Adiós al sufrimiento inútil - Javier García Campayo - E-Book

Adiós al sufrimiento inútil E-Book

Javier García Campayo

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Beschreibung

¿Te imaginas vivir sin que el sufrimiento controle tu vida? Perder a un ser querido, una enfermedad, una ruptura o aceptar la vejez son experiencias inevitables que todos enfrentaremos. Pero ¿y si pudieras transformar el dolor en aprendizaje y reducir el malestar que te genera? El reconocido psiquiatra Javier García Campayo te ofrece herramientas prácticas para manejar esa angustia. Porque, aunque el dolor sea parte de la vida, el sufrimiento innecesario sí puede evitarse. Este es el manual definitivo hacia tu bienestar emocional con estrategias para: • Curar las heridas que te paralizan. • Liberarte de la negatividad. • Afrontar las dificultades con seguridad y asertividad. Adiós al sufrimiento inútil es una invitación a reconectar contigo mismo, recuperar el control y manejar los desafíos con serenidad y fortaleza. Atrévete a dar el primer paso hacia la paz interior y demostrarte que, incluso en medio de las adversidades, la calma y la felicidad son posibles. «Mucho de nuestro sufrimiento es evitable. En parte, porque nos anticipamos a él antes de que aparezca con nuestra preocupación y ansiedad, siendo frecuente que luego no ocurran las circunstancias temidas […]. En otros casos, el sufrimiento es inevitable, consustancial con la existencia humana, como la vejez, la enfermedad o la muerte, ya sea propia o de nuestros seres queridos. Pero también en esos casos nuestras expectativas poco realistas y la falta de aceptación amplifican enormemente el malestar. Y podríamos aprender a disminuirlo».

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Seitenzahl: 250

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Créditos

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por HarperCollins Ibérica, S. A.

Avenida de Burgos, 8B - Planta 18

28036 Madrid

www.harpercollinsiberica.com

 

Adiós al sufrimiento inútil. Cómo afrontar el dolor, superar los momentos difíciles y controlar nuestras emociones

© 2025, Javier García Campayo

© 2025, para esta edición HarperCollins Ibérica, S. A.

 

Todos los derechos están reservados, incluidos los de reproducción total o parcial en cualquier formato o soporte.

Sin limitar los derechos exclusivos del autor y del editor, queda expresamente prohibido cualquier uso no autorizado de esta edición para entrenar a tecnologías de inteligencia artificial (IA) generativa.

 

Diseño de cubierta: Rudy de la Fuente - Diseño Gráfico

 

ISBN: 9788419809605

 

Conversión a ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

 

 

Portadilla

Créditos

Dedicatoria

La isla del sufrimiento

1. El sufrimiento y sus tipos

2. ¿Qué es el dolor?

3. El pasado y el futuro

4. Los seres queridos

5. Las personas que no queremos

6. El malestar por las etiquetas sobre uno mismo

7. Nada dura eternamente

8. El final de la vida

9. Técnicas psicológicas

10. Agradecer la belleza del mundo

11. El equipaje para la vida

Dedicatoria

 

 

 

 

A mis hijos, Jorge y Ana, y a mi esposa, Marta, por su comprensión.

 

A mis maestros de meditación, por su sabiduría y bondad.

La isla del sufrimiento

 

 

 

 

Cuando se escribe un libro, siempre debe existir una historia que contar o un mensaje que transmitir. En esta ocasión, sentía la obligación de resumir todo lo que he ido comprendiendo a lo largo de mi vida sobre el sufrimiento. Algo de este aprendizaje lo he adquirido en el ámbito personal, en la relación con familiares, amigos, compañeros y seres queridos en general. Pero la mayor parte de este bagaje lo he descubierto gracias a lo mucho que me han enseñado mis pacientes en mis años de compartir con ellos sus preocupaciones.

Vivimos en una sociedad que sufre mucho. Gran cantidad de personas padecen un intenso malestar durante una buena parte de sus vidas. Son múltiples las razones que generan este malestar, y, por eso, he intentado desgranar cada uno de los tipos de sufrimiento que experimentamos los seres humanos con la intención de comprender sus causas y sus posibles remedios.

