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Pedro Antonio de Alarcon y Ariza (10 de marzo de 1833 - 19 de julio de 1891) miembro de la Generacion de la Restauracion, fue un escritor prolifico y polifacetico. Su obra, que abarca poesia, teatro, novela, articulos de costumbres, cronicas de viajes, ensayos literarios, etc., representa en su co njunto el transito del costumbrismo al auge de la prosa realista.
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Veröffentlichungsjahr: 2017
Pedro Antonio de Alarcón
En Madrid, hace dos o tres años, una tarde en que tan pronto llovía como salía el sol (pues aunque terminaba mayo, duraban todavía los lloriqueos primaverales, graciosos como todo lo que pertenece a la juventud, y no desconsolados y monótonos como las feas lluvias del lúgubre noviembre); esa tarde, decimos, a cosa de las cuatro, veíase en medio de la plaza de Santa Ana una cartera de bolsillo, o, por decir mejor, un librito de memorias, sobre cuyo forro se leía la palabra francesa Notes.
El librito yacía en mitad del suelo, demos-trando claramente que se le había perdido a algún transeúnte: habría sido lujoso, pero estaba muy estropeado su forro de piel de Rusia color de avellana: cerrábase por medio de un brochecito, dorado, de esos que se abren con la uña del dedo pulgar, y, en fin, sería poco más grande que un naipe y algo más pequeño que una esquela de entierro doblada en la forma en que se suplica el co-che.
No sabemos el tiempo que llevaría de estar allí aquel objeto, cuando, por la parte septen-trional de la calle del Príncipe, apareció una honrada señorita, que ya filiaremos, custo-diada por un criado de aspecto decoroso; la cual cruzó diagonalmente la plaza, como diri-giéndose a la del Ángel, viniendo a pasar pre-cisamente por el sitio en que yacía el librito de memorias. Violo; miró en torno suyo bus-cando al que lo hubiese perdido, y como no descubriera alma viviente delante ni detrás de sí (pues lloviznaba a la sazón, y además, en tal mes y a tales horas no hay casi nunca gente en aquella explanada), hizo que el criado se lo alargase; interpuso pulcramente el pañuelo entre la piel de Rusia del libro y la piel de Suecia del guante, y siguió su camino exhibiendo en cierto modo, o sea, dejando ver a los transeúntes aquel hallazgo, por si alguno era su dueño, y resuelta, en último caso, a hacer anunciar el lance en el Diario de Avisos o en La Correspondencia de España.
Y esta es la ocasión de filiar, como hemos prometido, a la honrada señorita, en tanto que llega a su casa, situada en la calle de Carretas.
Ya se nos han escapado cuatro importantí-
simos datos de su biografía, a saber: que no estaba ni había estado casada, puesto que la hemos llamado señorita, que pertenecía, cuando menos, a lo más elegante de la clase media (por lo de señorita y por lo del criado); que vivía en la calle de
Carretas, y que era honrada, cosa esta última que, dicho sea entre paréntesis, no tiene nada de particular.
Antes de seguir adelante debemos advertir al lector que la que ya puede llamarse nuestra heroína no hace otro papel en la presente historia que leer el mencionado librito y per-mitirse algunos comentarios acerca de sus apuntaciones, y que luego la dejaremos en libertad de seguir su vida privada, como Dios se la depare, sin meternos a decir al público si se casó, si murió soltera o si se hizo monja.