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Pedro Casciaro fue uno de los primeros que siguió a san Josemaría en el Opus Dei. Ordenado sacerdote, comenzará el Opus Dei en México, donde impulsará también importantes proyectos de promoción social. El relato de su vida constituye una bella historia de servicio, buen humor y sentido de fidelidad.
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Veröffentlichungsjahr: 2020
RAFAEL FIOL MATEOS
PEDRO CASCIARO
Hasta la última gota
EDICIONES RIALP, S. A.
MADRID
© 2020 by RAFAEL FIOL MATEOS
© 2020 by EDICIONES RIALP, S. A.
Colombia, 63. 28016 Madrid
(www.rialp.com)
Realización ePub: produccioneditorial.com
ISBN (versión impresa): 978-84-321-5230-6
ISBN (versión digital): 978-84-321-5231-3
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
ÍNDICE
PORTADA
PORTADA INTERIOR
CRÉDITOS
ABREVIATURAS
PRÓLOGO
ADVERTENCIA
1. INFANCIA Y JUVENTUD
SUS PADRES
DE MURCIA A ALBACETE
MADRID
LA ACADEMIA DYA
EL ORATORIO DE LA RESIDENCIA
LOS CÍRCULOS DE SAN RAFAEL
UN ABRIGO MUY ELEGANTE
VERANO EN LOS HOYOS
2. CURSO ACADÉMICO 1935-1936
LA LLAMADA DE DIOS
APRENDER A OBEDECER
AMBIENTE DE CRISPACIÓN
LA ALFOMBRA DEL ORATORIO
COLABORAR EN LAS TAREAS DE LA CASA
3. LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
JUGARSE LA VIDA
ESCAPAR DE LA REPRESIÓN RELIGIOSA
PASO DE LOS PIRINEOS
EN BURGOS
MAÑANA O PASADO, ENTIERRO
BUEN HUMOR
4. TIEMPO DE PAZ
DE NUEVO EN MADRID
UN GIRO EN LO PROFESIONAL
COMIENZA LA EXPANSIÓN
UN VIAJE AZAROSO
EN VALENCIA: RESIDENCIA SAMANIEGO
EN MADRID: LAGASCA
UN POBRE AISLADOR DE VIDRIO
HOMBRE PRECAVIDO
NUEVOS ENCARGOS DEL FUNDADOR
UN PEQUEÑO SUSTO
EN BILBAO
5. ORDENACIÓN SACERDOTAL
DÍAS DE ESTUDIO EN CALDAS DE NOCEDO
ORDENACIÓN SACERDOTAL
SACERDOTE CIEN POR CIEN
SUS PADRES REGRESAN DEL EXILIO
6. COMIENZO DEL OPUS DEI EN MÉXICO
BAJO EL MANTO DE LA VIRGEN MARÍA
UNA IMAGEN DE LA VIRGEN DEL ROCÍO
RUMBO A MÉXICO
LA ESCUELA MÉDICO MILITAR
UNA RESIDENCIA DE ESTUDIANTES
SACERDOTE ALEGRE Y CORRELÓN
EN LA HACIENDA DE LA GAVIA
UNA RESIDENCIA PARA UNIVERSITARIAS
7. NUEVAS AVENTURAS
RELATO DE UN SUCESO SINGULAR
LA AVENTURA DE MONTEFALCO
EL PROBLEMA DEL AGUA
LOS FRUTOS DE MONTEFALCO
LA CRUZ DE CELEDONIO
FRECUENTES VISITAS A LA VILLA
EL COLEGIO ROMANO DE LA SANTA CRUZ
A CUATRO PATAS
8. EN ROMA Y DESDE ROMA
HOMBRE DE TRES CONTINENTES
SENTIRE CUMECCLESIA
LOS DETALLES DE SAN JOSEMARÍA
ESTAR EN LAS COSAS DE LOS DEMÁS
UNA LABOR SOCIAL EN EL TIBURTINO
9. RETORNO A MÉXICO
TRABAJAR SIN DESCANSO
ERES UN TOZUDO
TOMA DE DECISIONES
PRECAVIDO, CONCIENZUDO Y AUDAZ EN EL TRABAJO
DIOS Y AUDACIA
LAS COSAS PEQUEÑAS
EXIGIR POR AMOR
10. SAN JOSEMARÍA EN MÉXICO
PREPARATIVOS
LLEGADA Y PRIMERA MISA
NOVENA A LA VIRGEN DE GUADALUPE
RECUERDOS DE FAMILIA
DE MARTA, NI GOLPE
EN MONTEFALCO: EXTRAÑAS PERIPECIAS
EN JALTEPEC: NUEVOS IMPREVISTOS
ASÍ QUISIERA MORIR
DOS MOMENTOS ENTRAÑABLES
LECCIONES DE AMOR EUCARÍSTICO
UNA PETICIÓN HUMILDE
DESPEDIDA EN LA VILLA
Otras despedidas
11. ÚLTIMOS AÑOS Y FALLECIMIENTO
VIDA DE ORACIÓN
FIDELIDAD AL CARISMA DEL FUNDADOR
CARÁCTER FUERTE
PROBLEMAS DE SALUD
CERCANÍA DEL PRELADO
SENTIDO DEL HUMOR
CARIDAD Y CARIÑO HACIA LOS DEMÁS
VULTUM TUUM, DOMINE, REQUIRAM
DESPEDIDA DE SU HERMANO JOSÉ MARÍA YÚLTIMA MISA
DEBEMUR MORTI NOS NOSTRAQUE
ABRAZO CON DIOS
EXEQUIAS Y SEPELIO
ARCHIVO FOTOGRÁFICO
AUTOR
ABREVIATURAS
AGP
Archivo General de la Prelatura del Opus Dei
cit.
