La Lola se va a los puertos - Antonio Machado - E-Book

La Lola se va a los puertos E-Book

Antonio Machado

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Beschreibung

En esta obra de los hermanos Machado se condensa lo mejor del simbolismo andaluz. Se trata de una alegoría de la patria chica, representada a través del cante, la guitarra y la pareja casta unida por el amor puro hacia el flamenco.Lola es una cantaora a la que acompaña siempre Heredia, su guitarrista. La protagonista encarna el ideal de la mujer de la época, pues es su amor a la tradición y a la música lo que la aleja de los placeres efímeros y materialistas de las pasiones humanas.-

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Antonio Machado

La Lola se va a los puertos

Introducción Ana Padilla Mangas Orientaciones para el montaje José Luis Alonso de Santos

Saga

La Lola se va a los puertos

 

Copyright © 1929, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726749403

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

ACTO PRIMERO

(La escena representa la sala baja de un gran cortijo de Andalucía, con amplia portalada de arcos al fondo, que da a una galería abierta al jardín y al campo. Otras puertas y ventanas laterales. El mobiliario adecuado y una larga mesa donde está dispuesto el lunch con botellas y cañas en sus cañeros. El jardín llega hasta la misma casa, con sus rosales trepadores enredados a los pilares de la galería. En lontananza, grandes masas de olivar y monte.)

ESCENA I

(Paco y Mercedes, caseros del cortijo, acabando de arreglar la mesa.)

Paco ¿La señorita Rosario

qué te dijo?

Mercedes Preguntaba

por su novio. Ella creía

que la juerga y la algazara

de esta noche...

Paco ¿Sí?...

Mercedes Eran cosa

del señorito.

Paco Me extraña.

Será el cariño, los celos...

Ya sabe que en esta casa

la cabeza más alegre

es la que peina más canas.

Así va el mundo.

Mercedes Yo dije

la verdad: coplas, guitarra

y fandango, todo ha sido

cosa del amo.

Paco Él lo paga

y lo goza. ¡Si lo viera

desde el cielo aquella santa!

Mercedes Una santa y desde el cielo,

¿qué iba a decir?: «Tiene gracia

mi esposo; tan alegrito

siempre donde suenan palmas.»

Paco ¿Y se van hoy los artistas?

Mercedes Esta noche. De mañana

se fueron los invitados,

y ya no quedan en casa

más que la Lola y Heredia.

ESCENA II

(Dichos, Don Diego y Heredia.)

 

Don Diego ¡Paco, Mercedes!

Paco ¿Qué manda?

Don Diego ¿Está preparado todo?

Mercedes Dígame usted si algo falta.

Don Diego Nada. Ya os podéis marchar.

Cuando esté Lola aviada,

decidle que la esperamos

para tomar una caña.

 

(Vanse Paco y Mercedes.)

ESCENA III

(Don Diego yHeredia.)

 

Don Diego ¡Heredia!

Heredia ¡Don Diego!

Don Diego Toma.

 

(Le dan un sobre con unos billetes.)

 

Heredia ¿Qué me da usted?

Don Diego Poco. Nada

que obligue. Gomo recuerdo

de un amigo y de una casa

que habéis honrado, dinero

para el camino y las gracias.

Heredia Don Diego, ¡dos mil pesetas

a nosotros!

Don Diego Te las guardas;

os las guardáis. Y no hablemos

de ello.

Heredia Ni media palabra.

Manda Faraón y el polvo

obedece.

 

(Se mete el sobrecito en el bolsillo.)

 

Don Diego ¿A qué hora pasa

el tren?

Heredia A las seis y cuarto.

 

(Una pausa.Heredia yDon Diego se miran.Don Diego va a hablar deLola y cambia de idea.)

 

Don Diego Echemos la última caña.

Heredia La penúltima.

 

(Llenan las cañas.)

 

Don Diego Bien dices.

 

(Beben y permanecen algún rato en silencio suspirando.)

 

¡Ay, Heredia de mi alma!

Heredia (La exclamación con queHeredia responde aDon Diego quiere decir que comprende por qué suspira.)

¡Don Dieguito de mi vida!

Don Diego Tú sabes...

 

(Con interés.)

 

Heredia Y o..., de guitarra

un poquillo.

Don Diego ¿Y de mujeres?

Heredia Sólo se que no sé nada,

que dicen que dijo el sabio

Salomón, que las trataba

de cerca.

Don Diego ¿Qué piensas tú

de Lola?

Heredia Que Lola canta.

Don Diego Como los ángeles.

