Promesas poderosas para toda mujer - Elizabeth George - E-Book

Promesas poderosas para toda mujer E-Book

Elizabeth George

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Beschreibung

Fortaleza...Guía... Esperanza... Consuelo...y mucho más. ¿Le gustaría conocer estas 12 verdades y verlas convertidas en realidad en su vida? Únase a Elizabeth George en esta productiva jornada a traves del Salmo 23 y conviértase en una mujer cuya vida diaria es energizada por los forfiticantes promesas de Dios.

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PROMESAS PODEROSAS PARA TODA MUJER

©2004 por Editorial Patmos

Miami, Florida, EE.UU.

Todos los derechos reservados

Originalmente publicado en inglés con el título

Powerful Promises for Every Woman

Publicado por Harvest House Publishers, Eugene, Oregon

© 2000 Elizabeth George

Traducción: Silvia Cudich

Conversión a libro electrónico: Cumbuca Studio

ISBN: 978-1-64691-194-3

Gracias a ti, Jim George,

mi esposo y amigo,

por tu ayuda, sugerencias,

y guía a lo largo de este proyecto.

Contenido

Las promesas de Dios para usted

1. La Promesa de Dios de Cuidado

2. La promesa de Dios de provisión

3. La promesa de Dios de Descanso

4. La promesa de Dios de Paz

5. La promesa de Dios de sanidad

6. La promesa de Dios de Guía

7. La promesa de Dios de presencia

8. La promesa de Dios de Aliento

9. La promesa de Dios de Amistad

10. La promesa de Dios de Protección

11. La promesa de Dios de Esperanza

12. La promesa de Dios de Un Hogar

Una reflexión final sobre las promesas de Dios

Notas

Bibiografía

Una invitación a...

Que su vida cambie para siempre

¿Es usted como la mayoría de las mujeres que necesitan fortaleza, dirección, paz, y esperanza a medida que avanza por la vida? ¡Entonces regocíjese! Dios tiene poderosas promesas justo para usted... y este libro resalta 12 de esas promesas. Prepare su corazón para descubrir verdades que le cambian la vida...

• Sobre la persona y el carácter de Dios

• Sobre la fidelidad de Dios con los suyos

• Sobre las 12 promesas que se encuentran en el amado Salmo 23

• Sobre la aplicación momento a momento de estas 12 promesas a los temas— ¡y pruebas!—de su vida diaria.

¡Ciertamente, usted y yo tenemos la bendición de poseer las promesas de Dios que nos ayudarán cada día y con cada problema con el que nos enfrentemos!

La invito también a beneficiarse del suplemento de God ’s Promises for Every Woman Growth and Study Guide. Este práctico volumen la impulsará por el sendero que la llevará a una mejor comprensión de la provisión completa de Dios para usted. Sus ejercicios prácticos son útiles tanto para el estudio individual como para el estudio en grupo y para las mujeres de todas las edades, ya sean casadas o solteras.

Es mi deseo que el siguiente testimonio, dado por el rey Salomón, se convierta en una verdad para usted como hija de Dios:

No ha dejado de cumplir ni una sola

de las gratas promesas que hizo

(1 Reyes 8.56).

Las promesas de Dios para usted

Como pastor apacentará su rebaño.

ISAÍAS 40.11 RVR60

Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas.

JUAN 10.11

Podemos dar gracias a Dios, nuestro Pastor, que

Sus cuidados son incesantes,

Su amor es infinito, Su guía nunca falla, y

Su presencia es eterna.

Elizabeth George

Cada vez que pienso en el Salmo 23, el Salmo del Pastor, me veo al instante transportada a una vi sita que realicé a Oklahoma. Me encontraba allí porque mi padre de 92 años, el único que estaba a cargo del cuidado de mi madre (que tenía 86 años, y que sufría la pérdida de la memoria y que se había quedado ciega) se había caído desde una escalera al piso de cemento en el garaje, mientras que estaba guardando los adornos navideños en el altillo. Con mi papá inmovilizado y recuperándose, mis hermanos y yo nos turnábamos para estar allí y ayudarlos.

En uno de mis turnos, durante una noche serena, me encontraba con mis padres en la sala. Papá estaba mirando un partido de fútbol en la televisión, mamá estaba durmiendo una siestita en el sofá, y yo estaba trabajando sobre la mesa del desayuno, preparando mis lecciones sobre el Salmo 23 para el estudio bíblico de mujeres en nuestra iglesia. Al acomodarme en la silla ya antigua, su crujido despertó a mi madre.

