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Se trata de una trepidante novela de aventuras de Emilio Salgari. El Baron de Santelmo, acompañado por algunos hombres fieles, desembarca en Argel, con el proposito de rescatar a la mujer que ama, la Condesa de Santafiora, que se encuentra prisionera de los moros, en la horrenda carcel de Zidi Hassan.
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Veröffentlichungsjahr: 2017
El Barón de Santelmo, acompañado por algunos hombres fieles, desembarca en Argel, con el propósito de rescatar a la mujer que ama, la Condesa de Santafiora, que se encuentra prisionera de los moros, en la horrenda cárcel de Zidi Hassan.
En Argel, un príncipe musulmán, Zuleik Ben Abend, está enamorado de la Condesa y aspira a ser correspondido; por tal causa, el Barón se propone, antes que nada, elimi-nar a su presunto rival y aprovechando una circunstancia en gue aquél, habiendo salido de caza seguido de halconeros y esclavos, se aleja de sus acompañantes, le entabla una lucha a muerte. El combate, en lucha desigual, le es adverso y cae prisionero de Zuleik, quien lo somete durante el cautiverio a horribles torturas,' para arrancarle la confesión de los propósitos de su viaje y la de-lación de los personajes que lo favorecen.
La Princesa Amina, hermana de Zuleik, se ha prendado del Barón de Santelmo y aspi-rando a su amor, intenta salvarlo; pero al tener conocimiento de que el Barón ama a otra mujer, que es una cristiana prisionera, su amor se torna en odio y desde entonces no piensa sino en vengarse del caballero.
MISTERIOSA DESAPARICIÓN DEL RENEGADO
Un momento después el Barón, el normando, Cabeza de Hierro, y el renegado se encontraban reunidos en el vestíbulo inten-tando descifrar el contenido del billete.
Un momento después el Barón, el normando, Cabeza de Hierro, y el renegado se encontraban reunidos en el vestíbulo inten-tando descifrar el contenido del billete.
En aquel billete sólo había escrita una palabra, en caracteres árabes, con rasgos finos y sutiles que denotaba la mano de una mujer.
El Normando conocía el árabe, hizo de pronto un gesto de estupor.
–No contiene mas que un nombre –dijo.
–¿Cuál? –preguntó el Barón.
–El de una mujer.
–¡Es imposible!
–Sí; es el nombre de una mujer: Amina.
–¡Amina! –exclamaron a una voz el Barón y Cabeza de Hierro.
–Es cierto –añadió el renegado.
–¿Habéis conocido alguna mujer de ese nombre? –preguntó el normando.
–No, nunca– dijo el Barón.
–Recordad bien.
–Nunca he oído semejante nombre.
Los cuatro hombres se miraron uno a otro con extrañeza.
–¿Se habrán engañado esos dos negros?
-No lo admito -dijo el normando–. Antes de entregar el billete, miraron atentamente al Barón, y estoy casi seguro de que esos dos hombres nos seguían con el encargo de velar por nosotros. ¡Ah; ahora recuerdo!
¡Qué estúpido soy! ¡ Debiera haberlos reconocido!
-¿A quiénes? -preguntó el Barón.
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