Testimonios acerca de conducta sexual, adulterio y divorcio - Elena G. de White - E-Book

Testimonios acerca de conducta sexual, adulterio y divorcio E-Book

Elena G. De White

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Beschreibung

Para tratar el tema de la vida sexual y su variedad de posibilidades, este libro utiliza un método simple y eficaz: narra los hechos (con más o menos detalles, según convenga), extrae algunas lecciones y deja que los lectores saquen sus propias conclusiones. Esta compilacion de cartas y textos escritos por Elena de White, realizada con el fin de aconsejar y orientar a las personas en diversas situaciones de vida, será una contribución a la elevación del nivel moral de los lectores, y al mismo tiempo proveerá bienestar, ánimo y esperanza a aquellos cuyos complejos problemas de índole sexual parecen estar más allá de las soluciones humanas.

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Testimonios acerca de conducta sexual, adulterio y divorcio

Elena G. de White

Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.

Índice de contenido
Tapa
Abreviaturas
Prefacio
Sección I: MATRIMONIO
1 - Hechos y principios importantes
2 - Consejos y advertencias
3 - Individualidad
4 - Casamientos de viudos y viudas
Sección II: CASAMIENTO CON UN INCRÉDULO
5 - Conducta del cónyuge cristiano
Sección III: UN CÓNYUGE MUTILADO
6 - Consejos a Walter y Laura
7 - Advertencias a la segunda suegra de Walter
8 - Fracaso del segundo matrimonio de Walter
Sección IV: SEPARACIÓN Y RAZONES PARA EL DIVORCIO
9 - Separación
10 - Razones para el divorcio
Sección V: PERMISIVIDAD Y ADULTERIO
11 - El pecado de la permisividad
12 - Desobediencia del séptimo mandamiento
13 - Luchemos contra pensamientos y sugerencias impuros
Sección VI: DESVIACIONES DE LA SEXUALIDAD
14 - Excesos en el matrimonio
15 - Besuqueos y sexo premarital
16 - Homosexualidad
17 - Masturbación
18 - Abuso de menores
Sección VII: CONSEJOS A PERSONAS CON PROBLEMAS MORALES
19 - A una ama de casa
20 - A un adventista de muchos años y su concubina
21 - A un empleado de hospital
22 - A un gerente de sanatorio
23 - A un posible gerente de sanatorio
24 - A un médico
25 - A una colportora
26 - A un evangelista
27 - A un ministro renombrado
28 - A un ministro influyente
29 - A cuatro ministros profanos
30 - A dos asistentes de Elena de White
Sección VIII: CASAMIENTOS SIN FUNDAMENTO BÍBLICO
31 - Respeto por los casamientos sin fundamento bíblico
32 - El hermano G
33 - Esteban Belden
34 - William E (primera parte)
Sección IX: CONSEJOS A ADMINISTRADORES DE LA IGLESIA
35 - William E (segunda parte)
36 - Súplica a los ministros
37 - Consejos a un presidente de la Asociación General
38 - Consejos a dirigentes y obreros evangélicos e institucionales
39 - Los miembros de iglesia y el adulterio
40 - Declaración de los esposos White
Sección X: AMOR POR LOS QUE YERRAN Y LOS TENTADOS
41 - El amor de Dios por el pecador
42 - Comprendamos a los demás
Apéndice A - Masturbación y locura
Apéndice B - Un problema eclesiástico antiguo

Testimonios acerca de conducta sexual, adulterio y divorcio

Elena G. de White

Título del original en inglés: Testimonies on Sexual Behavior, Adultery, and Divorce. Ellen G. White Estate, Silver Spring, MD, Estados Unidos de América, 1989.

Dirección: Aldo D. Orrego

Traducción: Elbio Pereyra

Diseño del interior: Marcelo Benítez

Diseño de tapa: Nancy Reinhardt, Leandro Blasco

Ilustración de tapa: Shutterstock (banco de imágenes)

Libro de edición argentina

IMPRESO EN LA ARGENTINA - Printed in Argentina

Primera edición, e - Book

MMXX

Es propiedad. © 1983 Ellen G. White Estate, Silver Spring, MD, E.U.A.

© 1983, 2020 ACES.

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.

ISBN 978-987-798-256-5

White, Elena G. de

Testimonios acerca de conducta sexual, adulterio y divorcio / Elena G. de White / Dirigido por Aldo D. Orrego. - 1ª ed. - Florida: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2020.

Libro digital, EPUB

Archivo digital: Online

Traducción de: Elbio Pereyra.

ISBN 978-987-798-256-5

1. Vida cristiana. 2. Conductas sexuales. 3. Adventismo. I. Orrego, Aldo D., dir. II. Pereyra, Elbio, trad. III. Título.

CDD 248.5

Publicado el 25 de agosto de 2020 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).

Tel. (54-11) 5544-4848 (Opción 1) / Fax (54) 0800-122-ACES (2237)

E-mail: [email protected]

Web site: editorialaces.com

Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación (texto, imágenes y diseño), su manipulación informática y transmisión ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia u otros medios, sin permiso previo del editor.

Prefacio

No fue la intención de los compiladores que este libro tuviera una circulación general, sino que fuera de beneficio para los administradores y ministros que tienen que ver con manifestacio­nes de conducta cuestionables e inmorales.

Muchas de las cartas que se presentan en este volumen fueron dirigidas a ministros que cometieron errores. Dado que Elena de White sostuvo una profusa correspondencia con ministros y otros obreros evangélicos, esto no debería ser una sorpresa. No obstante, a pesar de las faltas y pecados de aquellos a quienes escribió, Elena de White mantuvo siempre una gran confianza en el ministerio de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. A la edad de 85 años envió dos mensajes para que fueran leídos en ocasión del congreso de la Asociación General celebrado en 1913. En el primero aseguró a los delegados presentes:

“Si bien es cierto que aún experimento una ansiedad muy intensa debido a la actitud que algunos están adoptando respecto de medi­das importantes relacionadas con el desarrollo de la causa de Dios en el mundo, tengo una poderosa fe en los obreros de todo el campo, y creo que al reunirse y al humillarse delante del Señor, y reconsa­grarse a su servicio, serán capacitados para hacer su voluntad”.–MS 2:464.