Para cada persona hay unos sufrimientos que son más importantes que otros, que le afectan más. Esto tiene que ver con el aprendizaje y la historia particular de cada una, con el entorno familiar y cultural en el que ha crecido y con las circunstancias que ha experimentado. Pero, por encima de todo, un elemento clave es la capacidad de desarrollar estrategias para manejarse con ese sufrimiento, para gestionarlo y aceptarlo. Eso es lo que intentaré transmitir en este libro.

Mucho de nuestro sufrimiento es evitable. En parte, porque nos anticipamos a él antes de que aparezca con nuestra preocupación y ansiedad, siendo frecuente que luego no ocurran las circunstancias temidas. Otras veces recordamos innecesariamente situaciones de malestar o nos culpabilizamos sin sentido por ellas, reavivando continuamente la herida. A menudo interpretamos lo que nos dicen otras personas o lo que sucede en el mundo de forma amenazadora, tomándonoslo todo personalmente. Y en otras ocasiones nos autocriticamos, exigiéndonos una perfección imposible que nos paraliza y tortura.

En otros casos, el sufrimiento es inevitable, consustancial con la existencia humana, como la vejez, la enfermedad o la muerte, ya sea propia o de nuestros seres queridos. Pero también en esos casos nuestras expectativas poco realistas y la falta de aceptación amplifican enormemente el malestar. Y podríamos aprender a disminuirlo.

Se dice que todos los seres humanos nacemos con una isla del sufrimiento, es decir, todos vamos a tener que experimentar cierta cantidad de malestar en la vida. Pero la forma y el tamaño de cada isla son diferentes, y el mar que la rodea, también. Nosotros tenemos capacidad para diseñar esa isla, podemos ser, de algún modo, arquitectos de nuestro destino.

¿Existe un desafío más increíble que el intento de reducir nuestro sufrimiento a su mínima expresión? ¿Existe un propósito más loable que ayudar a disminuir el sufrimiento en el mundo? Descubrí hace años que esta era la misión más hermosa que tenemos los seres humanos y he dedicado mi vida a ello. Si piensas lo mismo, lector, este libro es para ti.

1. El sufrimiento y sus tipos

 

 

 

A ti clamamos los desterrados hijos de Eva,

a ti suspiramos, gimiendo y llorando

en este valle de lágrimas.

 

SALVE REGINA

 

 

EL VALLE DE LÁGRIMAS

 

Ya he comentado alguna vez que fui educado en un colegio religioso, y es uno de los múltiples temas que siempre agradeceré a mis padres. En el período final del franquismo en el que transcurrió mi infancia, era frecuente que los niños de primaria realizásemos una oración matinal diaria y asistiésemos a una misa semanal los viernes. De todas las oraciones que rezábamos en clase, la que más me impresionaba era la salve y, sobre todo, mi mente quedaba adherida a las frases que sirven de cita inicial a este capítulo. La razón era que mi abuela, una de mis maestras en la vida, solía referirse al mundo en el que vivimos como «este valle de lágrimas». Cuando ocurría alguna desgracia, y a ella le sucedieron muchas, solía recordar a los demás, y sobre todo a sí misma, como quien recita un mantra:

—Ya sabemos dónde vivimos… en este valle de lágrimas.

Hasta que tuve unos seis años no descubrí que lo que ella estaba describiendo era «este mundo». Hasta esa edad pensaba, en mi inocencia, que existía un lugar específico, como Valencia o Reinosa, ciudades a las que íbamos en verano a visitar a nuestros familiares, que se llamaba de esa forma. Por eso recuerdo que un día le pregunté:

—Abuela, ¿cuándo iremos a ver este valle de lágrimas?

Ella se rio a carcajadas y me acarició la cabeza con cariño, como protegiéndome de lo que el mundo me depararía.

—Hijo mío —me dijo—, no hace falta que vayas a ningún sitio. Tendrás que vivir en el valle de lágrimas toda tu vida.

