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En esta segunda parte de mi libro, cuento lo grandioso que fue volver a casa, y también hablo de algunos recuerdos que tuve mientras estaba internado. Y sin duda, hablo de lo difícil y estresante que fue llegar hasta este punto en mi vida, en el cual puedo viajar o ir al gimnasio, en resumen, llevando una vida normal y tranquila. En fin, espero que les guste leerlo..
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Seitenzahl: 124
Veröffentlichungsjahr: 2022
Lucas Martínez
Martínez, Lucas La historia de mi vida : segunda parte / Lucas Martínez. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022. Libro digital, EPUB
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-3018-9
1. Biografías. I. Título. CDD 920
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Prosigamos
Pensando
¡Prosigamos!
Continuemos
Regresando a mi aburrida estadía
Miércoles 7 de noviembre
Pensando
Un gran día
Entonces pienso
Al día siguiente
De regreso
Horrible sensación
Un día para el olvido
Volviendo al tema
Al día siguiente
Por otro lado
Segundo día de mí llegada a casa
Cambiando de tema
Infructuosa relación
Volviendo al asunto
Volviendo a mí historia
Cambiando de tema
Complicado día
Final inesperado
Prosiguiendo con el asalto
Al día siguiente
Controles rutinarios
Asombroso momento
¡Un gran día!
Volviendo al tema
Por la tarde
Al día siguiente
Pasado los días
A la mañana siguiente
Pensando
Volviendo al tema
Al día siguiente
Sueños
Volviendo a mí historia
Hoy es 10 de julio
Al día siguiente
Hoy es 12 de julio
Prosiguiendo
Hoy es 15 de julio
Hoy es jueves 18 de julio
Al día siguiente
Un año después
Al día siguiente
Pasados los minutos
Al día siguiente
Pensando
Volviendo a mí historia
La llegada tan esperada
Segunda semana de mí llegada a Buenos Aires
Pasados los meses
De regreso
Conversación a larga distancia
Cambiando de tema
11 de enero de 2020
Al pasar los días
Rumbo a Corrientes
Prosiguiendo con mí historia
Al día siguiente
Dos semanas después
Control con hematología
Al día siguiente
Rumbo a Corrientes
Volviendo al tema
11 de marzo de 2020, la pandemia
Hoy es martes 2 de febrero de 2021
Cambiando de tema
Hoy es miércoles 3 de febrero de 2021
Hoy es lunes 8 de febrero de 2021
Día de control
Hoy es 16 de febrero de 2021
Cambiando de tema
Hoy es 16 de abril de 2021
Prosigamos
23 de septiembre del año 2021
Cambiando de tema
Triste noticia
Hoy es martes 9 de febrero de 2022
Hoy es 8 de mayo de 2022
14 de mayo
Hoy es sábado 16 de julio de 2022
¡Hola de nuevo! Como sabrán mi nombre es Lucas, tengo 25 años, vivo en Tigre Pacheco provincia de Buenos Aires, junto a mi mamá, mi hermana y mi mascota Tini. Les comento que estoy en el proceso de escritura de un nuevo libro, en un intento de superar mis propias expectativas. De alguna manera, mis libros escritos en parte intentan contar mi historia. En el primero cuento como era mi vida hasta mi última internación, luego hablo de mis días en el hospital, esperando ser dado de alta. En el segundo narro los momentos difíciles que superé. A continuación, menciono cómo fueron mis días estando en casa. Sin más que agregar, quisiera relatar mí historia la cual comienza así:
El sábado 3 de noviembre de 2018 se cumplen nueve meses de internación. Recuerdo que me internaron el sábado 3 de marzo, debido a un fuerte dolor abdominal. Aquel día fui de urgencia al hospital de alta complejidad en red el Cruce de Florencio Varela. Mientras esperaba ser atendido pensé: “Quizás pronto esté en casa, porque el dolor que sentía había cesado”. Supongo que cuando me revisen, y vean que estoy en un buen estado de salud, la doctora dirá: “Estas bien Lucas te puedes ir”. ¡Lamentablemente eso no ocurrió! Nunca imaginé estar doscientos cincuenta y un días en el hospital. De los segundos, minutos y horas que llevo internado ninguno fue bueno. Porque padecía de dolor en todo momento. En estos meses el desmayarme era normal, el sufrimiento es constante y por momentos pensaba que moriría. Si bien, puedo decir con certeza que en este momento estoy muchísimo mejor.
En este preciso instante estoy recostado en la cama de la habitación ciento veintiséis. Escribir mí historia en la netbook es algo habitual. Comer las cuatro comidas es fundamental. Levantarme para salir a caminar era normal, dos o tres veces al día recorría el hospital. Y de vez en cuando junto con mi papá nos sentábamos a la sombra de la pérgola, normalmente iba para leer o descansar. Les comento que estoy leyendo un libro, el cual está escrito por Paulo Freire, habla sobre la pedagogía del oprimido, esta es la segunda vez que lo leo. A decir verdad, la asistente social Diana me lo prestó. Por cierto, varios de los libros que me daba trataban sobre el marxismo.