escrito citado
op. cit.
obra citada
SetD
Studia et Documenta, Revista del Instituto Histórico San Josemaría Escrivá
PRÓLOGO
NO DIRÉ, COMO CERVANTES, en el prólogo a su obra maestra, que «muchas veces tomé la pluma para escribille, y muchas la dejé, por no saber lo que escribiría; (...) con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete, y la mano en la mejilla, pensando lo que diría...». Además de que ya no hay plumas que llevarse a la oreja, sólo pretendo poner al corriente, al «desocupado» o bien ocupado lector, de algunos antecedentes acerca del protagonista de estas páginas.
Pedro Casciaro Ramírez —a quien todos llamaban sencillamente “don Pedro”— fue de los primeros que siguieron a san Josemaría Escrivá[1] en el Opus Dei[2]. ¿Qué lugar ocupó entre aquellos primeros? ¿Qué responsabilidades o cargos desempeñó? En esta semblanza se encontrará la respuesta a estas cuestiones. Pero, en realidad, la pregunta que nos interesa, la que llega a la sustancia de la personalidad de Pedro y a la raíz de sus acciones, es cómo respondió a la llamada de Dios, cada jornada, para hacer su voluntad.
A este respecto, podemos citar unas reflexiones de Pedro tras la muerte del fundador del Opus Dei. En su escrito menciona dos entrevistas a san Josemaría, publicadas en Le Figaro y Time, en 1966 y en 1967[3]:
Una de esas respuestas de Mons. Escrivá de Balaguer me trajo a la memoria algo que él me dijo, treinta años atrás, y que vino a confirmar que su predicación fue siempre que «la santidad no es cosa para privilegiados»[4], y también que nunca, desde los primeros años de la Fundación, dio importancia a las estadísticas: «En una asociación que tenga una finalidad terrena, es lógico publicar estadísticas ostentosas sobre el número, condición y cualidades de los socios, y así suelen hacerlo de hecho las organizaciones que buscan un prestigio temporal, pero ese modo de obrar, cuando se busca la santificación de las almas, favorece la soberbia colectiva: y Cristo quiere la humildad de cada uno de los cristianos y de los cristianos todos»[5] (...).
En efecto, en una de las primeras charlas de dirección espiritual que tuve con el Padre[6] en 1936, le pregunté cuántos socios[7] éramos en total y, en consecuencia, qué lugar de antigüedad vendría yo a ocupar en la Obra. El Padre debió percibir inmediatamente la falta de humildad que encerraba mi pregunta, y su respuesta, más que desconcertarme, me impresionó. «Yo me he encontrado —vino a decirme, porque no pretendo recordar ahora sus palabras textuales—, he conocido íntimamente y he dirigido a muchas almas de enfermos graves e incurables en mis andanzas por los hospitales de Madrid. Algunos —hombres y mujeres— han entendido perfectamente lo que se propone la Obra de Dios. Unos han ofrecido sus dolores y su muerte para que salga adelante; otros, no sólo han ofrecido esos sufrimientos, sino que han querido ofrecerse ellos mismos al Señor, ese poco de vida terrena que aún les quedaba: y yo los he recibido en la Obra» (...).
Después de oír esas palabras, me quedé sin saber cuántos éramos o habíamos sido, sin importarme, además, qué número de antigüedad haría yo en la Obra, pero, sobre todo, comencé a entender algo que el Padre expresó en una de esas entrevistas a los periodistas: «Me pregunta usted por hitos. Para mí, es un hito fundamental en la Obra cualquier momento, cualquier instante en el que, a través del Opus Dei, algún alma se acerca a Dios, haciéndose así más hermano de sus hermanos los hombres»[8], [9].
Pedro nació en Murcia, España, el 16 de abril de 1915. A los 16 años se graduó en el bachillerato con las máximas calificaciones y se trasladó a Madrid, para estudiar las carreras de Matemáticas y de Arquitectura. En enero de 1935 conoció a san Josemaría, y el 20 de noviembre de ese mismo año pidió la admisión en el Opus Dei. Con el estallido de la guerra civil española, en julio de 1936, tuvo que afrontar numerosas dificultades y peligros: pasó hambre, con frecuencia estuvo incomunicado, tuvo que desertar, esconderse largo tiempo y escapar por las montañas; corrió riesgo de ser arrestado y fusilado... Su trato con san Josemaría en estas peripecias y en los meses posteriores a la fuga, fueron determinantes en su biografía.
