Amor venga sus agravios - José de Espronceda - E-Book

Amor venga sus agravios E-Book

José de Espronceda

0,0

Beschreibung

En Amor venga sus agravios José de Espronceda relata la historia de Clara, marquesa de Palma, quien venga la muerte de su amado Pedro de Figueroa. Enmarcada dentro de la estética del romanticismo español del siglo XIX, ciertos ambientes de esta obra: las bacanales, y los claustros sombríos recuerdan a El estudiante de Salamanca.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 137

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



José de Espronceda

Amor venga sus agravios

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Amor venga sus agravios.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-276-7.

ISBN rústica ilustrada: 978-84-1126-656-7.

ISBN ebook: 978-84-9897-112-5.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Acto I 9

Cuadro I 9

Cuadro II 22

Acto II 39

Acto III 67

Cuadro I 67

Cuadro II 83

Acto IV 97

Cuadro I 97

Cuadro II 108

Acto V 127

Cuadro I 127

Cuadro II 148

Libros a la carta 165

Brevísima presentación

La vida

José de Espronceda (Almendralejo, Badajoz, 1808-Madrid, 1842). España.

Hijo de militar, estudió en el colegio San Mateo de Madrid. Muy joven fundó la sociedad secreta Los numantinos, y por ello fue recluido en el convento de San Francisco de Guadalajara. En 1826 huyó a Lisboa y allí se enamoró de Teresa Mancha, hija de un liberal, a la que siguió a Londres y luego raptó en París, poco después de que ella se casase con un comerciante español.

Intervino en la revolución francesa de 1830 y en la expedición fracasada de Joaquín de Pablo contra el régimen absolutista de Fernando VII. De regreso a España (1832) fundó el periódico El Siglo y fue diputado republicano. Durante su destierro conoció a los autores románticos ingleses, franceses y alemanes, en quienes encontró un estilo más cercano a sus ideas.

Personajes

Abadesa

Beatriz

Conde de Piedrahita

Conde Duque de Olivares

Chamochín y cuatro músicos que hablan

Don Álvaro de Mendoza

Don Pedro Figueroa

Don Ponce y caballeros que hablan

Doña Clara de Toledo, marquesa de Palma

Dorotea

Felipe IV, rey a los dieciocho años

Fortuna

Margarita

Múzquiz

Otáñez

Pacheco

Padre Rafael

Rendones

Robleda

Teresa, demandadera

Una criada, convidados, monjas, novicia, un ujier, una tapada

Viejas que hablan

Acto I

Cuadro I

Escena I

(El parque del Retiro, al pie de palacio; una calle de árboles. Damas que pasean; varios corrillos de Galanes; algunas Tapadas, Mendoza.)

Mendoza (A unas Tapadas.) A pesar de ir tan tapada, mal podéis encubrir vuestra hermosura.

Tapada Galán sois, pero tened cuenta con lo que hacéis, y no sigáis más.

(Vanse.)

Mendoza Ni tenía tal intención. (Pacheco llega precipitado a Mendoza y le abraza.) Pacheco, ¡cuánto me alegro de verte!

Pacheco No me alegro yo menos; y por cierto que te hacía en Flandes ocupado en domar aquellos perros herejes, y no creía tener tanta dicha esta mañana.

Mendoza Pues no, amigo, no todo han de ser asaltos, duelos, ni alarmas, y alguna vez ha de trocar uno el lecho campal iluminado por las estrellas por la cama, aunque estrecha en comparación, más blanda y acomodada. Yo, por ahora, me he propuesto vestir seda en vez de hierro, beber vivo en lugar de cerveza, y ceñir la espada mejor que blandir la pica.

Pacheco Tienes razón, y ya estarías harto de aquella vida, pero... ¿Cuándo has llegado?

Mendoza Ayer mismo; y antes, como se suele decir, de quitarme las espuelas, he venido al parque esta mañana a recordar aquellas felices en que tantas y tan buenas aventuras corrimos. Te aseguro que este parque y las mañanas de mayo han sido cosas que nunca he podido olvidar.

Pacheco Lo creo: en Flandes como no hay mes de mayo...

Mendoza Allí hace un frío en este tiempo, que a estas horas por la calle no andan más que perros o soldados. Pero, hablando de otra cosa, tú conocerás todas estas muchachas: ¿ha habido muchas bajas? ¿Buenos reemplazos? Vaya, infórmame, porque yo te aseguro que hasta ahora no he conocido a ninguna, y estoy hecho un forastero en mi patria.

Pacheco Pero creo que no tardarás mucho en hacer nuevos y útiles conocimientos, porque te vi, me parece, echar requiebros a una tapada...