A veces utilizaba la pedalera de mi mamá, la que compró en Belgrano (un barrio de Buenos Aires). Pedaleaba más de veinte minutos al día. Al comienzo, fue todo un reto, porque sentía calambres en las piernas.
¡Una vez pedalee cuarenta y cinco minutos! Superarme generaba mucha alegría en mí. Es más, sentía que era un ganador. Pasé de pedalear veinte minutos a pedalear cuarenta y cinco. Sin duda, fue una gran hazaña.
Recuerdo que los kinesiólogos: Paula, Andrés y Jonathan, me controlaban todos los días, a las ocho de la mañana Ingresaban a la habitación, y me mandaban a realizar algunos ejercicios mientras estaba acostado. Tenía que mover los dedos de la mano y de los pies. Al terminar, hacía movimientos con el empeine. Minutos después me levantaban para que caminara, iba desde la puerta hasta la ventana. Hacerlo era bastante difícil. De igual manera, levantarme era aún más complicado. A todo esto, los doctores hacían todo lo posible para que hiciera cada uno de los ejercicios y a medida que pasaban los meses hacía más actividades físicas. Realizaba varios ejercicios al día como: pedalear, sentadillas y caminatas largas. Además, practicaba algunos ejercicios mientras me sostenía de la cama, de hecho, tengo un video donde se puede ver como los hacía. En este momento, las actividades que realizo no son tan extenuante. Aunque por un tiempo me costó mantenerme parado. Perdí mucha masa muscular. Por este motivo, no podía mover bien algunas partes de mi cuerpo. Según el doctor Federico Bodega, perdí la masa muscular del pie. Esto tiene que ver con los meses que estuve postrado. Al no darle movilidad al músculo, la masa se desgasta hasta que desaparece. De todos modos, tengo la certeza de que con una buena alimentación y haciendo ejercicios diariamente incrementaría la fuerza y la resistencia de mis músculos.
—Si por alguna razón no te mueves, tus músculos podrían atrofiarse, de modo que quedarían acurrucados. Te conviene hacer ejercicios y tratar de no estar acostado las veinticuatro horas del día —aseguró Federico.
Por suerte, eso no ocurrió. Y todo gracias a las exigencias de los doctores. Pasado el tiempo sentía que podía caminar, y mucho más que antes. Aquello fue un gran avance para mí. Por este motivo, los doctores kinesiólogos: Paula, Andrés y Jonathan estaban más que contentos. Y cuando dejé el andador y comencé a caminar por mis propios medios no los volví a ver con tanta frecuencia.
De vez en cuando, junto con mi papá nos sentábamos en uno de los muchos bancos, que están debajo de la hermosa y tranquila sombra que da la pérgola. Mientras estaba ahí, pensaba en como escabullirme del hospital, ¿será una mala idea? En ese entonces, tenía puesto varios drenajes, el suero y estaba en silla de ruedas. ¡Escaparme no era conveniente! Estando sentado, contemplaba el paisaje y por momentos observaba a las personas que caminaban por la vereda, y a las que viajaban en colectivo. “No sé imaginan cuánto deseaba estar del otro lado de las rejas del hospital”. Pasear en auto, caminar o andar en bicicleta. Cosas sencillas, pero a su vez difíciles de hacer para mí. Entonces pensé: “tengo que salir de este lugar, debo hacerlo sino moriré intentándolo”. Motivarme a mí mismo, fue de mucha ayuda. Esta fue una de mis varias metas a cumplir. Primera y principal: “hacer todo lo posible por salir de este lugar”.
Hoy es 6 de noviembre, es de noche y comencé a escribir. Son las tres de la madrugada, mi papá está durmiendo en el sofá, parece que es cómodo dormir ahí. Aunque seguro que no lo es para él, en cierta forma, siempre le agradeceré por esto. Les comento que todas las noches mantienen encendido el aire acondicionado, y hace frio en la habitación, debido a eso, no puedo dormir. Me molesta todo, iniciando por el ruido que hace el cuentagotas, que, a decir verdad, fue creado para molestarme, cada dos segundos hace tin, tin, tin. Desearía apagarlo, ese sonido es el que no me deja descansar. En fin, escribiré un poco más.
Seguir cuando crees que no puedes más, me hizo comprender que no importa que tan fuerte sea el golpe que te dé la vida, sino como puedas resistirlo. Seguir peleando y jamás darte por vencido, a pesar de que la vida te gane y te destroce en alma y vida tienes que seguir luchando, porque la vida siempre te dará una segunda oportunidad.
Hace cuatro meses atrás pesaba treinta y ocho kilogramos. A simple vista podías notar los huesos de mi cuerpo. Recuerdo que me dolía cuando me pinchaban en el brazo. “¡Mi sufrimiento hasta ahora es constante!”. Sea con inyecciones, sonda, o peor aún, cuando me colocaban los drenajes, algunos sin anestesia. Llegué a tener ocho, sin duda, soporté mucho dolor. Por otro lado, el suero con potasio era bastante molestoso, porque sentía que mis venas ardían. Gisela, mí enfermera del turno tarde, traía una bolsa con hielo, y la colocaba en mi brazo, para que calmara el ardor. Aun así, tenía que acostumbrarme a esto de sufrir por cada simple cosa. Si bien, ahora estoy bastante bien, ¡desearía que pronto me dieran de alta!
¡Espero con ansias conocer la nueva casa que mi mamá alquiló en Tigre Carupá!
—¡Hola! Te comento que alquile una casa, tiene dos habitaciones, un baño, cuarto de estar y cocina —con alegría agregó mi mamá.
Pasados los minutos me envío varias fotos.
—Hay una habitación bastante grande y es solo para vos —exclamó.
—Muchas gracias —respondí—. Espero estar pronto en casa.
Las horas aquí son interminables, cada segundo es como una hora y una hora como un día. “Desearía estar en otro lugar”, que no sea en el hospital. De igual manera, soy de distraerme con facilidad. Escribía por horas en la netbook, y en ocasiones hablaba con algunos de mis familiares o amigos. Confieso que me entretenía bastante mirando videos de comidas extranjeras. Me gustaba verlos, debido al apetito que sentía. Como sabrán, estuve cuatro meses sin digerir comidas sólidas. Ciertamente esta fue mi rutina para soportar tantos meses de internación.
Desde la ventana se puede apreciar los primeros rayos del sol. Parece que será un hermoso día. Hoy tuve una visita inesperada, un pequeño pajarito de color gris vino a saludarme. A las siete y media vino Joanna, para sacarme sangre. Como dije, es doloroso cuando te pinchan con una aguja. De todos modos, es posible aguantar un pinchazo, solo tienes que respirar profundo, y pensar en otra cosa, “que no sea en la aguja”. Por suerte, Joanna es una gran extraccionista, cuando me extraía sangre lo hacía en el primer intento. Remarco esto, porque no todas las enfermeras podían sacarme sangre al igual que ella. En ocasiones, me pinchaban dos o hasta tres veces. No obstante, Gisela me exigía para que tomara uno o dos litros de agua. Así las venas engordarían y, sería sencillo sacarme sangre. También sugirió que comprara una pelotita de goma, esas que rebotan, esta ayudaría a que engordaran las venas y a que mejorara la circulación de la sangre. Por desgracia mis venas aún son finas, tan finas que parecen pequeños hilos entrelazados. Al terminar la visita de la extraccionista, quien, es experta sacando sangre, apareció Tina con el desayuno, el menú era igual al de todos los días. Más tarde, vienen los hepatólogos o cirujanos. Normalmente vienen los cirujanos, porque la parte hepática está bastante bien y, no necesitaba ser controlada. En este momento, tengo dos drenajes, uno está en la panza y el otro se encuentra en medio de dos costillas, este último me genera mucho dolor, debido a eso, me suministran morfina. Cuando los doctores vienen a controlarme, inspeccionan y controlan el flujo de líquido. Si hay mucha sustancia liquida, la misma era desechada, sino la dejaban como estaba. Al terminar el control rutinario se iban (típica visita de médicos, aparecen por dos segundos y enseguida desaparecen).
—Esta por salir el drenaje, y como soy muy inquieto creo que saldrá en cualquier momento —con desesperación le dije al doctor antes de que saliera de la habitación.
—Está bien Lucas, no te preocupes, mañana vemos como sigue.
Siendo de noche, algo malo ocurrió, mientras me estaba bañando, el drenaje salió, en ese momento, sentí que algo salía de adentro de mis pulmones y por unos segundos no pude respirar. A continuación, llamé a una de las enfermeras y le dije:
—¡O no! Salió el drenaje.
—Descuida Lucas —contestó Mabel—. Mañana temprano informaré a los doctores.
Asimismo, limpió la herida, al terminar colocó varias gasas, y así evitar una posible infección. Al finalizar, preparé mí cama y mientras esperaba la cena comencé a escribir. Por cierto, la cocinera del hospital (Tina) es mi amiga, y cuando apareció en la habitación, le sugerí que hiciera mi comida favorita (los ravioles). Al terminar de cenar seguí narrando en la computadora los sucesos recientes en mi vida.
Transcribir mí historia a la netbook fue de mucha ayuda para mí. Es como si hiciera psicología todos los días. Por momentos, sentía que escapaba de mi situación. Además, estaré siempre agradecido con el doctor Federico Bodega, quien me insistía para que escribiera.
¿Buena o mala idea? Ustedes dirán
Hubo un tiempo en el cual no pensaba en publicar mi libro. Pensaba que rara vez las personas eligen leer una biografía. A decir verdad, fueron pocas las veces que leí una. Por tanto, quería escribir y nada más. Tal y como Federico sugirió en varias ocasiones que hiciera. De igual manera, hace una semana el doctor Sebastián Maristany Bastida dijo:
—¿Por qué no publicas tu libro? A veces, es mejor arriesgarse y, si está mal escrito quien podría cuestionarte, lo escribiste estando internado. Es más, te recomiendo que lo publiques en dos partes. Deja en suspenso el primero, y en el segundo terminas con tu historia. De esta manera, las personas que te compran la primera parte tendrán que comprarte la segunda para saber cómo concluye.
¡Sin duda, el doctor se equivocó de profesión!
