Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Un ensayo para pensar mejor cómo vivir en esta época. "Los dos mundos de la felicidad (manual de autoindagación)" se enfoca en los desafíos que nos trae interrogarnos sobre el significado de ser felices hoy día. ¿Nos conformamos con el bienestar fugaz de algunos momentos puntuales, para volver después a una existencia sufrida? ¿O apostamos a un disfrute de la vida más difícil, menos inmediato pero más profundo? Lo habitual es que nos dividamos entre estos planos de lo real. Ivansky nos invita a reunificarnos en nuestra búsqueda de la felicidad.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 138
Veröffentlichungsjahr: 2022
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Matt D. Ivansky
Saga
Los dos mundos de la felicidad
Copyright © 2022 Matt D. Ivansky and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788728062272
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
www.sagaegmont.com
Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
“Ya pasará…Todo pasa…”
Hace poco, después de algún tiempo, volví a escuchar esa frase tan conocida, tan de la sabiduría popular. Se trataba de alguien que, sufriendo mucho otra vez por una situación ya conocida, volvía –no obstante- a intuir con certeza el carácter transitorio de la vida, su curso continuo que se renueva a cada momento justamente porque “todo pasa” y nada permanece demasiado tiempo en un mismo estado o lugar.
Es curioso comprobar cómo, cada día, las personas vislumbramos correctamente parte del verdadero significado y sentido de la existencia. Los ejemplos están a la vuelta de la esquina. Frases, refranes, comparaciones y demás, son siempre testimonio vivo de esa percepción despierta en un sinnúmero cada vez mayor de personas. La mente humana de hoy se ha complejizado y ha avanzado lo suficiente como para inteligir con acierto el carácter principal de la realidad física que nos rodea: la mutabilidad.
Si en este mismo momento alguien irrumpiese en su ambiente inmediato y le dijera ruidosamente y con ademanes enérgicos cuán cambiable, efímera, pasajera o fugaz es la vida, ¿usted se asombraría? ¿Sentiría estar ante un momento “revelador” en su vida?
Ciertamente que no. Podría sentir muchas cosas pero difícilmente podría creer haber llegado a una conclusión que jamás se la había pasado antes por la cabeza. Además del disgusto que este inoportuno visitante podría causarle con su falta total de decoro, usted bien podría decir tras cavilar unos segundos:
“Por supuesto… ¿quién no sabe eso?”
Luego y sin más, hubiera vuelto a su rutina cotidiana. Hubiera vuelto a la realidad, su realidad, tan mutable y cambiante como la de cada ser humano que en este preciso instante habita este planeta.
Los seres humanos sabemos, entendemos, captamos verdades (cada vez en mayor número, sí). Apreciamos, analizamos, juzgamos, tomamos posición, evaluamos, damos veredictos. Además, damos consejos, sugerencias, advertencias. También aprendemos, estudiamos, creamos, profundizamos en el entendimiento de complejos sistemas conceptuales, comparamos y hasta logramos brillantes resúmenes de redes mentales no tan fáciles de resumir. O sea, los seres humanos nos relacionamos a cada instante con la realidad. Cual obreros que en multitud transitan por un puente rumbo a una enorme planta industrial para más tarde retornar a sus hogares y reencontrarse con sus familias o afectos, cruzamos hacia la realidad y de ella volvemos, y volvemos a cruzar para más tarde retornar otra vez a nuestro centro mental, y así sucesivamente en un ciclo que ocurre millones de millones de veces cada día. No importa cuán inteligentes, cultos, preparados o capaces seamos. Menos importa si tenemos estudios académicos o no. De hecho, no importa en lo más mínimo. No marca una diferencia sustancial. Por naturaleza, por evolución racial, los seres humanos interactuamos a cada segundo con la realidad. Con cada percepción, con cada acción, con cada recuerdo, idea, comparación o iniciativa, estamos relacionándonos con el vasto mundo de la realidad material.
Otra vez nuestro visitante aparece, nos interrumpe esta lectura. Salta nerviosamente, agita las manos, exhibe una motricidad tosca, antiestética por completo. Ahora ya está más nervioso que la vez primera. Ha comenzado a sudar un poco. Da vueltas en círculos, se mueve de un lado a otro. Le falta un cigarrillo en la boca pero se tantea los bolsillos y no lo trajo consigo.
“La realidad cambia todo el tiempo…Es pasajera”
Vuelve a repetir su sentencia, solo que esta vez su mirada ya transmite cierto aire de resignación, de tristeza quizás.
