanessa Cuccoque, quien hizo posible la compaginación.

Mario Miegge

Prólogo

En 1983, con motivo de cumplirse 500 años del nacimiento del reformador alemán Martín Lutero, Mario Miegge (1932-2014), autor italiano de la Iglesia Valdense y quien fuera profesor emérito de la universidad de Ferrara, presentó su libro titulado La Riforma protestante e la nascita delle società moderne (“Libri di base”, Roma, Editori Riuniti). Ahora, de cara a la conmemoración del quinto centenario del inicio de la Reforma en 1917, sale nuevamente a la luz esta obra, por primera vez traducida al español.

El 31 de octubre de 1517, la víspera de la fiesta de Todos los Santos, Lutero publicó en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg sus 95 “tesis” sobre las indulgencias, un tema que interesaba a la doctrina y la práctica de la iglesia. A principios del siglo XVI la venta de las indulgencias se había convertido en una forma común de financiamiento de la institución, al lado de los diezmos, las limosnas y las rentas patrimoniales. Lutero puso a discusión los abusos y las desviaciones de las doctrinas que la práctica de las indulgencias habían dado lugar, pero también puso en entredicho la autoridad del Papa. Así comenzó una larga concatenación de hechos que tuvieron un enorme impacto en la historia mundial.

Miegge presenta en este libro, de forma sencilla, comprensible y sintética, para todo tipo de lectores, no necesariamente especializados, un recorrido por la historia de la Reforma a partir de la vida del monje Lutero, de su planteamiento teológico y de los acontecimientos y personajes que le siguieron hasta que su propuesta alcanzó dimensiones insospechadas. La obra pone en contexto el ámbito feudal y, sobre todo, la herencia de su visión del mundo, así como la situación de la Iglesia de entonces, aspectos fundamentales para comprender la vehemente reacción luterana. Hay que decir, sin embargo, que este libro no tiene la intención de historiar a fondo ni en detalle la Reforma; su propuesta es mostrar cómo se desarrollaron algunos aspectos del pensamiento protestante, en un tiempo de alrededor de dos siglos y en un contexto amplio. Así, la intención es enseñar que la Reforma fue un planteamiento de cambio profundo en la vida cristiana, pero también una revolución cultural, que impactó en el desarrollo de las lenguas modernas, de la educación y la alfabetización así como en la libertad de criterio de los lectores.

El autor hace énfasis en la historia personal y en las ideas de Lutero. El fraile alemán señaló que la salvación no se consigue a través de las obras, sino por la sola fe del creyente. El cristiano está sometido a la voluntad divina, de hecho, su albedrío es siervo a ésta, y debe conducirse “por amor y libremente”, no buscando el premio de la salvación. También proclamó que lo que hace que el hombre interior sea libre y piadoso es únicamente el Santo Evangelio, la palabra de Dios predicada por Cristo, que la persona debe conocer sin la intervención de los intermediarios de la jerarquía eclesiástica. Además, destacó el papel fundamental de la gracia divina como una donación de Dios al creyente.

Primordialmente, este estudio muestra sobre todo que la Reforma no fue la labor de un solo hombre, ni simplemente una disputa religiosa. Ésta manifestó también la crisis de la Europa del siglo XVI, lo que motivó, en palabras del autor, a polémicas, controversias e incluso luchas violentas durante cinco centurias. La Reforma tampoco fue simplemente una construcción de teorías, sino un continuo entrelazamiento de ideas y de acciones. Los aspectos teológicos que Lutero dejó sobre la mesa abrieron grandes preguntas. Lutero anuló la doctrina y la práctica de la iglesia medieval que ejercía un fuerte control sobre la vida de los fieles a través de los sacramentos, las penitencias y misas, fiestas sagradas, ceremonias públicas y privadas, etcétera. La teología ya no estuvo separada de la predicación pública, de la controversia y de la propaganda, de las diferentes opciones de organización de la iglesia y de su relación con el Estado. El reformador puso, asimismo, la base teórica de una disciplina, de una nueva moral: la ética protestante, aspecto cuyo análisis ocupa un lugar prioritario en este libro. En suma, uno de los objetivos perseguidos por Miegge es demostrar que Lutero se ha convertido en un símbolo, no solo para sus contemporáneos, sino para todos aquellos que reconocen en la Reforma del siglo XVI una señal importante en el nacimiento del mundo moderno.

