C.S. Lewis. Su biografía - Alister McGrath - E-Book

C.S. Lewis. Su biografía E-Book

Alister Mcgrath

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Sesenta años después de su muerte, C. S. Lewis continúa fascinando. Autor de Las Crónicas de Narnia —llevadas a la gran pantalla—, sus numerosos ensayos (publicados en Rialp) muestran una lucidez sorprendente, donde el pensador ateo se convierte en uno de los más agudos pensadores cristianos. Alister McGrath, profesor del King's College de Londres, pinta en esta biografía un retrato definitivo de la vida de Lewis. Tras examinar su correspondencia recientemente publicada, ahonda en su itinerario hacia Dios y ayuda a entender cómo el genio excéntrico llega a ser un inevitable profeta de nuestro tiempo.

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ALISTER MCGRATH

C. S. LEWIS

SU BIOGRAFÍA

Segunda edición

EDICIONES RIALP, S.A.

MADRID

Título original: C. S. Lewis - A life

© 2014 by TYNDALE HOUSE PUBLISHERS, INC.

© 2022 de la versión española, realizada por JOSÉ MORALES,

by Ediciones Rialp, S.A. Manuel Uribe 13-15, 28033 Madrid

(www.rialp.com)

Preimpresión y realización ePub: produccioneditorial.com

ISBN (edición impresa): 978-84-321-6183-4

ISBN (edición digital): 978-84-321-6184-1

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ÍNDICE

PORTADA

PORTADA INTERIOR

CRÉDITOS

PRÓLOGO

PARTE I. PRELUDIO. PRELUDIO

1. LAS SUAVES COLINAS DE DOWN: UNA INFANCIA IRLANDESA, 1898-1908

La familia Lewis

El irlandés ambivalente: el enigma de la identidad cultural irlandesa

Rodeado de libros: señales de una vocación literaria

Soledad: Warnie se va a Inglaterra

Primeros encuentros con la Alegría

Muerte de Flora Lewis

2. EL FEO PAÍS DE INGLATERRA: DÍAS DE ESCUELA, 1908-1917

Wynyard School, Watford: 1908-1910

Cherbourg School, Malvern: 1911-1913

Malvern College: 1913-1914

Bookham y el «Gran Knock»: 1914-1917

Amenaza de reclutamiento

Candidato a la Universidad de Oxford

3. LOS VASTOS CAMPOS DE FRANCIA: GUERRA, 1917-1918

El extraño caso de una guerra no importante

Llegada a Oxford: abril de 1917

Oficial cadete en Keble College

Experiencias del tiempo de guerra en Oxford

Despliegue en Francia: noviembre de 1917

Herido en combate: el asalto a Riez du Vinage, abril de 1918

Lewis y Mrs. Moore: una relación emergente

PARTE II. OXFORD

4. DECEPCIONES Y DESCUBRIMIENTOS: CONVIRTIÉNDOSE EN UN INTELECTUAL DE OXFORD, 1919-1927

Estudiante de Clásicas: University College, 1919

Albert Lewis preocupado por su hijo

Distinción académica: el premio Chancellor de ensayo, 1921

Éxito y fracaso: distinción académica y desempleo

Mrs. Moore: quicio en la vida de Lewis

Estudiante de lengua y literatura inglesas, 1922-1923

Fellowship en Magdalen College

5. FELLOWSHIP, FAMILIA Y AMISTADES: PRIMEROS AÑOS EN MAGDALEN COLLEGE, 1927-1930

Fellowship: Magdalen College

Ruptura familiar: muerte de Albert Lewis

La duradera influencia de Albert Lewis

Reencuentro familiar: Warnie se traslada a Oxford

Amistad: J. R. R. Tolkien

6. CONVERSO A SU PESAR: CÓMO HACERSE UN MERO CRISTIANO, 1930-1932

El renacimiento literario-religioso inglés de los años 1920

La imaginación que descubre: reencuentro de Lewis con Dios

Fecha de la conversión de Lewis: una reconsideración

Una conversación nocturna con J. R. R. Tolkien: septiembre de 1931

Fe en la divinidad de Cristo

7. UN HOMBRE DE LETRAS: ERUDICIÓN LITERARIA Y CRÍTICA, 1933-1939

El Lewis docente: tutorías en Oxford

Lewis el profesor: conferencias en Oxford

El regreso del peregrino (1933): ordenando el paisaje de la fe

Los Inklings: amistad, comunidad y debate

La alegoría del amor (1936)

Lewis y el espacio y propósito de la literatura

8. PRESTIGIO NACIONAL: APOLOGISTA EN TIEMPO DE GUERRA, 1939-1942

Amistad con Charles Williams

Lewis y el nacimiento literario: El señor de los anillos, de Tolkien

El problema del dolor (1940)

Charlas de Lewis en tiempo de guerra

9. FAMA INTERNACIONAL: EL MERO CRISTIANO, 1942-1945

Las Cartas del diablo a su sobrino (1942)

Mero Cristianismo (1952)

Otros proyectos

El paso hacia la ficción: The Ransom Trilogy

10. ¿UN PROFETA SIN HONOR?: TENSIONES Y PROBLEMAS POSBÉLICOS, 1945-1954

C. S. Lewis-Superstar

El lado oscuro de la fama

Demencia y alcoholismo: la «madre» y el hermano de Lewis

Hostilidad hacia Lewis en Oxford

Elizabeth Anscombe y el club socrático

Dudas de Lewis sobre su papel como apologista

PARTE III. NARNIA

11. REORDENANDO LA REALIDAD: LA CREACIÓN DE NARNIA

El origen de Narnia

El umbral: un tema clave en Narnia

Orden de la lectura de la saga

Animales en Narnia

Narnia como ventana a la realidad

Narnia y la reiteración de la gran narrativa

12. NARNIA: EXPLORACIÓN DE UN MUNDO IMAGINATIVO

Aslan: el deseo del corazón

Una magia más profunda: expiación en Narnia

Los siete planetas: simbolismo medieval en Narnia

El país de las sombras: la caverna de Platón

El pasado en Narnia

PARTE IV. CAMBRIDGE

13. TRASLADO A CAMBRIDGE: MAGDALENE COLLEGE, 1954-1960

La nueva cátedra de Cambridge

Renacimiento: conferencia inaugural

Romance literario: aparece Joy Davidman

Un «matrimonio muy extaño» con Joy Davidman

Muerte de Joy Davidman

14. AFLICCIÓN, ENFERMEDAD Y MUERTE: LOS AÑOS FINALES, 1960-1963

Una pena en observación (1961): la prueba de la fe

Declive de salud, 1961-1962

Enfermedad final y muerte

PARTE V. UNA MEMORIA QUE PERVIVE

15. EL «FENÓMENO» LEWIS

La década de 1960: una estrella en declive

Redescubrimiento: el nuevo interés por Lewis

Lewis y los evangélicos americanos

Lewis como un hito literario

Conclusión

CRONOLOGÍA

OBRAS DE C. S. LEWIS PUBLICADAS EN ESPAÑOL

OBRAS CONSULTADAS

Obras de C. S. Lewis

Obras publicadas

Obras sin publicar

Estudios secundarios sobre Lewis

Otras obras consultadas

COLECCIÓN HISTORIA

PRÓLOGO

¿Quién es C. S. Lewis (1898-1963)? Para muchos, tal vez la mayoría, Lewis es el creador del fabuloso mundo de Narnia, el autor de algunos de los más conocidos libros para niños del siglo XX, que continúan interesando a lectores entusiastas y vendiéndose por millones. Cincuenta años después de su muerte, Lewis sigue siendo uno de los más influyentes escritores populares de nuestro tiempo. Al igual que el famoso J. R. R. Tolkien (1892-1973), colega de Oxford, amigo y autor de El señor de los anillos, Lewis es considerado universalmente como un hito literario y cultural. Ambos autores contribuyeron a dar hondura a la literatura y el cine. Sin Lewis, El señor de los anillos quizás no se hubiese escrito jamás, pues, además de crear sus propios best sellers, fue también la comadrona de la obra maestra de Tolkien, y llegó a proponerle para el Premio Nobel de Literatura en 1961, debido a su épico libro. Solo por estas razones, la vida de C. S. Lewis merece ser contada.