Mendoza Sí; pura galantería: la costumbre de galán y de soldado. Pasa una mujer, ¡qué diablos!, algo le ha de decir uno. Pero te aseguro que vengo muy mudado de como fui. Tú sabes que entonces una mujer era para mí un ángel; ahora no es más que un mueble cualquiera, más o menos útil, más o menos incómodo.

Pacheco Es decir, que ahora en vez de enamorarte tú, las enamoras a ellas, y en seguida las dejas sin misericordia.

Mendoza No, ni aún en eso pierdo el tiempo.

(En un corro Figueroa y otros.)

Figueroa (Enojado.) Caballeros, el que pronuncie el nombre de esa señora, o siquiera hable de ella, lo hará con la espada en la mano para esperar mi respuesta.

Caballero I Señor don Pedro, no os acaloréis, que no fue mi intención ofenderla; os vi en el bosque ahora poco...

Figueroa Silencio, os suplico. (Se pasea solo.)

Caballero I Es un gallego intratable.

Caballero II Montaraz.

Caballero III ¡Un pobre hidalgo que no tiene sobre qué caerse muerto, con más vanidad...!

Mendoza Sí, para eso me ha llamado mi tío. Quiere casarme con mí prima Clara. Yo no la conozco apenas, porque ella era niña cuando yo me fui; y es lo mejor que no he preguntado aún si es fea o bonita.

Pacheco Te felicito por tu boda con ella, es bonita, y además, sus riquezas y el título de marqués de Palma que te dará con su mano, te pondrán en estado de hacer un brillante papel en la corte.

Mendoza Tal he pensado, porque al fin y al cabo un segundón como yo no tiene otra salida que un buen casamiento, o un beneficio, si sigue la iglesia. A mí me dio por la espada, y como he reparado que con ella mejor se alcanza un chirlo que le divida a uno las narices que una buena renta, después de haber gastado mi patrimonio, sin otro recurso que mi apellido y mi buena suerte, cansado de las borrascas de la vida, me acojo al puerto seguro del matrimonio.

Pacheco Sí, para entregarte en mejor navío, y bien armado y provisto, al mar de la ambición, del poder y de la fortuna.

Mendoza Cabalmente.

Pacheco Y doña Clara de Toledo, marquesa de Palma, es el mejor mueble, o escalón, que podía proporcionarte la suerte.

Mendoza Y por eso me caso con ella. Además, tengo entendido que es una inocente, de carácter muy dulce, criada y educada en un convento de donde ha poco que salió. Mi tío es su tutor; me ha asegurado que no sabe qué cosas son galanteos, amigas, ni visitas, que no ve sino a él y al padre Rafael, confesor del rey y vicario de las monjas con quienes se crió. ¡Cortada y hecha para mí! Ya ves... joven, bonita, según tú dices, marquesa de Palma, rica, simplecilla, y que se hará por consiguiente a mis mañas... ¡voto va!, que es haber encontrado con la horma de mi zapato.

Pacheco De modo que cuando andes en coche, prives con el rey y te llamen su excelencia el señor marqués de Palma, habrá que echarte memoriales para hablarte.

Mendoza Te aseguro que después de tan malas noches como he pasado en aquellas malditas dunas de Holanda, el agua o la nieve a la cinta, contando los minutos, y esperando un arcabuzazo como un amante la hora de la cita, te aseguro que tengo vivas ansias de pisar alfombras y hundir colchones de pluma. Por lo demás, y si no se verificase la boda, ni se muriese la muchacha, que también me viene a mí por línea recta su título en ese caso, quiere decir que... a la guerra me lleva mi necesidad, como dice la copla, si tuviera dinero no fuera en verdad, o iría de muy diferente manera.

(Corrillo donde está Figueroa.)

Caballero I Aquel es. (Señalando a Mendoza.)

Figueroa (Cuidadoso.) ¿Y decís que viene a casarse con la marquesa de Palma, su prima?

Caballero III (A otro, sonriendo.) ¿No reparas que apenas puede tragar la saliva?

Caballero I Lo sé de fijo: su mismo tío, el conde de Piedrahita, tutor de la joven marquesa, le ha hecho venir de Flandes, con esa intención.

Figueroa Pero ese casamiento se verificará, o no, según ella quiera.

Caballero II Y si ella no quiere también. El tutor tiene gran favor en la corte; alcanzará del rey lo que mejor le acomode y forzará la voluntad de la niña.,

Pacheco (A Mendoza.) Es extraño que no haya venido. Todas las mañanas viene a pasear con todo el aparato de escuderos, viejos y damas de honor que corresponde a dama tan principal.

(Corrillo.)

