Teoría de la comunicación humana - Paul Watzlawick - E-Book

Teoría de la comunicación humana E-Book

Paul Watzlawick

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Beschreibung

Los autores, miembros del equipo que trabajó diez años en Palo Alto (California) con Gregory Bateson, estudian aquí la pragmática de la comunicación interpersonal. La comunicación es considerada como una relación cualitativamente diferente de las propiedades de los individuos que participan en ella. Después de definir ciertos conceptos generales, los autores presentan las características básicas de la comunicación humana e ilustran sus manifestaciones y sus posibles perturbaciones. Los distintos aspectos de la teoría son ejemplificados mediante un análisis de la pieza ¿Quién teme a Virginia Woolf?, de Edward Albee. Se analiza la importancia especial de la paradoja y la contradicción en la comunicación humana, tanto desde el punto de vista de la patología como de la terapia. La conducta perturbada es vista como una reacción comunicacional ante una situación que tiene determinadas propiedades, y no como una enfermedad localizada en la mente del individuo. Se discute también la famosa teoría del doble vínculo sobre la esquizofrenia, y se ejemplifica la situación contradictoria que caracteriza al doble vínculo en unas variadas situaciones interpersonales, incluida la psicoterapia. En el último capítulo se establece una comparación entre la teoría de la comunicación y el punto de vista existencial. Dentro de la nueva literatura sobre los fenómenos de la comunicación humana, este libro está ya en camino de convertirse en un clásico.

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Título original: Pragmatics of Human Communication Diseño de la cubierta: Claudio Bado y Mónica BazánEdición digital: Grammata.es
© 1967 W W Norton & Company, Inc., New York © 1981 Herder Editorial, S.L., Barcelona
La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.
I.S.B.N. digital: 978-84-254-2724-4
Más información: Sitio del libro
Herderwww.herdereditorial.com
A Gregory Bateson, mentor y amigo.