A este último punto Miegge dedica más de la mitad de su estudio. Responde con su obra también a las inquietudes del contexto italiano, donde observa dos aspectos principales de la Reforma Protestante: por un lado, el pensamiento religioso de Lutero y, por el otro, la ética, es decir, la doctrina moral, desarrollada principalmente por el reformador de Ginebra, Juan Calvino y sus seguidores en Inglaterra y en Estados Unidos. Se trata de contestar a la pregunta de en qué consiste la afinidad que existe entre el espíritu del capitalismo y la ética protestante. La ética calvinista es vista como un momento importante de la formación de la sociedad burguesa y del “espíritu del capitalismo”, según las palabras del gran sociólogo alemán Max Weber (1864-1920) a quien Miegge dedica varios párrafos. Pero, en su opinión, los sociólogos, como Weber, a menudo han pasado por alto otro elemento que parece esencial para entender el contraste de ideas en la época de la Reforma. Este elemento es la visión de la historia. Por eso se explica la atención que el autor presta a los acontecimientos pasados, al “sentido de la historia”, título que da a una de las entradas de su estudio. En atención a esta visión incluye en magnífica síntesis a Calvino, Zwinglio, los anabautistas, la reforma en Zúrich, Ginebra, Inglaterra y Escocia. Incluso, en el apéndice, se remonta aún más atrás de Lutero, al narrar aún las herejías medievales como antecedentes del pensamiento reformado.

El presente libro continúa una larga tradición historiográfica de respuesta a las tesis de Max Weber. El último capítulo lo dedica Miegge a la ética protestante. Se explica aquí qué entiende Weber cuando habla de ésta como un “sistema coherente” donde la doctrina calvinista de la predestinación se asocia al “ascetismo en el mundo” típico del protestante, y la idea de la vocación se traduce en la disciplina necesaria para la empresa capitalista. El sociólogo alemán estaba interesado principalmente en las nuevas formas de actividad económica. Por consiguiente, puso de relieve los elementos psicológicos de la doctrina de la predestinación e insistió en “la soledad interior” de los elegidos.

La importancia de Weber, gran estudioso de este concepto, radica en que éste reconoció, desde un punto de vista sociológico, que hubo una relación entre religión y desarrollo económico e hizo hincapié en la trascendencia de la vocación profesional y de la nueva concepción de la pobreza y de la riqueza. Con el paso del tiempo la “ganancia” espiritual y el trabajo mundano, la perseverancia moral y el éxito en los negocios, la una y la otra, fueron signo y confirmación de la elección y de la Gracia. Esta moral religiosa correspondía muy bien a las necesidades de una actividad económica racional y métodica, es decir, al “espíritu del capitalismo”. Las posiciones de Max Weber fueron defendidas o atacadas por un gran número de historiadores, economistas y sociólogos, desde que salió a la luz su importante libro La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905). El autor constata que la polémica con Weber sigue todavía abierta como muestra al estudiar las interpretaciones más recientes en la historiografía. En el siglo XVIII, la ética protestante fue convertida definitivamente en una ideología dominante en los países anglosajones. El protestantismo contribuyó a transformar las maneras para definir la propia identidad de los individuos que lo abrazaron y de las naciones que construyeron su ser histórico con ese fundamento religioso y ético. Las líneas de interpretación del autor llegan en un epílogo que cierra la exposición y da al lector un cuadro bastante comprensible de este gran hecho histórico.