Caballero I Ved lo que decís, don Pedro, sobre eso, de que no hay ley divina ni humana que autorice a forzar la libertad de nadie. Habláis con un calor que cualquiera recelaría...

Figueroa Nadie recelaría, yo defiendo la justicia y...

Caballero II ¿Y fiáis en la voluntad de firmeza de una mujer?

Figueroa Señor caballero, una mujer es capaz de tanta voluntad como no podemos ninguno de nosotros imaginarnos.

Mendoza Está el paseo delicioso y va cada vez viniendo más gente.

Pacheco Vente por este lado hacia el estanque y galantearemos un rato a las tapaditas de medio pelo, que allí es el paseo de las aventuras.

Mendoza Sí, vamos... pero no, que allí viene mi tío con el confesor del rey. Ayer noche no hice más que verle un momento, y no quiero que me tenga por un rapaz inconsiderado y sin seso.

Escena II

(Dichos y el Conde de Piedrahita y el Padre Rafael, que salen por una puerta de las de palacio. Corrillo. Figueroa aparte hablando con el primer caballero.)

Caballero II No lo dudéis, el buen Figueroa está loco de amor por ella.

Caballero III ¿Y ella le quiere?

Caballero II No hay duda.

Caballero IV Las mujeres son caprichosas. En medio de tan brillante juventud ha ido a elegir un hidalguillo gallego, vasallo suyo. Ved con qué afán habla con nuestro amigo.

(Señalando a Figueroa.)

Conde (a Mendoza.) ¡Hola, mala cabeza! No vendrás muy cansado del viaje cuando tan temprano has dejado la cama.

Mendoza La fatiga es el descanso del soldado y la costumbre de velar que traigo me hace despertar antes de amanecer como si oyera el toque de alarma.

Padre Rafael ¿Este caballero es el sobrino de que me habéis hablado alguna vez y que estábais esperando de Flandes?

Conde El mismo, y en él os presento a don Álvaro de Mendoza, capitán de los tercios españoles, de cuyas hazañas habréis oído hablar en la corte más de una vez.

Mendoza Humilde servidor de vuestra paternidad.

Padre Rafael Servidor de Dios. Y a fe que no desmiente su gallarda presencia los hechos que de él se refieren.

Mendoza Agradezco la merced que vuestra paternidad me hace.

Escena III

(La Marquesa con el aparato de comitiva. Figueroa se separa del corrillo procurando hacerse notar de ella. Los Caballeros hablan entre sí; lo mismo Mendoza en otro corrillo.)

Caballero I Vedla. Allí viene la marquesita de Palma con toda su comitiva.

Caballero II Mirad a Figueroa qué turbado se ha puesto en cuanto le ha visto y cómo se ha deslizado de nuestro corro.

Cond Le miro como a mi hijo y es el esposo que tengo destinado a mi pupila Clarita.

Padre Rafael Desengañaos, conde, doña Clara ha elegido mejor esposo: yo la conozco bien y sé cuánto ella prefiere al mundo el retiro y el silencio del claustro. Su vocación, o yo me engaño mucho, o es verdadera sin duda alguna.

Mendoza Esa virtud de mi prima doña Clara me encanta y me enamora sobremanera.

Conde Cuando yo te lo digo... es la única mujer para mujer propia. Yo convengo con su paternidad en que la chica gusta más del retiro y de la soledad que de saraos y bailes, pero esa es precisamente la razón en que me fundo para dártela por mujer.

Mendoza ¿Y sabéis acaso si ella gustará de mí?

Conde ¡Gustar de ti! Clara no tiene más voluntad que la mía; además que no entiende ella de eso.

(El último escudero de la marquesa se acerca a Figueroa; el conde y el fraile llegan después a la marquesa y la saludan.)

Pacheco Allí viene, ésa es.

(A Mendoza, bajo y señalándosela.)

Mendoza El escudero aquel que se ha apartado a un lado con aquel hombre, ¿no es de su comitiva?

Pacheco Sí.

Mendoza Parece que le da un recado; (Aparte) si sabrá la niña más de lo que se cree. Apostaría a que es una cita amorosa.

Otáñez (A Figueroa.) ¡Ce!. Despachad. Esta noche a las doce os espera mi señora en la reja del jardín. No faltéis. Adiós.

Figueroa ¿A las doce? ¡Oíd! No os vayáis tan pronto.

Otáñez Sí, a media noche por la reja del jardín, adiós.

Mendoza (Aparte.) No hay duda: él la sigue con la vista y ella ha vuelto a mirarle: ¡buen chasco está para un novio!