Al finalizar la contienda, en 1939, pudo concluir los estudios de Matemáticas. Después se matriculó en los cursos de doctorado, trabajó como profesor de nivel medio y superior, dirigió residencias para estudiantes universitarios, promovidas por el Opus Dei, en Valencia, en Madrid y en Bilbao; y se ocupó de la instalación y puesta en marcha de varios centros de la Obra[10] en esas ciudades, para el impulso del apostolado. En junio de 1946 obtuvo el doctorado en Ciencias Exactas. En septiembre de ese mismo año recibió la ordenación sacerdotal en Madrid, para la que ya se estaba preparando desde tiempo antes. Posteriormente, desempeñó una intensa labor pastoral y colaboró con el fundador en la dirección del Opus Dei, como secretario general[11].
En 1948, por encargo de san Josemaría, viajó a América para visitar a varios arzobispos y obispos que deseaban que el Opus Dei trabajara en sus diócesis. Seis meses duró aquel periplo desde Canadá hasta Argentina y Chile. Poco después, el fundador le confió el comienzo de la labor de la Obra en México. Y así, el 18 de enero de 1949 llegó a Veracruz, y el 19 por la noche a la Ciudad de México. Pedro llevó a cabo una gran actividad en esta nación. Este primer período en la República Mexicana se prolongó hasta 1958.
En octubre de ese año san Josemaría le comunicó que lo necesitaba en Roma. Así se abre paso la etapa italiana, que duró ocho años. En la ciudad eterna trabajó junto al fundador como procurador general[12] del Opus Dei y como delegado regional[13] en Italia. Intervino también en el desarrollo de iniciativas en Kenia y en otros países de África.
En 1966 regresó definitivamente a México. En los primeros seis años fue consiliario regional[14] e impulsó importantes proyectos en bien de las almas y para la promoción social. Los siguientes veintitrés, última etapa de su vida, continuó rezando y trabajando sacerdotalmente, como siempre, pero sin cargo alguno de gobierno. Murió en Ciudad de México el 23 de marzo de 1995, poco antes de cumplir ochenta años.
* * *
Mi primer recuerdo de Pedro Casciaro se remonta a 1960 o 1961. Yo vivía en un centro del Opus Dei, en la calle Diego de León, en Madrid. Don Pedro vino allí una tarde para ver una película con los que vivíamos en aquella casa. No me imaginaba entonces que pocos años después nuestras vidas iban a seguir cauces tan cercanos. Quiso la Providencia que, en 1965 —por deseo de san Josemaría, asumido gozosamente—, llegara yo a esta Patria mexicana. Ya cumplí, pues, 50 años cerca de la Virgen de Guadalupe, bastantes más de los que viví en la vieja España.
Viene a cuento esta breve referencia personal, para dar razón de mi intento de escribir sobre Mons. Pedro Casciaro Ramírez. En efecto, la segunda venida de Pedro a México tuvo lugar un año después de mi llegada. Desde entonces hasta su muerte, en 1995, nuestra convivencia —afortunadamente para mí— fue continua, de una u otra forma. En algunas temporadas me cupo la suerte de colaborar y aprender de él en nuestra tarea en la Comisión Regional[15]; en otras, aun sin compartir la misma casa, disfruté de una relación estrecha y frecuente con él.
* * *
Para conocer la vida de Pedro Casciaro, contamos ya con dos obras publicadas. La primera —Soñad y os quedaréis cortos[16]— fue escrita por él mismo para relatar sus recuerdos sobre san Josemaría. La segunda es de Víctor Cano Sordo y lleva por título: Don Pedro Casciaro, breve historia de un “pobre cura de ultramar”[17].
José Carlos Martín de la Hoz ha publicado un estudio en la revista Studia et Documenta, del Istituto Storico San Josemaría Escrivá[18]. También se puede recabar información en el Diccionario de San Josemaría Escrivá de Balaguer[19] y en las referencias existentes en muchos libros relacionados con san Josemaría y con los inicios del Opus Dei. Entre esas publicaciones, destaca la de José María Casciaro Ramírez, hermano menor de Pedro[20].
La presente obra se presenta, por tanto, con carácter complementario. Además de la bibliografía publicada hasta ahora, he podido acceder a fuentes inéditas de gran interés: la primera y principal, los recuerdos de don Pedro sobre el fundador del Opus Dei[21]; en segundo lugar, su archivo personal, formado por los guiones manuscritos de sus meditaciones —que no suelen llevar título ni fecha, por lo que aquí se citarán simplemente como “guion de una meditación”—, muchas veces utilizados en su predicación, su epistolario, sus apuntes personales y diarios; y, en tercer lugar, numerosos testimonios escritos de personas que trataron a Pedro de modo directo y frecuente, en España, en México y en Italia, en las diferentes etapas de su vida[22].
Agradezco a José Carlos Martín de la Hoz su colaboración en este trabajo y los datos biográficos de Pedro que me ha facilitado.
