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Sí soy yo, la más genial de la historia de las novelas para infelices como ustedes. Ok, no quería maltratarlas lo siento, les pido perdón, perdón por ser la mejor, perdón porque mi genialidad no pueda ser comprendida por mentes inferiores, perdón por ser la más chistosa de todas las novelas fracasadas que estuvieron antes de mí, lamento profundamente haber nacido así de perfecta.Juro que si pudiera hacer cualquier cosa para dejar de ser taaan hermosa lo haría, pero a quién engaño? Es imposible que deje de ser taan hermosa. Así que si quieres leer la mejor historia del universo con la protagonista más preciosa, graciosa y glamorosa del mundo: aquí estoy YO.
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Seitenzahl: 642
Veröffentlichungsjahr: 2019
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Quindt, Nicolás Alejandro
Los sophimisterios : la más odiada 6 / Nicolás Alejandro Quindt. - 1a ed . – Buenos Aires : Nicolás Alejandro Quindt, 2019.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-783-953-1
1. Narrativa Juvenil Argentina. 2. Amor. 3. Humor. I. Título.
CDD A863.9283
© Nico Quindt2019
Queda hecho el depósito legal establecido por la ley 11.723.
Queda prohibida la reproducción total o parcial así como su almacenamiento o fotocopiado mediante cualquier sistema electrónico o mecánico sin la debida autorización o mención del autor. Todos los derechos reservados.
La más odiada no tiene como intensión fomentar el odio racial, cultural o religioso. Esta novela es una parodia orientada solamente a entretener y divertir, en ningún momento es mi intención ofender a ninguna persona cualquiera sea su color de piel, religión, preferencia sexual, contextura física, preferencia sexual, género, etc. Como tampoco lo es fomentar la discriminación de ningún tipo. Aclarado esto, quiero agregar que Sophia Laurent va a discriminar sistemáticamente a cualquier persona que no sea ella misma, esta novela no pretende hacer foco sobre ningún grupo en particular. Espero tomen todo a risa que es lo que esta historia pretende: hacerlos reír.
Nico Quindt
Soy Sophia Laurent. Sí, sí lo sé. No te gastes en decirme lo hermosa que soy, te dije que ya lo sé. ¿Qué? Que además soy perfecta. Bueno lo acepto, no puedo evitarlo…
Pero no te preocupes, no toda la novela hablará de lo grandiosa que soy… bueno sí. Pero en mi defensa te diré que esta no es una típica historia en la que yo me enamoro. Esta es la novela donde todos se enamoran de mí ¿Qué hago para merecerlo? Solamente maltratarlos, los hombres son estúpidos… te aman cuando tú los detestas… si no saben esto, entonces están perdidas.
Así que no esperes una historia cliché donde en el último capítulo un chico rico, pobre, malo o bueno me hace recapacitar sobre mi conducta y me obliga a darme cuenta de que el amor existe y los pajaritos y bla, bla, bla, porque eso no sucederá…
Yo no soy difícil, simplemente soy imposible. Y les advierto, no se adelanten a odiarme porque cuando me conozcan me amarán…
Seguramente te preguntarás ¿cómo llegué a ser tan genial? Bueno, comenzaré a contarles acerca de mi papá: Austin Laurent.
¿Qué puedo decirles además de que es el hombre más guapo que hayan visto jamás? Obvio, es mi padre. ¿De dónde creen que sale toda esta belleza?
Aunque pensándolo bien quizás es el culpable de que yo sea así… así de genial.
Déjenme comenzar a hablarles de él:
Podría contarles, por ejemplo, cuando tenía cuatro años y le pregunté: “¿por qué nunca santa Claus me trajo un regalo?”
—No, no empecemos a creer en Santa Claus, Santa Claus no existe, son los idiotas de los padres de tus amiguitas los que inventaron a Santa y ahora por culpa de ellos todos tenemos que regalar idioteces a las fracasadas de nuestras hijas para que se nos consideren buenos padres, pues déjame decirte que no te compraré nada, a menos que me pidas los últimos zapatos de Prada…
—¡Me leíste la mente es justo lo que quiero! —Me alegré.
—Por supuesto que los quieres, y por supuesto que los tendrás, una Laurent no puede no usar los últimos zapatos…
Imaginen lo que sucedió cuando yo repetí, palabra por palabra, lo que mi padre me había dicho, en el jardín de niños… esa fue la primera vez que me odiaron. Algunos niños lloraron al enterarse al día siguiente, por medio de chicos más grandes, de que era cierto lo que yo decía acerca de la no existencia de Santa… y mi padre los llamó “maricas”.
Ahora les hablaré de mí, que es lo que realmente importa. Tengo la edad perfecta, o sea diecisiete años, el cuerpo perfecto y el rostro perfecto.
Ese día entré a la cafetería de la escuela piojosa a la que asistía, en realidad no era una escuela piojosa, era la mejor escuela de la ciudad, pero, así y todo, estaba muy por debajo de mi categoría. Ni siquiera lo de mi propia categoría estaba en mi categoría.
Había un chico. Louis. Era el único que me hablaba. No era rico como casi todos los demás, todo lo contrario, había sido becado por su coeficiente intelectual y eso lo ponía en un lugar de “no tan idiota como el resto de los chicos”. Aunque no por eso significaba que lo trataría de manera más amable, al contrario, lo trataba igual que a todos, pero a él no le importaba, se reía a carcajadas pensando que yo solo bromeaba. Louis era un muchacho de cabello castaño oscuro con mirada tímida, pero que denotaba sagacidad. Era guapo y listo, si no fuera por su pobreza sería demasiado para cualquiera de las odiosas de la escuela.
—Hola —me saludó sonriendo. Claro, típico gesto que se le dibujaba a un hombre al ver mi rostro grandioso.
—¿Qué quieres, pobre? ¿Acaso deseas que te dé empleo para podar mi cerco? No, gracias, ya tengo jardinero… ah ¿no?, entonces ¿por qué me hablas? Ya veo, debes de tener hambre… ok, ponte debajo de la mesa cuando esté almorzando y tendrás algún hueso con qué entretenerte…
Louis lanzó una de sus carcajadas al aire y se fue a sentar con sus amigos a una de las mesas dispuestas en perpendicular al gran ventanal. Me agradaba ese chico. No se emocionen, me agradaba como si fuera una mascota. Nada en especial.
Me dirigí directo al mostrador a ordenar mi menú, era odioso tener que ir a solicitar mi almuerzo en lugar de que una sirvienta me lo trajera hasta la mesa, pero así eran las reglas decadentes de mi escuela. Estaba ese grupo de idiotas haciendo la fila para comprar… pasé por delante de ellas sin siquiera mirarlas y pedí un menú especial de bajas calorías para gente light y top. Como no podía faltar, una de esas arpías se quejó…
—¡Hey! La fila está atrás —levantó la voz Jessica. Esa mugrosa. Jessica era una chica rubia de rasgos delicados, bastante bonita para lo que pretendía.
Yo la miré indignada. Sin mencionar lo indignada que estoy de tener que describir a cada una de estas infelices para que puedan entender quiénes son, y por sobre todo tener que decir que son bonitas estas idiotas, ¡si ellas son bonitas, yo entonces soy grandiosa!
—¿Desde cuándo una fea le habla en ese tono a una linda? —Repliqué. Tomé mi almuerzo, bufé cuando les pasé cerca y me fui a sentar, negando con la cabeza. No podía creer su descaro.