Caballero I Os doy la enhorabuena (A Figueroa, que vuelve al corro) vuestra cara manifiesta que habéis recibido alguna buena noticia.

Figueroa Os preciáis de fisonomista, según veo; pero os aconsejo que en adelante hagáis vuestras observaciones en otro semblante que en el mío.¿Me comprendéis...?

(Vase.)

Mendoza (A Pacheco.) ¿No le conoces?, pues síguele e infórmate de quién es. Hasta luego.

(Vase Pacheco.)

Conde La mejor rosa de mayo faltaba, y he aquí que viene a adornar nuestros jardines. Bienvenida, mi querida doña Clara.

Clara ¡Este paseo de por la mañana me gusta tanto!

Padre Rafael Es un recreo saludable y la mejor hora para dar gracias al Criador y admirar sus maravillas.

Conde Y la única diversión de que gusta mi querida pupila.

Mendoza (Aparte.) Y que proporciona un medio excelente de dar una cita.

Clara Os aseguro, señor conde, que vivo feliz sin necesidad de otros pasatiempos. Tengo para mí que deben ser desgraciadas las personas que necesitan ese bullicio del mundo para distraerse; sin duda tratan de atolondrarse con su estrépito y olvidar sus pesares por un momento.

Padre Rafael Doña Clara piensa como se debe: amar a Dios y vivir para morir es la senda que conduce a la vida eterna.

Mendoza (Aparte.) Sermón tenemos.

Conde Sin embargo, doña Clara me hará el favor de mirar un momento con buenos ojos a su primo don Álvaro de Mendoza, que acaba de llegar de Flandes y que se ofrece por su servidor.

Clara Me doy el parabién de tener tal caballero por primo mío.

Mendoza Y yo, señora, tengo por dichoso este instante, puesto que hago en él tan ventajoso conocimiento. Mucho, prima, me habían alabado tu hermosura, pero veo que han sido muy escasos los elogios y mezquina mi imaginación.

Clara Agradezco, don Álvaro, vuestra cortesía.

Conde Todo eso está muy bien; pero es preciso que os tratéis de aquí en adelante con más franqueza. Ya sabes, doña Clara, que tu primo ha de ser, si hemos de hacer mi gusto, tu esposo.

Clara (Aparte.) ¡Suerte fatal!

Mendoza Ésa será para mí la felicidad suprema. (Aparte.) ¡Mala cara pone!

Clara (Aparte.) ¡Y para mí la muerte!

Conde Propiedad de todas las doncellas ponerse coloradas y mirar al suelo cuando se las habla de casamiento. Pero dejemos esto, que se ha de tratar más despacio, y paseemos un rato.

Padre Rafael El rey debe salir de un momento a otro, y el señor conde no habrá olvidado que tanto él como yo tenemos que acompañarle.

Conde Estas caras inocentes que le hacen a uno olvidarse de todo... pero tenéis razón. Tú, Clara, ve y da tu acostumbrado paseo, y si no te incomoda puede acompañarte tu primo.

Mendoza Para mí será un placer si doña Clara se sirve aceptar mi compañía.

Clara (Aparte.) ¡Oh, qué enojo! (Alto.) Bien, ¿por qué no?, yo iré muy honrada con ella.

Voces dentro ¡Plaza al rey!

Voces dentro ¡Plaza! El rey.

Conde El rey viene. Adiós, doña Clara.

Padre Rafael Id con Dios, niña,

(Vanse ambos a recibir al rey.)

Mendoza Gran ventura es la mía esta mañana. (A Doña Clara.)

Clara (Aparte.) Que fastidioso es: le aborrezco. La mía... Vamos, estoy tan poco acostumbrada al lenguaje de la galantería, que apenas sé responder.

Mendoza Vuestros ojos hablan por sí solos, y su lenguaje penetra en el corazón.

(Doña Clara echa a andar; Mendoza la sigue gatanteándola. La gente corre a ver salir al rey.)

Cuadro II

(Calle: a la derecha del espectador, el cercado de un jardín con algunas rejas que van a dar a la calle. Es media noche, serena, aunque de poca luz.)

Escena I

(Figueroa, Mendoza.)

Figueroa No han llegado aún, y ya pasó la hora convenida... (Pasa al lado opuesto y mira por la calle adelante.) ¡Ni un alma aparece! ¡Qué rabia! ¿Qué será en este instante de mi Clara? ¿Si esperará la seña convenida, fiel a sus juramentos? ¿Quién sabe? ¡Ese capitán Mendoza recién venido de Flandes! ¡Estos músicos de Barrabás! ¿Si habrán errado la calle?

(Asómase por el lado derecho. Sale Mendoza por el lado opuesto embozado.)

Mendoza