Mensaje urgente a las mujeres - Jean Shinoda Bolen - E-Book

Mensaje urgente a las mujeres E-Book

Jean Shinoda Bolen

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Beschreibung

Si en El millonésimo círculoJean S. Bolen ofrecía a las mujeres una forma totalmente nueva de hacerse activistas desde sus círculos locales, en Mensaje urgente a las mujeres la célebre escritora continúa esa importante labor: lanza una persuasiva llamada a las mujeres de todo el mundo para salvar el planeta, la sociedad, la economía, las estructuras familiares y, con ello, salvarse a sí mismas, mediante la acción. El trabajo de toda una vida culmina en este libro que, escrito en un lenguaje lírico, intenta avivar una fuerza aún desconocida: la de las mujeres que actúan unidas para salvar el mundo. Y es que, como ha escrito Desmond Tutu, exprofeso de este libro: "los hombres hemos tenido nuestra oportunidad, y hemos hecho un auténtico estropicio. Necesitamos que las mujeres nos salven". Basándose en fuentes arqueológicas y culturales, Jean S. Bolen nos hace ver que podemos cambiar el camino de la dominación y la violencia que nos ha puesto en peligro a todos, por un mundo de paz y compañerismo. Basta con que las mujeres del mundo entero dejen actuar al amor que hay en ellas en este momento crítico de la historia. A través de hechos que van desde la primera Proclamación del Día de la Madre hasta las actuales agrupaciones de jóvenes mujeres que, juntas, tratan de salvar árboles, trabajos y vidas, Bolen cuenta cómo y por qué las mujeres están especialmente capacitadas para esta tarea.

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Jean Shinoda Bolen

MENSAJE URGENTE A LAS MUJERES

Traducción del inglés de Elsa Gómez

Título original: URGENT MESSAGE FROM MOTHER

© 2005 by Jean Shinoda Bolen, M.D.All Rights Reserved.

© de la edición en castellano:2006 by Editorial Kairós, S.A.www.editorialkairos.com

Primera edición: Febrero 2006 Primera edición digital: Mayo 2011

ISBN: 84-7245-611-0 ISBN epub: 978-84-9988-013-6

Fotocomposición: Grafime. Mallorca 1. 08014 Barcelona

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.

SUMARIO

Introducción

1. El Día de la Madre

2. La Madre Tierra/ la Madre Diosa

3. Monoteísmo/ Sobrevivir sin la Madre

4. ¡La Madre te necesita!

5. Primer antídoto: el poder visible de las mujeres unidas

6. Segundo antídoto: el poder invisible de los círculos de mujeres

7. Lo que amamos lo podemos salvar

Agradecimientos

Guía para el coloquio, y una experiencia de círculo

Fuentes

Permisos

A mi hija Melody Jean Boleny a mi hijo Andre Joseph Bolen(16 de febrero de 1972 / 4 de junio de 2001)

INTRODUCCIÓN

“Reúne a las mujeres” es un mensaje que envía a sus hijas la Madre Tierra, la Madre Diosa, el arquetipo de la Madre. Las palabras evocan un intuitivo reconocimiento, una sabiduría cuyo momento ha llegado. Es un llamamiento de la Feminidad Sagrada para que la mujer tome conciencia del principio femenino. Ha llegado la hora de “reunir a las mujeres”, pues sólo con la fuerza que nos da el estar unidas podemos las mujeres proteger con fiereza aquello que amamos; sólo entonces estarán a salvo los niños, y la paz será una posibilidad real.

La primera vez que oí la frase “reúne a las mujeres”, me sentí profundamente en sintonía con esas palabras. Soy sin duda una de las mujeres a las que va dirigido el mensaje, como quizá tú también lo seas. Es un mensaje urgente de la Madre a sus hijas, que no oirán aquellas mujeres que son aliadas del patriarcado, cuyas identidades y cuya valía nacen de sus relaciones con los hombres y con las instituciones hechas por los hombres. Las mujeres que responden poseen un sentimiento de hermandad hacia otras mujeres, y reaccionan con maternal desvelo ante el dolor y el sufrimiento, especialmente ante el de aquellos que son vulnerables y se sienten impotentes.

Desde el punto de vista colectivo e histórico resulta relevante ser mujer en el siglo XXI. Por un lado, el destino de la Tierra y de toda la vida que hay en ella está en peligro; por otro, henos aquí: mujeres que hemos gozado de los beneficios de una educación, de unos recursos, de la oportunidad de elegir en cuestiones reproductivas, de viajar, del acceso a Internet, y de una esperanza de vida mayor de lo que las mujeres jamás hayan tenido en la historia de la humanidad.