Pero hay mucho más en C. S. Lewis. Como observó su amigo Owen Barfield (1898-1997), existen en realidad tres C. S. Lewis. Junto al autor de novelas de éxito, está el Lewis menos conocido, escritor y apologista cristiano, ocupado en comunicar su rica visión del poder imaginativo e intelectual de la fe cristiana —una fe que descubrió en la mitad de su vida y encontró racional y espiritualmente atrayente—. Aunque a algunos les disguste, su Mero Cristianismo es hoy citado frecuentemente como el libro religioso más influyente del siglo XX.

Tal vez por su compromiso público con el cristianismo, Lewis es una figura discutida, que despierta afecto y admiración en quienes comparten su adhesión a la fe cristiana y desprecio en los que no lo hacen. Pero aunque se dude de si el cristianismo es bueno o malo, es claramente importante, y Lewis es, tal vez, el más creíble e influyente representante popular del «mero cristianismo» que él defendió.

Hay todavía un tercer Lewis, quizás el menos familiar para la mayoría de sus admiradores y críticos: el distinguido intelectual de Oxford, que llenaba salas de conferencias cuando reflexionaba sobre literatura inglesa, y que se convirtió en el primer titular de la Cátedra de literatura medieval y renacentista en la Universidad de Cambridge. Pocos leen ahora su Prefacio al Paraíso perdido (1942); en su día, sin embargo, sentó un nuevo nivel por su claridad y percepción.

La vocación profesional de Lewis fue a «la arboleda de la Academia». Su elección como fellow de la British Academy en julio de 1955 fue una demostración pública de su alta reputación intelectual. Pero algunos en el mundo académico consideraron su éxito comercial y popular como incompatible con cualquier pretensión por su parte de ser un intelectual serio. Desde 1942 en adelante, Lewis se esforzó por mantener su credibilidad académica en presencia de sus obras populares, sobre todo sus divertidas variaciones acerca del mundo diabólico de Escrutopo en Las cartas del diablo a su sobrino.

¿Cómo se relacionan estos tres Lewis entre sí? ¿Están de algún modo conectados o no tienen nada que ver unos con otros? ¿Y cómo se desarrolló cada uno de ellos? Este libro pretende contar la historia de cómo se configuró la mente de Lewis concentrándose en sus escritos. No trata de documentar todos los aspectos de su vida, sino de explorar las complejas y fascinantes relaciones entre los mundos exterior e interior del célebre escritor. La biografía está, por tanto, organizada en torno a los mundos real e imaginario en los que Lewis habitaba —Oxford, Cambridge y Narnia—. ¿Cómo encaja el desarrollo de sus ideas y de su imaginación en su vida material? ¿Quién le ayudó a construir su visión intelectual e imaginaria de la realidad?

Consideraremos cómo alcanzó la fama y algunos de los factores que lo propiciaron. Pero una cosa es que Lewis fuese famoso y otra que lo haya seguido siendo cincuenta años después de su muerte. Muchos críticos de la década de 1960 pensaron que la fama de Lewis sería transitoria. Su declive era cuestión de tiempo, una década como mucho. Por esta razón, el capítulo final de este libro trata de explicar no simplemente por qué Lewis llegó a ser una figura con autoridad e influencia, sino por qué continúa siéndolo.

Algunas de las primeras biografías más importantes fueron escritas por quienes le conocieron personalmente. Continúan siendo inapreciables descripciones de Lewis como ser humano, a la vez que ofrecen juicios importantes sobre su carácter. El gran trabajo investigador de las dos últimas décadas, sin embargo, ha clarificado cuestiones de importancia histórica (como el papel de Lewis en la Gran Guerra), explorado aspectos de su desarrollo intelectual, y suministrado lecturas críticas de sus obras mayores. Esta biografía intenta aunar estas líneas y presentar una comprensión de Lewis basada sólidamente en anteriores estudios, y capaz de ir más allá.

Cualquier intento de abordar la fama de Lewis debe tener en cuenta sus dudas sobre la asunción de un papel público. Lewis fue, desde luego, un profeta para su propio tiempo, pero un profeta sin ganas de serlo. Incluso su propia conversión parece haber ocurrido contra su razón; y habiéndose convertido al cristianismo, Lewis hablaba de temas cristianos en gran parte por el silencio de quienes, en su opinión, se hallaban en mejores condiciones que él mismo para ocuparse públicamente de cuestiones religiosas y teológicas.

Lewis es también algo excéntrico en el sentido propio del término, alguien que renuncia a las normas y convenciones establecidas, y que se halla desplazado del centro de la realidad. Su curiosa relación con Mrs. Moore, de la que hablaremos con detalle, le situó al margen de las normas sociales británicas de los años 1920. Muchos de sus colegas de Oxford acabaron considerándole un extraño desde 1940, por sus abiertas convicciones cristianas y su hábito acientífico de escribir obras populares de ficción y apologética. Lewis señaló su distancia de las corrientes dominantes en el mundo académico cuando se refirió a sí mismo como un «dinosaurio», en su lección inaugural de Cambridge en 1954.

Este sentido de distancia del centro es también evidente en la vida religiosa de Lewis. Aunque llegó a ser una voz de gran influencia entre los cristianos británicos, actuaba desde sus márgenes más que desde el centro, y no disponía de tiempo para relacionarse con las figuras centrales de las instituciónes religiosas. Fue tal vez este rasgo el que hizo que le apreciaron algunos de los medios de opinión, deseosos de encontrar una voz religiosa auténtica fuera de las estructuras de poder de las iglesias.

Esta biografía no pretende alabar o condenar a Lewis, sino entenderle —sobre todo sus ideas y cómo encontraron expresión en sus escritos—. Esta tarea se ha hecho más fácil debido a la publicación virtual de todas sus obras, y por la existencia de un apreciable número de ensayos sobre su producción escrita y sus ideas.

La vasta cantidad de material biográfico y académico disponible actualmente sobre Lewis amenaza con abrumar al lector. Quienes quieren entenderle se encuentran bombardeados por lo que la poetisa americana Edna St. Vicent Millay (1892-1950) llamó «una lluvia meteórica de hechos» caídos del cielo[1]. ¿Cómo podían combinarse para tener sentido, y no quedarse solo en simple información? Esta biografía amplía lo que ya se conoce de la vida de Lewis, a la vez que intenta encontrarle sentido. ¿Cómo deben estudiarse estos hechos para que nos permitan descubrir un patrón? No pretendemos que este libro sea otro ensayo en el que se combinen todos los hechos que conformaron su vida, sino un intento de identificar los temas y asuntos que más le preocuparon, los que le afectaron profundamente, y valorar su significado. No es un trabajo de sinopsis, sino de análisis.

La publicación de las cartas de C. S. Lewis, cuidadosamente anotadas por Walter Hooper durante los años 2000-2006, es un hito importante para los estudios sobre Lewis. Estas cartas, que suman 3.500 páginas, ofrecen perspectivas sobre nuestro autor que no tuvieron a su disposición la primera generación de biógrafos. Y sobre todo suministran un esquema narrativo continuo para abordar su vida. Por este motivo, las cartas son citadas más que cualquier otra fuente a lo largo de la biografía. Una lectura atenta de estas obliga a revisar algunas fechas en la vida de Lewis.

Esta es una biografía crítica, que examina las pruebas de planteamientos y enfoques existentes, y los corrige cuando es necesario. En muchos casos esto puede hacerse fácilmente y no he llamado la atención sobre estas correcciones. Por otro lado, es honesto decir a los lectores desde el principio que esta necesidad de comprobarlo todo, apoyándome en pruebas documentales, me ha llevado a una conclusión que me coloca no solo contra los expertos en Lewis, sino contra el mismo Lewis. Me refiero a la fecha de su «conversión» o recuperación de la fe en Dios, que Lewis, en su libro Surprised by Joy —Cautivado por la Alegría— (1955) sitúa en la festividad de la Trinidad de 1929 (es decir, en algún momento entre el 28 de abril y el 22 de junio de 1929[2]).