“Sí, sí…Ya lo dijo hace un rato…”
Quizás nuestra mirada tampoco sea la misma en esta segunda oportunidad. Quizás su tristeza encuentre de nuestro lado cierto fastidio. Quizás esta introducción se estaba poniendo algo curiosa y misteriosa. Sobre todo porque el autor sigue siendo impreciso, vago, y no va al grano. Solamente por eso –la curiosidad humana otra vez haciendo de las suyas- usted había decidido continuar leyendo hasta que este inoportuno sujeto interrumpió el momento.
Decide no darle mayor trascendencia al asunto. Retira su atención y vuelve a la lectura. El ruidoso visitante como apareció, desaparece.
Mientras se concentra de nuevo pasan por su cabeza tareas pendientes, responsabilidades ineludibles, horarios, compromisos, intereses. Posiblemente todo esto, traiga, también, alguna reacción emocional no tan cómoda: tensión, nerviosismo, disgusto, preocupación, pero, con todo, hace un nuevo esfuerzo mental y vuelve a la lectura.
Lo que decíamos es lo ya sabido. Este enorme laboratorio en el que todos estamos inmersos 24 horas al día, no se detiene jamás. Podemos tener la sensación, la ilusión de descanso, de pausa, de “recreo” quizás, pero lo cierto es que este inmenso aparato no se detiene de manera alguna. Y parece no existir la forma de detenerlo. Dormidos o despiertos, tensos o distendidos, dichosos o infelices, la realidad física sigue inexorablemente su ritmo con paso firme.
Una propuesta inicial para ir terminando esta introducción necesariamente confusa. Nos detengamos un momento y tratemos de responder esta pregunta:
¿Qué aspecto de esta enorme realidad nos incluye a prácticamente todos los seres humanos, dejando afuera solamente unas pocas excepciones?
Podemos ensayas multitud de respuestas, claro: la contaminación, la inseguridad, etc…Pero este trabajo pretende acercarse al drama humano en su aspecto subjetivo, a la tragedia interior con la que cada día tenemos que batallar, y no tanto a cuestiones ambientales, externas (si bien, a fin de cuentas, una no está separada de la otra, por supuesto).
Para ir cerrando este primer círculo, ofrezco esta respuesta. Seguramente muchos ya se adelantaron y estarán diciendo: “Ah, pero eso es tan viejo, tan poco original…”
Porque si hay algo que nos iguala a cada momento independientemente de toda condición individual o grupal, es…el sufrimiento. El dolor de la existencia.
Ahí se acerca el molesto visitante otra vez. ¿Vendrá a insistirnos con su desesperado argumento de la realidad?
¡Demos vuelta la página y simulemos aguda concentración!
Quizás eso lo disuada por un rato…
Siguiendo con las conclusiones remanidas, podemos señalar que los niveles de sufrimiento y malestar en cada rincón del mundo, van en vertiginosa escalada. No hay aspecto de la vida que escape a esta crecida. Ciertamente hemos llegado a un estado de las cosas que de a momentos se parece (o supera?) a una película de ficción apocalíptica. La actividad social, cultural, económica, política, religiosa, científica y otras, de cualquier sociedad del mundo (o de la sociedad mundial, para facilitar la imagen) y todos sus elementos constitutivos (la familia, la salud, el trabajo, los proyectos, el esparcimiento, los intereses de tipo variado, etc), se encuentran al borde de un colapso sin retorno, si es que no han colapsado ya. Quizás en este último aspecto solamente podamos encontrar diferencias entre las distintas sociedades del mundo. Sin duda que, en los países más adelantados, algunos aspectos aún se hallan más conservados y con posibilidades de resistir una situación crítica extrema. Por desgracia, esto no es lo que predomina en la escena global.
¿Qué hacer ante tamaña situación? O, si nos permitimos ser algo más dramáticos y a riesgo de ser pesimistas, podríamos preguntar también: ¿Hay algo que se pueda hacer?
