Otra manera de contar - John Berger - E-Book

Otra manera de contar E-Book

John Berger

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Beschreibung

'No hay fotografías que puedan ser negadas. Todas las fotografías poseen categoría de realidad. Lo que ha de examinarse es de qué modo la fotografía puede o no dar significado a los hechos.' Estas palabras de John Berger y el conocido fotógrafo suizo Jean Mohr, dos de nuestros más reflexivos y elocuentes indagadores de lo visual, son la base sobre la que construyen una singular reflexión acerca de las ambigüedades de lo que, en apariencia, es nuestra forma de arte más sencilla: la fotografía. Otra manera de contar explora la tensión existente entre el fotógrafo y lo fotografiado, entre la imagen y el espectador, entre el momento filmado y los recuerdos que se le asemejan. Elaboran su teoría con imágenes además de palabras; y no sólo se basan en el análisis, sino que también incorporan anécdotas y recuerdos. Combinando la visión moral del crítico con la práctica del fotógrafo, Berger y Mohr han producido una obra que amplía las fronteras de un campo de la crítica que antes abordaron Walter Benjamin, Roland Barthes y Susan Sontag.

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Otra manera de contar

Editorial Gustavo Gili, SL

Rosselló 87-89, 08029 Barcelona, España. Tel. (+34) 93 322 81 61Valle de Bravo 21, 53050 Naucalpan, México. Tel. (+52) 55 55 60 60 11

Otra manera de contar

John Berger

Jean Mohr

Título original: Another Way of Telling

 

Versión castellana de Coro Acarreta

 

Diseño de la cubierta: Toni Cabré/Editorial Gustavo Gili, SL, BarcelonaFotografía de la cubierta: John Berger

Los autores agradecen la ayuda de Nicholas Philibert

 

 

 

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, la reproducción (electrónica, química, mecánica, óptica, de grabación o de fotocopia), distribución, comunicación pública y transformación de cualquier parte de Ésta publicación —incluido el diseño de la cubierta— sin la previa autorización escrita de los titulares de la propiedad intelectual y de la Editorial. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y siguientes del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (CEDRO) vela por el respeto de los citados derechos.

La Editorial no se pronuncia, ni expresa ni implícitamente, respecto a la exactitud de la información contenida en este libro, razón por la cual no puede asumir ningún tipo de responsabilidad en caso de error u omisión.

© John Berger y Jean Mohr, 1982

de esta edición:

© Editorial Gustavo Gili, SL, Barcelona, 2007

La primera edición castellana de esta obra fue publicada por Mestizo A. C. en febrero de 1997

ISBN: 978-84-252-2677-9 (epub)www.ggili.com

Para Beverly y Simone

Este libro no hubiera sido posible sin el apoyo, tanto económico como teórico, del Transnational Institute de Ámsterdam. Me gustaría expresar una vez más mi solidaridad con este instituto. J.B.

Contenido

Prefacio

Más allá de la cámara

Apariencias

Si cada vez…

Historias

Principio

Listas de fotografías

Prefacio

Nosotros queríamos hacer un libro de fotografía sobre la vida de los campesinos de la montaña. Durante siete años, los hombres y mujeres de nuestro pueblo y de los valles cercanos han colaborado con nosotros. Lo que mostramos es el trabajo de su vida en el sentido más profundo.

También queríamos presentar un libro sobre fotografía. Todo el mundo ahora conoce lo que es una cámara y una fotografía. Y, sin embargo, ¿qué es una fotografía ? ¿Qué significan las fotografías? ¿Cómo pueden ser usadas ? Preguntas como éstas, que empezaron a hacerse con la invención de la cámara, no han sido, hasta ahora, totalmente respondidas.

Nuestro libro está dividido en cinco partes. En la primera, Jean Mohr escribe sobre aspectos de su experiencia como fotógrafo, y particularmente aquellos aspectos que ilustran cómo las fotografías son ambiguas. Una fotografía es un lugar de encuentro donde los intereses del fotógrafo, lo fotografiado, el espectador y los que usan la fotografía son a menudo contradictorios. Éstas contradicciones ocultan al mismo tiempo que aumentan la ambigüedad natural de la imagen fotográfica.

La segunda parte es un ensayo que explora una posible teoria sobre fotografía. La mayor parte de los escritos teóricos sobre el medio se ha limitado a lo puramente empírico o a lo puramente estético. Sin embargo, la fotografía nos lleva naturalmente a la cuestión del significado de las apariencias en sí mismas.

La tercera parte de nuestro libro consiste en una secuencia de ciento cincuenta fotografías sin palabras. Esta secuencia titulada "Si cada vez…" es una reflexión sobre la vida de una mujer campesina. No se trata de un reportaje. Esperamos que se interprete como un trabajo de imaginación.