Estaba desenvolviendo los utensilios para comer de sus respectivas servilletas de papel y sirviéndome el refresco en el vaso descartable, cuando las vi sentarse justo en la mesa de en frente.
Me levanté de mi asiento y me dirigí a la barra de la cafetería, directo a hablar con el dueño del lugar.
—Perdón ¿no hay un sector para que se siente la gente de menor calidad económica? Me molesta comer delante de ellas… —dije señalando a las infelices con educación forzada y un poquito de desprecio que hice notar al fruncir los labios. Era mi gesto favorito, obvio no pueden verlo porque estoy escribiendo esta historia y no filmándola idiotas, pero me tomaré una foto luego para que lo vean.
—Lo lamento señorita Laurent deberá comer donde todas…
—Pero, usted al menos entiende mi reclamo, ¿no? Yo no debo comer con el resto… ellas no son como yo.
—¿Ah no? ¿Usted tiene tres brazos o cuatro piernas?... —dijo con sarcasmo.
—Noooo… pero tengo una chaqueta Dolce Gabbana y unos Louis Vuitton en los pies… —remarqué arqueando las cejas, ya poseída por la impertinencia de ese soquete—. Ya veo, no lo entiendes, sigue pelando cebollas…
*
El estúpido maestro Della Fontaine. Un abuelito de unos cuarenta años, amargado y pulcro, que no dejaba de molestarme en cada una de sus tediosas clases, acomodó sus libros de literatura sobre el escritorio. Cuando lo vi entrar en el aula, me crucé de brazos. Él comenzó a escribir en la pizarra y a dictar imbecilidades sin sentido.
—Señorita Laurent ¿qué le sucede que no escribe? —Preguntó con su tono despectivo y paternal.
—Las lindas no necesitamos hacer nada… para eso nacimos, para que el mundo esté a nuestros pies… algún esclavo lo hará por mi… —le respondí monumental.
—Si para cuando termine la clase no tiene todo copiado en su cuaderno le pondré un cero.
—¡Louis! Ponte a escribir —le ordené dándole mí carpeta para que anotara esas inutilidades. Él se puso de inmediato a copiar en mi cuaderno y en el suyo al mismo tiempo. Yo le sonreí al maestro y él me miró con odio.
*
Al fin en casa con mi adorado padre… lejos de esa escuela de inútiles.
—Hola mi reina —dijo mi papá apenas me vio entrar.
—Hola mi hermoso… —sí, mi papá es hermoso y le digo hermoso, ¡dejen de pensar en incesto pervertidas!
—¿Cómo te fue?
—Bien… —respondí dándole un beso en la mejilla y un abrazo. Me pinchó un poco con su barba apenas recortada.
—¿Discriminaste a alguna chica más pobre? —Me preguntó con seriedad.
—Como siempre…
—¿Le rompiste el corazón a un chico que no tendría oportunidades contigo?
—Lo habitual…
—¿Humillaste a las feas?
—Lo normal…
—Bien, me alegro… buena chica… —me acarició con ternura.
—Solo un profesor estúpido quiere que escriba las idioteces que habla…
—¿Una linda escribiendo? ¿No le dijiste que hay esclavos que lo harán por ti? E incluso computadoras…
—Se lo dije, pero parece no querer entender… —levanté los hombros y alcé las manos con las palmas hacia arriba.
—Supongo que pusiste a algún chico pobre que está ilusionado contigo a que copie tus tareas…
—Todos están ilusionados conmigo… —hice una mueca con la comisura de la boca y levanté la ceja.
—Te amo princesa.
Subí a mi habitación a cambiarme de ropa, el uniforme escolar era una bazofia. Nos igualaba a todos, como si alguno de esos desgraciados pudiera ser igual a mí.
*
Me desperté temprano para asistir a la clase de Gimnasia. Era lo único que me agradaba de esa escuela de infradotados. El magnífico momento donde podía demostrarles que era realmente superior.
El profesor Banner era un hombre viejo… como de unos veintitrés años. Pero aun así me caía bien. O al menos su clase era agradable.
El juego era fútbol, mi deporte favorito. Mis piernas eran muy fuertes, además de tener una buena habilidad. El profesor nos hacía jugar varones y mujeres mezclados y yo destacaba entre ambos.
«OK, perdedores. Aquí voy». Tomé el balón y lo llevé conmigo eludiendo a tres de los chicos.
—Hasta luego fracasados —les dije. Anna se me acercaba decidida a quitarme la pelota. Era una muchacha de cabellos rojizos y finos, de tez muy blanca. Una arpía de primera línea. Le di un golpe con el codo en los dientes y cayó al suelo desistiendo de perseguirme. Era habilidosa, pero también me gustaba el juego rudo. «Qué perfecta soy por Dios»
Continué avanzando, Julieta venía hacia mí, tímida con su carita de idiota y su cabello sedoso debo reconocerlo, era muy delgada, pero tenía bellas curvas. Trabé con fuerza contra ella y creo que casi le quiebro sus débiles huesitos de cristal.
—Ve a jugar a las muñecas, niña mimada.
Llegué hasta la portería, tenía a la chica gorda en el arco. Era la única de esas idiotas a la que no odiaba, pero el juego era el juego y yo era implacable e iba a destruirla. La bola de grasa me miraba fijo. Apunté a su rostro, segura de darle en la nariz, quizás si le rompía la quijada sería una mejoría para esa cara desproporcionada. Pateé con todas mis fuerzas y le acerté de lleno en su horrible rostro. Volví a recuperar la pelota, ya con la portera de culo en el suelo y anoté el gol.
—Sí! ¡Soy increíble!
Louis vino a chocar los cinco y quedó con la mano en el aire.
—Ni lo sueñes idiota.
—¡Señorita Laurent! ¡Venga para aquí! —Ordenó El profesor Banner.
—No es necesario que me felicite, profesor… ya sé q…
—Nadie va a felicitarla —me interrumpió—. No te vas a retirar hasta que no pidas disculpas a todos tus compañeros…
¿Qué demonios le sucedía a este parásito? Lo miré molesta, pero no quería que me castigara y perderme sus clases.
—Bueno perdón, perdón por estar tan a la moda, perdón por siempre adivinar las tendencias, perdón por mi cabello sin quebraduras, perdón por haber nacido con este cuerpo perfecto y esta piel humectada naturalmente.
—Es verdad —afirmó Louis, Anna lo golpeó—. ¿Qué? Su piel está muy humectada…
—Te vas a sentar allí sola a hacer abdominales. ¡Largo! —Gritó Banner enojado.
—Ok, ok abuelito —me retiré a hacer abdominales. De todas maneras, me encantaba hacerlas, tenía un abdomen de sueños y me gustaba verlo trabajar.
—Es tan linda y tan mala… —suspiró Garret.
—Tenemos que ponerla en su lugar. No puede ser que trate mal a todos… se cree la mejor del mundo —dijo Jessica.
—Sí —afirmó Brandon— solo porque tiene esos hermosos ojos azules y esas piernas perfectas...
—Y esa cintura —agregó Garret.
—Y esas tetas redondas como pomelos… —se babeó Harvey.
—Y ese cu…
—Basta!! Los chicos están poseídos por esa zorra. Mejor lo planearemos nosotras —gritó Jessica.
—Debe tener un punto débil… —Argumentó Anna aun tomándose la boca.
