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Kevin M. Weller

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Beschreibung

Ribin deja de lado su horrorosa vida del pasado para centrarse en una nueva meta: convertirse en un Soldado Real. Con el apoyo de Dénzel y Mágrian, tendrá que adaptarse a las exigencias del Ejército Real, el más poderoso de Mitriaria. Pero para poder ser un soldado ejemplar, deberá sacrificar su dignidad y su libertad.

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Veröffentlichungsjahr: 2024

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El mensajero de Abantacia

Kevin M. Weller

El mensajero de Abantacia

Saga de Kompendium

Libro X

Novela de fantasía

Kevin M. Weller

Libro digital

Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción parcial o total de esta obra, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros medios, sin el permiso previo y escrito del autor. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

Nota del autor

“El mensajero de Abantacia” es una novela que se centra en la vida de uno de los personajes más queridos del autor: Vaisarkus Ribinsuke, el grifo más amable y simpático. Desde luego que no es esencial la lectura de este libro para entender la saga, sólo es un conector entre “Mitriaria”, “Plumas y escamas”, “Reikse” y “Deksarus”.

Antes bien, hay que señalar que los sucesos narrados en “Le griffen testamentum” carecen de detalles y descripciones, algo que sí se da en este libro. Es aquí donde se dan a conocer a todos los grifos que integran la Fuerza Armada Real (FAR) o Ejército Real. Ziro, Grárius y Yolt suceden a sus padres y toman las riendas en el asunto. Asinurus, Ankirius y Desheorus han dejado como legado las bases de un ejército forzado a cambiar la historia de Mitriaria para bien de los nativos.

Bajo la inspiración de Camus y Sishurus, Jarkarus y Aljokerus, y por supuesto, Deimarus, el nuevo ejército está destinado a fortaleces sus bases y alzar la antorcha del triunfo ante sus acérrimos enemigos, los dragones negros de Korozina. Todo en nombre de la Raza Pacifista, que no se doblega ante nadie.

Índice

Prólogo

I. El nacimiento de un polluelo no planificado

II. Recuerdos que vale la pena olvidar

III. Rituales incestuosos en Fysiah

IV. Una madre de mierda y un padre ausente

V. El día de la huida

VI. Un hermano y una hermana

VII. Tres jóvenes y un sino incierto

VIII. El viaje definitivo de Mágrian

IX. Juntos en soledad

X. Junta de grifos en Rinquesh

XI. Anticipando la llegada de los invasores

XII. Inicios en la FAR

XIII. Conflictos bélicos sin razón

XIV. El caudillo Arshendau

XV. Una peligrosa misión en el Oeste

XVI. Rencuentro con familiares

XVII. El fin de las pesadillas

XVIII. Ascendido al rango de mensajero

Epílogo

Prólogo

A pocos kilómetros de Fysiah, caminando entre los tupidos arbustos apareció un grifo adulto de plumaje grisáceo, ojos glaucos, cabello oscuro, alas marrones y piernas delgadas. Llevaba una túnica marrón con agujeros en la parte de abajo y cargaba una canasta de mimbre con algo valiosísimo en su interior: un huevo a punto de eclosionar.

Por petición de su hermano Gensarus (Gensu Akuse Arus), se encargó de empollar el huevo que su pareja había aovado. La grifa que había puesto ese huevo no quería hacerse cargo del fruto de su vientre. Por insistencia de sus familiares y vecinos, tuvo que decir que sí. Ella era una libertina que gozaba con grifos de clase inferior, Alfha y superior, detestaba la idea de ser madre, le daban náuseas de tan sólo pensarlo. Había pasado gran parte de su vida yendo y viniendo en busca de aventuras, ganaba dinero a cambio de sexo, vivía con lo justo y necesario.

Dentro de ese preciado huevo de dura corteza se hallaba un polluelo especial que pronto saldría a la luz y conocería el mundo exterior. Lo malo era que sus padres no se llevaban bien, la relación que tenían era discordante, siempre se peleaban entre sí. La madre era mangoneadora, agresiva, insolente y descortés; el padre era humilde, introvertido, taciturno y educado. La clara diferencia que había entre ambos era estrepitosa.

Al grifito, que nacería en poco tiempo, ya se le había asignado una residencia en una de las aldeas de Fysiah, donde moraba el padre biológico. La madre vivía en las afueras de Santuria, a pocos kilómetros de Rinquesh, porque estaba harta de ser juzgada por los demás grifos de clase Alfha. Por su forma de ser la habían condenado, solía ser objeto de críticas y comentarios negativos constantemente.