“¿Qué fue eso? — exclamó.”

“Soy yo, mamá.”

“¿Quién eres tú?”

“Soy Elizabeth Ann.”

“¿Qué estás haciendo?”

“Estoy estudiando el Salmo 23.”

“¿Y eso qué es?”

“Es el salmo que dice: «El Señor es mi pastor».”

Y entonces, mi querida y dulce mamá, que padecía de la enfermedad de Alzheimer, ¡comenzó a recitar el Salmo 23 de principio a fin en un perfecto inglés digno de la mejor traducción disponible!

El SEÑOR es mi pastor, nada me falta;

En verdes pastos me hace descansar.

Junto a tranquilas aguas me conduce;

Me infunde nuevas fuerzas.

Me guía por sendas de justicia

Por amor a su nombre.

Aun si voy por valles tenebrosos,

No temo peligro alguno

Porque tú estás a mi lado;

Tu vara de pastor me reconforta.

Dispones ante mí un banquete

En presencia de mis enemigos.

Has ungido con perfume mi cabeza;

Has llenado mi copa a rebosar.

La bondad y el amor me seguirán

Todos los días de mi vida;

Y en la casa del SEÑOR habitaré para siempre.

¡Yo estaba tan sorprendida! Imagínense a mi pequeña madre (1,40 m era todo lo que quedaba de ella), ya anciana (86 años), que se había despertado sobresaltado por un ruido, desorientada, sin poder ver nada, y víctima de la demencia senil; y sin embargo, desde su corazón, profundamente guardado allí desde su infancia en otras épocas, brota la elegante simplicidad del Salmo del Pastor.

Luego, después de citar al amado Salmo 23, Mamá pudo, con completa confianza, inclinar su cabeza y... volverse a dormir.

Mis queridas amigas, lo que pude ver en mi madre me demostró lo que las promesas del Salmo 23 le pueden significar a cualquier mujer en cualquier «estación» de su vida. Sé cómo puedo celebrar las verdades simples aunque globales del Salmo 23. Al mismo tiempo, yo pude disfrutar de la enseñanza de esas mismas verdades a mis hijas cuando estaban creciendo. Y sé también cuánto disfrutan ellas cuando se las comunican ahora a sus pequeñitos. Y en esa noche tan especial, junto a mis dulces padres, pude soslayar el alto significado que posee el conocimiento de nuestro Pastor para una persona que está a punto de convertirse en una ciudadana del cielo.

Reflexionando sobre las promesas de Dios

Al comenzar a caminar juntas con el Pastor quisiera hacer una pausa para preguntarles dónde se encuentra vuestra vida en el presente. ¿En qué «estaciones» de la vida se encuentran ustedes?

Primavera - ¿Están al comienzo de la vida? ¿Están saboreando la alegría de un nuevo comienzo y tomando los primeros pasos como cristianas?

Verano - ¿O ya han avanzado con el Señor y llegado al sitio de sabiduría, de un conocimiento floreciente de Aquél con quien andamos por el camino?

Otoño - ¿O acaso vuestra estación es una época magnífica, de ritmo acelerado, que produce gran cantidad de fruto, cosecha, recolección profusa de los beneficios que surgen de un andar íntimo y constante con Dios por un tiempo?

Invierno: ¿O están experimentando el final de aquello que por primera vez no parece tener una nuevo comienzo? ¿Se sienten presionadas a adaptarse a un nuevo sendero que las conduce en una dirección que no habían anticipado ni elegido? ¿Se están aproximando a la siguiente curva en el camino con un cierto temor?

Al escribir hoy estas palabras, ¡me parece como que estuviera caminando por varias estaciones de mi vida al mismo tiempo! En el invierno del dolor y de las pérdidas, mi querido papá falleció (y también lo hizo la madre de mi esposo) y mi madre está internada, ya que no me reconoce para nada. Sin embargo, en la primavera de los nuevos comienzos, les he dado la bienvenida a mis dos primeros nietitos, ¡y hay apenas un mes de diferencia entre ellos! Y entremedio, estoy personalmente deleitándome de una época de gran productividad, ya que dispongo de buena salud y de mucho tiempo para finalmente escribir todo lo que deseo.