Ya en dos ocasiones han cambiado las mujeres americanas su propio mundo y han influido en el mundo a gran escala a través de la acción colectiva. A la primera de ellas se la llamó “el movimiento sufragista feminista”; su meta era la igualdad política: el derecho al voto. A la segunda se la denominó simplemente “el movimiento feminista”; sus principios y objetivos eran la igualdad social, personal y económica.

Yo siento que, en lo más hondo de la conciencia colectiva, se está fraguando un tercer movimiento que va cobrando ímpetu.

Puede que se convierta en “el movimiento de las mujeres por la paz” esta tercera vez; su meta: detener la violencia mediante la participación de las mujeres en su prevención, en la resolución de conflictos y en la restauración de la paz. La violencia doméstica, la violencia en las escuelas, en las calles, el terrorismo y las guerras tienen como origen común el ansia de dominar y de ser depredador en lugar de presa. Mientras las mujeres no intervengan colectivamente en la creación de una cultura de paz que ponga fin a esa violencia que engendra más violencia en la familia, las mujeres y los niños seguirán siendo las principales víctimas.

Cuando las personas se encuentran en una encrucijada o ante una crisis, para dar un paso adelante hacia la salud, la reconciliación y la vida el reto consiste en desprenderse de una actitud, una idea o una percepción obsoletas. Individual o colectivamente ha de producirse un cambio; una vez que se alcanza el punto clave, aquello de «Nada es tan poderoso como una idea cuyo momento ha llegado» entra de lleno.

Reúne a las mujeres

En enero de 2003, recibí el premio Woman of Vision and Action, di una charla en el banquete de celebración el viernes por la noche, y me quedé hasta el día siguiente. Por la mañana, durante el desayuno oí hablar de “Reúne a las mujeres” por primera vez. Se trataba de un proyecto para, a través de Internet, invitar a las mujeres a que se congregaran el 8 de marzo de 2003, Día Internacional de la Mujer, o alrededor de aquella fecha.

Sentí el poder que encerraban las palabras “reúne a las mujeres” en cuanto las oí.

Al consultar mi agenda, vi que aquel día estaría en Irlanda, en un congreso sobre psicología junguiana. Durante la conferencia, hablé del proyecto “Reúne a las mujeres” y pregunté si había alguien a quien la idea le inspiraba lo suficiente como para organizar algún acto. La evocadora fuerza de aquellas tres palabras surtió efecto. Se presentaron algunas voluntarias, y se planeó un ritual para el 8 de marzo por la mañana temprano. Se invitó a que todo aquel que estuviera interesado se congregara en el exterior del hotel que había a la orilla de Galway Bay.

Durante la noche estalló una tormenta, que por la mañana aún no había amainado: el viento soplaba con furia, las olas de la bahía estaban coronadas de crestas blancas y caía una lluvia torrencial. Me pregunté si saldría alguien con aquel tiempo; pero, puesto que había sido yo la que había promovido la idea del ritual y deseaba además apoyar a las mujeres que lo habían planeado, a la hora acordada me aventuré a salir. Con la cabeza baja, me dirigí a través del viento y la lluvia hacia la enorme roca que, como un gran pecho redondo, emergía cerca de la orilla y alrededor de la cual habíamos quedado en reunirnos. Cuando llegué había allí agachadas algunas personas; y luego, solas o de dos en dos, irían llegando del hotel varias más, hasta que fuimos más o menos veinticinco –incluidos cuatro o cinco hombres– los que nos agrupamos en torno a la roca. Empezó a entonarse una canción, pero, como el viento se llevaba el sonido, sólo llegaban a oírse algunos fragmentos. Cada uno habíamos recogido una piedra de la orilla y la habíamos depositado sobre la inmensa piedra madre acompañándola de nuestros propósitos u oraciones, que nadie excepto uno mismo era capaz de oír.

Esta experiencia ratificó mi intuición de que las palabras “Reúne a las mujeres” tendrían también en otros un poder evocador. El hecho de que algunos hombres acudieran era indicio de que algunos son conscientes de la necesidad de que las mujeres tomen las riendas, y de que apoyarán lo que hagamos, incluso cuando estallen las tormentas.