En el segundo y último mensaje, Elena de White declaró:

“Cuando no puedo conciliar el sueño, elevo mi corazón en ora­ción a Dios, y él me fortalece y me da la seguridad de que permanece con sus siervos ministradores aquí en este país [EE.UU.] y en los países distantes. Me siento animada y bendecida al comprender que el Dios de Israel sigue conduciendo a su pueblo y que continuará con él hasta el fin”.–MS 2:470.

Estas expresiones de confianza revelan que los problemas morales tratados en las cartas y referidos en este libro no eran generales o comunes. No obstante, siendo los problemas morales que ocurren en nuestro tiempo similares a los de décadas anteriores, creemos que muchas de las cartas escritas por Elena de White el siglo pasado contienen amonestaciones y apelaciones que deberían ser escuchadas en nuestros días. Acerca del uso de sus cartas, ella declaró lo siguiente:

“Me he empeñado, con la ayuda de Dios, en escribir cartas que puedan ser de ayuda no sólo a quienes las he dirigido, sino también a muchos otros que las necesitan”.–Carta 79, 1905.

La presente compilación no tiene por objeto ser un manual de reglas para tratar con la inmoralidad, la infidelidad, el divorcio y el nuevo casamiento sin fundamento bíblico. Ningún manual conse­guiría tratar todas las irregularidades morales que puedan suceder. Cuando a William C. White se le pidió una declaración autorizada de su madre que pudiera servir como una norma sobre la cual basar­se para tomar decisiones en los casos de matrimonios formados sin fundamento bíblico, su respuesta fue la siguiente:

“Luego de haber leído los documentos que le estoy enviando, usted podrá decir que no le he proporcionado nada autorizado de Elena de White que pueda ser una respuesta directa sobre el asunto. Pero pienso que usted podrá notar, por lo que le estoy enviando, que no fue la intención de la hermana White que procediera de su pluma cosa alguna que pudiera ser utilizada como ley o norma para tratar los asuntos relacionados con el matrimonio, el divorcio, el nuevo casamiento o el adulterio. Ella sentía que los casos en los que el dia­blo enreda a la gente son tan variados y serios que, si ella escribiera algo que pudiera ser considerado como regla para tomar decisiones, podría ser mal interpretado y mal usado”.–Carta de William C. White a C. P. Bollman, 6 de enero de 1931.

Estamos plenamente de acuerdo con el punto de vista de Elena de White. Los problemas morales son, por lo general, muy comple­jos. No se presentan dos situaciones iguales. Cada una de ellas re­querirá un estudio cuidadoso y, aunque las diferencias entre un caso y otro sean mínimas, cada situación requerirá una solución particu­lar. El Espíritu debería ser siempre requerido por quienes tengan que resolver problemas morales.

Todos los nombres que aparecen en este libro son reales, pero en los casos que se presentan en la séptima sección, los apellidos han sido sustituidos por letras del alfabeto. Además, los títulos y subtí­tulos de los capítulos han sido reemplazados.

Esperamos y oramos para que, en pro de un permanente y cui­dadoso aprendizaje por parte de la iglesia, el material de esta compi­lación sea una contribución a la elevación del nivel moral de ella, y al mismo tiempo provea bienestar, ánimo y esperanza a aquellos cuyos complejos problemas morales parecen estar más allá de solu­ciones humanas.

Fideicomisarios del Patrimonio White.

Sección I: MATRIMONIO

Capítulo 1

Hechos y principios importantes

Designio original de Dios.–Dios celebró la primera boda. De manera que la institución del matrimonio tiene como autor al Creador del universo. “Honroso es en todos el matrimo­nio” (Heb. 13:4). Fue una de las dos instituciones que, después de la caída, llevó consigo Adán al salir del paraíso. Cuando se reco­nocen y obedecen los principios divinos en esta relación, el matri­monio es una bendición: salvaguarda la felicidad y la pureza de la raza, satisface las necesidades sociales del hombre y eleva su natu­raleza física, intelectual y moral.–PP 27.

Aprobado por Dios en la actualidad.–No hay pecado en el hecho mismo de comer y beber, casarse y darse en casamiento. En los días de Noé era legítimo casarse, como lo es hoy, siempre que lo que es legítimo sea considerado decorosamente y no sea llevado a excesos pecaminosos.–RH, 25 de septiembre de 1888.1

Respecto del matrimonio yo diría: lean la Palabra de Dios. Aun en este tiempo, los últimos días de la historia del mundo, se llevan a cabo casamientos entre los adventistas del séptimo día... Como pueblo, nunca hemos prohibido el matrimonio, excepto en casos cuando hubieron razones obvias para que una determinada unión fuera un fracaso para ambas partes. Aún así, sólo hemos dado con­sejos.–Carta 60, 1900.

Una preparación para el cielo.–Recuerden que el hogar terre­nal ha de ser una preparación para el celestial, del cual es símbolo.–MC 281.

Dios quiere que el hogar sea el lugar más feliz de la tierra, el símbolo mismo del hogar celestial. Mientras llevan las responsabili­dades matrimoniales en el hogar y vinculan sus intereses con Jesu­cristo, apoyándose en su brazo y en la seguridad de sus promesas, ambos esposos pueden compartir en esta unión una felicidad que los ángeles de Dios elogian.–HAd 87.

Una unión duradera.–El matrimonio, que es una unión para toda la vida, es un símbolo de la unión que existe entre Cristo y su iglesia.–T 7:46.

En las mentes juveniles el matrimonio está revestido de romanti­cismo y es difícil despojarlo de ese carácter que le presta la imagina­ción, para hacer que la mente comprenda cuán pesadas responsabili­dades entraña el voto matrimonial. Liga los destinos de dos personas con víncu los que sólo la muerte puede cortar.–JT 1:577 (HAd 309).

Todo compromiso matrimonial debe ser considerado cuidadosamente, pues el casamiento es un paso que se da para toda la vida. Tanto el hombre como la mujer deben considerar cuidadosamente si pueden mantenerse unidos a través de las vicisitudes de la existen­cia mientras ambos vivan.–Carta 17,1896 (HAd 309).