Gastón Rey es el chico más atractivo de la escuela. Rubio de ojos claros y cuerpo atlético. También es del último año como yo, pero está en otra división. Es tan problemático como lindo e inteligente… lo digo objetivamente, nunca me fijaría en él. Es el único que jamás ha intentado conquistarme, sabe a lo que se expondría y que lo dejaría como un idiota y tiene su orgullo. Respeto eso.
Tranquilos, no voy a enamorarme de él. Sé que quieren verme caer en los brazos de alguno de estos perdedores, pero les he advertido que eso no va a pasar. A menos que el infeliz del escritor patético de esta novela se le ocurra hacerlo y allí tendré que golpearlo.
De todas maneras, seguramente debe morir por mí al igual que el resto de los chicos. O sea, soy yo… con eso está todo dicho.
¿Por qué estoy hablando de él? Les contaré…
—¿Tienes algo que hacer esta noche? —Me preguntó Louis al otro lado de mi celular I-Phone último modelo. Otro día les contaré por qué solo él tiene mi número. O ¿acaso creen que cualquiera puede tenerlo?
—Por supuesto, como todas las noches: planear mi outfit. No puedo a la mañana, a último momento decidir qué me voy a poner y qué combinaciones hacer… ¿cómo crees que hago para lucir tan fantástica cada día? —Le dije un poco molesta por sus preguntas impertinentes.
—Es cierto, y ¿por la tarde?
—¿Qué es lo que quieres gusano? —Pregunté impaciente observando mis uñas recién gelificadas.
—Necesito consejos para salir con una chica, cómo tengo que vestirme, cómo seducirla. Sé que tú eres la mejor…
—Shh, no se hable más, a las 18:00 hs pasaré por ti, rompe el chanchito de los ahorros porque gastaremos dinero en el shopping —soy débil ante la sinceridad, cuando me dicen verdades tan absolutas como que “soy la mejor” no me puedo resistir.
Se hicieron las 18:00 hs y pasé a recoger a Louis por su casa. Quedaba en el barrio pobre de la ciudad. Los niños jugaban en la calle sin miedo a las bacterias del suelo. La gente no tenía sentido de la moda.
—¡Oh por Dios! —Exclamé al ver a ese chico cruzar la calle. Clavé los frenos de inmediato, saqué la cabeza por la ventanilla de mi camioneta BMW, no suelo hacerlo, pero era una situación límite—. ¡Oye! Esa camisa estuvo de moda la primavera del año pasado... —moví las manos y abrí los ojos como dos platos agitando la cabeza. Él me miraba y parecía no entender—. No puedes seguir usándola… ya pasó de moda.
«Ok, cálmate, estás en un barrio carenciado, donde la gente no tiene estilo. Respira profundo y continúa conduciendo» —me dije.
Louis estaba esperándome en la puerta, obviamente. Si tenía que esperarlo medio segundo: adiós la salida al shopping, se lo había aclarado. Sophia Laurent no espera a nadie, a Sophia Laurent se la espera.
Subió a la camioneta, se colocó el cinturón de seguridad y yo aceleré mientras conversábamos.
—Bueno, si tuvieras que conquistar a una chica como yo, cosa que no sucedería ni en un millón de años, te diría que siquiera lo intentes, pero en el caso del resto de las perdedoras de la escuela que no tienen muchas opciones de encontrar a un chico, yo diría que deberíamos hacer algunos ajustes. Primero te llevaré a un coiffeur a darle vida y forma a eso que tienes arriba de la cabezota, que es cualquier cosa menos un cabello, luego vamos a comprar un poco de gasolina para quemar esa ropa que traes y después iremos de shopping. Armani, algo de Polo, Gabbana y seguramente algún perfume de Carolina Herrera. Y una cosa más, mi primer y único consejo: eres lo mejor a lo que puede acceder una hambreada como Jessica, creo que hasta podríamos dejar el perfume CH de lado que, aun así, no podría decirte que no, es decir, vamos…
Entramos a ese lugar de encantos. Cada vez que mi figura cruzaba esas puertas, las vidrieras resplandecían. Las vendedoras de las tiendas me observaban dejando caer lo que tuvieran en las manos al ver cruzar mi cuerpo esbelto y exclusivo por los pasillos, sabían que todas las prendas me quedaban maravillosamente bien, incluso hasta desearían regalarme su ropa con tal de verme usarla y admirarme. Sí, soy única.
Anna miraba atónita. Se ocultó detrás de una de las columnas y nos observaba muy animados mirando escaparates y probándonos diferentes prendas.
De pronto se alejó sin que la notáramos.
*
Se hicieron casi las 12:00 del mediodía cuando terminamos de convertir a Louis en una especie de ser humano decente. Mordí una manzana verde de 52 calorías y lo miré de arriba hacia abajo.
—Sophia, Sophia, Sophia… lo volviste a hacer… ¿cómo lo haces? —Me dije.
*
Louis caminaba por el pasillo de la preparatoria luciendo la nueva ropa que había adquirido junto a mí. Escuchó la voz de Jessica al otro lado de la pared antes de llegar a la puerta del aula y se acercó para atender a lo que decía.
—No tiene madre, ese puede ser su punto débil… —propuso Jessica.
—Seguro su madre se suicidó cuando la escuchó hablar por primera vez… —comentó Julieta— es tan presumida.
—Creo que su punto débil es su padre —afirmó Anna.
—El padre es otro idiota igual que ella.
—¿Igual a ella? Te refieres a ser atea, engreída, racista, elitista, discriminadora, odiosa, superficial, narcisista, ególatra, sarcástica, zorra… —confirmó Julieta.
Anna estaba un poco dubitativa. No sabía si debía exponer lo que vio. Meditó algunos instantes y luego se decidió.
—Tengo algo que contarles —aseguró con debilidad por la interrupción a Jessica— los he visto a ella y a Louis juntos comprando ropa en el shopping.
Louis escuchaba consternado. Uno de los libros que traía consigo se le resbaló de las manos e hizo un ruido sordo al caer al piso.
Las chicas quedaron en silencio y fue Jessica la que se aproximó al pasillo a ver quién estaba. Louis tuvo que simular una caída arrojándose al suelo.
Jessica lo encontró tirado.
—Louis… ¿estás bien? —Preguntó la joven con preocupación.
—Sí, solo he tropezado por caminar y leer al mismo tiempo. Me pasa por distraído.
—Hola… —retomó Jessica dándole un beso en la mejilla, se había olvidado de saludarlo. Louis sintió un estremecimiento. Le encantaba el contacto con la piel de esa chica.
—Hola —respondió el muchacho con cara de gatito mojado.
—¡Qué bien hueles! —Agregó ella—. Amo ese perfume.
—Por supuesto… «Sophia sí sabía lo que hacía».
—¿Cómo? —Preguntó Jessica.
—Es decir… por supuesto que me he comprado este perfume que es el último de Carolina Herrera.
—Ahhh un hombre que sabe quién es Carolina Herrera… que dulce —suspiró.
«Sophia eres la mejor» —pensó Louis. Bah, en realidad no sé lo que pensó, dado que yo estoy contando esta historia, pero ¿qué otra cosa pudo haber pensado?
Se quedó un tiempo con ellas siendo admirado por su buen gusto para vestirse (maldito infeliz, todo me lo debe a mí) y luego se retiró contento como un retrasado patético, es decir como un hombre enamorado.