La cuarta parte habla de algunas de las implicaciones teóricas sobre el modo en que hemos intentado contar una historia en "Si cada vez… ". La breve sección final es un recordatorio de la realidad de la que partimos: la vida de trabajo de los campesinos.

Más allá de la cámara

Por Jean Mohr

 

¿QUÉ ESTÁS HACIENDO AHÍ?

Un domingo de otoño por la tarde. La gran plaza del mercado del pueblo de B… Hacía sol, pero no era un sol que calentaba, simplemente brillaba con su luz violenta sobre la gente y las cosas. Algunos estaban directamente bajo esta luz, otros estaban en la sombra. No era una luz de medias tintas. Los campesinos de las aldeas vecinas prestaban poca atención a la calidad de la luz. Habían venido a la feria a comprar o vender ganado.

En cuanto a mí, esta violenta luz solar presentaba ciertos problemas técnicos. Yo hubiera preferido un cielo nublado, incluso niebla. Abriéndome paso entre el ganado, los campesinos y los tratantes de ganado, buscaba un ángulo de aproximación. Entrando en calor —en ambos sentidos de la palabra—. No estaba jugando. No me gusta eso, no fingía que no estaba sacando fotos. En cualquier caso, no es fácil engañar a un campesino saboyano. Y yo prefiero ser franco con lo que estoy haciendo, siempre que sea posible.

Junto a una fila de terneros estaban unos hombres hablando. Secamente. Me habían visto, pero fingían ignorarme. De pronto, uno de ellos alzó la voz, no muy agresivamente en realidad, más bien para divertir a sus colegas.

"¿Qué estás haciendo ahí?"

"Os estoy haciendo unas fotos, a vosotros y a vuestro ganado."

"¡Estás sacando fotos a mis vacas! ¿Habéis oído eso? ¡Se está aprovechando de mis vacas sin pagar un céntimo por ellas!"

Me reí con los demás, y seguí tomando mis fotos. Es decir, tomando a mi manera lo que tenía ante mis ojos y lo que me interesaba, sin pagar ni pedir permiso.

EL EXTRAÑO QUE IMITABA A LOS ANIMALES…

Fui a ver a mi hermana, que vive en la ciudad universitaria de Aligarh, en la India. La noche anterior, cuando llegué, me había avisado: "No te sorprendas si te despiertan temprano por la mañana. Hay una niña, una vecina, que es ciega, pero a la que le gusta saber qué sucede. Puede que venga a ver quién es el recién llegado".

Cansado del largo viaje en un tren que había parado en cada estación, me dormí enseguida. Y cuando me desperté a la mañana siguiente tardé varios minutos en recordar dónde estaba. Pude oír que algo rascaba junto a la ventana, una uña que arañaba ligeramente la mosquitera. La niña ciega dijo Buenos días. Hacía varias horas que había amanecido.

Sin razonar el porqué, le contesté ladrando como un perro. Su rostro se heló por un momento. Entonces imité el maullido de un gato. Y la expresión de su cara detrás de la red se transformó en una expresión de reconocimiento y complicidad con mi representación. Seguí con el graznido de un pavo, el relincho de un caballo, el gruñido de un animal enorme —como en un circo—. Su expresión cambiaba con cada actuación y según nuestro humor. Su rostro era tan hermoso que, sin parar nuestro juego, cogí mi cámara y le hice algunas fotografías.

Ella nunca verá estas fotografías. Yo simplemente seré para ella el extraño invisible que imitaba a los animales.

MARCELO O EL DERECHO A ELEGIR

Durante el verano, Marcelo vive y trabaja solo en el alpage*, a una altitud de 1.500 metros. Tiene un rebaño de cincuenta vacas. Ocasionalmente, su joven nieto le hace una visita. Parece que disfrutó los dos días que pasé con él. Fui como una especie de compañía para él.

El sábado siguiente, cuando le llevé un montón de fotografías, las examinó detenidamente, esparciéndolas sobre la mesa de la cocina. Señalando con el dedo un primer plano del ojo de una vaca, dijo categóricamente: "¡Ese no es tema para una foto!"

Silencio. Luego añadió: "¡Pero no pienses que no puedo decir qué vaca es! Es Marquesa". Otro silencio. "El mismo principio", continuó, "se aplica a las fotos de personas. Si tomas una cabeza deberías tomar la cabeza completa, toda la cabeza y los hombros. No sólo una parte de la cara".

"¡Esa es muy buena! Está todo ahí." Escogió las fotografías que más le gustaron. Eran las que mostraban lo que le proporcionaba placer en la vida. Sus vacas. Su nieto. Su perro.