Desde un punto de vista elevado.–Los profesos cristianos no deberían entrar en la relación matrimonial hasta que el asunto haya sido considerado cuidadosamente, con oración, y desde un elevado punto de vista, para ver si Dios puede ser glorificado por tal unión. Luego, deberían dar debida consideración al resultado de cada uno de los privilegios de la relación matrimonial; y el principio santifica­do debería constituir la base misma de toda acción.–RH, 19 de sep­tiembre de 1899.

Haga un examen cuidadoso para ver si su vida matrimonial será feliz, o carente de armonía y miserable. Pregúntese: ¿Me ayudará esta unión en mi camino al cielo? ¿Aumentará mi amor a Dios? Si tales reflexiones no le traen inconvenientes, entonces, en el temor de Dios, siga adelante.–FE 104, 105.

Todo en el nombre de Jesús.–Cuando un hombre está por ca­sarse debería considerar, imparcialmente, por qué va a dar ese paso. ¿Será su esposa su mano ayudadora, su compañera, su igual? ¿O seguirá él un curso tal que ella no pueda actuar con sinceridad para gloria de Dios? ¿Se aventurará él a dar rienda suelta a sus pasiones y ver a cuánta ansiedad e imposiciones puede someter a su esposa sin extinguirle la vida? ¿O considerará el significado de las palabras: “Todo lo que hagáis, sea en palabras o en hechos, hacedlo en el nombre de Jesús”?–Ms 152, 1899.

Necesidad de una preparación cuidadosa.–Antes de asumir las responsabilidades del matrimonio, los jóvenes deben tener una ex­periencia práctica que los haga aptos para cumplir los deberes de la vida y llevar las cargas de ella. No se han de favorecer matrimonios tempranos. Un compromiso tan importante como el matrimonio y de resultados tan trascendentales no debería contraerse con precipi­tación, sin la suficiente preparación y antes de que las facultades intelectuales y físicas estén bien desarrolladas.–MC 276.

Mi querida Emma: No existe otra persona que esté más junto a mi corazón que tú. Sin embargo, te aconsejo... que actúes con cau­tela y que midas bien cada paso que vas a dar. Estás por tomar una decisión que tiene que durar mucho tiempo. Por lo tanto, no te apresures. No te dejes absorber totalmente por el asunto del matri­monio.–Carta 7,1869.2

Consulta con Dios.–Las siguientes palabras de Cristo deberían ser tomadas en cuenta siempre: “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre”. La gente se casaba, se daba en casamiento hasta el día cuando Noé entró al arca, vino el diluvio y los destruyó a todos. Hoy vemos el mismo apasionamiento en lo que tiene que ver con el casamiento. Jóvenes, y hombres y mujeres ma­yores, que deberían actuar con sabiduría y discernimiento en este asunto, se conducen como hechizados. Parecería que el poder satá­nico se apoderara de ellos. El noviazgo y el matrimonio son los te­mas absorbentes. Se constituyen así los matrimonios más indiscretos. Dios no es consultado. Los sentimientos, los deseos y las pasiones humanas echan por tierra todo hasta que la suerte está sellada. El resultado de todo esto es una miseria que no se puede narrar, y Dios acaba siendo deshonrado. El lecho matrimonial no es santificado. ¿No debería producirse un cambio decidido en relación con este asunto tan importante?–Carta 84, 1888.

Solamente con creyentes.–La esposa de Lot era una mujer egoísta e irreligiosa, que puso en juego su influencia con el fin de apartar a su marido de Abrahán. Si no hubiera sido por ella, Lot no habría quedado en Sodoma, privado de los consejos del sabio y pia­doso patriarca. La influencia de su esposa y las amistades que tuvo en aquella ciudad impía, lo habrían inducido a apostatar de Dios, si no hubiera sido por las fieles instrucciones que había recibido antes de Abrahán. El casamiento de Lot y su decisión de residir en Sodo­ma iniciaron una serie de sucesos cargados de males para el mundo a través de muchas generaciones.

Nadie que tema a Dios puede unirse sin peligro con alguien que no lo tema. “¿Andarán dos juntos si no estuvieren de concierto?” (Amós 3:3). La felicidad y prosperidad del matrimonio dependen de la unidad que haya entre los esposos; pero entre el creyente y el in­crédulo hay una diferencia radical de gustos, inclinaciones y propó­sitos. Sirven a dos señores, entre los cuales la concordia es imposible. Por puros y rectos que sean los principios de una persona, la influen­cia de un cónyuge incrédulo tenderá a apartarla de Dios...

Pero el matrimonio de cristianos con infieles está prohibido en la Sagrada Escritura. El mandamiento del Señor dice: “No os juntéis en yugo con los infieles” (2 Cor. 6:14, 17, 18).–PP 172.

Que no se formen lazos no santificados entre los hijos de Dios y los amigos del mundo. Que no haya casamientos entre creyentes y no creyentes. Que el pueblo de Dios tome una posición firme por la verdad y la justicia.–RH, 31 de julio de 1894.

Los jóvenes cristianos deberían tener mucho cuidado con las amis­tades que forman y la elección de compañeros. Tengan cuidado, no sea que lo que ahora piensan que es oro puro, se torne vil metal. Las asociaciones mundanas tienden a colocar obstrucciones en el camino de vuestro servicio a Dios, y muchas almas se han arruinado por sus uniones infelices en los negocios o en el matrimonio, con quienes no podrán jamás elevarse o ennoblecerse. Jamás debería el pueblo de Dios aventurarse a pisar terreno prohibido. El matrimonio entre cre­yentes e incrédulos está prohibido por Dios. Pero, muy a menudo, el corazón inconverso sigue sus propios deseos y así se forman matrimo­nios que no han sido aprobados por Dios. A causa de esto, muchos hombres y mujeres están en el mundo sin esperanza y sin Dios. Sus nobles aspiraciones se han muerto; están presos en la red satánica por una cadena de circunstancias.–RH, 1º de febrero de 1906.