Heredia No;

como la Lola. Si es ella

el mismo cante. No hay otra,

don Diego.

Don Diego Conforme, Heredia;

pero ahora yo te pregunto

por la mujer.

Heredia Por la hembra

juncal. Comprendido; usted

quiere saber...

Don Diego Si chanela...

Heredia Más que de coplas...

Don Diego Si marcha...

Heredia O no marcha.

Don Diego Justo.

Heredia Tenga.

—y perdone— el sobrecito

con sus pápiros.

 

(Le devuelve el sobre.)

 

Don Diego (Rechazando el sobre con disgusto.)

No aciertas

a comprenden Yo no compro

a mis amigos.

Heredia Pues venga

otra cañita.

 

(Se guarda el sobre yDon Diego llena las cañas.)

 

Y ahora

¿escuchará la grandeza

de Andalucía el consejo

de una lombriz de la tierra?

Don Diego Habla y no te achiques tanto.

Heredia Don Dieguito, no se pierda

usté a sus años.

Don Diego ¿Tan viejo

soy? ¿Cuántos años me echas?

Heredia Para morirse, muy pocos;

para bailar de cabeza...

el hombre debe ser

viejo desde que se afeita.

La Lola..., la Lola... ¿Ha dicho

usted la Lola? Usted piensa

que es una chavala...

Don Diego Sí.

Heredia Como otras muchas que ruedan

por el mundo... Una mujer...

Don Diego Es claro....

Heredia Pues no lo crea

usted, don Diego; la Lola

no es una mujer siquiera.

Don Diego ¿Qué es entonces?

Heredia Cante hondo

con faldas, la misma esencia

del cante, la cantaora,

la Lola. Aunque usted la vea

cerca de usted, y la escuche,

y la toque —si se deja—,

la Lola no es de este mundo.

Yo que voy siempre con ella

—soy su guitarra— lo sé,

don Diego, por experiencia.

Don Diego Lola y tú...

Heredia Pare usté el coche;

Lola y yo somos pareja

de flamenco. Ella es el cante;

yo, el toque.

Don Diego ¿Y no más?

Heredia (Jurando.) ¡Por éstas!

Entre Lola y yo no hay

más allá de: «afina, templa...

Heredia, por soleares;

por seguidillas, Heredia».

Don Diego Perdona, no te creía

tan serio.

Heredia Siempre fue seria

nuestra profesión. La copla

y la guitarra flamenca

—usted lo sabe— no son

cosas de broma. La juerga

—se entiende con cante hondo—

tiene de función de iglesia

más que de jolgorio. No es

una diversión cualquiera,

donde se mete ruido

y se descorchan botellas.

Para alegrarse en flamenco

se ha menester mucha ciencia,

mucha devoción al cante

y al toque.

Don Diego Nadie lo niega

y ya sabes tú que yo

distingo.

Heredia ¡Que usted diquela!

Si es usted el emperador

de la afición de esta tierra.

Don Diego Favor, Heredia.

Heredia Justicia.

¿Echo otras cañitas?

Don Diego Sea.

¿Conque tú nunca pensaste?

La verdad...

Heredia Por la cabeza,

don Dieguito, pasa todo;

importa lo que se queda.

Lola y yo nos conocimos

ella, niña; yo, un chavea.

Su padre fue mi maestro

de guitarra—una eminencia

en el toque el señor Pepe

el herrero—; su maestra

de canto, mi hermana Trini.

Don Diego ¿La Trini?

Heredia ¡Que gloria tenga!

De niños nos separamos,

tres años pasé sin verla.

Y ahora, lo que usted quería

saber. Yo no soy de piedra.

Don Diego ¡Claro! Un artista...

Heredia Era Lola

ya una mocita. En Utrera

nos encontramos. Venía

ella con su madre de Écija;

yo, del Puerto; hacia Sevilla

los dos: «¡Rafael!» Yo era

Rafael —que éste es mi nombre—

para Lola hoy soy Heredia,

el tocador, su guitarra;

para un cartel siete letras,

«¿Quién eres, chiquilla?» Estuve

un rato sin conocerla

mirándola. ¡Qué milagros

hace la Naturaleza!

«¿No me conoces? La Lola.»

«La insignificancia aquella

del señor Pepe —le dije

en broma—, ¿va a ser la reina

de Andalucía?» Don Diego,

¡que transformación más seria!

