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En esta obra de los hermanos Machado se condensa lo mejor del simbolismo andaluz. Se trata de una alegoría de la patria chica, representada a través del cante, la guitarra y la pareja casta unida por el amor puro hacia el flamenco. Lola es una cantaora a la que acompaña siempre Heredia, su guitarrista. La protagonista encarna el ideal de la mujer de la época, pues es su amor a la tradición y a la música lo que la aleja de los placeres efímeros y materialistas de las pasiones humanas.
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Seitenzahl: 126
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Antonio Machado
Introducción Ana Padilla Mangas Orientaciones para el montaje José Luis Alonso de Santos
Saga
La Lola se va a los puertos
Copyright © 1929, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726749403
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
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(La escena representa la sala baja de un gran cortijo de Andalucía, con amplia portalada de arcos al fondo, que da a una galería abierta al jardín y al campo. Otras puertas y ventanas laterales. El mobiliario adecuado y una larga mesa donde está dispuesto el lunch con botellas y cañas en sus cañeros. El jardín llega hasta la misma casa, con sus rosales trepadores enredados a los pilares de la galería. En lontananza, grandes masas de olivar y monte.)
(Paco y Mercedes, caseros del cortijo, acabando de arreglar la mesa.)
Paco ¿La señorita Rosario
qué te dijo?
Mercedes Preguntaba
por su novio. Ella creía
que la juerga y la algazara
de esta noche...
Paco ¿Sí?...
Mercedes Eran cosa
del señorito.
Paco Me extraña.
Será el cariño, los celos...
Ya sabe que en esta casa
la cabeza más alegre
es la que peina más canas.
Así va el mundo.
Mercedes Yo dije
la verdad: coplas, guitarra
y fandango, todo ha sido
cosa del amo.
Paco Él lo paga
y lo goza. ¡Si lo viera
desde el cielo aquella santa!
Mercedes Una santa y desde el cielo,
¿qué iba a decir?: «Tiene gracia
mi esposo; tan alegrito
siempre donde suenan palmas.»
Paco ¿Y se van hoy los artistas?
Mercedes Esta noche. De mañana
se fueron los invitados,
y ya no quedan en casa
más que la Lola y Heredia.
(Dichos, Don Diego y Heredia.)
Don Diego ¡Paco, Mercedes!
Paco ¿Qué manda?
Don Diego ¿Está preparado todo?
Mercedes Dígame usted si algo falta.
Don Diego Nada. Ya os podéis marchar.
Cuando esté Lola aviada,
decidle que la esperamos
para tomar una caña.
(Vanse Paco y Mercedes.)
(Don Diego yHeredia.)
Don Diego ¡Heredia!
Heredia ¡Don Diego!
Don Diego Toma.
(Le dan un sobre con unos billetes.)
Heredia ¿Qué me da usted?
Don Diego Poco. Nada
que obligue. Gomo recuerdo
de un amigo y de una casa
que habéis honrado, dinero
para el camino y las gracias.
Heredia Don Diego, ¡dos mil pesetas
a nosotros!
Don Diego Te las guardas;
os las guardáis. Y no hablemos
de ello.
Heredia Ni media palabra.
Manda Faraón y el polvo
obedece.
(Se mete el sobrecito en el bolsillo.)
Don Diego ¿A qué hora pasa
el tren?
Heredia A las seis y cuarto.
(Una pausa.Heredia yDon Diego se miran.Don Diego va a hablar deLola y cambia de idea.)
Don Diego Echemos la última caña.
Heredia La penúltima.
(Llenan las cañas.)
Don Diego Bien dices.
(Beben y permanecen algún rato en silencio suspirando.)
¡Ay, Heredia de mi alma!
Heredia (La exclamación con queHeredia responde aDon Diego quiere decir que comprende por qué suspira.)
¡Don Dieguito de mi vida!
Don Diego Tú sabes...
(Con interés.)
Heredia Y o..., de guitarra
un poquillo.
Don Diego ¿Y de mujeres?
Heredia Sólo se que no sé nada,
que dicen que dijo el sabio
Salomón, que las trataba
de cerca.
Don Diego ¿Qué piensas tú
de Lola?
Heredia Que Lola canta.
Don Diego Como los ángeles.
Heredia No;
como la Lola. Si es ella
el mismo cante. No hay otra,
don Diego.
Don Diego Conforme, Heredia;
pero ahora yo te pregunto
por la mujer.