Al regresar a casa me enteré de que nuestro grupo de hombres y mujeres, que zarandeados por el viento y empapados habíamos celebrado en Irlanda el Día Internacional de la Mujer, era uno de los 405 grupos, de veintitrés países y treinta y ocho Estados, que habían dado noticias de su reunión.

Si decides responder al mensaje “Reúne a las mujeres”, el primer paso podría ser una charla con tus amigas, o una invitación a que formen parte de un círculo con un centro espiritual, o quizá se te ocurra una idea para el próximo Día Internacional de la Mujer. La energía que se genera cuando las mujeres están juntas es una mezcla de amor, indignación, ideas, comentarios, risa contagiosa, y el deseo de originar un cambio.

Las bases

Cada una de aquellas reuniones se organizó desde un nivel básico. “Básico” es un adjetivo que hace referencia a algo que crece desde lo más bajo impulsado por la entrega y el esfuerzo de la gente común; algo que no está ordenado ni organizado desde arriba, que no tiene pretensiones, que es tan humilde e imperceptible como lo sería un pequeñísimo grupo de briznas de hierba, o una sola brizna, que brotara en una inmensa pradera. Las mujeres que sienten interés por la humanidad y el medio ambiente albergan las semillas de un activismo compasivo. La respuesta que obtuvo esta sencilla invitación para expresar ese sentimiento fue una pequeña indicación de que las mujeres de todo el mundo comparten las mismas preocupaciones y están conectadas entre sí.

El estar presente en la Organización de las Naciones Unidas durante la reunión de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer me dio una visión más amplia. Estos encuentros anuales, celebrados durante las dos primeras semanas de marzo, reúnen a una comunidad internacional de mujeres que trabajan en organizaciones no gubernamentales (ONG) centradas en la mujer. Una serie de acontecimientos, que comenzaron cuando escribí un libro titulado El millonésimo círculo, acabaron llevándome a la ONU con una organización del mismo nombre. El tener fácil acceso a una información que los principales medios de comunicación estadounidenses prácticamente ignoran, supuso una toma de conciencia. Una se da cuenta de la realidad de la situación al conocer el alcance del sufrimiento evitable que padecen mujeres y niños, unido a la indiferencia y explotación de quienes están en el poder. Me sentí motivada por las mujeres que, en la vanguardia y en las trastiendas, están llevando a cabo un cambio. Además, supe de la existencia de resoluciones y acuerdos vigentes de la ONU que, de ser respetados por los gobiernos que los firmaron, estipulan pasos concretos para acabar con la violencia y lograr la paz. En Estados Unidos se ha propuesto la legislación pertinente a fin de crear un Departamento de la Paz, cuya aceptación constituiría un significativo paso en pos de esa misma meta.

El millonésimo círculo

La idea que hizo germinar esta organización fue El millonésimo círculo: cómo transformarnos a nosotras mismas y al mundo. Guía esencial para los círculos de mujeres. “El millonésimo círculo” es la metáfora con la que nos referirnos al círculo que, sumado a los anteriores, da lugar a una masa crítica que supone el comienzo de una nueva era. La idea de esta organización se originó en Ginebra, y sus artífices fueron Elly Pradervand y Peggy Sebara. Las primeras noticias que tuve acerca de ella me llegaron de Peggy. A su regreso de Ginebra, me llamó para preguntarme si se podía utilizar el nombre “millonésimo círculo”, y si quizá me gustaría asistir a un encuentro que iba a celebrarse en el Norte de California con el objetivo de examinar la idea de formar una organización. Veinte mujeres que habían trabajado con círculos y se sentían afines a la idea, acudieron para discutir esa posibilidad, y, tras una segunda reunión en el centro de retiro Mother Tree, la organización El Millonésimo Círculo quedó constituida en 2001. A través de una serie de reuniones que se llevaron a cabo al año siguiente en el Estado de Nueva York, en las ciudades inglesas de Glastonbury y Londres, en Gales, y en las localidades de Findhorn e Iona en Escocia, se establecieron conexiones con las mujeres de aquellas áreas y con otras que habían venido de África, Sudamérica, Europa y la India.