Esta fecha es fielmente repetida en todo estudio importante de Lewis. Pero mi lectura de los documentos apunta, sin lugar a dudas, a una fecha más tardía, posiblemente a principios de marzo de 1930. En este punto, me encuentro por completo solo frente a otros expertos en Lewis, y el lector tiene derecho a saberlo.

***

De lo dicho hasta aquí resulta evidente que no es necesario justificar una nueva biografía de Lewis para conmemorar el 50º aniversario de su muerte, acaecida en 1963. Pero sí es necesario ofrecer una pequeña defensa de mi persona como su biógrafo. A diferencia de sus primeros biógrafos —como su amigo George Sayer (1924-2005)— nunca he conocido a Lewis personalmente. Le descubrí a través de sus escritos a mis veinte años, una década después de su muerte, y gradualmente se ganó mi respeto y admiración. No poseo recuerdos iluminadores, ni descubrimientos privilegiados, ni documentos privados. Todos los recursos usados en esta biografía son de dominio público o se hallan disponibles para el examen de quien lo desee.

Este es un libro escrito por un autor que descubrió a Lewis en su obra , y dirigido a quienes le han conocido del mismo modo. Lo que sé de Lewis me llegó a través de sus palabras, no por medio de un conocimiento personal. Mientras otros biógrafos le llaman «Jack», yo le llamo habitualmente «Lewis», para acentuar mi distancia personal y crítica respecto a él. Creo que este es el Lewis que él mismo quería que fuera conocido por futuras generaciones.

¿Y por qué es así? Como Lewis observó en la década de 1930, lo importante sobre los autores son los textos que han escrito. Lo que cuenta es lo que esos textos dicen. Los autores no deben ser un «espectáculo»; ellos son más bien el «conjunto de espectáculos» a través de los cuales nosotros, como lectores, nos vemos a nosotros mismos, al mundo y al gran esquema del que formamos parte. Lewis manifestaba poco interés en la biografía del poeta John Milton (1608-1674) o en el marco político-social en el que escribió. Le importaban los escritos de Milton, sus ideas. El modo en que Lewis pensaba que debemos acercarnos a Milton nos permite diseñar el modo de acercarnos a Lewis. A través de sus obras, he tratado de enfrentarme con sus escritos, explorar lo que dijo, y valorar su significado.

Aunque no lo conocí personalmente, puedo narrar aspectos de su mundo. Como él, viví mi niñez en Irlanda, principalmente en Downpatrick, en el condado de Down, cuyas «largas y suaves colinas» Lewis conoció y amó, y describió tan bellamente. He andado por donde él anduvo, me he detenido donde él se detuvo, y maravillado donde él se maravilló. Sentí también la punzada de nostalgia al contemplar las distantes Montañas de Mourne desde mi hogar infantil. Como Flora, la madre de Lewis, fui también alumno del college metodista de Belfast.

Conozco también muy bien el Oxford de Lewis. Estudié allí durante siete años, y después regresé para enseñar y escribir durante otros veinticinco, acabando como profesor de teología histórica y cabeza de un college. Como Lewis fui ateo de joven, antes de descubrir las riquezas intelectuales de la fe cristiana. Como Lewis, decidí expresar esa fe en la Iglesia de Inglaterra. Finalmente, me siento llamado con frecuencia a defender públicamente la fe cristiana contra sus críticos, y me he valido, a este fin, de las ideas y los enfoques de Lewis.

Para terminar, unas palabras sobre el método usado en la redacción de esta biografía. La investigación básica comenzó con una lectura de todas las obras de Lewis (incluidas sus cartas) en orden cronológico, de modo que pudiera apreciar el desarrollo de su pensamiento. Tras familiarizarme con las fuentes primarias durante quince meses, leí lo más importante que se había escrito sobre él, los libros de su círculo de amigos y el mundo intelectual y cultural donde vivió y escribió.

En esta biografía se evitan detalles académicos eruditos. Las notas y la bibliografía se han reducido al mínimo. Mi tarea ha sido contar una historia, no debatir cuestiones para expertos. Más tarde, se publicará un volumen más académico, justificando alguna de las afirmaciones y conclusiones de esta biografía[3].

Nuestra historia comienza en un mundo lejano en el tiempo y la distancia: la ciudad irlandesa de Belfast en los años de 1890.

ALISTER E. MCGRATH

Londres

[1]Edna St. Vincent Millay, Collected Sonnets, NuevaYork, Harper, 1988, 140.

[2]Cautivado por la Alegría. Historia de mi conversión, Madrid, Encuentro, 1989, 181.

[3]Alister E. McGrath, The Intelectual World of C. S. Lewis, Oxford and Malden, MA: Wiley - Blackwell, 2013.

PARTE I

PRELUDIO

1. LAS SUAVES COLINAS DE DOWN: UNA INFANCIA IRLANDESA, 1898-1908

«Nací en Belfast durante el invierno de 1898, hijo de un abogado y de la hija de un pastor protestante»[1]. El 29 de noviembre de 1898, Clive Staples Lewis fue arrojado a un mundo que hervía de resentimiento social y político y clamaba por un cambio. La partición de Irlanda en Irlanda del Norte y la República de Irlanda distaba solamente dos décadas. Pero las tensiones que habían llevado a esta superficial división política eran patentes para todos. Lewis había nacido en el corazón de la zona protestante de Irlanda (la Ascendancy) en un tiempo en el que cada uno de sus aspectos —político, social, religioso, cultural— se encontraba amenazado.

Irlanda fue colonizada por los ingleses y escoceses en los siglos XVI y XVII, lo cual condujo a un resentimiento político y social por parte de los desposeídos nativos irlandeses hacia los recién llegados. Los colonos protestantes eran lingüística y religiosamente distintos a los católicos irlandeses. Bajo Oliver Cromwell, «plantaciones protestantes» fueron desarrollándose durante el siglo XVII —islas protestantes inglesas en un mar irlandés católico—. Las clases irlandesas dominantes se vieron rápidamente desplazadas por las protestantes. El Acta de Unión de 1800 convirtió a Irlanda en parte del Reino Unido, gobernada directamente desde Londres. A pesar de ser una minoría, situada en los condados norteños de Down y Antrim, incluida la ciudad industrial de Belfast, los protestantes dominaban la vida cultural, política y económica de Irlanda.

Pero todo esto iba a cambiar. Charles Stewart Parnell (1846-1891) y otros comenzaron a gritar pidiendo el «Home Rule» —un estatuto de autonomía— para Irlanda. En 1890, el nacionalismo irlandés empezó a cobrar importancia cuando un sentido de identidad cultural irlandesa otorgó nueva energía al movimiento en favor del «Home Rule». Este movimiento estaba fuertemente configurado por el catolicismo y se oponía con contundencia a toda injerencia inglesa sobre Irlanda, incluidos juegos como el rugby y el cricket. Llegó a considerar el idioma inglés como un factor de opresión cultural. En 1893 se fundó la Gaelic League (Couradh na Gaeilge) con el fin de promover el estudio y el uso del idioma irlandés, mediante el cual se afirmaba la identidad irlandesa en contra de las normas inglesas, consideradas extranjeras.

