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Azahara se siente confundida en un mundo en el que parece que las ideologías son ambiguas y en el que los más poderosos abusan de su condición. La joven anda en busca de algún maestro o de algún ejemplo que le ayude a sentirse equilibrada, así que inicia una suerte de peregrinación para encontrar a esa persona que le ayude. En su recorrido, Azahara sufre, sonríe, se desilusiona y se ilusiona. Pero, sobre todo, mantiene muchos encuentros y conversaciones que le serán de gran valor para su futuro.
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Seitenzahl: 114
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Pablo Barrena García
Saga
Azahara o de la compasión
Copyright © 2013, 2021 Pablo Barrena García and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726927078
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
Azahara, joven preocupada por las contrariedades de las noticias (se habla de guerras y se pasa a lo informal), emprende viaje en busca de respuestas. En su camino encuentra personas que le ayudan y que le dicen a donde ir, hasta que conoce a un hombre que le enseña sobre la vida y cómo afrontar y entender a los que les interesa las batallas. De vuelta a casa, en una plaza del pueblo donde actúa Yusef, un amigo mago de su familia, se ve con el joven periodista que, sin saberlo ella, la ha protegido durante su viaje.
Muchas veces oigo decir que la verdad es sencilla.
Eso es cierto, me temo únicamente que la gente lo interpreta mal. Ellos piensan que lo sencillo es sencillo de entender. Pero no hay algo más difícil.
Carpeta de apuntes, Michael Ende.
El problema central de mi generación es tan retorcido que me produce un fuerte desasosiego, como a la mayoría de mis compañeros, como a ella, mi amiga Lorena (nombre inventado): no podemos soñar nuestro futuro, pues para nosotros no existe el horizonte del tiempo; y los que mandan nos tratan como corderillos, aunque seamos fieras desatadas cuando nos provocan.
¡Qué cansancio! ¿Qué es esto? O sea, vayamos a lo general de la crítica de Lorena: la indignación y el rechazo ante la codicia y la crueldad que generan miseria y dolor, y ella lo quería representar según su experiencia singular, pero figurando ¡como peregrina musulmana de novela!, más bien por estética, por hermosura de una naturaleza temática que yo no acababa de comprender.
Desde luego, estuvo en los poblados de refugiados saharauis en Argelia y en campamentos de gentes que huyen de países en guerra, aún sin tener apenas los veinte años (ahora, está desaparecida), y todo con el apoyo de sus padres, actitud que no me parece sensata.
Tampoco creo que vaya a suceder, para nada, lo que me señalaba sobre el proceso revolucionario de los países islámicos, y el desenlace positivo de la guerra actual en Siria, pues sostenía que, gracias a Internet, las redes sociales, etcétera, Egipto, Irak, Irán, Túnez y varios países de allá se volverán democracias participativas, no por delegación, como es la nuestra. Y no sé qué ideas que me aturdían hasta...., asuntos humanitarios, gente desplazada, muertos, desigualdad…, quién entiende eso de la democracia de la globalización o la globalización de la democracia, si uno vive en un pueblo tranquilo de verdad, pero ¡qué más da!
Todos estos asuntos resultan imposibles, lo mismo que pretender saber algo sobre cómo están en realidad los humildes en Occidente, Oriente y tales naciones, aparte de que algunos de los más necesitados viajan a trabajar, a buscar trabajo, mejor dicho, a cualquier lugar del mundo, ¡qué amarga risa!
Amante de la literatura, lo que ella deseaba presentar mediante lo simbólico, alegórico y cifrado; o sea, lo que quería transparentar son sus vivencias entre gentes sencillas que viven en una sociedad poco conocida.
La sencillez no se aparta jamás de la existencia, de la vida, incluso de la existencia más extraordinaria, espiritual; otro tema es si hay sencillez intelectual al momento de comprenderla, pues hasta la ciencia invita al conflicto y al retardo respecto a penetrar la sencillez en casos particulares o de gran incógnita. Lo hace así la ciencia exclusiva, pero no la que intenta ser inclusiva, aceptadora de las anomalías. Es decir, cuál es el móvil de la culpa en el no querer conocer y aprender de los misterios que no acaban de terminarse.