Las demandas de Dios en primer lugar.–Aunque el compañero de su elección fuese digno en todos los demás aspectos (y me consta que no lo es), no ha aceptado la verdad para este tiempo; es incrédu­lo, y el Cielo le prohíbe unirse a él. Usted no puede, sin peligro para su alma, despreciar esta recomendación divina... Unirse con un in­crédulo es colocarse en el terreno de Satanás. Usted agravia al Espí­ritu de Dios y pierde el derecho a su protección. ¿Puede incurrir en tales desventajas mientras pelea la batalla por la vida eterna? Tal vez, usted diga: “Pero yo he dado mi promesa, ¿debo retractarme?” Le contesto: Si usted ha hecho una promesa contraria a las Sagradas Escrituras, por lo que más quiera, retráctese sin dilación, y con hu­mildad delante de Dios arrepiéntase de la infatuación que la indujo a hacer una promesa tan temeraria. Es mucho mejor retirar una promesa tal, en el temor de Dios, que cumplirla y por ello deshonrar a su Hacedor.–JT 2:121, 122.

En su Palabra, el Señor ha dejado a su pueblo instrucciones claras en cuanto a no unirse con los que no poseen su amor y temor. Tales compañeros raramente se satisfarán con el amor y el respeto que les corresponde. Tratarán constantemente de obtener una promesa de parte del esposo o la esposa temerosos de Dios, que los comprometa a desatender los requerimientos divinos. Para un esposo piadoso y para la iglesia con la cual éste se halle conectado, una esposa o un amigo mundanos son como un espía en el campamento: se manten­drán observando cualquier oportunidad para traicionar al siervo de Cristo y exponerlo a los ataques del enemigo.

Satanás trata constantemente de fortalecer su poder sobre el pue­blo de Dios induciéndolo a entrar en alianzas con las huestes de las tinieblas.–ST, 6 de octubre de 1881.

1 En 1885 Elena de White declaró: “En esta época, cuando las esce­nas de la historia del mundo están próximas a cerrarse y estamos por entrar en el tiempo de angustia cual no ha habido otro, cuanto menos matrimo­nios sean contraídos, tanto mejor para todos: hombres y mujeres”.–T 5:366.

Es claro que ella creía que el fin del mundo era inminente. Pero la venida de Cristo ha sido demorada. En 1901 Elena de White escribió: “Tal vez tengamos que permanecer aquí en este mundo muchos años más debi­do a la insubordinación”. Elena de White continuó dando consejos sobre las relaciones entre esposos durante toda su vida.

2 Carta escrita el 17 de junio de 1869, dirigida a Emma McDearmon, que tenía 21 años cuando se casó con Edson, hijo de Elena de White, el día de su cumpleaños, el 28 de julio de 1870. Emma había nacido el 16 de noviembre de 1848. William C. White, otro de los hijos de Elena de Whi­te, tenía 21 años cuando se casó con Mary Kelsey, quien todavía no había cumplido los 19.

Capítulo 2

Consejos y advertencias

Una novia infantil.–¡Pobre muchacha! Se casó cuando era apenas una criatura que todavía necesitaba el cuidado ma­terno.3 Su casamiento fue un evento desdichado. Era una niña. Su salud era precaria y su esposo, severo y arbitrario. Era demasia­do joven para hacerse de un compañero de la vida. El no podía respetarla como tal. La manejaba como un tirano. Ya están sepa­rados; ella lo odia profundamente, y él no siente amor alguno por ella.–Ms 4, 1873.

Los compromisos que se prolongan no son sabios.–Me apena que usted se haya envuelto en galanteos con Nelly. En primer lugar, porque su ansiedad por el asunto es prematura. El sano juicio y la discreción lo hubieran llevado a esperar uno o dos años más. Pero, para usted, escoger a alguien para que ocupe su mente y afectos por ese tiempo, no habría sido prudente, como tampoco lo hubiera sido para aquella hacia quien usted dirige sus atenciones.

Afecto prematuro.–Hablode lo que sé sobre este asunto: La mejor conducta que usted y Nelly deberían haber seguido era abandonar totalmente el asunto, pues nada bueno podrá resultar de tal relación. Si usted continúa prodigándole atenciones se descalificará para sus ocupaciones y obstruirá su camino hacia una educación cabal que afirme sus hábitos corporales y mentales. Además, prodigarle prematuramente sus afectos es obrar injustamente; para con usted mis­mo y con cualquier otra joven. Se me ha mostrado lo malo de com­promisos prematuros tales, especialmente cuando un joven se en­cuentra lejos de su hogar y tiene que elegir la compañera de la vida sin el ojo discriminador de su madre. No es seguro confiar en su propio juicio. La inquietud temprana relacionada con el asunto del noviazgo y el casamiento desviará su mente del trabajo y el estudio, y ejercerá una influencia desmoralizadora sobre usted y la persona a quien corteja con atenciones. Se manifestará en ambos una vana precocidad en el comportamiento; la infatuación los invadirá y lle­garán al punto de estar tan completamente cegados en cuanto a su influencia y ejemplo que, si continúan procediendo como lo están haciendo, se expondrán a la crítica, y la conducta de ustedes será sometida a la censura.

Este tipo de noviazgo y matrimonio es el más difícil de controlar, porque la mente llega a aturdirse y encantarse de tal modo, que los deberes hacia Dios, y todo lo demás, se torna insípido y carente de interés; la calma y el pensamiento maduro llegan a ser lo último que se ejercita en este asunto de la mayor importancia. Queridos jóvenes, les hablo como quien sabe lo que dice. Esperen hasta que puedan obtener un acabado conocimiento de ustedes mismos, del mundo y de los comportamientos y caracteres de las mujeres jóvenes, antes que el asunto del matrimonio tome posesión de sus pensamientos.

Después de la luna de miel.–Yopodría contarle acerca de muchas personas que lamentan sus destinos y desvaríos extremos en el ma­trimonio, y cuyas lamentaciones ahora no les sirven de nada. Se hallan expuestas a tentaciones con las que nunca soñaron. Descu­brieron rasgos de carácter en quienes fueron el objeto de su elección, que éstos no pudieron superar y, por lo tanto, aceptaron lo inevitable y se avinieron a tal situación. Nelly A nunca lo ayudará a usted a superarse. No posee las facultades que, desarrolladas, podrían hacer de ella una mujer juiciosa y capaz para estar a su lado y ayudarlo en las luchas de la vida. Carece de fuerza de carácter. No posee profun­didad de pensamiento ni brújula mental para serle de ayuda. Usted ve la superficie, y es todo lo que hay en ella. Pronto se casará, y el hechizo se esfumará. Una vez terminadas las novedades de la vida de casados, recién comenzará a ver las cosas como son, y descubrirá que ha cometido un grave error.