En el proceso de formación de cualquier nueva organización activista, es necesario aclarar las intenciones y concretar los principios. Un pequeño círculo de trabajo redactó una declaración de propósitos a partir de lo que habíamos discutido, y lo envió por correo electrónico para que quien lo deseara añadiera sus comentarios. El resultado fue una visión compartida, que incluía establecer relaciones con la Organización de las Naciones Unidas:

Los círculos fomentan la conexión y la cooperación entre sus miembros e impulsan a encontrar soluciones compasivas a los problemas individuales, comunitarios y mundiales. Creemos seriamente que los círculos apoyan a cada uno de sus miembros para que ella o él descubran su propia voz y vivan con mayor valentía. Nuestra intención es sembrar las semillas de nuevos círculos y ayudarlos a germinar, allá donde sea posible, a fin de cultivar la igualdad, unos medios sostenibles de ganarse el sustento, la preservación de la Tierra y la paz para todos. Nos proponemos incluir el proceso de estos círculos en la sección de organizaciones no gubernamentales acreditadas de la Organización de las Naciones Unidas y en su Quinta Conferencia Mundial de Mujeres, y facilitar así la conexión entre los distintos círculos, a fin de que puedan sentirse parte de un movimiento mucho más extenso cuyo objetivo es producir un cambio en la conciencia del mundo. [Extraído de www.millionthcircle.org.]

Todo círculo que se considere a sí mismo parte de la visión del millonésimo círculo está vinculado a través de sus intenciones. PeaceXPeace (véase Fuentes) pone en contacto directo a los círculos de mujeres de Estados Unidos con círculos de otros países, dedicando especial atención a aquéllos de lugares azotados por la guerra. En Europa, El millonésimo círculo animó a la Women’s World Summit Foundation a formar Círculos de Compasión para hombres y mujeres, y se designó el 2 de noviembre “Día mundial de los Círculos de Compasión” como parte de la visión del millonésimo círculo. Hay probablemente miles de organizaciones y millones de personas que, sin saberlo, en lo más profundo de sus corazones están afiliados al movimiento. Hay también innumerables hombres que piensan que los hombres no son capaces de traer la paz al mundo, y que confían en que las mujeres lograrán comprender el mensaje y ponerlo en marcha.

Salvemos el mundo

Las mujeres tienen experiencia en cuidar de los niños y de los ancianos frágiles de salud, en limpiar y ordenar la casa, en ser moderadas con los recursos, en poner comida en la mesa, mantener la paz en el seno de la familia y tratar de que las relaciones sean cordiales con los vecinos. Son las mismas tareas que es preciso realizar en la comunidad, en la nación y a escala planetaria. El mundo necesita eso que las mujeres son capaces de hacer. El mundo necesita que “la madre” ponga orden en nuestro mundo desequilibrado.

Cualquier mujer puede ejercer una influencia allá donde esté. Si formas parte de un círculo que apoya lo que haces, tanto mejor. Cuando las mujeres nos reunimos, lo que espontáneamente hacemos es compartir vivencias; así es como aprendemos y encontramos aliento, aliadas e ideas. Las reuniones más numerosas –y que más influyen en las mujeres que participan, y también en el mundo– son las conferencias de mujeres del mundo bajo los auspicios de las Naciones Unidas.

Existía una extendida y equivocada suposición de que en 2005 se celebraría una quinta conferencia internacional de mujeres, diez años después de la última conferencia de Beijing. Lo cierto es que para 2005 no había nada preparado, ni siquiera como proyecto. Sería posible celebrar una a finales de la primera década del siglo XXI, pero sólo si un número suficiente de mujeres expresa sus deseos a aquellas personas elegidas para tomar decisiones y a sus representantes en la ONU. Con el poder de comunicación de Internet, ésta sería la reunión de mujeres más influyente que jamás se haya llevado a cabo

A la lectora

El mensaje urgente de la Madre es una llamada que puede oírse y a la que se puede responder desde cualquier lugar del planeta. Allá donde haya un grupo de mujeres unidas por un sentimiento de hermandad y un interés maternal, el mensaje será recibido. Mis palabras están escritas para ti, que quizá necesitas unas palabras que acompañen los sentimientos que ya posees, que necesitas apoyo para creer que eres capaz de hacer algo, o que necesitas motivación o un empujón que te haga cumplir el “cometido” que tú sabes que te corresponde.

Los tres primeros capítulos tienen como objetivo hacer que cojas velocidad. El capítulo cuarto describe una serie de cualidades propias de las mujeres como género y que más podrían ayudar a la humanidad, ahora. Los tres últimos capítulos te informarán, motivarán, y te contarán cómo otras mujeres individualmente y en grupos son el antídoto contra el estado mental que nos ha puesto a todos y a nuestra Madre Tierra en peligro.