Como el padre tenía que trabajar todo el día, no tenía tiempo para encargarse de un polluelo. Recurrir a la ayuda de su hermano mayor era la opción que había tomado, pero sólo sería una estadía temporal. Cuando el deber llamara, debía acudir fuese como fuese. Agachar la cabeza, cerrar el pico y acatar órdenes era lo que mejor sabía hacer, contrario a la grifa con la que había tenido ayuntamiento.

A tan sólo horas del gran milagro, la familia se encontraba esperanzada en conocer al nuevo integrante que formaría parte de un grupo familiar variopinto. El plumaje de aquella familia de grifos era de lo más diverso, ni hablar del color de ojos que variaba entre el amarillo, el rojo, el marrón, el lila, el celeste, el azul, el naranja y el verde.

I. El nacimiento de un polluelo no planificado

Era un día tormentoso, de esos en los que el cielo parecía que se iba a caer en cualquier momento, cuando el cascarón del huevo mostró las primeras grietas. Por lo general, la rotura completa de un huevo tardaba entre una y dos horas, en este caso fue mucho más pronto, en menos de media hora la agrietada corteza se desprendió del recién nacido, dejando a la vista una nidícola cría de grifo.

El padre de la cría altricial fue el primero en enterarse, oyó los píos que le indicaron que su descendiente había acabado de llegar al mundo. Recobró la compostura tan pronto como lo vio dentro del nido, lo notó sano desde la primera ojeada. Se aproximó un poco más, lo tomó entre sus manos y lo cargó. Era un polluelo pelado y tembloroso, con los ojos cerrados y las alitas cortas. Los sonidos que emitía tenían menos de veinte decibeles, apenas se los escuchaba.

Por más que no se sentía preparado para hacerse cargo de un hijo no deseado, el rol de padre tenía que cumplirlo por imposición social. No podía dejárselo a sus hermanos, ni a nadie más de la familia para que lo criara, él lo había engendrado, él iba a ser el responsable de cuidarlo. La paternidad, deseada o no deseada, debía existir como fuese dentro de cada familia, una grifa sola no podía hacerse cargo de un polluelo, o, mejor dicho, no estaba bien visto que lo hiciera sola.

La noticia hizo que se despertaran los demás, que acudieran a la sala con el afán de ver el obsequio que Ioba les había enviado. Gensarus y Danhia fueron los primeros en aparecer para felicitar a Grémius, les otorgaron sus más gratas bendiciones y tocaron al sobrino. Danhia aún estaba a la espera de ver caminar a su segundo hijo, el primero ya había aprendido.

Los dos hermanos mayores de Grémius y Gensarus, Goric y Gulshus, se enteraron también, creyeron que sería una buena oportunidad para que el novísimo padre sentara cabeza. Ser papá era una responsabilidad que lo mantendría ocupado, así al menos pensaban ellos que aún no tenían vástagos que cuidar.

Adormus, el hermano mayor de Danhia, Mendra, su hermana menor, y Grásia, su otra hermana menor, fueron los siguientes en ponerse al tanto del nacimiento de un nuevo integrante de la familia. De los seis hijos que Adormus había tenido, sólo dos quedaban con vida, Cerkarus y Dermarus; de los cinco hijos de Mendra, sólo uno había sobrevivido, Kelepius; los dos hijos de Grásia eran Chalecus y Sheliurus.

Kimarus y Velgrak, el abuelo y la abuela, eran los únicos grifos que se habían quedado sin lazos fraternales debido a la avanzada edad, doscientos y pico de años. Ellos eran los últimos hijos de dos familias distintas, cada una con plumaje propio, uno poco colorido y el otro variopinto. Todos los descendientes de Kimarus y Velgrak tenían plumas marrones, blancas, grises y negras, con variaciones en tonalidades. Dentro de la extensa genealogía, había integrantes con el mismo nombre o nombres parecidos.

Era una familia de grifos de clase Alfha, algunos miembros eran de escala mayor y otros de escala menor. Era común oír frases como “clase Alfha superior” para designar la escala mayor y “clase Alfha inferior” para designar la escala menor. Todos eran de nivel mínimo y raza intermedia, es decir que no eran poderosos ni puros. Es importante tener en cuenta que entre los grifos de Mitriaria no había clase media o Zemhi ni escala intermedia, sí existía entre los grifos de Ashura y Xeón.

Respecto a la pureza de la raza y al nivel de poder, los grifos siempre habían estado en el centro del debate, pues no se sabía si era mejor clasificarlos como híbridos o simplemente como animales especiales dado que los de clase superior algunas veces calificaban como nivel intermedio y raza superior, siempre dentro de la categoría “Raza Pacifista”, que nada tenía que ver con la taxonomía ni con la filogenia. Raza Pacifista y Raza Destructora eran conceptos sociales empleados con el propósito de diferenciar animales inofensivos de animales peligrosos, como así también Raza Inferior con Raza Superior y Raza Impura con Raza Pura.