Necesidad de juicio maduro.–Lamadurez de juicio le daría a usted un mejor discernimiento, y la facultad de discriminar con el fin de saber la verdad. Su carácter necesita ser modelado; necesita consisten­cia de juicio antes de abrigar la idea del matrimonio. Usted todavía no está capacitado para ser juez de otra persona sin traicionarse y cometer una grave indiscreción, si no un crimen, para lo cual los amargos lamentos y lágrimas del después no podrán proporcionar alivio. La niña, la esco lar inmadura e indisciplinada, la señorita que todavía depende de la discreción de sus padres y tutores, no tiene por qué escuchar cosa alguna relacionada con el noviazgo o el matrimo­nio. Más bien debería declinar cualquier tipo de atención particular que tuviera la menor apariencia de que esté en camino hacia el no­viazgo y el matrimonio, y dedicarse resueltamente a ser una mujer tan perfecta como sea posible para que su vida sea útil; y aprender una profesión para luego conseguir un empleo y lograr independencia.

Base intelectual del verdadero amor.–Elamor es un sentimiento muy sagrado, y pocos saben realmente en qué consiste. Se usa el término, pero no se lo entiende. El cálido brillo del impulso, la fas­cinación que siente una persona joven por otra no es necesariamente amor ni merece el nombre de amor. El verdadero amor tiene un fundamento intelectual, un conocimiento profundo, cabal, del ob­jeto amado. Pero eso de atrapar objetos del amor y depositar en ellos los pensamientos y los afectos es irracional, carente de juicio y causa de excesos sensuales momentáneos.

Recuerde que el amor basado en impulsos es completamente ciego. Podrá ser depositado tanto sobre personas indignas cuanto dignas. Controle el amor para que se mantenga calmo, sereno. Dé lugar a los pensamientos y reflexiones auténticos, profundos, serios. ¿Es, por ventura, el objeto de sus afectos inteligente, de excelencia moral en el comportamiento, de buenos modales, de modo tal que usted pueda sentirse orgulloso de presentarla a la familia de su padre, de reconocerla ante la sociedad como el objeto de su elección, una mujer cuya compañía, capacidad para mantener una conversación y buenas maneras interesaría y satisfaría sus mayores expectativas? ¿Será que Nelly podrá cumplir con los requisitos de esta lista? Res­pondo decididamente: no, ella no podrá hacerlo.

Importancia de los antecedentes familiares.–Permita que el tiempo le enseñe discreción y cuáles son en verdad las demandas del amor genuino, antes de permitirse avanzar una pulgada más. La ruina, una terrible ruina es lo que le espera en esta vida y en la venidera si usted avanza en la dirección que ha estado siguiendo. Tenga en cuenta la historia de la familia. Dos familias serán llevadas a una relación estrecha y sagrada. Por supuesto, no se espera perfección en todas las relaciones, pero usted daría el paso más cruel al casarse con una mujer cuyos antepasados y familiares podrían rebajarlo y mor­tificarlo, o sentirse tentado a menospreciarlos e ignorarlos.

Consejo de los padres y amigos íntimos.–Esmucho más seguro conducirse reflexivamente en estos asuntos. Tómese suficiente tiem­po para observar cada punto, y no confíe en su propio juicio, sino más bien permita que su madre, que lo ama, su padre y los amigos confidentes ponderen a la persona hacia la cual se siente inclinado. No confíe en su juicio, tampoco se case con alguien que usted sabe que no será una honra para sus padres, [sino] con alguien que revele inteligencia, que posea valor moral. La joven que ofrece sus afectos a un hombre y llama su atención por medio de avances amorosos, rondando por donde pueda para ser vista por él, no es la joven con la cual usted debe asociarse, a menos que usted sea un hombre rudo. La conversación de ella es liviana y, frecuentemente, superficial.

Es preferible no casarse a tener un yugo desigual.–Nelly A no está preparada, no tiene maneras cultivadas ni conocimientos útiles para casarse a los 25 años, como lo estarían otras jóvenes a los 18. Pero, por lo general, los hombres de su edad, tienen un conocimiento muy limitado del carácter, y no poseen una idea clara de cuán tonto pue­de llegar a ser un hombre cuando corteja a una joven que, en ningún sentido, es adecuada para él. Sería mucho mejor no casarse que ha­cerlo infortunadamente. Busque el consejo de Dios en todos estos asuntos. Actúe con calma y sea sumiso a la voluntad de Dios con el fin de no entrar en un estado febril de excitación que, por sus atadu­ras, lo descalifique para su servicio.–Carta 59, 1880.

Necesidad de temperamentos semejantes.–He sabido que us­ted piensa casarse con una hermana cuyo nombre es Anna Hale. Ello me urgió a comunicarle con presteza lo que me fue mostrado. Usted no posee una organización personal prolija y refinada como para hacer feliz a una mujer de naturaleza fina y sensible. En el or­den divino no figura para nada el plan que temperamentos como el de ella y el suyo se unan. Usted posee un gran porcentaje de inhu­manidad y fuertes pasiones animales que no han sido controladas como deberían. Las facultades más nobles y elevadas de la mente han estado al servicio de las pasiones bajas y viles. Usted ha fallado en la santificación por la verdad que profesa, ha fallado por no par­ticipar de la naturaleza divina, por no haber escapado de la corrup­ción que está en el mundo por la concupiscencia.

