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José Martí

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Beschreibung

José Julián Martí Pérez, popularmente conocido como José Martí, fue un poeta, pensador, periodista, filósofo y político. Es conocido como“el padre de la patria cubana” pues se le atribuye la creación del Partido Revolucionario Cubano y la organización de la Guerra del 95 o Guerra Necesaria. En su faceta de escritor, se le considera uno de los iniciadores del Modernismo. Creó una abundante y variada obra que va desde los ensayos filosóficos hasta las novelas, pasando por crónicas periodísticas, discursos, relatos, cartas, libros de poesía y algunas obras teatrales.
 

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José Martí

VERSOS

Traducido por Carola Tognetti

ISBN 978-88-3295-867-6

Greenbooks editore

Edición digital

Junio 2020

www.greenbooks-editore.com

ISBN: 978-88-3295-867-6
Este libro se ha creado con StreetLib Writehttp://write.streetlib.com

Indice

VERSOS LIBRES

VERSOS SENCILLOS

ISMAELILLO

VERSOS LIBRES

(1878-1882)

MIS VERSOS

Estos son mis versos. Son como son. A nadie los pedí prestados. Mientras no pude encerrar integras mis visiones en una forma adecuada a ellas, dejé volar mis visiones ¡oh, cuánto áureo amigo que ya nunca ha vuelto! Pero la poesía tiene su honradez, y yo he querido siempre ser honrado. Recortar versos, también sé pero o no quiero. Así como cada hombre trae su fisonomía, cada inspiración trae su lenguaje. Amo las sonoridades difíciles, el verso escultórico, vibrante como la porcelana, volador como un ave, ardiente y arrollador como una lengua de lava. El verso ha de ser como una espada reluciente, que deja a los espectadores la memoria de un guerrero que va camino al cielo, y al envainarla en el sol, se rompe en alas.

Tajos son éstos de mis propias entrañas —mis guerreros.—Ninguno me ha salido recalentado, artificioso, recompuesto, de la mente; sino como las lágrimas que salen de los ojos y la sangre sale a borbotones de la herida.

No zurcí de éste y aquel, sino sajé en mí mismo. Van escritos, no en tinta de academia, sino en. mi propia sangre. Lo que aquí voy a ver lo he visto antes (yo lo he visto, yo), y he visto mucho más, que huyó sin darme tiempo a que copiara sus rasgos.— De la extrañeza, singularidad, prisa, amontonamiento, arrebato de mis visiones, yo mismo tuve la culpa, que las he hecho surgir ante mí como las copio. De la copia yo soy el responsable. Halle quebrados los vestidos, y otros no y usé de estos colores. Ya sé que no son usados. Amo las sonoridades difíciles y la sinceridad, aunque puede parecer brutal.

Todo lo que han de decir, ya lo sé, y me lo tengo contestado. He querido ser leal, y si pequé, no me avergüenzo de haber pecado.

ACADÉMICA

Ven, mi caballo, a que te encinche: quieren

Que no con garbo natural el coso

Al sabio impulso corras de la vida,

Sino que el paso de la pista aprendas,

Y la lengua del látigo, y sumiso

Des a la silla el arrogante lomo:— Ven, mi caballo: dicen que en el pecho

Lo que es cierto, no es cierto: que las estrofas Igneas que en lo hondo de las almas nacen,

Como penacho de fontana pura

Que el blando manto de la tierra rompe

Y en gotas mil arreboladas cuelga,

No han de cantarse, no, sino las pautas Que en moldecillo azucarado y hueco Encasacados dómines dibujan:

Y gritan ¨¡AI bribón!"— ¡cuando a las puertas

Del templo augusto un hombre libre asoma!—

Ven, mi caballo, con tu casco limpio

A yerba nueva y flor de, llano oliente, Cinchas estruja, lanza sobre un tronco

Seco y piadoso, donde el sol la avive,

Del repintado dómine la chupa,

De hojas de antaño y de romanas rosas Orlada, y deslucidas joyas griegas,-— Y al sol del alba en que la tierra rompe Echa arrogante por el orbe nuevo.

"POLLICE VERSO"

(Memoria de Presidio)

¡Si! ¡yo también, desnuda la cabeza

De tocado y cabellos, y al tobillo

Una cadena lurda, heme arrastrado

Entre un montón de sierpes, que revueltas

Sobre sus vicios negros, parecían

Esos gusanos de pesado vientre

Y ojos viscosos, que en hedionda cuba De pardo lodo lentos se revuelcan!

Y yo pasé, sereno entre los viles,

Cual si en mis manos, como en ruego juntas,

Las anchas alas púdicas, abriese

Una paloma blanca. Y aún me aterro

De ver con el recuerdo lo que he visto Una vez con mis ojos. Y espantado, ¡Póngome en pie, cual a emprender la fuga!

