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José Julián Martí Pérez, popularmente conocido como José Martí, fue un poeta, pensador, periodista, filósofo y político. Es conocido como“el padre de la patria cubana” pues se le atribuye la creación del Partido Revolucionario Cubano y la organización de la Guerra del 95 o Guerra Necesaria. En su faceta de escritor, se le considera uno de los iniciadores del Modernismo. Creó una abundante y variada obra que va desde los ensayos filosóficos hasta las novelas, pasando por crónicas periodísticas, discursos, relatos, cartas, libros de poesía y algunas obras teatrales.
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Veröffentlichungsjahr: 2020
José Martí
VERSOS
Traducido por Carola Tognetti
ISBN 978-88-3295-867-6
Greenbooks editore
Edición digital
Junio 2020
www.greenbooks-editore.com
VERSOS LIBRES
VERSOS SENCILLOS
ISMAELILLO
MIS VERSOS
Estos son mis versos. Son como son. A nadie los pedí prestados. Mientras no pude encerrar integras mis visiones en una forma adecuada a ellas, dejé volar mis visiones ¡oh, cuánto áureo amigo que ya nunca ha vuelto! Pero la poesía tiene su honradez, y yo he querido siempre ser honrado. Recortar versos, también sé pero o no quiero. Así como cada hombre trae su fisonomía, cada inspiración trae su lenguaje. Amo las sonoridades difíciles, el verso escultórico, vibrante como la porcelana, volador como un ave, ardiente y arrollador como una lengua de lava. El verso ha de ser como una espada reluciente, que deja a los espectadores la memoria de un guerrero que va camino al cielo, y al envainarla en el sol, se rompe en alas.
Tajos son éstos de mis propias entrañas —mis guerreros.—Ninguno me ha salido recalentado, artificioso, recompuesto, de la mente; sino como las lágrimas que salen de los ojos y la sangre sale a borbotones de la herida.
No zurcí de éste y aquel, sino sajé en mí mismo. Van escritos, no en tinta de academia, sino en. mi propia sangre. Lo que aquí voy a ver lo he visto antes (yo lo he visto, yo), y he visto mucho más, que huyó sin darme tiempo a que copiara sus rasgos.— De la extrañeza, singularidad, prisa, amontonamiento, arrebato de mis visiones, yo mismo tuve la culpa, que las he hecho surgir ante mí como las copio. De la copia yo soy el responsable. Halle quebrados los vestidos, y otros no y usé de estos colores. Ya sé que no son usados. Amo las sonoridades difíciles y la sinceridad, aunque puede parecer brutal.
Todo lo que han de decir, ya lo sé, y me lo tengo contestado. He querido ser leal, y si pequé, no me avergüenzo de haber pecado.
Ven, mi caballo, a que te encinche: quieren
Que no con garbo natural el coso
Al sabio impulso corras de la vida,
Sino que el paso de la pista aprendas,
Y la lengua del látigo, y sumiso
Des a la silla el arrogante lomo:— Ven, mi caballo: dicen que en el pecho
Lo que es cierto, no es cierto: que las estrofas Igneas que en lo hondo de las almas nacen,
Como penacho de fontana pura
Que el blando manto de la tierra rompe
Y en gotas mil arreboladas cuelga,
No han de cantarse, no, sino las pautas Que en moldecillo azucarado y hueco Encasacados dómines dibujan:
Y gritan ¨¡AI bribón!"— ¡cuando a las puertas
Del templo augusto un hombre libre asoma!—
Ven, mi caballo, con tu casco limpio
A yerba nueva y flor de, llano oliente, Cinchas estruja, lanza sobre un tronco
Seco y piadoso, donde el sol la avive,
Del repintado dómine la chupa,
De hojas de antaño y de romanas rosas Orlada, y deslucidas joyas griegas,-— Y al sol del alba en que la tierra rompe Echa arrogante por el orbe nuevo.
(Memoria de Presidio)
¡Si! ¡yo también, desnuda la cabeza
De tocado y cabellos, y al tobillo
Una cadena lurda, heme arrastrado
Entre un montón de sierpes, que revueltas
Sobre sus vicios negros, parecían
Esos gusanos de pesado vientre
Y ojos viscosos, que en hedionda cuba De pardo lodo lentos se revuelcan!
Y yo pasé, sereno entre los viles,
Cual si en mis manos, como en ruego juntas,
Las anchas alas púdicas, abriese
Una paloma blanca. Y aún me aterro
De ver con el recuerdo lo que he visto Una vez con mis ojos. Y espantado, ¡Póngome en pie, cual a emprender la fuga!
¡Recuerdos hay que queman la memoria!
