La estrella de Sevilla - Anónimo - E-Book

La estrella de Sevilla E-Book

Anónimo

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Beschreibung

La estrella de Sevilla es una tragedia histórica anónima. En ella se relata una leyenda acontecida a finales del siglo XIII, el asesinato de Busto Tabera a manos de su futuro cuñado Sancho Ortiz. El Alcázar árabe, sede de la monarquía del reino moro de Sevilla y convertido tras reconquista de la ciudad en 1248 en Palacio Real, alojaba a los reyes y Castilla León durante sus visitas a la ciudad. Sancho IV (1257-1295) residía en el Alcázar cuando el regidor Busto Tavera pensaba casar a su única hermana, Estrella Tavera, la mujer más bella de Sevilla, con Sancho Ortiz de las Roelas, un apuesto caballero. Cuenta la leyenda que el rey Sancho pretendió, mediante artimañas, entró los aposentos de Estrella, enfrentándose con Busto. Sancho IV ofendido ante la resistencia de Busto a entregarle a su hermana, quiso recluirlo en una celda, pero sus consejeros le dijeron que era mejor ejecutarlo, ya que el buen hombre era muy apreciado en Sevilla. El rey ordenó el asesinato y encargó al propio Sancho Ortiz la ejecución. Sancho Ortiz de las Roelas mató a Bustos y fue encarcelado por ello. El asesino, arrepentido, quiso confesarse pero no se negó a denunciar al rey, por lealtad. Al final de la historia Estrella renunció a casarse y se internó en un convento.

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Anónimo

La estrella de Sevilla

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: La estrella de Sevilla.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-241-5.

ISBN rústica: 978-84-9816-067-3.

ISBN ebook: 978-84-9897-539-0.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 47

Jornada tercera 91

Libros a la carta 137

Brevísima presentación

La estrella de Sevilla es una tragedia histórica anónima. En ella se relata una leyenda acontecida a finales del siglo XIII, el asesinato de Busto Tabera a manos de su futuro cuñado Sancho Ortiz.

El Alcázar árabe, sede de la monarquía del reino moro de Sevilla y convertido tras reconquista de la ciudad en 1248 en Palacio Real, alojaba a los reyes y Castilla León durante sus visitas a la ciudad. Sancho IV (1257-1295) residía en el Alcázar cuando el regidor Busto Tavera pensaba casar a su única hermana, Estrella Tavera, la mujer más bella de Sevilla, con Sancho Ortiz de las Roelas, un apuesto caballero.

Cuenta la leyenda que el rey Sancho pretendió, mediante artimañas, entró los aposentos de Estrella, enfrentándose con Busto. Sancho IV ofendido ante la resistencia de Busto a entregarle a su hermana, quiso recluirlo en una celda, pero sus consejeros le dijeron que era mejor ejecutarlo, ya que el buen hombre era muy apreciado en Sevilla. El rey ordenó el asesinato y encargó al propio Sancho Ortiz la ejecución.

Sancho Ortiz de las Roelas mató a Bustos y fue encarcelado por ello. El asesino, arrepentido, quiso confesarse pero no se negó a denunciar al rey, por lealtad. Al final de la historia Estrella renunció a casarse y se internó en un convento.

Personajes

Busto Tavera

Clarindo, gracioso

Don Arias

Don Gonzalo de Ulloa

Don Manuel

Don Pedro de Guzmán, Alcalde mayor

Don Sancho Ortiz

El rey don Sancho

Estrella, dama

Farfán de Ribera, Alcalde mayor

Fernán Pérez de Medina

Íñigo Osorio

Natilde

Pedro de Caus, Alcalde

Teodora

Jornada primera

Salen el Rey, Don Arias, Don Pedro de Guzmán, y Farfán de Ribera

Rey Muy agradecido estoy

al cuidado de Sevilla,

y conozco que en Castilla

soberano rey ya soy.

Desde hoy reino, pues desde hoy

Sevilla me honra y ampara;

que es cosa evidente y clara,

y es averiguada ley,

que en ella no fuera rey

si en Sevilla no reinara.

Del gasto y recebimiento,

del aparato en mi entrada,

si no la dejo pagada,

no puedo quedar contento.

Mi Corte tendrá su asiento

en ella, y no es maravilla

que la Corte de Castilla

de asiento en Sevilla esté;

que en Castilla reinaré

mientras reinare en Sevilla.

Pedro Hoy sus Alcaldes Mayores

agradecidos pedimos

tus pies, porque recebimos

en su nombre tus favores.

jurados y regidores

ofrecen con voluntad,

su riqueza y su lealtad,

y el Cabildo lo desea,

con condición que no sea

en daño de tu ciudad.

Rey Yo quedo muy satisfecho.

Pedro Las manos nos da a besar.

Rey Id, Sevilla, a descansar;

que con mi gozo habéis hecho

como quien sois, y sospecho

que vuestro amparo ha de hacerme

rey de Gibraltar, que duerme

descuidado en las colunas,

y con prósperas fortunas

haré que de mí se acuerde.

Farfán Con su lealtad y su gente

Sevilla en tan alta empresa

le servirá a Vuestra Alteza,

ofreciendo juntamente

las vidas.

Arias Así lo siente

su Majestad, de los dos;

y satisfecho de vos

queda, de vuestro deseo.

Rey Todo, Sevilla, lo creo

y lo conozco. Id con Dios.

(Vanse [don Pedro y Farfán].)

Arias ¿Qué te parece, señor,

de Sevilla?

Rey Parecido

me ha tan bien, que hoy he sido

solo rey.

Arias Mucho mejor,

mereciendo tu favor,

señor, te parecerá

cada día.

Rey Claro está;

que ciudad tan rica y bella,

viviendo de espacio en ella,

más de espacio admirará.

Arias El adorno y las grandezas

de las calles, no sé yo

si Augusto en Roma las vio,

ni tuvo tantas riquezas.

Rey Y las divinas bellezas,

¿por qué en silencio las pasas?

¿Cómo limitas y tasas

sus celajes y arreboles?

Y di, ¿cómo en tantos soles,

como Faetón, no te abrasas?

Arias Doña Leonor de Ribera

todo un cielo parecía;

que de su rostro nacía

el Sol de la primavera.

Rey Sol es, si blanca no fuera;

y a un Sol con rayos de nieve

poca alabanza se debe,

si, en vez de abrasar, enfría.

Sol que abrasase querría,

no Sol que helado se bebe.

Arias Doña Elvira de Guzmán,

que es la que a su lado estaba,

¿qué te pareció?

Rey Que andaba

muy prolijo el alemán;

pues de en dos en dos están

juntas las blancas ansí.

Arias Un maravedí vi allí.

Rey Aunque Amor anda tan franco,

por maravedí tan blanco

no diera un maravedí.

Arias Doña Teodora de Castro

es la que viste de verde.

Rey Bien en su rostro se pierde

el marfil, y el alabastro.

Arias Sacárala Amor de rastro,

si se la quisiera dar,

porque en un buen verdemar

engorda como en favor.

Rey A veces es bestia Amor,

y el verde suele tomar.

Arias La que te arrojó las rosas,

doña Mencía, se llama,

Coronel.

Rey Hermosa dama,

mas otras vi más hermosas.

Arias Las dos morenas brïosas

que en la siguiente ventana

estaban, eran doña Ana

y doña Beatriz Mejía,

hermanas, con que aun el día

nuevos resplandores gana.

Rey Por Ana es común la una,

y por Beatriz la otra es

sola como el fénix, pues

jamás le igualó ninguna.

Arias ¿La buena o mala fortuna

también se atribuye al nombre?

Rey En amor, y no te asombre,

los nombres con estrañeza

dan calidad y nobleza

al apetito del hombre.

Arias La blanca y rubia...

Rey No digas

quién es ésa. La mujer

blanca y rubia vendrá a ser

mármol y azófar; y obligas,

como adelante prosigas,

a oír la que me da pena.

Una vi de gracias llena,

y en silencio la has dejado;

que en sola la blanca has dado,

y no has dado en la morena.

¿Quién es la que en un balcón

yo con atención miré,

y la gorra le quité

con alguna suspensión?

¿Quién es la que rayos son

sus dos ojos fulminantes,

en abrasar semejantes

a los de Júpiter fuerte,

que están dándome la muerte,

de su rigor ignorantes?

Una que, de negro, hacía

fuerte competencia al Sol,

y al horizonte español

entre ébano amanecía

una noche, horror del día,

pues, de negro luz le daba;

y él, eclipsado, quedaba

un borrón de la luz pura

del Sol, pues con su hermosura

sus puras líneas borraba.

Arias Ya caigo, señor, en ella.

Rey En la mujer más hermosa

repara; que es justa cosa.

Arias ésa la llaman la Estrella

de Sevilla.

Rey Si es más bella

que el Sol, ¿cómo así la ofende?

Mas Sevilla no se entiende,

mereciendo su arrebol

llamarse Sol, pues es Sol

que vivifica y enciende.

Arias Es doña Estrella Tavera

su nombre, y por maravilla

la llama Estrella Sevilla.

Rey Y Sol llamarla pudiera.

Arias Casarla su hermano espera

en Sevilla, como es justo.

Rey ¿Llámase su hermano...?

Arias Busto

Tavera, y es Regidor

de Sevilla, cuyo honor

a su calidad ajusto.

Rey ¿Y es casado?

Arias No es casado;

que en la esfera sevillana

es Sol, si Estrella es su hermana;

que Estrella y Sol se han juntado.

Rey En buena Estrella he llegado

a Sevilla; tendré en ella

suerte y favor si es tan bella

como la deseo ya.

Todo me sucederá

muy bien con tan buena Estrella.

Si tal Estrella me guía,

¿cómo me puedo perder?

Rey soy, y he venido a ver

estrellas a medio día.

Don Arias, verla quería;

que me ha parecido bien.

Arias Si es Estrella que a Belén

te guía, señor, ¿no es justo

que hagas a su hermano Busto

bestia del portal también?

Rey ¿Qué orden, don Arias, darás

para que la vea y hable?

Arias Esta Estrella favorable

a pesar del Sol verás;

a su hermano honrar podrás;

que los más fuertes honores

baten tiros de favores.

Favorécele; que el dar,

deshacer y conquistar

puede imposibles mayores.

Si tú le das y él recibe,

se obliga; y si está obligado,

pagará lo que le has dado;

que al que dan, en bronce escribe.

Rey A llamarle te apercibe,

y dar orden juntamente

como la noche siguiente

vea yo a Estrella en su casa,

epiciclo que me abrasa

con fuego que el alma siente.

Parte, y llámame al hermano.

Arias En el Alcázar le vi;

veré, señor, si está allí.

Rey Si hoy este imposible allano,

mi reino pondré en su mano.

Arias Yo esta Estrella te daré.

(Vase.)

Rey Cielo estrellado seré

en noche apacible y bella;

y, solo con una Estrella,

más que el Sol alumbraré.

(Sale Don Gonzalo, con luto.)

Gonzalo Déme los pies Vuestra Alteza.

Rey Levantad, por vida mía;

día de tanta alegría

¿venís con tanta tristeza?

Gonzalo Murió mi padre.

Rey Perdí

un valiente capitán.

Gonzalo Y las fronteras están

sin quien las defienda.

Rey Sí.

Faltó una heroica persona,

y enternecido os escucho.

Gonzalo Señor, ha perdido mucho la

frontera de Archidona;

y puesto, señor, que igual

no ha de haber a su valor,

y que he heredado el honor

de tan fuerte general,

Vuestra Alteza no permita

que no se me dé el oficio

que ha vacado.

Rey Es claro indicio

que en vos siempre se acredita.

Pero la muerte llorad

de vuestro padre; y, en tanto

que estáis con luto y con llanto,

en mi Corte descansad.

Gonzalo Con la misma pretensión

Fernán Pérez de Medina

viene, y llevar imagina

por servicios el bastón;

que, en fin, adalid ha sido

diez años, y con la espada

los nácares de Granada

de granates ha teñido;

y por eso adelantarme

quise.

Rey Yo me veré en ello;

que, supuesto que he de hacello,

quiero en ello consultarme.

(Sale Fernán Pérez de Medina.)

Fernán Pienso, gran señor, que llego

tarde a vuestros altos pies;

besarlos quiero, y después ...

Rey Fernán Pérez, con sosiego

los pies me podéis besar;

que aun en mis manos está

el oficio, y no se da

tal plaza sin consultar

primero vuestra persona,

y otras del reino importantes,

que, siendo en él los Atlantes,