La respuesta que este libro intenta dar, es un rotundo:
“Sí. Absolutamente. Ya mismo. Ahora mismo”
Convencido de que los males colectivos empiezan por un mal individual, y que un padecimiento exterior primero lo fue interior, este trabajo intenta ir al corazón de la primera cuestión a plantear en forma lo más práctica posible:
“Lo que usted puede hacer, puede hacerlo solamente por usted”
Pareciera un juego de palabras pero no lo es. Los seres humanos hemos llegado a un punto de no retorno: o damos un giro significativo a nuestras vidas, o tendremos que intentar conformarnos con una realidad cuyas posibilidades y opciones nos son bien conocidas. Algo hemos hecho mal, muy mal. Algo se nos ha escapado de entre las manos y no nos dimos cuenta, o, quizás, para cuando lo notamos ya era un poco tarde (tarde para evitar padecer las consecuencias, claro). Y esto siempre lo vamos a plantear desde el ámbito individual, estricta y totalmente individual.
Como sugerencia inicial, le pediría tenga a mano un espejo. No importa si es de mano o de pared, solamente téngalo a su alcance. Si no lo tiene, tendrá que recurrir a su imaginación.
Siguiendo con lo anterior, podemos encontrarnos una y otra vez con la misma respuesta y situación. No importa para dónde miremos o a quién escuchemos. El dolor, la aflicción, la angustia y tantas otras caras del sufrimiento, salen a nuestro encuentro, se cruzan en nuestra pesquisa sin pausa. Pareciera no haber actividad humana alguna que no esté, por momentos, asediada por episodios de dolor. Luego, con el dolor, vienen las demás emociones o consecuencias asociadas: la depresión, la sensación de inseguridad, el temor a la recurrencia del dolor, la duda, la falta de iniciativa, la desconfianza, el escepticismo, la pasividad casi total, la resignación. En este terreno, solamente hace la diferencia la capacidad, la resistencia individual, y, por supuesto, la respuesta de un entorno material y afectivo que pueda amortiguar los golpes, o suavizar las secuelas. Pero, independientemente de esto, el sufrimiento nunca viene solo y se va sin más. Esto complica la cosa todavía más, ya que luego de un período de agudo dolor interior (que pueda iniciar siendo físico tal vez, pero que luego siempre ingresa en el terreno psicológico) siempre quedan secuelas de mayor o menor magnitud. Y esto tampoco lo podemos evitar en forma total. Solamente podemos, con el tiempo y cierta conducta, aminorar el impacto de la dura embestida de la realidad.
Ah…mala noticia. Nuestro visitante….Intentemos ser pacientes y no causarle dolor y sufrimiento también a él.
Ni tan agitado ni tan ruidoso ni tampoco tan ansioso, reaperece e interrumpe nuestro momento de silenciosa lectura. Esta vez la resignación caló más hondo en él y se le nota en el rostro. Además, parece cansado. De todos modos, inhala y se autoimpone el cumplimiento de su peculiar misión:
“No se olvide que la realidad es transitoria, cambiante, siempre mutable…Nunca se repite dos veces de igual manera”
Siguiendo con el pedido de este autor ignoto, esta vez no le devolvemos una mirada de fastidio. Nos contentamos con decir mentalmente: “Ya lo sé. Ya lo sé…”, y quizás, hasta nos preguntemos: “¿Qué le habrá pasado a este sujeto que insiste tanto con lo mismo…?”
“¿Este autor creerá ser novedoso u original solamente por haber llegado a la conclusión de que la vida humana está atravesada por el sufrimiento reiterado? Qué dinero mal gastado en este libro…”
Luego de la pregunta acerca del raro e insistente visitante, el anterior párrafo podría resumir su sentir en este punto de la lectura. Apenas unas pocas páginas y nada original o nuevo. Nada nuevo, “nada nuevo bajo el sol”…Ni siquiera podemos ser originales con esta frase. Ni siquiera eso podemos inventar.
Y es que, por supuesto, por supuesto que la noción del sufrimiento como elemento ineludible de la condición humana es una verdad transmitida a la humanidad hace largo tiempo. Cada lector según sus conocimientos encontrará una o muchas fuentes en las cuales ubicarla. Como fácil ironía nos permitiremos esta, porque, ironía completa, es una de esas ironías necesarias y que sí, en muchos casos, pueden sacudirnos el sopor del monótono y rutinario modo de vivir que la gran mayoría de los mortales lleva.
La ironía sería esta: “Usted puede saber –y de hecho lo sabe- que esta verdad es vieja y ya conocida. Y no solamente eso: puede haberla encontrado en un sinnúmero de autores, libros, doctrinas o tradiciones antiguas. Puede, incluso, hasta haber pertenecido o pertenecer a algún tipo de culto o grupo que directamente aborde la problemática. Así y todo, más cultos o más ignorantes respecto del hecho intelectual en sí de la presencia del sufrimiento en el mundo, seguimos sufriendo. Seguimos siendo arrojados una y otra vez al inevitable ruedo del dolor”.