Pero yo, así como ustedes mis amigas, necesito las promesas de Dios para las estaciones que estoy experimentando en el presente así como para aquellas que ya he atravesado... y aquellas a las que me tendré que enfrentar con valentía. Podemos agradecerle a Dios, nuestro Pastor, por sus incesantes cuidados, su interminable amor, su dirección infalible, y su eterna presencia. Le podemos agradecer también por las 12 promesas del Salmo del Pastor que nos ayudarán durante todas las estaciones de la vida. Así como nos promete el cuarto verso del Salmo: Tú estarás conmigo, mis queridas, durante cada día, a lo largo de todo el camino. Ustedes y yo somos realmente bendecidas porque tenemos al Señor—y a sus promesas— ¡como pastor para todas las estaciones de la vida!

Las Estaciones del Salmista

¿Han sentido alguna vez curiosidad por la vida y las «estaciones» del escritor del Salmo 23? Yo sí. Siempre reviso la contratapa o las solapas de los libros para buscar la información «Sobre el autor». Entienden, antes de leer un libro deseo saber qué requisitos reúne ese autor para escribir sobre ese tema. Bueno, eso es lo que deseo saber en cuanto a este Salmo. Sólo quién es el autor y qué lo faculta para escribirlo.

Un bosquejo biográfico de la vida de David, el escritor inspirado del Salmo 23, revela que David, el salmista de Israel, no sólo conocía las estaciones reconfortantes de la juventud y de la madurez sino también...

• La estación del rechazo... cuando fue expulsado de su hogar y del trono

• La estación del miedo... cuando tuvo que huir del malvado rey Saúl

• La estación del desánimo... cuando a pesar de que era un rey ungido, era un fugitivo sin hogar

• La estación de la desilusión... cuando Dios no le permitió construir el templo

• La estación del sufrimiento... cuando sufrió la muerte de su hijo recién nacido y fue testigo de la enemistad y de la muerte entre sus hijos.

Lo que es verdad en cuanto a la música, es también cierto en cuanto a David: en cualquier instrumento de cuerdas, son las cuerdas que están más estiradas las que emiten la música más dulce y tocan las canciones más exquisitas. Sí, sólo alguien que haya experimentado la vida y sus dificultades podría haber escrito el Salmo 23...

Porque el salmo de David no habría sido nunca cantado

Si el corazón de David no hubiera sido jamás estrujado.1

El Salmista

Una rápida mirada a la vida de David revela muchos logros y virtudes. Y lo mejor que podemos decir sobre David es que era un hombre con una gran fe. David no sólo era un antepasado de Jesucristo, sino que además fue descrito por Dios mismo como «un hombre conforme a mi corazón; él realizará todo lo que yo quiero» (Hechos 13.22). Mil años más tarde, David, el hombre de gran fe, fue honrado al ser nombrado entre la «Galería de famosos» de Dios que figura en Hebreos 11.

Sí, así como una moneda tiene dos lados, así ocurre con la vida de David. ¿Se dan cuenta? Él era también un hombre de grandes fracasos, un hombre que cayó. No sólo cometió adulterio con Betsabé, sino que con absoluta sangre fría hizo los arreglos necesarios para el asesinato de su esposo (2 Samuel 11). Otro de los fracasos de David fue realizar un censo de la gente (2 Samuel 24), desobedeciendo a Dios de manera directa.

Reflexionando sobre las promesas de Dios

A medida que avancemos en el Salmo 23, nos detendremos con frecuencia (como lo estamos haciendo en este momento) para considerar las lecciones de vida que podemos aprender, no sólo del Pastor y del Salmo del Pastor, sino también de la vida de David.

Nuestra breve observación de David, un hombre de fe y de fracasos, nos ofrece instrucciones precisas:

Lección N° 1: David admitió sus fracasos.

David le confiesa al profeta Natán: «He pecado contra el SEÑOR». Luego recibimos las buenas noticias de que el Señor «ha perdonado» maravillosamente el pecado de David (2 Samuel 2.13). La Biblia pone bien en claro que «quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja, halla perdón» (Proverbio 28.13).

Mi estimada amiga, ¿existen pecados en su vida que no haya confesado? Como aconsejó cierta vez el famoso predicador inglés Charles H. Spurgeon: «Vayamos al Calvario para aprender cómo podemos ser perdonados». Ése es un buen consejo para nosotros, los creyentes del Nuevo Testamento. En el Calvario, junto a la cruz de Jesucristo, nos enteramos de que Jesús verdaderamente lo pagó todo—la sanción y el precio total por nuestros pecados. Nuestra responsabilidad es confesar aquellos pecados. La responsabilidad de él es perdonar. Y, mi querida, ¡no existe pecado lo suficientemente grande como para no poder ser perdonado!

