Cuando la tierra era plana - Graeme Donald - E-Book

Cuando la tierra era plana E-Book

Graeme Donald

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Beschreibung

Todos los trozos de ciencia que creíamos erróneamente El autor de Cuando la tierra era plana lleva a cabo una exploración entretenida y, a la vez, autorizada de coloridas teorías científicas que alguna vez se creyeron ciertas, pero que hace tiempo fueron refutadas. El lector descubrirá, entre otras muchas cosas, por qué la reina Victoria ingería una tintura de opio por consejo de su médico, cómo la reticencia a aceptar la idea de la teoría de los gérmenes condujo al asesinato, y por qué los católicos inventaron el mito de que las tribus de América del Sur practicaban el canibalismo. Este fascinante libro recoge ideas que ahora parecen más descabelladas que creíbles: la de que el cuerpo humano se compone sólo de cuatro humores (la bilis negra y amarilla, la sangre y la flema) hasta la del descubrimiento del llamado «eslabón perdido» de la cadena evolutiva. Cuando la Tierra era plana cuenta las intrigantes historias que subyacen en esas teorías científicas que una vez creímos ciertas, y muestra cómo la forma de ver el mundo y la manera en que pensamos que éste funciona ha cambiado completamente a lo largo de la historia.

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GRAEME DONALD

Cuando la tierra

Puede consultar nuestro catálogo en www.edicionesobelisco.com

Colección Estudios y documentos

CUANDO LA TIERRA ERA PLANA

Graeme Donald

1.ª edición en versión digital: noviembre de 2022

Título original: When the Earth was Flat

Traducción: Juan Carlos Ruiz

Maquetación edición papel: Marga Benavides

Corrección: M.ª Jesús Rodríguez

Diseño de cubierta: Carol Briceño

Maquetación ebook: leerendigital.com

© 2022, Éditions Quintessence

(Reservados todos los derechos)

© 2022, Ediciones Obelisco, S.L.

(Reservados los derechos para la presente edición)

Edita: Ediciones Obelisco S.L.

Collita, 23-25. Pol. Ind. Molí de la Bastida

08191 Rubí - Barcelona - España

Tel. 93 309 85 25 - Fax 93 309 85 23

E-mail: [email protected]

ISBN EPUB: 978-84-9111-948-7

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada, trasmitida o utilizada en manera alguna por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o electrográfico, sin el previo consentimiento por escrito del editor.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Índice

 

Portada

Cuando la Tierra era plana

Créditos

Introducción

Siente tus chichones

Malas vibraciones

En busca del oro

Buenas vibraciones

Todo humo y temblores

¡Hey, hey, hey, somos monos!

De Mendel a Mengele

Simple estupidez

Desde las palomitas hasta Mozart

El secreto victoriano

Aroma celestial

El origen de las especies

Servir al prójimo

Las ratas tienen mala prensa

¿Quién es tu padre?

Canción triste de nostálgicos subterráneos

¿Son polares los osos?

Activos líquidos

Bibliografía

Para Rhona, como siempre,

y con un agradecimiento muy especial

para Kath «Kay-Dee» Davies,

quien movió cielo y tierra desinteresadamente

a fin de dedicar su tiempo para entregar

el manuscrito puntualmente.

Introducción

Desde los tiempos antiguos hasta la actualidad, la ciencia se ha desviado en numerosas ocasiones de la verdad.

A menudo, estos descubrimientos los han dictado las limitaciones del pensamiento contemporáneo. Limitados por la escasez de conocimiento sobre la anatomía humana, los antiguos griegos desarrollaron la teoría de que el cuerpo estaba compuesto de cuatro humores, una idea que dominó hasta el desarrollo de la medicina científica en el siglo XIX.

En otros momentos, estas teorías fueron el resultado de la estupidez humana, como por ejemplo la evolución aparentemente inocua de la frenología, un concepto utilizado para justificar el genocidio en Ruanda a finales del siglo XX. A veces, los «hechos» científicos se han estudiado en un esfuerzo por ofrecer un apoyo falso a una agenda oculta, que incluía la apropiación de la idea totalmente espuria de los mensajes subliminales por parte de los políticos y el derecho canónico. A pesar de la naturaleza cuestionable de estas ideas, Cuando la Tierra era plana destacará cómo el hombre ha estado –y quizás siempre estará– a merced de la ciencia.