Yo también rompí a reír como ella, contento de verla feliz, aunque no entendí lo que me quiso decir. Como el resto de la especie humana, no tardé mucho en comprenderlo.

Desde que el bebé nace, lo primero que experimenta es sufrimiento. Cuando abandona el útero materno, un lugar caliente y protegido, que muchos imaginamos como el sitio más seguro y agradable, es arrojado a lo desconocido. Atravesar el canal del parto o realizar las primeras respiraciones constituyen un trauma que genera los primeros llantos del recién nacido.

Poco tiempo después descubriremos los múltiples tipos de sufrimiento que tendremos que experimentar a lo largo de la vida: algunos son internos, se producen en la mente, como la sensación de no sentirse querido por otras personas o autocriticarse y autoexigirse metas inalcanzables y frustrantes. Otras veces son sufrimientos externos producidos por la vida, como padecer enfermedades que pueden ocasionar invalidez o muerte o experimentar dificultades económicas que nos priven de abrigo o alimento. En los casos más extremos podemos llegar a sufrir terribles catástrofes que marcan generaciones enteras, como guerras, inundaciones, hambrunas, terremotos o epidemias.

 

 

EL GRAN TEMA EN TODAS LAS RELIGIONES Y FILOSOFÍAS

 

Esta omnipresencia del sufrimiento en la vida humana ha sido una de las razones por las que las religiones y las corrientes filosóficas de todas las culturas a través de los tiempos han situado el sufrimiento en el centro de sus enseñanzas. Así, en el cristianismo, en el Génesis, el primer libro del Antiguo Testamento, cuando Adán y Eva son arrojados del paraíso, Dios les informa sobre cómo será su vida y la describe como sufrimiento. En el budismo, la existencia del sufrimiento es la primera noble verdad, es decir, la primera de las enseñanzas nucleares de esta doctrina. De hecho, toda la enseñanza de Buda versa sobre el sufrimiento y su extinción.

Pero en general todas las religiones y corrientes filosóficas otorgan una importancia nuclear al sufrimiento y ofrecen recomendaciones para intentar sobrellevarlo de la mejor manera posible. El famoso psiquiatra Sigmund Freud, quien ha pasado a la historia por descubrir el inconsciente y desarrollar el psicoanálisis, afirmaba en su obra El malestar en la cultura que el origen de todas las religiones es intentar dar un sentido al sufrimiento. Porque, y esto es relevante, si al sufrimiento que no puede ser evitado se le puede dar un sentido, se tolera mucho más fácilmente.

Hoy en día el desarrollo de la medicina permite que la mortalidad al nacer sea mínima en países desarrollados. Pero no debemos olvidar que este es un logro reciente, de los últimos cien años. En épocas anteriores lo extraordinario era sobrevivir cuando se nacía. Por ejemplo, en la Edad Media, más de la mitad de los niños morían durante el primer año debido a problemas en el parto, infecciones u otras enfermedades. Y en épocas anteriores las cifras eran incluso peores.

Pero la mortalidad era también enorme en la edad adulta. Las enfermedades y las catástrofes determinaban que la esperanza de vida en el medievo fuese de treinta años cuando en la actualidad, en los países desarrollados, supera los ochenta. En un contexto tan hostil como era el mundo en épocas pasadas, en el que la supervivencia era un suceso tan infrecuente que lo convertía en lo único realmente importante, cualquier sufrimiento tenía un claro sentido para el ser humano: era el tributo que había que pagar por el hecho de estar vivo. Y era un impuesto que se pagaba con gusto.

Sin embargo, en el mundo actual, en el que la vida para muchas personas es relativamente cómoda, pero en el que las ideas religiosas han perdido vigencia, el sufrimiento se considera absurdo: un fallo de la tecnología o un error de la sociedad. Por eso, los sufrimientos que habitualmente vamos a tener que experimentar, como la separación y la incomprensión de los que amamos, la soledad, la enfermedad y muerte de seres queridos, la inseguridad económica o las catástrofes naturales resultan extremadamente dolorosos e inaceptables.