[1] San Josemaría Escrivá de Balaguer (1902-1975), fundador del Opus Dei. Cfr. A. VÁZQUEZDE PRADA, El Fundador del Opus Dei, 3 vols., Rialp, Madrid (vol. I, 1.ª ed., 1997; vol. II, 2.ª ed., diciembre 2002; vol. III, 1.ª ed., 2003). Una semblanza reciente es la de M. DOLZ, San Josemaría Escrivá de Balaguer. Mi madre la Iglesia, Edibesa, Madrid 2010, 399 pp. Más bibliografía en J. M. FERNÁNDEZ MONTES — O. DÍAZ HERNÁNDEZ — F. M. REQUENA, Bibliografía general de Josemaría Escrivá de Balaguer: obras de san Josemaría, en SetD 1 (2007), pp. 425-506.
[2] El Opus Dei es una prelatura personal, con estatutos propios, de ámbito universal, perteneciente a la organización pastoral y jerárquica de la Iglesia. Está constituida por sacerdotes y seglares, bajo el régimen de su propio prelado. El Opus Dei comprende también la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, como asociación de clérigos intrínseca e inseparable de la prelatura. Opus Dei significa “Obra de Dios”; suele llamarse familiarmente “la Obra”. Su misión es promover la santidad y el ejercicio del apostolado en medio del mundo, a través del trabajo profesional y de las demás circunstancias de la vida ordinaria.
[3] Cfr. J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, edición crítico-histórica preparada por J. L. Illanes — A. MÉNDIZ, Rialp, Madrid 2012, nn. 24-47 (en adelante: J. Escrivá de Balaguer, Conversaciones).
[4]Ibid., nn. 26, 34.
[5]Ibid., n. 40.
[6] Se refiere a san Josemaría, a quien los fieles del Opus Dei y otras muchas personas suelen llamar «Padre» o «nuestro Padre».
[7]Pedro Casciaro escribió este texto en 1975, cuando el Opus Dei aún no había llegado a su configuración jurídica definitiva, como prelatura personal. Concluido, en 1982, su proceso de configuración jurídica, el vocablo «socios» ha podido ser abandonado y sustituido por el de «miembros» o, con más precisión, por el de «fieles» (cfr. A. DE FUENMAYOR — V. GÓMEZ-IGLESIAS — J. L. ILLANES, El itinerario jurídico del Opus Dei. Historia y defensa de un carisma, Eunsa, Pamplona 1989, pp. 314-338; ver también V. GÓMEZ-IGLESIAS, El proyecto de prelatura personal para el Opus Dei en los primeros años sesenta, en E. BAURA [ed.], Estudios sobre la prelatura del Opus Dei, Eunsa, Pamplona 2009, pp. 149-154).
[8]J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Conversaciones, n. 32.
[9] Testimonio de Pedro Casciaro, 7 de agosto de 1975, pp. 1-3 (AGP, serie A.5, 203-3-3).
[10]Los «centros» de la Obra son las entidades morales que se ocupan de organizar los medios de formación y la atención pastoral de los fieles del Opus Dei, cooperadores y amigos. También se suele llamar «centros» a las sedes materiales donde se desarrollan esas actividades.
[11]En la configuración jurídica actual del Opus Dei como prelatura, ese cargo equivaldría al de vicario general.
[12]Como procurador general, se ocupó de representar a la Obra ante la Santa Sede.
[13]Como delegado para la región de Italia, colaboró en la dirección del Opus Dei en esa nación.
[14]El consiliario o vicario regional hace las veces del Prelado en una región, es decir, en una de las circunscripciones territoriales en que se estructura el Opus Dei, que suelen coincidir con los países.
[15]Consejo que ayuda al consiliario o vicario regional en la dirección de la sección de varones, en la circunscripción respectiva. La Asesoría Regional ejerce la misma función para la sección de mujeres.
[16]P. CASCIARO RAMÍREZ, Soñad y os quedaréis cortos, Minos Tercer Milenio, 2.ª edición, México 2011, 310 pp. (en lo sucesivo, se citará así: P. Casciaro, Soñad y os quedaréis cortos).
[17]V. CANO SORDO, Don Pedro Casciaro. Breve historia de “un pobre cura de ultramar”, Minos, México 2008, 141 pp.
[18]J. C. MARTÍN DE LA HOZ, Mons. Pedro Casciaro Ramírez (1915-1995), en SetD 10 (2016), pp. 97-140 (en adelante: J. C. Martín de la Hoz, Mons. Pedro Casciaro Ramírez).
[19]R. Pereira Somoza, Pedro Casciaro Ramírez, en J. L. ILLANES (ed.), Diccionario de San Josemaría Escrivá de Balaguer, Istituto Stórico San Josemaría Escrivá, Monte Carmelo, Burgos 2013, pp. 212-213.
[20]J. M. CASCIARO RAMÍREZ, Vale la pena. Tres años cerca del Fundador del Opus Dei: 1939-1942, Rialp, Madrid 1998, 222 pp. (en lo sucesivo: J. M. Casciaro, Vale la pena).