Los reproches quizá sirvan de algo al principio; pero no se trata de sustituir el patriarcado por el matriarcado. Sé a ciencia cierta que las mujeres pueden ser tan ambiciosas y tan indiferentes como los hombres; y sé que hay muchísimos hombres tan compasivos y capaces de sentir empatía como supuestamente lo son las mujeres. Me doy perfecta cuenta de las complejidades y diferencias individuales, que Las diosas de cada mujer y Los dioses de cada hombre tratan específicamente relacionándolas con su base arquetípica. Una vez dicho esto, creo que las mujeres como género –en conjunto, no todas las mujeres, sino las mujeres en general– tienen una sabiduría que ahora es necesaria. Ha llegado el momento de reunir a las mujeres y salvar el mundo.

1. EL DÍA DE LA MADRE

Originariamente, la proclamación del Día de la Madre, redactada por Julia Ward Howe en 1870, no era una idea comercial creada con el propósito de vender tarjetas, flores o dulces; era una propuesta para que las mujeres de todas las nacionalidades se unieran a fin de traer paz a la humanidad. Howe había presenciado los horrores, la devastación y las repercusiones de la Guerra Civil americana, y luego vio cómo la guerra volvía a estallar, esta vez en Europa: la Guerra franco-prusiana.

El primer Día de la Madre fue un llamamiento para reunir a las mujeres. Iba dirigido a las mujeres, con el objetivo de que sumaran sus voces a “la voz de la Tierra devastada”, y les pedía que se interrogaran unas a otras a fin de encontrar el medio de traer paz al mundo. Los sentimientos que laten en la proclamación expresan lo que las mujeres del mundo entero han sentido desde que las guerras comenzaron. Ahora, a principios del siglo XXI, quizá sea verdaderamente posible llevar este propósito a buen término. Desde la segunda mitad del siglo XX ha habido un significativo cambio del status y de la influencia de las mujeres en el mundo, así como una imperiosa necesidad de encontrar el modo de poner fin a la amenaza de la guerra, con las armas nucleares listas para ser usadas. Matthew Arnold predijo en el siglo XIX: «Si llega alguna vez el momento en que las mujeres del mundo se unan pura y simplemente para beneficio de la humanidad, la suya será una fuerza como el mundo jamás ha conocido». El sentimiento maternal investido de poder es una fuerza femenina aún sin explotar que el mundo necesita para equilibrar y transformar la agresión.

El trabajo preparatorio fundamental para que la unión de las mujeres sea hoy potencialmente una fuerza semejante fue obra del movimiento de la mujer: las mujeres de los años sesenta y setenta que abrieron las puertas por las que la generación Baby Boomer entraría luego a raudales. En cuestión de unas décadas, las mujeres consiguieron oportunidades y puestos en el mundo que nunca antes habían conseguido. El segundo elemento que haría esto posible es la tecnología de las comunicaciones que se desarrolló durante aquellos mismos años, y que ha permitido que la información y las imágenes puedan enviarse casi instantáneamente de un lado a otro del planeta. Las mujeres pueden conocerse, discutir ideas y hacer planes a través del correo electrónico; pueden conseguir traducciones, celebrar conferencias y remitir noticias a todas sus amigas y amigos con sólo pulsar una tecla. El tercer elemento es la aparición en la conciencia colectiva de la certeza de que son las mujeres quienes han de cambiar el mundo.

En su origen, la proclamación del Día de la Madre fue expresión del desvelo que toda mujer es capaz de sentir por los hijos de otra, la importancia de manifestar el dolor y la tristeza, y la necesidad, luego, de continuar buscando los medios para promover la paz.

¡Alzaos, pues, mujeres de hoy! ¡Alzaos, todas aquellas mujeres que tengáis corazón, ya hayáis sido bautizadas con agua o con lágrimas!

Decid con firmeza: «No permitiremos que las cuestiones auténticamente significativas las decidan organismos insignificantes. No permitiremos que nuestros maridos vengan a nosotras con hedor de matanza en busca de caricias y de elogios. No dejaremos que nos arrebaten a nuestros hijos para hacerles olvidar todo lo que hemos conseguido enseñarles sobre la caridad, la compasión y la paciencia. Nosotras, mujeres de un país, sentiremos hacia las de otros países demasiada ternura como para permitir que nuestros hijos sean adiestrados a fin de herir a los suyos».

