Roberto Rojas, el cóndor - Juan Cristóbal Guarello - E-Book

Roberto Rojas, el cóndor E-Book

Juan Cristóbal Guarello

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Deslumbrante, vertiginosa y marcada por algo parecido a la fatalidad: así parece la trayectoria de quien fuera en los años 80 uno de los mejores arqueros del mundo: Roberto Rojas, el cóndor, el hombre que no descansaba hasta que se pegaba 200 atajadas y 200 remates en la cancha de Deportes Aviación, que en 1982 llegó a Colo Colo, equipo con el que salió campeón en cuatro oportunidades, y que llevó a nuestra selección a la final de la Copa América 1987. Narrada por Juan Cristóbal Guarello con un estilo acerado y sumamente visual, además de dotada de información sorprendente —de la cancha y fuera de la cancha—, esta es la historia de un ídolo que cae, también, velozmente hacia el abismo. Unas eliminatorias en las que prácticamente Chile ya estaba eliminado, el Maracaná repleto, la bengala, el arquero cae, su rostro está bañado en sangre... y es entonces cuando el relato de Guarello adquiere el tono de una pesquisa, porque entra la FIFA, los interrogatorios, las declaraciones de prensa... En fin, el final es conocido —un gran fraude—, pero todos sabemos que no leemos para conocer los finales, sino para entender cómo se llegó a ellos: por eso importa la falsificación de edad en un Sudamericano juvenil, el doping positivo, el poder de negociación de los premios, el éxito en Brasil, la familia que se desintegra y la enfermedad.

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ROBERTO ROJAS, EL CÓNDOR

por Juan Cristóbal Guarello

Hueders Chilenos / Roberto Rojas, el Cóndor

Juan Cristóbal Guarello

© Editorial Hueders

Primera edición: agosto de 2022

ISBN digital 978-956-365-276-5

Registro de Propiedad Intelectual nº 2022-A-6043

Todos los derechos reservados.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida

sin la autorización de los editores.

Diseño de colección: Inés Picchetti

Diseño: Luis Henríquez

Ilustración portada: Francisco Olea

Ilustraciones interior: Constanza Diez

Registro fotográfico de Mabel Maldonado a fotografías aparecidas en las revistas Deporte Total y Triunfo, y de una portada del diario La Tercera.

www.hueders.cl | [email protected]

SANTIAGO DE CHILE

Diagramación digital: ebooks [email protected]

FOTOGRAFÍA: DEPORTE TOTAL, Nº 129, NOVIEMBRE DE 1983.

El Cóndor, como tal, nació una calurosa tarde en febrero de 1982 en el restaurante La Ponderosa de Colina, y solo tuvo cuatro testigos. Murió, simbólicamente, un 3 de septiembre de 1989 en el Estadio Maracaná de Río de Janeiro, con 140 mil testigos directos y más de 500 millones a través de la televisión.

El nacimiento fue una feliz e inocente casualidad. La muerte, un plan malamente urdido y peor ejecutado. Una tragedia.

Roberto Antonio Rojas Saavedra tenía 23 años cuando fue contratado por Colo Colo a comienzos de 1982. Su pase no generó mayor ruido entre la hinchada alba, más preocupada de la polémica entre Carlos Caszely y el entrenador Pedro García por la contratación del delantero argentino, campeón mundial en 1978, René Orlando Houseman, quien le quitó el puesto y a la larga sacó del club al compadre del Chino Caszely: el Pollo Leonardo Véliz.

Rojas, en cambio, no le quitó el puesto a nadie. Llegaba en reemplazo de Miguel Ángel Leyes, quien, cansado de ser suplente de Mario Osbén, aceptó una buena oferta de Universidad Católica.

1981 había sido bueno para Roberto Rojas: su equipo, Aviación, había terminado tercero en el campeonato de Segunda División y él fue elegido el mejor arquero del torneo. En ese tiempo, Televisión Nacional transmitía los sábados por la tarde un partido del ascenso y, por razones presupuestarias, evitaban desplazarse desde la capital. Con Santiago Morning haciendo de local en Melipilla y Ferroviarios jugando en Talagante, Aviación quedó como el único equipo de la categoría en Santiago. Esto permitió que los partidos del cuadro celeste y las atajadas de Rojas se vieran con frecuencia en televisión. Hacía de local en el estadio Reinaldo Martín de Gran Avenida, ubicado dentro de la base aérea El Bosque, y el público nunca superaba las 200 personas. Alguna vez el coronel a cargo del equipo mandaba a los cadetes a “hacer número” a las tribunas, pero la imagen recurrente de las modestas gradas de madera era el vacío.