Mélgria, la madre del recién nacido, hacía como que no le importaba nada. Fue la última en enterarse, sí, y la que menos interés tenía en hacerse cargo de un polluelo no planificado. En virtud de la enorme presión ejercida por los familiares, tuvo que aceptar la dura responsabilidad de ser mamá.

Goric, que servía como ayudante en un templo sagrado, fue el encargado en realizar los preparativos para la ceremonia bautismal. A diferencia de los grifos de clase superior, los de clase Alfha no acostumbraban llamar purificadores ni clérigos para los rituales de bautismo. Con un poco de agua tibia y una pluma humedecida, tocó la cabeza del recién nacido, le bendijo en nombre de Ioba Todopoderoso y le dirigió la plegaria de Iniciación, seguida por la plegaria de Alabanza. El ritual no incluía la plegaria de Salvación, para ello había que ser sacerdote sí o sí. Tampoco era necesario esperar doce días, desde el primer día ya otorgaban un nombre propio con su correspondiente griffen nomenkum (seudónimo en Serfi).

Cabe señalar que la palabra griffen era un hiperónimo que incluía varios hipónimos, o sea, grifos de clase superior (grevren), clase Alfha (vesfesare) y clase Infhe (noxare); contrario a la palabra quempke, que incluía hipogrifos de todos los niveles, razas, clases y escalas. Así, en todo documento escrito por un grifo se anteponía la palabra griffen, verbigracia: griffen radactarium, griffen suprimus, griffen testamentum, griffen nomemkum, griffen declexus, etcétera. En el caso de la partida de nacimiento, se empleaba un pergamino que incluía el nombre del polluelo y el de sus progenitores.

El nombre completo del polluelo pasó a ser Vaisarkus Ribinsuke de Fysiah, hijo legítimo de Gremiutske Deciberus Irkemel y Melgriatske Ashukoia Shatlasia. El acortamiento Ribin pasó a ser su seudónimo. La pronunciación también se acortaba, dando como resultado, en muchos casos, una aféresis o una síncopa. La elisión de vocales se daba por una cuestión de economía lingüística, sólo se pronunciaba el nombre completo en situaciones formales.

Grémius fue el que prometió cuidarlo hasta que finalizara la estadía de descanso, que duraría hasta la siguiente temporada de cosecha. Tenía pensado tomar un segundo empleo para poder ganar mejor, no estaba satisfecho con que le pagaran con insumos alimenticios y monedas de bronce. El problema sería la excesiva carga horaria que tendría que cumplir si tomase un segundo empleo, no podría ver a su hijo, se tendría que quedar el día entero fuera del hogar.

Mélgria no estaba contenta con dicha idea, no quería volverse una ama de casa, una esclava más del sistema, así no tendría tiempo para salir a divertirse como siempre lo había hecho. Le hervía la sangre con el somero hecho de pensar que pasaría el día entero cuidando un polluelo que jamás debería haber nacido. Como toda resentida con escrúpulo de Marigargajo, estaba dispuesta a desquitarse, volcar el rencor sobre alguien indefenso.

Los familiares la obligaban a cumplir con el rol de madre, le echaban en cara que dejase de joder con eso de andar putañeando por ahí por un par de monedas que no valían una mierda. Ninguno de los integrantes de la familia veía antedicho trabajo como algo decoroso; al contrario, les parecía inapropiado que una madre hiciese eso como forma de ganarse el pan de cada día. Ella creía que sólo para eso servía.

Muy a su pesar, la madre tuvo que acatar las órdenes del grupo familiar y aceptar las responsabilidades. El problema era que no tenía los patitos en fila, perdía la cordura si no recibía cariño de un macho, se ponía histérica si no obtenía placer carnal. No quería acabar como las demás grifas que, una vez llegada la época de puericultura, se despedían de su vida sexual. «¿Hasta cuándo podré aguantar?», se preguntaba a sí misma, enfrascada en lo profundo de la hesitación.

Ribinsuke, nuevo miembro de la familia, era otro afortunado aldeano de Fysiah, un ejemplar de la Raza Pacifista, alguien que pronto sería tenido en cuenta como un habitante más de Mitriaria. Los primeros instantes de la vida eran los mejores, pues los polluelos no conocían la realidad en la que se hallaban inmersos, para ellos todo era misterioso y gigantesco. Tan pronto como se les desarrollaba la consciencia, se apercibían de que el mundo real no era lo que parecía, no todo era color rosa.