Tenía una decisión imposible de tomar. Estaba enamorado de Jessica, pero no quería traicionarme.
Louis tomó la decisión de llamarme.
—Están planeando algo contra ti, creo que van a ir hasta las últimas consecuencias, así es que cuídate —me advirtió. Su voz al teléfono sonaba melodramática.
—¿Quiénes?
—No puedo decirte más nada… tú me comprendes…
—Ya veo… es Jessica y su grupo de infelices. Pero ¿qué pueden hacer para afectarme? ¿Seguir teniendo ese gusto pésimo para vestirse? ¿Continuar sin actualizar su teléfono celular? ¿Seguir conduciendo un automóvil del año anterior?
—Ok adiós, siempre te tomas todo en broma… —se despidió Louis.
¡Esperen un momento! ¿acaba de colgarme él? Marqué su número.
—Hola? —Contestó.
—¿Cómo te atreves a colgarme tú?
—Perdón, no volverá a suceder…
—Por supuesto que no volverá a suceder. Solo por esta vez, y porque me previenes de lo que planean esa banda de zorras mal acondicionadas. Bye.
*
Al día siguiente volví a clases desperdigando magia por el mundo. Nuevamente ingresé al aula. Sabía que todos sabían del plan para acabarme. No podían disimularlo. Louis me miró desconcertado.
—No puedo escribir más por ti, deberás escribir tú sola en la hora de Della Fontaine —me susurró.
—Shh silencio negrito, ¿Por qué opinas? Si hace cien años eras un animal…
Della Fontaine ingresó al aula mientras yo aún no terminaba de acomodar mi nuevo blazer de corderoy Prada en el respaldar del asiento.
—Una sola hoja de papel sobre el pupitre. Les tomaré una prueba… sorpresa —dijo el infeliz. Viejo amargado.
—Prueba de literatura… bla, bla, bla y vivieron felices para siempre… perdón, las que no vamos a necesitar aprobar esta materia inútil para tener una vida exitosa asegurada ¿nos podemos retirar?
—Retírese si tanto lo desea… tendrá un CERO.
Me retiré de todas formas y me senté sola en la cafetería.
Sonó el timbre del recreo. Todas las mujeres y los hombres más falderos se quedaron.
—No me gusta Louis en realidad, ustedes saben que estoy saliendo con Gastón Rey, pero es el único que tiene acceso a ella… puedo utilizarlo para mi venganza —escuché decir a Jessica por el audífono del teléfono. Había dejado un micrófono oculto en mi blazer Prada.
La muy zorra salía con Gastón Rey y estaba utilizando a Louis para vengarse de mí. Pero eso no era lo que más me enfurecía, sino que había usado todo mi buen gusto y mis conocimientos de tendencias en vestirlo para que pudiera conquistar a esta arpía y todo había sido un engaño. ¡Nadie desprecia a un chico vestido tan elegantemente con el asesoramiento de Sophia Laurent! Esta perra no sabe con quién se metió.
Sonó el timbre de mi hermosa mansión ubicada en la parte alta de la ciudad. Obvio ¿dónde más viviría? ¿Con los pobres? Olvídenlo. Austin atendió. No, no tenemos sirvientes, eso es para gente inútil.
—Perdón ya dimos caridad este año —dijo mi padre cerrándole la puerta en la cara a Louis.
El timbre volvió a sonar.
—Ya tocaste en esta casa niño…
—La estoy buscando a Sophia…
—Déjalo pasar papá… yo lo llamé —dije desde el sofá.
Mi padre lo invitó a entrar y me dirigió una mirada, luego miró los zapatos sin marca de Louis y me volvió a mirar con desaprobación.
—“Lo sé” —moví los labios, pero nunca salió el sonido de mi boca.
—Bueno, necesito que te sientes —solicité a mi compañero de escuela—. Tengo algo muy importante que decirte, pero debes prometerme que te comportarás como un hombre.
—Soy un hombre.
Al siguiente momento Louis estaba tirado sobre el sofá pataleando y llorando como un niño…
—¡¡¿Por queeeé?!! ¡¡Buaaaa!! —chillaba desconsolado golpeando mi sofá italiano con el puño.
Mi padre lo tomó de la camisa y le dio varias bofetadas de derecho y de revés hasta que se calmó.
—Yo también tengo algo que decirte: Anna nos vio en el shopping, la oí —sollozó Louis.
—¿Y a qué fue? ¿A mirar a través de las vitrinas y soñar con poder comprar algo de Hermès? Si es una pobre desgraciada…
—Me gusta como elaboras el sarcasmo hija… —chocamos los cinco con mi padre—. Me siento tan orgulloso de ti. Los dejo. Tengo que ir a entrenar, no tengo menos de 8% de grasa corporal por quedarme en casa sentado —avisó mi padre y salió para el gimnasio.
—Te amo. ¡Eres el papá más lindo y genial del mundo!
Miré a Louis de frente.
—Esto no va a quedar así… ahora van a conocer mi sophinialidad… —amenacé—. Esto es lo que haremos...
*
La directora Julianni se presentó en el aula mientras yo estaba con los pies arriba de la mesa limándome delicadamente mis uñas esculpidas.
—Chicos tengo una mala noticia. Este fin de semana ha muerto el profesor Della Fontaine —anunció en un tono melancólico. En su rostro se reflejaba una tristeza demagoga, como si esperara contagiarnos de esa tristeza.
Algunos de los idiotas de mis compañeros se sorprendieron y más de uno, increíblemente, lo tomó con tristeza.
—Yo sé que los toma por sorpresa su muerte, es decir con su edad…
—Lo que me estaba tomando por sorpresa es como demoró tanto, digo, vamos, cuarenta años… —advertí.
—Señorita Laurent, no es momento para sus bromas…
—¿Cuál broma? —Susurré por lo bajo mirando a Louis que no pudo contener la carcajada.
—Lo va a suplantar el profesor Westein que está por llegar. Los dejo, no hagan mucho ruido hasta que llegue.
—Directora Julianni —la interpelé antes de que se retirase.
—Señorita Laurent —me respondió aguardando mi comentario, siempre con esa mirada de esperar lo peor de mí.
—¿Y no nos va a dar la mala noticia? Creo que todos la estamos esperando.
La directora Juliani me clavó la mirada, el odio parecía brotarle de los poros. Hasta que se calmó y se fue. A los dos minutos entró el nuevo profesor de literatura. David Westein.
¿Qué demonios le pasaba a mi corazón? Comenzó a latir muy fuerte cuando él entró. Llevaba unos lentes que protegían unos ojos preciosos, era de piel color de la miel y de cabellos castaños, por momentos rubios, de grandes músculos y bello como un ángel. «Tranquila Sophia es un hombre viejo de veintisiete años, tú nunca has sentido nada por ningún hombre, no puede sucederte esto». Necesitaba ir a comprobar si mis glándulas estaban liberando una cantidad excesiva de hormonas.
—Siéntese señorita —me dijo el profesor Westein.
—Lo siento señor mayor, pero estoy experimentando un inconveniente físico.
Él sonrió y estiró la mano indicándome que podía salir. Saqué el teléfono celular de mi cartera y llamé a mi padre.
—Hermoso de mi vida… papi, necesito preguntarte algo...
—Dime princesa…
—Si un profesor muy guapo, pero muy guapo me pone nerviosa y me hace latir el corazón… ¿estoy en riesgo de enamorarme de él?
