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¿Qué es la filosofía? es el texto de una conferencia que Heidegger impartió en la ciudad normanda de Cerisy-la Salle en el año 1955. El texto gira en torno al papel que puede jugar la filosofía en una sociedad dominada por la tecnología y amenazada constantemente por el riesgo de una destrucción atómica del planeta. Por tanto, nos hallamos ante una conferencia que contiene los elementos esenciales del pensamiento maduro del autor: desde la implacable crítica a la técnica y el supuesto final de la filosofía, hasta la fragmentación de la identidad humana, el gradual debilitamiento de los valores del humanismo o las aportaciones de la poesía. En sintonía con Adorno, Horkheimer o Marcuse, Heidegger busca una alternativa a un tipo de dominación instrumental que, en forma de un enorme y complejo engranaje tecnológico, se ha impuesto en amplios sectores de la sociedad contemporánea. En este contexto se plantea la pregunta fundamental de la función de la filosofía. Por un lado, alertar sobre los riesgos de esta maquinación y, por otro, intentar restablecer los lazos perdidos con la naturaleza y la realidad inmediata. Sólo una actitud serena y meditativa, una actitud propia de la filosofía, permite a los individuos liberarse de la servidumbre técnica y pensar sobre la proximidad de las cosas de la vida cotidiana. He ahí el camino que traza Heidegger en esta conferencia para volver sobre esa misteriosa y ancestral correspondencia entre el ser y el hombre. La claridad del texto facilita un primer acceso a las ideas básicas del autor y reflexionar en torno a un problema que todavía goza de plena vigencia. De interés Filósofos y estudiantes de filosofía.
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Seitenzahl: 60
Veröffentlichungsjahr: 2013
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MARTIN HEIDEGGER
¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA?
Prólogo, traducción y notas aclaratorias de
JESÚS ADRIÁN ESCUDERO
Herder
www.herdereditorial.com
Título original: Was ist das –die Philosophie?
Traducción: Jesús Adrián Escudero
Diseño de cubierta: ambar comunicació visual
Maquetación electrónica: José Toribio Barba
© 2004, Herder Editorial, S. L., Barcelona
© 2013, de la presente edición, Herder Editorial, S. L., Barcelona
ISBN DIGITAL: 978-84-254-3118-0
La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.
Herder
www.herdereditorial.com
ÍNDICE
Prólogo
Breve nota sobre la presente edición
Qu’est-ce que la philosophie?¿Qué es la filosofía?
Notas aclaratorias
Notas del prólogo
PRÓLOGO
Jesús Adrián Escudero
¿Qué papel puede jugar la filosofía en el momento en que la humanidad ha alcanzado la posibilidad técnica de una destrucción total del planeta? ¿Cuál es la tarea propia del pensar en la era atómica? ¿Cómo liberarnos de la opresión tecnológica y restablecer los lazos perdidos con la naturaleza? Henos ante una serie de interrogantes que jalonan el pensamiento del Heidegger tardío. En este sentido, la conferencia ¿Qué es la filosofía? (1956) se inscribe plenamente en la órbita del llamado viraje y retoma muchas de las cuestiones presentes en escritos como las póstumas Contribuciones a la filosofía (1936/38), La época de la imagen del mundo (1938), Carta sobre el «humanismo» (1946), La pregunta por la técnica (1953), ¿Qué significa pensar? (1954), Serenidad (1955), Identidad y diferencia (1957) o De camino al lenguaje (1959). Desde la implacable crítica a la técnica y el supuesto final de la filosofía hasta el destino del ser, la fragmentación de la identidad humana o el papel constitutivo del lenguaje abordan una serie de problemas que se pueden aglutinar en torno a la pregunta fundamental: ¿qué es la filosofía y cuál es su verdadero tema? Diferentes testimonios autobiográficos, conferencias y lecciones universitarias insisten una y otra vez en que el ser es el único y auténtico tema de la filosofía[i].
Así, pues, la pregunta filosófica por antonomasia no es otra que la pregunta por el ser del ente. En opinión de Heidegger, la filosofía debe intentar traducir a lenguaje esa llamada del ser. Pero la tarea no es fácil. El problema estriba en que la filosofía habla el lenguaje instrumental y calculador de la técnica. El sentido originario de la filosofía se ha pervertido con la llegada de la era atómica, con la culminación de un gradual proceso de control y dominio de la naturaleza que se inició en los albores de la modernidad. La modernidad parte de la certeza de que la naturaleza se somete a principios mecanicistas (Descartes), de que la realidad puede interpretarse en términos matemáticos (Galileo) o de que el universo obedece a leyes universales (Newton). Instalado en un mundo de certezas absolutas y entregado a la sorda eficacia de la ciencia y de la técnica, el hombre moderno se siente seguro de sí mismo y dominador de todo cuanto le rodea.