¡Zarzal es la memoria; mas la mía
Es un cesto de llamas! A su lumbre El porvenir de mi nación preveo.
Y lloro. Hay leyes en la mente, leyes
Cual las del río, el mar, la piedra, el astro,
Asperas y fatales: ese almendro
Que con su rama oscura en flor sombrea
Mi alta ventana, viene de semilla
De almendro; y ese rico globo de oro
De dulce y perfumoso jugo lleno
Que en blanca fuente una niñuela cara, Flor del destierro, cándida me brinda, Naranja es, y vino de naranjo.
Y el suelo triste en que se siembran lágrimas,
Dará árbol de lágrimas. La culpa
Es madre del castigo. No es la vida
Copa de mago que el capricho torna
En hiel para los míseros, y en férvido
Tokay para el feliz. La vida es grave,
Y hasta el pomo ruin la daga hundida, Al flojo gladiador clava en la arena.
¡Alza, oh pueblo, el escudo, porque es grave
Cosa esta vida, y cada acción es culpa
Que como aro servil se lleva luego
Cerrado al cuello, o premio generoso
Que del futuro mal próvido libra!
¿Veis los esclavos? ¡Como cuerpos muertos
Atados en racimo, a vuestra espalda
Irán vida tras vida, y con las frentes
Pálidas y angustiosas, la sombría
Carga en vano halaréis, hasta que el viento, De vuestra pena bárbara apiadado, Los átomos postreros evapore!
¡Oh, qué visión tremenda! ¡Oh, qué terrible
Procesión de culpables! Como en llano
Negro los miro, torvos, anhelosos,
Sin fruta el arbolar, secos los píos Bejucos, por comarca funeraria ¡Donde ni el sol da luz, ni el árbol sombra!
¡Y bogan en silencio, como en magno
Océano sin agua, y a la frente
Porción del Universo frase unida
A frase colosal, sierva ligada
A un carro de oro, que a los ojos mismos
De los que arrastra en rápida carrera
Ocúltase en el áureo polvo, sierva
Con escondidas riendas ponderosas A la incansable eternidad atada!
Circo la tierra es, como el romano;
Y junto a cada cuna una invisible Panoplia al hombre aguarda, donde lucen, Cual daga cruel que hiere al que la blande.
Los vicios, y cual límpidos escudos
Las virtudes: la vida es la ancha arena, Y los hombres esclavos gladiadores.
Más el pueblo y el rey, callados miran De grada excelsa, en la desierta sombra.
¡Pero miran! Y a aquel que en la contienda
Bajó el escudo, o lo dejó de lado,
O suplicó cobarde, o abrió el pecho
Laxo y servil a la enconosa daga
Del enemigo, las vestales rudas,
Desde el sitial de la implacable piedra,
Condenan a morir, pollice verso;
¡Llevan, cual yugo el buey, la cuerda uncida, Y a la zaga, listado el cuerpo flaco De hondos azotes, el montón de siervos!
¿Veis las carrozas, las ropillas blancas
Risueñas y ligeras, el luciente
Corcel de crin trenzada y riendas ricas,
Y la albarda de plata suntuosa Prendida, y el menudo zapatillo Cárcel a un tiempo de los pies y el alma? ¡Pues ved que los extraños os desdeñan Como a raza ruin, menguada y floja!
(Llegada la hora del trabajo)
¡Ea, jamelgo! ¡De los montes de oro Baja, y de andar en prados bien olientes
Y de aventar con los ligeros cascos Mures y viboreznos, y al sol rubio Mecer gentil las brilladoras crines!
¡Ea, jamelgo! Del camino oscuro
Que va do no se sabe, ésta es posada, ¡Y de pagar se tiene al hostelero!
Luego será la gorja, luego el llano, Luego el prado oloroso, el alto monte:
Hoy bájese el jamelgo, que le aguarda
Cabe el duro ronzal la gruesa albarda
Dicen, buen Pedro, que de mí murmuras
Porque tras mis orejas el cabello En crespas ondas su caudal levanta:
Diles, ¡bribón!, que mientras tú en festines
En rubios caldos y en fragantes pomas,
Entre mancebas del astuto Norte,
De tus esclavos el sudor sangriento,
Torcido en oro, descuidado bebes,
Pensativo, febril, pálido, grave,
Mi pan rebano en solitaria mesa
Pidiendo ¡oh triste! al aire sordo modo
De libertar de su infortunio al siervo
¡Y de tu infamia a ti! Y en estos lances,
Suéleme, Pedro, en la apretada bolsa
Faltar la monedilla que reclama
Con sus húmedas manos el barbero
(Martí había titulado esta obra "Hora de Vuelo".)