El sufrimiento es la máxima expresión de lo que el ser humano no quiere, de lo que tememos y evitamos incluso nombrar, algo que querríamos desterrar, pero no podemos. El sinsentido del sufrimiento para el hombre de hoy es casi aún más doloroso que el propio sufrimiento.

El sufrimiento constituye uno de los ingredientes básicos de la vida. Y, como todos los aspectos de nuestra existencia, es una interpretación. Muchas personas lo consideran algo terrible, mientras que para otras facilita la maduración. Bien llevado puede ser motivo de crecimiento personal, de resiliencia y capacidad para sobrellevar los aspectos negativos de la vida, así como de bondad y germen de conductas y actitudes prosociales. Pero no nos engañemos: pese a la idea errónea, frecuentemente extendida en la sociedad, de que el dolor siempre constituye un motivo de aprendizaje, quienes hemos ayudado a lidiar con él damos fe de que no es así.

Mal gestionado, son múltiples sus efectos negativos: amarga el carácter, convirtiendo a las personas en pesimistas e irascibles crónicos; nos vuelve insensibles al sufrimiento ajeno, porque sentimos que hemos padecido más que nadie y que cada uno debe afrontar su malestar, o nos torna victimistas, demandando de los demás una atención que creemos que la vida no nos ha otorgado. Tanta felicidad perdida y tanto miedo generan mucho sufrimiento inútil a nosotros mismos y a nuestro entorno. Dado que, necesariamente, vamos a tener que sufrir en esta vida, ¿por qué no aprender a sobrellevarlo de la mejor manera posible? Ese es el objetivo de este libro.

 

 

PRÁCTICA 1 LA GESTIÓN DEL SUFRIMIENTO

 

Piensa en los principales sufrimientos que has tenido hasta el momento actual. Selecciona los tres principales y escríbelos en un folio. ¿Cómo los has gestionado? ¿Crees que te han servido para crecer o, por el contrario, te han convertido en una persona con peor humor y desconfianza hacia la humanidad? Es posible que unos sufrimientos te hiciesen avanzar y otros hundirte en el aislamiento. ¿A qué crees que se debió una cosa u otra?

Es importante que comprendas patrones de funcionamiento repetitivo. Los temas que hayas enfatizado constituyen tu isla del sufrimiento. Y los capítulos que abordan esos temas son en los que más deberías profundizar.

 

 

¿POR QUÉ SUFRIMOS?

 

Existen varias clasificaciones sobre los tipos de sufrimiento. Aquí uso esta, una de las más utilizadas, porque me parece fácil de entender y pedagógica, y me permitirá desarrollar los diferentes capítulos del libro. Considera que existen tres tipos principales de sufrimiento, que serían los siguientes: físico, psicológico y existencial. Los analizaremos a continuación.

 

SUFRIMIENTO FÍSICO

 

Es el producido por las enfermedades médicas habituales, los accidentes o las lesiones de todo tipo. Está representado, principalmente, por el dolor, el síntoma más habitual en el ser humano. Pero incluiría todo tipo de molestias y malestares que producen las enfermedades: escozor, cansancio, temblor, mareos, vómitos o cualquier otro síntoma físico desagradable.

 

SUFRIMIENTO PSICOLÓGICO

 

Es toda elaboración mental como respuesta a la realidad. Incluiría desde el estrés, la ansiedad y la depresión hasta las alucinaciones y los delirios, las obsesiones, la disociación o cualquier síntoma psicológico.

 

SUFRIMIENTO EXISTENCIAL

 

Consiste en todos los pensamientos y emociones desagradables que se generan ante la certeza de la vejez y la muerte. Abarca desde el miedo a sufrir en el más allá, si se cree en la vida ultraterrena, hasta la sensación de disolución y olvido del yo, si no se cree, incluyendo cualquier experiencia desagradable en relación con la vivencia de la muerte y la pérdida de facultades asociada al envejecimiento.