[21]Testimonio de Pedro Casciarosobre Josemaría Escrivá de Balaguer. Son más de cincuenta escritos, fechados entre junio de 1975 y junio de 1992. En total son 550 folios y 11 cuartillas mecanografiadas por una sola cara, y una cuartilla manuscrita. La mayoría se conservan en AGP, serie A.5, carpetas 203-2 y 203-3; en cambio, algunos se encuentran en la sede de la Comisión Regional de la Prelatura del Opus Dei en México. Estos últimos se citarán señalando solo el nombre, la fecha y la página.
[22] Los originales de los documentos de este archivo personal y de los testimonios se conservan en la sede de la Comisión Regional de la Prelatura del Opus Dei en México. Se citarán anotando en primer lugar el nombre, después la fecha —siempre el año; el día y mes cuando conste— y finalmente la página (p. ej., Testimonio de N., 15 de abril de 1994, p. 36).
ADVERTENCIA
EN SEPTIEMBRE DE 2016, EL AUTOR me pidió que revisara el manuscrito de esta semblanza y aportara los cambios que estimara oportunos. Mientras me dedicaba a esta tarea, Rafael cumplió sus días en la tierra, pues falleció el 18 de diciembre de 2016, a la edad de ochenta y cuatro años. En esa circunstancia, pensé que lo mejor era completar el trabajo iniciado, como era su deseo, para que este escrito pudiera salir algún día a la luz. Por este motivo, se publica esta obra suya en una fecha posterior a su muerte.
En este tiempo, he revisado a fondo el texto, realizando algunos cambios en la redacción y en el contenido, aunque procurando respetar el estilo del autor y el material que había recogido. Doy las gracias a Rafael por haberme brindado esta oportunidad, que me ha permitido conocer mejor la figura de Pedro Casciaro, admirar sus cualidades —sobre todo su fe y su audacia— y alegrarme con sus ocurrencias y su brillante sentido del humor.
ÁLVARO VILLALOBOS SÁNCHEZ
Roma, 13 de mayo de 2018
1.
INFANCIA Y JUVENTUD
SUS PADRES
La madre de Pedro se llamaba Emilia Ramírez Pastor. Había nacido en Madrid el 22 de febrero de 1892. Era hija de Diego Ramírez Berguillo y de Emilia Pastor Pertegaz. Diego consiguió plaza como maestro en Torrevieja, una localidad de la provincia de Alicante. Los Ramírez Pastor «eran una familia modesta y muy religiosos»[1].
Emilia «era la mayor de tres hermanos», «mujer piadosa, dotada de amplia cultura y de fina sensibilidad»[2]. Conoció a Pedro Casciaro Parodi —su futuro marido— siendo aún niña, en Torrevieja, porque los Casciaro Parodi solían pasar allí los veranos, en la finca familiar Los Hoyos. Emilia se distinguió por estar siempre «muy enamorada de su marido»[3].
Este había nacido en Cartagena el 24 de marzo de 1889, hijo de Julio Casciaro Boracino y Soledad Parodi Boracino. «Pertenecía a una familia de origen inglés e italiano, afincada en Cartagena»[4], «con ideas liberales y republicanas, de buena posición económica y no muy practicantes»[5] de la fe cristiana.
Pedro Casciaro Parodi fue un apasionado historiador, interesado por la historia del arte y la arqueología. Trabajó en la Universidad de Murcia, hasta que ganó la cátedra de Filosofía y Letras del Instituto de Enseñanza Media de Albacete. En esa ciudad manchega desarrolló una amplia actividad profesional: fue vicedirector y director del Instituto, y director de la Escuela del Trabajo; dirigió importantes excavaciones arqueológicas en el municipio de Hellín; y fue el primer director y organizador del Museo Provincial de Albacete. En 1928 fue nombrado miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia[6].
DE MURCIA A ALBACETE
Situada en el sudeste de la península ibérica, Murcia es el centro de la comarca natural de la Huerta de Murcia, célebre por su tierra fértil. A principios del siglo XX su economía se basaba fundamentalmente en la producción agrícola de frutas y hortalizas, y en su exportación comercial. La ciudad está emplazada a orillas del río Segura y a cuarenta kilómetros del Mediterráneo, en línea recta.
Emilia Ramírez y Pedro Casciaro Parodi se casaron en Torrevieja el 20 de julio de 1914 y se instalaron en Murcia, donde Pedro era profesor del Instituto de Enseñanza Media y de la Facultad de Filosofía y Letras.
El 16 de abril de 1915 nació su primer hijo, Pedro, que fue bautizado a los nueve días en la parroquia de Santa Eulalia. Los siguientes diez años vivió en su ciudad natal, bajo la mirada atenta de sus padres. Realizó los primeros estudios en el Liceo de Murcia.
Tuvo dos hermanos: María de la Soledad y José María. María de la Soledad nació el 22 de mayo de 1919, pero falleció a los pocos meses, de modo repentino. José María[7] nació el 1 de noviembre de 1923, cuando Pedro había cumplido ocho años y medio. A pesar de la diferencia de edad, siempre estuvieron muy unidos[8].