A medida que las demandas del «Home Rule» para Irlanda se hacían más fuertes y creíbles, muchos protestantes comenzaron a sentirse amenazados, temiendo la erosión de sus privilegios y la posibilidad de un conflicto civil. De modo nada sorprendente, la comunidad protestante de Belfast, a comienzos de la década de 1900, era poderosamente cerrada, y evitaba el contacto social y profesional con sus vecinos católicos siempre que era posible. (Warren, hermano mayor de C. S. Lewis, recordaba más tarde que nunca habló con un católico de su misma procedencia social hasta que entró en la academia militar de Sandhurst en 1914)[2]. El catolicismo era «lo otro» —algo extraño, incomprensible y, sobre todo, amenazador—. Lewis absorbió esa hostilidad hacia el catolicismo, y ese aislamiento, con la leche de su madre. Cuando al joven Lewis se le enseñó a acicalarse, su nanny protestante acostumbraba a llamar al instrumental usado «wee popes» —pequeños Papas—. Muchos han visto y siguen viendo a Lewis fuera del ámbito de la verdadera identidad cultural irlandesa, a causa de sus raíces protestantes del Ulster.

La familia Lewis

El censo de Irlanda registraba los nombres de todos los que «dormían o moraban» en la casa Lewis de East Belfast en la noche del domingo 31 de marzo de 1901. El registro incluía un conjunto de datos personales: relación de unos con otros, religión, nivel de educación, edad, sexo, rango u ocupación, y lugar de nacimiento. Aunque la mayoría de los biógrafos consideran que la casa Lewis estaba situada en 47 Dundela Avenue, el censo los menciona viviendo en el número 21 de Dundela Avenue (Victoria, Down). La entrada del registro para la familia Lewis proporciona una detallada instantánea de esta al comienzo del siglo XX:

«Albert James Lewis, cabeza de familia, Iglesia de Irlanda, lee y escribe, 37, abogado, casado, ciudad de Cork.

Florence Augusta Lewis, esposa, Iglesia de Irlanda, lee y escribe, 38, mujer, casada, condado de Cork.

Warren Hamilton Lewis, hijo, Iglesia de Irlanda, sabe leer, 5, varón, estudia, ciudad de Belfast.

Clive Staples Lewis, Iglesia de Irlanda, no sabe leer, 2, varón, ciudad de Belfast.

Martha Barber, sirvienta, presbiteriana, lee y escribe, 28, mujer, niñera, soltera, condado de Monaghan.

Sarah Ann Conlon, sirvienta, católica romana, lee y escribe, 22, mujer, soltera, condado de Down»[3].

Como indica el censo, el padre de Lewis, Albert James Lewis (1863-1929) nació en la ciudad y en el condado de Cork, al sur de Irlanda. Su abuelo paterno, Richard Lewis, era un calderero galés que había emigrado a Cork con la mujer, de Liverpool, a principios de la década de 1850. Poco después del nacimiento de Albert, la familia se trasladó a la ciudad industrial de Belfast, y Richard se unió comercialmente con John H. MacIlwaine para formar la pujante firma MacIlwaine, Lewis&Co, ingenieros y fabricantes de buques. Tal vez el barco más llamativo construido por la pequeña compañía fue el Titanic original, un vapor fabricado en 1888, con un peso de 1.608 toneladas[4].

Pero la industria naval de Belfast experimentaba cambios en la década de 1880, con astilleros dominantes como Harland y Wolff y Workman Clark. Se hacía cada vez más arduo para las compañías pequeñas sobrevivir económicamente, y en 1894, Workman Clark se hizo con MacIlwaine, Lewis & Co. La más conocida versión del Titanic —también construida en Belfast— fue botada en 1911 en los astilleros de Harland y Wolff, con un peso de 26.000 toneladas. Pero mientras el famoso buque se hundió en su primer viaje de 1912, los barcos más pequeños de MacIlwaine y Lewis continuaron su comercio en aguas de Sudamérica bajo otros nombres, hasta 1928.

Albert mostró escaso interés por el negocio naviero y dejó claro a sus padres que deseaba seguir una carrera de leyes. Conocedor de la excelente reputación de Lurgan College bajo su rector, William Thompson Kirkpatrick (1848-1921), Richard Lewis decidió matricularle en ese centro como alumno interno. Albert se formó una muy buena impresión de las habilidades pedagógicas de Kirkpatrick durante el año que estuvo en la institución[5]. Cuando se graduó en 1880, se trasladó a Dublín, capital de Irlanda, donde trabajó durante cinco años para la firma Maclean, Boyle y Maclean. Adquirida la necesaria experiencia y acreditación profesional como abogado, se trasladó a Belfast en 1884, para establecer su propia oficina en la prestigiosa Royal Avenue.

El Acta de 1877 del Tribunal Supremo de la Judicatura seguía la práctica inglesa de distinguir claramente el papel legal de los solicitors y el de los barristers, de modo que los aspirantes a abogado habían de decidir qué posición profesional deseaban seguir. Albert Lewis optó por convertirse en solicitor y como tal actuaba directamente a favor de sus clientes y les representaba ante los tribunales inferiores. El barrister se especializaba en abogacía de sala y era contratado por un solicitor para representar al cliente en los tribunales superiores[6].

La madre de Lewis, Florence (Flora) Augusta Lewis (1862-1908) nació en Queenstown (ahora Cobh) en el condado de Cork. El abuelo materno de Lewis, Thomas Hamilton (1826-1905), era clérigo de la Iglesia de Irlanda, un clásico representante de la ascendancy protestante, que se veía amenazada a medida que el nacionalismo irlandés crecía en influencia y fuerza cultural a principios del siglo XX. La Iglesia de Irlanda se había establecido en todo el país, a pesar de ser minoritaria por lo menos en 22 de los 26 condados irlandeses. Cuando Flora tenía ocho años, su padre aceptó el cargo de capellán de la Holy Trinity Church en Roma, donde vivió la familia desde 1870 a 1875[7].

En 1875, Thomas Hamilton volvió a Irlanda para ocupar el cargo de párroco de Dundela Church, en el área de Ballyhackamore, al este de Belfast. El mismo edificio provisional servía de iglesia los domingos y de escuela los días entre semana. Pronto se vio claro que era necesaria una solución más permanente, y comenzó la construcción de una nueva iglesia, proyectada por el famoso arquitecto inglés William Butterfield. Hamilton se instaló como rector en mayo de 1869[8] en la recién construida iglesia de San Marcos de Dundela.

En la actualidad, diversos historiadores irlandeses consideran que Flora Hamilton es un ejemplo del creciente y significativo papel de la mujer en la vida académica y cultural irlandesa en los últimos años del siglo XIX[9]. Flora se matriculó como alumna de día del Methodist College, que era una escuela de chicas fundada en 1865, en la que se habían establecido Ladies Classes en respuesta a una demanda popular en 1869. Flora asistió a clase durante 1881, y fue luego a estudiar a la Royal University de Irlanda en Belfast (ahora Queen´s University, Belfast), obteniendo First Class Honours en Lógica y Second Class Honours en Matemáticas en 1886[10]. (Como quedará claro, Lewis no heredó nada del talento para las matemáticas de su madre).

Cuando Albert Lewis comenzó a frecuentar San Marcos, en Dundela, se fijó enseguida en la hija del rector. Lenta pero sólidamente parece que Flora se sintió atraída por Albert, debido en parte a las aficiones literarias de este. Albert había entrado en la Belmont Literary Society en 1881, y fue pronto considerado uno de sus mejores conferenciantes. Su reputación como hombre de inclinaciones literarias le acompañaría de por vida. En 1921, el periódico Ireland´s Saturday Night le reprodujo en una caricatura. Vestido con la toga de un abogado de la época, aparecía con un gorro académico bajo un brazo y un volumen de literatura en el otro. Años más tarde, su nota necrológica en el Belfast Telegraph le describía como «un hombre culto y erudito», conocido por sus alusiones literarias en sus intervenciones judiciales, y que «encontraba en la lectura su principal descanso fuera de los tribunales».

Después de un decoroso y largo noviazgo, Albert y Flora contrajeron matrimonio el 29 de agosto de 1894 en San Marcos, de Dundela. Su primer hijo, Warren Hamilton Lewis, nació el 16 de junio de 1895, en su casa de «Dundela Villas» al oeste de Belfast. Clive fue su segundo y último vástago. El censo de 1901 indica que el hogar Lewis tenía entonces dos sirvientas. A pesar de no ser lo común en una familia protestante, los Lewis empleaban a una doncella católica, Sarah Ann Conlon. La clara aversión de Lewis al sectarismo religioso —evidente en su noción de «mero cristianismo»— puede tener sus raíces en sus recuerdos infantiles.