 

Lo habitual es que experimentemos los tres tipos de sufrimiento en algún momento de la vida. En unas etapas predominará uno sobre otro, en ocasiones se asociarán algunos de ellos y otras veces pueden llegar a aparecer los tres en un breve período de tiempo. Este es el caso de Gaspar, como veremos a continuación, en el que los tres se manifestaron bruscamente.

 

 

GASPAR O EL HACHAZO DE LA VIDA

 

Gaspar era un varón de cuarenta y dos años de edad que pertenecía a una familia de clase alta. Realizó estudios de Economía en Estados Unidos y fue gerente de varias empresas importantes. Su vida era feliz, con una esposa e hijos sanos con quienes mantenía una relación armoniosa sin ningún problema de relevancia. Pero un día empezó a notar debilidad en brazos y piernas, con calambres musculares y espasmos que le produjeron alguna caída. Todo ello era raro en una persona deportista como él.

Consultó al médico y tras varias pruebas le confirmaron la peor de las noticias posibles: padecía una esclerosis lateral amiotrófica. La enfermedad le iba a producir imposibilidad para caminar y moverse, problemas en la masticación y deglución, dificultades para hablar e insuficiencia respiratoria, que constituía la causa de muerte más habitual. Aunque la enfermedad no solía cursar con dolor, él sí experimentaba dolores de mediana intensidad en las extremidades. Todo este proceso duraría entre tres y cinco años, que era la esperanza de vida media, aunque nadie podía calcular cuánto sería en su caso concreto.

Cuando vino a visitarme, debía desplazarse en silla de ruedas y hacía ya dos años desde el diagnóstico inicial.

 

Gaspar soportaba todos los tipos de sufrimiento posibles simultáneamente y, además, habían surgido de la nada en muy poco tiempo. Tenía dolor, que calmaba con relativo éxito gracias a los tratamientos farmacológicos habituales, pero también requirió apoyo psicológico para afrontar mejor la enfermedad. Mostraba sufrimiento psicológico, sobre todo centrado en el duelo por la pérdida de todo su proyecto vital y porque sabía que no podría ver crecer a sus hijos como hubiese deseado, además de sentirse responsable por el sufrimiento que toda la familia padecía por su enfermedad. Este fue el núcleo de mi intervención. Y, por último, y no el menos importante, sobre todo al final del proceso, surgió una profunda ansiedad ante la muerte. No tenía creencias religiosas y pensaba que todo acaba con esta vida. Mantuvimos profundas conversaciones sobre este y tantos otros temas con la sinceridad que solo la cercanía de la muerte otorga.

Fue uno de los pacientes que nunca olvidaré. La relación que establecimos, como ocurre a menudo en estos casos, fue de una intensidad y complicidad difícil de encontrar y de explicar. Eran mis primeros años como psiquiatra: no había adquirido aún las herramientas que tengo ahora, ya al final de mi carrera, pero lo compensaba con el profundo respeto que siempre he sentido por el milagro de la condición humana. Cuando se despidió de mí, pocas semanas antes de morir, sin palabras porque ya le habían abandonado, pude sentir en sus ojos el agradecimiento en estado puro.

 

 

PRÁCTICA 2TIPOS DE SUFRIMIENTO

 

Siéntate unos segundos y reflexiona sobre los tres tipos de sufrimiento descritos. ¿Cuáles son tus principales sufrimientos en este momento? ¿Cuáles piensas que experimentarás en los próximos años?

Los seres humanos tendemos a ser muy pragmáticos. Si no tenemos sufrimiento en un momento dado, no estamos suficientemente motivados para practicar técnicas que nos ayuden a gestionarlo. Solemos esperar a que aparezca el malestar. El problema suele ser que, ese momento, el propio sufrimiento nos impide utilizar de forma efectiva estas técnicas. Funciona mejor si se incorporan cuando estamos bien. Por eso, en muchas religiones y escuelas psicológicas, una de las prácticas es hacerse consciente de que el sufrimiento va a ser inevitable para motivarnos desde ya a trabajar sobre él.