Esto nos da pie para hacer una primera caracterización de este conjunto de reflexiones e intento de análisis existencial que este libro pretende ser. No se intenta acá un acercamiento filosófico, religioso, metafísico o esotérico del asunto. Tampoco una aproximación científica o puramente racional. Acá se citarán muy superficialmente, se mencionarán a la pasada estas modalidades del conocimiento. Nuestro trabajo tiene algo de todo esto: de a momentos puede parecer filosófico o religioso, metafísico tal vez. En otros, puede rozar la modalidad del pensamiento esotérico. Quizás también pueda asemejarse al discurso científico racional, pero, en su forma general, intenta algo que para muchos autores de hoy (y, otra vez, autores de las distintas áreas del conocimiento) sería la tendencia actual en nuestro camino rumbo a las verdades fundamentales. Esto es, la síntesis. Nuestro tiempo sería un tiempo de síntesis, un tiempo que pareciera ir elaborando un nuevo campo que no es exclusivamente religioso, metafísico, científico o esotérico, y que, no obstante, tiende a una conjunción de elementos pertenecientes a todas esas ramas del saber.
A su vez, la síntesis tendría también niveles y grados de profundidad. Por su carácter elemental y mayormente superficial, este libro no pretende ser una propuesta de síntesis profunda y multi-abarcativa. No es la intención del autor, ni tampoco las condiciones lo hacen posible.
Es, en cambio, un intento de síntesis de algunos vislumbres, de algunos elementos iluminadores acerca del fenómeno humano. Pero, sobre todo, elementos de enorme utilidad y gran necesidad para la sociedad mundial de hoy. Y, nuevamente, estos elementos nunca van a resultar novedosos para el lector sagaz y algo instruido en la materia. Por el contrario, él puede tener la sensación continua a lo largo de las páginas, de estar escuchando repeticiones de repeticiones. Nuevamente, intentamos un cuerpo conceptual que haga de síntesis de ciertas ideas y/o conceptos muy muy antiguos. Tan antiguos, que el ser humano habría perdido todo rastro del auténtico origen de aquellos. Se sabe que están, que han estado por largos milenios en casi todas las culturas, pero no se conoce a ciencia cierta su origen primordial. Ahora, nos encontraríamos ante la no pequeña empresa de sintetizar esos conocimientos. Este libro es un ensayo preparatorio para tal fin. Uno entre muchos.
Y así y todo, aún cuando lográramos este “ensayo de síntesis” a la perfección, no habríamos resuelto nuestro problema central: el sufrimiento de todos los días, el sufrimiento en sus tres niveles principales: mental, emocional y físico. Por lo tanto, volvamos a lo nuestro.
Siguiendo un poco con las ironías, podemos dibujar brevemente esta: a cada rato escuchamos del sufrimiento ajeno, de los pesares de los demás.
“Se divorciaron”
“Quebraron económicamente”
“Los estafaron”
“Le detectaron una rara enfermedad…La perspectiva no es muy alentadora”
“Está gravemente deprimido”
“Lo abandono y se fue con otra persona”
“Su hijo los defraudó gravemente”
“Sus padres resultaron ser violentos”
“No sabe por qué…pero ya no le encuentra el sentido a nada”
“Esta tan cambiada…Ya no es la misma. Se ha vuelto taciturna, callada…Ya no se relaciona con aquellos amigos de toda la vida”
“Luego de aquella perdida, nunca más recuperó la alegría. Eso era todo para él…”
“¿Cómo vivir con este sueldo? ¿Quién puede disfrutar o proyectar algo con este dinero?”
“Lo han intentando una y otra vez pero fracasaron siempre…Lo deseaban tanto pero no fue posible…”
“Era su mayor sueño y se le escapó de entre las manos. Hasta creyó tenerlo y se le fue”
“No pedía tanto. Eso la hubiera completado, sin duda alguna”
“Parece que a ellos los sigue la desgracia. ¿Cuándo terminará tan mala racha?”
Estas y tantas otras declaraciones terminantes se oyen por decenas en el mundo actual, y no hace falta prender la televisión para ello: no, se escuchan en cualquier fila de espera o en cualquier charla de colectivo o reunión familiar de rutina.