«En septiembre de 1922, su padre había tomado posesión de la plaza de catedrático del Instituto de Albacete, a la vez que continuaba con su dedicación a la Universidad de Murcia y sus investigaciones arqueológicas, manteniendo el domicilio en Murcia. Aunque la distancia entre Murcia y Albacete es de ciento cuarenta y ocho kilómetros, para aquella época significaba mucho tiempo en desplazamientos»[9].
En septiembre de 1925, cuando Pedro tenía diez años, la familia se trasladó a Albacete para que él pudiera cursar allí el bachillerato. Los años de Pedro en Albacete quedaron marcados por el Instituto de Enseñanza Media, donde trabajaba su padre, y por las frecuentes visitas al Museo Provincial. Esto propició que prendieran en él, desde muy joven, la afición a la historia y una extraordinaria sensibilidad artística.
Como estudiante obtuvo las mejores calificaciones. En junio de 1930, a los 15 años, se presentó al examen de bachillerato en letras y logró la máxima nota. No contento con eso, en el curso siguiente se matriculó de las asignaturas correspondientes a la rama de ciencias y, en junio de 1931, se graduó en el bachillerato de ciencias con sobresaliente[10].
Gracias a la educación que recibía en casa y a las responsabilidades que se le confiaban, alcanzó prontamente un buen grado de madurez. Su hermano José María nos ha transmitido varios episodios sorprendentes de su adolescencia:
Tendría Pedro unos trece años cuando mi abuelo Julio le encargó el seguimiento, digamos logístico, del transporte de un numeroso lote de excelentes cerdos, que había comprado (el abuelo) en Extremadura. Estamos hacia 1928. En aquel entonces el traslado en camión debió de presentar serias dificultades técnicas y se hizo por tren. Por la distancia (quizás unos 600 kilómetros) había que hacer varios transbordos. En alguno de ellos la cosa se complicó. Cuando Pedro hizo las gestiones pertinentes con un jefe de estación, éste se negó a considerarle como interlocutor válido, por ser todavía un niño. Pedro sacó entonces sus recursos de energía y decisión, además de los papeles correspondientes, y el escrito del abuelo Julio autorizándole y encargándole de la operación. Ante la firmeza y el desparpajo del niño, el jefe de estación terminó por acceder a la gestión. Cuando Pedro se despedía, aquel hombre se quedó mostrando su mayúscula admiración[11].
Por aquellas fechas ocurrió otro suceso parecido:
El abuelo Julio era propietario del Balneario de San Pedro, en Cartagena. Estaba situado entre el barrio de Santa Lucía y la escollera del puerto (...). Había destinado los beneficios de ese negocio para los gastos domésticos de la casa de Los Hoyos, en Torrevieja, de modo que el administrador del Balneario debía rendir cuentas y liquidación a mi abuela Soledad. Pues resulta que dicho administrador llevaba una temporada sin cumplir debidamente con su oficio, por más que le mandara las correspondientes reclamaciones. Hasta que un día, la abuela Soledad decidió enviar al nieto a hacer una visita de inspección al Balneario y reclamar las ganancias, provisto de un escrito con su autorización y mandato. Pedro fue al Balneario, se entrevistó con el administrador, le obligó a mostrar cuentas, las revisó exhaustivamente y le recogió los fondos que había en la Caja del negocio (…). Se comprende el prestigio que alcanzó ante los abuelos y que, en la larguísima mesa del comedor, le adjudicaran su asiento a la derecha del abuelo, con la excusa de que era el nieto mayor[12].
A quienes convivimos con él, años más tarde, no nos extraña el desparpajo y la desenvoltura de aquel niño de trece años, porque comprendemos que, ya entonces, empezaba a dar señales del temple y la determinación que demostró después.
El 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República Española. Pedro estaba a punto de cumplir los 16 años y estaba preparándose para el examen de bachillerato en ciencias. En su casa se vivió aquel acontecimiento con intensidad porque «su padre, en los últimos años de la dictadura de Primo de Rivera, había decidido afiliarse a Acción Republicana, el partido de Manuel Azaña, en el que vertió sus inquietudes democráticas y sociales». De hecho, «en las elecciones municipales» de esa fecha «resultó elegido concejal de Albacete»[13].
Pedro compartía los planteamientos liberales de su padre. También había sido educado por su madre en los rudimentos de la fe, aunque adolecía de una formación religiosa un tanto superficial: su vida de piedad era escasa, pues consistía básicamente en acompañar a su madre a Misa los domingos.
MADRID
En octubre de 1931, Pedro se trasladó a Madrid porque deseaba estudiar la carrera de arquitectura. Esta elección se adecuaba muy bien a sus talentos y aficiones: estaba dotado de sensibilidad artística y de genio creativo, conocía bien la historia del arte y dominaba las matemáticas y la física. Su primer objetivo era superar los exámenes de ingreso en la Escuela Especial de Arquitectura. Para poder presentarse a esas pruebas, el plan de estudios exigía que los candidatos hubieran aprobado las materias de los dos primeros años de la licenciatura en matemáticas.