 

 

 

ABORDAR LOS SUFRIMIENTOS Y ANALIZAR LAS HERRAMIENTAS PARA SUPERARLOS

 

Hace dos años publiqué mi primer libro con la editorial HarperCollins. Se titulaba Parar para vivir mejor y en él analizaba las principales herramientas psicológicas que conozco para disminuir el sufrimiento: mindfulness, compasión, aceptación, resolución de problemas, psicología positiva o conectar con el sentido de la vida. Este libro es complementario del anterior porque funciona de forma inversa. Aquí, en vez de analizar las soluciones, estudiamos el problema: el sufrimiento. Intentamos comprender los diferentes tipos y cómo poder gestionar cada uno de ellos. Las herramientas van a ser las mismas, las que ya analizamos en Parar, pero están personalizadas para cada sufrimiento.

Mark Twain dijo que los dos días más importantes de nuestra vida son el día que nacemos y el día en que descubrimos para qué hemos nacido. No recuerdo el día en que nací, pero, como casi todo el mundo, celebro cada año mi cumpleaños. Sí recuerdo el día en que descubrí para qué había nacido. Como he comprobado que le ocurre a mucha gente, no se me apareció como una «revelación» de repente, sino que existieron situaciones previas que fueron preparando este proceso. Cuando empecé a trabajar como psiquiatra, allá por los años noventa, estuve a punto de dejar la profesión. Observé el inmenso sufrimiento de mis pacientes aquejados de ideas de suicidio, de alucinaciones o de rituales obsesivos que consideraban absurdos, pero que no podían evitar. Yo era una persona de siempre empática y con deseo de ayudar, pero en aquel momento no tenía el suficiente conocimiento ni la necesaria madurez emocional para hacerlo. Llegaba a casa a menudo llorando de impotencia y rabia, y llegué a plantearme, como digo, abandonar la profesión.

Mi madre siempre se caracterizó por su enorme bondad natural. Profunda creyente, jamás la vi hacer ni desear el más mínimo daño a nadie. Cuando le conté mis dudas, sonrió como solía y me contestó que, obviamente, yo era el dueño de mi vida y quien debía tomar esa decisión. Pero me recomendó que no olvidase que cada una de nuestras acciones construye el mundo. El acto de abandonar la profesión, aparentemente intrascendente, dejaría a los miles de personas a los que podría atender a lo largo de mi vida sin esa ayuda. Y quizá al final de mis días, cuando contemplase mi existencia en perspectiva, me arrepentiría.

Aunque múltiples experiencias anteriores, como la enfermedad de mi madre cuando yo era niño, me orientaron hacia la medicina y la psiquiatría, creo que ese día fue, como dijo Mark Twain, el segundo más importante de mi vida. Hice caso a mi madre y continué con mi profesión, con la fe inquebrantable de ser una pequeña pieza más que ayudase a luchar contra el sufrimiento que asola a la humanidad.

No tardé mucho en descubrir que el sufrimiento tenía un punto débil, un talón de Aquiles. Mucho del sufrimiento humano es una interpretación, por lo que puede evitarse o, como mínimo, aliviarse. Y a eso, a las técnicas para reinterpretar ese sufrimiento, es decir, a la psicoterapia, he dedicado mi vida. Fue uno de los últimos consejos que me dio mi madre, pues no mucho tiempo después abandonó este mundo. Si no hubiese sido por ella, nunca hubiese escrito este libro. Y no hubiese tenido la posibilidad de acompañar a personas como Gaspar.

 

 

RECUERDA

 

▶ La vida es sufrimiento, y su sentido y cómo afrontarlo es el tema principal de todas las religiones y filosofías.

▶ El sufrimiento bien gestionado es una fuente increíble de crecimiento personal y de compasión hacia uno mismo y los demás. Pero mal llevado puede convertirnos en irascibles y pesimistas. Este libro está dedicado a aprender técnicas psicológicas para crecer con él.

▶ Hay tres tipos de sufrimientos: el físico, el producido por las enfermedades; el psicológico, toda elaboración mental ante la realidad que nos produce sufrimiento en forma de emociones desagradables, y el existencial, que tiene que ver con el miedo a la enfermedad y, sobre todo, a la muerte.

