Cuentos de amor y gula - Ernesto Thomas - E-Book

Cuentos de amor y gula E-Book

Ernesto Thomas

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Beschreibung

Este pequeño libro, es un conjunto reducido de algunos relatos cortos, escritos por Ernesto Thomas González, nacido en la ciudad de Montevideo, Uruguay, en 1968, en los cuales trata acerca del canibalismo desde una perspectiva espiritualista, sin ningún precedente en la historia de la literatura. En estos relatos, más que de canibalismo, podría hablarse más bien de una especie de fagocitación espiritual, de fusión de cuerpo y alma entre dos sujetos, y, desde entonces, la peyorativa palabra "canibalismo", ya deja de tener sentido como denominación de un acto espiritual, en el contexto de esta pequeña serie de obras literarias. El "canibalismo" que se nos aparece en estas páginas, es similar a la fagocitación espiritual, erótica o sentimental, por lo que pierde su connotación salvaje, primitiva, y cruda, siempre dentro del contexto literario en que están escritas. En estas obras, es la voluntad de su autor sustituir la peyorativa palabra "canibalismo", por fagocitación oral y espiritual, como un mecanismo espiritual para vencer dos distancias físicas y así unir espiritualmente a dos almas en un mismo cuerpo.

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CUENTOS DE AMOR Y GULA

Ernesto Thomas

© Ernesto Thomas

© Cuentos de amor y gula

Septiembre 2022

ISBN ePub: 978-84-685-7001-3

Editado por Bubok Publishing S.L.

[email protected]

Tel: 912904490

C/Vizcaya, 6

28045 Madrid

Reservados todos los derechos. Salvo excepción prevista por la ley, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

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“Les aseguro que si no comen la carne y beben la sangre del Hijo del Hombre, no tendrán vida en ustedes. Quién come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. Quién come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”.

JESUCRISTO

JUAN 6: 53—54

Índice

INTRODUCCIÓN

LA FIESTA DE TULÚA-LONGA

KAI-KAI

UN DÍA DE COMPRAS

HISTORIA DE AMOR

UNA INTELIGENCIA GENIAL

AMOR ETERNO

TRAGEDIA DE LOS ANDES

INTRODUCCIÓN

Esta serie de cuentos que mantienen entre sí el mismo hilo temático son publicados respetando el orden cronológico en el cual fueron escritos.

Es de la opinión del autor, que es quién escribe, que esta serie de pequeños cuentos, acerca del amor o del erotismo, relacionado al acto del canibalismo, es muy novedosa en el sentido en el cual no se reduce al canibalismo a una acción realmente aberrante e impactante, sádica y morbosa, sangrienta, con una naturaleza deplorable, como lo sería el acto del canibalismo, no ya dentro de un contexto literario, sino dentro del contexto del mundo real.

Desde su punto de vista literario, donde la imaginación vuela, y combina lo posible con lo imposible, en una compleja serie de juegos, fantasías y asociaciones simbólicas, en esta serie de cuentos el canibalismo es despojado de ser una práctica salvaje y criminal, hasta el punto que la misma palabra “canibalismo”, está completamente erradicada de esta serie de pequeñas obras.

En estos relatos, más que de canibalismo, podría hablarse más bien de una especie de fagocitación espiritual, de fusión de cuerpo y alma entre dos sujetos, y, desde entonces, la peyorativa palabra “canibalismo”, ya deja de tener sentido como denominación de un acto espiritual, en el contexto de esta pequeña serie de obras literarias.

El “canibalismo” que se nos aparece en estas páginas, es similar a la fagocitación espiritual, erótica o sentimental, por lo que pierde su connotación salvaje, primitiva, y cruda, siempre dentro del contexto literario en que están escritas.

En estas obras, es la voluntad de su autor sustituir la peyorativa palabra “canibalismo”, por fagocitación oral y espiritual, como un mecanismo espiritual para vencer dos distancias físicas y así unir espiritualmente a dos almas en un mismo cuerpo.

El término utilizado en estos pequeños relatos con respecto a la carne humana destinada a ser comida por seres humanos son la palabra “kai-kai”, que es utilizada de manera indistinta, tanto en plural como en singular.