¡Recuerdos hay que queman la memoria!

¡Zarzal es la memoria; mas la mía

Es un cesto de llamas! A su lumbre El porvenir de mi nación preveo.

Y lloro. Hay leyes en la mente, leyes

Cual las del río, el mar, la piedra, el astro,

Asperas y fatales: ese almendro

Que con su rama oscura en flor sombrea

Mi alta ventana, viene de semilla

De almendro; y ese rico globo de oro

De dulce y perfumoso jugo lleno

Que en blanca fuente una niñuela cara, Flor del destierro, cándida me brinda, Naranja es, y vino de naranjo.

Y el suelo triste en que se siembran lágrimas,

Dará árbol de lágrimas. La culpa

Es madre del castigo. No es la vida

Copa de mago que el capricho torna

En hiel para los míseros, y en férvido

Tokay para el feliz. La vida es grave,

Y hasta el pomo ruin la daga hundida, Al flojo gladiador clava en la arena.

¡Alza, oh pueblo, el escudo, porque es grave

Cosa esta vida, y cada acción es culpa

Que como aro servil se lleva luego

Cerrado al cuello, o premio generoso

Que del futuro mal próvido libra!

¿Veis los esclavos? ¡Como cuerpos muertos

Atados en racimo, a vuestra espalda

Irán vida tras vida, y con las frentes

Pálidas y angustiosas, la sombría

Carga en vano halaréis, hasta que el viento, De vuestra pena bárbara apiadado, Los átomos postreros evapore!

¡Oh, qué visión tremenda! ¡Oh, qué terrible

Procesión de culpables! Como en llano

Negro los miro, torvos, anhelosos,

Sin fruta el arbolar, secos los píos Bejucos, por comarca funeraria ¡Donde ni el sol da luz, ni el árbol sombra!

¡Y bogan en silencio, como en magno

Océano sin agua, y a la frente

Porción del Universo frase unida

A frase colosal, sierva ligada

A un carro de oro, que a los ojos mismos

De los que arrastra en rápida carrera

Ocúltase en el áureo polvo, sierva

Con escondidas riendas ponderosas A la incansable eternidad atada!

Circo la tierra es, como el romano;

Y junto a cada cuna una invisible Panoplia al hombre aguarda, donde lucen, Cual daga cruel que hiere al que la blande.

Los vicios, y cual límpidos escudos

Las virtudes: la vida es la ancha arena, Y los hombres esclavos gladiadores.

Más el pueblo y el rey, callados miran De grada excelsa, en la desierta sombra.

¡Pero miran! Y a aquel que en la contienda

Bajó el escudo, o lo dejó de lado,

O suplicó cobarde, o abrió el pecho

Laxo y servil a la enconosa daga

Del enemigo, las vestales rudas,

Desde el sitial de la implacable piedra,

Condenan a morir, pollice verso;

¡Llevan, cual yugo el buey, la cuerda uncida, Y a la zaga, listado el cuerpo flaco De hondos azotes, el montón de siervos!

¿Veis las carrozas, las ropillas blancas

Risueñas y ligeras, el luciente

Corcel de crin trenzada y riendas ricas,

Y la albarda de plata suntuosa Prendida, y el menudo zapatillo Cárcel a un tiempo de los pies y el alma? ¡Pues ved que los extraños os desdeñan Como a raza ruin, menguada y floja!

A MI ALMA

(Llegada la hora del trabajo)

¡Ea, jamelgo! ¡De los montes de oro Baja, y de andar en prados bien olientes

Y de aventar con los ligeros cascos Mures y viboreznos, y al sol rubio Mecer gentil las brilladoras crines!

¡Ea, jamelgo! Del camino oscuro

Que va do no se sabe, ésta es posada, ¡Y de pagar se tiene al hostelero!

Luego será la gorja, luego el llano, Luego el prado oloroso, el alto monte:

Hoy bájese el jamelgo, que le aguarda

Cabe el duro ronzal la gruesa albarda

AL BUEN PEDRO

Dicen, buen Pedro, que de mí murmuras

Porque tras mis orejas el cabello En crespas ondas su caudal levanta:

Diles, ¡bribón!, que mientras tú en festines

En rubios caldos y en fragantes pomas,

Entre mancebas del astuto Norte,

De tus esclavos el sudor sangriento,

Torcido en oro, descuidado bebes,

Pensativo, febril, pálido, grave,

Mi pan rebano en solitaria mesa

Pidiendo ¡oh triste! al aire sordo modo

De libertar de su infortunio al siervo

¡Y de tu infamia a ti! Y en estos lances,

Suéleme, Pedro, en la apretada bolsa

Faltar la monedilla que reclama

Con sus húmedas manos el barbero

HIERRO

(Martí había titulado esta obra "Hora de Vuelo".)