Desde el primer momento, Lewis desarrolló una estrecha relación con su hermano mayor, Warren, que se reflejaba en los apodos usados para cada uno. C. S. Lewis era «Smallpigiebotham» (SPB) y Warren «Archpigiebotham» (APB), nombres afectuosos inspirados por las frecuentes, y al parecer reales, amenazas de la niñera de golpear sus «piggybottoms» —traseros—, a menos que se comportaran adecuadamente. Los hermanos llamaban a su padre «Pudaibird» o «p´dayta» (por su manera de pronunciar la palabra patata —potato— típica de Belfast). Estos apodos de la infancia serían importantes cuando los hermanos restablecieran su intimidad a finales de los años 1920[11].

A Lewis lo llamaban «Jack» su familia y amigos. Según Warnie, su hermano rechazó el nombre de Clive durante las vacaciones de verano de 1903 o 1904, cuando declaró de repente que quería ser conocido como «Jacksie», apodo que gradualmente se abrevió, para convertirse en Jack[12]. El motivo de esta elección no está nada claro, aunque algunas fuentes sugieren que el nombre de Jacksie era el de un perro de la familia que murió, pero no hay ninguna prueba documental del hecho.

El irlandés ambivalente: el enigma de la identidad cultural irlandesa

Lewis era irlandés, algo que algunos irlandeses parecen haber olvidado, si lo han sabido alguna vez. Durante mi infancia en Irlanda del Norte en la década de 1960, recuerdo que a Lewis se le consideraba un escritor «inglés». Sin embargo, nunca perdió de vista sus raíces irlandesas. A medida que se hacía mayor, sintió nostalgia por los paisajes, los sonidos, las fragancias de su Irlanda nativa, que de manera sutil y poderosa moldearon su prosa descriptiva. En una carta de 1912, Lewis recuerda Belfast: «El lejano murmullo de los astilleros», la ancha extensión de Belfast Lough, la Cave Hill Mountain, y los pequeños valles, praderas y colinas en torno a la ciudad[13].

Pero hay mucho más que las suaves colinas en la Irlanda de Lewis. En él influyó también eso tan típico irlandés de contar historias, el amor por el lenguaje y, por supuesto, su mitología y narraciones históricas. Lewis nunca convirtió, sin embargo, sus raíces irlandesas en un fetiche. Eran simplemente parte de su identidad, no su rasgo definitorio. En los años 1950, Lewis hablaba regularmente de Irlanda como «mi hogar», llamándola «mi país», y optó incluso por pasar en Irlanda su retrasada luna de miel con Joy Davidman en abril de 1958. Lewis había respirado el suave y húmedo aire de su país natal, y nunca olvidó su natural belleza.

La mayoría de quienes han visitado el condado de Down reconocerán las brumosas vistas irlandesas que pueden haber inspirado algunos de los bellos paisajes literarios de Lewis. La descripción del cielo en El gran divorcio como una «esmeralda verde» es un eco de su patria natal; así como los dólmenes de Legananny en el condado de Down, la Cave Hill Mountain y la Calzada del Gigante parecen tener sus equivalentes en Las crónicas de Narnia (tal vez más suaves y brillantes que sus originales, pero con algo de su impronta).

Lewis menciona frecuentemente a Irlanda como fuente de inspiración literaria, haciendo notar cómo sus paisajes eran un estímulo poderoso para la imaginación. No amaba la política irlandesa y se inclinaba a imaginar tan solo la campiña de Irlanda, sus suaves colinas, nieblas, lagos y bosques. El Ulster, confió a su diario, «es muy bello y si yo pudiera deportar a sus habitantes y ocupar la tierra con gente de mi propio gusto, no tendría mejor lugar en el que vivir»[14] (en cierto sentido, Narnia puede ser vista como un Ulster idealizado, poblado con criaturas imaginadas por Lewis y no con ulstermen).

El término Ulster requiere algo más de explicación. Así como el condado inglés de Yorkshire se dividió en tres partes —los Ridings, según el término del antiguo noruego «para una tercera parte», thrithjungs—, la isla de Irlanda quedó originalmente dividida en cinco regiones, en gaélico, cúigi, de coíced, «una quinta parte». Después de la conquista normanda, estas fueron reducidas a cuatro: Connaught, Leinster, Munster y Ulster. El término province equivale al gaélico cúige. La minoría protestante se concentró en la provincia norteña de Ulster, que tenía nueve condados. Cuando Irlanda se dividió, seis de estos nueve condados formaron la nueva entidad política de Irlanda del Norte. El término Ulster se utiliza hoy con frecuencia como sinónimo de Irlanda del Norte, y ulsterman suele referirse —aunque no en todos los casos— a «un habitante protestante de Irlanda del Norte». Esto es así a pesar de que la provincia original del Ulster incluía también los tres condados de Cavan, Donegal y Mo­naghan, que ahora son parte de la República de Irlanda.

Lewis pasó en Irlanda sus vacaciones anuales casi todos los años de su vida, excepto cuando se lo impidieron la guerra o la enfermedad. Visitaba invariablemente los condados de Antrim, Derry, Donegal y Down[15], que era su favorito, todos en la provincia del Ulster, en su sentido clásico. En cierto momento incluso consideró alquilar de modo permanente una vivienda en Cloghy, en el condado de Down, como base para sus anuales estancias vacacionales, que incluían frecuentes y fatigosos paseos por las montañas de Mourne. (Al final decidió que su economía no podía permitirle ese lujo). Aunque trabajaba en Inglaterra, su corazón se encontraba atado a los condados norteños de Irlanda, especialmente a Down. Como una vez comentó a su estudiante irlandés David Bleakley, «el cielo es Oxford situado sobre el condado de Down»[16].

Aunque algunos escritores irlandeses encontraron su inspiración literaria en los asuntos políticos y culturales que tenían que ver con la independecia de Gran Bretaña, Lewis encontró la suya, sobre todo, en los paisajes de Irlanda. Estos, decía, habían inspirado y configurado la prosa y la poesía de muchos artistas anteriores a él. Tal vez se refería, en concreto, a la obra clásica de Edmund Spenser, La reina de las hadas, un largo poema isabelino que Lewis explicaba regularmente en sus clases en Oxford y Cambridge. Para Lewis, este clásico libro de «búsquedas, viajes e inextinguibles deseos» reflejaba claramente los muchos años que Spenser vivió en Irlanda. ¿Quién no detectaría en Irlanda «el suave, húmedo aire de soledad, las amortiguadas formas de las colinas» o los «crepúsculos que parten el corazón»? Para Lewis, que al interpretarlo de este modo se identifica como «un irlandés», el siguiente periodo que Spenser pasó en Inglaterra le llevó a una pérdida de poder imaginativo. «Los muchos años en Irlanda están detrás de la gran poesía de Spenser, y los pocos años en Inglaterra se hallan detrás de su poesía menos inspirada»[17].

El lenguaje de Lewis sirve de eco a sus orígenes. En su correspondencia, usa regularmente expresiones anglo-irlandesas o slang derivado del gaélico, sin ofrecer traducción o explicación alguna. Otras expresiones reflejan idiosincrasias locales y una procedencia lingüística del gaélico, como la frase «tan largo como una pala de Lurgan» (que significa «parecer triste» o «tener una cara larga»[18]). Aunque la voz de Lewis en sus charlas radiofónicas de los años 1940 es típica de la cultura académica del Oxford de su tiempo, su pronunciación de palabras como friend (amigo), hour (hora) y again (otra vez), delatan la sutil influencia de sus raíces de Belfast.