Anna Hale no es el tipo de persona que puede soportar las rude­zas de la vida. Ella es una frágil flor que habrá de caer pronto y morir, expuesta a la tormenta y la negligencia. Usted no ha entendi­do, en su matrimonio anterior, las necesidades de una mujer. Usted no ha podido apreciar lo delicado del organismo de ella. Usted falló bastante con su primera esposa. Ella poseía una constitución fuerte, raramente igualable en cuanto a su capacidad de resistencia, pero abusó de ella. Su ansiedad por acumular cosas los llevó a ambos a sobrecargarse, a ser devorados por los cuidados de esta vida, y a descuidar la comodidad y la felicidad presentes, mirando sólo al futuro, al tiempo cuando poseerían más de los bienes de este mun­do, pero ya es tarde para pensar en lo importante de la vida.

Ustedes cometieron un grave error. La vida de su esposa fue sa­crificada. Ella estaría viva. Pero usted sabía tan poco del organismo de la mujer, que falló en cuidarla, y descuidó la preparación que debería haber poseído para hacerla sentir cómoda. Usted posee, en gran medida, el temperamento de su padre.

Cuando usted busque una esposa, no la busque entre las mujeres delicadas y refinadas, en las cuales predomina lo intelectual. Selec­ciónela entre la clase que esté más de acuerdo con sus condiciones. Usted no puede hacer feliz a una persona de temperamento refinado y espiritual.–Carta 21, 1868.

Fidelidad en la casa paterna.–Mediante la fidelidad al deber en la casa paterna, los jóvenes deben prepararse para formar su propio hogar. Practiquen allí la abnegación propia, la amabilidad, la cortesía y la compasión del cristianismo. El amor se conservará vivo en el corazón, y los que salgan de un hogar tal para ponerse al frente de su propia familia, sabrán aumentar la felicidad de la persona a quien hayan esco gido por compañero o compañera de su vida. Entonces el matrimonio, en vez de ser el fin del amor, será su verdadero prin­cipio.–PP 174.

Le ruego y advierto, en el nombre de mi Maestro, que no se case para asumir las responsabilidades y obligaciones de los votos matri­moniales hasta que se produzca un cambio en su corazón y en su vida. Cuando usted pueda contribuir a la felicidad de su propia fa­milia, y ser una bendición para sus padres y hermanos, recién enton­ces podrá comprender los deberes que involucra la relación matri­monial.–Ms 2, 1871.

3 Se desconoce la edad de la joven en el momento de casarse.

Capítulo 3

Individualidad

Individualidad de la esposa.–Una mujer que se resigna a los dictámenes de otra persona –aun en los más mínimos asuntos de la vida doméstica–, que somete su propia identidad, nunca po­drá llegar a ser de utilidad y bendición para el mundo. Tampoco responderá al propósito divino para su existencia. Se constituye en una mera máquina que es guiada por la mente y voluntad de los demás. Dios ha otorgado a cada cual, hombres y mujeres, una identidad, una individualidad para que actúen por ellos mismos en el temor de Dios.–Carta 25,1885.

Identidad personal de los esposos.–Me fue mostrado que, aun­que una pareja se haya casado, aunque se hayan entregado el uno al otro por el voto más solemne en la presencia del cielo y los santos ángeles, y los dos lleguen a ser uno solo, cada uno de ellos todavía conserva su identidad individual, la cual no puede ser destruida por el voto matrimonial. Aunque se hayan unido uno al otro, todavía deberán ejercer su influencia en el mundo; no deberían concentrarse en ellos mismos al punto de apartarse de la sociedad sepultando así su utilidad e influencia.–Carta 9, 1864.

Una esposa pasiva.–Si una mujer estuviera de acuerdo en que es prerrogativa de su marido ejercer el pleno control de su cuerpo y modelar su mente para que se adapte a la de él en todo, siguiendo su propio cauce, rindiendo así su individualidad, perderá su iden­tidad al fusionarla con la de su marido. Se convertirá en una mera máquina que la voluntad de su esposo moverá y controlará, en una criatura manejada a su gusto. Al final, el esposo pensará, tomará decisiones y actuará por ella. Al adoptar esta posición pasiva, la esposa deshonra a Dios. Ella tiene responsabilidades ante Dios que es su deber preservar.

Cuando la esposa rinde su cuerpo y su mente al control de su marido, adoptando una posición pasiva ante la voluntad del esposo en todo, sacrifica su conciencia, dignidad e identidad, perdiendo así la oportunidad de ejercer la poderosa influencia que posee para ele­var a su esposo.–RH, 26 de septiembre de 1899.

Amor por Cristo y por los demás.–Ninguno de los esposos debe fusionar su individualidad en la del otro. Cada cual tiene una relación personal con Dios. Es a él a quién deberíamos preguntar: “¿Qué está bien?” “¿Qué está mal?” “¿Cómo puedo cumplir mejor el propósito de la vida?” Todo el caudal de su afecto debe dirigirse hacia quien dio su vida por nosotros. Haga de Cristo el primero, el último y el mejor en todo. A medida que su amor por él llegue a ser más profundo y fuerte, su amor por los demás será purificado y fortalecido.

El espíritu que Cristo manifiesta hacia nosotros es el mismo es­píritu que los esposos deben manifestarse uno al otro. “Así como Cristo nos amó, andad en amor”. “Así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se en­tregó a sí mismo por ella”.

No debe haber control arbitrario.–Ninguno de los esposos debe procurar ejercer control arbitrario sobre el otro. No traten de obligar al cónyuge a rendirse a sus propios deseos. No podrán hacer esto y, a la vez, conservar el amor del otro. Sean bondadosos, pacientes, considerados y corteses. Por la gracia de Dios podrán hacerse felices uno al otro, en armonía con la promesa formulada en el voto matri­monial.–RH, 10 de diciembre de 1908.

Me fue mostrada luego la situación de su nuera. Aunque Dios la ama, es mantenida bajo un cautiverio servil; temerosa, temblorosa, abatida, llena de incertidumbre y nerviosa. Esta hermana no tiene que sentir que debe rendir su voluntad a un joven malvado, menor que ella. Tiene que saber que su matrimonio no anula su individua­lidad. Los requerimientos de Dios son superiores a cualquier preten­sión terrenal. Cristo la ha comprado con su propia sangre, por tanto no se pertenece a sí misma. Hace mal en confiar plenamente en Dios y rendir sus convicciones personales y su conciencia a un hom­bre imperioso, altanero, encendido por Satanás, cuando su majestad satánica tiene la oportunidad de operar eficazmente por su interme­dio con el fin de intimidar a un alma temblorosa y disminuida. Ha sido sumida en la perturbación tantas veces que su sistema nervioso se ha quebrantado y arruinado.