El ambiente que encontró en la capital española era de gran efervescencia política. Tras la instauración de la Segunda República, se celebraron elecciones generales con el fin de formar las cortes que redactarían una nueva constitución[14].
Pedro se instaló en El Sari, un pequeño hotel situado en la céntrica calle de Arenal, muy cerca de la Puerta del Sol. Era un lugar estratégico por su proximidad al Madrid de los Austrias, a la Gran Vía y al Palacio Real. Cada día, a primera hora de la mañana, se desplazaba desde allí a la Facultad de Ciencias, situada en la calle San Bernardo, donde asistía a las clases. Por las tardes, solía acudir a una academia que regentaba el pintor José Ramón Zaragoza, para preparar las asignaturas de dibujo, y también dedicaba unas horas al estudio. No faltaban los paseos por el centro de la ciudad, sobre todo los fines de semana[15]. Más tarde se trasladará a una pensión de la calle Castelló, sita en el número 45, 4.º izquierda.
Entre los primeros amigos que hizo, estaban Ignacio de Landecho[16] y Francisco Botella[17], compañeros de clases de ingreso en Arquitectura y en la Facultad de Ciencias. Con ellos compartía muchas horas de estudio, de aprendizaje del dibujo y de técnicas de composición, y ratos de ocio[18]. También era muy amigo de Agustín Thomás Moreno[19], un antiguo compañero del Instituto de Albacete, que hacía la carrera de Derecho.
LA ACADEMIA DYA
Por entonces Josemaría Escrivá —un joven sacerdote de 29 años— realizaba una amplia labor en la capital, con personas de diferentes edades y condiciones sociales. En 1928 había fundado, por inspiración divina, el Opus Dei: un camino de santidad y de apostolado en el propio estado y condición de vida, en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios. En aquellos años su trabajo pastoral con jóvenes estaba centrado en la Academia DYA[20], que en septiembre de 1934 se trasladó —ampliada a residencia de estudiantes— al número 50 de la calle Ferraz[21]. En DYA se impartían clases de Derecho y Arquitectura, y se realizaba una intensa labor de formación cristiana con universitarios y con jóvenes profesionales[22].
Agustín Thomás Moreno iba con frecuencia a DYA para tener conversaciones de dirección espiritual con don Josemaría. Había invitado repetidas veces a su amigo de la infancia, Pedro Casciaro, a conocer a ese santo sacerdote, pero lo único que obtenía eran continuas negativas. Pedro declinaba una y otra vez la invitación hasta que, por fin, en enero de 1935, la aceptó, más bien movido por la curiosidad que por verdadero interés[23].
El primer encuentro con don Josemaría se grabó para siempre en su memoria. Quedó impresionado por sus cualidades: sobre todo por su piedad y su cultura, pero también por su trato cordial, sencillo y lleno de naturalidad, que lo movió enseguida a tenerle confianza y respeto. Al terminar la conversación, le pidió que fuese su director espiritual. Nunca había tenido uno, ni sabía muy bien qué era, pero deseaba hablar más veces con él[24].
De esta manera, Pedro empezó a acudir con frecuencia a la residencia de estudiantes de la calle Ferraz. Josemaría Escrivá, en las sucesivas conversaciones, le fue enseñando a tener un trato personal con Jesús, a vivir en presencia de Dios, a convertir el estudio en oración, a descubrir en las circunstancias ordinarias ocasiones para ofrecer pequeños sacrificios al Señor, etc.
Pedro poseía una memoria fotográfica proverbial y recordaba bien los detalles. Don Josemaría lo recibía en una pequeña oficina, contigua al oratorio: era el despacho del director de la residencia. Como no había habitaciones libres, en las tardes el director —Ricardo Fernández Vallespín[25]— se iba a otro lugar de la casa y el sacerdote —a quien solían llamar familiarmente Padre— utilizaba aquella oficina para atender espiritualmente a las personas que iban a verle, que eran numerosas, sobre todo jóvenes estudiantes.
Don Josemaría, en aquellas entrevistas de dirección espiritual, lo dejaba hablar y lo escuchaba con mucha atención, sin interrumpirlo. Le preguntaba por sus padres, por sus estudios y por su lucha interior de la última semana. Al final hablaba él, para darle los consejos oportunos.
EL ORATORIO DE LA RESIDENCIA
Un día de marzo de 1935 la conversación se desarrolló de modo distinto: don Josemaría habló desde el principio. Su alegría contagiosa, su optimismo y su buen humor parecieron a Pedro mayores de lo habitual: estaba gozoso, radiante. La causa era que el obispo de Madrid, Mons. Leopoldo Eijo y Garay[26], había concedido autorización para reservar el Santísimo Sacramento en el oratorio de la residencia.
Pedro no entendía muy bien todo lo que esto suponía, porque no estaba al corriente de los ordenamientos canónicos vigentes acerca de la reserva eucarística. Pero le parecía que el obispo podía haber dado antes aquel permiso, pues le constaba cómo se vivía la fe en DYA y veía en el Padre un sacerdote santo, inteligente y piadoso, plenamente merecedor de que se depositara en él esa confianza.