En 500 años el mundo no ha olvidado a Lutero. Durante siglos, la historiografía católica y la protestante difirieron radicalmente en cuanto a la interpretación del polémico personaje. En 2017, ya a las puertas de la efemérides centenaria, la crítica histórica, por fortuna, sigue la ruta trazada desde mediados del siglo pasado para llegar a una comprensión plena del reformador alemán desde la óptica de cualquier confesión y desterrar los prejuicios que impiden un entendimiento de esa figura, del tiempo que le tocó vivir y de las repercusiones de su pensamiento. El esfuerzo por dar a conocer una y otra vez el trasfondo de la época en que ocurrió la Reforma y mostrar los claroscuros del personaje que protagonizó aquellos hechos es siempre bienvenido. Sin duda, la versión en español de la obra de Mario Miegge hace asequible y comprensible un complejo y determinante horizonte histórico.

Alicia Mayer

Centro de Estudios Mexicanos, UNAM-España

Cuatro siglos y medio de controversia

Han pasado más de 530 años desde el nacimiento de Martín Lutero, en el otoño de 1483 en Eisleben, en la provincia alemana de Sajonia-Anhalt. Las tormentas religiosas del siglo pasado se han calmado y han perdido el interés de mucha gente de nuestro tiempo.

Sin embargo, aún hoy en día, es casi imposible hablar de Lutero de modo neutral. Apenas se pronuncia su nombre, la gente tiende a tomar posición, a expresar juicios diferentes y contrastantes. A lo largo de la historia del mundo moderno pocas figuras despiertan reacciones tan fuertes. En torno a 1520, Alemania y Europa fueron inundadas no solo de escritos polémicos sino también de imágenes impresas, dibujadas por caricaturistas o por los más grandes artistas de la época, siempre expresivas, eficaces y violentas. Lutero es retratado por sus partidarios como el “Hércules germánico”: un monje gigantesco que rompe con golpes de martillo a los representantes del poder papal y de la cultura eclesiástica. Para sus oponentes es, en cambio, una cornamusa con rostro humano, interpretada por un demonio horrible. Lutero se convirtió así en el símbolo de un conflicto humano y sobrehumano, en el que se enfrentan Dios y el diablo.

El decreto del Papa León X, quien condenó las ideas de Lutero, publicado el 15 de junio 1520, comenzó con estas palabras: “Levántate, oh Señor, y juzga tu causa; un jabalí ha invadido tu viña”. Pero Lutero no estaba todavía excomulgado y se le concedieron “sesenta días, dentro de los cuales deberá hacer un acto de sumisión”. En ese momento era conocido solamente como un piadoso monje de la orden de San Agustín, profesor de teología en la Universidad de Wittenberg, muy estimado por sus superiores religiosos y protegido del príncipe Federico, el Sabio, de Sajonia.

Lutero representado como una cornamusa del demonio. Dibujo sobre madera de Erhard Schoen, 1535.

Pero, unas semanas antes de la publicación de bula papal, el fraile franciscano alemán Agustín Alveld, en un libro de defensa del papado, termina por llamar a Lutero “el lobo en el redil de las ovejas”, “el hereje”, “el demente”, “el hombre poseído”. Opiniones que se mantuvieron más o menos sin cambios durante cuatro siglos en la polémica anti-luterana. Se pueden encontrar huellas de todo esto en muchos manuales de religión y también en libros de historia, escritos por autores católicos y frecuentemente utilizados en las escuelas italianas hasta hace pocos años.

Lutero nunca ocultó su vida interior. En sus escritos ha descrito ampliamente su angustia y sus dudas religiosas. En los 16 años que estuvo en el convento y en los 25 años siguientes, en el que fue mejor conocido como líder de la Reforma Protestante, admitió que tuvo muchos momentos de angustia y desesperación. Los hombres de la Edad Media y del primer siglo de la Era Moderna consideraron estos conflictos como algo normal, de hecho como prueba de la seriedad religiosa. La vida de los fieles, y sobre todo de los monjes, era vista como una lucha continua contra las tentaciones del diablo. Pero tan pronto como Lutero entró en lucha contra el Papa, sus acciones fueron juzgadas por sus opositores como un signo de “posesión demoniaca”. A medida que transcurrió el tiempo, los demonios han desaparecido de la escena de la cultura y ya no es posible sostener que el “herético” fuera un poseído. Pero seguía siendo sospechoso que Lutero fuera tratado de “demente”. En su trabajo sobre Lutero (publicado en tres volúmenes en Alemania, desde 1911 hasta 1913) el sabio jesuita Hartmann Grisar analizó la personalidad del reformador alemán con las herramientas de la moderna ciencia psiquiátrica, para mostrar que era un psicópata. En forma menos brutal, pero sin gran cambio en la sustancia, fue propuesta una vez más la idea de que la Reforma se originó a partir de un trastorno mental.