Y un pensamiento más: Después de que David admitió su fracaso, el gozo de su salvación fue restaurado, ¡y sus pecados, después de que fueron lavados, quedaron aún más blancos que la nieve (véase Salmo 51)! Esa misma alegría nos aguarda a nosotras cada vez que reconocemos nuestras transgresiones.

Lección N° 2: David sufrió las consecuencias de su pecado.

A pesar de que Dios lo perdonó a David, éste tuvo que pagar el precio de su desobediencia. Un ejemplo clásico nos enseña una lección sobre las consecuencias del pecado: Podemos insertar clavos en una tabla, y podemos luego quitar esos clavos, pero los agujeros de los clavos—las cicatrices—permanecerán allí. La vida de David fue lastimada por sus errores pecaminosos. Su hijo recién nacido murió, su otro hijo lo traicionó, y su familia se dividió. Sí, ¡no hay duda de que David sufrió por su pecado!

Cuando le hablo a grupos de mujeres, a menudo comparto las conmovedoras palabras de dos autoras que admiro y que toman en consideración la realidad de las consecuencias del pecado en nuestra vida. La primera es Anne Ortlund que escribe: «En mi corazón hay un temor... Yo anhelo ser más y más piadosa cada día. Podemos decir que es «el temor a Dios», el sentir un temor reverencial frente a él y estar, al mismo tiempo, muerta de miedo de cometer un pecado que pueda estropear mi vida».2

La otra autora es Carole Mayhall, quien comparte lo siguiente: «A diario vivo con [un] temor—un temor saludable, si es que existe tal cosa. [Es el temor a] perder lo que Dios tiene para mí en esta vida. Y me extiende la mente contemplar todo lo que él desea que yo tenga. No deseo que, por no haberme tomado el tiempo para permitir que él invada mi vida y por no escuchar lo que él me está diciendo, me roben las riquezas de Dios».3

Mi querida lectora, unámonos a estas dos mujeres. Compartamos su «temor saludable» a los pecados que nos estropean la vida y que pueden hacer que desperdiciemos lo mejor que Dios tiene para nosotras, además de obstaculizar nuestro deseo de caminar con él por todas sus sendas. Y si usted ya lleva cicatrices por sus pecados, oh, por favor, agradézcale ahora mismo al Señor que le ha obsequiado su inexpresable perdón y le ha brindado la extraordinaria gracia para que usted pueda vivir, de aquí en adelante, sólo para él.

Lección N° 3: David prosiguió su camino.

Después de la muerte de su hijo, «David se levantó del suelo y en seguida se bañó y se perfumó; luego se vistió y fue a la casa del SEÑOR para adorar... y comió» (2 Samuel 12.20). Un pecador perdonado, el agradecido David pasó a escribir varios de sus más conmovedores salmos, incluyendo los salmos penitenciales, los cuales manifestaban la expresión apasionada de su confesión, un espíritu afligido por un verdadero arrepentimiento, y el brillo fulgurante de la alegría revivida gracias al perdón.

Y por favor note que David no sentía ningún resentimiento en contra de Dios. Aceptó de todo corazón la responsabilidad por sus errores al escribir: «Yo reconozco mis transgresiones; siempre tengo presente mi pecado. Contra ti he pecado, sólo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos; por eso, tu sentencia es justa, y tu juicio, irreprochable» (Salmo 51.3, 4). David reconoció su pecado y consideró que el Señor era «compasivo y justo... todo ternura» (Salmo 116.5).

Estimada amiga, debemos seguir el ejemplo personal de David y continuar después de un período de pecado o de tragedia. Quizás usted necesite...

Levantarse — levantarse del suelo,

Bañarse — lavarse,

Vestirse — cambiarse de ropa,

Mirar hacia lo alto — ingresar en la presencia del Señor,

Orar — pasar un momento en oración y adoración,

Comer — comer un bocado,

Y luego proseguir.

¡Qué maravillosa instrucción y determinación extraemos del ejemplo de nuestro querido David! Verdaderamente nos muestra un modelo para el crecimiento espiritual. Nuestro papel es siempre levantarnos y proseguir la marcha. El rol de Dios es brindarnos su sostén a lo largo del camino... ¡y nos promete que hará precisamente eso!