▶ La clave de la felicidad es la capacidad de adaptarnos a las circunstancias de la vida, aunque sean negativas. No podemos controlar lo que ocurre, pero siempre podemos regular las emociones y decidir nuestra conducta en respuesta a lo que ocurre.

 

 

 

LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD

 

Se dice que un emperador de la antigua China, cuando alcanzó el poder alrededor de los treinta años, pidió a los sabios del reino que confeccionasen una historia de la humanidad. Los eruditos, tras minuciosa recolección del conocimiento de la época, tardaron veinte en escribir una enciclopedia de cien volúmenes. Cuando se la entregaron al monarca, este estaba encantado, pero se quejaba de que no tendría tiempo en su ocupada vida de leer tanto texto. Por tanto, les pidió que hiciesen un resumen más breve. Necesitaron otros veinte años para condensar tanta sabiduría en veinte libros. El soberano estaba complacido; sin embargo, le seguía pareciendo demasiado arduo leer todos esos textos y les pidió reducirlo a un solo volumen. Se demoraron otros diez años para conseguir cumplir esa petición. Pero el rey, que contaba ya ochenta años, apenas veía y se encontraba en el lecho de muerte. Por eso, cuando los ilustrados, muchos de ellos ancianos o ya fallecidos, le entregaron el trabajo, el soberano, que no era capaz de leerlo, se entristeció enormemente.

El más anciano del cortejo de sabios se acercó a él y le susurró:

—Emperador, toda la historia de la humanidad se resume en esta única frase: el ser humano nace, sufre y muere.

2. ¿Qué es el dolor?

 

 

 

¿Quién, excepto los dioses,

pueden vivir largo tiempo sin dolor?

 

ESQUILO

 

 

Una de mis experiencias más duras como psiquiatra ha sido el trabajo con las personas vistas en las Unidades del Dolor. Son estructuras específicas para tratar este síntoma, generalmente compuestas por anestesistas, neurólogos, traumatólogos, rehabilitadores, reumatólogos, oncólogos, fisioterapeutas y psicólogos y psiquiatras. Pese al esfuerzo de los profesionales sanitarios, estos pacientes son de los que más sufren. El dolor crónico, que dura años o toda la vida, produce un malestar psicológico que agota al individuo y cambia el carácter, arruinando su deseo de vivir y su capacidad de disfrutar de las cosas más simples. Aunque su tratamiento es principalmente farmacológico, dado que la eficacia es limitada, poder utilizar algunas herramientas psicológicas es imprescindible para tener una mayor calidad de vida.

El dolor es el síntomamás frecuente que experimentamos los seres humanos, ya que entre el 10 y el 25 % de la población sufre dolor crónico de forma habitual. Pero ¿qué es? La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor lo define como «una experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada a una lesión de los tejidos corporales».

El dolor agudo es imprescindible para proteger el cuerpo de lesiones externas. Por ejemplo, es necesario que una quemadura o un golpe duelan para retirar la mano del fuego o para proteger la zona lesionada, de forma que el traumatismo no vaya a más. No vamos a hablar del dolor agudo porque forma parte de la experiencia humana normal y tiene una función. Sin embargo, cuando el dolor pasa a ser crónico y dura años pierde su función y se convierte en una intensa causa de sufrimiento.

El dolor no es solo una experiencia sensorial desagradable, sino que se acompaña de aspectos psicológicos que incluyen pensamientos desagradables y emociones negativas, como ansiedad, depresión o ira. Y existe un tercer componente que es el social: cómo el dolor modifica nuestras relaciones con los demás. Por tanto, para tratar el dolor se deberían abordar estos tres aspectos, no solo el sensorial, que es el que mejoran los fármacos, porque suele resultar insuficiente, sino también los pensamientos y las emociones que produce, así como su impacto social. Eso es lo que intentamos con la psicoterapia. El caso de Anca nos permitirá identificar mejor estos tres componentes.

