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Las continuas confrontaciones sin sentido han destruido muchas vidas. Criaturas inocentes de todas partes han pagado el precio de su rebeldía con la muerte. Aun con las imponentes líneas defensivas de las áreas limítrofes, las cosas siguen igual para todos. La Raza Destructora, en este caso perteneciente al Ejército Blanco, ha arrasado con casi todas las aldeas, excepto con Hipondria. Es allí donde reside una especie rebelde que ha buscado deshacerse de las legiones enemigas. De dicha aldea surgirán dos guerreros leales que arriesgarán todo para hacer valer su postura antagónica. Aun en desventaja, los dos hermanos se arriesgan e inician un largo viaje hacia su destino, el cual es impredecible.
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Veröffentlichungsjahr: 2024
Ashura
Kevin M. Weller
Ashura
Saga de Kompendium
Libro XIV
Novela de fantasía
Kevin M. Weller
Libro digital
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Nota del autor
“Ashura” es una historia que narra las conflagraciones del Ejército Blanco y sus insistentes intentos por dominar el continente. Al igual que en Mitriaria, las criaturas no permiten que sus hogares sean tomados por tiranos. La única especie lo suficientemente fuerte y valerosa para hacerles frente a los enemigos, los cuales son muchísimos, es una de las razas guerreras más temidas de todas: los hipogrifos de Hipondria. Al igual que los grifos, ellos son seres audaces que se niegan a aceptar la realeza de la Raza Destructora, en este caso bajo el mando del infame rey Bork.
Los sucesos narrados en este libro ocupan un gran espacio de tiempo, partiendo desde los tiempos anteriores al nacimiento de Deimarus, pasando por la época de oro de la Fuerza Armada Real y el largo viaje de Demitrius hacia Korozina, hasta los inicios de la última misión: el rescate de Daigarus.
Índice
Prólogo
I. Reclutando aliados
II. Un viaje hacia el Oeste
III. Nait conoce a Jenric
IV. Una mala noticia
V. Sublevación
VI. Territorios desconocidos
VII. El último suspiro
VIII. Batallas sin fin
IX. Premoniciones
X. Ausencia
XI. El rey se va
XII. Bajo el mando de Ukertarus
XIII. Palpitando la derrota
XIV. Misión Rescate
Epílogo
Prólogo
El rey Bork había decidido establecer su reino en la zona Sudeste, sobre un área más húmeda y amplia. Tras haber llevado a cabo una importante exterminación de criaturas impuras en las aldeas que iban desde Bumma a Pisochi, el Ejército Blanco dio un paso adelante y sintió el orgullo más grande de todos. Una nueva era había dado inicio.
Cuando la noticia llegó a oídos de los vecinos del Oeste, los que vivían a miles de kilómetros del centro, quisieron demostrar su postura antagónica de forma pacífica. Comandados por un conocido oráculo de la Orden Real, un importante número de opositores marcharon rumbo a Árshia, donde hallaron al rey y a sus legiones. Bork se autodeclaró la autoridad máxima de Ashura, tal y como sus hermanos mayores habían hecho en sus respectivos continentes, y resumió el discurso en pocas palabras: “Alabad a vuestro rey o seáis anatema”. Ante la notable postura monárquica y la absurda amenaza de anatemizar a los herejes, el oráculo se opuso diciendo que todo ser viviente era igual de sagrado y que no debía haber divergencias entre especies, pese a las diferencias.
La postura de Bork permaneció intocable y no se dejó convencer por nadie. A raíz de eso, las criaturas originarias del continente se dividieron en dos grupos: los marginados y los cobardes. Los primeros eran rebeldes que preferían quedarse en Ashura aun sabiendo que podían ser aniquilados en cualquier momento, mientras que los cobardes preferían irse a otra parte.
Algunos grifos de clase superior, bajo el mando de Sishurus y Camus, se reunieron con el oráculo Gailessen, quien anteriormente se había presentado ante Bork, y prometieron defender a los hipogrifos si los dragones cruzaban la línea limítrofe de su territorio, es decir, Hipondria.
Al cabo de unos años, los dragones cruzaron Hipondria y llegaron hasta el Sur. Antes de ingresar a Bormepch, las legiones de Camus y Sishurus entraron en acción y se enfrentaron a ellos, los exterminaron a todos.
El comandante Exégenus y el comandante Fujiroh se presentaron ante Bork y ofrecieron su servicio. A cambio de una buena suma de dinero, los comandantes de Xeón accedieron a la petición del rey de Ashura y dirigieron las tropas que tenían a cargo al Suroeste. Los dragones se enfrentaron con los hipogrifos y acabaron tomando Higáragah y Pricha. No obstante, la derrota no fue bien recibida y los rebeldes volvieron a atacar. Sishurus y Camus lucharon cuerpo a cuerpo contra los dragones y terminaron muriendo en la batalla. A Ulisurus lo salvó Deimakuse tras recibir un flechazo en el pecho, aquel sacrificio quedó grabado en la Epopeya de Ashura.