Bueno, todo lo anterior lo expone ella, no yo, nada de eso, no: es ella la que se enzarza en estos asuntos, que si la verdad que si la mentira, que si nos manipulan los que mandan y que si los políticos esto y lo otro. Ella es de los del 15-M, de los más y las más implicados/as, y yo la acompaño porque… no sé por qué, la verdad, porque a mi me interesan otras cosas, que no voy a decirlas aquí y ahora, no señor. Si acaso, apuntar mi afición por los deportes y por la cultura, la cultura popular y la de los altos vuelos, mi solidaridad hacia toda cultura genuina; y los deportes para ejercitarlos y para ver a los grandes deportistas, ahí sí que se pasa bien, un partido maravilloso de fútbol, de baloncesto, de balonmano, de jockey… una gran carrera de cien, doscientos…, mil quinientos…, de bicis, de veleros una regata…, bueno, o sea, los deportes, hasta de las cartas –je, je-, del ajedrez; ah, el deporte de charlar con los colegas y otros. Creo que me explico, y a ella le gusta eso, pero además, es que le va la marcha anarquista, lo disfracen como lo disfracen, y no es que me importe ya, para nada, no, pero vaya lío querer ordenar esta sociedad por esa vía, vaya lío, y así les va.
En suma, la alabo, auténtico, sea como fuere su pensamiento profundo más allá de su intención y verdad inmediata. ¡Ah, donde esté el amor…!
Escuchad.
Al parecer, ya antes de lo que vino a suceder, era un gusto observar a la muchacha cuando miraba fijamente una pantalla, en especial la del televisor, horas y horas.
Se podía decir con asombro: no he visto jamás a una o a uno con un rostro tan concentrado.
Porque: en meditación se mueve las pestañas de vez en cuando.
Además: la expresión del semblante cambia según las visiones, sean exteriores o mentales, se contemple lo que se contemple.
Se ha dicho: si se contempla cualquier cosa se altera el brillo de las pupilas, aunque sea de manera casi imperceptible, al igual que varían las facciones y se mueven tronco y extremidades.
Pero, en verdad, bajo sus párpados inmóviles resplandecían dos luceros pendientes de no se sabía qué espacios.
Así mismo: cuán limpia y serena era la luna de su cara cuando ella se extasiaba en tales contemplaciones.
Por otra parte, se hacían comentarios sobre algunos de sus actos y vivencias como de ser asuntos extraordinarios.
Y ella andaba a lo suyo, sin escuchar los comentarios de la gente ni pensar en divulgar sus experiencias, fueran exteriores o mentales.
Y esto aunque le sucediesen hechos sorprendentes, misteriosos.
Como uno del que se supo le ocurrió no hace mucho, que voló de boca en boca y que fue un principio de lo que vino después.
Según se dice, y mucho se dijo durante meses, un joven de otro lugar la vio aquí, en la plaza, y al punto, arrebatado por la luz de sus ojos, dijo:
- ¡Alma mía, pereceré si no me das tu amor!
Ella se sonrojó con transparente encanto, y entonces, de forma milagrosa, de lo alto cayó un pañuelo que se posó en sus manos.
Y Azahara, mirando el pañuelo, en voz baja decía para sí:
“No sé qué viento te arrastra, de dónde procedes, ni qué significa esta tu incomprensible presencia.”
Y tal cual suele pasar en esta aldea, le llegó el suceso a Yusuf, el cuentista, que se entera de mucho. Así que visitó la casa de la jovencita, y en el patio, junto al surtidor, y en familia, dijo:
- Te conozco desde que naciste y conozco lo que se habla de ti y de los extraños sucesos que ahora experimentas, pero dime: ¿Quién eres en esto? ¿Qué es lo que hurga en tu interior? Te pregunto porque, mira, hay muchos cuentos antiguos y quizá pueda servirte el ejemplo que encierra alguno que me venga a la memoria.
Ella sacó el pañuelo que le llegó del vacío y se lo mostró a Yusuf. Entonces se miraron y al instante se debieron entender en algo, ya que hicieron un aparte. Y hablaron, y luego se vieron días y días y días y días.
De ello, de lo que se decían, la gente supo poco.
Solo se conoció, además de lo que se dijeron al verse aquel día ellos dos, que Yusuf hablaba de una intuición que había tenido y que le vino de arriba, no de su mente.