—No reina. No lo creo. Simplemente te parece atractivo y tu cuerpo reacciona, son cosas normales a tu edad. No debes preocuparte.
—¡Fiuuu! —suspiré— gracias papá, estaba aterrorizada, pensando en que podía llegar a sucederme lo mismo que a todas estas chicas poco finas y sin elegancia que almuerzan hamburguesas de 300 calorías.
—Tú eres Sophia Laurent, nunca serás una chica sin elegancia.
—Eso es obvio papá. Debo volver a clases, nos vemos a la noche.
Regresé al curso enseguida, aliviada por las palabras de mi padre, siquiera había tenido que pasar por la enfermería de la escuela.
—¿Se siente bien? —Me preguntó el profesor.
—Perfectamente, solo deje de ser tan… tan… eso que hace para que a las adolescentes les lata fuerte el corazón, no va a funcionar conmigo.
Me miró sorprendido, como si no entendiera de lo que le hablaba. Se sonrió y continuó con su aburrida clase de literatura.
Sonó el timbre del descanso. Me dirigí sin dudar a la biblioteca que era el lugar preferido de Gastón Rey y allí lo encontré, sentado leyendo idioteces de fracasado.
—Hola… —dije apenas lo divisé. Gastón me miró—. Hola dije… ¿necesito decir algo más?
—Hola belleza ¿cómo la llevas?
—¿Acaso no ves como la llevo? —Señalé mi figura increíble.
—Perfecta… —expresó con las babas que se le caían.
Recorrí mi silueta con el rabillo del ojo.
—Es verdad, lo soy… pasarás a recogerme a las siete.
—A las siete estaré allí.
—No entiendes nada. Serás el primero en salir con Sophia Laurent. Estarás a las 06:50 en la puerta de mi casa. Y otra cosa, si sales conmigo tienes prohibido respirar cerca de otra chica… no vayan a creer que pueden ser competencia para mí —aclaré.
—Acepto.
—Por supuesto que aceptas. ¡Dios! Tengo que explicar todo… —me fui indignada.
—Hasta entonces —se despidió con rostro de idiota o enamorado, lo que prefieran, es lo mismo.
—¡Top! —Dije y me fui.
Las lágrimas brotaban desconsoladas de los ojos de Jessica. Sus amigas Anna y Julieta la observaban entristecidas.
—La muy zorra me quitó a Gastón. ¡Él me dejó… ¡buaaaaaa! 😭😭😭 —lloraba la chica.
—¿Acaso será porque tú le quitaste a Louis? —Preguntó Anna.
—No pensé que fueran en serio, creí que solo estaba jugando con él…
—Ok… ok, pero esto no puede ser tan malo… dejando de lado que perdiste al chico más apuesto de toda la escuela… —intentó explicar Anna.
—¡Buaaaaa! 😭😭😭 —continuó llorando Jessica.
—En fin, lo que digo es que, si Sophia Laurent, quien puede tener a cualquier chico que quiera, se fijó en Gastón solo porque tú le robaste a Louis, esto significa que Louis le importa… puede ser que hayamos encontrado su punto débil… —dedujo Anna.
—No lo había pensado así… tengo a Louis conmigo… —El llanto de Jessica se transformó de inmediato en una sonrisa malévola.
—Por ahora… —remarcó Anna acomodando su cabello brillante.
—¿Qué? —Preguntó sorprendida.
—Si ella quisiera recuperarlo ¿crees que él se resistiría? —Expresó con cierta ironía.
—¡Qué mala amiga eres! ¿Por qué me dices eso?
—Digo que debes asegurarte de que Louis no te deje… tienes que darle algo que Sophia no le daría…
—Te refieres a… —tragó saliva— ¿mi virginidad? —Se asustó Jessica.
—No creo que sea necesario tanto, ¿acaso crees que Sophia le dará tan solo un beso?
—Es cierto con un buen beso alcanzará… le voy a meter la lengua hasta el estómago a ese inútil y le voy a demostrar a esta perra quién soy yo…
*
Era la primera vez que había un hombre en mi habitación. Gastón se acercaba a mí mientras que hablaba, estaba sentado justo al borde de mi cama y se iba corriendo con movimientos disimulados para llegar a mí. En un momento comenzó a acercar su boca a la mía con aires de playboy. Olvidando que estaba con Sophia Laurent y que lo que funcionaba con las otras retardadas no funcionaría nunca conmigo. Lo primero que se me vino a la mente fue cuestionarme por la marca de crema dental que usaba. Quizás debía preguntarle, supongo que ninguna chica besa a un chico que usa una pasta dental de segunda marca.
—Aguarda un momento. Tú ¿no estabas saliendo con nadie? —Interrogué con un tono musical. En serio, deberían oír lo bella que es mi voz.
—A decir verdad, sí, estaba saliendo con una compañera tuya… con Jessica… pero la dejé por ti —respondió al instante un poco inseguro.
—¿Con Jessica? —Fingí sorprenderme— bien que la dejaste, pero eso no es suficiente. Necesito verlo y que todos vean que ahora que estás conmigo nunca volverás con ella, que no puede competir conmigo. Quiero que se lo dejes en claro y quiero verlo, no te creeré hasta que lo vea.
—Es muy cruel hacerle eso. ¿Por qué lo harías? Es decir ¿por qué quieres que lo haga? —La expresión de Gastón pareció desilusionada, aquí tuvo una real oportunidad de conocer mis intenciones, pero es hombre… tienen un cuerpo y un rostro como el mío en frente y se convencen de lo que su estupidez les dicta.
—Porque ella me odia y quiero marcarle una diferencia. Además, si me hubieras dicho que estabas saliendo con alguien nunca me hubiera acercado a ti —puse carita de buena y mentí. Ok, está bien, intenté poner carita de buena, pero no me salió. De todas maneras, repito: es hombre, creerá lo que yo le diga que crea.
—Está bien… —dijo no muy convencido.
—Si prefieres no salir conmigo… —le comenté a modo de amenaza diplomática.
—No, no… sí quiero salir contigo. Lo haré. Pero no voy a humillarla delante de todos, solo delante de ti.
—¡Top! —Gastón tenía principios. Les dije que respetaba eso. Era un poco menos idiota que el resto de los chicos.
*
Bueno quiero que se enteren de una vez que odio narrar todas las superficialidades que ocurren, esta es mi novela y la cuento como quiero, y si no les gusta es porque no están a mi nivel intelectual super sensacional. Así que, si esperan eso, mejor vayan a leer cuentitos de niñas estúpidas con ositos, perritos y finales felices. Les voy advirtiendo que no voy a estar contando que amaneció una vez más, que fui nuevamente a esa escuela de fracasados y bla, bla, bla… usen el cerebro y dense cuenta de cuándo ha transcurrido un día y cuando no.
Crucé mis brazos delante de Jessica. Gastón parecía algo inquieto. Dudaba de lo que estaba haciendo.
—Como sabes, Jessica, estoy saliendo con Sophia, así que no quiero que te me acerques ni que me envíes textos o audios en WhatsApp, o que me sigas en Facebook o Instagram.
La chica desengañada trataba de contener el llanto, solo lo hacía porque tenía mi cínica mirada enfrente sonriendo con malicia. Pero no mostrando una sonrisa evidente, todo lo contrario; mi sonrisa era ilegible, solo se notaba en el brillo de mis ojos.