 

 

ANCA O LOS TRES COMPONENTES DEL DOLOR EN LA FIBROMIALGIA

 

Anca es una mujer de treinta y ocho años, ejecutiva de una empresa, con dos hijos de cinco y siete años. Lleva mucho tiempo estresada, aunque apenas se ha dado cuenta de ello porque el proceso ha sido muy progresivo, pero ahora forma parte de su vida. La causa de este estrés es, por una parte, el trabajo, muy demandante, máxime para ella, que presenta una personalidad autoexigente y perfeccionista, y, por otra, las demandas familiares, ya que trata de ser una madre perfecta, compensando las horas que no puede pasar con sus hijos debido al trabajo con un cuidado exquisito hacia ellos.

Recientemente ha sido diagnosticada de fibromialgia. Lleva meses experimentando dolor en diferentes zonas del cuerpo que le está impidiendo desarrollar las actividades profesionales y de cuidado de la familia que hacía con anterioridad.

Así, existe una experiencia dolorosa desagradable en articulaciones principalmente. Pero también existen pensamientos negativos: se culpabiliza por no poder realizar las tareas que hacía y cree que se está convirtiendo en una mala profesional y, lo que es aún peor, en una mala madre. Estos pensamientos le producen más sufrimiento que la propia sensación de dolor y lo aumentan. Por último, se siente incomprendida por la pareja, los amigos y los compañeros de trabajo, ya que casi todos piensan que exagera y que no es para tanto. Y también se siente desatendida y decepcionada por los profesionales sanitarios, quienes no acaban de darle una solución a su problema y por quienes no se siente suficientemente escuchada.

Todo eso le ha llevado a una ansiedad crónica que ha empezado a convertirse en depresión, sobrepasada emocionalmente por lo que está ocurriendo. Estas emociones negativas acentúan sus ideas culpabilizantes ya descritas, y todo ello potencia el dolor, que a su vez alimenta aún más los pensamientos y las emociones negativas, generándose un círculo vicioso difícil de romper.

 

 

FACTORES PSICOLÓGICOS

 

Sea cual sea el tipo de dolor crónico que experimentemos, e independientemente de su causa, los factores psicológicos son clave en el proceso de cronificación y en el sufrimiento que producen a quien lo experimenta. Por eso, para su tratamiento, aparte del uso de analgésicos, es imprescindible la psicoterapia. Por un lado, estaría el componente emocional y, por otro, los pensamientos negativos asociados. Analicemos cada uno de ellos.

 

ASPECTOS EMOCIONALES

 

Hay tres emociones principales producidas por el dolor y relacionadas entre sí: ansiedad, depresión e ira.

 

Ansiedad

 

El dolor crónico suele provocar ansiedad y miedo a moverse. La persona anticipa que cualquier actividad física que realice le va a ocasionar dolor y por eso evita cualquier movimiento, fenómeno que en medicina se llama kinesiofobia o miedo al movimiento.Es cierto que esta inmovilidad disminuye el dolor, pero con el tiempo también disminuye la masa muscular y refuerza todo el proceso doloroso. Y no solo tiene efectos físicos negativos, sino que psicológicamente cada vez su atención va a estar más focalizada en el dolor, por lo que cada vez será más sensible a cualquier sensación molesta.

 

Depresión

 

Se sabe que más de la mitad de las personas que padecen dolor crónico también cumplen criterios diagnósticos de depresión. Y viceversa, las personas con depresión suelen mostrar síntomas de dolor crónico en la mitad de los casos. Cuando al dolor crónico se le añade la depresión, empeora la funcionalidad y la calidad de vida, el dolor responde peor al tratamiento y el riesgo de cronificación del trastorno es elevado.

 

Ira

 

Es muy frecuente que cuando desarrollamos una enfermedad sintamos que es injusto, que no nos la merecemos, y nos molesta que solo nos ocurra a nosotros. A menudo esto genera un enfado con el mundo que se traslada a las personas más cercanas, alterando mucho la relación con ellas.

 

Ninguna de estas tres emociones se resuelve con el tratamiento analgésico. Hace falta un trabajo psicológico y una exposición progresiva a la actividad física.

 

 

LAILA O UN CAMBIO DE VIDA NO ACEPTADO