Odder - Katherine Applegate - E-Book

Odder E-Book

Katherine Applegate

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Beschreibung

«Odder CONQUISTARÁ TU CORAZÓN». THE NEW YORK TIMES Odder ES UNA NUTRIA MARINA TEMERARIA Y curiosa que vive frente a la costa de California, donde practica sus acrobacias bajo el agua y cuenta las extravagantes historias por las que es conocida. Pero cuando se encuentra cara a cara con un gran tiburón blanco hambriento, su vida da un dramático giro que pondrá a prueba todo lo que cree sobre sí misma y sobre los humanos que esperan salvarla. Inspirada en la historia real del programa del Acuario de la Bahía de Monterrey que empareja crías de nutria huérfanas con madres adoptivas, esta conmovedora y divertida historia examina la valentía y la sanación a través de los ojos de uno de los animales más amados y encantadores de la naturaleza.

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Para Liz Sabla,con gratitud a mares

Saber jugar es un talento dichoso.

Ralph Waldo Emerson

no (exactamente) culpables

Hay que admitir, a favor,

que los tiburones

(en principio) no se alimentan de

nutrias.

Pero también es cierto que, a veces,

no pueden evitar probarlas

sin querer, dejando

feas mordeduras

o la huella aserrada

de uno o dos dientes.

Por eso, habría que empezar

por reconocer que

nadie es perfecto.

demasiado tarde

Supongamos que un hambriento

tiburón blanco

se siente tentado

por una criatura nadadora, larga y grácil,

tal vez un león marino.

(Grandes amantes de

la grasa de foca, los tiburones).

Picado por la curiosidad, el tiburón

se acerca para echarse un bocado

sólo para descubrir que era un surfista (¡huy!)

o, muy probablemente,

un miembro de la rama

más encantadora de la familia de los mustélidos,

la nutria marina de California.

A todos nos ha pasado,

¿o no?

Eso de estar en la fila de la cafetería

o del buffet del desayuno

listos para probar algo nuevo…

lo tomamos, lo engullimos, viene una mueca:

escupimos el bocado ofensivo

en una servilleta,

no pasa nada ni nadie sale mal parado.

Con los tiburones pasa lo mismo,

que rápidamente

lo reconsideran y

se retiran.

Pero, claro, para ese momento suele

ser ya muy tarde para el surfista.

Y, casi siempre,

demasiado tarde para la nutria.

hambre

Un tiburón como ése

merodea en el mar

en esta misma mañana.

Amanece,

sin nubes, la luz rosa tenue

y por un instante la bahía

se ruboriza.

Ahí está:

la aleta dorsal

parte en dos

el mar en calma.

El tiburón es un adolescente,

un prepúber marino,

fuerte y aerodinámico,

pero pequeño para su edad,

que hoy anda lejos de

sus lugares habituales.

Su última comida,

una raya y dos infelices tortugas,

fue hace tres días

algo patético desde cualquier punto de vista.

No hay por qué preocuparse.

El hambre sabe hacer

que la mente se concentre.

Si hay alimento

en los alrededores, con toda certeza

lo encontrará.

Nutria #156

No lejos del tiburón,

flota panza arriba la Nutria #156,

patas delanteras y aletas traseras

levantadas,

empapándose de luz

cual diminutos paneles solares.

En un pliegue de piel

bajo una pata delantera

guarda su piedra preferida,

la precisa para abrir

almejas y mejillones.

Ha visto más

de unos cuantos tiburones a lo largo

de sus tres años,

y hasta los ha visto

matar.

Pero ahora su única preocupación

es encontrar algo de comer para el desayuno.

números y nombres

Sus amigos llaman Odder

a la #156,

pero los humanos prefieren

sus números.

Suelen contar ovejas y cartitas,

errores y puntos,

minutos y bendiciones.

Aquí, en la bahía,

cuentan también

nutrias.

Cosquillas y Risitas

Existe una razón

para usar los números.

Los nombres cariñosos

fascinan al público

y acercan demasiado a los humanos.