Ciertamente ésta no es la mejor manera de entender un enorme y complicado proceso histórico, que no puede depender del carácter y de la eventual neurosis de un solo individuo. En primer lugar, las protestas contra el poder de los papas y en contra de la corrupción de la iglesia se extendieron por toda la Europa cristiana mucho antes de que Lutero comenzara su enseñanza. Basta pensar en los diversos momentos espirituales que, a partir del siglo XII, habían reivindicado el regreso de la iglesia a la pureza y a la pobreza del cristianismo primitivo.

En segundo lugar, la Reforma Protestante, además de Lutero, tuvo un sinnúmero de protagonistas que actuaron de modo independiente y con diferentes ideas. Ya desde la época de la guerra de los campesinos (1525) los reformadores se separaron. Lutero se replegó hacia posiciones conservadoras y, en la Alemania rural, Ios príncipes tomaron el control de la reforma religiosa. La iniciativa del movimiento y de su guía intelectual se movió gradualmente a otros centros. En las ciudades libres del valle del Rin y de Suiza (como en Estrasburgo, Basilea, Zúrich y, finalmente, Ginebra) la Reforma fue decidida por el voto de los Consejos municipales y dirigida por hombres como Martín Bucero (1491-1551), Ulrich Zwinglio (1484-1531) y Juan Calvino (1509-1564), que habían tenido una educación en artes liberales y estaban, más que Lutero, mucho más distantes de la cultura de la Edad Media. Esto no quiere decir que si Lutero no hubiera estado las cosas habrían sido de la misma manera. Se trata de un pensador riguroso y profundo. Su discurso se construye por medio de la fuerte oposición, a menudo empuja a la paradoja. Su estilo, tanto en latín como en alemán, es muy vivo y personal. Incluso, hoy en día, sus escritos se apoderan del lector y le fascinan. Se entiende que se haya convertido en el hito de la lucha y de las decisiones de grandes masas de personas.

Pero la Reforma no se trató simplemente de una disputa religiosa. En los disturbios, en la historia personal y en la obra de Lutero se manifestó la crisis de un mundo entero. Desde este punto de vista, podemos decir que, los que creyeron que Lutero estaba poseído por el diablo, estaban históricamente más cerca de la verdad que aquellos que más tarde lo considerarían un psicópata. Cuando sus contemporáneos vieron los eventos de la Reforma como una lucha entre Dios y el diablo, estaban expresando, en el lenguaje religioso de su tiempo, la idea de que la historia no es solo el producto de la voluntad y la acción individual de un solo hombre. Y expresaron también la convicción de que el mundo había llegado a una etapa decisiva, en la cual se daban juicios absolutamente opuestos. En cuanto a que eran opiniones sobre datos absolutamente opuestos.

En una estampa de la época, Martín Lutero es visto como el “Hércules germánico” que abate a golpes de martillo al jefe de la iglesia.

Pero es por eso que Lutero se ha convertido en un símbolo, no solo para sus contemporáneos, sino para todos aquellos que reconocen en la Reforma del siglo XVI una señal importante en el nacimiento del mundo moderno. Los liberales y los anticlericales del siglo XIX no estaban listos para entender la crisis religiosa de los hombres del siglo XVI. Pero vieron en la rebelión de Lutero contra el Papa el primer rompimiento de las cadenas autoritarias de la Edad Media.

Tiró la túnica Martín Lutero, tira tus vínculos o cadenas.