—¿También quieres que cancele la suscripción a tu canal de Youtube? —Preguntó.
—No, eso no… sabes bien que necesito suscriptores si quiero ser youtuber...
Yo lo pateé en los tobillos.
—Sí, cancela la suscripción —se resignó Gastón.
—Muy bien —dijo Jessica a punto de llorar— pero espero que sepas que soy una mujer muy rencorosa y orgullosa. Cuando esta zorra deje de jugar contigo vas a volver arrastrándote y yo no te voy a perdonar nunca que me hayas dejado por ella.
La tomé de la nuca y la traje hacia mí.
—Vuelve a decirme zorra y te revuelco por todo el piso.
Jessica se asustó, sabía que yo no hablaba en broma. Era bueno que me temiera, me hacía sentir poderosa.
—Ahora ¡lárgate! —Le ordené tronando los dedos.
Jessica se fue conteniendo las lágrimas y Gastón la miró abandonar el lugar con cierto grado de culpa. No le gustó para nada lo que hizo, eso se notaba.
—Bueno —se acercó seductor— ahora podemos volver a lo del beso —aproximó su rostro al mío y yo lo aparté.
—No habrá ningún beso. ¿Acaso crees que un chico que salió con esa perdedora tendría alguna oportunidad conmigo? Estás loco… adiós.
—Eres de lo peor, una bruja sádica y manipuladora. ¿Con qué necesidad me hiciste humillarla así, si no querías nada conmigo?
—Oh! No me culpes por lo que tú mismo hiciste… nadie te ha puesto una pistola en la boca, humillaste a esa pobre chica que sentía algo por ti solo porque eres hombre y egoísta, y te dominan tus hormonas. Es más, la dejaste por mí antes de que yo te pidiera nada… tú eres el sádico, te alzas como un perrito en celo, corres detrás de cualquier falda y caes en lo más bajo solo por conseguir sexo.
Gastón se quedó callado. No supo qué decir.
—Además ¿crees que no me di cuenta de que esos pantalones los conseguiste en un outlet de rebaja? Puedo notar una falla de fábrica a kilómetros… nunca saldría con un chico que usa ropa de segunda… —me retiré del lugar. Gastón me miró con odio y apretó sus puños, juro que, si no fuese mujer, me hubiera dado un puñetazo en el rostro.
Ahora solo debía asegurarme de que todos me vieran con Louis. Tardaría segundos en viralizarce y en llegar a oídos de esa mugrosa, apestosa, piojosa. Jessica no tendría nada.
Así fue, me paseé tomada de la mano con Louis y a los pocos minutos toda la escuela hablaba de nosotros como novios. Incluso dos blogueras del año anterior lo postearon. Salí divina en las fotografías.
Y llegó el momento en que Jessica y Louis cruzaron palabras. Fue justo a la salida de la escuela. Ella lo tomó del brazo en el momento en que yo fui a poner en marcha mi carro. Opté por no entrometerme a menos que fuera necesario, confiaba en que Louis haría un buen trabajo, aunque no del todo… es hombre y es débil.
—¿Qué se supone que estás haciendo? Estabas conmigo y ahora estás con ella… —reclamó Jessica. Un reclamo totalmente infundado, pero estaba tratando de al menos conservar a Louis.
—Ya puedes dejar el teatro de lado… —ironizó el muchacho—. Te oí. Estabas conmigo solo para vengarte de Sophia, mientras salías con Gastón Rey. Ese… le rompería la boca sino fuera que me da pena arruinarle esa sonrisa tan blanca que tiene.
—Y hasta hablas como ella… —se apenó la chica con ojitos tristes y desalentados.
—Ya deja de creerte mejor persona que ella… ella es una bruja, pero al menos es sincera al respecto. Tú juegas el papel de víctima y pobrecita chica buena y eres una arpía, jactanciosa y manipuladora. Y ya que aún no terminas conmigo, déjame hacerlo a mí: yo termino contigo Jessica, no quiero que vuelvas a hablarme.
«Sí, ese es mi muchacho» —festejé.
*
Estacioné mi BMW en la puerta de la casa de Louis. Él descendió.
—Bien, todo salió como lo planeamos —dijo algo apresurado y alegre. Yo le clavé una mirada furtiva.
—Es decir como lo planeaste… lo siento —remedió.
—Así está mejor —aclaré.
Julieta era una chica tímida que seguramente no había abierto la boca cuando esas yeguas planearon complotarse en mi contra. Pudo haber hablado mal de mí, porque es obvio que no le caigo bien a semejante perdedora, pero dudo que hubiera participado de algún tipo de plan para perjudicarme, no era su estilo. Pero de todas maneras no se la iba a llevar gratis, algún precio tenía que pagar por pertenecer al bando equivocado, y todos los bandos que no sean “MI BANDO” estaban equivocados. Pero supongo que todas las cosas tienen dos puntos de vista diferentes: el punto de vista equivocado y el mío. Es decir, nunca entendí como vive la gente sin ser yo.
Mi blanco ahora era Anna, esa infeliz, resentida, chismosa.
La directora Erica Julianni se plantó frente a todos los alumnos justo antes de que ingresemos a nuestros respectivos salones. Su cabello estaba más platinado que de costumbre y su mirada bastante más satisfecha de lo que debería tener una señora que vestía polleras de tres temporadas atrás.
—Van a filmar una nueva comedia y nos pidieron prestado el establecimiento de nuestra querida Top High Life College. También van a hacer un casting para los chicos y chicas que quieran actuar y protagonizar la película —dijo la directora Julianni emocionada como una idiota. ¿Quién querría estar en una película de perdedores vista por perdedores? Eso se preguntaría cualquier persona normal, salvo mis compañeros. Los muy imbéciles morían por figurar en esa basura.
Comenzaron a llegar los camiones con toda la maquinaria para el rodaje, actores, extras, directores e incluso uno de ellos traía la comida.
Estaba parada en pose “aburrida” mirando como todos esos simios se denigraban frente a una cámara. El patio techado donde estaba la cancha de balón cesto y gimnasia había sido invadido por un montón de niños ilusos que estaban idiotizados, ni hablemos de los profesores…
Uno de los productores se paró a observar el panorama desde el fondo, justo a escasos metros de mí.
—¿Cuál es la consigna? ¿Qué todos actúen como idiotas? Te informo que están actuando normales… —observé con mi evidente sarcasmo y genialidad.
El hombre se echó a reír. Sus anteojos le daban un aire nerd, geek, pero también intrigante, como si supiera demasiado de todo.
—¿Por qué no les enseñas cómo se hace? —Me propuso.
—No, gracias, no necesito de estas payasadas para sentir que mi vida vale algo, además no creo que quieran aprender. Aquí las chicas son muy egocéntricas, hay algunas tan egocéntricas que creen que están a mi nivel. Así que olvídalo.
Me fui hacia el salón de conferencias a mirar mi postura en los vidrios espejados.
—Eres tan buena para combinar prendas, Sophia… ¿Cómo lo sabes? ¿Acaso tú eres? Sí, luces increíble… tu cabello tiene el típico brillo de las proteínas L,Oréal… lo dices para quedar bien… eres una tonta… me haces sonrojar… Ay, ya basta Sophia…
Me di la vuelta cuando oí una risita que quiso ahogar otro de los productores que me estaba observando sin que yo lo notara. Quizás pensó que me iba a sonrojar, más yo lo miré con total normalidad.