Los números son fríos e indiferentes,

pero los nombres acercan

y unen al que rescata con la criatura rescatada,

al científico con su sujeto de estudio,

a los humanos con las nutrias

(y no es difícil

derretirse de ternura

ante una cría de nutria).

Es una lástima, de verdad.

Pensemos en las posibilidades:

¡Cosquillas y Risitas

y Potter y Noodle!

¡Otto y Oswaldo

y Ozy y Obi!

Sin embargo, es mejor así.

Estas nutrias

necesitan toda la ayuda

que se les pueda dar.

preguntas

Su madre la llamó “Odder”

desde el momento

en que nació.

Fue por algo en la manera

en que esta cría nunca estaba quieta,

algo en la manera

en que sus ojos siempre

se veían llenos de preguntas.

comer o no comer

No muy lejos

de Odder,

su compañera preferida,

Kairi, flota panza arriba,

a la deriva cual tronco.

Kairi, dos años mayor

que Odder, tiene

piel lustrosa como el ébano.

Odder, más pequeña

y ágil,

tiene un pelaje marrón oscuro

y la cabeza color caramelo.

¿Jugamos?,

quiere saber Odder,

¿o comemos?

Primero comemos,

después jugamos,

responde Kairi,

siempre tan práctica,

siempre precavida.

Es molesto,

pero cuando uno

tiene un espíritu libre como Odder,

estar acompañado

por alguien sensato y decidido

no puede ser mala idea.

Primero comemos,

después jugamos,

dice Odder.

Le hace a su amiga

una caricia suave con la nariz

y se sumerge en las aguas tranquilas

repletas de hierba marina.

comunicación

Cuando uno no puede escribir mensajeso correos,

ni susurrar un secreto

o gritar en protesta,

cuando las palabras no son su medio,

¿cómo se comparte

lo que se sabe?

Las nutrias

silban y gimen,

gruñen y bufan,

soplan y resoplan.

Y no hay que olvidar

la vista y el olfato

y sobre todo el tacto,

topecitos y lengüetazos,

cabezadas y mordiscos suaves.

Todas las especies buscan su modo.

bajo el agua

Bajo el agua

no hace falta el ruido,

ni gruñidos, chillidos o gorjeos.

No cuando uno puede girar

y retorcerse como un pretzel.

No cuando las piruetas

se han convertido en una forma de arte.

ballet

La persecución comienza

a través de los bajíos cenagosos

del humedal de Elkhorn,

hacia las aguas

gélidas y profundas de la bahía

adentro, afuera, arriba, abajo,

piruetas y subidas y descensos,

un ballet de burbujas.

Demasiado lejos,

dice Kairi,

cuando al fin hacen una pausa.

Sus cabezas lisas y pequeñas

podrían ser pulidas piedras

en el fondo de un río.

Odder da una voltereta hacia atrás,

desaparece,

vuelve a salir

un poco más allá.

Tonta pececilla,

dice en broma,

sólo un poco más allá,

y el ballet

entra en su segundo acto.

el humedal

Un humedal es el paraíso

para una nutria:

plácido y cenagoso,

con presas fáciles.

Una pequeña inmersión

y… ahí está la comida.

Claro que también hay más

humanos por allí:

lanchas de excursión,

canoas y kayaks,

todos deseosos de ver

nutrias y leones marinos,

las majestuosas garzas reales

y los cormoranes crestados,

los graciosos pelícanos.

la bahía

Más allá del humedal

se extiende la bahía de Monterrey,

un animal completamente diferente,

una ballena acuosa,

enorme y amenazador

pero fascinante

bajo la superficie:

bosques de alga kelp se entretejen

como colchas verdes

mientras los rayos de sol cortan

cual navajas.

Hay quienes dicen que el alimento

es mejor allí

suculentos cangrejos para quien quiera

esforzarse para obtenerlos…

aunque los riesgos hacen que muchos

se lo piensen dos veces.

Pero no Odder.

A ella le encanta un buen cangrejo.

horario del día

Así va la vida de una nutria:

comer

     acicalarse

           dormir

comer

     acicalarse

           dormir

comer

     acicalarse

           dormir

pero siempre hay tiempo para

la reina del juego

Nadie juega

como lo hace Odder.