Entonces, ¿por qué Lewis no es considerado uno de los mejores escritores irlandeses de todos los tiempos? ¿Por qué su nombre no aparece en las 1.472 páginas del Diccionario de literatura irlandesa de 1996? Lo que ocurre es que Lewis no encaja, y en parte decidió no encajar, en el perfil irlandés de identidad que ha dominado en el siglo XX. Lewis representa precisamente las fuerzas e influencias que los defensores de una estereotipada identidad literaria irlandesa han deseado rechazar. Si Dublín era el centro de las demandas por el «Home Rule» y la reafirmación de la cultura irlandesa a comienzos del siglo XX, la ciudad de Belfast, cuna de Lewis, era el corazón de la oposición a tales ideas.

Una de las razones por las que Irlanda decidió olvidar a Lewis es que era el tipo equivocado de irlandés. Él se mostró ciertamente abierto a la «nueva escuela irlandesa» en 1917 y pensó en la posibilidad de enviar sus poemas a Maunsel y Roberts[19], una editorial de Dublín con fuertes vínculos con el nacionalismo irlandés, que había publicado en ese mismo año las obras del gran escritor nacionalista irlandés Patrick Pearse (1879-1916). Concediendo que se trataba de una casa editorial secundaria, Lewis albergaba la esperanza de que este hecho les hiciera tomar en serio su sumisión[20].

Pero un año más tarde las cosas le parecían muy distintas. En una carta escrita a su viejo amigo Arthur Greeves, manifestaba su temor a que la nueva escuela irlandesa quedara reducida a «un pequeño camino del mundo intelectual, fuera de la avenida principal». Reconocía ahora la importancia de mantenerse en la ancha autopista del pensamiento y de escribir para un público amplio, más que para unos pocos definidos estrechamente por agendas culturales y políticas. Publicar en Maunsel, pensaba Lewis, sería tanto como asociarse a poco más que una «secta». Su identidad irlandesa, inspirada más por el paisaje que por la historia política de Irlanda, debía hallar expresión en la corriente literaria dominante, no en uno de sus callejones[21]. Lewis decidió elevarse sobre el provincialismo de la literatura irlandesa y destaca, sin embargo, como uno de sus más brillantes y famosos representantes.

Rodeado de libros: señales de una vocación literaria

El paisaje de Irlanda fue, sin duda, una de las influencias que moldearon la fértil imaginación de Lewis. Pero hay también otra fuente que inspiró su visión juvenil: la literatura misma. Uno de los recuerdos más constantes de su juventud es el de una casa abarrotada de libros. Albert Lewis trabajó como abogado para ganar su sustento, pero su corazón estaba en la literatura.

En abril de 1905, la familia se trasladó a una casa más espaciosa, construida en las afueras de Belfast: Leeborough House, más conocida como Little Lea o Leaboro. Los hermanos podían recorrer el vasto hogar y dejar que su imaginación lo transformara en reinos de misteriosas y extrañas tierras. Ambos habitaban en mundos imaginarios y encomendaban a la escritura sus experiencias. Lewis escribía sobre animales que hablan en «Animal-Land», mientas que Warren lo hacía sobre la India.

Como Lewis recordará más tarde, en cualquier lugar de la nueva casa adonde mirara, veía estantes con libros[22]. Durante muchos días lluviosos encontraba solaz y compañía leyendo estas obras y vagando libremente por imaginarios paisajes literarios. Los libros tan liberalmente diseminados por la nueva casa incluían obras de romance y mitología, que abrían las ventanas de la joven imaginación de Lewis. A través de las lentes de la literatura, las escenas físicas del condado de Down se convertían en la puerta de lejanos mundos. Warren Lewis recordaba, años más tarde, el estímulo imaginativo que les ofrecía el tiempo lluvioso y el anhelo por algo más satisfactorio[23]. ¿Podrían las travesías soñadoras de su hermano haber sido inspiradas por las miradas de su infancia a las colinas inalcanzables, contempladas a través de la lluvia bajo cielos grises?

Irlanda es la «Isla Esmeralda» precisamente a causa de la gran cantidad de lluvia y niebla, que asegura suelos húmedos y una feraz hierba verde. Era natural que Lewis tratara de este confinamiento a causa del mal tiempo al describir a cuatro niños, encerrados en la casa de un maduro profesor, incapaces de explorar el mundo exterior porque «caía una lluvia persistente, tan torrencial que al mirar por la ventana no se veían ni las montañas ni los bosques, ni siquiera el arrollo del jardín»[24]. ¿Acaso Leeborough ha inspirado la casa del profesor en El león, la bruja y el armario?

Desde Little Lea el joven Lewis podía divisar las lejanas colinas de Castlereagh, que parecían hablarle de algo que partía el corazón y se asentaba más allá de su alcance. Esas colinas devinieron un símbolo de finalidad, situadas en la antesala de un nuevo modo de pensar y vivir, más hondo y satisfactorio. Un inexpresable e intenso deseo brotó en su interior cuando las contemplaba. Podía decir exactamente lo que anhelaba, y advertir dentro de él un sentido de vacío que las misteriosas colinas parecían aumentar sin satisfacerlo. En The Pilgrim Regress (1933) las colinas reaparecen como símbolo de un desconocido deseo del corazón. Pero si Lewis estaba en la antesala de algo maravilloso y cautivador, ¿cómo podría penetrar en este misterioso reino? ¿Quién le abriría la puerta? No es sorprendente que la imagen de la puerta adquiriera cada vez más importancia en sus reflexiones sobre las cuestiones más hondas de la vida humana.

La verde línea de las colinas de Castlereagh, aunque se encontraba de hecho cercana, se convirtió en el símbolo de algo distante e inalcanzable. Esas colinas fueron para Lewis lejanos objetos de deseo, el final del mundo conocido, desde donde podía escucharse el susurro de los turbadores «cuernos de elfland». «Me enseñaron a añorar (Sehnsucht); me convirtieron, para bien o para mal, en adorador de la Flor Azul, ya antes de cumplir los seis años»[25].

Hemos de detenernos sobre esta frase. ¿Qué significa Sehnsucht para Lewis? La palabra alemana es rica en asociaciones emocionales e imaginativas, descritas por el poeta Matthew Arnold como un «melancólico, suave y lacrimoso deseo». ¿Y qué es la Flor Azul? Conocidos escritores alemanes como Novalis (1772-1801) y Joseph von Eichendorff (1788-1857) usan la imagen de la Flor Azul como un símbolo de los deseos del alma humana, especialmente del deseo evocado, aunque no satisfecho, por el mundo natural.

Incluso ya en este momento temprano, Lewis estaba tanteando y cuestionando los límites de su mundo. ¿Qué había detrás de sus horizontes? Pero no era capaz de responder a las preguntas que estos anhelos avivaban en su joven mente de modo tan provocativo. ¿A qué apuntaban? ¿Había allí una «entrada»? Lewis ocuparía los siguientes veinticinco años de su vida en encontrar respuestas a estas preguntas.

Soledad: Warnie se va a Inglaterra

Todo lo que sabemos de Lewis en torno a 1905 nos lo muestra como un joven solitario e introvertido, apenas con amigos, que se encontraba a gusto y realizado leyendo libros. ¿Por qué afirmamos que era solitario? Tras adquirir una nueva casa para su familia, Albert Lewis se centró en asegurar el futuro de sus hijos. Como pilar de la comunidad protestante de Belfast, Albert pensó que el interés de sus hijos quedaría más protegido si les enviaba a un internado en Inglaterra. Su hermano William había hecho lo mismo con sus hijos, al considerarlo un buen camino para el progreso social. Albert optó por esta vía y buscó consejo sobre la escuela que mejor pudiera responder a sus necesidades.

Los agentes educativos londinenses Gabbitas & Thring se habían fundado en 1873 con el fin de reclutar profesores adecuados para las escuelas inglesas y orientar a los padres que buscaban la mejor educación para sus hijos. En 1923, cuando celebraban el cincuenta aniversario de su fundación, habían negociado unos 120.000 puestos docentes y no menos de 50.000 padres habían buscado su consejo sobre la mejor escuela para sus hijos. Entre ellos Albert Lewis, que deseaba orientación acerca de dónde enviar a su hijo mayor Warren.