Sin más representatividad que la rama más pequeña de las Fuerzas Armadas, y con el querido Magallanes afincado en el vecino San Bernardo, Aviación era apenas un “lujo” costoso para el Estado. A fines de 1981, y pese a la buena campaña en la Segunda División, el club fue disuelto y los jugadores quedaron libres. Aquí vino el primero de los eventos azarosos de un arquero que siete años más tarde protagonizaría, según la FIFA, el “engañó más grande de la historia del fútbol mundial”.

Antes que Colo Colo, Universidad de Chile se interesó en él. Los dirigentes azules veían que Hugo Carballo, titular indiscutido desde 1976, bajaba paulatinamente su rendimiento y buscaban un reemplazante a corto plazo. En 2012 el mismo Rojas contó por qué no se puso la camiseta de la U: “Eduardo Peralta, que había sido mi compañero en Aviación, me recomendó a Fernando Riera como suplente de Hugo Carballo. Riera le dijo que la U tenía el arquero del futuro: Jaime Tejeda”.

Riera tardaría poco en darse cuenta de su error. Tejeda salió dos años después de Universidad de Chile e hizo la mayor parte de su carrera en el modesto Deportes Arica. La U no tendría un reemplazante de nivel de Carballo hasta la contratación de Sergio Bernabé Vargas, 10 años más tarde.

Roberto Rojas pudo llegar siete años antes a la U, la historia nunca ha sido publicada. Hugo Tassara, DT de los azules en 1975, preguntó por el joven y promisorio arquero de Aviación. Alguien le advirtió, se presume que fue Hernán Carrasco, que Rojas era muy complicado: “Nunca había visto que el ego de un solo jugador afectara tanto al rendimiento colectivo”. Tassara desechó la posibilidad.

Cuando Rojas llegó a Colo Colo, en febrero de 1982, no era un desconocido para el entrenador Pedro García. Ambos habían estado en la tristemente célebre selección juvenil que jugó el sudamericano de 1979 en Uruguay. Equipo que terminó con su cuerpo técnico, varios dirigentes y 16 de los 18 jugadores presos en la Cárcel Pública por adulteración de pasaportes.

Tres décadas más tarde, Rojas explicaba la trampa, señalando que era una práctica habitual en los equipos juveniles de esa época: “Hubo muchos excesos, porque se sabía que argentinos, brasileños y paraguayos estaban pasados en la edad. Entonces, desde arriba, vino la orden de hacer lo mismo”. Ese “arriba” se refería al general de Carabineros Eduardo Gordon Cañas, entonces presidente de la Asociación Central del Fútbol, quien junto al coronel Luis Zúñiga y Pedro García, elaboraron el plan de adulterar las fechas de nacimiento de los pasaportes para que Chile jugara con adultos en vez de juveniles.

Roberto Rojas, nacido el 8 de agosto de 1957, estaba pasado casi tres años en la edad límite; además había sido parte del plantel en el campeonato sudamericano anterior, jugado en Venezuela.

Al ser descubierto el chanchullo, y luego de que el equipo quedara eliminado en primera ronda, los jugadores, salvo Fernando Astengo y José Luis Álvarez, fueron detenidos en el aeropuerto de Pudahuel. A Rojas, por jugar en el equipo de la Fuerza Aérea, lo derivaron a la base aérea de El Bosque, mientras que los otros fueron enviados a la penitenciaría e incomunicados. A los pocos días, por orden del juez, Roberto Rojas fue trasladado a la Peni con sus compañeros.

“En la cárcel lo único que hacía era pensar: ningún futbolista fue el de la idea y ahí también pagó el pato Pedro García. Pero no fuimos los únicos, en Uruguay actuaron el arquero Fernando Álvez y Darío Pereyra, quien después fue mi ­compañero en Sao Paulo, y ambos son mayores que yo”, contó a El Gráfico el 2012. Una década antes, cuando Pedro García asumió la selección chilena tras la renuncia de Nelson Acosta, el análisis de Roberto Rojas fue más contundente. En el diario La Tercera dijo: “Todos sabíamos lo que hacíamos. Y cuando digo todos, me refiero a jugadores, dirigentes, entrenador y periodistas”.

~

Los futbolistas son seres especiales. Obligados de manera permanente a “ponerse el casete” en las entrevistas, suelen mentir, omitir, distorsionar o acomodar los hechos de manera natural, mirando a los ojos al periodista sin sentir remordimiento alguno. La célebre frase de Carlos Caszely (“No tengo por qué estar de acuerdo con lo que pienso”) es coherente en el fútbol profesional, verdadero universo paralelo.