Ganado tengo el pan: hágase el verso,—
Y en su comercio dulce se ejercite
La mano, que cual prófugo perdido
Entre oscuras malezas, o quien lleva
A rastra enorme peso, andaba ha poco Sumas hilando y revolviendo cifras.
Bardo, ¿consejo quieres? Pues descuelga
De la pálida espalda ensangrentada
El arpa dívea, acalla los sollozos
Que a tu garganta como mar en furia
Se agolparán, y en la madera rica
Taja plumillas de escritorio y echa Las cuerdas rotas al movible viento.
¡Oh alma! ¡oh alma buena! ¡mal oficio
Tienes! : ¡póstrate, calIa, cede, lame
Manos de potentado, ensalza, excusa
Defectos, tenlos -que es mejor manera De excusarlos -, y mansa y temerosa Vicios celebra, encumbra vanidades:
Verás entonces, alma, cuál se trueca En plato de oro rico tu desnudo Plato de pobre!
Pero guarda ¡oh alma!
¡Que usan los hombres hoy oro empañado! Ni de eso cures, que fabrican de oro Sus joyas el bribón y el barbilindo:
Las armas no, —¡las armas son de hierro!
Mi mal es rudo; la ciudad lo encona;
Lo alivia el campo inmenso. ¡Otro más vasto
Lo aliviará mejor! -Y las oscuras Tardes me atraen, cual si mi patria fuera La dilatada sombra (1).
¡Oh verso amigo,
Muero de soledad, de amor me muero! No de amores vulgares; estos amores
Envenenan y ofuscan. No es hermosa La fruta en la mujer, sino la estrella. ¡La tierra ha de ser luz, y todo vivo
Debe en torno de sí dar lumbre de astro!
¡Oh, estas damas de muestra! ¡Oh, estas copas De carne! ¡Oh, estas siervas, ante el dueño Que las enjoya o estremece echadas! ¡Te digo, oh verso, que los dientes duelen De comer de esta carne!
Es de inefable
Amor del que yo muero, del muy dulce
Menester de llevar, como se lleva
Un niño tierno en las cuidosas manos, Cuanto de bello y triste ven mis ojos.
Del sueño, que las fuerzas no repara
Sino de los dichosos, y a los tristes El duro humor y la fatiga aumenta,
Salto, al sol, como un ebrio. Con las manos Mi frente oprimo, y de los turbios ojos
Brota raudal de lágrimas. ¡ Y miro
El sol tan bello y mi desierta alcoba,
Y mi virtud inútil, y las fuerzas
Que cual tropel famélico de hirsutas
Fieras saltan de mí buscando empleo;
Y el aire hueco palpo, y en el muro
Frío y desnudo el cuerpo vacilante
Apoyo, y en el cráneo estremecido
En agonía flota el pensamiento, Cual leño de bajel despedazado
Que el mar en furia a la playa ardiente arroja!(2)
¡Sólo las flores del paterno prado
Tienen olor! ¡Sólo las seibas patrias
Del sol amparan! Como en vaga nube Por suelo extraño se anda; las miradas Injurias nos parecen, y ¡el Sol mismo, Más que en grato calor, enciende en ira!
¡No de voces queridas puebla el eco
Los aires de otras tierras: y no vuelan Del arbolar espeso entre las ramas Los pálidos espíritus amados!
De carne viva y profanadas frutas
Viven los hombres, ¡ay! ¡mas el proscripto De sus entrañas propias se alimenta!
¡Tiranos: desterrad a los que alcanzan El honor de vuestro odio: ya son muertos!
¡Valiera más ¡oh bárbaros! que al punto
De arrebatarlos al hogar, hundiera En lo más hondo de su pecho honrado
Vuestro esbirro más cruel su hoja más dura!
Grato es morir, horrible vivir muerto.
¡Mas no! ¡mas no! La dicha es una prenda
De compasión de la fortuna al triste Que no sabe domarla. A sus mejores Hijos desgracias da Naturaleza:
Fecunda el hierro al llano, ¡el golpe al hierro!
Nueva York, 4 de agosto
(1) Los siguientes versos aparecen tachados en el manuscrito original de esta composición:
Era yo niño
Y con filial amor miraba el cielo:
¡Cuán pobre a mi avaricia el descuidado
Cariño del hogar! ¡Cuán tristemente
Bañado el rostro ansioso en llanto largo
Con mis ávidos ojos perseguía
La madre austera, el padre pensativo Sin que jamás los labios ardorosos Del corazón voraz la sed saciesen.
(2) Los siguientes versos aparecen tachados en el manuscrito original de esta composición:
¡Y echo a andar, como un muerto que camina,