El término “kai-kai” es tomado por el autor de estas obras del libro “Cuentos de los Mares del Sur”, del autor norteamericano Jack London, en el cual Jack London utilizó ya este término en dicha obra, pero que el autor de estas páginas no solo le extrae a Jack London su terminología nativa, sino que le transforma y le redimensiona su significado y su connotación, de manera tal, que, en estas páginas, el término “kai-kai”, aparece situado como si se tratara de una extraña especie de comida espiritual o afrodisíaca.

De esta manera, el espiritualismo, el erotismo, la oralidad, el amor, el misticismo, la entrega, el sacrificio por amor, e incluso el sadismo oral, sustituyen en estas páginas, a la negativa y perversa connotación malsana y desagradable, al mismo tiempo, que el escritor Jack London utilizó para su libro “Cuentos de los Mares del Sur, al término “kai-kai”.

LA FIESTA DE TULÚA-LONGA

Esa noche Henry Navana preparaba una deliciosa velada en su plantación de Tulúa-Longa, con especialidades culinarias africanas. Henry y yo nos conocimos en Dar—en—Salaam hace un año y dejamos de vernos en octubre pasado, cuando el Ministerio me envió a la región de Bangalowe que había sido azotada por una sequía.

Terminada mi función en Bangalowe, llegué a Nairobi por el tren transafricano y me dirigí a mi residencia en Lua.

Era un verano demasiado cálido para el gusto europeo. Las temperaturas a la sombra no bajaban de los treinta grados en las horas pico y los ventiladores de mi apartamento no conseguían disipar la calidez del clima.

Había conseguido una licencia de veinte días por parte del Ministerio y en tanto esperaba conseguir un nuevo contrato para fines del verano.

Fue entonces que me llegó la invitación de mi estimado Henry a su plantación en Tulúa-Longa. Estaba dedicada a mí y a nuestro camarada Roberts Lawson.

Tulúa-Longa queda a veinte millas de Ladoa. El trayecto era algo tosco y largo, ya que sus carreteras eran algo intransitables.

Aprecié la invitación cordial de Henry. Nos reuniríamos un grupo de camaradas en su villa y disfrutaríamos una excelente velada con gastronomía nativa. Esto me distraería.

Lamentaba sin embargo su repentina invitación, ya que carecía de un presente digno para agasajar a Henry. No podía ir yo con las manos vacías. No lo había visto a él en un año y se merecía un buen presente. A pesar de no contar con muchas divisas extraje algunos dólares de mi portafolio y me encamine hacia la villa de Roberts.

Roberts Lawson era comerciante local y solía trocar con nativos. La invitación de nuestro camarada Henry nos entusiasmó. Lawson y yo montamos en un gran jeep todoterreno donde él trasladaba parte de su mercadería. Vinos, cueros y hierbas exóticas. Emprendimos la travesía hacia Tulúa-Longa.

El viaje era algo monótono, en la pradera africana. Los neumáticos del jeep avanzaban lentamente. Eran las diez de la mañana y calculamos nuestra llegada hacia la media tarde.

Durante el trayecto, Lawson y yo lamentamos la precipitación de Henry que prácticamente nos obliga a ir con las manos vacías a la fiesta. Su misiva nos llega con tan solo unas horas de anticipación.

—Henry es muy loco. Es impredecible —me dice Lawson—. Algo se le ocurre; algo hace. Su plantación de tabaco rinde muy bien, pese a la sequía. Tiene mucho dinero. Es tremendamente derrochador.

—Aun así, tú y yo seremos agasajados sin enviarle un presente. Henry es de madre europea, pero sus costumbres son africanas. La tradición dice que no se debe ir a un banquete sin agasajar debidamente al anfitrión.

—Tienes razón —aclaró Roberts. Tengo cinco botellas de vino moscato en la parte de atrás, harina, especies y un cuero de venado. Pero esto no es un buen presente. Henry ha preparado una gran velada. Me han contado que trajo vinos de Madagascar, bailes nativos y habrá carne de kai-kai para los invitados.

Por cierto que no será mucha porque los kai-kai son difíciles de adquirir en esta región.