Nadie se mueve

igual que ella.

Le encanta el alboroto,

puede ser insistente y ansiosa,

demasiado revoltosa para algunos,

pero verla

en el agua

es una dicha.

No sólo nada hacia el fondo,

sino que se sumerge cual torpedo.

No hace una voltereta simple,

sino vueltas triples.

No cabalga las olas,

sino que las forma.

la dieta

El tiburón, mientras tanto,

anda cerca de la boca del humedal,

aún de cacería,

un silencioso espectro oceánico.

Puede comer en abundancia, atiborrarse,

y luego pasar días sin probar bocado.

Pero una nutria marina siempre está comiendo

(por suerte su abdomen sirve, además,

como mesa para comer).

Sin la grasa que recubre y abriga

a las focas y ballenas,

debe consumir

un cuarto de su peso

cada día:

abulones y erizos de mar,

pulpos y estrellas marinas,

mejillones y cangrejos y almejas,

como un atleta que devorara carbohidratos,

como un colibrí que bebiera néctar

de la mañana a la noche.

Tiburón

Nadie se apiada de los tiburones.

No son grandes bambis blancos,

nadie espera que lo sean,

con esa sonrisa siniestra,

esos miles de dientes triangulares

en una hilera

tras otra

tras otra.

Pero, con todo, hay algunas ventajas:

la manera en que el mar pareciera

abrirse ante su avance,

sin olvidar también

su atractivo hollywoodesco…

una película como Tiburón

jamás hubiera podido hacerse

acerca de una nutria.

ternura

A pesar de todo, es difícil,

si uno es habitante del mar,

no envidiar a las nutrias,

su popularidad tan fácil,

la manera en que

fascinan a las multitudes.

Son, según se dice,

el colmo de la ternura:

esos ojos de venado,

los bigotes tan expresivos,

la gimnasia acuática

digna de oro olímpico.

Y ser fotogénicas

ayuda a hacer memes, a

mantener a los fans

enganchados.

Sólo los tontos

quieren tomarse selfis

con un tiburón.

remero de kayak

Odder se da la vuelta para ver

lo que ya han percibido

su oído y su olfato:

un humano que avanza

cortando las olas,

la mitad de su cuerpo embutido

en una coraza en forma

de sardina gigante.

Su torpe agitación,

con un remo en lugar de patas,

provoca lástima.

A Odder le encantan estos remeros,

admira su descabellado deseo

de llegar a ser algo que no pueden:

criaturas acuáticas.

Como ella.

Ha visitado varios,

intrigada por sus

frentes sudorosas

y botellas de agua,

los binoculares que se ponen

ante los ojos.

El remero va más lento,

y Odder se sumerge

y se acerca lo suficiente

para ver sus dientes blancos

y oler su cansancio.

desconfianza

¡Odder!,

es Kairi, que la llama

apremiante,

siempre tan aguafiestas,

la eterna desconfiada.

¡Odder!,

la llama de nuevo.

¡No te acerques!

El remero del kayak emite sonidos,

sonidos amistosos, según Odder.

(sucede que

ha tenido oportunidad de oír

a humanos enfurecidos).

A pesar de todo, hace lo que Kairi

le ordena,

e impulsándose con su cola

se pierde de vista.

regaño

Perdóname,

le dice Odder a Kairi.

A veces me olvido

de ser cuidadosa.

Kairi nada en círculos perezosos.

Un día de éstos,

te van a meter en una jaula

y nunca más volveré a verte.

Un día de éstos,

vas a terminar en

“Agua alta” sin remedio.

Te preocupas demasiado, Kairi,

dice Odder.

¿Por qué

te acercas

tanto a ellos?,

pregunta Kairi.

Curiosidad, nada más,

responde Odder.

Una vez me ayudaron,

eso no se olvida.

Odder mete la cabeza en el agua,

luego la levanta, se sacude,

y las gotitas relumbran al sol.

Agua alta

Las nutrias llaman “Agua alta”

al acuario situado

sobre la orilla de la bahía.

Más tierra que agua,

más aire que océano,

las instalaciones son sólidas,