Afortunadamente, no todos los pedazos de ciencia que asumimos erróneamente han tenido un impacto tan devastador; algunos de los ejemplos de este libro provocarán una sonrisa. Ya sea la búsqueda de la piedra filosofal por parte de los alquimistas (el medio con el que todos los metales básicos se podrían convertir en oro), la sorprendente historia del vibrador o los numerosos defensores de la teoría de la Tierra hueca, los anales de la ciencia están contaminados con gente extraña y con sus ideas aún más extrañas.

Lo que tal vez sea más sorprendente es que algunas de las ideas más espurias de la ciencia sólo se han abandonado recientemente. Independientemente de lo avanzados que estén el pensamiento médico y el científico en nuestros días, quién puede decir que en cien años un libro similar a éste no ponga en ridículo al conocimiento actual.

Siente tus chichones

Las medidas físicas del cráneo se correlacionan con la personalidad del individuo

La mayor parte de las frivolidades científicas de los siglos pasados apenas infligieron daño durante su reinado, y desaparecieron sin dejar demasiado rastro a la luz de los nuevos descubrimientos. Lamentablemente, no puede decirse lo mismo de la pseudociencia de la frenología, que causó injusticias y problemas de gran alcance en su momento y, lo más perjudicial de todo, salió de su propia tumba para promover el genocidio a finales del siglo XX.

EL DESCARO DE TODO ESTO

El padre de la frenología fue el médico alemán Franz Josef Gall[01] (1758-1828), procedente de la Universidad de Viena, una institución que sirvió como caldo de cultivo para otras ideas espurias sobre la raza humana (véase el recuadro que sigue). Gall ideó la teoría de que el cerebro humano está compuesto de 27 zonas distintas, cada una de las cuales es un órgano totalmente separado y autónomo, con responsabilidad individual por ciertas funciones, características y predisposiciones.

El busto frenológico

LECCIONES DE IDIOTEZ

Hacia 1925 la Universidad de Viena se había convertido en un caldo de cultivo de ideología racista. La noción más destacada y de largo alcance fue la Rassenpflege (la búsqueda de la higiene racial). El profesor Otto Reche (director del Departamento de Antropología de la universidad) fue el máximo defensor de ese tipo de ideas, proclamando: «La Rassenpflege debe ser la base de toda política doméstica, y al menos también de una parte de la política externa».

Cuanto más utilice un individuo una de las zonas, o permita verse movido por los impulsos dictados por ellas, más grande será esa zona; algo similar a lo que ocurre con un músculo que se utiliza con exceso. En defensa de Gall, debemos decir que sus hallazgos no fueron totalmente erróneos: actualmente se sabe que ciertas áreas del cerebro están vinculadas con unas funciones o un temperamento específicos, y que algunas de estas áreas pueden hacerse más grandes con la práctica del ejercicio mental.

Si Franz Gall hubiese finalizado su investigación en ese momento, no se habría producido daño alguno. Su error consistió en convertir la premisa básica en los fundamentos de un enorme edificio de especulación y suposiciones. Hacia 1805, Gall había decidido que las 27 zonas debían ser bultos y protuberancias de la parte interior del cráneo, que se presionaban entre ellas a medida que crecían con el ejercicio.

DEMENCIA

Gall realizó, mediante las yemas de los dedos, una exploración exhaustiva de asesinos, ladrones y otras categorías de delincuentes, y decidió que había suficientes semejanzas significativas entre ellos para establecer un patrón. También efectuó exploraciones similares en los cráneos de enfermos mentales, y concluyó que sus condiciones individuales se podían atribuir al mal funcionamiento de una zona específica. De nuevo, en defensa de Gall, su forma de pensar conllevaba consecuencias beneficiosas, ya que antes se consideraba que los enfermos mentales lo eran voluntariamente, o que estaban poseídos por el diablo, y por ello se los maltrataba con frecuencia. Tan grande era el prestigio de la frenología que, casi de la noche a la mañana, se les consideró verdaderos enfermos y fueron tratados en consecuencia.

Una persona siente cómo le tocan sus protuberancias

ENTRENAMIENTO CEREBRAL

En marzo de 2000, la profesora Eleanor Maguire, del University College de Londres, publicó los resultados de un amplio estudio que había efectuado sobre el patrón de crecimiento de los hipocampos de los cerebros de los taxistas de Londres. Los taxistas fueron elegidos porque es necesario demostrar «el conocimiento», el formidable examen que demuestra su capacidad para calcular la mejor ruta entre dos puntos señalados en la ciudad. La profesora Maguire dedujo que, cuanto más hubiese trabajado el taxista, más pronunciado sería el agrandamiento de su hipocampo.

De la edición de marzo de 1848, de la American Phrenological Journal (Revista Frenológica Estadounidense), editada por Orson Fowler

Pero esto no fue beneficioso para otras personas que, a pesar de haber llevado anteriormente una vida normal, tenían varios bultos y protuberancias similares al patrón «científicamente demostrado» de Gall, por los que se les consideró asesinos o dementes en potencia. Varias almas con poca fortuna se vieron encerradas como medida preventiva.

El público también se sintió seducido por las teorías de Gall, que tomaban cosas de fuentes secundarias, de los escritos de personajes famosos que se habían dejado seducir, incluyendo las hermanas Brontë, Bram Stoker y, el más popular de todos, Sherlock Holmes en las historias de Conan Doyle. Si eran suficientemente buenas para Holmes, entonces tenían que ser ciertas.

Las empresas incluyeron la frenología en su selección de personal, y los «expertos» manipulaban las cabezas de los futuros empleados para asegurarse de que sus clientes no estuvieran a punto de contratar a un lunático. En los juicios, muchos acusados eran encarcelados por condenas fundamentadas, en parte, en el testimonio poco sólido de «testigos expertos», de frenólogos profesionales. Pero los fallos del edificio de Gall ya eran evidentes hacia 1820, y hacia 1850 se derrumbó en ruinas, pero sólo en el Reino Unido.

COMETIENDO UN ERROR

La frenología estaba por aquella época profundamente atrincherada en Estados Unidos, principalmente por los esfuerzos de los hermanos Fowler[02] (Orson [1809-1887] y Lorenzo [1811-1896]), quienes contaron con la simpatía del ensayista estadounidense Ralph Waldo Emerson (1803-1882) y del inventor Thomas Edison (1847-1931) entre sus defensores. Sería desagradable considerar a los Fowler unos completos charlatanes, pero hay que reconocer que ambos tenían buen olfato para los negocios rápidos, especialmente Lorenzo, quien visitó el Reino Unido en 1860 para ofrecer una gira de conferencias que demostró ser tan lucrativa que decidió quedarse.

Mientras estaba en Londres, Lorenzo inauguró el Instituto Fowler donde, en 1872, el escritor y humorista Mark Twain intentó en vano triunfar. Eterno bromista, Twain se vestía con una ropa propia de persona de clase baja-media y ofreció una charla durante la cual Fowler, que mostró poco interés en el tema, excepto en la recepción del pago, identificó una depresión significativa en el cráneo de Twain que –afirmó– indicaba una ausencia total de sentido del humor. El tema también, de acuerdo con la opinión profesional de Fowler, carecía de habilidad creativa y era más adecuado para un trabajo mundano de oficina o clerical. Twain murmuró un humilde agradecimiento, pagó y se marchó.

EN SU MOMENTO PARECIÓ UNA BUENA IDEA

En 1958, el doctor Edmund Teller (el «padre de la bomba H») propuso detonar una cadena de sus «hijos» para crear un puerto-bahía en Cape-Thompson (Alaska). Afortunadamente, al final se abandonó la idea.

Más o menos un mes después, Twain volvió a hacer una reserva a su nombre y se presentó con su característico traje blanco, lleno de bravuconería y arrogancia. En esta ocasión, un Fowler mucho más obsequioso veneró a su famoso cliente y, en el mismo punto en que el cráneo de Twain había tenido una depresión en la ocasión anterior, ahora aparecía una «protrusión montañosa», coherente con la fama internacional de la estrella como humorista. Twain pagó su cuota y se marchó para publicar los resultados. Pero nada podía detener la causa de los Fowler. Por entonces, Lorenzo había montado una operación de encargo por correspondencia a gran escala para aportar toda la parafernalia necesaria a la pujante moda de los centros de frenología.

Cualquiera de los icónicos bustos de frenología de color beige, completados con marcas negras (como se ve actualmente en las tiendas de antigüedades), probablemente sea uno de los productos de Lorenzo. Todo fue una diversión sin problemas –tal vez–, y sin duda no más peligroso que la locura por las sesiones de ouija que estaban por venir. El único otro legado de Fowler ha sido la introducción en el léxico de expresiones como «alto de cejas», «bajo de cejas», y decir a cualquiera que esté actuando irracionalmente que es hora de «sentir sus chichones». Pero las cosas estaban a punto de ponerse peor, mucho peor.

Midiendo

UN GIRO A PEOR

El Tratado de Versalles (1919) colocó la anterior colonia alemana de Ruanda bajo el control de Bélgica. Los procedimientos tomaron un matiz oscuro cuando Bélgica pareció cautivada por la locura de la frenología, bajo la guía de su principal impulsor, Paul Bouts (1900-1990). Sacerdote y frenólogo que a los 24 años ya era una celebridad nacional, Bouts visitó diversas instituciones de su tierra natal y midió las cabezas de los internos con la ayuda de unos instrumentos diseñados por él mismo. Utilizó sus hallazgos para efectuar dudosas afirmaciones sobre quién era «normal» y quién no.

Para empeorar las cosas, empezaron a introducirse matices raciales cuando la Oficina Colonial Belga de Ruanda utilizó los dispositivos de Bouts a fin de decidir sobre cuestiones de superioridad racial. Después de medir unas pocas cabezas con sus calibradores comprados por correo, la oficina declaró que los tutsi eran racialmente superiores a los hutu, y trataron a ambos pueblos en consecuencia, colocando a uno por encima del otro en todas las cuestiones y beneficios. Y todos sabemos cómo terminó eso: el genocidio de 1994, en el que extremistas hutu asesinaron a entre 500 000 y 1 000 000 de tutsi y hutus mode­rados.

[01]. En castellano no es posible el juego de palabras que utiliza el autor en inglés, idioma en que «gall» es ‘descaro‘ y también el apellido del fundador de la frenología’. (N. del T)

[02]. Otro juego de palabras que no se puede traducir. «Fowl» forma parte del apellido de los populares frenólogos y se pronuncia igual que «foul», ‘meter la pata’. (N. del T)

Malas vibraciones

Un batallón de soldados en marcha puede hacer que un puente colgante se derrumbe

En el siglo XIX, a los militares se les advirtió de que todos los grupos de soldados en marcha, desde un simple pelotón a todo un regimiento, siempre debían llevar el paso cambiado al atravesar un puente. El consejo lo reforzaron las explicaciones científicas contemporáneas sobre la forma en que todos los objetos poseen una frecuencia natural, la frecuencia con la que algo vibrará una vez se haya puesto en movimiento. Se creía que, si el paso repetido y sincronizado de los soldados que marchan en una cadencia determinada coincidía con la frecuencia natural del puente que estuvieran cruzando, tendría lugar una catástrofe inevitable.

AGUAS TURBULENTAS

La idea nació del desastre del puente colgante de Broughton, el 12 de abril de 1831. Construido en 1826 y financiado personalmente por el adinerado John Fitzgerald Junior, el puente unía Broughton con Pendleton, pasando por encima del río Irwell (Lancashire). El día en cuestión, el teniente John Fitzgerald Junior conducía a 74 miembros del 60° Cuerpo de Rifles, de vuelta de unos ejercicios en el páramo, hacia sus barracones, en Salford. Mientras cruzaban el puente marchando orgullosamente marcando el paso, la estructura empezó a quebrarse y toda la columna de hombres cayó al río. Afortunadamente, el agua sólo tenía medio metro de profundidad y las heridas sufridas por los soldados fueron leves.

Se consultó inmediatamente a los científicos del Instituto Mecánico de Manchester, recién abierto, al que Fitzgerald había hecho donaciones considerables. Los científicos llegaron a la conclusión de que la causa de la ruptura había sido la resonancia de los soldados pisando al unísono. Esta conclusión aportó algo de tranquilidad a quienes habían invertido en el puente colgante. El puente de Broughton fue uno de los primeros de su tipo, su longitud era una cuestión de orgullo local, y quienes lo habían diseñado y construido no querían verse acusados de incompetencia o algo peor. El ejército enseguida envió una orden inmediata a todas las unidades de marcha, grandes o pequeñas, para que los soldados rompieran el paso y caminasen aleatoriamente al cruzar cualquier puente, por miedo a que se derrumbara.

¡BUENO, YO NUNCA! IDEAS CIENTÍFICAS POPULARES DESACREDITADAS

• No existe nada que sea una fuerza centrífuga.

• El calor no se eleva, sino que se dispersa por igual y uniformemente en su entorno.

• Las úlceras de estómago no las causa el estrés ni la comida picante, sino una bacteria llamada Helicobacter pylori.

• Un salto cuántico no indica un movimiento sísmico en progreso, sino un diminuto cambio de transición que tiene lugar cuando la materia pasa de un estado a otro, sin ningún cambio detectable en proceso.

TUERCAS Y TORNILLOS

En realidad, la resonancia mecánica, aunque sea una fuerza muy real, no tenía nada que ver con el asunto, ni tampoco las tropas en marcha. Cuando pasó todo el ruido provocado y varios ingenieros no relacionados con el diseño del puente investigaron el lugar, descubrieron que uno de los grandes tornillos que aseguraba una de las cadenas al pilar del suelo se había partido. También se descubrió que muchos de los otros tornillos que aseguraban las cadenas colgantes se habían partido o doblado, y los tornillos utilizados eran repuestos de tres años que habían fallado previamente.

Una investigación más precisa reveló que el experto ingeniero de estructuras Eaton Hodgkinson (1789-1861) había expresado dudas sobre la fuerza de las cadenas y había aconsejado que se comprobaran antes de instalarse en su sitio: unas sabias palabras que pasaron desapercibidas. Además, si la marcha en el paso de los soldados había sido la causa invisible del destino del puente, ¿por qué no se había derrumbado cuando las tropas habían marchado sobre él en su camino hacia Kersal Moor? En efecto, el puente estaba listo para caerse y sólo sucedió bajo el peso de las tropas; marchar marcando el paso no tenía nada que ver con el asunto. Había sido un simple fallo mecánico porque el puente se había diseñado y construido mal.

EL MITO SE ENRAÍZA

Sin embargo, el mito de que las pisadas sincronizadas podía provocar que un puente se hiciera pedazos siguió existiendo y se reforzó con la caída del puente colgante de Angers (Francia) el 16 de abril de 1850. El puente se vino abajo después de que dos cables de suspensión se rompieran, cuando un batallón de unos 500 soldados lo cruzaron en medio de una violenta tormenta. Un total de 226 soldados perdieron la vida. De nuevo se culpó a la resonancia mecánica inducida por la marcha, a pesar de que a los soldados se les había ordenado que dejaran un espacio doble entre ellos y de que rompieran el paso. Además, había una presencia de tropas significativa en la zona, y batallones enteros utilizaban habitualmente el puente, de los cuales algunos marcaban el paso y otros no. El 16 de abril, dos batallones del mismo regimiento habían cruzado el puente antes, ese mismo día, sin incidentes. No obstante, de nuevo se encontraron problemas de corrosión en los puntos de anclaje de los cables rotos. Como en el caso del puente colgante de Broughton, la caída del de Angers fue el resultado de un simple fallo mecánico.