Al parecer, se había dedicado a examinar el cielo en un intento de concebir el misterio del pañuelo que cayó del vacío.
Y en una ocasión estaba contemplando el vuelo de un pájaro cuando las nubes quietas atraparon su mirada y al rato, quizá un muy largo rato, pues se hizo de noche cerrada, tuvo una visión.
Lo que digo ahora lo sé porque le pregunté y él, amigo mío y discreto conmigo, me contó un poco del diálogo que al respecto mantuvo con Azahara:
- Nunca había hecho algo parecido. Me entretuve mirando las nubes. No sé qué tiempo. Al fin entendí que las cubren, o dan forma, o están hechas, de mallas superpuestas de filamentos de agua y luz, y diría que esas mallas son campos magnéticos del Gran Imán, que palpitan o respiran, y sus ondas…
- Son semejantes a las de las quietas aguas del manantial cuando las sobrevuela una mariposa –le dijo Azahara.
- Esta bien lo que dices –dijo Yusuf-. Se ve que no solo contemplas la televisión. Pero yo decía..., bien, pero las nubes tienen que ver con el pañuelo, no con el manantial, creo.
Yusuf no me contó más, aunque la conversación entre la moza y él había continuado muchas horas, bajo la sombra de un naranjo en flor y en el aroma que de este emana.
Por tanto, como sabéis, la gente estaba intrigada en la aldea, sin que hubiera respuestas al misterio del pañuelo y de la propia Azahara, cuyas miradas eran provechosas y cuyos gestos, aun los más corrientes, se admiraban.
En cuanto a mí, yo era un extraño recién llegado y apenas conocía a los aldeanos que me iba presentando Yusuf, al que me había enviado mi padre, para que aprendiese con él los oficios de teñidor, platero y zapatero. Por otro lado, como me tira informar y contar lo que pasa, colaboro en una emisora de radio, muy generosa conmigo, y así en este momento os puedo contar cosas con el micrófono en la mano.
Con que aquí estoy, para servir al oyente. Y supe que Yusuf comprendió que la muchacha no deseaba seguir hablando con él, que ella tenía otras miras, y al fin dejaron de verse, por mutuo acuerdo.
Y luego, según nos enteramos por mediación de un pariente, la familia de ella se conmocionó cuando un día dijo:
- Nunna Fátima, hija de Ibn al-Mutanna el Cordobés, no comía sino de sobras que la gente arrojaba a las puertas de las casas, la ricas y las pudientes.
Su padre y su madre recibieron esto sin saber qué quería decir Azahara. Mas, Azucena preguntó:
- ¿Cómo fue que pensaste así, hija?
A lo que ella respondió:
- He visto que hay gente indolente, indiferente, Y otra devora, derrocha, es violenta, cruel y competidora.
El señor Qusayri la miró absorto, y al cabo dijo:
- No somos así en esta aldea, pero, de otro modo, responde sin más: ¿Cuál es tu voluntad en lo que has dicho?
- Considera padre que comprendí la finalidad de tantas imágenes: que nuestra memoria se llene de cosas para que se confundan unas con otras, y lo mismo venga a suceder en nuestro raciocinio.
El pariente, sigo, o sea, su tío Sarafi, con mirada significativa continuó contando.
Nos dijo que la madre y el padre y los hermanos se miraron sin entender a su querida Azahara.
También nos dijo que pasó un buen rato y luego ella reflexionó en voz alta, y les dio una explicación más clara:
“Estuve las horas muertas ante el televisor, ya no jugando con el smartphone de mi hermano el camionero. Era cierto que me gustaban algunos programas. Transcurrió un tiempo, hasta aquel día, cuando en una entrevista el presidente Abu Abd Allah manifestó:
- Los que están conmigo y con mi fe son mis hermanos. Los demás son enemigos de la nación verdadera, adoradora de Dios. Haremos la guerra santa, hasta el fin de aquellos que no están conmigo en mi creencia.
“De tal modo habló, y el señor presentador dijo con pesadumbre: pronto comenzará la guerra, cuánto dolor sembrará.
“A lo que el presidente Abu Abd Allah repuso:
- Esta es la ocasión porque es justo que así sea la vida.
“Luego apareció en la pantalla el jeque Ahmad al-Jarraz, y le preguntaron si su país se enfrentaría al del presidente.
“Él contestó: