9,49 €
Damian, luego de editar su primer libro "Derrochando fantasía y ficción", nuevamente se aventura, y a modo de bilogía escribe "La buena nueva". Mediante sus vaivenes entre La Plata y Mar del Plata, termina enredándose mentalmente en la oscuridad de sus pensamientos, cayendo depresivamente en la resignación por no poder concretar sus proyectos personales; uno de los cuales es anclar definitivamente su vida a orillas del mar. Como bien nos anticipa el autor en el epígrafe, citando al Dr. René Favaloro: "¿Cómo se mide el valor social de nuestra tarea docente? Es indudable que ser honesto, en esta sociedad corrupta tiene su precio. A la corta o a la larga te lo hacen pagar. La mayoría del tiempo me siento solo". Este libro, habla por la gente de la república que lucha diariamente por un país mejor, donde dicha guerra conlleva a sufrir consecuencias; dejando de esta manera secuelas irreversibles en las personas. Estamos frente a un humano de buen corazón, el cual terminó bajando los brazos por los actos deshonestos, la corrupción naturalizada y las burocracias existentes en los múltiples sistemas que conforman la nación. Aquí está Damian, quien mediante su segundo libro, se consagra como otro símbolo más de los tristes tiempos modernos que vivimos en la Argentina.
Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:
Veröffentlichungsjahr: 2023
Damian Leonardo Arce
Arce , Damian Leonardo La buena nueva : diarios de Argentina / Damian Leonardo Arce . - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-3297-8
1. Relatos. I. Título. CDD 302.2322
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
PRÓLOGO
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLII
XLIII
XLIV
XLV
XLVI
XLVII
XLVIII
XLIX
L
LI
LII
LIII
LIV
LV
LVI
LVII
LVIII
LIX
LX
LXI
LXII
LXIII
LXIV
LXV
LXVI
LXVII
BONUS TRACK
Table of Contents
Para aquellos y aquellas que luchan día a día en las turbulentas aguas de Argentina, en especial a los agentes de la salud, docentes en general y especialistas de los cuerpos en movimiento; más conocidos como profesores en Educación Física.
“¿Cómo se mide el valor social de nuestra tarea docente?Es indudable que ser honesto, en esta sociedad corrupta tiene su precio.A la corta o a la larga te lo hacen pagar.La mayoría del tiempo me siento solo”.
Carta del Dr. René Favaloro, 29 de julio del 2000; 14:30 horas.
Diario: hoy me encuentro más tranquilo y me alegra mucho este nuevo encuentro que estamos teniendo, mediante lo que he escrito por y para ustedes, claro.
La verdad, es que después del primer libro, pasé un momento muy difícil desde lo personal emocional.
Porque al decir verdad, por un lado, uno pasa y ocupa gran parte de su vida abocándose de lleno en los demás; y por otro lado, también esta la impotencia de no poder disfrutar más tu profesión como antes. Sensaciones que chocan, explotan y producen cosas. La bisectriz es tan tajante, que ambas partes terminan desembocando en un duelo interno muy jodido.
Por suerte, he tenido la capacidad de ir jugando y mutando a lo largo de estos años, obteniendo como resultado; bueno, quien les escribe.
Retirarse joven, en aspectos generales, es como jubilarse a los 30 años de edad. Los hechos cotidianos de tu día a día están influenciados por el resto de tu vida, en base a tal drástica decisión.
Muchas cosas te pasan dentro: te ponés a recordar, vivencias frecuentemente el momento en el cual te fuiste, por qué elegiste irte, el cómo te fuiste; porque no es nada fácil irte bien como yo lo he hecho. Cuando uno está cómodo y se siente respaldado, duelen un poco los cambios. Los interrogantes que resuenan como alarma de las 7:00 de la mañana, se resumen en una sola pregunta: ¿Qué pasa mañana?
La incertidumbre es tan grande como el mero hecho de vivir en Argentina.
Es muy difícil, porque durante muchos años estás abocado a ser algo y de golpe te enfrentas al mundo y decís: ¿Y ahora qué hago? Yo solo soy profesor en Educación Física.
Para colmo también, mi familia, mis colegas, alumnos y alumnas contantemente me susurran: “Damian, quédate, quédate”. Entonces, si encima seguís siendo bueno en lo que hacés, se torna mucho más difícil retirarte.
Quiero hacer mi vida por amor de Dios. Basta ya, basta.
Me encanta verme jugar en el dialogar, interactuar con los demás, me encanta ver mi desenvolvimiento y la armonía que tengo al trabajar. ¡Me encanta!
Pero basta.
Es hora de que me dejen pensar en lo que yo quiero hacer, porque tal vez son solo los demás los que no quieren que Damian deje.
No digo que sea fácil, porque al decir verdad, no me quiero retirar.
¿Cómo uno va a querer dejar lo que tanto ama?
Se trata de darle paso a otra etapa de mi vida, también quiero disfrutar y hacer otras cosas. Me lo merezco, no dudo de eso. Porque más allá de la autoexigencia que me atormenta, necesito dejar de estar preso del deseo.
Se trata de buscar constantemente el cómo hacerlo, tomar decisiones y aventurarse a los retos. Punto.
Aparentemente, estoy en lo concreto, debido a que persigo mis sueños y busco constantemente respuestas que me lleven a lo certero.
Todavía me cuesta creerlo, sin embargo, están a punto de presenciar mi segundo libro.
Bienvenidos a “La buena nueva”: intentaré disfrutarlo.
A falta de mar, los dolores de cabeza ocasionados por dicha ausencia, me comenzaban a afectar en relación a mi accionar social para con los demás. Yo me percataba de que algo comenzaba a rondar mal, pero la diferencia al libro anterior, es que ahora no me costaba tanto volver a tomar una decisión como la que en aquel momento me guió.
Estaba en mi ciudad natal, cerca de mi familia y de mis amigos, pero la distancia era abismal; ya que como de costumbre, la cosa pasaba por mí. Estaba muy contento de poder pasar tiempo con ellos, pero evidentemente las cartas del juego se me acababan a medida que pasaba el tiempo.
Los históricos domingos en familia, ya no me significaban nada. Mediante las pastas no hablaba, solo escuchaba y me mantenía inerte. Era como si Damian salía de la mesa y observaba lo que pasaba en la mesa desde la azotea. Me empezaba a costar el simple hecho de disfrutar. Todo eso en menos de un mes, otra vez…
Internamente mi cabeza divagaba en el imaginario de mi mente, padeciendo e impaciente por no sentir temporalmente el viento en la frente, luego de meterme a surfear en Varese.
Más allá de lo oculto, estaba muy contento y feliz del momento que me tocaba vivir. Pero, siempre hay un pero. Porque las olas van y vienen, pero nunca se detienen. Sabía muy bien que las olas estaban rompiendo y yo estaba clavado escuchando los cuentos de mi viejo, que si bien son siempre buenos, mi anzuelo estaba en el mar.
Encima, en plena sobremesa, mi hermano contaba muy orgulloso y contento el ascenso laboral obtenido. Obvio que me puse contento, sería muy austero de mi parte el hecho de no alegrarme. Pero lo que no podía tolerar, es que un poco de plata más en su bolsillo, le calmara la ansiedad y las inquietudes que constantemente lo persiguen.
Para completar el combo, toda mi familia aplaudía, pero sobre todo mi viejo; aclamando para romper el silencio:
—Estas son las cosas que a mí me ponen contento.
Sinceramente no disfruté para nada ese momento, el dinero lo estaba condenando de por vida a ser feliz a corto plazo e infeliz a largo plazo; sin embargo todos avalaban el “éxito”. ¿“Éxito”?
Yo ya estaba recibido, había trabajado durante años a más no poder, ocupándome de las personas que me rodeaban para que duerman bien, había dejado todo; y cuando digo todo, es todo: profesión, trabajo, amistad, amores pasajeros, familia, etc.
Lo único que quería era ser feliz con lo que yo quería, pero evidentemente nadie lo percibía. Evidentemente mi familia y mis amigos se notaban sorprendidos. Pero claro, cuando uno sale de lo preestablecido y aceptado por la sociedad, lo tildan de loco.
Como si lo que importara solamente fuese trabajar entre 10:00 y 12:00 horas diarias, alquilar un departamento y tener un auto.
¿Para qué? ¿De qué te sirve? Si al volver al departamento estas reventado por soportar el calvario en el cual elegiste meterte. Y para rematar el partido, te sentís solo.
Yo ya lo tuve, ya lo hice, no me gustó y punto. Ya está.
¿Cuál es el problema de ser feliz con lo que uno quiere ser feliz?
La cuestión era que ya había dado muchos grandes pasos, pero como siempre, somos inconscientes de lo que avanzamos en relación al pasado.
Yo ya estaba convencido, el edificio ya no tenía las bases para seguir dando clases virtuales o presenciales.
Tenía ganas de jugar un juego mucho más grande, donde los contrincantes sean partícipes, dueños y abanderados, de palabras conjuntamente ensambladas.
El caso ya estaba prácticamente cerrado, ya me había animado y tirado por los acantilados: el mar estaba siempre en el mismo lugar, desde lo geográficamente ubicado y desde mi imaginario.
Nunca se me había presentado la idea de escribir un libro, mucho menos dos; porque me considero solo un vendedor de ficción y fantasía más del montón.
Cuando la luna salía del mar, con suerte se me ocurría alguna que otra frase o pensamiento; pero con eso no se puede llegar muy lejos.
Recuerdo, que la literatura en el colegio no me decía nada, más bien divagaba. Es lógico, porque la edad a pesar de ser solo un número, incide directamente.
Un día, te sorprendes al descubrir las maravillas de cosas que tenías guardadas en la alcoba. Quizás antes, no te eran tan significantes, cuando en realidad lo relevante es el lugar al cual te llevan.
Disfrutas de ciertas cosas porque uno necesita cambiar la forma, mediante la cual, en lo escrito expresas otras cosas.
La realidad es que no sé bien lo que hago, ni tampoco me comparo; soy así y no tengo capa de invisibilidad.
Tampoco sé si es poesía, solo plasmo sensaciones y emociones atroces. Puede que por momentos sea un cuento, porque me apasiona andar suelto y mantener el enigma en el desglosamiento.
Pero a veces me introduzco tanto en lo que relato y comento, que es inevitable no pensar que lo escrito tiene aroma de novela; pero para eso esta la vida de mi viejo.
Lo que sí tengo en claro, es que busco cruzar fronteras y romper ciertos límites. Es por eso, que al dejarlo por sentado en lo escrito, pueda parecer que en realidad mi vida es un mito.
No sé, ni tampoco creo volver al ruedo. Todavía me cuesta, pero estoy tratando de relajarme un poco.
El otro día comencé a mirar hacia atrás y llegué al punto de preguntarme si no debía modificar mi rumbo, ya que dentro de aquella vieja cronología, nunca había sido cuestionado.
Llegué a la conclusión de que no hacía falta cambiar nada, porque lo hecho ya está.
Lo bueno de dejar a tiempo, es que no me había traicionado a mí mismo. Es por eso y por todo lo anterior, que llegado al punto de saturación, lo único que uno quiere es aislarse en soledad.
En busca de paz y tranquilidad, nos fuimos a pescar con papá, lo cual me pareció muy loco. Viajamos en el tiempo y la escena perdida diez años atrás, volvía a medida que trascurría la película.
Más allá de relajar los sentidos por el simple hecho de ver el reflejo de mi cuerpo en el espejo de la laguna, me quedó rumiando lo que me confesó mi viejo:
—Me pone contento que hayas venido y que pescaras.
Voy a cambiar de línea para ver si pesco y si no ya esta. La pesca ya la hiciste vos.
Yo me divierto igual.
Sinceramente mi viejo esa tarde no pescó y se llenó de orgullo contando que había ido a pescar con su hijo después de unos cuantos años. Me costaba comprenderlo, porque si yo estuviese en sus zapatos, me daría vergüenza divulgarlo. Que alguien que no concurre a pescar desde antaño, termine pescando; y el que frecuenta seguido no lo haga, termina siendo injusto y gracioso al mismo tiempo.
Pero claramente ese no era el punto, porque al decir verdad, mi viejo a veces volvía a ser lo que solía.
A medida que los días transcurrían, mi precoz tranquilidad, ya comenzaba a experimentar cierta durabilidad limitada en el tiempo. Esto se debe, en parte, al ambiente en el cual uno se encuentra físicamente temporalmente.
Las semanas se me tornaban cada vez más duras. Mi viejo me hablaba y me preguntaba qué me pasaba, me decía que cambie la cara y (como de costumbre) se preocupaba.
La realidad es que yo no estaba bien, pero tampoco estaba mal. Directamente no estaba, porque mi cabeza estaba allá; a orillas del mar.
Acá tenía todo, pero prefería vivir en mi cabeza desde el imaginario, proyectando en como las olas rompían y rompían.
Si el ambiente esta infectado y/o no comparte tus tiempos, tus proyectos no se alinean con tus pensamientos; directa o indirectamente algo te condiciona.
Estar convencido, saber lo que uno quiere y luchar en silencio para obtenerlo; a uno lo hace tener el respeto de escuchar consejos de los afectos. Siempre es aconsejable escuchar a los demás, al menos a mí me ayuda a reafirmarme más en mis convicciones.
Como comenté anteriormente, los consejos siempre son bienvenidos, porque de una manera u otra; te acercan más a la cima o te liquidan.
Pero para lo que yo ya no estaba, a mis 28 años de edad, era para recibir sermones; los cuales la mayoría de las veces provienen de las malas experiencias por parte de quien te los cuenta.
Una cosa es brindar un consejo, en donde la persona se mantiene de manera parcial y/o al margen de la situación en la cual se introduce al momento de dirigir su atención.
Algo muy diferente es el sermón, porque ahí la persona carga toda su furia subjetiva y se anula ante otro punto de vista. Y eso, para mí no es dialogar, sino que llega un punto en el cual solo te queda irte o escuchar.
Puede ser que sea algo terco, pero para nada caprichoso. También, puede ser que sea algo loco, pero eso no quita que sea prudente y vaya de frente.
Sin embargo, ahí vas de vuelta, escuchas a tu abuela para que se quede tranquila de que ella hizo su parte y que intento modificar tus “caprichos”.
¡Qué cantidad de preguntas!
¡Qué preguntas raras y cuestionables!
Como si el deseo por tener verdad, estuviese regulando constantemente la conversación. Pero era obvio, preguntaba en base a su deseo; para que se quede su nieto.
Después de casi 1 hora de escucharla con atención, ya no me importaba ir al choque y tratar de hacerla entrar en mi razón. Después de todo, siempre va a ser mi abuela.
El hecho de que generaciones anteriores a las nuestras, piensen de diferente manera, no quita los bellos recuerdos de la niñez y adolescencia.
Con lo que me gusta el lado oscuro, mi abuela había logrado volcarme de lleno en el valle de las tinieblas. Pero bueno, es necesario que llueva para que consecuentemente salga el sol.
¿Cómo podría ahora surgir algo positivo después de haber soportado dicho martirio?
De todas formas, uno mastica y entiende que no es egoísmo. Una abuela, siempre quiere lo mejor para su nieto y puede ser que tengan sus “maneras”; pero hay que tratar de comprenderlas.
¿No es vida, justamente, querer ser distinto y autentico con respecto al resto?
¿No es vida destacarse y tajear lo que para la familia resulta desconocido?
¡Basta de estructuralismo!
Se trata en realidad, de encontrarse extasiado y guiado por las leyes de la naturaleza, las cuales con certeza; terminan culminando con nuestra torpeza.
Al día siguiente, ya no sé si de manera consciente, inconsciente o simplemente porque estoy demente; me inscribí a una capacitación virtual de surf.
Evidentemente, mediante la noche encontré nuevamente a Dios, justamente al momento de reflexionar en mi habitación.
Estaba buscando mejorar a distancia mediante la virtualidad y estar cerca del mar, una vez más. Nada más.
Las esperanzas se renovaban porque estaba destinado a seguir buscando olas.
Los siguientes días en La Plata fueron sin respiro. Más allá de que no tenían mucho sentido, no por eso voy a dejar de transcribirlos por escrito.
El contenido es muy escaso desde lo transcurrido, porque acá no hay muchos suspiros. Resulta monotemático, pero las sensaciones de estar en familia y no disfrutar como antes, son un poco angustiantes.
Hasta Racing ya no me decía nada, porque ya no disfrutaba ni tampoco sufría los partidos televisivos de los domingos.
Sensaciones y emociones momentáneas, las cuales todavía sigo buscando como controlarlas: de eso se trata.
Me dije a mí mismo, que disfrutaría este libro, por eso mismo estoy en busca de dicho equilibrio.
No salía mucho de mi casa, me la pasaba encerrado leyendo y escribiendo. Esta claro que seguía buscando por pulsión y que también estaba buscando la forma de controlar la emoción.
Los dolores de cabeza aumentaban cada vez más, sobre todo por la noche a la hora de descansar: necesitaba ver el mar, las olas y surfear.
Durante el mientras tanto, los jueves y viernes a las 20:00, virtualmente me llevaban al menos a sentirme dentro del ambiente: la capacitación me empezaba a despertar cada vez más ganas y curiosidad de ir por más.