—Estás hablándote a ti misma y te tratas de esa manera llenándote de halagos —dijo sorprendido aquel hombre.
—Si tuvieras este cabello, estas piernas y este rostro lo entenderías… —argumenté.
El hombre se echó a reír. Tenía las mismas expresiones que el otro productor, se notaba que eran parientes.
—Me gustaría tenerte en el reparto, es más, que fueras una de las protagonistas… —me dijo como si no fuera obvio.
—Por supuesto que te gustaría. A cualquiera le gustaría tenerme en cualquier circunstancia —le respondí sin mirarlo. La vi a Julieta aproximarse a la fila del casting, pero se quedó a un costado. No obstante, Anna y Jessica sí se pusieron a hacer la fila. Eso me contrariaba, si atacaba ahora delante de ellas, sería interrumpida inmediatamente. Tenía que encontrar el momento en que estuviera sola. Y allí la vi, por supuesto, iba en dirección al baño, las otras dos arpías no abandonarían la fila para acompañarla. Siempre lo hacían, iban las tres juntas… como si el retrete fuera un enemigo al que debían enfrentar entre todas. Pero no esta vez. Salí disimuladamente por la puerta lateral y aceleré el paso para atracarla.
Julieta abrió la portezuela de uno de los boxes del baño y se encontró conmigo sosteniéndola con una mano, parada frente a ella de manera intimidante y mirándola fijo.
—Sophia, yo te juro que no tengo nada que ver… nunca te haría nada… ni confabularía en tu contra… yo solo… si no estoy con ellas no existo. Son mis amigas y las necesito —se defendió como pudo, estaba muy nerviosa, pero decía la verdad.
—Me parece que serás mi próxima empleada para fregar los pisos de mi habitación… te quiero hoy una hora después de la escuela en mi casa… y si me llego a enterar de que dijiste algo a esas dos perras, ahí no tendré piedad contigo… te estoy perdonando en este mismo momento de no ahogarte la cabeza en el retrete, así que haz lo que te digo si sabes lo que te conviene.
—Lo haré… iré a tu casa y limpiaré tu habitación…
—No es lo que quiero que hagas, solo te estaba… eres más idiota de que lo pensé…
Jessica y Anna abrieron la puerta del baño apresuradas. Imaginaban que yo estaría allí y no se equivocaron, después de todo no eran tan imbéciles.
—¿Qué sucede aquí? —Preguntó Anna en tono amenazante.
Julieta salió del pequeño cuarto y yo ingresé.
—No sucede nada —explicó Julieta.
—No te atrevas a meterte con ninguna de nosotras o te las verás con las tres juntas —gritó Jessica. Exasperándome.
Aunque me sorprendió esa reacción... «Cálmate Sophia, no eres tonta, si te agarran las tres juntas no vivirás para contarlo».
—Nadie le hizo nada a tu pequeña mascota… ¿acaso no puedo venir al baño de chicas? —Dije antes de cerrar la puerta.
Comenzaron a revisar a Julieta en busca de heridas.
—¿Qué te hizo?
—¿Estás bien?
—Tranquila ya estamos aquí. Nosotras te cuidaremos.
—Ya es hora de que lo dejes, Sophia. ¡Terminemos esta guerra aquí mismo! —Gritó Jessica.
Jalé de la palanca de la mochila de agua y salí del box.
—Oye, relájate… solo vine al baño... —me miré en el espejo, le lancé un beso a mi propio reflejo y me fui.
*
Los dos productores con los que había interactuado se encontraron justo en medio del gran patio.
—Acabo de hallar a una chica sorprendente —dijo el más joven de los hermanos Murdock, se llamaba Collen.
—Te refieres a una que estaba en el fondo, sin darle importancia a nadie y con rostro presumido —atinó William.
—Esa misma. Tenemos que conseguirla.
*
Louis era el nuevo chico más popular de la escuela, claro, se había corrido la voz de que estaba saliendo conmigo y todos ahora lo tenían por un Dios.
—Louis! —Lo llamé parada como una reina.
—Ahí está amigo, que suerte tienes… —exclamó Garret. Me olvidé de mencionar a Garret Osborne, un chico de cabellos cortos oscuros y ojos azules, bastante buen mozo, pero un infeliz.
—Es perfecta —suspiró Brandon. Él era todo un personaje, perseguía cualquier falda por toda la escuela, era rubio, de rasgos bastante agradables y mirada de pervertido.
Louis se puso de pie, los saludó mientras todos estaban atontados mirándome y envidiándolo, les echó una mirada con aire de superado y caminó hacia mí.
—Déjate de tonterías, payaso. Tenemos trabajo… creo que ya fue suficiente de esta farsa… vamos a simular que te estoy dejando así podemos continuar normalmente.
—No, Sophia no me quites esto. Todos los chicos me admiran y las chicas al fin se fijan en mí… si haces parecer que no sigo contigo no continuaré ayudándote. Ese es el trato.
—¿Eres consciente de que las chicas te quieren porque me odian a mí y quieren tener lo que piensan que yo tengo por pura envidia y competencia, no es cierto?
—Por supuesto que soy consciente, no soy idiota…
—Ok. Tenemos un problema, estas sarnosas van a todos lados juntas para protegerse. No puedo llegar a ellas de a una. Pero tengo a Julieta. Necesito que cites a Jessica a solas.
—Y ¿si no quiere ir? —Preguntó Louis dudoso como siempre.
—Irá, no va a resistirse a saber qué quieres… además tú la dejaste, así que aprovechará la oportunidad para vengarse por eso.
—¿Todo es venganza entre ustedes? —Preguntó algo indignado.
—No. Todo es lucir como yo… y venganza, pero como algunas no pueden lucir como yo, entonces solo les queda la venganza.
El chico asintió, aunque no muy convencido.
—Citarás a Jessica a la misma hora que yo tendré ocupada a Julieta y ahí atacaré a Anna sola.
—Ok, pero al menos podrías darme un beso en la mejilla delante de los chicos o dejarme que diga algo como: “acepto tu invitación ya que te mueres de ganas de verme” —expresó en tono suplicante.
—Hazlo y te cortaré los dedos y te los meteré por la nariz.
—Está bien, pero al menos el beso…
—Louis, hazle un favor al buen gusto por la combinación de colores en las prendas y suicídate.
Cuando salí de la escuela, los dos productores estaban aguardándome. Me abordaron ni bien me vieron.
—Señorita Laurent, tenemos una oferta para usted… —dijo el más joven de los dos.
—Olvídenlo —continué caminando. Ellos se adelantaron cortándome el paso, aunque no de manera grosera.
—Pero ni siquiera la has escuchado… —se quejó el otro.
—Miren, no me gusta hacer el ridículo como todos estos idiotas de aquí. Sé que muchos sueñan con tener esta oportunidad, pero vamos, ya sabemos que tendré cientos de estas oportunidades y que acabaré siendo famosa de todas maneras, pero de momento necesito terminar la escuela, se lo prometí a madre antes de que muriera y no quiero complicar a mi padre —expliqué. Vaya parecía toda una adulta. Y no se entusiasmen, no voy a contarles de mi madre, salvo cuando quiera hacerlos llorar… pensándolo bien no estaría mal que lloren… pero no, ya demasiado castigo tienen al no ser yo.