En las últimas celebraciones, se sacrificaron casi la totalidad del stock de la región. Pero al menos habrá algo de whisky y algo de venado para compensar Disfrutaremos del baile y del whisky. Agradeceremos a Henry Navana su hospitalidad con nuestros corazones y eso bastará.

—¡Roberts! —exclamé—. ¿No crees tú que sería una buena idea llevarle a nuestro camarada Henry un buen kai-kai de regalo? Piensa. Uno bueno, fuerte. Lo compraremos por el camino. A Henry le encantará. Lo sacrificaremos al llegar y estará asado a la noche.

Roberts Lawson asintió. Nos desviamos hacia el próximo poblado, y consultamos con algunos contactos. Teleke, traficante de la zona, aseguró que no tenía kai-kai por el momento. Supo tener cuatrocientos en Setiembre pasado pero la demanda de este año fue muy grande y los vendió a todos. Lo mismo les pasaba a sus colegas. No había kai-kai en la región.

Tendríamos que cruzar la montaña e ir a Ruanda donde se vendía kai-kai fresco en abundancia a precio de regalo. Pero esto no nos interesaba.

Necesitábamos un kai-kai en excelente condición ahora mismo. Estábamos cortos de tiempo y se trataba de un regalo para nuestro buen anfitrión. Teleke, ambicioso traficante, entendió nuestra situación y pareció meditar un instante.

—Solo existe un kai-kai que puedo ofrecerles. Se llama Eloísa. Es una kai-kai blanca, joven y bien desarrollada. Carnosa, jugosa, con grasa. Es buena presa.

Tiene 27 años y pesa setenta y cinco quilos. Pura fibra. Ustedes pueden verla. No pensaba venderla. Era para consumo personal...pero teniendo en cuenta la situación, si ustedes están de acuerdo en aceptar el precio ¡Es suya!

Teleke trajo una kai-kai preciosa, de uno setenta de estatura, blanca y de cabellera larga y morocha. Sus muslos y brazos eran tiernos y voluminosos. Su cuerpo era musculoso y rollizo a la vez. Su cabellera era brillante y ondulada y sus dientes estaban sanos.

Estaba bien higienizada y sus mejillas eran saludables. Esa kai-kai era el regalo que le ofreceríamos a Henry. La prepararíamos esta tarde y serviría para el banquete de la noche.

—¿Cuánto quieres por ella, Teleke? Puedo ofrecerte cincuenta dólares.

—Quiero su peso en especies. Tienes de sobra en tu jeep. Es esto o no hay trato.

Roberts meditó un segundo.

—Acepto tu oferta, Teleke —añadió luego.

—Trato hecho.

Teleke fue a traer las pesas y la balanza mientras yo y Roberts permanecimos en el lugar. Lo vi preocupado y le pregunté.

—¿Por qué titubeaste al aceptar? ¿Acaso el precio no es bueno para ti?

—No es eso Willy. El asunto es que la negociación del kai-kai es todo un ritual para los africanos. Es muy formal. El tema es que no se si mis seis bolsas de buena especie llegaran a los setenta o setenta y cinco kilos.

Entonces llegó Teleke y otros servidores. Colocaron a Eloísa en una hamaca cuyas correas la sujetaban y colgaba de una vara flexible. Del otro lado se alzaba una bolsa de lona vacía donde depositaríamos la mercadería.

Un servidor abrió la primera gran bolsa y vertió el contenido en la lona. La vara crujió y la kai-kai se elevó unos centímetros.

—¡Perfecto! —exclamó el traficante satisfecho—. Traigan la siguiente bolsa —prosiguió.

Una a una, los servidores fueron vertiendo el contenido de las bolsas en la lona y la kai-kai tomaba altura haciendo crujir la vara.

Roberts contemplaba la escena preocupado. La kai-kai estaba en lo alto, pero los servidores de Teleke vaciaron la última bolsa. La kai-kai volvió a subir pero la mercadería no llegó al peso indicado. Teleke hizo una muestra de preocupación.

—¡Mal, Mal! Esto no está nada bien. Faltan setenta gramos y a ustedes se les agotó la mercadería. No puedo acceder. No hay trato. No sería bien visto por mis colegas de Norada.