De generación en generación - Anónimo - E-Book

De generación en generación E-Book

Anónimo

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Beschreibung

Esta antología es un pequeño recorrido por los mitos y leyendas de comunidades indígenas que habitaban, y alguna que todavía habitan, en lo que hoy conocemos como América del Sur.

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Anónimo

De generación en generación : leyendas de los pueblos originarios / compilado por Katherine Martinez ; editado por Vanesa Rabotnikof. - 1a ed adaptada. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Editorial Camino al sur, 2018.

64 p. ; 20 x 14 cm. - (Literatubers)

ISBN 978-987-47064-8-5

1. Leyendas. 2. Leyendas Aborígenes. 3. Leyendas Latinoamericanas. I. Martinez, Katherine, comp. II. Rabotnikof, Vanesa, ed. III. Título.

CDD 398.2

© Editorial Camino al Sur, 2018

Guamini 5007 (C1439HAK), Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina

Reservados todos los derechos.

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin permiso escrito de la editorial.

Impreso en la Argentina - Printed in Argentina

Primera edición: Enero de 2018

Idea y dirección editorial: Roxana Zapater

Edición: Katherine Martínez Enciso

Adaptación: Katherine Martínez Enciso

Diseño y diagramación: Estudio Cara o Cruz

Corrección: Vanesa Rabotnikof

Ilustraciones: María Lavezzi

ISBN 978-987-47064-8-5

00 |Introducción a los pueblos originarios

01 |Trentren y Caicai. Argentina

02 |El nacimiento del maíz. Bolivia

03 |Iasá y el origen del arcoíris. Brasil

04 |La doncella Calafate. Chile

05 |La leyenda de Bochica. Colombia

06 |Nunkui y la yuca. Ecuador

07 |La yerba mate. Paraguay

08 |Wakón y los Willcas. Perú

09 |La doncella que se enamoró de la luna. Uruguay

10 |La leyenda de Maichak. Venezuela

Trentren y Caicai

Argentina

Mucho antes de que llegaran los europeos a las tierras que hoy conocemos como América, en el sur del territorio argentino y parte del chileno solo la habitaban los antiguos y verdaderos mapuches. Antú, quien era el sol y a su vez el dios creador, vivía en las alturas junto con su mujer Cuyén, la luna, y sus hijos, reinando sobre el cielo y la tierra.

Antú había creado el cielo, las nubes y cada una de las estrellas. Había hecho correr los ríos y crecer los bosques. Pero lo más importante había sido que, con sus enormes dedos, había sembrado por todas partes a los animales y a los mapuches. Mientras tanto, los dos hijos mayores de Antú y Cuyén crecían. Un día, quisieron ser como su padre, querían crear cosas y gobernar sobre la tierra. Al ver que no podían, comenzaron a criticarlo y a burlarse de él, hasta que un buen día Antú enfureció.

Tomó a sus hijos de los cabellos y los dejó caer desde lo más alto del cielo sobre las cordilleras rocosas. Los cuerpos gigantescos se hundieron en la piedra y se partieron en muchos pedazos. Cuyén, su madre, al observar la pelea que se había desatado entre su esposo y sus hijos, se puso a llorar lágrimas enormes que, de a poco, comenzaron a inundar los profundos agujeros que se habían formado en la cordillera, producto de la caída de estos dos. Así fue como se formaron los lagos vecinos de la provincia argentina de Neuquén: el Lácar y el Lolog.

Después de escuchar los reproches y ver las lágrimas de su esposa, Antú se dio cuenta de lo que su ira había provocado, así que decidió perdonar a sus hijos rebeldes. Entonces, les dio vida a los dos cuerpos despedazados y los transformó en una enorme serpiente con alas. La llamó Caicai, dueña de las aguas, y sería la encargada de cuidar los mares, los lagos y los ríos.

Pero al igual que los dos hijos de Antú, Caicai continuó con la ambición de derrotarlo y dominar, de una vez por todas, el mundo entero. Furiosa, la serpiente se llenaba de odio contra el sol y todos los seres vivos creados por él.

Al darse cuenta de su error, Antú creó otra serpiente, a la que llamó Trentren. Y, antes de dejarla bajar a la tierra, le dijo:

—Tu misión es vigilar a Caicai. Cuando veas que comienza a agitar el agua del lago, debes avisar a los mapuches para que busquen refugio y se pongan a salvo.

Así pasaron muchos años y Trentren, cumpliendo las órdenes de su creador, vigiló día y noche a la serpiente malvada, hasta que un día las aguas empezaron a subir, pues había llegado la hora de la venganza de Caicai.