Desde el seno de la Tierra devastada se alza una voz que se une a la nuestra, y que dice: «¡Desarmaos! ¡Desarmaos! La espada del asesinato no es la balanza de la justicia». La sangre no limpia nuestro deshonor, ni es indicio de posesión la violencia. Al igual que los hombres a menudo han abandonado el arado y el yunque para atender a la llamada de la guerra, que las mujeres dejen ahora, hasta donde sea posible, las tareas del hogar, y celebren con sinceridad un gran día de asesoramiento. Que se reúnan primero, como mujeres, con el propósito de llorar y rememorar a los muertos. Que luego se asesoren solemnemente unas a otras sobre los requisitos para que la gran familia humana pueda vivir en paz, y que cada una de ellas deje tras de sí la sagrada impronta, no del César, sino de Dios.

En nombre de todas las mujeres y de la humanidad, pido fervientemente que se organice un congreso de mujeres, sin exclusión de nacionalidad alguna, que se celebre en el lugar más conveniente y que sea desde el primer momento coherente con sus objetivos, a fin de promover la alianza de las distintas nacionalidades, la resolución amistosa de cuestiones internacionales, de servir a los grandes y generales intereses de la paz.

JULIA WARD HOWE, Boston, 1870

Ciento treinta y cinco años más tarde, el 26 de diciembre de 2004, Amalia Ávila González, madre del marine cabo interino Víctor González, tomó un avión en San Francisco y, tras más de diecinueve horas de vuelo, se presentó en Amman, Jordania. Víctor González, de diecinueve años, había muerto en combate en Iraq apenas un mes después de haber llegado. Durante los ocho días que pasó en Jordania, Amalia Ávila González se reunió con refugiados iraquíes, entre los que había madres que, como ella, habían perdido a un hijo o a un pariente en la guerra. Los delegados de la organización internacional de derechos humanos Global Exchange y de la organización de mujeres por la paz Code Pink, organizadoras del viaje, habían facilitado un servicio de traductores, pero la señora González dijo que entendía lo que sentían aquellas mujeres debido al lazo que, como madre, la unía a ellas: «Lloraban».

La maternidad. El arquetipo de la Madre

La Global Peace Initiative of Women Religious and Spiritual Leaders [Iniciativa para la paz global de líderes religiosas y espirituales femeninas] celebrada en Ginebra en 2002, y a la que tuve ocasión de asistir, fue un histórico primer encuentro de cientos de delegadas. A comienzos del siglo XXI, ésta fue una reunión internacional sin precedentes, patrocinada por la Organización de las Naciones Unidas, en la que hubo un reconocimiento del potencial sin explotar de las líderes espirituales y religiosas femeninas como fuerza necesaria para la paz. En el curso de la conferencia, el Ghandi- King Peace Award [Premio Gandhi-King a la no-violencia] (con el que anteriormente habían sido galardonados Kofi Annan, Nelson Mandela y Jane Goodall) le fue otorgado a Amma, más conocida en Occidente como “la guru de los abrazos”. En su discurso de aceptación, esta líder espiritual de la India dijo: «Con el poder de la maternidad que hay en ella, una mujer puede influir en el mundo entero. El amor de la maternidad consciente es un amor y es una compasión que se siente no sólo hacia los propios hijos, sino hacia todas las personas, los animales y las plantas, las rocas y los ríos…, un amor que se extiende a todos los seres».

La definición que Amma dio de la maternidad fue arquetípica y elocuente: «No está restringida a las mujeres que han dado a luz; se trata de un principio inherente tanto a las mujeres como a los hombres. Es una actitud de la mente. Es amor: un amor que constituye el aliento mismo de la vida».

El arquetipo de la Madre, el desvelo maternal, y la descripción que Amma hace de la maternidad, son intercambiables entre sí. Mientras el desvelo maternal no tenga una voz potente –a la que sea imposible no prestar atención– en cuestiones relacionadas con la paz y la seguridad, continuará sin cambiar el orden de prioridades del mundo; seguirá centrado en el control y la ambición de poder, que son las metas patriarcales básicas. Los asuntos específicos del orden del día cambian, pero los fundamentos permanecen. Los líderes orientados hacia la consecución del poder determinan qué es lo importante; los hombres les siguen; las mujeres obedecen a los hombres y se ocupan del hogar y de los hijos. El patriarcado considera que éste es el orden natural, y que la guerra es un medio efectivo o necesario para hacerse con el control.