Roberto Rojas, tan claro en 2002 y 2012 para admitir la trampa y señalar culpables, en una entrevista de 1986 en la revista Triunfo señaló sin titubear: “En 1978 tenía 17 años y fuimos a Montevideo con la juvenil. Le ganamos 2-0 a Uruguay, en un triunfo histórico en el estadio Centenario”. Y el 2007 a El Gráfico Chile señaló muy seguro que había debutado “en 1976, con apenas 16 años”. Una flexibilidad del tiempo asombrosa.

En la entrevista de 1986 Rojas ya era el Cóndor, titular indiscutido de la selección chilena y flamante capitán de Colo Colo tras el retiro de Leonel Herrera. Se sentía con la fuerza y la fama, además de la costumbre de alterar la realidad de jugadores y entrenadores, para acomodar los hechos a su conveniencia.

La sinuosidad de la memoria tiene en Roberto Rojas otra prueba visible. En 1978 fue entrevistado por un adolescente Aldo Schiapacasse para la revista Foto Sport. La nota, compartida con Wilfredo Leyton y Eduardo Fournier, los otros arqueros de Aviación, tiene una pequeña historia: el editor de la revista era el célebre y en ese momento proscrito –por razones políticas, como era de suponer– periodista Alberto Gamboa. El Gato Gamboa era conocido por sus chispeantes e injuriosas portadas en el diario El Clarín durante el gobierno de Salvador Allende. Se creía, él primero que nadie, que su habilidad era prodigiosa para los juegos de palabras y los títulos ingeniosos.

Cuando Schiapacasse llegó con el texto, Gamboa, en un rapto de creatividad, cogió una carilla y tituló: “Tres es uno, se estiran más que un chicle”. El chiste hacía referencia a los populares chicles Dos en Uno. Cuarenta años más tarde no se entiende.

En la triple entrevista, Roberto Rojas se mostraba como un muchacho humilde, con deseos de aprender y llegar donde pudiera en el arco. Cuenta de sus estudios en el Liceo Lastarria, que en 1974 había jugado en el campeonato de clubes de los barrios por Unión Santa Fe de Vicuña Mackenna y ahí un dirigente de Aviación lo llevó directamente a las juveniles. Lo curioso es que admite tener 21 años (en 1986 dijo que tenía 17) y que está feliz por su nominación a la ¡selección juvenil!: “Es mi oportunidad y no la voy a desaprovechar, ya que no he podido ser titular en Aviación, espero serlo en la juvenil”.

En 1985 ya era titular indiscutido de la selección y capitán de Colo Colo. FOTOGRAFÍA: DEPORTE TOTAL, Nº 239, DICIEMBRE DE 1985.

Ni Aldo Schiapacasse ni el Gato Gamboa ni Juan Carlos Villalta, que aparece firmando la nota sin entenderse la razón, repararon en el detalle de que un jugador de 21 años iba a integrar una selección cuyo tope eran los 18 años y seis meses. Y si lo hicieron, callaron, prefirieron mirar para el lado o dieron por hecho que en ese Chile la edad exacta de los individuos era tan relativa como la definición de la palabra “libertad”. El caso no fue el único. Marcelo Pacheco, compañero de Rojas en esa selección “juvenil”, dijo a Revista Estadio dos semanas antes del famoso torneo de Paisandú, que tenía 20 años. Y en el párrafo siguiente habló de sus expectativas para el torneo sudamericano juvenil.

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Rojas había debutado en 1976, cuando de verdad era juvenil, frente a Antofagasta en la cuarta fecha (empate 3-3). A la semana siguiente, Universidad de Chile le propinó un duró 6-0 a Aviación, con triplete de Arturo Salah, futuro entrenador de Rojas en Colo Colo 1986. El año de su debut es relevante. Tres décadas más tarde el exvolante de O’Higgins Francisco Cuevas, aseguraba que le había anotado “al Cóndor Rojas en Rancagua en 1972”. El arquero tenía 12 años e iba en octavo básico. Ya está vista la relatividad espacio-tiempo de los futbolistas.

El joven arquero, de espaldas triangulares y músculos tallados, llamaba la atención por la velocidad y poder de sus piernas, un muy buen saque con el pie y su capacidad para llegar a los ángulos. Había sido basquetbolista en su adolescencia, lo que le entrenó de manera natural el rechazo; y delantero jugando por el Covadonga, su primer equipo de barrio, lo que le desarrolló la técnica con la pelota y el remate: antes de llegar a Aviación se había probado como puntero derecho en Audax Italiano y quedó seleccionado. Al final, el lugar de entrenamiento quedaba tan lejos que duró poco en el cuadro audino.