¡Lo que hace Dios cuando está

de buen humor, y se esmera

una miajita en sus obras!,

y dice: «¡Allá va canela

con faldas!» De la chiquilla

larguirucha, casi fea,

que yo conocí, con un

toquecito en las caderas

y otro en el pecho, y un poco

de carboncillo en las cejas,

y de candela en los ojos,

hizo una mujer de veras,

de las que dan al Altísimo

derecho a dormir la siesta.

Yo le dije..., no sé qué

le dije, una impertinencia,

porque la lengua del hombre

cuando no miente chochea.

Me miró de arriba abajo,

los ojos como dos piedras

de diamante: «Rafael,

que ya está bien. Lo que tengas

que decirme me lo dices

con la guitarra.» «¿En tu reja?»

«No. En el palacio del duque

de los Moriles hay fiesta;

canta la Lola esta noche.

Si tú quieres toca Heredia.»

Y aquella noche fue Lola

el pasmo de la nobleza

de Sevilla. ¡Qué garganta!...

¿Otra cañita?

Don Diego Y cincuenta.

Heredia Cantó y bailó, don Dieguito.

¡Qué asombro! Yo...

Don Diego Tú...

Heredia Yo era.

don José María Nadie

con la guitarra, hasta aquella

noche en que aprendí el secreto

del toque.

Don Diego ¿Cómo?

Heredia Seis cuerdas

con sus seis tornillos tiene

la guitarra; aire y madera

es lo demás. Con un poco

de trabajo y de paciencia

se hace con ella ruido

para que baile un hortera

en domingo. Si usté añade

algo de estudio y de ciencia,

toca usted a Gunó, y a Eslava,

y a Chopín, y los babiecas

se asombran. Si usted se obstina,

ya es la guitarra una orquesta 1 .

Total, música.

Don Diego ¿Y es poco?

Heredia Es mucho; pero no llega

a toque hondo. El flamenco

no es música, sino lengua

del corazón. La guitarra,

en la copla y la falseta,

importa por lo que dice

y nunca por lo que suena.

Pero en la guitarra sólo

se dicen cosas flamencas.

¿Me comprende usted?

Don Diego No mucho.

Pero no olvides el tema

de Lola y tú.

Heredia A lo que voy.

Cuando terminó la fiesta,

por las calles de Sevilla

la acompañé hasta la puerta

de su casa y, de camino,

volví a requebrarla. Ella,

después de escucharme un rato

me dijo: «Si tú quisieras

ser mi guitarra.» «¿No más

que un instrumento de cuerda

un hombre? Lola, eso es poco.»

«Y más de lo que tú piensas.

Eso o nada. Elige.» «Quien

elige lo que le dejan,

no elige; pero se aviene

a la razón, compañera»,

le respondí. Desde entonces

seguimos la misma senda.

Eso es todo. Yo camino

al lado de esa tormenta

de mujer, y me consuelo

—si el mal de muchos consuela—

sabiendo que es fuego Lola

que arde, pero no se quema;

vino que no se emborracha

y mar que no se marea.

Ella es la copla; en la copla

mujer, y diamante fuera.

Yo la acompaño, acompaño

su canción, «Afina, templa.

Heredia, por soleares;

por seguidillas, Heredia.»

ESCENA IV

(Dichos yLola.)

 

Don Diego Lola.

Lola Don Diego.

Don Diego. ¿Te vas?

Lola A Sevilla, Heredia...

 

(Dirigiéndose aHeredia, que se va a marchar.)

 

Heredia Lola....

Lola ¿Dónde vas?

Heredia Vengo en seguida.

Lola Estáte aquí.

Heredia Vuelvo ahora.

 

(Se va.)

ESCENA V

(Lola yDon Diego.)

 

Don Diego ¿Qué tienes con ese hombre?

Lola ¡Yo! Nada.

Don Diego Pues ¿qué te importa

que se vaya o que se quede?

Lola ¿A mí?... ¿Y a usted?...

Don Diego Poca cosa.

Pero... parece que no

quieres que hablemos a solas.

Lola Al contrario...

Don Diego Escucha.

Lola Escucho.

Don Diego ¿El irte a Sevilla ahora

te es muy preciso?

Lola Bastante...

Hay un contrato.

Don Diego Se borra;

se anula.

Lola Di mi palabra.

Don Diego ¡Firma el rey!

Lola Firma la Lola.

Don Diego Si yo indemnizo a la empresa

y le busco, además, otra

figura del cante que

te sustituya...

Lola ¡Qué cosas

dice usted! ¡Si la que tiene

empeño en cantar ahora

en Sevilla soy yo!

Don Diego Bueno.

Donde hay una oferta hay otra.

Yo te necesito aquí.

Lola ¿Aquí, en el campo?