 

El domingo siguiente, por la mañana temprano, Marcelo llamó a la puerta. Llevaba una camisa negra limpia y recién planchada. Su pelo estaba cuidadosamente peinado. Se había afeitado. "Ha llegado el momento", me dijo, "de fotografíar el busto. ¡Hasta aquí!" Indicó su cintura con una mano. Por debajo de esta línea escogida llevaba puestos sus pantalones de trabajo y sus botas cubiertas de estiércol. Fuese domingo o no, todavía tenía cincuenta vacas de las que cuidar. Se colocó en medio de la cocina y se concentró en la cámara que le iba a retratar.

Cuando vio este retrato, en el que lo había elegido todo él mismo, dijo con cierto alivio: "Y ahora mis bisnietos sabrán qué clase de hombre fui".

* Pasto en la alta montaña. (N. de la T.)

AUTORRETRATO

Para hacer retratos satisfactorios, probablemente viene bien hacer algunos autorretratos y también haber aprendido a aceptar las fotografías que otros te han hecho. ¿Cómo es posible, si no, comprender la turbación, la ansiedad, incluso el pánico, que a menudo asalta a la gente cuando sabe que está siendo fotografiada?

No me tengo por demasiado gordo, mi nariz es grande, pero no exorbitantemente larga. Y, sin embargo, no pude aceptar mi propia apariencia física durante años. Solía soñar con parecerme a Samuel Beckett. (Tener un perfil como el suyo tal vez implicaría también otra forma de vida.) Mehice una serie de autorretratos y cada vez "disfrazaba" mi rostro porque lo rechazaba totalmente. Gesticulaba, hacía trucos con la luz, movía la cámara deliberadamente. La cura para este juego teatral llegó cuando me vi obligado a mirarme a mí mismo durante la duración completa de una película para la televisión —una película titulada Un fotógrafo entre los hombres, realizada por Claude Goretta—. La dosis fue lo bastante fuerte como para curarme. Este hombre al que veía ante mí existía con todas sus debilidades. Era real y en cierto sentido estaba más allá de mi control. Yo ya no era responsable de su apariencia.

Algunos años después, durante un seminario que yo dirigía sobre fotografía, se decidió que cada uno de nosotros hiciera una fotografía —retrato— a cada uno de los otros. Cuando me llegó el turno para posar, uno de los estudiantes observó casualmente: "Bajo esta luz, tu cara me recuerda un poco a Samuel Beckett".

¿QUÉ FUE LO QUE VI?

 

¿Fue un juego, una prueba, un experimento? Las tres cosas y algo más también: la búsqueda de un fotógrafo, el deseo de saber cómo las imágenes que él hace son contempladas, leídas, interpretadas, tal vez rechazadas por otros. En realidad, ante cualquier fotografía el espectador proyecta algo de sí mismo. La imagen es como un trampolín.

A menudo siento la necesidad de explicar mis fotografías, de contar su historia. Sólo ocasionalmente una imagen es autosuficiente. Esta vez decidí asignar a otros la tarea de explicar. Cogí varias fotografías de mis archivos y salí en busca de quienes las explicaran. De las diez personas a las que se lo pedí, sólo una se negó. Era un viejo jardinero y dijo que se parecía demasiado a un juego de adivinanzas de la televisión.

Todos los demás aceptaron describir lo que surgía en sus cabezas cuando se les presentaba la fotografía que yo les mostraba. Yo no dije nada, simplemente anotaba lo que se decía. La elección de las personas fue sobre todo una cuestión de azar. Algunos eran conocidos, a otros los veía por primera vez.

Fotografía N.° 1

Fotografía N.° 2

Fotografía N.° 3

Fotografía N.° 4

Fotografía N.° 5

E.J., hortelano: Según sea tu posición social, te encuentras a ti mismo con que el hecho de ser capaz de trabajar, aunque sea duro, es una alegría positiva.

H. M., clérigo: Un obrero feliz que no se siente avergonzado. Encuentro su gesto, al volverse hacia nosotros, fantástico. Sus gestos son opuestos a los de un dictador. Maravillosos. Me conmueve y no hace concesiones. Admiro a un tipo así.

C. M., colegiala: Alguien que es feliz. Ha terminado su trabajo.

A. R., banquero: ¡El trabajo es saludable! Esa es la consigna que este obrero amistoso parece ejemplificar para nosotros. Pero eso sólo puede ser durante un momento, porque es difícil imaginar que alguien pueda estar tan contento trabajando ocho o diez horas en la cadena de producción. A menos que sea una de esas personas cuyos objetivos son más nobles que los del común de los mortales.

A. B., actriz: