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Esencialismo se convirtió rápidamente en un bestseller y fue traducido a varios idiomas. Su autor, Greg McKeown, expone de una manera didáctica y amena cómo enfocar toda la energía en las actividades esenciales eliminando lo trivial, cómo lograr mejores resultados haciendo menos esfuerzo y cómo aprender a decir que no, de manera elegante cuando hace falta. Más allá de las estrategias que ofrece el libro, el concepto basado en el "esencialismo" propone una disciplina efectiva para construir una vida realmente centrada y despejada; tanto en lo personal como en los negocios.
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Seitenzahl: 43
Veröffentlichungsjahr: 2015
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La base del esencialismo se relaciona con hacer menos cosas o actividades: las correctas, las justas, las esenciales. Supone tomar el control de nuestras decisiones y de cómo utilizamos el tiempo, supone una manera de establecer prioridades y de distinguir entre lo que importa y lo que no. Según el autor, Greg McKeown: “Es un método disciplinado y sistemático para determinar cuál es nuestro punto más alto de contribución, y lograr que la ejecución de esas cosas se realice casi sin esfuerzo”1.
A lo largo del libro, McKeown se refiere a cómo piensa y actúa el esencialista, y lo contrapone con el no-esencialista, su contracara. El libro consta de cuatro partes. La primera parte describe el núcleo de la mentalidad esencialista a través de tres ejes: las elecciones que tomamos, el discernimiento acerca de qué es importante y las concesiones que otorgamos. Los tres apartados siguientes desarrollan el modo en que esa mentalidad se traduce en un método sistemático de acción: explorar, eliminar y ejecutar.
El “camino del esencialista” supone focalizar la energía en las actividades significativas siguiendo el lema “menos pero mejor”. Greg McKeown da el ejemplo de un ejecutivo de Silicon Valley que se encontró sumamente incómodo con su trabajo luego de que una empresa más grande absorbiera la compañía para la que trabajaba. Para ser condescendiente y “buen empleado”, aceptaba demasiadas tareas. Sus días estaban tan cargados de reuniones y actividades que su trabajo empezó a ser por un lado frustrante y estresante, y por otro lado poco efectivo. Luego de que uno de sus mentores le aconsejara que hiciera sólo las actividades que haría un consultor, empezó a responder negativamente a los requerimientos que, con el tiempo y los recursos dados, no podía cumplir, o bien a aquellos que no consideraba realmente importantes. Aunque difícil al principio, con el tiempo comprobó que sus pares y jefes lo respetaban más, que su trabajo era mucho más efectivo y que había recuperado tiempo para estar con su familia.
Cuando dispersamos nuestro tiempo y energía en muchas actividades diferentes podemos hacer un progreso muy pequeño en distintas direcciones. El esencialista busca aquellas actividades “importantes” o “esenciales”, y dedica a ellas su tiempo y energía; el progreso, al ser en un solo sentido, es mucho mayor.
McKeown describe la “paradoja del éxito” en cuatro fases. Cuando tenemos un propósito claro, tenemos éxito. Ello nos lleva a ganarnos una reputación, y a tener más opciones y oportunidades. Ello, a su vez, nos lleva a disipar nuestra energía. Por último, perdemos el foco y nos alejamos de nuestro “punto de contribución más alto”.
En la actualidad, el “no-esencialismo” tiende a crecer por variables tales como el aumento de opciones, la presión social ligada a la conectividad y la idea de que podemos tener todo y hacer todo.
El autor describe una situación personal en la que se detuvo a pensar qué haría si pudiera hacer solamente una cosa, y tomó notas de todo lo que cruzaba por su cabeza. Su primera sorpresa fue advertir que el Derecho, la carrera que estudiaba, no figuraba en el papel.
Las elecciones son acciones, cosas que hacemos de modo activo. Existe un aspecto externo de las elecciones, sobre el cual no tenemos control, y una capacidad inherente al ser humano de elegir. Muchas veces olvidamos esta capacidad y emprendemos el camino del no-esencialista.
“Convertirse en esencialista requiere una conciencia ampliada de nuestra capacidad de elegir. Necesitamos reconocerlo como un poder invencible dentro nuestro, con una existencia separada y distinguible de cualquier otra cosa, persona o fuerza”2.
El no-esencialista dice “debo” y “pierde su derecho a elegir”. El esencialista dice “elijo”, y “ejercita el poder de la elección”3.
En este apartado, el autor aborda la cuestión de cómo, desde pequeños, nos enseñan que el trabajo duro da buenos resultados, que la productividad tiene su recompensa, etcétera, y se pregunta si acaso no existe un punto en el que hacer menos produce mejores resultados. Cabe aclarara que hacer menos no implica pensar menos, sino todo lo contrario: pensar más, para luego hacer menos.
Para ilustrar el lema “menos pero mejor”, el autor propone el ejemplo del chef Ferran Adrià y su restaurante El Bulli. El chef no sólo reducía los platos a su “esencia”, sino que reducía también en el mismo sentido su modo de trabajo: pese a tener miles de reservas, El Bulli sólo estaba abierto seis meses al año y tenía una capacidad limitada a cincuenta comensales.
Según McKeown, el no-esencialista piensa que casi todo es esencial y ve las oportunidades como equivalentes. El esencialista, en cambio, piensa que casi nada es esencial y “distingue lo poco vital de lo mucho trivial”4.
McKeown afirma que en el mundo en el que vivimos la mayor parte de las cosas carecen de importancia y sólo una pequeña porción tiene un valor excepcional. En este sentido, destaca la importancia de evaluar las opciones con detenimiento y de invertir tiempo y pensamiento en las elecciones que tomamos, ya que con ello se reduce nuestro esfuerzo posterior. Para poner en práctica la destreza de distinguir entre lo que en verdad importa y todo lo demás, el autor sugiere empezar por un nivel básico: aplicar el concepto en algún aspecto acotado de nuestras vidas, y luego ampliar el área hasta hacer que abarque todo lo que nos rodea.