Ganado tengo el pan: hágase el verso,—

Y en su comercio dulce se ejercite

La mano, que cual prófugo perdido

Entre oscuras malezas, o quien lleva

A rastra enorme peso, andaba ha poco Sumas hilando y revolviendo cifras.

Bardo, ¿consejo quieres? Pues descuelga

De la pálida espalda ensangrentada

El arpa dívea, acalla los sollozos

Que a tu garganta como mar en furia

Se agolparán, y en la madera rica

Taja plumillas de escritorio y echa Las cuerdas rotas al movible viento.

¡Oh alma! ¡oh alma buena! ¡mal oficio

Tienes! : ¡póstrate, calIa, cede, lame

Manos de potentado, ensalza, excusa

Defectos, tenlos -que es mejor manera De excusarlos -, y mansa y temerosa Vicios celebra, encumbra vanidades:

Verás entonces, alma, cuál se trueca En plato de oro rico tu desnudo Plato de pobre!

Pero guarda ¡oh alma!

¡Que usan los hombres hoy oro empañado! Ni de eso cures, que fabrican de oro Sus joyas el bribón y el barbilindo:

Las armas no, —¡las armas son de hierro!

Mi mal es rudo; la ciudad lo encona;

Lo alivia el campo inmenso. ¡Otro más vasto

Lo aliviará mejor! -Y las oscuras Tardes me atraen, cual si mi patria fuera La dilatada sombra (1).

¡Oh verso amigo,

Muero de soledad, de amor me muero! No de amores vulgares; estos amores

Envenenan y ofuscan. No es hermosa La fruta en la mujer, sino la estrella. ¡La tierra ha de ser luz, y todo vivo

Debe en torno de sí dar lumbre de astro!

¡Oh, estas damas de muestra! ¡Oh, estas copas De carne! ¡Oh, estas siervas, ante el dueño Que las enjoya o estremece echadas! ¡Te digo, oh verso, que los dientes duelen De comer de esta carne!

Es de inefable

Amor del que yo muero, del muy dulce

Menester de llevar, como se lleva

Un niño tierno en las cuidosas manos, Cuanto de bello y triste ven mis ojos.

Del sueño, que las fuerzas no repara

Sino de los dichosos, y a los tristes El duro humor y la fatiga aumenta,

Salto, al sol, como un ebrio. Con las manos Mi frente oprimo, y de los turbios ojos

Brota raudal de lágrimas. ¡ Y miro

El sol tan bello y mi desierta alcoba,

Y mi virtud inútil, y las fuerzas

Que cual tropel famélico de hirsutas

Fieras saltan de mí buscando empleo;

Y el aire hueco palpo, y en el muro

Frío y desnudo el cuerpo vacilante

Apoyo, y en el cráneo estremecido

En agonía flota el pensamiento, Cual leño de bajel despedazado

Que el mar en furia a la playa ardiente arroja!(2)

¡Sólo las flores del paterno prado

Tienen olor! ¡Sólo las seibas patrias

Del sol amparan! Como en vaga nube Por suelo extraño se anda; las miradas Injurias nos parecen, y ¡el Sol mismo, Más que en grato calor, enciende en ira!

¡No de voces queridas puebla el eco

Los aires de otras tierras: y no vuelan Del arbolar espeso entre las ramas Los pálidos espíritus amados!

De carne viva y profanadas frutas

Viven los hombres, ¡ay! ¡mas el proscripto De sus entrañas propias se alimenta!

¡Tiranos: desterrad a los que alcanzan El honor de vuestro odio: ya son muertos!

¡Valiera más ¡oh bárbaros! que al punto

De arrebatarlos al hogar, hundiera En lo más hondo de su pecho honrado

Vuestro esbirro más cruel su hoja más dura!

Grato es morir, horrible vivir muerto.

¡Mas no! ¡mas no! La dicha es una prenda

De compasión de la fortuna al triste Que no sabe domarla. A sus mejores Hijos desgracias da Naturaleza:

Fecunda el hierro al llano, ¡el golpe al hierro!

Nueva York, 4 de agosto

(1) Los siguientes versos aparecen tachados en el manuscrito original de esta composición:

Era yo niño

Y con filial amor miraba el cielo:

¡Cuán pobre a mi avaricia el descuidado

Cariño del hogar! ¡Cuán tristemente

Bañado el rostro ansioso en llanto largo

Con mis ávidos ojos perseguía

La madre austera, el padre pensativo Sin que jamás los labios ardorosos Del corazón voraz la sed saciesen.

(2) Los siguientes versos aparecen tachados en el manuscrito original de esta composición:

¡Y echo a andar, como un muerto que camina,