Diferentes puntos de vista respecto a la guerra: diferencias de género

Seis meses después de la Iniciativa para la Paz Global celebrada en Ginebra, el presidente de Estados Unidos decidió que el peligro que representaba Saddam Hussein hacía que fuera necesario invadir Iraq. Cuando comenzó la invasión había reporteros que iban con el ejército y equipos de televisión sobre el terreno. Había mapas con flechas que indicaban el progreso libre de obstáculos de la invasión, que recibió el nombre de “Operation Shock and Awe” [Operación de conmoción y pavor]. En general (con esto quiero decir que lo que afirmo puede aplicarse a la mayoría de los hombres y a la mayoría de las mujeres, pero indudablemente no a la totalidad), hubo una indiscutible división de géneros en la respuesta a la invasión, incluso cuando se trataba de mujeres que la consideraban necesaria.

Creo que sería razonable decir que los hombres estaban impresionados, que sentían interés por ver y oír hablar del armamento y la estrategia. En los bares había grandes pantallas de televisión retransmitiendo el conflicto de la misma manera que hubieran retransmitido un partido de fútbol. La experiencia era, de hecho, muy similar a la de estar viendo una retransmisión deportiva. Las flechas que señalaban los movimientos de las tropas eran iguales a las que se utilizan para indicar las buenas jugadas: quién está en posesión del balón, quién hace una interferencia, cuántos metros se ha avanzado en terreno contrario. El que nuestro equipo sea mayor, más poderoso y juegue decididamente con ventaja es razón de más para vitorearlo a medida que avanza y va marcando tantos. Sólo que la guerra no es un juego, por mucho que aparezca en una pantalla.

Durante los primeros días de la invasión, la mayoría de las mujeres seguían también a través de la televisión lo que estaba sucediendo, más que con admiración con desasosiego. Para una madre, un hijo o una hija de 18 a 24 años es poco más que una criatura. Era fácil imaginar a los propios hijos en peligro. Asimismo era fácil suponer que se iba a hacer daño a personas inocentes. Cuando el cielo por la noche se iluminaba con la explosión de las bombas, cruzaba por nuestras mentes lo espantoso que debía de ser vivir allí, y lo aterradas que estarían las niñas y los niños.

El fin de semana de la invasión coincidió con un encuentro del Millonésimo Círculo en el Bay Area. Varias amigas que habían venido con motivo de la reunión se alojaron en mi casa, y nos sentamos juntas ante el televisor, horrorizadas de que aquello estuviera ocurriendo. La única nota de levedad la ponían los comentarios que hacíamos sobre el encomiable trabajo de David Bloom, nuestro reportero favorito de entre los allí presentes. Al cabo de pocas semanas supe que había muerto. En el curso de aquel año, lo que nosotras, las madres de más edad, temíamos, sucedió: cada día aparecían fotografías de jóvenes que habían muerto en Iraq, y junto a ellas sus nombres, rango, edad y ciudad natal. No se mencionaban los seis o diez soldados heridos, algunos de forma terrible, por cada soldado muerto, ni el silencioso daño que irá surgiendo a la superficie, dando lugar a alteraciones traumáticas derivadas de la tensión, cuando las tropas regresen a casa. No tenía valor como noticia el número de víctimas entre la población civil.

Existen diferencias de género. El psicólogo Simon Baron-Cohen explica que la diferencia esencial es que las mujeres sienten una empatía natural, mientras que los hombres son más propensos a sistematizar. La mayoría de las mujeres a las que se les hizo una prueba coincidieron en afirmar: «Me siento mal cuando en los telediarios veo a la gente sufrir», o «Me duele ver sufrir a un animal»; y también: «Mis amigos me hablan a menudo de sus problemas», o «Normalmente soy capaz de comprender el punto de vista de otra persona, incluso no estando de acuerdo con ella». Los hombres a los que se les hace la misma prueba generalmente no comparten estas afirmaciones.

Mientras la programación de la actividad mundial la determinen los hombres, nos encontraremos con que las medidas y acciones que afectan al planeta, a sus gentes y a todos los seres vivos de la Tierra las decide el sexo que, muy probablemente, no conoce, o no tiene en cuenta, lo que otros sienten, viven o padecen. Mientras las mujeres no tomen realmente parte activa en la marcha del mundo, no se pondrán sobre la mesa la información esencial y los problemas cruciales.