Hermes Peña Torres. Un joven de su tiempo - José Luis Méndez Méndez - E-Book

Hermes Peña Torres. Un joven de su tiempo E-Book

José Luis Méndez Méndez

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Beschreibung

Una misión difícil, casi imposible, lo fue el hallazgo y repatriación, a solicitud de sus familiares, de los restos desaparecidos del combatiente internacionalista cubano, Hermes Peña Torres, muerto en combate en tierras argentinas en el año 1964. El autor de la presente obra José Luis Méndez Méndez, participante y jefe de la misión, detalla, en la primera parte del libro, los avatares de la búsqueda. La magia de la narración radica en que el lector, gracias a la manera desenfadada en que están descritos los acontecimientos, se vincula muy rápido a la trama y se constituye en partícipe de la inusitada tarea como un miembro más, lo cual le hace sentir alegría con los logros y ansiedad ante los fracasos. La segunda parte de la obra está dedicada a la historia en sí del combatiente cubano, sus orígenes campesino y de guerrillero en la Sierra Maestra y sus vínculos con el Che, que se constituyó en su paradigma que lo llevó a luchar hasta las lejanas tierras argentinas por la libertad y dignidad plena de los hombres, hasta su muerte en combate en abril de 1964.

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Seitenzahl: 381

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Página Legal

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Edición y corrección:

Ana T. Molina Álvarez

Diseño y realización de cubierta e interior:

Francy Espinosa González

© José Luis Méndez Méndez

© Sobre la presente edición:

Editorial Capitán San Luis, 2024

ISBN: 9789592116634

Editorial Capitán San Luis.

Calle 38 no. 4717 entre 40 y 47, Kohly,

Playa, La Habana, Cuba.

Email:direccion@ecsanluis.rem.cu

www.capitansanluis.cu

www.facebook.com/editorialcapitansanluis

Sin la autorización previa de esta Editorial queda terminantemente prohibida lareproducción parcial o total de esta obra, incluido el diseño de cubierta, o transmitirlade cualquier forma o por cualquier medio.

Índice
Página Legal
Agradecimiento eterno
Reconocimientos
Prólogo
Palabras al lector
PARTE I
Una deuda histórica La patria no abandona a sus hijos
Una solidaria familia chaqueña
Salta, la linda, espera
Una aguja en el pajar
El hotel Regidor
Una chaqueña en San Ramón
Se abren las puertas de la ciudad
Se alinean los planetas
La gendarmería llega a conclusiones
Leyendas rurales y urbanas
Un desconocido en Zárate
El cementerio responde preguntas
El día “D”
Se inicia una nueva etapa
Galenos improvisados
La víspera
Hermes no está en el cementerio
El pasajero 46
Camino a casa. Una habitación para tres: piso 6
Hermes es quien dice ser
Testimonio gráfico
PARTE II
ORIGEN, FRAGUA Y CAMINO HACIA LA GLORIA
Hermes, un joven de su tiempo
La Operación Segundo Sombra
El inicio
El comienzo del fin
El aciago día…
El duelo, la muerte. Un encuentro en Coronel Moldes
La muerte según Rosas
Otras versiones
La CIA toma conocimiento. Días de furia
Testimonio gráfico
Epílogo
Fuentes testimoniales
Bibliografía consultada
Resúmenes de noticias en publicaciones argentinas y cubanas
Diario Clarín
Diario La Nación
Periódico Marcha
Revista Primera Plana
Fotocopia de artículos del Diario El Tribuno, Año XIV, Salta, República de Argentina
Propuesta
Resúmenes de noticias de publicaciones cubanas
Archivos cubanos
Anexos
Anexo 1
Anexo 2
Anexo 3
Anexo 4
Anexo 5
Datos del autor

A la familia de Hermes; a su hija Teresita y a quienes ya no están: su esposa Catalina y su hija mayor Ana María; a la memoria de todos los miembros del Ejército Guerrillero del Pueblo, EGP; a los héroes anónimos.

A todos los que hicieron posible que esta historia fuese conociday transmitida.

Agradecimiento eterno

Cuando en abril del 2004, hicimos la solicitud de búsqueda y repatriación de los restos de Hermes, mi padre, sabíamos que iba a ser una tarea difícil, teniendo en cuenta el tiempo trascurrido, pero a pesar de eso, quisimos hacer la gestión.

A partir de ahí comenzaron las investigaciones, entrevistas y pruebas de ADN para poder identificar los restos en el caso de que fueran encontrados.

Después de meses de búsqueda y de una labor de investigación minuciosa, recibimos la noticia de su aparición. La alegría fue inmensa, sobre todo porque era un deseo expresado por nuestra madre antes de fallecer y que no habíamos podido cumplir.

Sería demasiado extenso escribir todas las gestiones que se hicieron y todas las acciones que se realizaron para lograr este objetivo. Todo ello se explica en detalle en este libro.

Lo único que podemos hacer es expresar nuestro reconocimiento por siempre a las personas que lo hicieron posible. No decimos nombres para que nadie se sienta excluido, pero todas esas personas saben que los queremos y les estaremos eternamente agradecidos, en especial a José Luis. Para él nuestra gratitud y amistad eternas.

Hoy, de las hijas de Hermes, solo queda una, la que escribe estas líneas en nombre de las dos, con la certeza de que la ausente estaría de acuerdo con lo expresado aquí.

Aunque no lo parezca, se me hace difícil expresar los sentimientos que esto me ocasiona. Solo puedo decir: MUCHAS GRACIAS.

Teresita Peña Siblez

La Habana

Reconocimientos

A las autoridades cubanas y argentinas por el apoyo brindado para que esta misión humanitaria fuese cumplida. Al personal de la Embajada de Cuba en Argentina, que abrazaron la búsqueda con dedicación y entusiasmo.

Al Dr. Alfredo Tamame Camargo, del Instituto de Medicina Legal de Cuba, devenido en experimentado antropólogo, con quien compartimos el hallazgo el 5 de julio de 2005, la fría madrugada de ese día en el cementerio y otros momentos inolvidables. Al querido amigo argentino Dr. Eduardo Luis Duhalde por su perenne solidaridad.

Al abogado salteño Martín Miguel Ávila por su entrega sin límites, diligencias y solidaridad, durante años; al ilustre don Gregorio Caro Figueroa por el altruismo de revelar su patrimonio; al investigador argentino Gabriel Rot por sus aportes y participación en los inicios; a las dedicadas antropólogas argentinas Anahí Ginarte1 y a la entusiasta Ivana “Merengue” Wolf, del Equipo Argentino de Antropología Forense, EAAF, quienes compartieron los primeros intentos de la búsqueda.

Al intendente de San Ramón de la Nueva Orán, Don Eliseo Barberá2; al apreciado Alberto Ramón “Coco” Benítez,3 a su esposa e hijas por el decidido respaldo; a los laboriosos trabajadores del cementerio municipal de Orán, Salta, por las horas entregadas a la exploración y a la hermandad. A las autoridades locales por las facilidades; a los Registros Civiles de Salta y Orán por abrir sus archivos a la pesquisa. Al diligente Ricardo Héctor Anagua, a cargo de los servicios necrológicos de la municipalidad y hoy dirigente gremial.

Muy especiales, por el incondicional respaldo, al Dr. Raúl Juan Reynoso, entonces juez federal de Orán y su equipo de éticos profesionales, por la celeridad en los trámites judiciales. Al empresario y periodista Roberto Meri, excelente difusor en Radio Güemes en Orán.

A los jefes, oficiales, suboficiales y gendarmes de la Gendarmería Nacional Argentina, intervinientes, por el aporte profesional en todo el proceso, especiales recuerdos para el entonces comandante principal Nicolás Guzmán por el sostenido apoyo.

Al juez Abel Cornejo y su eficiente equipo de trabajo por abrirnos sus puertas y archivos para investigar y apoyar la indagación que derivó en el descubrimiento.

A Sara Estela Fiqueni de Méndez y su solidaria familia en la Provincia del Chaco por su ayuda incondicional e inquebrantable lealtad con el paso de los años.

A la querida Cristina Noemí Paz, funcionaria hoy de la Municipalidad de Orán, quien años después ayudaría a reconstruir parte de esta historia y a identificar sus personajes.

A los peritos de diversas especialidades criminalísticas y forenses por los largos días de trabajo que permitieron la plena identificación.

Al Dr. Pedro Etcheverry Vázquez, iniciador de la recopilación de la fragmentada información sobre lo acontecido, que fue cimiento de la obra posterior.

A todos aquellos que aportaron un dato, una precisión, rectificaron lo conocido, revelaron lo ignoto, facilitaron trámites, ofrecieron una sonrisa, hicieron críticas, dieron aliento, apoyaron la gestión y también a los que hicieron posible que esta historia no quedase en el olvido y pueda ser transmitida, la eterna gratitud.

El autor

Prólogo

Reconstruir la historia, recuperar las vivencias, las luchas, las convicciones. No en vano la musa Clío representaba la vocación y la voluntad de recuperar y narrar la memoria viva de un pueblo.

Pero la historia y la memoria también se constituyen en una disputa por el sentido de las sociedades que las habitan: sin memoria y sin historia las sociedades no reconocen sus orígenes, no saben, en definitiva quienes son o, quizás más grave aún, asuman como propias las vivencias e historias de otros, ajenas a sí mismas.

Esta obra de José Luis Méndez Méndez se inscribe, por el contrario, en la tradición de la reconstrucción histórica popular latinoamericana, con sus presencias, sus símbolos, sus avances y retrocesos y sus búsquedas de la verdad, de la memoria y de la justicia.

¿Se trata de un texto de Historia, de investigación periodística, de ensayo o de reivindicación política, de recuperación de la memoria? Es, quizás, y bienvenido sea, cada una de esas categorías y, como todo libro valioso, cada lector encontrará nuevas miradas y matices.

El libro nos propone un viaje en el tiempo. Es 1964 y todo parecía posible. Se acerca, por fin, para las mayorías, torcer el rumbo de la historia. Se nos sugiere, también, una búsqueda en los territorios de aquel tiempo: Cuba, Argelia, Bolivia y Argentina. Cada uno de ellos tendrá su parte en esta historia, y en el caso de Salta y el norte argentino serán el destino final de aquellos jóvenes revolucionarios que acompañaban sus ideas con la consecuencia más absoluta.

El escrito también da cuenta de las búsquedas. Con un método de investigación impecable y un nivel de detalle en la descripción de cada paso, este trabajo describe la búsqueda de unos restos humanos: los de Hermes Peña Torres. Y es aquí donde la historia individual se vuelve colectiva.

El autor reconstruye y nos relata la vida de un joven revolucionario de los años sesenta del siglo pasado, su compromiso, su decisión, sus convicciones y su humanidad. Hermes Peña Torres es un ejemplo individual que, a la vez, trasciende: ¿cuántos jóvenes latinoamericanos se lanzaron a la lucha sin otro interés que la convicción de que era posible un destino mejor para las sociedades latinoamericanas? ¿Cuántos dieron su vida como Hermes en esa empresa? ¿Cuántos “desaparecieron” como Hermes durante décadas? ¿Cuántos cientos fueron encontrados y descansan con su nombre y apellido como es debido para todo humano?

En esa reconstrucción rigurosa de la vida de Hermes y su lucha en la selva salteña reaparecen, en este 2024 –para describir aquel 1964– los testimonios y las voces de sus protagonistas: palabras y nombres como: internacionalismo, Ejército Guerrillero del Pueblo, guerrilla revolucionaria, Jorge Ricardo Masetti –periodista y revolucionario argentino. Todos resurgen y nos obligan, como lectores, a reproducir y a comprender aquel momento de nuestra historia latinoamericana.

En esa narración aparecen –y le dan mayor rigurosidad a la obra– las voces propias (familiares, compañeros de lucha, amigos) y otras no tan propias (jueces, abogados peritos, autoridades locales) y aún de quienes fueron los enemigos (gendarmes, fuerzas de seguridad de la época). Nada queda librado al azar en esta larga búsqueda que termina con la recuperación de los restos de Hermes y su traslado a su patria de origen para descansar junto a su amigo y comandante Ernesto Che Guevara.

Por estos motivos, y otros que cada lector irá descubriendo en cada una de sus páginas, El Regreso del Capitán resulta un aporte relevante para la construcción de nuestra historia colectiva.

Dr. Carlos Ciappina

Profesor titular, Cátedra de Historia Contemporánea de América Latina

Universidad Nacional del Río de la Plata, Argentina

Palabras al lector

Este esfuerzo intenta saldar una deuda histórica con la memoria indeleble de un hijo de la tierra cubana, que muy joven entregó su vida, fiel a sus firmes y arraigadas convicciones internacionalistas inspiradas en su jefe y ejemplo: Ernesto Guevara de la Serna o, simplemente, Che como todos lo distinguían.

El cubano Hermes, junto a un grupo de argentinos asumió como propia la lucha por una Argentina mejor; compartió con otros hijos de Chile, Uruguay y España esta voluntad para lograr una sociedad más justa e inclusiva, fue consecuente con sus ideales hasta el último aliento y murió en combate junto al argentino Jorge Raúl Guille el 18 de abril de 1964 en un inhóspito paraje de la selva salteña.

Fue enterrado de manera rústica y el tiempo se encargó de borrar el lugar donde reposaron sus restos. Más de cuarenta años transcurrieron hasta el 5 de julio de 2005, cuando fue encontrado, después de una intensa y dedicada búsqueda, que comenzó con el acopio de disimiles hipótesis, que poco a poco se filtraron hasta que la más razonable devino en la clásica “aguja en el pajar”. En un lugar ignoto del cementerio de la ciudad de San Ramón de la Nueva Orán, Salta, sus restos aguardaban ser encontrados para regresar a la patria que lo vio partir y hacer realidad su profética frase: “La historia dirá hasta dónde llegué”.

Esta es la narración original y veraz de la búsqueda, hallazgo, identificación y repatriación del “Capitán Hermes”, un joven héroe cubano, como se le conoce internacionalmente, hasta su sitial inmortal de reposo de eterno guerrero junto a su entrañable compañero: el Che.

PARTE I

Una deuda histórica La patria no abandona a sus hijos

“Hay que traer a Hermes y debe estar enterrado también en el mausoleo de Santa Clara; se dedicó al Che desde jovencito. No es conocido y para la historia, para la juventud, es muy importante saber estas cosas. Es obligado hablar de la acción de Hermes. Es un problema de justicia histórica”.

Abelardo Colomé Ibarra, ministro del Interior, La Habana, Cuba, abril de 2002

“Hermes ya tenía en su mochila una Revolución…”

Jorge W. Paúl, integrante del Ejército Guerrillero del Pueblo, EGP y del Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP, Córdoba, Argentina, noviembre de 2005

La hija mayor de Hermes, Teresita Peña, había solicitado a las autoridades cubanas que se hiciera un intento para encontrar los restos de su padre, quien estaba desaparecido y se presumía muerto en la selva de la norteña provincia argentina de Salta, en abril de 1964. Acerca de su probable paradero se habían tejido varias versiones y la madeja parecía enredada y confusa por el paso del tiempo y la dispersión de los datos que se conservaban.

El 4 de febrero de 2005 se deciden aprovechar los cambios políticos favorables que se produjeron en Argentina con relación a los derechos humanos para intentar, una vez más, buscar, encontrar, identificar y repatriar los restos del internacionalista cubano Hermes Peña Torres, quien había solicitado, en 1962, sumarse al esfuerzo emancipador, organizado por el periodista argentino Jorge Ricardo Masetti, en el denominado Ejército Guerrillero del Pueblo, EGP.4

La decisión oficial cubana para su búsqueda se concreta en varias acciones iniciales, orientadas en tres direcciones principales: presentar ante las autoridades argentinas la debida solicitud para investigar este caso en su territorio, así como requerir los buenos oficios de las entidades judiciales y de derechos humanos de ese país para que facilitaran las diligencias y trámites; obtener, de los familiares de Peña Torres en Cuba, las autorizaciones pertinentes para que, en su nombre y representación, se promoviera la búsqueda, y la tercera y más importante: acopiar, organizar y procesar las informaciones disponibles en Cuba y en Argentina relacionadas con el accionar del llamado EGP, así como establecer la cadena de sucesos que derivaron en la muerte y desaparición del combatiente.

Se trataba de una tarea humanitaria con elevado grado de complejidad, ya que el objetivo, convertido en misión, era encontrar los restos de una persona desaparecida cuatro décadas atrás y restituirla a Cuba, con los consecuentes retos y desafíos que todo ello implicaba. La esencia era buscar puntos aislados y hacerlos coincidir, conectarlos; además, tener presente que las primeras impresiones, casi siempre, son inexactas. El paso del tiempo había diluido los fragmentos históricos, distorsionados en su mayoría; gran parte de los protagonistas habían fallecido, y las leyendas urbanas y rurales contaminaban la realidad de lo ocurrido años atrás.

Las circunstancias que rodearon la muerte de Hermes Peña habían sido valoradas por diferentes tendencias políticas en Argentina y se habían formulado disímiles hipótesis y posiciones al respecto. Entre otras, sirvió de pretexto para expulsar a Cuba de la Organización de Estados Americanos, OEA, y acrecentar el aislamiento político y diplomático de aquella en la década de los años sesenta del siglo XX. Se le acusaba de “exportar” su Revolución y constituir un mal ejemplo para la “democracia representativa”, impuesta en América Latina por los Estados Unidos, gracias a un vasto programa de contrainsurgencia en el que, por ironía, emigrados cubanos habían tenido un papel destacado cuando fueron enviados como mercenarios a varios países de la región, incluida Argentina.

Las ciencias se mezclaban: las históricas, con las sociológicas y jurídicas y, sobre todo, con las antropológicas y forenses, en la elaboración de un diseño teórico, con un marcado carácter práctico, en el que convergían decenas de variables, no controladas al inicio, a las que se sumarían otras no concebidas con anterioridad.

A pesar de la voluntad política, puesta en práctica en Argentina desde 2003, todos los movimientos había que realizarlos con bajo perfil, no trascender, a fin de evitar pretextos para posibles manipulaciones que entorpecieran la indagación. Había que operar con las diferencias existentes entre las autoridades centrales capitalinas y las provinciales así como evadir imposiciones que sumaran escollos y resistencia.

Una preocupación esencial era el nexo con la Gendarmería Nacional Argentina. Mediaban cuatro décadas entre los hechos y la búsqueda, pero este cuerpo armado podía estar sensible a cualquier intromisión en su proceder de entonces. La Operación Guerrilleros y la Operación Santa Rosa, se estudiaban como material docente en la formación de oficiales, suboficiales y gendarmes; el ahora ascendido con carácter póstumo cabo Romero, era venerado en cuarteles y entidades del cuerpo. Era un recuerdo vívido, que no perdía vigencia. En el museo de la institución se dedica un espacio destacado a aquellos sucesos. Todos estos eran factores que se valoraron sobre la marcha, para evitar errores o herir sensibilidades.

El proceso se realiza con la celeridad y la cooperación de decenas de personas dentro y fuera de Cuba, lo cual permite que el 20 de febrero de 2005 se inicie la exploración inicial, en el terreno, del proyecto y poder determinar la cadena de situaciones que rodearon la muerte y desaparición del joven internacionalista cubano. Muchas incógnitas estaban por resolver ya que, durante el acopio de datos, se habían formulado hipótesis que apuntaban en direcciones diferentes.

Entre estas, se aseguraba que estaba enterrado en un lugar no identificado del cementerio de la ciudad de San Ramón de la Nueva, Orán5, Salta; otra que afirmaba que se había inhumado con total hermetismo en el Escuadrón núm. 20 de la Gendarmería Nacional de Argentina en la misma localidad. Se aportaba, además, la afirmación de que el abogado argentino Gustavo Roca, ya fallecido, había comprado a perpetuidad un lugar donde fue enterrado; otra, muy similar refería que la Gendarmería Nacional de Argentina, había pagado el lugar donde fue sepultado y, por último, una conjetura que podría complicar y extender la pesquisa: había sido exhumado y trasladado a un lugar desconocido.

Una variante acaparó la atención y las esperanzas acumuladas por encontrarlo: la referida a que la compañera argentina Sara Estela Fiqueni, la viuda de Federico Evaristo Méndez Vega6, conocido como Basilio, uno de los jefes del Ejército Guerrillero del Pueblo, EGP, decía conocer y había enviado a Cuba en el año 2004 una carta donde revelaba el lugar donde, supuestamente, estaría enterrado el joven cubano. Una de las primeras tareas sería buscar la carta en la Isla o encontrar y entrevistar a la viuda de Méndez en Argentina.

Para esclarecer esta posibilidad el día 2 de febrero de 2005 se realizó una entrevista al compañero Orlando Borrego7, entonces asesor del otrora ministro de Transporte. El encuentro se produjo en su despacho y fluyó de manera animada. Borrego explicó que en mayo de 2004 había estado en la ciudad de Resistencia, Provincia del Chaco, en la vivienda de Sara de Méndez8, viuda del mencionado jefe guerrillero Federico Méndez, uno de los segundos jefes de la guerrilla de Salta. Ella, entonces, estaba al frente de una Asociación de Amistad con Cuba en esa ciudad.

Sara le manifestó a Borrego que, desde hacía años, tenía datos acerca del paradero de los restos de Hermes Peña y quería enviarle a las autoridades cubanas una carta con esa información. En resumen la carta afirmaba, según el recuerdo de Borrego, que se presumía que el joven cubano estaría sepultado en un cementerio de la Provincia de Salta.

Se le solicitó a Borrego que redactara una nota para Sara de Méndez, que firmó y entregó al portador. En dicho mensaje se le informaba que se iniciaría una investigación en Argentina para encontrarlo. Borrego conoció a Hermes cuando era un cercano asistente del Che y acerca de este recordó: “…tenía mucho cariño por Hermes, era el más allegado de su escolta personal, el más entregado a su protección, junto a Carlos Coello, Alberto Castellanos9, Harry Villegas, Carlos Argudín. El Che sintió mucho su pérdida”.

Borrego aportó otros datos que serían útiles en el curso de la investigación. Relató que a él le habían regalado un reloj suizo marca Rolex que le entregó al internacionalista cubano Alberto Castellanos Villamar en el momento de la partida de éste hacia Argentina. Ellos entonces vivían en una misma casa. Cuando el mencionado guerrillero cubano fue detenido en Salta le quitaron sus pertenencias, incluido el citado reloj y cuando se encontraba en prisión se lo devolvieron. Según su propio testimonio, lo trajo de regreso a Cuba y en los años noventa lo vendió. Comparaciones posteriores demostraron que el tipo de reloj de Borrego no era similar a los que portaban los seis integrantes fundacionales del EGP, que eran marca Rolex, pero del modelo Master GMT. Esta digresión sobre la marca y tipo de un reloj pareciera anacrónica y extemporánea, pero durante esta y otra investigación para encontrar los restos del desaparecido argentino Jorge Ricardo Masetti, sería uno de los hilos conductores más sólidos.

Agotadas las posibilidades de determinar el curso que tomó la mencionada misiva en Cuba, se decide viajar a la mencionada ciudad de Resistencia, para obtener, por la vía directa de la viuda, el referido testimonio.

La Provincia del Chaco limita con las de Formosa por el norte, Salta por el oeste, Santiago del Estero por el suroeste, Santa Fe por el sur y Corrientes por el este. Situada en la región noreste, limita también con la República del Paraguay. El día elegido para partir todas las condiciones estaban listas para comenzar la exploración en el terreno. Las respuestas pudieran encontrarse en aquella distante provincia.

Una solidaria familia chaqueña

En la Embajada cubana en Argentina se habían adelantado las presentaciones oficiales y trámites ante las autoridades judiciales y de derechos humanos, para realizar la investigación. La pesquisa era, en esencia, humanitaria, dirigida a restituir a su familia, los restos del ciudadano cubano Hermes Peña Torres, fallecido el 18 de abril de 1964, según el registro oral histórico. Debía establecerse que había sido así y se fundamentaba tal afirmación en libros publicados que reseñaban los acontecimientos a investigar y por recortes de prensa de la época recopilados, que se aportaron en la fundamentación del pedido oficial.

Una causa judicial se había abierto para conocer de las detenciones de los hombres armados que habían integrado el EGP, todo el proceso que se siguió, el juicio y la condena. Encontrar ese documento jurídico era esencial para reconstruir esa parte de la historia que mostraría el contexto en que se produjo la muerte del cubano desaparecido y la ubicación final de sus restos.

En una entrevista realizada al Dr. Eduardo Luis Duhalde, titular de la Secretaría de Derechos Humanos de la nación argentina y al que se le explicó el objetivo humanitario de la gestión, este recomendó, para que apoyara en su nombre y representación en las indagaciones, al excelente, experimentado y comprometido investigador argentino Gabriel Rot, quien había estudiado el proceso del movimiento armado en Salta durante años, incluido el EGP y que escribía, entonces, en una revista especializada acerca del tema titulada Lucha Armada en la Argentina.

Otra recomendación hecha por Duhalde, que sería de vital importancia para todo el desarrollo ulterior de la investigación, fue la posibilidad de poder disponer de los servicios gratuitos del abogado salteño Miguel Martín Ávila, representante, en aquel entonces, de los asuntos de la Secretaria de DD. HH., en la Provincia de Salta. Ávila, joven político y profesional del Derecho, se identificó de inmediato con la causa y dedicó, durante años, esfuerzos sostenidos para alcanzar resultados en investigaciones asociadas para encontrar los restos, primero de Hermes Peña y después del argentino Jorge Ricardo Masetti.

Todo estaba listo para viajar a Salta, pero primero se imponía la visita a Sara Méndez en el Chaco para intentar localizar el presunto lugar donde pudieran estar los restos desaparecidos.

Entre Buenos Aires y Resistencia se puede viajar en los llamados ómnibus de larga distancia que salen de la terminal de Retiro, en la capital, y después de unas catorce horas de travesía hacia el norte de la geografía argentina, se arriba a esa ciudad. La cabecera se halla a orillas del río Paraná y está conectada a la vecina Provincia de Corrientes por un puente; ambas ciudades constituyen una conurbación que actúa como metrópoli regional del noreste argentino.

El 3 de marzo el investigador cubano10 se aventura por primera vez, –después serían muchos los viajes–, a recorrer la geografía argentina para encontrar respuestas a las preguntas acumuladas durante más de cuatro décadas. El destino es la ciudad de Resistencia, el recorrido se realizó en un ómnibus de la transportista de larga distancia Flecha Bus. El viaje es nocturno, salió a las 8:00 p. m. y el estimado de llegada sería a las 8:00 a. m. del día siguiente. Doce horas de viaje.

El ómnibus arriba a la terminal chaqueña una hora después de lo previsto. Poco antes de llegar se recibe una llamada del Juzgado Federal núm. 3 en Buenos Aires por medio de la cual se anuncia la existencia de documentos que se deben revisar. Se acuerda hacerlo al regreso.

La ciudad de Resistencia, en ese mes, estaba sometida al embate de las altas temperaturas, vientos fuertes y polvo intenso como consecuencia de una prolongada sequía. Se asemeja a una ciudad fantasma durante gran parte de la tarde en que el silencio es la única compañía, los residentes se refugian en sus casas para resguardarse del intenso sol, otros se sientan a la sombra de los árboles para tomar bebidas refrescantes. La jornada comercial vespertina se inicia después de las 6:00 p. m., los comercios abren y la vida regresa a las calles.

En el Chaco occidental las temperaturas máximas pueden superar los 40 º C, casi no llueve en esta época del año y las precipitaciones disminuyen de mil a seiscientos milímetros de este a oeste, concentradas en su mayor parte en el verano, que es la estación de máxima evaporación, por lo cual no queda agua disponible para la escorrentía superficial y para las plantas.

En la terminal de ómnibus chaqueña esperaba Sara Fiqueni de Méndez, como acostumbran a identificarse las mujeres argentinas para incluir el apellido del esposo. Ella era conocida como Sara Méndez, una mujer hermosa, ya madura, de descendencia libanesa, la acompañaban sus hijas gemelas Lucía María y Florencia María –igual de atractivas–, ambas estudiaron magisterio, las tres muy amables. Sara concibió seis hijos con Federico. Una de sus hijas Celia María murió en un accidente en 1999. El varón, Federico Ernesto, estudió en Cuba una carrera técnica y su hija Eugenia María cursó la carrera de Medicina en la Isla. Es una de las primeras graduadas argentinas11. Su otra hija Ángeles María Soledad estudió Historia; esta última participó en las indagaciones iníciales en el cementerio de Orán durante sus vacaciones de Semana Santa del 2005, como se detallará más adelante. Se ofreció de forma voluntaria a colaborar y estuvo muy motivada para esa misión.

Toda la familia ha sido consecuente con la causa de la Revolución cubana. Entrevistada para este libro, entregó un bello testimonio autobiográfico que es ejemplo de la trayectoria vertical de una madre argentina comprometida con su país, con su familia y con Cuba.

Sara, en comunicación dirigida al autor, narró:

Nos alegró tener noticias tuyas después de tanto tiempo. La última vez que nos vimos por casualidad fue en Salta, en abril de 2009, cuando te «sorprendimos» en el hotel Regidor, era de madrugada y llegabas de Tucumán de la casa de Nena, la hermana de Atilio Altamira, el chico que quedó con Masetti en las montañas. Allí pudiste conocer a mi madre12. Siempre voy a visitarla y cuando paso por el hotel miro para ver si la historia se repite.

Ciertamente tus preguntas me enviaron a décadas atrás y, como ya pasaron más de tres, así le gustaba decir a mí Federico, los secretos se guardan hasta treinta años, podré contarte algunas cosas que nunca fueron develadas a nadie.

Conocí a Federico a fines de diciembre de 1969.  Yo militaba en las Fuerzas Armadas Peronistas, FAP que en ese momento operaba con las Fuerzas Armadas Revolucionarias, FAR, luego de una reunión en Orán, por ser la única que no estaba clandestina, tuve la misión de introducirme en la cárcel y realizar todo el relevamiento posible que se daba en los días de visitas los jueves y domingo, teníamos el plan de liberar a los prisioneros. Tenía un conocido preso y me anoté para visitarlo. Después acercarme al grupo de los presos por los sucesos de Salta fue fácil. Todas las cosas se daban bien en cuanto a la observación del terreno y los movimientos, y una vez quelos compañeros analizaran la factibilidad de llevar a cabo la misión, recién se darían a conocer los detalles, para que ellos hicieran su valioso aporte y aprobaran o no lo que se pretendía.

No pudimos seguir avanzando porque, durante el año 1970, muere el compañero Julián, jefe de las FAR en el norte, por un ataque de asma, otros caen muertos o prisioneros en el combate de Ferreyra en Córdoba en el año 1971. Fueron dos duros golpes por la calidad de los compañeros que se perdieron. Pero, fundamentalmente, no se pudo seguir avanzando en la evasión porque ocurrió el traslado de los muchachos al penal federal deResistencia, del cual fueron enviados aRawsondespués de la masacre deTrelew13.

Volví a ver a Federico luego de la amnistía de Héctor Cámpora en mayo del 1973. Yo también había sido amnistiada. Ahí salen Federico y Héctor Jouvé, los demás ya habían sido liberados, incluido el cubano Alberto Castellanos.

Nos casamos el 23 de marzo de 1974 en el Registro Civil de La Caldera, un bello pueblo a treinta kilómetros de Salta al que siempre vuelvo. No tenemos fotos de ese momento, no se podían sacar, muchas veces lo lamenté. Federico vivía en Córdoba así que nos radicamos allí. Supongo que sabés que allí fue detenido de nuevo a fines de ese año. El año pasado nos entregaron una foto que está exhibida en el centro de represión llamado la D2 de Córdoba, que ahora funciona como Sitio de Memoria. Nos impactó mucho.

Tuvimos una familia feliz, procreamos seis hijos, todo ejemplares, dedicados y cariñosos: Lucía María y Florencia María, trabajan en la docencia; Celia María, a quien perdimos en un accidente en enero del 1999 cuando viajábamos a Salta, estudiaba Arquitectura; Eugenia María, estudió Medicina en Cuba es de la primera promoción de galenos egresados de la Escuela Latinoamericana de Medicina de Cuba y trabaja en un Centro de Salud Pública en la periferia de Resistencia. Está concluyendo la especialidad en Infectología; Ángeles María Soledad, trabaja en el Registro Único de la Verdad, RUV, de la Comisión Provincial por la Memoria, se graduó de Historia y Federico Ernesto, estudió Ingeniería Mecánica en Cuba, trabaja en SAAMEEP, es la empresa provincial del agua  en la que trabajaban Federico y mi cuñado Tito, quien era jefe de los talleres de mecánica, Fede es el único que ha formado una pareja, con una joven llamada Frida y es papá de una hermosa  niña de 4 años que se llama Alma.

De mi qué decirte querido amigo, trabajé hasta el 10 de diciembre de 2015, cuando me jubilé como miembro oficial del Tribunal de Disciplina del Ministerio de Educación de Chaco. Estuve cerca de siete años en la función. Sabés como nos ocupamos para que en la Provincia del Chaco se implementara el excelente programa cubano de alfabetización “Yo, sí puedo" a través del Ministerio de Educación, estábamos en ese esfuerzo cuando nos visitaste en casa en marzo del 2005, me nombraron Coordinadora Provincial Ad-honorem por el Ministerio de Educación, alfabetizamos a muchos en El Impenetrable14 pero no tantos como queríamos, mayoritariamente indígenas. Florencia participó activamente en ese programa y fue una gran colaboradora. Ahora estamos tratando que se firme un nuevo convenio. Así que ahora me dedico al hogar y a un sin número de actividades sociales, políticas y comunitarias.

Mi querido e inolvidable Federico falleció el 10 de octubre de 1993. El año pasado leí el libro de Ciro Bustos y me sorprendió su relato sobre algunas cosas referidas a Federico, él nunca me lo había mencionado a Bustos, bueno... salvo de Hermes y de Segundo15él no hablaba de nadie. Federico era muy hermético.

Salvo mi hijo Fede, todas vivimos en la misma casa, la misma que conociste. Tené presente que ésta siempre va a ser tu casa y que nos encantaría recibirte. Esto no es un formalismo. Lamentablemente mi cuñado Tito falleció el año pasado, siempre te recordaba y preguntaba por vos.

Mis amados perros, Serbio primero y Hamas después, nos abandonaron, murieron en el 2013, los recordamos siempre. A fines de diciembre de 2007 llegó la linda perrita Luna, desde Cienfuegos, junto con Eugenia, es nuestra Luna cubana y desde hace un año se nos agregó otra, Mona se llama así y es chaqueña.

Estamos viviendo tiempos difíciles en Argentina y creo que empeorarán. Pero seguiremos haciendo lo de siempre, resistiendo, que de eso sabemos mucho. ATeresita Peña siempre la recordamos con muchísimo cariño, Florencia, Lucía yÁngeles estuvieron conella en enero del 2011, cuando fueron a las Brigadas de Solidaridad con Cuba. 

Yo quiero ir para estar el 13 de agosto, aunque más no sea para respirar el mismo aire que el Comandante, en su noventa cumpleaños veremos si puedo concretarlo. Un gran abrazo nuestro para vos. Sara16.

Entre la llegada, los saludos, la espera de la entrega del equipaje procedente del baúl del ómnibus, transcurren varios minutos y se aprovecha para explicarle a Sara que se continuará viaje a Salta el domingo 6. Ella recomienda que se compre el boleto en ese momento, ya que, por ser fin de semana, como hay mucho movimiento de pasajeros entre provincias, tal vez no haya espacios disponibles. Se hace la reserva de pasaje, la opción que queda es ir por la ruta Mendoza-Tucumán-Salta ya que no hay salida directa para el día escogido.

Una vez en la vivienda de la anfitriona se hace una reflexión colectiva, en familia, acerca de lo que se busca y de cómo obtenerlo, todas participan; son cuatro mujeres, ya que se ha sumado Ángeles que ha llegado de la universidad, muy motivada por la causa.

La casa de Sara está situada en un barrio modesto de Resistencia. Ella y sus tres hijas viven allí. En aquel entonces radicaba en el lugar la sede del mencionado programa “Yo sí puedo”, modelo cubano de alfabetización con destacado éxito en América Latina.

Al fondo de la vivienda hay un área para actividades sociales, y en la noche de la llegada del autor –suceso que es una novedad en esa ciudad–, se reúnen varios amigos para darle una bienvenida chaqueña, para la cual cada uno aporta comidas y bebidas. Todos los participantes son solidarios con la Revolución cubana y lo expresan en actividades militantes de apoyo17. La velada se prolonga hasta el amanecer sin que el tema de Hermes haya sido tratado en ningún momento. Hasta los caseros perros Serbio y Hamas han caído, vencidos por el cansancio y el sueño.

Ese fin de semana se indagó con Sara para determinar si Federico había dejado algún patrimonio documental que pudiera ayudar en la búsqueda. Además de entrenar a su hija Ángeles para la pesquisa en el cementerio, se hicieron búsquedas en Internet acerca de informaciones relacionadas con los hechos acontecidos en el norte de Salta en 1964. Federico era un buen administrador de los secretos, no dejó pista alguna que seguir.

Se concluyó, –sin haber aparecido la carta en Cuba–, que Sara no conocía el lugar donde estaba enterrado Hermes y solo repetía una de las hipótesis con el evidente deseo de hacerla realidad: el guerrillero cubano estaba enterrado en el cementerio de Orán. Regresamos al punto de inicio y sin pistas concluyentes.

Aquel mismo día, aún en Resistencia, se inicia en paralelo la indagación acerca del supuesto lugar, pagado a perpetuidad por el abogado argentino Gustavo Roca. Esta historia comenzó el 22 de diciembre de 1984, cuando los investigadores cubanos Addys Copull y Froilán González, quienes investigaban otras cuestiones, sostienen una entrevista con Roca en la ciudad de Córdoba, Argentina. Entonces éste reveló que él enterró el cadáver de Hermes en Orán, adquirió la tumba donde se le colocó, compró el nicho, le puso una cruz de madera con su nombre y continuó pagándolo a perpetuidad. Sacó copia de todo el proceso y se lo entregó a Ernesto Che Guevara18.

Salta, la linda, espera

El domingo 6 de marzo en la noche comienza el traslado para Salta. En la terminal se reúnen las gentiles anfitrionas y algunas lágrimas brotan. Media hora después partiría el investigador argentino Gabriel Rot desde Buenos Aires con igual destino para sumarse a la investigación.

El lunes, como en todos los países, el movimiento de pasajeros aumenta después de un fin de semana de asueto. Poco después del amanecer se arriba a San Miguel de Tucumán; tras unos minutos de espera en la terminal, se continúa desde este punto hacia Salta, situada a cuatro horas de camino de aquella ciudad.

En la recién remozada terminal de ómnibus salteña, aguarda el joven abogado Miguel Martín Ávila, delegado de la Secretaría de DD. HH. en esa provincia. Luego de los saludos y de la explicación de la agenda programada para esa primera visita, el autor se aloja en el hotel Regidor ubicado en el centro citadino.

Después de almorzar juntos, ambos realizan una visita de familiarización al cementerio de Salta, ya que, en aquel momento ninguno de los dos tenía noción acerca de cómo comenzar, pero la misión era el objetivo y eso los estimula. Invirtieron una hora en el reconocimiento visual y, de ahí, se dirigieron a la biblioteca provincial, pues quieren abarcarlo todo en un solo día. En la hemeroteca solicitan los ejemplares del periódico salteño El Tribuno y del nacional El Clarín correspondientes al mes de abril de 1964. Luego de varias horas de lectura encuentran 38 noticias relacionadas con la guerrilla de Salta y sacan fotocopias de la información obtenida en el lugar.

Durante el almuerzo, el abogado Martín Ávila había comentado que la causa judicial que conoció de todo el proceso acerca de la “guerrilla” en Salta, fue devorada por un incendio en el juzgado donde se guardaba, pero la buena noticia es que en el poblado suburbano de Cerrillos en Salta, a unos quince kilómetros de la capital provincial, hay una biblioteca privada y su dueño, Gregorio Caro Figueroa, tiene una copia de la causa que procesó y juzgó a los guerrilleros. Se crean, entonces, las condiciones para visitar al bibliotecario coleccionista.

Poco antes de las 5:00 p. m. parten para la terminal de ómnibus, ya que a esa hora debe llegar, desde Buenos Aires, Gabriel Rot para sumarse al equipo y partir hacia Orán. Llega puntual, se le explican los pasos que se proponen dar. El amigo argentino comparte la habitación con el investigador cubano. Hay que economizar y solo se estará una noche en Salta; por suerte el aposento tiene dos camas individuales y no se crea conflicto.

Se prepara el plan de acción y los tres se dirigen a la residencia de Caro Figueroa, Martín tiene amigos que a su vez tienen acceso al dueño de la causa. Son bien recibidos, la causa existe, pero no se presta, son las reglas. El dueño permite el acceso a su lectura después que se le explican los motivos que inspiran la investigación. El voluminoso expediente emerge del caudal atesorado por el propietario. El polvo que lo cubre, es esparcido con cuidado después de ser desatado. Consta de catorce cuerpos (tomos) de doscientos folios cada uno, para un total de más de 2 800 hojas por leer. Una amplia mesa de trabajo acoge a los legajos, casi vírgenes desde que ingresaron al patrimonio de la biblioteca privada. No se revela el origen, tampoco se pregunta cómo llegaron hasta ahí, eso no importa.

Entre los tres se distribuyen la pesada tarea, la adrenalina fluye y multiplica los esfuerzos con la ayuda de café, té y mate que el generoso anfitrión pone a la disposición de los ávidos lectores, pero siempre con su mirada atenta y presente ante esa joya judicial.

Pasan los minutos de ardua indagación, que se convierten en horas, se revisa con cuidado página a página, para que nada quede atrás y pase inadvertido ya que un pequeño fallo como ese podría alejarlos del anhelado descubrimiento. El disimulado desánimo aparece con algunos comentarios que se originan: si Hermes no fue detenido, ni procesado, ni juzgado, no tiene por qué aparecer en la causa del juicio. Es una reflexión sustentada con toda lógica pero, no obstante, la lectura prosigue, inspirados en el deseo de encontrar alguna referencia. El sol se oculta y la noche se impone, el casero propone seguir otro día, los visitantes se miran y, sin mediar palabras todos coinciden: la búsqueda es ahora o ahora, sin alternativas. No se podían perder las condiciones psicológicas que se habían creado ni la influencia lograda en el dueño del tesoro documental, admirado por tener en su refugio a un investigador cubano llegado desde la remota isla, uno argentino de renombre y un letrado coterráneo de reconocido prestigio

Al final, transcurridas tres horas de lectura, como una revelación, en las páginas 386 y 387 aparece la información acerca del lugar en el que, de manera oficial, habrían sido enterrados el cubano Hermes Peña y el ex guerrillero argentino Jorge R. Guille. El primero en la fosa 16, fila 13, tablón núm. 4 del cementerio de San Ramón de la Nueva Orán el 22 de abril de 1964. El segundo en la fosa 17, línea 13, tablón núm. 4, es decir uno al lado del otro. La emoción, no permite respirar, el acertijo parece haber sido resuelto. ¿Qué sigue?

Gabriel Rot, el sabueso de la Secretaría de Derechos Humanos, toma la iniciativa y le propone al amable Gregorio el préstamo de las hojas que interesan, más otras que se han ido marcando por la importancia de su contenido. Gabriel es un husmeador sobre los temas de la lucha armada en Argentina y no pierde oportunidad de obtener nuevas evidencias, de hecho, es uno de los biógrafos de la vida y obra de Jorge Ricardo Masetti.

La propuesta es rechazada sin peros, es rotunda, entonces se sugiere que Caro Figueroa y todos los visitantes viajen con los documentos a la ciudad de Salta, distante a unos kilómetros, con el propósito de fotocopiarlos en su presencia y restituirlo de regreso a su casa. El reloj antiguo de la sala marca las 8:00 p. m., aún se puede encontrar en alguna galería19 salteña un negocio abierto donde sea posible duplicar los documentos. En un gesto, que todos agradecen, Gregorio accede, se llama por teléfono a un remis20, que en pocos minutos está frente la casa. Durante el trayecto se acuerda seguir viaje esa misma noche para la ciudad de Orán, se enteran por el remisero21 que, desde la terminal de ómnibus provincial, parten vehículos para ese punto de destino, este no conoce la hora de la última salida, pero igual hay taxis colectivos que van desde Salta hasta allá por precios relativamente módicos. También se puede alquilar un remis pero saldría más caro. Con todas esas ideas y variantes llegan a la ciudad.

El diligente chofer, que será bien remunerado, los deja frente a una popular galería céntrica y se estaciona a la espera de Gregorio, quien regresará a su residencia después de terminada esa buena acción que pasará a la historia. Dos negocios de efectos de oficina donde sacan fotocopias están cerrados, pero en una sedería encuentran lo que buscan. Se obtienen dos juegos de copias, 34 páginas en total, se paga, se le entregan los originales a su dueño, se le agradece con abrazos y se le acompaña hasta el auto. El remisero recibe el pago por su servicio de ida y vuelta, más una generosa propina extra y se despiden.

Queda decidido que el grupo continúe viaje hacia Orán. Sin titubeos se aborda un taxi hacia la terminal de ómnibus, el reloj de Martín marca las 10:00 p. m., no se ha almorzado, –comido como dicen en Salta– y el desayuno ya está lejano, es solo un recuerdo. En la sala de despachos están los mostradores de las diferentes compañías de transportes interprovinciales y nacionales. Salta es un nudo de comunicación en varias direcciones incluso con destino a Chile y Bolivia. La Veloz del Norte, Flecha Bus, Balut, son algunas de las transportistas más conocidas.

Se consultan todos los itinerarios, posibilidades y alternativas que, a esa hora de la noche, no eran muchas. La ansiedad de la cita con la historia que todos compartían nubló por momentos el razonamiento; Martín el benjamín del grupo, –tenía poco más de treinta años–, impuso su lucidez. Su pregunta, cargada de toda lógica, venció la pasión: “Si salimos ahora, llegamos a las tres de la mañana a San Ramón, ¿qué vamos hacer allí hasta el amanecer?”.

Ante la realidad expuesta se decide adquirir los tres boletos para salir hacia el destino final en la madrugada del miércoles 8 para llegar al amanecer. Se decide cenar en la propia terminal.



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