Heredia Por la hembra
juncal. Comprendido; usted
quiere saber...
Don Diego Si chanela...
Heredia Más que de coplas...
Don Diego Si marcha...
Heredia O no marcha.
Don Diego Justo.
Heredia Tenga.
—y perdone— el sobrecito
con sus pápiros.
(Le devuelve el sobre.)
Don Diego (Rechazando el sobre con disgusto.)
No aciertas
a comprenden Yo no compro
a mis amigos.
Heredia Pues venga
otra cañita.
(Se guarda el sobre yDon Diego llena las cañas.)
Y ahora
¿escuchará la grandeza
de Andalucía el consejo
de una lombriz de la tierra?
Don Diego Habla y no te achiques tanto.
Heredia Don Dieguito, no se pierda
usté a sus años.
Don Diego ¿Tan viejo
soy? ¿Cuántos años me echas?
Heredia Para morirse, muy pocos;
para bailar de cabeza...
el hombre debe ser
viejo desde que se afeita.
La Lola..., la Lola... ¿Ha dicho
usted la Lola? Usted piensa
que es una chavala...
Don Diego Sí.
Heredia Como otras muchas que ruedan
por el mundo... Una mujer...
Don Diego Es claro....
Heredia Pues no lo crea
usted, don Diego; la Lola
no es una mujer siquiera.
Don Diego ¿Qué es entonces?
Heredia Cante hondo
con faldas, la misma esencia
del cante, la cantaora,
la Lola. Aunque usted la vea
cerca de usted, y la escuche,
y la toque —si se deja—,
la Lola no es de este mundo.
Yo que voy siempre con ella
—soy su guitarra— lo sé,
don Diego, por experiencia.
Don Diego Lola y tú...
Heredia Pare usté el coche;
Lola y yo somos pareja
de flamenco. Ella es el cante;
yo, el toque.
Don Diego ¿Y no más?
Heredia (Jurando.) ¡Por éstas!
Entre Lola y yo no hay
más allá de: «afina, templa...
Heredia, por soleares;
por seguidillas, Heredia».
Don Diego Perdona, no te creía
tan serio.
Heredia Siempre fue seria
nuestra profesión. La copla
y la guitarra flamenca
—usted lo sabe— no son
cosas de broma. La juerga
—se entiende con cante hondo—
tiene de función de iglesia
más que de jolgorio. No es
una diversión cualquiera,
donde se mete ruido
y se descorchan botellas.
Para alegrarse en flamenco
se ha menester mucha ciencia,
mucha devoción al cante
y al toque.
Don Diego Nadie lo niega
y ya sabes tú que yo
distingo.
Heredia ¡Que usted diquela!
Si es usted el emperador
de la afición de esta tierra.
Don Diego Favor, Heredia.
Heredia Justicia.
¿Echo otras cañitas?
Don Diego Sea.
¿Conque tú nunca pensaste?
La verdad...
Heredia Por la cabeza,
don Dieguito, pasa todo;
importa lo que se queda.
Lola y yo nos conocimos
ella, niña; yo, un chavea.
Su padre fue mi maestro
de guitarra—una eminencia
en el toque el señor Pepe
el herrero—; su maestra
de canto, mi hermana Trini.
Don Diego ¿La Trini?
Heredia ¡Que gloria tenga!
De niños nos separamos,
tres años pasé sin verla.
Y ahora, lo que usted quería
saber. Yo no soy de piedra.
Don Diego ¡Claro! Un artista...
Heredia Era Lola
ya una mocita. En Utrera
nos encontramos. Venía
ella con su madre de Écija;
yo, del Puerto; hacia Sevilla
los dos: «¡Rafael!» Yo era
Rafael —que éste es mi nombre—
para Lola hoy soy Heredia,
el tocador, su guitarra;
para un cartel siete letras,
«¿Quién eres, chiquilla?» Estuve
un rato sin conocerla
mirándola. ¡Qué milagros
hace la Naturaleza!
«¿No me conoces? La Lola.»
«La insignificancia aquella
del señor Pepe —le dije
en broma—, ¿va a ser la reina
de Andalucía?» Don Diego,
¡que transformación más seria!
¡Lo que hace Dios cuando está
de buen humor, y se esmera
una miajita en sus obras!,
y dice: «¡Allá va canela
con faldas!» De la chiquilla
larguirucha, casi fea,
que yo conocí, con un
toquecito en las caderas
y otro en el pecho, y un poco
de carboncillo en las cejas,
y de candela en los ojos,
hizo una mujer de veras,
de las que dan al Altísimo
derecho a dormir la siesta.
Yo le dije..., no sé qué
le dije, una impertinencia,
porque la lengua del hombre
cuando no miente chochea.
Me miró de arriba abajo,
los ojos como dos piedras
de diamante: «Rafael,
que ya está bien. Lo que tengas
que decirme me lo dices
con la guitarra.» «¿En tu reja?»
«No. En el palacio del duque
de los Moriles hay fiesta;
canta la Lola esta noche.
Si tú quieres toca Heredia.»
Y aquella noche fue Lola
el pasmo de la nobleza
de Sevilla. ¡Qué garganta!...
¿Otra cañita?
Don Diego Y cincuenta.
Heredia Cantó y bailó, don Dieguito.
¡Qué asombro! Yo...
Don Diego Tú...
Heredia Yo era.
don José María Nadie
con la guitarra, hasta aquella
noche en que aprendí el secreto
del toque.
Don Diego ¿Cómo?
Heredia Seis cuerdas
con sus seis tornillos tiene
la guitarra; aire y madera
es lo demás. Con un poco
de trabajo y de paciencia
se hace con ella ruido
para que baile un hortera
en domingo. Si usté añade
algo de estudio y de ciencia,
toca usted a Gunó, y a Eslava,
y a Chopín, y los babiecas
se asombran. Si usted se obstina,
ya es la guitarra una orquesta 1 .
Total, música.
Don Diego ¿Y es poco?
Heredia Es mucho; pero no llega
a toque hondo. El flamenco
no es música, sino lengua
del corazón. La guitarra,
en la copla y la falseta,
importa por lo que dice
y nunca por lo que suena.
Pero en la guitarra sólo
se dicen cosas flamencas.
¿Me comprende usted?
Don Diego No mucho.
Pero no olvides el tema
de Lola y tú.
Heredia A lo que voy.
Cuando terminó la fiesta,
por las calles de Sevilla
la acompañé hasta la puerta
de su casa y, de camino,
volví a requebrarla. Ella,
después de escucharme un rato
me dijo: «Si tú quisieras
ser mi guitarra.» «¿No más
que un instrumento de cuerda
un hombre? Lola, eso es poco.»
«Y más de lo que tú piensas.
Eso o nada. Elige.» «Quien
elige lo que le dejan,
no elige; pero se aviene
a la razón, compañera»,
le respondí. Desde entonces
seguimos la misma senda.
Eso es todo. Yo camino
al lado de esa tormenta
de mujer, y me consuelo
—si el mal de muchos consuela—
sabiendo que es fuego Lola
que arde, pero no se quema;
vino que no se emborracha
y mar que no se marea.
Ella es la copla; en la copla
mujer, y diamante fuera.
Yo la acompaño, acompaño
su canción, «Afina, templa.
Heredia, por soleares;
por seguidillas, Heredia.»
(Dichos yLola.)
Don Diego Lola.
Lola Don Diego.
Don Diego. ¿Te vas?
Lola A Sevilla, Heredia...
(Dirigiéndose aHeredia, que se va a marchar.)
Heredia Lola....
Lola ¿Dónde vas?
Heredia Vengo en seguida.
Lola Estáte aquí.
Heredia Vuelvo ahora.
(Se va.)
(Lola yDon Diego.)
Don Diego ¿Qué tienes con ese hombre?
Lola ¡Yo! Nada.
Don Diego Pues ¿qué te importa
que se vaya o que se quede?
Lola ¿A mí?... ¿Y a usted?...
Don Diego Poca cosa.
Pero... parece que no
quieres que hablemos a solas.
Lola Al contrario...
Don Diego Escucha.
Lola Escucho.
Don Diego ¿El irte a Sevilla ahora
te es muy preciso?
Lola Bastante...
Hay un contrato.
Don Diego Se borra;
se anula.
Lola Di mi palabra.
Don Diego ¡Firma el rey!
Lola Firma la Lola.
Don Diego Si yo indemnizo a la empresa
y le busco, además, otra
figura del cante que
te sustituya...
Lola ¡Qué cosas
dice usted! ¡Si la que tiene
empeño en cantar ahora
en Sevilla soy yo!
Don Diego Bueno.
Donde hay una oferta hay otra.
Yo te necesito aquí.
Lola ¿Aquí, en el campo?
Don Diego Y en Córdoba,
en mi casa. ¿Eso qué vale?
Lola N o vale nada.
Don Diego Perdona;
¿qué cuesta? Porque valer...
no hay oro en la Tierra toda
para pagarlo.
Lola Don Diego,
usted ¿me vende... o me compra?
Don Diego No te entiendo.
Lola Yo a usted sí.
Quiere usté una cantadora
para usted solo.
Don Diego A una... no,
a la única.
Lola Sin broma:
Gracias, don Diego. Yo no
valgo tanto. Además...
Don Diego Lola.
Además, tienes razón;
pero... además, ¿qué te importa?
Lola «Deja que la gente diga...»
(Tarareando una copla.)
Don Diego Acaba, acaba la copla.
«En queriéndonos los dos,
pase la gente...» 2
Lola Ésa es otra,
¿querernos también?
Don Diego Escucha:
No es mi pretensión tan loca.
Quererte... yo.
Lola ¿Y yo?
Don Diego Dejarte
querer. Tener una hermosa
casa en la ciudad. En el campo
fincas; vestidos y joyas...
No rodar más por el mundo;
no tener que cantar cosas
para que la gente goce
mientras, acaso, tú lloras.
Y todo mientras tú quieras;
con una condición sola:
la de no engañarme.
Lola Nunca.
he sabido engañar.
Don Diego Choca.
Cuando te canses, me dejas;
si de alguno te enamoras
me lo dices y te vas;
no te detendré, ni en contra
del que tú quieras palabra
oirás jamás de mi boca;
ni él sabrá, si tú lo callas,
el que yo a ti te conozca.
Sé leal. Y, en cambio, ve
pensando qué se te antoja.
Lola ¿Y usted no se cansaría?
Don Diego No me queda tiempo,
Lola.
Lola A mí, sí.
Don Diego ¡Mala!
Lola Por buena
he de decirle estas cosas.
Usted quiere la verdad,
y va usted a saberla toda.
Don Diego ¿Quieres a alguien?
Lola No, señor.
No quise a nadie hasta ahora,
ni pienso que he de querer
a ninguno de esta forma.
Nací entre esos olivares,
me crié como la alondra,
cantando de rama en rama,
cien leguas a la redonda
dice la gente que nadie
canta mejor que la Lola.
Con eso tengo bastante.
Don Diego ¡Te mantienes de la gloria!
Lola ¡Qué gloria ni qué ocho cuartos;
me mantengo de mis coplas,
que son muy bonitas!
Don Diego ¿Quién
te las enseñó?
Lola Yo sola
las aprendí: el cante es agua
manantial.
Don Diego Bien.
Lola Y brotan
en el pecho de la gente
cuando ríe o cuando llora.
El caso es saber sentir;
lo demás, tiene muy poca
importancia. ¿Usted no ha visto
en la Sierra de Cazorla
nacer el Guadalquivir
entre piedras, gota a gota?
Pues así nace un cantar,
como el río, y baja a Córdoba
y a Sevilla, hasta perderse
en la mar tan grande y honda.
Ése es también mi camino:
¡paso libre!...
Don Diego Pero todas
las artistas luchan por
la fortuna; son muy pocas
las que, al fin de mil trabajos,
un vago bienestar logran.
Si yo te lo doy, ya ves
el camino que te ahorras.
El descanso...
Lola No lo quiero,
Don Diego La fortuna...
Lola No me importa.
Don Diego La vida.
Lola Eso no, mi vida
ya le he dicho a usted que es otra.
Don Diego ¡La mala vida!
Lola ¡Oiga usted!...
Don Diego La vida malsana y rota
que hace de la noche día,
la alegría de unas copas,
y al fin...
Lola ¡Pronto llegó el fin!
Don Diego Pronto y mal. Mírate en todas.
El hospital...
Lola No me asusta.
Don Diego La miseria.
Lola No me asombra.
Don Diego Las penas...
Lola Las necesito.
Don Diego ¿Para qué?
Lola Para mis coplas.
Pero ¿a usted no le parece
que ya está bien? A otra cosa,
don Diego.
Don Diego A otra cosa, no;
aún es tiempo, reflexiona.
Lola Gracias..., pero yo no canto
en jaula si me la forjan
de oro y brillantes.
Don Diego ¡Chiquilla!
Lola Y déjeme usted que corra
mi suerte, que, buena o mala,
será mía y no de otra.
Y ahora llámeme usté a Heredia.
que nos vamos.
Don Diego Tu persona
está más segura aquí
que en un altar. A su hora