La caída del puente colgante de Angers

EL TEMBLOR DEL MILENIO

En un artículo titulado «Temblor y bamboleo en el puente de Londres», publicado en Physics Today en marzo de 2010, el profesor de Física Bernard J. Feldmann puso en duda el argumento de que el temblor experimentado en el Puente Millenium, recientemente inaugurado en junio de 2000, fuese el resultado de la resonancia sincronizada. Clave para sus alegaciones fue que la frecuencia de los caminantes al andar es el doble de la oscilación lateral de los puentes, y de este modo improbable que tenga algún impacto.

FUERTES VIENTOS

La espectacular caída del puente colgante de Tacoma Narrows sobre el Puget Sound de América (1940) se atribuyó automáticamente a la resonancia inducida por el viento. El puente ya se había ganado el apodo de «Gertie incontrolable», por el modo en que se movía la plataforma, incluso durante la construcción. A pesar de esto, la naturaleza cataclísmica del posterior colapso del puente sólo produjo una baja: un perro de raza spaniel llamado Tubby.

Aunque se suponía que el puente se construyó para resistir vientos de 180 km/h, el desastre tuvo lugar con un viento de 60 km/h. No obstante, inmediatamente se culpó a la resonancia generada por el viento. Se creyó que el viento que pasaba por el puente creaba un chorro de vendavales, cuyas fluctuaciones concordaban con la frecuencia natural del puente. Después, las vibraciones llegaron a un ritmo tan alto que el puente se derrumbó.

COMIENZA EL CONTRAATAQUE

Actualmente, aún se suele hablar del fallo mecánico o de la resonancia inducida por el viento de Gertie, pero con algunas excepciones. Robert H. Scanlon (1914-2001) escribió varios artículos que arremetían contra esta falsa idea y, como principal consultor en el proyecto del puente Golden Gate, sus comentarios se recibieron con cierta autoridad. Considerado internacionalmente el «padre» del estudio de la aerodinámica y la aeroelasticidad de este tipo de estructuras, Scanlon, junto con otros expertos en el tema, arrojó repetidamente agua fría sobre la teoría de la resonancia en Tacoma.

El artículo «Rock and roll del puente» (profesores Joseph McKenna y Alan C. Lazer) expone argumentos muy convincentes contra la teoría de la resonancia de Tacoma. Para ellos, la resonancia es una entidad muy precisa. Utilizando la destrucción de un vaso como ejemplo, McKenna y Lazer describieron las circunstancias únicas necesarias para que la frecuencia forzada concordara con la frecuencia natural del objeto. Esas condiciones «precisas y estables» seguramente no habían estado en su lugar durante la potente tormenta que golpeó el puente de Tacoma. Ellos atribuían su destrucción a los diferentes tipos de oscilación que experimentó durante la tormenta, lo cual dio como resultado un retorcimiento extremo de la carretera. Yo también podría añadir que la presión en los cables de suspensión mientras el carruaje de Tacoma se elevaba y caía violentamente por el viento tampoco fue de ayuda.

A pesar de las circunstancias únicas de sus propias desapariciones, el derrumbamiento de los puentes de Broughton, Angers y Tacoma no tuvo nada que ver con la teoría de la resonancia. Pero los antiguos errores de la ciencia no siempre mueren tan fácilmente, la razón por la que en la actualidad las tropas siempre rompen el paso en los puentes, por si hay algo de verdad en este antiguo cuento.

ALCANZANDO UNA NOTA ALTA

El otro gran mito de la resonancia: la voz humana puede hacer añicos un vaso. Los científicos del siglo XIX creían que un cantante de ópera podía alcanzar y mantener una nota el tiempo suficiente para romper un vaso de agua. A pesar de la serie de estridentes demostraciones de salón, algo estaba equivocado: la voz humana no tiene suficiente potencia para romper vidrio. Pero, sea cual fuere el truco utilizado (un cómplice con una pistola de aire comprimido no se detectaría en medio del jaleo), la ciencia una vez más estaba siendo engañada al elogiar el poder de la resonancia.