Esta voluntad de dominio y control se agudiza en la época contemporánea desde el instante en que el mundo queda reducido a un enorme y complejo engranaje tecnológico que sólo responde a criterios utilitaristas, a una gigantesca fábrica que produce mercancías y hombres en serie[ii]. Además, lo más grave es que este fenómeno de colonización tecno-científica se extiende a los ámbitos del arte y de la religión, invadiendo los espacios más íntimos de nuestro mundo de la vida. La cultura en conjunto se tiene por un fondo disponible de valores que pueden administrarse, calcularse y planificarse. De esta manera, se culmina el desmoronamiento de los viejos andamiajes del humanismo, arrojando al ser humano a una realidad que provoca una sensación de destierro y errancia. Heidegger no comparte el optimismo del diagnóstico hegeliano, según el cual el espíritu sigue su camino hasta alcanzar su plena realización. Por el contrario, la omnipresencia de la técnica amenaza con aumentar si cabe la dislocación y el ofuscamiento del hombre.
Sin embargo, ¿qué se esconde detrás de la idílica imagen de progreso racional que nos vende la civilización técnica? Un analista severo de la sociedad no puede ignorar el lado oscuro del aparente éxito de la racionalidad instrumental y de la sociedad de masas. En sintonía con Adorno, Horkheimer y Marcuse, Heidegger reconoce los riesgos de un preocupante embotamiento de la conciencia histórica, de una imparable estetización de las formas de vida, de una creciente mercantilización de las relaciones humanas o de una irrefrenable expansión de los medios de comunicación. El panorama no puede ser más desolador. La sintonía que el hombre establecía antaño con su entorno inmediato y la capacidad de asombro que éste le producía, se han transformado en monotonía, tedio y rutina. Así, por ejemplo, en las lecciones sobre Heráclito de los años 1943/44, Heidegger apunta con mordacidad que el aburrimiento y el vacío se apoderan del hombre moderno cuando éste ya no puede ir al cine, escuchar la radio, leer el periódico, asistir a un concierto o realizar un viaje[iii]. En el reino de la certeza cartesiana, del orden geométrico de Spinoza, del mecanicismo de Hobbes o de la física de Newton no tiene cabida ni la sorpresa ni el asombro. Tal como sentenció Einstein: Dios no juega a los dados. Nos hallamos ante un universo plenamente determinado por leyes estrictamente causales que expulsa de la razón humana cualquier atisbo de contingencia y que condiciona por doquier nuestra visión del mundo. Heidegger habla de una pérdida del contacto directo con la realidad de las cosas sencillas que acaba por fracturar nuestra esencial armonía con el ser. A pesar de su crítica a la tradición metafísica, el autor está rehabilitando la tesis de la precariedad de la existencia humana y su exposición al decreto inescrutable del destino del ser.
Ahora bien, ¿cómo escapar a una atmósfera vital tan tediosa y asfixiante? ¿Cómo evitar la caída en la lógica de una planificación total de la vida? ¿Qué instante puede propiciar la ruptura con la monotonía y con la falsa sensación de seguridad? En Contribuciones a la filosofía, se habla del espanto ante el fenómeno de la maquinación, de un estado de ánimo fundamental que –de manera similar a la angustia de Ser y tiempo– provoca un sobresalto repentino, una sacudida de nuestra conciencia domesticada por las estructuras de la opinión pública[iv]. Más tarde, Heidegger sustituye la experiencia del espanto por la de la serenidad o del desasimiento, es decir, la capacidad de resistirse al pensamiento de la dominación técnica, el esfuerzo por liberarnos de la relación de servidumbre con los objetos técnicos, el originario entrelazamiento de las cosas en la amplia vastedad de lo que se da, el arte de mantenerse en la cercanía del ser en su modalidad más pura[v].
En este contexto, el lector de la conferencia ¿Qué es la filosofía? advertirá de inmediato la importancia que Heidegger otorga a los estados de ánimo. Si el ser se sustrae a cualquier intento de representación, si el ser se oculta cuando queremos aprehenderlo conceptualmente, parece que sólo quede la posibilidad de un acceso afectivo al espacio de juego, al horizonte de sentido abierto por el mismo. Efectivamente, el acontecimiento del ser se manifiesta básicamente a partir de diferentes estados de ánimo como el espanto, la contención, el júbilo, el asombro, la angustia, la preocupación, el éxtasis o el aburrimiento. El pensamiento esencial arranca de este amplio registro de afecciones fundamentales. Si éstas cesan, «entonces todo se convierte en un cencerreo forzado de conceptos y en una cascarilla de palabras»[vi]