Don Diego Y en Córdoba,

en mi casa. ¿Eso qué vale?

Lola N o vale nada.

Don Diego Perdona;

¿qué cuesta? Porque valer...

no hay oro en la Tierra toda

para pagarlo.

Lola Don Diego,

usted ¿me vende... o me compra?

Don Diego No te entiendo.

Lola Yo a usted sí.

Quiere usté una cantadora

para usted solo.

Don Diego A una... no,

a la única.

Lola Sin broma:

Gracias, don Diego. Yo no

valgo tanto. Además...

Don Diego Lola.

Además, tienes razón;

pero... además, ¿qué te importa?

Lola «Deja que la gente diga...»

 

(Tarareando una copla.)

 

Don Diego Acaba, acaba la copla.

«En queriéndonos los dos,

pase la gente...» 2

Lola Ésa es otra,

¿querernos también?

Don Diego Escucha:

No es mi pretensión tan loca.

Quererte... yo.

Lola ¿Y yo?

Don Diego Dejarte

querer. Tener una hermosa

casa en la ciudad. En el campo

fincas; vestidos y joyas...

No rodar más por el mundo;

no tener que cantar cosas

para que la gente goce

mientras, acaso, tú lloras.

Y todo mientras tú quieras;

con una condición sola:

la de no engañarme.

Lola Nunca.

he sabido engañar.

Don Diego Choca.

Cuando te canses, me dejas;

si de alguno te enamoras

me lo dices y te vas;

no te detendré, ni en contra

del que tú quieras palabra

oirás jamás de mi boca;

ni él sabrá, si tú lo callas,

el que yo a ti te conozca.

Sé leal. Y, en cambio, ve

pensando qué se te antoja.

Lola ¿Y usted no se cansaría?

Don Diego No me queda tiempo,

Lola.

Lola A mí, sí.

Don Diego ¡Mala!

Lola Por buena

he de decirle estas cosas.

Usted quiere la verdad,

y va usted a saberla toda.

Don Diego ¿Quieres a alguien?

Lola No, señor.

No quise a nadie hasta ahora,

ni pienso que he de querer

a ninguno de esta forma.

Nací entre esos olivares,

me crié como la alondra,

cantando de rama en rama,

cien leguas a la redonda

dice la gente que nadie

canta mejor que la Lola.

Con eso tengo bastante.

Don Diego ¡Te mantienes de la gloria!

Lola ¡Qué gloria ni qué ocho cuartos;

me mantengo de mis coplas,

que son muy bonitas!

Don Diego ¿Quién

te las enseñó?

Lola Yo sola

las aprendí: el cante es agua

manantial.

Don Diego Bien.

Lola Y brotan

en el pecho de la gente

cuando ríe o cuando llora.

El caso es saber sentir;

lo demás, tiene muy poca

importancia. ¿Usted no ha visto

en la Sierra de Cazorla

nacer el Guadalquivir

entre piedras, gota a gota?

Pues así nace un cantar,

como el río, y baja a Córdoba

y a Sevilla, hasta perderse

en la mar tan grande y honda.

Ése es también mi camino:

¡paso libre!...

Don Diego Pero todas

las artistas luchan por

la fortuna; son muy pocas

las que, al fin de mil trabajos,

un vago bienestar logran.

Si yo te lo doy, ya ves

el camino que te ahorras.

El descanso...

Lola No lo quiero,

Don Diego La fortuna...

Lola No me importa.

Don Diego La vida.

Lola Eso no, mi vida

ya le he dicho a usted que es otra.

Don Diego ¡La mala vida!

Lola ¡Oiga usted!...

Don Diego La vida malsana y rota

que hace de la noche día,

la alegría de unas copas,

y al fin...

Lola ¡Pronto llegó el fin!

Don Diego Pronto y mal. Mírate en todas.

El hospital...

Lola No me asusta.

Don Diego La miseria.

Lola No me asombra.

Don Diego Las penas...

Lola Las necesito.

Don Diego ¿Para qué?

Lola Para mis coplas.

Pero ¿a usted no le parece

que ya está bien? A otra cosa,

don Diego.

Don Diego A otra cosa, no;

aún es tiempo, reflexiona.

Lola Gracias..., pero yo no canto

en jaula si me la forjan

de oro y brillantes.

Don Diego ¡Chiquilla!

Lola Y déjeme usted que corra

mi suerte, que, buena o mala,

será mía y no de otra.

Y ahora llámeme usté a Heredia.

que nos vamos.

Don Diego Tu persona

está más segura aquí

que en un altar. A su hora