Llegaron puntualmente las recomendaciones, pero el consejo resultó asombrosamente malo. En mayo de 1905, sin hacer la mínima comprobación que era de esperar en un hombre de su posición, Albert Lewis envió a su hijo de nueve años, Warnie, a la Wynyard School, de Walford, en el norte de Londres. Fue la primera de las muchas equivocaciones cometidas por el padre de Lewis en relación a sus hijos.

Jacks —como ahora prefería Lewis que le llamaran— y su hermano Warnie habían vivido juntos en Little Lea apenas un mes. En aquella laberíntica casa habían compartido habitación, como si se tratara de un refugio, y ahora iban a separarse. C. S. Lewis permanecería en el hogar, instruido por su madre y una institutriz, pero sus mejores profesores serán aquellas amplias pilas de libros, ninguno de los cuales tenía vedado.

Durante muchos años, el solitario Lewis recorrió los largos pasillos y áticos de su casa, con los libros como compañeros. Su mundo interior comenzaba a tomar forma. Mientras otros chicos de su edad jugaban en las calles o en los campos cercanos a Belfast, Lewis construía, habitaba y exploraba su propio mundo interior. Se le obligó a convertirse en un solitario, algo que sin duda alguna configuró su vida interior y su imaginación. Sin Warnie no tenía a ningún alma gemela con quien compartir sueños y anhelos. Las vacaciones adquirieron para él suprema importancia. Era cuando Warnie venía a casa.

Primeros encuentros con la Alegría

En algún momento de estos años, la rica imaginación de Lewis tomó una nueva dirección. Llegó a registrar tres experiencias tempranas que configuraron los máximos intereses de su vida. La primera, cuando la fragancia de un «grosellero florecido» en el jardín de Little Lea desató sus recuerdos de la vieja casa de Dundela Villas, alquilada a Albert Lewis por un pariente[26]. Lewis experimenta un transitorio y agradable sentimiento de deseo, que le domina. Y antes de tener tiempo de entender lo que está ocurriendo, la experiencia pasa, dejándole «con una nostalgia de la nostalgia que acababa de cesar». Le pareció algo de crucial importancia. «Todo lo demás que me había ocurrido era insignificante comparado con aquello». Pero ¿qué quería decir?

La segunda experiencia le sobreviene leyendo Squirrel Nutkin (1903), de Beatrix Potter. Aunque Lewis, por entonces, admiraba los libros de Potter, algo de esta obra encendió una intensa añoranza, que se esforzó por descubrir: la Idea del Otoño[27]. Una vez más experimentó el mismo intoxicador sentido de «intenso deseo».

La tercera experiencia le sorprendió cuando leyó la traducción hecha por H. W. Longfellow de unas líneas del poeta sueco Esaias Tegnér (1782-1846):

«Oí una voz que gritaba. Balder el hermoso está muerto, está muerto...»[28].

El impacto de estas palabras le resultó devastador. Era como si se abriese una puerta hasta entonces inexistente, que le permitía divisar un nuevo territorio más allá de su experiencia. Un territorio que deseaba recorrer y poseer. Por un momento ninguna otra cosa parecía importarle. «Yo no sabía nada de Balder, pero instantáneamente fui elevado a ampliar regiones de cielo nórdico y deseé con una intensidad enfermiza algo indescriptible (solo puedo decir que es frío, amplio, violento, pálido y lejano)»[29]. Pero antes de que pudiera darse cuenta de lo que le ocurría, se encontró al instante fuera del deseo y deseando volver a él.

Reconsiderando estas tres experiencias, Lewis entendió que había una característica común a todas ellas: «La del deseo insatisfecho, que es en sí mismo más deseable que cualquier otra satisfacción. Lo llamo alegría»[30]. La búsqueda de esta alegría se convertiría en un asunto central en su vida y en sus escritos.

¿Cómo encontrar sentido a estas experiencias, que jugaron un papel tan significativo en su desarrollo y moldearon su «vida interior»? Tal vez puede aclararnos algo el clásico estudio The Varieties of Religious Experience (1902), en el que el psicólogo de Harvard William James (1842-1910) trata de encontrar sentido a las complejas y poderosas impresiones que yacen en el corazón de muchos pensadores religiosos. A partir de un amplio espectro de escritos y testimonios personales, James concluye que hay cuatro características que definen la experiencia religiosa[31]:

En primer lugar, son «inefables»: desafían toda expresión, y no pueden ser adecuadamente descritas con palabras.

Por otra parte, quienes las experimentan adquieren «una visión de las profundidades de la verdad nunca explorada por el intelecto discursivo». En otras palabras, son vividas como «iluminaciones, revelaciones llenas de significado». Contienen un «enorme sentido de autoridad intrínseca e iluminación», transfigurando la comprensión de quienes las viven, y con un profundo sentido «revelan nuevos niveles de verdad». Estos temas subyacen en las primeras descripciones que Lewis hace de «Alegría».

En tercer lugar, James acentúa el hecho de que estas experiencias son transitorias, y «no pueden soportarse mucho tiempo». Suelen durar entre unos pocos segundos y minutos, y no pueden ser recordadas con exactitud, aunque se reconocen si retornan. «Cuando desaparecen, pueden ser reproducidas en la memoria solo de modo imperfecto». Este aspecto de la tipología experiencial de James cuadra con la prosa de Lewis.

Finalmente, James sugiere que quienes han tenido tales experiencias sienten como si hubieran sido «tomados por un poder superior», dado que no son creadas por sujetos activos, sino que vienen sobre ellos, a veces con una fuerza irresistible.

Las elocuentes descripciones de Lewis sobre su experiencia de «Alegría» encajan con las de James. Lewis las percibía como hondamente significativas y abrían la puerta de otro mundo, que se cerraba casi inmediatamente, dejándole emocionado por lo ocurrido y con deseos de recobrarlo. Eran como momentáneas y fugaces epifanías de cosas que se presentaban con agudeza y claridad, para luego disiparse y desaparecer, dejando solo un recuerdo y un anhelo.

Lewis se veía abandonado a una sensación de pérdida, incluso de traición, tras esas experiencias. Pero aun siendo frustrantes y desconcertantes, le sugerían que ese mundo invisible podía ser solo un telón tras el que se escondían vastos e inexplorados reinos con océanos e islas misteriosos. Era una idea que, una vez concebida, nunca perdió su atractivo ni su poder emocional. Pero, como veremos, Lewis llegó pronto a pensar que esta idea era ilusoria, un sueño infantil que la naciente racionalidad adulta estimaría una cruel decepción. Las ideas de un mundo trascendente o de un Dios podían ser «mentiras plateadas», pero seguían siendo mentiras[32].

Muerte de Flora Lewis

Eduardo VII subió al trono inglés después de la muerte de la reina Victoria en 1901 y reinó hasta 1910. La Edwardian age es vista como un periodo dorado repleto de elegantes fiestas, una imagen que quedó destruida por la Gran Guerra de 1914-1918. A partir de 1920, durante la posguerra, prevaleció para algunos una visión romántica de esta época, aunque la mayoría de los que vivieron en ella la consideraron una etapa sólida y segura. Había preocupantes acontecimientos en marcha —sobre todo el creciente poder industrial y militar de Alemania y la fuerza económica de Estados Unidos—, que suscitaban serias amenazas a los intereses imperiales británicos. Pero se seguía creyendo en un imperio fuerte, con sus rutas comerciales bien protegidas por la mayor flota del mundo.