PREFACIO

Cuando, para el estudio de la conducta humana, se desplaza el énfasis de las intenciones a los efectos de los actos, se opera una modificación cualitativa que afecta la visión del mundo de quien lo lleva a cabo. Se pasa de una perspectiva fundamentalmente retrospectiva, introspectiva, basada en una lógica causal y lineal, a una predominantemente predictiva, centrada en observaciones consensuales, que opera sobre la base de una lógica recursiva o dialéctiva. Y, cuando se desplaza el acento desde los procesos intrapsíquicos hacia los fenómenos interaccionales, se expande drásticamente la comprensión de la conducta humana: la psicología y la psicopatología tradicionales pasan a adquirir el carácter de una suerte de anatomía descriptiva que puede dar cuenta de ciertos elementos pero que malamente sirve para describir y explicar los complejos procesos interpersonales que inscriben y dan sentido a la conducta del individuo en su contexto.
Es indudable que el primer aporte en el camino de esta expansión debe ser adjudicado al psicoanálisis, que amplió y enriqueció la comprensión de los comportamientos a la luz del enfoque dinámico genético-evolutivo. También es indudable que la exploración de la instancia intrapsíquica requirió la construcción de un conjunto coherente de hipótesis explicativas y auxiliares, y, en concordancia, el desarrollo de una hermenéutica propia. Esta óptica intrapsíquica impidió en etapas posteriores la aplicación del modelo psicoanalítico a otros campos —los fenómenos grupales, las conductas sociales, etc.— más allá de la mera transpolación antropomórfica. El carácter reconstructivo de esa teoría condujo asimismo a la producción de explicaciones circulares que invalidaban toda puesta a prueba del modelo. El psicoanálisis, utilizado como lenguaje e instrumento interdisciplinario y riguroso, mostraba algunas deficiencias insalvables.
La segunda gran expansión de las ciencias del comportamiento fue generada por lo que acabó llamándose el enfoque comunicacional o interaccional o sistémico. Su origen se nutre de campos tales como la ingeniería de comunicaciones y la cibernética, además de la antropología y la teoría de los sistemas. Es posible que haya sido precisamente esta característica la que le otorgó tal cualidad expansiva, en tanto proporcionó un modelo general, no enraizado en campo específico, que puede ser aplicado con comodidad tanto en las ciencias psicológicas como en las ciencias sociales, y en cada uno de los diferentes niveles de ambas.
A partir de 1945, año de la publicación de los primeros trabajos de Wiener y Rosenblueth, de Shannon y Weaver, y de von Bertalanffy, proliferó una producción científica vasta y multifacética. Por una parte, se desarrolló la teoría de la información, de base notoriamente tecnológica, centrada en el estudio de las condiciones ideales para la transmisión de información y en los límites y las perturbaciones de los sistemas artificiales de comunicación. Por otra parte, se expandió el campo de la comunicación de masas, centrada en el estudio de las características y los efectos de los medios de comunicación masivos. Finalmente, y gracias a las contribuciones del notable antropólogo y epistemólogo inglés Gregory Bateson —a quien este libro está dedicado— y de diversos investigadores del Mental Research Institute de Palo Alto, California, EE.UU., se fue perfilando la base conceptual del modelo interaccional o pragmático de la comunicación humana, centrado ya no en el estudio de las condiciones ideales de comunicación sino en el estudio de la interacción tal cual se da de hecho entre seres humanos.
Estos últimos desarrollos presentan un curso comparativamente tortuoso. Y no es extraño que haya sido así. Cuando se aprende un lenguaje nuevo cuya estructura es cualitativamente distinta de la del que se conoce, se debe reemplazar no sólo un vocabulario —para el que se puede establecer sencillas equivalencias de diccionario— sino un conjunto de reglas de construcción que en muchos casos importa una modificación de las operaciones perceptuales y conceptuales que deben realizar los interactores.
Comenzar a estudiar los fenómenos de la comunicación humana desde el punto de vista pragmático significa para quien los explora no sólo la apertura de un campo fascinante sino la dura tarea de desprender mucho de lo aprendido: el hecho de observar con una nueva óptica y de pensar con una nueva lógica una miríada de fenómenos ya estudiados desde otros ángulos por la psicología tradicional exige el esfuerzo simultáneo de luchar en contra de la contaminación por parte de los hábitos previos de pensar y de percibir. Un interés y una dificultad adicional provienen del hecho de que los fenómenos de la comunicación humana presentan múltiples niveles de análisis, y el análisis de cualesquiera de ellos en forma aislada puede empobrecer notoriamente lo observado. Pero, por otra parte, de no hacerse así —restringiendo selectivamente los observables—, el monto de la información que se intercambia en toda situación de interacción humana es tan enorme que su estudio resultaría poco menos que imposible.
El proceso de aprendizaje en que se ve envuelto el ser humano desde el mismo momento de su nacimiento transcurre en un medio que transmite información y modos de calibrar dicha información, que enseña lenguaje y reglas acerca de dichos lenguajes, que va organizando la conducta del sujeto mediante pautas regladas de interacción muy complejas, muy precisas, y totalmente fuera del nivel de percatación (salvo, tal vez, cuando tales reglas se ven violadas). Este proceso determina o favorece a su vez una visión de sí y del mundo que se incorpora al estilo del sujeto sin cuestionamiento y sin conciencia de su existencia. Nadie nos enseña específicamente cómo se combinan los mensajes verbales y los gestuales, por ejemplo, pero de todas maneras se enseña y aprende. Nadie explica en qué consiste una coalición y cómo se propone y corrige, pero su aprendizaje tiene lugar desde el mismo comienzo de la socialización, a través de la experiencia interaccional cotidiana. Las enseñanzas implícitas y las metaenseñanzas —enseñanzas acerca de las reglas y modalidades de aprendizaje— exceden inmensamente al caudal de la enseñanza explícita. La complejidad de los procesos interaccionales es enorme, y su riqueza informativa, pasmosa.
La lectura de este libro nos abre las puertas de un mundo que resulta a la vez familiar e insólito. Familiar en tanto su tema es el hecho comunicacional, que pertenece a lo más básico de la experiencia humana. E insólito porque analiza a fondo y en forma ordenada una serie de fenómenos que, pese a estar al alcance de nuestra experiencia cotidiana, pese a ser transmitidos, aprendidos, enseñados, corregidos y recorregidos una y mil veces, se dan de manera habitual fuera del campo de la percatación consciente, tal vez en su misma frontera. De ahí deriva, probablemente, la experiencia de tipo insight que genera la lectura de muchos fragmentos del libro.
El estudio y la comprensión del ser humano desde el paradigma que se propone aquí es una experiencia de enriquecimiento intelectual. El ojo se ensancha. Nuestra comprensión acerca del comportamiento humano se amplía dramáticamente. Uno de los procesos más significativos y más propios de la especie humana, la comunicación, aparece con nuevos relieves y nueva profundidad. Se diversifica, asimismo, nuestro bagaje de instrumentos clínicos. Y, por cierto, se multiplica el monto de los interrogantes y de las áreas que se abren a la exploración. Esta última constituye una prueba irrefutable, de necesitarse alguna, acerca de la fertilidad que posee el campo de la pragmática de la comunicación humana que abre este libro liminar. Su contenido es tan actual ahora como lo fue en 1967, fecha de su primera edición. La prueba del tiempo sólo contribuye a confirmar su carácter de obra de vanguardia para nuestra comprensión del hombre en su contexto natural de relaciones humanas.
Dr. Carlos E. SluzkiDirector Mental Research Institute Palo Alto, California