Y ahora, mi querida amiga lectora, alcemos nuestras alabanzas a Dios, pongámonos de pie, e iniciemos nuestro trayecto con el Señor. Probemos las 12 promesas que él nos ofrece en este breve salmo (¡apenas 101 palabras!) de estímulo y frescura.

1

La Promesa de Dios de Cuidado

El SEÑOR es mi pastor

SALMO 23.1

Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas, y

ellas me conocen a mí.

JUAN 10.14

Cuando nos asalta el miedo causado por las

preocupaciones de este mundo, debemos recordar

que Dios ha prometido cuidarnos.

Elizabeth George

Nunca jamás se han escrito palabras que contengan tanto consuelo como estas cinco: El SEÑOR es mi pastor. Tanto jóvenes como ancianos se sienten aliviados y tranquilos cuando piensan que Dios nos ha prometido ser nuestro pastor personal para cuidarnos a lo largo de todas las pruebas de la vida.

Sé que es cierto, porque yo misma lo he visto.

Cuando mi esposo era el pastor de las personas de edad avanzada de nuestra iglesia, una y otra vez, cuando alguien se estaba muriendo y luego en su funeral, le pedían que leyera el Salmo 23. Mi propio padre, hasta que falleció a la edad de 96 años, amaba el Salmo 23. Y luego, cuando Jim y yo llegamos a su funeral, nos colocaron un pequeño boletín en las manos... y allí estaba—cada palabra y cada versículo (¡y promesa!) del Salmo 23. Sí, el santo en su lecho de muerte encuentra alivio en las promesas del Salmo 23.

Y, sin embargo, los santos vivos lo aman también. Cuando enseñé este maravilloso salmo en el estudio bíblico de las mujeres en nuestra iglesia, el corazón de mis oyentes se conmovió una vez más al pensar que estaban al cuidado del Señor, nuestro pastor. ¿Qué clase de mujeres había en nuestro grupo?

Había mujeres que no habían tenido la alegría de ser madres, cuyas habitaciones en casa estaban vacías por alguna razón desconocida. Mujeres cuyos nidos habían sido colmados hasta rebosar, que se encontraban atrapadas por el ajetreo diario de la vida hogareña veloz y repleta de tareas. Mujeres cuyos hijos adolescentes necesitaban mucha dirección, pero que sin embargo la rechazaban. Mujeres cuyos hijos, que eran ya jóvenes adultos, estaban tomando algunas decisiones no muy sabias. Mujeres que tenían el desafío de criar a sus hijos solas. Mujeres cuyos hogares estaban repletos de nietos, los cuales estaban a cargo de ellas para su crianza. Mujeres que se enfrentaban a la ansiedad de los análisis clínicos del cáncer, y que luego tenían que ser operadas y recibir quimioterapia. Mujeres con enfermedades mortales y limitaciones físicas. Mujeres cuyos esposos habían sido despedidos de sus empleos. Mujeres que sufrían matrimonios infelices, incluso divorcios. Mujeres (como yo) que estaban cuidando y que habían perdido a sus padres. Mujeres que estaban pasando por el período en que los hijos se van de la casa y que estaban de duelo, que vivían solas. Estas mujeres de toda clase, que estaban pasando por diferentes períodos de la vida, eran mujeres que amaban y que necesitaban (¡desesperadamente!) el cuidado amoroso de nuestro Pastor.

Sí, jóvenes y ancianas, sanas y moribundas, hombres y mujeres— todos aman el Salmo 23, ¡el Salmo del Pastor!

El Pastor... ¿acaso se han preguntado ustedes alguna vez cómo se originó la idea de Dios como pastor? Las cinco palabras en español: el Señor es mi pastor provienen de dos vocablos en hebreo: Jehovárohi. Estas dos palabras se traducen como «el SEÑOR es mi pastor».

¿Y qué podemos aprender en la Biblia sobre nuestro Pastor, el Señor Dios, y el cuidado que nos ha prometido?

Jehovah-Rohi nos alimenta

Uno de los significados principales de la palabra pastor es «alimentar», y estos son algunos de sus usos:

• El relato bíblico de José se inicia cuando él «apacentaba el rebaño junto a sus hermanos» (Génesis 37.2).