Esta sensación de estabilidad resulta evidente en la primera infancia de Lewis. En mayo de 1907 escribía a Warnie para decirle que estaba casi decidido que pasarían parte de sus vacaciones en Francia. Un viaje al extranjero era algo significativo para la familia Lewis, que normalmente permanecía las seis semanas del verano en lugares de Irlanda como Castlerock o Portrush. Pendiente de su trabajo, el padre era una presencia intermitente en estas ocasiones. Al fin no pudo unirse a la familia en Francia. Lewis disfrutó de unas íntimas y tranquilas vacaciones con su madre y su hermano. El 20 de agosto de 1907, Flora Lewis llevó a sus dos hijos a la pensión Le Petit Vallon, un hotel familiar en la pequeña ciudad de Berneval-le-Grand en Normandía, no lejos de Dieppe, y allí permanecieron hasta el 18 de septiembre.

Fue un verano idílico de finales de la Edwardian age, sin señales aún de los horrores que se acercaban. Cuando se hallaba hospitalizado en Francia durante la Gran Guerra, Lewis evocó aquellos preciosos y dorados días ya perdidos[33]. Nadie podía prever la posibilidad política de la guerra, ni la destrucción que iba a causar. Como tampoco nadie de su familia podía suponer que serían las últimas vacaciones que pasarían juntos. Pocos meses más tarde moriría Flora Lewis.

A principios de 1908 resultaba evidente que Flora se hallaba seriamente enferma. Tenía un cáncer abdominal. Albert pidió a su padre, Richard, que había estado viviendo en Little Lea varios meses, que abandonara la casa. Necesitaban espacio para las enfermeras que atenderían a Flora. Fue demasiado para Richard Lewis, que sufrió un ataque en marzo y murió al mes siguiente.

Cuando fue evidente que Flora se hallaba en estado terminal, avisaron a Warnie para que regresase a casa desde la escuela en Inglaterra y acompañase a su madre en sus semanas finales. La enfermedad de la madre unió más aún a los hermanos Lewis. Una fotografía interesante de este tiempo les muestra en sus bicicletas, fuera de Glenmachan House, cerca de Little Lea, en agosto de 1908. El mundo de Lewis iba cambiando drástica e irreversiblemente.

Flora murió en la casa familiar el 23 de agosto de 1908, día en el que Albert Lewis cumplía cuarenta y cinco años. La cita que aparecía ese día en el calendario de su habitación era de El rey Lear: «Los hombres deben asumir el irse de aquí». Durante el resto de la vida de Albert, como Warnie descubrió más tarde, el calendario permaneció abierto por esa página[34].

Según la costumbre de entonces, Lewis tuvo que ver el cadáver de su madre dentro del ataúd abierto, con las horribles señales de su enfermedad bien visibles. Fue una experiencia traumática. «Con la muerte de mi madre desapareció de mi vida toda felicidad estable, todo lo que era tranquilo y seguro»[35]. En El sobrino del mago, la madre de Digory Kirke es curiosamente descrita en su lecho de muerte, en términos que parecen evocar los turbadores recuerdos que Lewis conservaba de Flora: «Allí estaba ella, en la cama, tal como la había visto tantas otras veces, recostada en las almohadas, con el rostro delgado y pálido que daba ganas de llorar con solo mirarlo»[36]. Estas líneas evocan la pena de Lewis ante la muerte de su madre, especialmente a la vista de su marchito cuerpo en el ataúd abierto. Al permitir la curación de la madre de Digory por medio de la mágica manzana de Narnia, Lewis está curando sus profundas heridas emocionales con un imaginativo bálsamo, transformando lo que realmente ocurrió en lo que podría haber ocurrido.

Aunque hondamente afectado por la muerte de su madre, los recuerdos de Lewis se concentran más durante este periodo en las consecuencias que supuso para la familia. Ocupado en afrontar la enfermedad de su mujer, Albert parecía perder de vista las necesidades de sus hijos. Lewis describe esta época como el principio del fin de su vida familiar, cuando se plantaron las semillas de una profunda crisis. Tras perder a su mujer, Albert corría el peligro de que ocurriese lo mismo con sus hijos[37]. Dos semanas después de morir Flora, falleció también Joseph, hermano mayor de Albert. La familia estaba en crisis. «Solo había mar e islas; el gran continente se había hundido, como la Atlántida»[38].

Este podía haber sido el momento de reconstruir la relación entre padre e hijos, pero nada de eso ocurrió. Resulta evidente que, en esta situación tan crítica, Albert se equivocó, a la vista de su decisión sobre el futuro de sus hijos. Solo dos semanas después de la traumática muerte de su madre, C. S. Lewis se encontraba en el muelle de Belfast con Warnie, preparados para embarcar en el buque nocturno rumbo a Fleetwood, en el Lancashire. Un padre poco sensible despidió a sus dos hijos, emocionalmente abandonados, de la manera menos adecuada.

Todo lo que ofrecía al joven Lewis seguridad e identidad se estaba desvaneciendo. Se iba de Irlanda —de su hogar y de sus libros— a un lugar extraño en el que viviría con extraños, con su hermano como único compañero. Le enviaban a Wynyard School, el «Belsen» de Cautivado por la Alegría.

[1]Cautivado por la Alegría, 11.

[2]W. H. Lewis, C. S. Lewis: A Biography, 27.

[3]Disponible online en http://www.census.nationalarchives.ie/reels/nai 000721989/.

[4]Lloyds Register of Shipping, nº. 93171.

[5]Wilson, «William Thompson Kirkpatrick», 33.

[6]Desde finales del siglo XIX, estas profesiones están unidas en la práctica legal americana. Un attorney americano puede actuar en ambos papeles.

[7]Hardford, The Opening of University Education to Women in Ireland, 78.

[8]J. W. Henderson, Methodist College, Belfast, 1868-1938: A Survey and Retrospect, 2 vols., Belfast: Governors of Methodist College, 1939, vol. 1, 120-30. La escuela, fundada en 1865, no se abrió hasta 1868.

[9]Ibíd., vol. 1, 127.

[10]Belfast Telegraph, 28 de septiembre de 1929.

[11]Ver especialmente la carta de Lewis a Warren Lewis, 2 de agosto de 1928; Letters, vol. 1, 768-777.

[12]W. H. Lewis, «Memoir of C. S. Lewis», 2.

[13]Carta a Arthur Greeves, 30 de marzo de 1915; Letters, vol. 1, 114.

[14]All My Road before Me, 105.

[15]Carta a Warren Lewis, 12 de enero de 1930; Letters, vol. 1, 871.

[16]Bleakley, C. S. Lewis at Home in Ireland, 53.

[17]Studies in Medieval and Renaissance Literature, 126.

[18]Otros ejemplos en Clare, «C. S. Lewis: An Irish Writer», 20-21.

[19]Carta a Arthur Greeves, 8 de julio de 1917; Letters, vol. 1, 325.

[20]Carta a Arthur Greeves, 24 de julio de 1917; Letters, vol. 1, 330.

[21]Carta a Arthur Greeves, 31 de agosto de 1918; Letters, vol. 1, 394.

[22]Cautivado por la Alegría, 16.

[23]W. H. Lewis, «Memoir of C. S. Lewis», 1.

[24]El león, la bruja y el armario. Las crónicas de Narnia, Destino, Barcelona, 2005, 11-12.

[25]Cautivado por la Alegría, 14.

[26]Ibíd., 21.

[27]Ibíd., 21.

[28]Ibíd., 21.

[29]Ibíd., 22.

[30]Ibíd., 22

[31]James, The Varieties of Religious Experience, 380-381. (Hay traducción al español; Las variedades de la experiencia religiosa, Lectorum, 2006).

[32]Ver la dedicatoria del poema de Tolkien, «Mythopoiea»: Tolkien, Trea and Leaf, 85.

[33]Carta a Albert Lewis, 16 de febrero de 1918; Letters, vol. 1, 356.

[34]Warnie haría grabar más tarde estas palabras en la tumba de su hermano.

[35]Cautivado por la Alegría, 24.

[36]El sobrino del mago. Las crónicas de Narnia, Destino, Barcelona, 2006, 245.

[37]Cautivado por la Alegría, 23.

[38]Ibíd., 24.

2. EL FEO PAÍS DE INGLATERRA: DÍAS DE ESCUELA, 1908-1917