El Purgatorio - Anonimo - E-Book

El Purgatorio E-Book

Anónimo

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Beschreibung

Este libro ofrece el relato de una revelación particular, anotada con el Magisterio de la Iglesia y las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino y San Roberto Belarmino. El texto se ha organizado en tres partes: En la primera se expone cuál es el fin de las revelaciones particulares. La segunda reúne las enseñanzas de carácter más doctrinal, que forman, de alguna manera, un sintético tratado sobre El Purgatorio. La tercera está dedicada a algunas manifestaciones de las almas del Purgatorio. Se ha obviado todo lo relativo a la vida del autor, quien, por consejo de su director espiritual, ha preferido permanecer en el anonimato.

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ANÓNIMO

EL PURGATORIO

Una revelación particular

Decimosegunda edición

EDICIONES RIALP

MADRID

© 1994, by Editions Saint-Paul, París.

© 2019 de la versión castellana, realizada por Carmen Mazzuchelli López de Ceballos, by Ediciones Rialp, S. A.,

Manuel Uribe 13-15, 28033 Madrid

(www.rialp.com)

Primera edición española: junio 1999

Decimosegunda edición española: noviembre 2019

Con aprobación eclesiástica de Mons Henri Brincard,

Obispo de Puy en Velay, 1994.

Realización ePub: produccioneditorial.com

Cubierta: El Juicio Universal (detalle), Giotto di Bondone, Capilla de los Scrovegni, Padua.

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ISBN: 978-84-321-4071-6

Imagen de cubierta: © Photoaisa. La boca del infierno. De una versión del siglo XII del Comentario al Apocalipsis de Beato de Liébana.

«Hijo, pon el Cielo en tu alma,

el Purgatorio en tu corazón

y la Tierra en tus manos;

es decir, que el Cielo sea el objeto de tu contemplación;

el Purgatorio, el objeto privilegiado de tu oración;

la Tierra, el lugar donde te santificas por tus obras y el cumplimiento de tus deberes de estado.»

ÍNDICE

PORTADA

PORTADA INTERIOR

CRÉDITOS

DEDICATORIA

TABLA DE ABREVIATURAS

PRESENTACIÓN

PRIMERA PARTE. TENER UN CORAZÓN DE NIÑO

Estaba en la cárcel y me visitasteis

Anuncio del Ángel de la guarda

El Ángel de la guarda

Enseñanza del Ángel de la guarda

Unas imágenes para que entiendas

La imaginación al servicio de la inteligencia

La gran esperanza

El sentido de las gracias que recibes

El infierno

¡Oh, Jesús, todo por ellas!

SEGUNDA PARTE. BIENAVENTURADOS LOS LIMPIOS DE CORAZÓN, PORQUE ELLOS VERÁN A DIOS

La misericordia de Dios sobre el Purgatorio

Sobre el misterio del Purgatorio

El fuego de amor del Purgatorio

Las penas del Purgatorio

La Santidad de Dios

Río de misericordia que brotó de la Cruz

El sello de la Cruz está sobre el Purgatorio

Dios ama a las almas del Purgatorio

La aurora del día eterno

Antesala de fuego de la Casa del Padre

Prisionera de la Misericordia y guardada por la Justicia

Visión del Gran Purgatorio

Visión del Purgatorio Mediano

Visión de la Antesala del Cielo

Visión de esperanza y de paz

El estado de las almas del Purgatorio

El ejercicio de la fe en el Purgatorio

El ejercicio de la esperanza en el Purgatorio

El ejercicio de la caridad en el Purgatorio

La oración de las almas del Purgatorio

Un mundo de oración

Un séptuple manantial de alegría y de gozo

Una liturgia eclesial de reparación

En la unidad del Cuerpo Místico

María intercede

Custodia de la verdad

Tesorera y dispensadora de gracias

Los santos y el Purgatorio

Los ángeles y el Purgatorio

Vosotros no sabéis lo que es el Purgatorio

Acelerar por amor la hora del encuentro

TERCERA PARTE. ESTABA EN LA CÁRCEL Y VINISTEIS A VERME

No seáis curiosos

Personas de toda edad y condición

Almas que tienden las manos

Duración e intensidad del Purgatorio

Las alegrías del Purgatorio

Las almas del Purgatorio nos quieren

Creado por el Amor Misericordioso

El juicio particular

Luces sobre el estado de las almas del Purgatorio

En la dulzura de la intimidad de María

Estamos ebrios de esperanza

Estoy salvado porque fui bueno

Que la oracion sea el instrumento de la unidad

Mis limosnas me han salvado

La Santísima Virgen viene a librar a las almas del Purgatorio

Paso al cielo y oración por las benditas almas

Fiesta de la Presentación de la Santísima Virgen en el Templo

NOTA TEOLÓGICA SOBRE EL PURGATORIO

BIBLIOGRAFÍA

PRESENTACIÓN

EL LECTOR SE VERÁ SIN DUDA sorprendido por la claridad y la sobriedad de este relato sobre el Purgatorio, una de cuyas características principales es hacer resaltar el aspecto luminoso de este misterio. Y es particularmente feliz porque «podemos sacar del Purgatorio más consolación que temor» (Cardenal Journet). El Purgatorio es un don del Corazón herido del Cordero, donde la Misericordia envuelve a la Justicia; su contemplación debe ser fuente de acción de gracias y de alabanza; debemos evitarlo, no por temor servil, sino por «agradar a Dios» (Santa Teresa de Lisieux).

Hacemos algunas advertencias sobre este relato:

Para ofrecer a los lectores enseñanzas provechosas para todos, se ha suprimido, con el acuerdo de teólogos entendidos, todo lo que podía desviar la mirada de lo esencial; también se han descartado los pasajes concernientes a la vida personal del autor, el cual, por consejo de su padre espiritual, ha preferido permanecer en el anonimato.

El texto se ha redactado en forma de hojas clasificadas cronológicamente, y para facilitar su comprensión, se ha dividido en tres partes: en la primera se ha reagrupado todo lo que concierne a la meta de las revelaciones particulares y a la manera de sacar provecho de ellas. En la segunda se han unido, según un orden sistemático, las enseñanzas de carácter más doctrinal, que forman de alguna manera un Tratado del Purgatorio. La tercera y última parte está consagrada a algunas manifestaciones de las almas del Purgatorio. El orden seguido no respeta estrictamente la sucesión cronológica del relato, en la medida en que se ha visto a veces claramente la conveniencia de reagrupar comunicaciones sobre algún tema común.

Debido a la profundidad del texto publicado, ha sido indispensable añadir notas para hacer más claros algunos pasajes. Estas notas se inspiran sobre todo en la enseñanza de Santo Tomás de Aquino, en la cual la Iglesia reconoce «la expresión particularmente elevada, completa y fiel, tanto de su Magisterio como del Sensus Fidei de todo el Pueblo de Dios[1]».

Nota sobre las revelaciones particulares

La Iglesia Católica las tiene por posibles, por reales en algunos casos —puesto que ha aprobado algunas—, por relativamente raras y necesariamente sometidas a la Revelación publica (D.A.F.C., art. Revelación, t. 1V, 1928, col. 1008).

A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas «privadas», algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de «mejorar» o «completar» la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia.

La fe cristiana no puede aceptar «revelaciones» que pretenden superar o corregir la Revelación de la que Cristo es la plenitud. Es el caso de ciertas religiones no cristianas y también de ciertas sectas recientes que se fundan en semejantes «revelaciones»[2].

Estas revelaciones particulares no añaden nada al depósito de la fe, cerrado con la muerte del último Apóstol. En efecto, «Quien nos ha dado a Su Hijo, que es La Palabra, no tiene otra Palabra que darnos: Nos ha dicho todo a la vez y de una vez para siempre en esta Única Palabra[3]. Las revelaciones particulares se dividen en revelaciones privadas, destinadas a un solo creyente, y revelaciones públicas, concernientes a la vida de la Iglesia[4]. Las revelaciones públicas son útiles para instruir a los fieles sobre lo que tienen que hacer «según sea necesario para la salvación de los elegidos[5]».

La Iglesia no las aprueba hasta haberlas examinado atentamente: se asegura sobre todo de la objetividad de los hechos y de la conveniencia de los mensajes dentro de la Revelación general; de hecho, aunque sean aprobadas, no son objeto de la fe; de todos modos, estas «revelaciones, cuando son divinas, obligan a aquellos a quienes les son hechas y a los que tienen por cierta su verdad histórica y teologal» (D.A.F.C., art. cit.). Sobre estas revelaciones privadas «se impone la prudencia, pero no la depreciación sistemática ni el escepticismo burlón[6]».

[1] Carta de Pablo VI al Padre General de los Dominicos: Tomás de Aquino, Luz de la Iglesia y del mundo, 20.11.1974, n. 22.

[2] CCE n. 67.

[3] San Juan de la Cruz, Subida al Monte Carmelo. II, 20 en «Obras Espirituales».

[4] Cf. René Laurentín, «Fonction et statut des apparitions», en Vraies et fausses apparitions dans l’Eglise, Lethielleux, 1976, pág. 163.

[5] Santo Tomás de Aquino, S. T., IIa, IIae, Q. 174-176.

[6] René Laurentin, op. cit., pág. 163.

PRIMERA PARTE.

Tener un corazón de niño

¡Oh Amor!, ¿qué se puede decir de Ti?

Quien te siente, no te comprende;

quien quiere comprenderte, no puede conocerte.

¡Oh fuego de Amor!, ¿qué haces en este hombre?

Tú le purificas como el fuego purifica el oro,

y después le conduces contigo a la patria,

a este fin para el cual le has creado.

SANTA CATALINA DE GÉNOVA,

Tratado sobre el Purgatorio, Diálogo III

Estaba en la cárcel y me visitasteis

La voz de Jesús se hizo oír en mi alma, muy claramente, muy íntimamente:

Quiero que se rece por estas benditas almas del Purgatorio,

ya que mi divino Corazón arde de amor por ellas.

¡Deseo ardientemente su liberación,

para poder unirlas a mí por fin totalmente!

Reza por ellas, y escribe

todo lo que te sea revelado.

No te olvides de mis palabras:

«Estaba en la cárcel y me habéis visitado».

Aplícalas a estas benditas almas: es a Mí a quien visitas en ellas,

con tus oraciones y tus obras en su favor y por sus intenciónes.

Mira su perfección, que debe servirte de enseñanza:

sufriendo las penas más terribles,

no miran, sin embargo, sus tormentos,

ya que están totalmente abandonadas a mi Amor y a la Voluntad de mi Padre.

Su única preocupación es nuestra Gloria.

Aprende de estas almas santas la pureza del amor

que mira solamente hacia mi Corazón. Quédate en paz, hijo mío, y haz lo que te pido.

¡Qué magnífica enseñanza, qué consuelo y qué paz! Dios mío, dame la gracia de una obediencia radical, confiada, perfecta, que me haga no sólo cumplir, sino adelantarme a tus deseos. Señor, dame luz, dame la fuerza de serte fiel.

Anuncio del Ángel de la guarda

Durante la oración de la mañana, mientras rezaba por las almas del Purgatorio, mi Ángel de la guarda se manifestó a mi alma y lo hizo, de manera totalmente interior, al oír el saludo habitual: «¡Alabado sea Jesucristo!» Me incliné para responder, y el Ángel me inspiro levantar la cabeza para recibir la señal de la Cruz, que trazó sobre mi frente. Podía contemplarle, mensajero del Amor divino aureolado de luz, y mi alma estaba en una gran paz, en un gozo profundo. Su cara resplandecía, y me miraba con dulzura y gravedad. A la vista de su cinturón de color morado sobre su túnica blanca, comprendí lo que el Señor quería de mí: oración y penitencia.

Me hizo entender cómo nos ama el Señor, y de qué modo desea descubrir a cada alma las maravillas de su Amor. Jesús quiere desde ahora, de manera más particular, invitarme a la luz de Su Corazón, al descubrimiento y a la contemplación del misterio del Purgatorio. Sentí una ligera angustia, pero el Ángel me tranquilizo diciéndome:

No tengas pena ni miedo,

el Purgatorio es un misterio de amor

y misericordia,

y al descubrirlo tu alma se sentirá llamada

a un amor más grande hacia el Señor.

El conocimiento del Purgatorio te aportará

grandes gracias de santificación;

te permitirá ensanchar tu caridad

y entrar más profundamente

en la Pura Voluntad de Dios.

Estoy a tu lado para sostenerte,

no tengas miedo.

En efecto, ¿no está el Ángel a nuestro lado para sostenernos, guardarnos e iluminar nuestra alma? No tenía nada que temer, sólo disponerme y entregarme a la Pura Voluntad de Dios ¡Qué poco importa el resto! Así se lo dije al Ángel, pidiéndole que me ayudara y me enseñara a cumplir siempre mejor lo que el Señor desea de mí. Que Jesús disponga de mí según lo que quiere, ya que es tan bueno que no nos desvela más que progresivamente sus planes sobre nosotros. Sabe bien que nuestra debilidad no podría soportar una confrontación inmediata y total a las exigencias del Amor Divino... Sólo con la ayuda de la gracia y con un conocimiento progresivo, ella los admite, ya que nuestra naturaleza tiene que ser purificada sin cesar. Y el Ángel prosiguió:

El Purgatorio es un gran misterio.

Aprenderás y descubrirás pronto muchas cosas:

algunas serán muy bellas y consoladoras,

otras te parecerán terribles.

Sin embargo, no olvides nunca que,

por rudo y doloroso que te parezca el Purgatorio,

es un misterio tanto de justicia

como de misericordia:

es sobre todo un don gratuito del Amor.

Pase lo que pase, queda en paz.

Tendrás que sufrir mucho

para aprender a amar mucho.

Sabes que Jesús quiere elevarte cada vez más,

de conocimiento en conocimiento,

de amor en amor,

hasta su Corazón Eucarístico,

fuente de todo amor[1].

Entonces el Ángel desapareció de mi vista interior. Permanecí en una gran paz a pesar de estas palabras tan serias. Pero la perspectiva de tener que escribir todo eso me atormentaba; ¡otro efecto de esta terrible voluntad propia, que nos frena sin cesar en nuestra marcha hacia el Único Bien!

El Ángel de la guarda[2]

Recibo durante la oración luces puramente interiores e intelectuales, pero mi santo Ángel de la guarda interviene algunas veces, de manera directa, para hacerme algunas precisiones, y sobre todo, para ayudarme en la formalización de la realidades misteriosas que mi inteligencia capta. Percibo la presencia luminosa del Ángel de una manera distinta, con los ojos del alma; es una imagen, desde luego, puesto que no tiene cuerpo[3] y no aparece perceptible a la mirada exterior; pero es una imagen tan clara, tan precisa, tan evidente que no puedo dudar de la presencia de quien la utiliza para comunicarse conmigo. Es la presencia, no la imagen, lo importante, la comunicación establecida entre el alma y lo divino. Dios es dueño de sus dones y los utiliza para su gloria y nuestra santificación, para estimular en nosotros la fe, la esperanza y la caridad.

El Ángel aparece casi siempre de forma inesperada. Sería muy peligroso implicar la imaginación en un deseo ardiente de ver y de entender. A Dios gracias, la obediencia a mi Padre espiritual, y también el miedo que suscitaban en mí al principio las intervenciones del Ángel, me han permitido evitar este escollo. La visión del Ángel, asentándose en la imaginación, encubre de alguna manera la visión intelectual y enriquece la memoria. Nunca he tenido una visión imaginaria que no haya ido precedida de una visión intelectual de la misma realidad, ya que el papel de la visión imaginaria es secundario, no hace más que comunicar a los poderes inferiores (imaginación, memoria, entendimiento) aquello que son incapaces de percibir de las realidades sobrenaturales.

Las enseñanzas del Ángel son antes que todo una llamada a la oración y a una constante purificación interior. Llenan el alma de paz, de dulzura, enardeciéndola de amor y poniéndola ante su Dios en un estado de humildad que aumenta sin cesar. ¡Dios quiera que esta humildad y este amor, tan efectivo durante la visión, puedan prolongarse después en la vida diaria! Ahí está la meta....

Enseñanza del Ángel de la guarda

Cuando estaba yo meditando sobre las ultimás gracias recibidas, mi Ángel se manifestó a mi visión interior en una luz muy viva. Eso me asustó al principio, como siempre. Él trazó pausadamente una cruz sobre mi frente, y me dijo con seriedad:

Hijo mío, escúchame, y acuérdate bien

de todo lo que te digo,

El Altísimo permitirá que algunas almas

que están todavía en el Purgatorio

se te manifiesten misteriosamente.

Tú no tienes nada que temer,

sólo has de humillarte profundamente

ante la Majestad Divina,

y ponerte al servicio del Señor.

Estas benditas almas no pueden venir a ti

sin un permiso divino,

y ellas nunca te harán daño, más bien al contrario.

Estas palabras me asustaron todavía más. Pregunté al Ángel cómo podría yo discernir entre la verdad y las eventuales ilusiones —ya que la imaginación trabaja a veces demasiado—, o los prodigios o manifestaciones de origen diabólico, el demonio esforzándose siempre por hundir las almas en la incertidumbre, la duda o el error. Le pregunté también si estas manifestaciones eran indispensables. Me respondió con bondad:

Si el Altísimo actúa así contigo,

es por tu bien y por el de la Iglesia;

se sirve de ti como de un canal:

en ti está saber transmitir el agua a tus hermanos

sin retenerla celosamente para ti.

Tu alma debe estar en una triple disposición:

total sumisión a la Pura Voluntad de Dios,

una profunda humildad

en presencia de estas benditas almas,

obediencia radical: confianza en tu Padre.

Dios es Amor:

si permite que tengas estas gracias,

es para tu santificación,

para abrir tu alma hacia su amor infinito,

para ensancharla en el amor

a todos tus hermanos,

para purificarte en la Cruz de Jesucristo

Estas gracias serán para ti

ocasión de sufrimientos,

así como de profundas alegrías espirituales.

Ofrece todo por estas benditas almas,

para glorificar la Misericordia de Dios.

Asentí en silencio, estaba orando. Enseguida prosiguió el Ángel:

Cuando venga alguna de estas benditas almas,

la saludarás en el nombre de Jesús;

te contestará siempre o mediante un signo

o hablando.

Algunas almas no podrán hablarte,

ya que están en el Gran Purgatorio;

ellas no te pueden ver,

Dios las muestra a los ojos de tu alma

para que reces por ellas.

A veces, sin embargo, podrán contestar a tu saludo

«Laudemus Dominum»

y santiguarse al llegar cerca de ti.

Pide siempre un signo, no es temeridad

sino prudencia.

Nunca preguntes a un alma,

sólo Dios es el Maestro de lo que te dirán,

si te lo deben decir.

Mira, en estas gracias del Purgatorio

solamente se te pide una cosa:

amar, y, en consecuencia, orar, que es lo mismo.

Si el Señor abre el Purgatorio a tu vista interior,

es para estimular en ti el amor.

Si quiere que escribas,

es para suscitar el amor en las almas.

Todo, todo esta encaminado a una sola cosa:

el amor.

Mi alma estaba en una paz muy grande. Le di las gracias al Ángel, que me animó con un gesto y concluyó:

¡Si supierais quién es el Amor!

El Amor es don de Dios

porque es Dios que se da a vosotros.

Vuelve a leer estos pasajes de la Escritura:

«Dios es amor,

y quien mora en el amor mora en Dios,

y Dios mora en él».

Lee a menudo este versículo;

te dará fuerza, alegría y paz.

Si supierais que sois hijos de Dios,

si estuvierais convencidos

de que sois verdaderamente

los hijos del Amor Infinito!

¡Dejad que Dios venga a vosotros,

dejad al Amor establecerse en vosotros,

comunicarse con vosotros,

derramarse como un río de fuego

que abrase todo el universo!

¡Sed portadores de este fuego de amor,

de esta luz!

Dios es amor… Dios es amor… Dios es amor…

Al decir estas palabras, el Ángel estaba resplandeciente, como elevado en éxtasis, deslumbrante, contemplando la faz de este Amor infinito. Yo veía reflejadas en él las manifestaciones del Amor divino y, sin darme cuenta, me puse de rodillas ante esta oración del Ángel. No puede uno imaginarse lo que es: mi alma estaba arrebatada a la vista de este coloquio de amor entre el Amor y su mensajero, se sentía asociada a ese intercambio de amor, que era suave e inefable; al mismo tiempo que cantaba el Amor divino, el Ángel me comunicaba ese amor; no puedo explicarlo. De todos modos, perdí el uso de todos mis sentidos, interiores y exteriores, y mi alma fue sumergida en el Amor.

Unas imágenes para que entiendas

Durante la tarde, estuve preguntándome algo que me extrañaba: ¿qué era lo que ocurría para que pudiera percibir tantas cosas que tenían que ver con este gran misterio del Purgatorio? ¿Y por qué bajo estas formas tan notables? Al momento se manifestó mi Ángel a la vista de mi alma, radiante y sonriente. La preciosa cruz de color púrpura que adorna su traje resplandecía sobre su pecho. Él puso su mano sobre mi brazo y me dijo con dulzura:

Hijo mío, eso son imágenes

destinadas a hacerte entender

realidades espirituales

donde no podrías penetrar sin esta ayuda.

El Todopoderoso quiere servirse de todas las

riquezas de tu imaginación

para enseñarte y hacerte entrar siempre más

profundamente en estos misterios.

Estas explicaciones me causaron una gran sorpresa, y mi alma, no sé por qué, se angustió. «Si todo eso es imaginación, es ilusión», pensaba yo. Empezó a atenazarme el miedo. Entonces el Ángel me habló con bondad:

No, hijo mío, no son ilusiones.

¿Desde cuándo son las visiones imaginarias una

/ilusión?

Son sencillamente un modo de conocimiento

que el Señor concede a las almas;

e importa ante todo no deformarlas,

ni adornarlas o arreglarlas

según industrias humanas.

Por eso te pido siempre

que anotes todo lo que has visto y oído,

y que lo hagas enseguida

después de haber recibido estas gracias:

no hay que dejar pasar el tiempo,

por miedo a que pensamientos humanos

vengan a mezclarse con el don de Dios.

Quédate en la paz de Jesucristo.

Dicho esto, sonrió y desapareció de golpe. Mi alma se quedó tranquila y apaciguada.

La imaginación al servicio de la inteligencia

Cuando estaba trabajando en el jardín, mi Ángel de la guarda se mostró a mi vista interior, en una luz deslumbrante, tan viva que trastornaba todo, tirando de mí con fuerza y quitando de mi vista todo lo que no estaba en ella. Entonces me dijo: «¡Alabado sea Jesucristo!»

Pero fue tal la sorpresa que me quedé con la boca abierta, mientras intentaba convencerme de que no era más que una ilusión. Entonces, sin decir nada, el Ángel se me acercó y con su pulgar trazó sobre mi frente la señal de la cruz. Siempre lo hace, pero esta vez fue verdaderamente especial: apoyó tan fuerte que me sobresalté. Prosiguió con voz tranquila:

¿Desde cuándo las visiones imaginarias son

/ilusión?

Mi confusión era tan grande que me quedé allí sin decir nada; la cruz sobre mi frente me dolía. Por lo menos, esa sensación no era una ilusión. El Ángel prosiguió con gravedad:

Bueno, tengo que explicarte

qué es una visión imaginaria;

y tú lo escribirás, y lo volverás a leer

en ocasiones;

también se lo transmitirás a tu Padre espiritual.

¡Dios mío! Así es como yo quería sustraerme a vuestra voluntad; pero en vuestra infinita ternura hacia mí, me habéis enviado a vuestro Ángel y por su boca me recordáis que no es mi voluntad la que cuenta, sino la vuestra. Qué miserable soy…

Entonces le dije al Ángel, que oraba en silencio mientras levantaba mi alma hacia el Señor:

¡Alabado sea Jesucristo!

¡Ángel santísimo, sed para mí portador de la Luz

y del Amor infinito de Dios,

al que tenéis la gracia de contemplar sin cesar!

Al oír estas palabras, que habían salido más de mi corazón que de mi boca, y bajo el efecto de un profundo impulso interior, mi Ángel, todavía más resplandeciente de luz, se prosternó profundamente, con el rostro entre sus manos, diciendo:

¡Adoración, alabanza, honor y gloria

a nuestro Dios tres veces Santo,

nuestro Creador y vuestro Padre!

Después se levantó lentamente, cruzó las manos sobre el pecho y prosiguió con su enseñanza:

Ver y comprender, en Dios, son una misma cosa.

Las visiones imaginarias no son más que un medio

concedido al alma por el Señor,

que le hace comprender lo que tiene que conocer.

Dios infunde una luz en la inteligencia,

y el alma percibe esta luz como visión intelectual.

No puede expresarlo a menudo

ni traducirlo en una comunicación

que otras almas podrían recibir

como una relación,

o ver como una enseñanza.

Ocurre entonces que el Señor

quiere dar la posibilidad de que esta luz

—infusa en la inteligencia y percibida por el alma

como visión intelectual—

sea comprendida y comunicada.

Entonces Él mismo traza en la imaginación

imágenes que convierten esta luz

en fuerzas sensibles

que el alma puede contemplar y describir:

no es la visión imaginaria;

ya ves que no tiene nada de un fantasma.

Yo escuchaba esta explicación con mucho interés y atención. Pedí a mi Ángel que me explicara de qué modo él mismo resultaba perceptible para mi vista interior. Me dijo esto:

Los ángeles, como sabes, no tenemos cuerpo,

por lo que no podéis vernos como realmente somos;

también nos manifestamos como imágenes

perceptibles a vuestros sentidos interiores,

imágenes que recubren y manifiestan

de alguna manera

nuestra presencia cerca de vosotros.

Los Santos se manifiestan de esta misma forma,

y las pobres almas del Purgatorio.

Vuestros ojos no pueden verlas,

y sin embargo existen en la realidad.

Cuando el Señor quiere que se os aparezcan,

infunde en vuestra inteligencia

la profunda realidad de su presencia entre vosotros,

y hace que se manifieste esta presencia

de manera sensible

imprimiendo en vuestra imaginación su imagen.

En vuestra vida espiritual

importa mucho que vuestra imaginación

sea constantemente purificada y domada:

debe ser la sirvienta de la inteligencia.

Pero la imaginación es una vagabunda,

y encuentra muy a menudo

una cómplice en la memoria:

la memoria es una golosa, que se traga

todo lo que la imaginación le presenta

después de que ésta lo haya recogido

de aquí o de allí.

Estas dos potencias son muy versátiles,

les encanta trabajar con independencia

de la voluntad

y de la inteligencia.

¡Sin embargo, deben someterse!

Cuando tengas visiones de este tipo,

solamente les harás caso

si te aportan luces que te permiten

entender mejor lo que el Señor te da

en una visión intelectual.

Dios da estas gracias

para el crecimiento del alma

en el conocimiento y el amor;

no hay que sobrestimarlas,

pero sería temerario despreciarlas:

son un don de Dios.

Mira siempre al Donante:

el don que te regala en su misericordia

debe siempre hacerte volver a Él.

Tras terminar su enseñanza, el Ángel cruzó sus manos lentamente y las colocó sobre la cruz que adorna su túnica de luz. Se inclinó en una silenciosa adoración a Dios, y desapareció de mi vista interior.

La gran esperanza

Oración de la noche. Mi alma se hallaba totalmente absorbida por la contemplación del misterio del Corazón Eucarístico de Jesús, cuando de repente vi una multitud de personas que parecían estar sumergidas en un gran fuego; oraban intensamente. Entendí que me mostraban las almas del Purgatorio… Luego el Señor hizo oír su voz en mi alma:

Hijo, reza por estas almas,

a fin de adelantar el momento

en el cual estarán perfectamente unidas a Mí.

Su unión en este tiempo de Purgatorio

esta sólo en el deseo que tienen de Mí,

deseo que las quema como un fuego.

Sus oraciones son esperanza, ya que es allí,

en el Purgatorio,

donde esa virtud se desarrolla

en su pureza y perfección.

El Purgatorio es la gran Misericordia

de mi Corazón Eucarístico.

La mayor purificación para un alma

es el deseo que tiene de Mí,

deseo que mi Corazón Eucarístico

enciende en vuestros corazones:

es todo esperanza

cuando lo pongo en vuestras almas.

En este tiempo que viene,

el fuego quemará a muchas almas,

por el deseo de poseerme que pondré en ellas.

Mi Iglesia conocerá esta quemadura

de deseo de Mí,

y las almas aprenderán la esperanza

pasando por esta prueba de amor...

El Señor tocó entonces mi alma con un dardo de fuego brillante nacido de su divino Corazón, y mientras desfallecía bajo la suave quemadura —como una flecha de fuego—, me dijo con una dulzura infinita:

¡Oh pequeña alma!, quiero abrasarte

con este deseo,

porque este deseo que tienes de Mí

me llama a unirme contigo.

No puedo describir la ebriedad, las delicias que colmaron entonces mi alma: estaba como sumergida en el amor del Corazón Eucarístico, el divino Corazón de Jesús; sufriendo cruelmente por no poder amarle a la perfección, y sin embargo, colmada de una felicidad inefable. ¡Qué felicidad entonces! ¡Oh, Amor infinito!

El sentido de las gracias que recibes

Al terminar las oraciones de la tarde, vi aparecer ante mí a mi santo Ángel de la guarda. Una cruz de fuego rojo adorna su túnica, con un brillo insostenible, rojo vivo como la sangre. Comprendo que debo intensificar mi pobre oración y prepararme para nuevos sufrimientos. Me dice:

¡Alabado sea Jesucristo!

Uno muy próximo a ti esta todavía

en el Purgatorio,

reza y pide que recen por su liberación;

lo desea vivamente la Santísima Virgen.

Si ella pudiera, vaciaría todo el Purgatorio

de una sola vez,

Si rezáis y ofrecéis sacrificios,

esta alma será liberada el Viernes Santo.

Estas palabras me turbaron, eso me parece tan cercano y tan lejano a la vez que no sé qué decir. Pero es que el tiempo no existe después de la muerte, bueno, no como lo entendemos aquí. Es verdaderamente otra cosa[4]. Pregunto al Ángel si este hombre tiene mucho que sufrir y que hacer. El Ángel me contesta:

Sí, sufre mucho, cada vez más,

porque esta cerca de su liberación.

Pero es un sufrimiento de amor, ya lo sabes.

Reza, ofrece tus misas por él,

di a menudo la oración

«Oh, mi amado y buen Jesús»,

especialmente después de comulgar.

¡Sobre todo haz penitencia!

El ayuno y la penitencia son grandes recursos

para las benditas almas del Purgatorio.

Pero para estas mortificaciones

debes pedir la autorización de tu Padre…

Mortifica tus sentidos,

sobre todo los ojos y la lengua,

ya que Dios necesita de almas interiorizadas

y silenciosas.

Guarda tus penas y tristezas sólo para Jesús,

no se las digas más que a Él.

No causes pesar a tus hermanos,

debes ser un alma de alegría en la cruz.

Y ya que conoces las faltas de esta alma,

repara ejerciendo las virtudes que les son opuestas,

que les serían inversas, si puedo decir…

Veo a esta persona en unas llamas claras. Les digo a mi Ángel y a esta persona que a veces no sé qué hacer, porque tengo miedo de equivocarme, de ser víctima de mi imaginación. El Ángel me mira muy severamente, y también esta persona, que me dice con firmeza:

¡Bueno! Sabes lo que tienes que hacer.

Debes amar mucho, orar mucho,

callar sobre los dones de Dios,

y ante todo, mantenerte

en la obediencia a tu Padre.

¡No cedas al desaliento!

Que tu desgana no nos sea perjudicial;

necesitamos vuestras oraciones, vuestro socorro,

para nosotros mismos, pero sobre todo para Dios.

Ya que es un deber para vosotros,

eso glorifica al Señor.

Esta amonestación me sacudió y me tranquilizó al mismo tiempo. Y la persona prosiguió con mucha firmeza y dulzura:

No debes preguntar nada:

Dios sabe lo que hace en ti…

Entrégate, y deja que haga en ti por su gracia

lo que quiere.

Te da estas gracias para que las comuniques

a la Santa Iglesia.

Dios quiere servirse de eso para el bien,

para despertar almas adormecidas,

para recordar a los hombres

encerrados en el egoísmo

que sus vidas no se terminan aquí en la tierra,

sino que se desarrollan plenamente

después de la muerte corporal.

Actualmente poco se piensa en el Purgatorio,

se duda casi de su existencia,

como de la del infierno;

¡a ti, te toca decir que el Cielo, el Purgatorio

y el infierno existen!

¡Sí, el infierno existe, el infierno existe,

y desgraciadamente no esta vacío!

Durante un segundo me fue mostrado este misterio del infierno. Creí morir de la impresión. No digo nada más. Mi Ángel me sostuvo, y el alma continuó hablando:

Dios, que es todo Bondad,

ha querido sin embargo dar a conocer

este gran misterio del Purgatorio de su amor.

Varios santos, instruidos por la Sabiduría divina

y colmados de las luces de su Verdad,

han enseñado y escrito

sobre este misterio de amor,

para glorificar al Señor en su misericordia,

para alumbrar las almas y avisarlas,

para suscitar en la Santa Iglesia más oraciones

y sufragios en nuestro favor.

Esa persona se calló, levantó radiante los ojos al Cielo, y siguió diciendo, con tono grave:

Escucha bien lo que te digo.

Es la razón misma de las gracias que recibes,

Dios te las da a manos llenas,

a pesar de tu indignidad,

porque se ha apiadado de tu miseria.

La contemplación de este gran misterio,

la consideración de la misericordia

y de la justicia de Dios,

la meditación de las realidades últimas,

deben ser para vosotros una escuela y un ejemplo,

ya que vuestro deber es esforzaros para ser santos,

prepararos para entrar en la Casa de Dios

al morir aquí abajo.

Es para estimularte y estimular a las almas

a la santidad,

para lo que se te dan todas estas gracias,

para lo que se te dan en abundancia

estas enseñanzas.

Sí, debéis ser santos:

Dios os quiere santos,