No expuso al Padre esas consideraciones, pero sí le hizo preguntas propias de quien no está muy al corriente de estas cuestiones: si el Santísimo se quedaba también por las noches en las iglesias y cuánto tiempo podía quedarse solo el Señor, porque había visto que a veces en los templos no había nadie. El sacerdote fue contestando a sus preguntas, dándole una lección de fe y de amor a la Eucaristía, que lo impulsó a tener más devoción a Jesús sacramentado. Varias ideas de aquella conversación las encontraría más adelante en Camino:
No seas tan ciego o tan atolondrado que dejes de meterte dentro de cada Sagrario cuando divises los muros o torres de las casas del Señor. —Él te espera.
¿No te alegra si has descubierto en tu camino habitual por las calles de la urbe ¡otro Sagrario!?
Humildad de Jesús: en Belén, en Nazaret, en el Calvario... —Pero más humillación y más anonadamiento en la Hostia Santísima: más que en el establo, y que en Nazaret y que en la Cruz. Por eso, ¡qué obligado estoy a amar la Misa! (“Nuestra” Misa, Jesús...).
No dejes la visita al Santísimo. —Luego de la oración vocal que acostumbres, di a Jesús, realmente presente en el Sagrario, las preocupaciones de la jornada. —Y tendrás luces y ánimo para tu vida de cristiano[27].
Don Josemaría le habló también del nuevo sagrario y le transmitió, emocionado, este anhelo: «El Señor jamás deberá sentirse aquí solo y olvidado; si en algunas iglesias a veces lo está, en esta casa donde viven tantos estudiantes y que frecuenta tanta gente joven, se sentirá contento rodeado por la piedad de todos, acompañado por todos. Tú ayúdame a hacerle compañía...»[28].
El joven aspirante a arquitecto quedó profundamente conmovido al palpar la devoción del Padre a Jesús eucarístico y decidió tomar una resolución: como la Escuela de Arquitectura quedaba relativamente cerca de la academia DYA, «me comprometí gustoso a ir tantas veces como pudiera para hacer un poco de oración delante del Sagrario, y también a comenzar la costumbre de “asaltar” Sagrarios»[29]. Seguramente fue ese el día —según contaba después— en que san Josemaría le enseñó la oración de la comunión espiritual, que desde entonces recitó a menudo[30].
Las palabras de aquel joven sacerdote tuvieron una eficacia insospechada. A la vuelta de los años, Pedro comentaba que, muchas veces, cuando releía las homilías del Padre sobre la Eucaristía o escuchaba su catequesis, cuando estuvo en México, le venía a la memoria la primera vez que lo oyó hablar de la maravilla del amor de Cristo de haber querido permanecer entre los hombres, en todos los sagrarios del mundo[31].
Con el tiempo, Pedro fue profundizando en la devoción de san Josemaría a Jesús sacramentado y pudo comprender mejor su inmenso gozo cuando el obispo le concedió aquella autorización. Daba gracias a Dios por esa gran lección, por haberle confiado esa noticia y por haberla vivido tan de cerca: el primer sagrario de un centro del Opus Dei.
LOS CÍRCULOS DE SAN RAFAEL[32]
Después de esa conversación, comenzó a asistir a los círculos o clases de doctrina cristiana que impartía don Josemaría. Quienes lo escuchaban, notaban que amaba a Dios de veras, con pasión de enamorado, y que portaba en su corazón el deseo ardiente de acercar al Señor muchas almas. Pedro recordaba: «El Padre aludía con frecuencia, en aquellas charlas, al fuego del amor de Dios: nos decía que teníamos que pegar este fuego a todas las almas con nuestro ejemplo y nuestra palabra, sin respetos humanos; y nos preguntaba si tendríamos entre nuestros amigos algunos que pudieran entender la labor de formación que se llevaba a cabo en la residencia»[33].
En los meses siguientes, Pedro llevó a la academia de Ferraz a cuatro o cinco amigos de la Escuela de Arquitectura, entre ellos, a Ignacio de Landecho. «Desde que, como un provinciano despistado, aparecí en 1932 en la Facultad de Ciencias de la calle de San Bernardo —recordaba Casciaro—, Ignacio de Landecho y yo nos hicimos buenos amigos»[34]. Como hemos anticipado, ambos coincidían en la universidad y en las clases de dibujo del pintor José Ramón Zaragoza. Estudiaban por las noches en el cuarto de Pedro, en la pensión de la calle de Arenal. Iban juntos a las aulas de la facultad y a la Academia Górriz.
Eran amigos de verdad y, como tales, compartían confidencias y sucesos. Pedro ya le había hablado de don Josemaría y de la Academia DYA. Posteriormente lo invitó a ver la residencia. Ignacio accedió, conoció el ambiente de aquella casa y comenzó a asistir a los círculos que daba el Padre. En poco tiempo tomó mucho cariño a la Obra[35].
UN ABRIGO MUY ELEGANTE