—Está bien, te entendemos, solo te dejaré mi tarjeta… tenemos varias ideas para nuevas películas y creo que tú representas un tipo de público juvenil que todos los productores buscan para llegar a los récords de taquilla… —William era muy compresivo, se notaba que estaba acostumbrado a tratar con chicas lindas, perfectas y de accesorios originales.
—Solo piénsalo y cuando te decidas o cuando termines la escuela, llámanos y la oportunidad estará esperándote.
“Murdock Bros. Productores.” Decía la tarjeta. La guardé en mi cartera Prüne y continué mi camino.
*
Julieta llegó a mi casa a la hora acordada. Tocó el timbre con su piel grasosa.
—Quiero aclararte que vine solo porque quiero acabar con esta guerra estúpida —atacó antes de que yo dijera nada. Me sorprendió esa actitud en ella, siempre fue una niña tímida y tierna.
—Que inició tu amiga Jessica… —aclaré.
—Tú vives maltratando a todo el mundo, Sophia. Así que no estoy segura de quién la inició —me contestó con determinación. ¡Wow! Cualquiera diría que no era Julieta la que hablaba.
—Eso no tiene nada que ver con que hayan complotado en mi contra…
—Solo dime lo que quieres… ¿qué castigo me espera por haber “complotado” contra la fabulosa Sophia Laurent?
—Me gusta la palabra fabulosa, hace tiempo no la usaba… déjame anotar…
Ingresé a la aplicación de notas en mi teléfono con goma protectora rosa en forma de unicornio super adorable y escribí: “Utilizar la palabra fabulosa”.
—Bien, estuve pensando en algo que te obligue a recordar que no debes volver a meterte conmigo.
—¿A qué te refieres? —Se sorprendió.
—A chantaje… extorsión… voy a tomarte fotos y filmarte fabulosamente haciendo algo realmente vergonzoso y las conservaré en mi poder. De esa manera fabulosa, la próxima vez que decidas hacer algo en mi contra estarás sujeta a que todos las vean.
—¿Cómo sabré que no las publicarás, aunque yo no haga nada?
—Mira perra, tú y tus amigas ya han hecho suficiente y no quedarás absuelta como si nada hubiera pasado… fabulosa… harás lo que te diga por las buenas o lo harás por las malas… fabulosa.
El rostro de Julieta empalideció fabulosamente. Así me gusta, que tengan miedo de mi venganza.
—Ok, pero ya deja de decir “fabulosa”.
Por ahora no les contaré el video que filmé de Julieta, solo saldrá a la luz en caso de necesitarlo algún día.
*
—¿Sobre qué querías hablar? —Disparó Jessica con rostro antipático. Louis humedeció los labios y respiró profundo.
—Mira, no tienes derecho a estar enojada, tú jugaste conmigo sin que yo te hiciera nada… —siquiera con una perra maldita que lo había usado, Louis podía dejar de ser un buen chico.
—Y ¿Qué tal te va con Sophia? Vamos Louis ella no te dará siquiera un beso… al menos yo, aunque fuera jugando pensaba darte uno y un buen beso… con lengua y todo.
Louis abrió los ojos como platos. Por un momento se arrepintió de no haber esperado unos días más para dejarla.
—Lo cierto es que quiero que se acabe esta guerra inútil entre ustedes… o al menos no quiero estar más en el medio. Tú y Sophia son malas personas, es decir, no tan malas, pero sí muy rencorosas y vengativas, y generan que a su alrededor todo sea así.
—Pues díselo a tu novia, ella es la que no acepta perder jamás…
—Lo sé y más tarde hablaré con ella. Solo quiero que nuestra pelea termine aquí. Porque si yo formé parte de su venganza fue porque tú me usaste primero, no ella. No seremos amigos, pero quiero que cesen las hostilidades entre tú y yo al menos.
—Ok, acepto.
—Entonces hablaré con Sophia y ya dejaré de formar parte de todo esto. Hasta luego.
*
Anna estaba saliendo de su clase de hockey, esperé a que se dirigiera al vestuario y cuando entró a ducharse aproveché para entrar. Conocía a todas sus compañeras de equipo. Muchos de sus padres eran empleados del mío.
—Largó de aquí —ordené, señalando la salida con el dedo pulgar.
Las chicas comenzaron a irse una por una. Solo una me desafió poniéndose en frente dispuesta a golpearme, de modo que la tomé del brazo practicándole una llave y haciéndole comer el suelo. Presioné más fuerte para que sintiera dolor hasta que golpeó el piso con la mano en señal de que se rendía.
—Largo! No lo voy a repetir… —la solté.
Tomé las prendas y la toalla de Anna, las amontoné y les prendí fuego. Al salir presioné la alarma contra incendios y me fui. Anna salió desnuda cubriéndose como pudo. Vio sus prendas arder y comenzó a gritar pidiendo auxilio. No tuvo más remedio que salir al patio donde estaban todos los chicos que practicaban baloncesto. Los silbidos y las risas no se hicieron esperar. Anna se metió al cuarto de limpieza llorando y allí se quedó hasta que una de las encargadas le trajo algo de ropa y pudo salir.
Ese es el castigo para las chismosas.
*
Estaba parado frente a la puerta de mi casa, no quiso entrar, cosa que me extrañó. Entraba a diario a su casa pulgosa y se negaba a ingresar a la mía, así eran estos pobres, se acostumbraban a la pobreza.
—Necesito hablar contigo —en la mirada de Louis se veía que estaba perturbado por algo.
—Sé que te sientes mal por no tener mi genética, pero no tienes que sentirte de menos, la perfección no se hace en un día, yo tardé nueve meses en nacer…
—¿Podrías dejar de hacer chistes al menos un segundo?
—Oye, mejor cálmate. No puedes…
—No puedo seguir con esta estúpida venganza, ni con esta estúpida farsa… —me interrumpió elevando la voz— ya no quiero nada de todo esto.
Louis echó la mirada al suelo y se dispuso a alejarse de mí.
—No eres una mala chica, Sophia… lástima que aún no te enteras…
—Ok, dejaré de usar productos de primera calidad para mi cabello y mi piel, a ver si se resecan un poco así no te sientes tan mal…
—Adiós Sophia.
Ingresó por el patio principal. Debo reconocer que la muy zorra tenía un estilo único y un gusto particularmente agradable para vestirse. Ella era Dayana Lords. Sí, esa perra que había pasado de tener más de un millón de suscriptores en Youtube y casi dos millones de seguidores en Twitter e Instagram a ser modelo de Calvin Klein y actriz en una tira televisiva, era la nueva alumna de la escuela. Las repercusiones que la Top High Life College había tenido gracias a la filmación de la película de los hermanos Murdock la hicieron famosa y ahora esta idiota había decidido cambiarse aquí.
Para describirles a Dayana tendría que ser demasiado generosa, odio hacerlo, pero si no lo hago son tan ignorantes que no entenderán, así que ahí les va, pero luego deben olvidar que dije estas cosas amables de esta infeliz: era una chica muy hermosa, rubia, esbelta y de piernas increíbles, sus medidas eran las clásicas de una modelo. Listo ¿Conformes? Ok.
Pasó frente a mí y me observó mientras caminábamos en dirección a las aulas.
—¡Vaya! Sí que hay buen gusto por la moda en esta escuela. Eres muy hermosa —me dijo. «Qué original» pensé. Ya había escuchado esa frase cientos de miles de veces durante toda mi joven y soñada vida.
—Dime algo que no sepa —le respondí.
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