INTRODUCCIÓN

Este libro trata sobre los efectos pragmáticos (en la conducta) de la comunicación humana y, en particular, sobre los trastornos de la conducta. En una época en que ni siquiera se han formalizado los códigos gramaticales y sintácticos de la comunicación verbal y en que se contempla con creciente escepticismo la posibilidad de adscribir a la semántica de la comunicación humana, un encuadre preciso, todo intento de sistematizar su pragmática quizá parezca una prueba de ignorancia o presunción. Si en el estado actual del conocimiento no existe siquiera una explicación adecuada para la adquisición del lenguaje natural, ¿cuánto más remota es entonces la esperanza de establecer las relaciones formales entre la comunicación y la conducta?
Por otro lado, resulta evidente que la comunicación es una condición sine qua non de la vida humana y el orden social. También es obvio que desde el comienzo de su existencia, un ser humano participa en el complejo proceso de adquirir las reglas de la comunicación, ignorando casi por completo en qué consiste ese conjunto de reglas, ese calculus de la comunicación humana.
Este libro no se propone ir mucho más allá de ese conocimiento mínimo. No pretende ser otra cosa que un intento de construir un modelo y una presentación de algunos hechos que parecen sustentar ese modelo. La pragmática de la comunicación humana es una ciencia muy joven, apenas capaz de leer y escribir su propio nombre, y que está muy lejos de haber desarrollado un lenguaje propio coherente. Su integración con muchos otros campos del esfuerzo científico es una esperanza para el futuro. Sin embargo, y confiando en que tal integración se logrará en el futuro, este libro está dirigido a todos los estudiosos de aquellos campos donde se enfrentan problemas de interacción sistémica en el más amplio sentido del término.
Podría argumentarse que su contenido no tiene en cuenta estudios importantes directamente relacionados con el tema. La escasez de referencias explícitas a la comunicación no verbal podría ser una de tales críticas, y otra sería la falta de referencia a la semántica general. Pero este libro no puede ser más que una introducción a la pragmática de la comunicación humana (un campo que hasta ahora ha sido objeto de muy escasa atención) y, por lo tanto, no puede señalar todas las afinidades existentes con otros campos de investigación sin convertirse en una enciclopedia, en el mal sentido de la palabra. Por idéntica razón, fue necesario limitar las referencias a otras numerosas obras sobre la teoría de la comunicación humana, sobre todo aquéllas que se limitan a estudiar la comunicación como un fenómeno unidireccional (del que habla al que escucha) y no llegan a considerar la comunicación como un proceso de interacción.
Las implicancias interdisciplinarias del tema se reflejan en la forma de la presentación. Los ejemplos y las analogías fueron tomados de una amplia gama de temas, aunque entre ellos predominan los correspondientes al campo de la psicopatología. Debe quedar especialmente aclarado que cuando se recurrió a las matemáticas en busca de analogías, sólo se las utilizó como un lenguaje notablemente adecuado para expresar relaciones complejas y que su uso no significa que entendemos que nuestros datos pueden ya ser cuantificados. Del mismo modo, el empleo bastante frecuente de ejemplos tomados de la literatura puede parecer científicamente objetable a muchos lectores, pues sin duda el intento de demostrar algo mediante los productos de la imaginación artística parece un método poco convincente. Sin embargo, estas citas tomadas de la literatura tienen como fin ilustrar y aclarar determinados conceptos teóricos con el objetivo de presentarlos en un lenguaje más fácilmente comprensible; su empleo no significa que ellas puedan demostrar nada por sí mismas. En síntesis, tales ejemplos y analogías constituyen modelos de definición y no modelos predictivos (afirmativos).
En diversos pasajes de este libro fue necesario incluir definiciones de conceptos básicos correspondientes a una variedad de otros campos que son prescindibles para cualquier experto en ese campo particular. Así, para prevenirlo, pero también para facilitar la comprensión al lector corriente, se ofrece un breve esquema de los capítulos y sus secciones.