¿Es, acaso, voluntad del Señor que esta hermana llegue a tal es­tado y que Dios se vea privado de su servicio? Seguramente, no. Su casamiento fue un engaño satánico. No obstante, ella ahora debe tratar de hacer lo mejor posible; tratar a su marido con ternura para hacerlo tan feliz como le sea posible, sin violar su conciencia, pues si él continúa en su rebeldía, este mundo será el único cielo que podrá conocer. Pero privarse de asistir a reuniones con el fin de gratificar a un esposo altanero y poseído del espíritu del dragón, no es actuar en armonía con la voluntad de Dios. El Señor desea que esta alma temblorosa se escude en él. Él será su refugio. Será para ella como la sombra de un gran peñasco al cansado. Lo único que necesita es actuar con fe, confiar en Dios, y él le dará fortaleza y la bendecirá. Sus tres niños son susceptibles a las influencias de la verdad. Esas criaturas podrían estar en una situación tan favorable como están tantos otros niños observadores del sábado, y podrían convertirse y alistarse en el ejército del Señor.–T 2:99, 100.

La cabeza de la casa.–María... me gustaría advertirla cariñosa­mente sobre otro asunto, con toda la bondad fraternal y maternal posible. En varias ocasiones he notado la manera dictatorial como usted le habla a Juan delante de otras personas. El tono de su voz suena a impaciencia. María, otros también lo han notado y lo han comentado conmigo. Eso anula su influencia.

Como mujeres, debemos recordar que el Señor nos ha creado sujetas a nuestro marido. Él es la cabeza. Nuestro juicio, nuestra manera de ver las cosas y nuestras razones deben concordar con la de él hasta donde sea posible. En caso que no fuera posible, la Pala­bra de Dios da preferencia al marido, siempre que no se trate de un asunto de conciencia. Debemos someternos a la cabeza.–Carta 5, 1861.

Un esposo dominante.–Tengo unas pocas palabras para decirle en relación con su matrimonio; no por revelación sino por preven­ción. Me siento impulsada por el Espíritu del Señor para decirle que tengo menos confianza en su integridad desde que usted ha contraí­do matrimonio, que la que tenía antes de dar ese paso. He sobrelle­vado una gran carga sobre mi corazón. Yo sabía de antemano que usted no estaba calificado para ser un buen esposo para la hermana Drake. Si usted le hubiera permitido exponer su caso ante nosotros, podríamos haberlo aconsejado de acuerdo con la luz que Dios nos ha dado en relación con su caso. Usted sabía esto y, por saberlo, no quiso que fuéramos consultados. Hermano R, yo creo que su moti­vación para el matrimonio ha sido puramente egoísta. Creo que usted no ha tenido en cuenta el bienestar de la hermana Drake; tampoco, la gloria de Dios. Se apresuró y no consultó con quienes lo conocían mejor. Se precipitó bajo la dirección del espíritu impul­sivo que siempre lo ha caracterizado.

Mayordomía de los medios.–Elcurso de acción que usted ha se­guido desde que contrajo matrimonio, tomando posesión y contro­lando los medios de quien usted ha hecho su mujer, demuestra que sus motivos fueron erróneos. Todo esto va en su contra y revela su profundo egoísmo y su espíritu dictatorial, a los cuales Dios no quie­re que su esposa se someta. El casamiento no anula ni invalida la mayordomía de su esposa. No destruye su identidad. Su individualidad debe ser preservada si ella quiere glorificar a Dios en su cuerpo y en su espíritu, los cuales son del Señor. La individualidad de ella no tiene que ser sumergida en la suya. Ella tiene deberes para con Dios en los cuales usted no debe interferir. Usted no puede cumplir con las demandas que Dios le hace a ella. En la providencia divina ella ha llegado a ser una administradora de los bienes de Dios y no debe someter esta atribución a usted ni a nadie.

Usted no posee una sabiduría más cabal y perfecta que la de ella, como para que le conceda a usted la administración de los bienes que le pertenecen. Ella ha podido desarrollar un carácter mucho mejor que el suyo, y posee una mente más equilibrada que la suya. Puede administrar sus propios bienes mucho más sabia y juiciosa­mente que usted, y para gloria de Dios. Usted es un extremista, obra por impulso y vive más tiempo bajo el control directo de los ángeles satánicos, que de los ángeles de Dios.–Carta 4,1870.

Motivos impropios.–Siento la necesidad de decirle que lamento mucho su casamiento. Usted no es el tipo de hombre que puede hacer feliz a su esposa. Se ama a usted mismo demasiado como para ser una persona atenta, paciente, afectuosa y comprensiva. Debería tratar con mucha ternura a la mujer con la cual se ha casado. Debe­ría estudiar cuidadosamente la manera de lograr que ella no lamente haber unido su destino con el suyo. Dios observa el curso de acción que usted ha estado siguiendo en este asunto, y no podrá presentar excusas por seguirlo. El Señor lee sus motivos. Ahora, usted tiene la oportunidad de revelar su propio yo y demostrar si actuó con amor auténtico en su matrimonio, o simplemente con un interés profun­damente egoísta. No tengo duda alguna de que usted se unió en matrimonio con la idea de que entraría en posesión de propiedades y que las administraría a su antojo.

Importancia del amor y la ternura.–Ustedno tiene derecho a dar órdenes a su esposa como lo haría con una criatura. No ha logrado una repu tación apreciable, virtuosa, que demande respeto. Conside­rando sus fracasos pasados, usted necesitaría adoptar una posición humilde y despojarse de una dignidad que todavía no ha logrado. Es un hombre demasiado débil como para requerir sumisión a su vo­luntad sin que tenga que suplicarla. Tiene una tarea que realizar: gobernarse a usted mismo...