• Luego, en Egipto, cuando Faraón le pregunta a los hermanos de José cuál es su ocupación, ellos responden: «Nosotros, sus siervos, somos pastores... [y] ya no hay pastos para nuestros rebaños» (Génesis 47.3-4).

• Alcanzamos a ver nuevamente a rohi cuando leemos que David, el autor del Salmo 23, «había ido y vuelto, dejando a Saúl, para apacentar las ovejas de su padre» (1 Samuel 17.15 RVR60).

• Y, por último, en el Salmo del Pastor, leemos las inspiradas palabras de David: «El Señor [Jehová] es mi pastor».

Reflexionando sobre las promesas de Dios

Querida, ¡como una de las ovejas de Jehová-rohi, usted tiene la promesa de que Dios la alimentará! Usted y yo, como criaturas que necesitamos alimento físico y espiritual, disfrutamos de ambos alimentos de la mano de nuestro Pastor. Él se preocupa por nosotras a lo largo de toda nuestra vida y nos lleva a lugares donde apacentarnos. A través de las circunstancias y de los acontecimientos, él se asegura de que se nos lleve al lugar adonde se nos alimentará—y comeremos lo mejor que él tiene para nosotras.

Yo no soy una pastora, pero trabajé en el Instituto Brandeis que se encuentra ubicado en las laderas de las colinas de Simi Valley en California. Estas colinas exuberantes se encontraban en el sendero de muchos pastores. Allí en el Instituto, la campana en el portón de entrada sonaba con frecuencia en la primavera, cuando otro pastor más solicitaba permiso para apacentar sus ovejas en la propiedad del instituto. Un pastor solícito y responsable había llevado a su rebaño allí para que se deleitara en las laderas con pastos.

Esa clase de cuidados es el rol del buen pastor—y un rol que el Buen Pastor ha cumplido al pie de la letra con nosotros.

Y aquí hallamos otro tierno hecho sobre un buen pastor—cuando no hay pastizales, él mismo recoge el alimento necesario para su rebaño utilizando su cayado para bajar hojas y fresas de los árboles. Luego, ¡les da de comer a sus ovejas directa e íntimamente de su propia mano!

Querida amiga, ¿por qué entonces preocuparnos?

¿Por qué nos preocupamos del alimento y de la ropa? ¿De las finanzas y el dinero? ¿De la seguridad y de las necesidades de la vida? ¡Lo tenemos a Jehová-rohi\ ¡Nuestro pastor amoroso es el Señor! Cuando nos asalte el miedo relacionado con las preocupaciones de este mundo, debemos recordar la promesa de Dios de que él nos cuida. ¡Y luego tenemos que hacer lo mismo que David, el escritor del Salmo del Pastor (que era un pastor también), y declarar: «Cuando siento miedo, pongo en ti mi confianza» (Salmo 56.3)!

Jehová-rohi nos lidera

Otro uso de la palabra «pastor» en la Biblia es en el sentido figurativo, el cual indica el rol de liderazgo de un príncipe frente su pueblo.

A David, los israelitas le dijeron: «... eras tú quien sacabas a Israel a la guerra, y lo volvías a traer. Además Jehová te ha dicho: Tú apacentarás a mi pueblo Israel, y tú serás príncipe sobre Israel» (2 Samuel 5.2 RVR60).

Aun de Ciro, un rey pagano de Persia, Dios dijo: «Yo afirmo que Ciro es mi pastor, y dará cumplimiento a mis deseos» (Isaías 44.28).

Dios le prometió a su pueblo: «Les daré pastores [príncipes, sacerdotes y profetas] que cumplan mi voluntad, para que los guíen con sabiduría y entendimiento» (Jeremías 3.15).

Reflexionando sobre las promesas de Dios

¡Qué pensamiento glorioso, saber que somos liderados! Ciertamente, nuestro Pastor es un líder tierno, paciente y firme. Y, debido a su carácter, no necesitamos conocer el camino, el plan, ni el futuro. Sólo tenemos que conocer a Jehová-rohi, el Dios que promete cuidarnos y liderarnos.

Yo sé como esposa cuán importante es el liderazgo de mi esposo y la seguridad que aporta a mi corazón ansioso el seguirlo. Cuando estoy a punto de desmoronarme, Jim me rodea con sus brazos y me dice: «Todo va a estar bien». Él no me dice cómo va a estar bien, ni cuándo todo va a estar bien, ni quién se va a ocupar de que todo esté bien, ni qué