Como los hipogrifos no hallaban la forma de hacerles frente a los dragones, no tuvieron más opción que rendirse. Ulisurus firmó un pergamino admitiendo la derrota, cosa que impactó de forma negativa en su imagen, empero lo hizo por el bien de sus congéneres. Fue decapitado en una plaza, frente a una gran multitud.
Al ver que ni siquiera los de clase superior podían doblegarlo, Bork sintió que podía adueñarse de Ashura con facilidad. Les pidió a sus sirvientes que comenzaran a trabajar en las zonas limítrofes con el propósito de tomar la mayor cantidad de metales preciosos que había. Tuvo la suerte de tomar un continente rico en minerales. En poco tiempo, se llenó de riquezas y alardeó de ello durante años.
La felicidad del rey no duró mucho. Más grifos aparecieron en Ashura y comenzaron a hacer un gran alboroto. Muchos de ellos eran reconocidos militares experimentados. Con la ayuda de otras especies, las cosas empezaron a ponerse tensas. Los dragones de Kélesh se encargaron de hacer lo suyo y exterminaron a los rebeldes. Aun así, las cosas seguían en un estado de incertidumbre, por más que se tomaran aldeas y las legiones protectoras fracasaran, la mentalidad de las criaturas no cambiaba. Bork jamás fue respetado por ningún nativo de Ashura.
Las conflagraciones continuaron durante siglos. La necesidad de ser libres impulsaba a las criaturas a su propia perdición. Los dragones no aceptaban la herejía; en consecuencia, eliminaban a todos los que se les cruzaban en el camino.
La fama del rey Bork disminuyó luego de varios deshonrosos actos. Aprovechaba la ausencia de los generales para acostarse con sus esposas, explotaba a los sirvientes y los condenaba por cualquier tontería, a veces sin motivo alguno, mandaba robar las riquezas de sus propios coetáneos, ponía impuestos altísimos con frecuencia y prohibía que sus seguidores abandonaran Ashura sin permiso. La reputación del rey comenzó a decaer a paso agigantado y pasó a ser un ser ruin.
Unos cuantos miembros del Ejército Blanco perdieron su fe en el rey y decidieron dejar de acatar sus órdenes. Permitieron que las demás criaturas regresaran a sus aldeas y las dejaron en paz. Otros, como el caudillo Talhos y el general Benshir, se independizaron y crearon sus propios reinos, sin seguir los mandatos del rey. Ellos mismos se creían superiores al rey Bork, y hasta cierto punto lo eran.
Como las cosas se complicaron, Bork tuvo que ir a buscar ayuda en otras regiones. Al no encontrarla, se sintió harto decepcionado consigo mismo. Tenía un título honorable, pero pocos lo reconocían como autoridad suprema. Sus hermanos mayores lo veían como un ser incompetente y se burlaban de él. La relación entre los hermanos se fue al abismo, lo que desencadenó una confrontación territorial. Bork prohibió la entrada de foráneos a su continente, la única forma de ingresar a Ashura era pagando una buena suma de dinero. Cen-Dam pensaba que sólo quería intimidarlo hasta que se enteró de que varios de sus sirvientes fueron ejecutados por traspasar el límite.
Nunca se oficializó una guerra entre los diferentes Ejércitos porque Dégmon y Vishne lo habían prohibido luego de haber firmado el Tratado de Paz Fraternal en una de las asambleas que se llevaba a cabo en Frissonk. No obstante, el odio que había entre los tres hermanos era visible y no había forma de llegar a un acuerdo.
La desarmonía existente entre los dragones generó una oportunidad para que los rebeldes planearan los ataques y los echaran de sus tierras. Los primeros en ponerse firmes fueron los grifos y luego los hipogrifos. Las demás especies comenzaron a apoyarlos hasta tal punto que se ganaron su respeto. Ellos no buscaban la fama imponiendo ideologías extremistas a la fuerza, sino luchando por la igualdad y la libertad.
Como las cosas comenzaban a complicarse, el rey Bork se reunió de nuevo con los oráculos y prometió, tanto por escrito como en forma oral, no seguir atacando las aldeas. Los que se oponían al mandato supremo, las autoridades militares, atacaron las supuestas aldeas que Bork había prometido no tomar, ensuciando así su imagen. La reacción de los demás, ante la repudiable actitud del rey, fue negativa. Lo peor de todo era que nadie escuchaba las palabras de Bork, aun siendo que él estaba diciendo la verdad respecto a la promesa hecha.
La trampa había tenido éxito. El rey se volvió paranoico al creer que sus propios sirvientes estaban conspirando en su contra para destronarlo. Mandó investigar a todos los líderes militares y ni así pudo descubrir la verdad. Les enviaba cartas a sus hermanos para advertirles de que se cuidaran porque sus propios seguidores podían traicionarlos en algún momento. Dáikron y Cen-Dam estaban en lo suyo y poca importancia les daban a las advertencias de Bork. En realidad, las sinceras palabras por escrito no estaban tan erradas, hubo dragones que se opusieron a sus reyes, entre ellos los de escamas púrpuras y los de hielo.
El reinado de los hijos de Draco lejos estaba de ser eterno. Las cosas habían cambiado y sólo era cuestión de tiempo para que los tiranos cayeran en la cuenta de que su poderío no era tan maravilloso como parecía.