Nunca debería colocarse por encima de su esposa. Ella necesita que se le prodigue amor y bondad, que se proyectaría de vuelta en usted. Si quiere que lo ame, debe primeramente ganar ese amor manifestándolo por medio de la ternura expresada en palabras y hechos. Tiene a su cargo la felicidad de su esposa. Por su manera de proceder, es como si usted le dijera: “Para que puedas ser feliz, tienes que rendir plenamente tu voluntad a la mía; someterte para que yo haga lo que me plazca”. Usted ha llegado a considerar como un placer especial ejercer así su autoridad, porque piensa que puede hacerlo. Pero el tiempo se encargará de demostrarle que, si usted continúa siendo dirigido por su temperamento, dejará de inspirar amor en el corazón de su esposa, desterrará el afecto que ella siente por usted, y terminará despreciando esa autoridad, cuya fuerza en verdad ella nunca antes sintió en su vida matrimonial. Lo que usted está logrando es una vida más dura y amarga para usted mismo; y finalmente tendrá que cosechar lo que ha sembrado.

Responsabilidad de una madre hacia su hijo.–Notengo otra ma­nera de hablarle sino con franqueza. El caso así lo demanda. ¿En qué sentido el casamiento de la hermana Drake mejora su condición? En nada. Su conducta está amargándole la vida y tornándola insopor­table. Yo sabía de antemano lo que habría de ocurrir cuando supe acerca de su casamiento. Ella pensaba que contaría con alguien que la ayudaría, y que se haría cargo de su niño, pero lo que realmente ha hecho es arrancarle al chico, y ha tratado de conseguir que ella comparta con usted el cuidado y el afecto filial, cuando lo único que tiene a su favor para pretenderlo es su casamiento. Usted no ha he­cho nada para reclamar tal sacrificio, nada, ni siquiera ha ganado su confianza. No obstante, demanda ese gran sacrificio; la separación entre la madre y su hijo. Usted puede argumentar que entiende el caso, pero nosotros estamos seguros de que sabe muy poco del asunto. En vez de sentir que es su deber ser paciente, afectuoso y manejar juiciosamente este asunto del niño, ha optado por seguir la dirección de un tirano sin corazón y sin sentimientos.

Yo aconsejaría a la madre a caminar en el temor de Dios y no permitir que alguien que es prácticamente un extraño se interponga en el asunto, atribuyéndose el título de marido para separar al niño del afecto y cuidado maternos. Dios no ha liberado a esa madre de su responsabilidad por haberse casado con usted. Es usted quien no tiene amor verdadero y desconoce los términos de un compromiso matrimonial. Si lo entendiera, no estaría actuando como lo hace.–Carta 4, 1870.

Capítulo 4

Casamientos de viudos y viudas

Perspectivas de un matrimonio de edad avanzada.–En rela­ción con su primera carta, que me llegó con la penúltima correspondencia recibida, quisiera decirle que no tengo luz particu­lar acerca del asunto que usted me consulta, y no podría ofrecerle información alguna sobre los puntos de su interés. Le aconsejo que consulte con Wesley Hare y su esposa, ya que ellos conocen a la persona que usted tiene en mente, y podrían ser los consejeros apropiados. Entiendo que, tal como lo manifiesta en su carta, us­ted se siente muy solo en su vejez. Si hay una persona a quien us­ted pueda amar y que le retribuya amor, no veo objeción alguna. Pero, como no conozco a la dama a quien tiene en mente, no po­dría hablarle como lo haría alguien que los conociera a ambos.

Una cosa es cierta: Usted sabe que Aquel a quien ha servido por tantos años podrá ser su Consejero más seguro. Confíe, pues, en Aquel que nunca ha cometido error alguno. El tiempo es corto, tanto para usted como para mí, y debemos estar preparados para la futura vida inmortal. Cristo dice: “No se turbe vuestro corazón; en la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:1-3). Debemos alegramos con esta promesa, y preocupamos tan poco como sea posible.

Los últimos años: tiempo de descanso.–Lainvitación para ancianos y jóvenes es ésta: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados que yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mal. 11:28-30). Agradezca al Señor con el corazón, el alma y la voz, porque hay un puerto para descansar, para un dulce reposo. Es su privilegio, tanto como el mío, aceptar la invitación y reposar. Lo que queremos ahora es que lo que nos queda de vida esté tan libre de perplejidades y cuidados, que podamos hallar descanso en la vida de Cristo. “Mi yugo –dice él– es fácil y ligera mi carga”.

El Señor no chasqueará a ninguno que deposite su confianza en él. El será, para nosotros, el primero, el último y el mejor en todo; una ayuda siempre presente en cualquier tiempo de necesidad. En estos últimos días de servicio seremos... sostenidos, guiados y prote­gidos por el poder de Cristo. Quiera el Señor bendecirlo y fortale­cerlo, para que sus últimos días sean los mejores de su vida; fragantes con la influencia suavizante de su amor. Hermano mío, que el Señor lo bendiga, lo guarde y le proporcione reposo en su amor; éste es mi más ferviente anhelo para usted.–Carta 70, 1898.

Nuevo matrimonio de S. N. Haskell.–Recibimos la carta del hermano Haskell4 el sábado por la noche. Nos alegró saber, por ustedes mismos, que habían unido sus intereses mediante el matri­monio. Que el Señor bendiga esta unión con el fin de que puedan ser una fortaleza y un apoyo uno para el otro en todo tiempo. Que la paz de Dios repose sobre ustedes, es mi sincero deseo y mi fervien­te oración. “Id, y puestos en pie... anunciad al pueblo todas las pala­bras de esta vida” (Hech. 5:20).

Me alegro, hermano Haskell, porque usted tiene ahora una ayuda [Sra. Haskell]. Eso es lo que desde hace tiempo quería para usted. La obra en la cual estamos ocupados nos ha hecho uno en Jesucristo para difundir el conocimiento del Señor. Es privilegio de ustedes disfrutar de dicha en la nueva relación mutua, al administrar el evangelio a los que están en tinieblas y en el error. Podemos simpatizar con la gran obra que amamos, y a la vez unirnos a ella, tal es el gran objetivo que está siempre delante de nosotros, o sea el engrandecimiento del reino de Cristo y la celebración de su gloria. En todo lo que se relacione con este objetivo, estamos unidos en lazos de compañerismo cristiano, mancomunados con las inteligencias celestiales...