El capítulo 1 intenta establecer el marco de referencia. Introduce nociones básicas tales como la de función (S. I.2.), [1] información y retroalimentación (S. 1.3.) y redundancia (S. 1.4.), y postula la existencia de un código todavía no formalizado, un calculus (S. 1.5.) de la comunicación humana, cuyas reglas se observan en la comunicación exitosa pero se violan cuando la comunicación está perturbada.
El capítulo 2 define algunos de los axiomas de este cálculo hipotético, mientras que en el capítulo 3 se examinan las patologías potenciales que dichos axiomas implican.
En el capítulo 4 esta teoría de la comunicación se extiende al nivel organizativo o estructural, basado en un modelo de las relaciones humanas como sistema; así, la mayor parte del capítulo está dedicado al examen y la aplicación de los principios de los Sistemas Generales.
El capítulo 5 sólo ofrece ejemplos del material relativo a los sistemas, destinados a dar vida y especificidad a esta teoría que, a fin de cuentas, se ocupa de los efectos inmediatos que los seres humanos ejercen entre sí.
El capítulo 6 se refiere a los efectos de la paradoja en la conducta. Ello requiere una definición del concepto (S.6.1., 6.2. y 6.3.), que el lector familiarizado con la literatura sobre antinomias, y en particular con la paradoja de Russell, puede omitir. La Sección 4.6. introduce el concepto, menos conocido, de paradoja pragmática, en particular la teoría del Doble Vínculo y su contribución a la comprensión de la comunicación esquizofrénica.
El capítulo 7 está dedicado a los efectos terapéuticos de la paradoja. A excepción de las consideraciones teóricas en S. 7.1. y 7.2., este capítulo fue especialmente escrito con vista a la aplicación clínica de las pautas paradójicas de comunicación. El Epílogo, en el que se hace referencia a la comunicación del hombre con la realidad en el sentido más amplio, no pretende proveer más que una visión panorámica. En él se postula que un cierto orden, análogo a la estructura de niveles de los Tipos Lógicos, impregna la concepción humana de la existencia y determina la cognoscibilidad final del universo. A medida que una serie de expertos, desde psiquiatras y biólogos hasta ingenieros en electricidad, revisaban críticamente el manuscrito, se hizo evidente que cualquiera de ellos podía entender que una sección determinada era muy elemental mientras que otros opinaban que era demasiado especializada. Del mismo modo, podría considerarse que la inclusión de definiciones —tanto en el texto como en las notas al pie— implica una actitud ofensivamente condescendiente hacia una persona para quien el término forma parte de su lenguaje profesional cotidiano, mientras que para el lector común la falta de definiciones a menudo parecía implicar algo así como «Si usted no sabe qué significa, no vamos a tomarnos la molestia de decírselo». Por lo tanto, se decidió incluir al final del libro un glosario que contiene sólo aquellos términos que no pueden encontrarse en los diccionarios comunes y que no están definidos en el texto. (En el índice se indica la ubicación de las definiciones ofrecidas en el texto, con los números correspondientes a las páginas en negrita.)
Los autores desean expresar su agradecimiento a las numerosas personas que leyeron todo el manuscrito o parte de él y proporcionaron ayuda, aliento y consejo, en particular Paul S. Achilles, Ph. D., John H. Weakland, M. A., Carlos E. Sluzki, M. D., A. Russell Lee, M. D., Richard Fisch, M. D., y Arthur Bodin, Ph. D., todos ellos colegas en el Mental Research Instituto Albert E. Scheflen, M. D., Eastern Pennsylvania Psychiatric Institute y la Temple University School of Medicine, Karl H. Pribram, M. D., Ralph I. Jacobs, M. D., y William C. Dement, M. D., de la Stanford University School of Medicine, Henry Longley, B. S. E. E., Project Engineer, Western Development Laboratories (Philco); Noel P. Thompson, M. D., M. S. E. E., Jefe de la División de Electrónica Médica, Palo Alto Medical Research Foundation; John P. Spiegel, M.D., Center of Research in Personality, Harvard University. La responsabilidad por las posiciones adoptadas y los errores que puedan haberse cometido corre por cuenta exclusiva de los autores.
Este trabajo se realizó con la ayuda del National Institute of Mental Health (Subsidio MH 07459-01), la Robert C. Wheeler Foundation, el James McKeen Cattell Fund, y la National Association for Mental Health, cuya ayuda reconocemos con gratitud.
Palo Alto, marzo de 1966.